Hacía unas semanas que Edgardo había regresado a su ciudad natal después de diez años en el extranjero, era como empezar de nuevo, la familia, los amigos, el barrio.
Comparar las fotos que tenía en su mente con las imágenes que ahora veía era inevitable, la plaza de su infancia había sido reemplazada por un complejo habitacional, el bar de la esquina donde se juntaba con los muchachos había sido demolido y su escuela primaria estaba para su pesar en la mismas condiciones que tiempo atrás, solo que con más años encima.
El árbol frente a su casa, donde se había apretado a la primera minita y fue testigo de su primer beso había sido cortado de raíz, los antiguos faros de la calle habían sido reemplazados por potentes reflectores y la vieja calle de tierra ahora estaba pavimentada.
Y si la ciudad estaba cambiada, que decir de las personas, de sus afectos, el ‘pelado’ Peralta estaba más pelado, el flaco Rodriguez había olvidado sus ideales socialistas y ahora era un capitalista avaro y la bebota Nazarena que enloquecía a los hombres estaba redonda como una pelota. El viejo José parecía conservarse en formol, aun se ganaba los pesos con la granja y los hijos de Luque atendían la pizzería de su padre, quien disfrutaba sus últimos años de vida con sus nietos.
Y porque no recordar también a aquellos que habían partido dejando este mundo, algunos previsibles, otros por sorpresa.
Así, Edgardo se pasaba los días comparando el antes con el ahora, el si tenía verdadera dimensión de cómo había pasado el tiempo.
Esa mañana estaba sentado en el bar, a unas cuadras de su casa, leía tranquilamente el periódico mientras disfrutaba un café cortado, la gente y los coches pasaban sin ton ni son, de repente sus ojos se posaron en una cupé importada, negra, brillante, imponente que estacionaba a metros de donde estaba, que auto! pensó.
Luego sus ojos se fijaron en la conductora, una rubia platinada bajó del vehículo, con grandes gafas, vistiendo ropas finas, carísimas y una cartera en puro cuero de cocodrilo, era imposible no mirar con semejante coche y semejante mujer…
Ella pasó a su lado, fue hasta la barra, hizo un pedido y se sentó cerca de donde estaba.
Pasaron unos minutos, se percató que la joven lo miraba con insistencia para finalmente dirigirse a su mesa y preguntarle:
Perdón, vos sos… Edgardo? El hijo de Cristina…
Si… y vos….?
Respondió un tanto sorprendido, no recordaba esa mujer, ella sacó entonces sus gafas y sonriendo le contestó:
Soy yo!!! Antonella! Me vas a decir que no te acuerdas de mí!!!!
Como olvidarla! a su mente llegaron rápidamente las imágenes de esa joven, solo que estaba cambiada, ya no era morocha, ya no tenía esa nariz prominente y por sobre todo ya no era una chica humilde.
Estuvieron hablando un buen rato, se enteró que era la feliz esposa de ese ricachón del que años atrás le habían hecho la despedida de solteros, y que seguía tan puta como de costumbre, al tiempo ella se excusó diciendo que debía retirar a su hijo del colegio, le dejó su celular y le dijo:
Nos vemos, llamame cuando quieras, tenemos que recordar viejos tiempos…
Le dio un beso en la mejilla y partió.
La mente de Edgardo rebobinó en el tiempo, situándose años atrás, Antonella era popular entre los muchachos por su pobre decencia, la recordaba no por su rostro, porque a decir verdad la pobre era más que fea, con una prominente nariz que le valía más de una cargada, pero ella tenía tres atributos explosivos, enormes tetas, un culo de antología y lo principal, una actitud de puta que arrasaba.
Esa tarde de primavera los muchachos estábamos en el quisco de la esquina, con sus motos, como acostumbrábamos, compartiendo unas cervezas, hablando de pavadas hasta que ella apareció, su camino era el nuestro, con unas calzas rosa que dibujaban su silueta, tan ajustada que podía ver los elásticos de su ropa interior, metiéndose en lo profundo de su concha, partiéndola en dos, dibujando los labios de su raja, arriba un top holgado con inscripciones, lo suficiente para notar que no tenía sostén, sus pechos parecían saltar de un lado a otro.
Los jóvenes la rodearon cuando ella intentó pasar, y ella respondió con risas y evasivas, Edgardo recordaba como el pelado Peralta la fue ‘chamuyando’ para hacerle ‘la despedida de solteras’ y al tiempo viajaban montados en las motos hacia el departamento que tenían para esas ocasiones.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de nuestro amigo, como olvidarse que casi choca porque sus ojos se perdían en el culo enorme, en esas anchas caderas, en esas calzas rosas, en esa tanga minúscula, porque ella era así, subida en la moto de su amigo se arqueaba para que su trasero luciera lo más voluminoso posible, pensar que no tenía ni veinte años…
No hubo previas, fueron directo al grano, mientras se desnudaban ante la mirada lasciva de la putita, Edgardo no pudo abstraerse de los pechos de la joven, eran esferas perfectas, enormes, la mejores tetas que viera en su vida, con unas gigantes aureolas de unos siete centímetros de diámetro y unos diminutos pezones que apenas sobresalían del relieve.
Los otros trajeron champagne, le hicieron abrir la boca y lo dejaron caer sobre ella a una corta distancia, de manera de llenarla hasta rebalsar, como una fuente en un parque.
El ya estaba duro y deseoso, solo que se sentía intimidado por una perra semejante.
Como siempre, alguno es el más rápido en el grupo, así que el aún contemplaba el cuadro cuando ella ya saboreaba tres vergas, parecía desesperada, como le gustaba chupar vergas, iba de una en una, atragantándose, los chicos la empujaban bien adentro hasta hacerla ahogar, pero ella solo reía, la saliva escapaba por sus labios y pasaba a la siguiente, y a otra, y a otra, que puta que era…
Empezaron a cogerla, en todas las posiciones imaginables, boca arriba, boca abajo, en cuatro patas, y el aun permanecía al margen, sin participar, cohibido, inhibido, como si observara una película, se masturbaba suavemente a un costado, los gritos de Antonella lo enloquecían, y ella alternaba lamiendo vergas y tomando champagne, se veía transpirada, sus tetas estaban coloradas de tanto que se la habían manoseado y parecía dispuesta a todo…
El mozo lo traería al presente, interrumpiendo sus recuerdos, para consultarle si se le ofrecía otra cosa, Edgardo notó una dureza bajo la mesa y en un nervioso tartamudeo pidió un segundo café cortado.
Nuestro amigo volvió a perderse en el tiempo, para ir al grano, al momento en que tuvo participación, Antonella estaba sobre uno de los chicos que la cogía desde abajo al tiempo que sus manos y boca eran ocupadas por varias vergas, recordaba que fue entonces por atrás esperando que le den lugar, como su vista se centro en esas caderas anchas, subiendo y bajando en ese culo enorme y regordete, en su esfínter, abierto como una moneda, y como había tomado la decisión, como le entró por atrás, como se sorprendió cuando ella pareció no notarlo, como su culo se comió toda su pija sin la menor resistencia, tan puta podía ser?
La tomó por la cintura y se movió con firmeza, dándole para que tenga, metiendo y sacando su verga del ano mientras otro hacía lo propio por la concha, sentía sobre su pija la presión de la otra que se movía en el otro canal.
Esa mujer era un asco, le repugnaba, sus agujeros estaban todos dilatados, los probó a todos, y todos los probaron, pero no podía decir nada, se sentiría menos hombre, ó podría ser la burla de sus amigos, el mozo volvería a interrumpirlo para dejarle el pedido.
Edgardo le agregó azúcar y mientras lo revolvía con la cuchara, volvió sobre esa tarde, cuando Jorge, el más perverso del grupo se la daba por el culo mientras el pelado Peralta se la daba por la concha. El observó en primer plano como Jorge cambió de agujero, apoyando su verga contra la otra forzó hasta colarla también en la concha cogiéndola entre dos al mismo tiempo, como gritaba esa perra! es más, tomó la botella de champagne a medio vaciar que estaba a un costado para meterle el pico en el culo vaciando el contenido en su interior, Antonella estaba tan excitada con dos vergas en su raja y la botella en el culo que solo gritaba y se dedicaba a gozar, perdiendo la coordinación en las vergas que lamía.
Recordó como tuvo que pararlo a su amigo, quien se perdía en la locura empujando la botella más y más profundo, se la quería meter toda y le iba dilatando más y más el esfínter, pero no se daba cuenta que ella ya gritaba de dolor…
Ahora era un trueno que lo traía a la realidad, venía una tormenta, raro en esta época del año, pronto las gotas pegaban contra los ventanales del local y recordó el final…
Ella lo había pedido, quería que esa fuera la frutilla del postre, se sentó cómodamente, y esperó que uno a uno le acabara en la boca, recordó como lo había excitado, como vio a su amigo en continuos chorros dejarle todo el semen en la lengua, en los dientes, como ella abría al máximo, para contener el líquido viscoso, como luego fueron dos más, uno a cada lado, disparándole al mismo tiempo, con fuego cruzado, el había sido el quinto en la lista, lo hizo con sumo cuidado porque estaba tan llena que parecía rebalsarse en cualquier momento, los había exprimido a todos, algunos habían repetido, su cara estaba llena de vicio, de placer, en su boca tenía lo mejor de todos los hombres que le habían dado sexo, un crisol de semen, y como una niña degustando un dulce solo cerró sus labios para tragar el jugo de los machos…
Ella se mostraba satisfecha, se cambiaron, Edgardo no dejaba de mirarla, como cubría sus pechos con el top, como acomodaba su tanga diminuta en su intimidad, como su calza rosa volvía a dibujar su silueta, tenía olor a hombre, en su cuerpo, en su boca, puta, que puta…
Tiempo después ella se casaría y Edgardo emprendería su viaje a Europa, por algunos contactos sabía que era terriblemente infiel, solo que el tipo tenía demasiado dinero y poco a poco ella cambiaba su imagen transformándose en una ‘señora’, pero por más que la mona la vistan de seda… mona queda…
El mozo volvía a interrumpirlo
Señor, le traigo la cuenta?
Si… por favor…
Usted paga el pedido de la señora verdad?
Se mostró sorprendido, reflexionó unos segundos y sonriendo asintió:
Si… está bien, yo pago…
Edgardo caminó regreso a su casa, bajo la lluvia, con una sola idea en su mente, volver a encontrarla…
Si te gustó el relato puedes escribirme con título ‘VOLVER A ENCONTRARLA’ a dulces.placeres@live.com
Comparar las fotos que tenía en su mente con las imágenes que ahora veía era inevitable, la plaza de su infancia había sido reemplazada por un complejo habitacional, el bar de la esquina donde se juntaba con los muchachos había sido demolido y su escuela primaria estaba para su pesar en la mismas condiciones que tiempo atrás, solo que con más años encima.
El árbol frente a su casa, donde se había apretado a la primera minita y fue testigo de su primer beso había sido cortado de raíz, los antiguos faros de la calle habían sido reemplazados por potentes reflectores y la vieja calle de tierra ahora estaba pavimentada.
Y si la ciudad estaba cambiada, que decir de las personas, de sus afectos, el ‘pelado’ Peralta estaba más pelado, el flaco Rodriguez había olvidado sus ideales socialistas y ahora era un capitalista avaro y la bebota Nazarena que enloquecía a los hombres estaba redonda como una pelota. El viejo José parecía conservarse en formol, aun se ganaba los pesos con la granja y los hijos de Luque atendían la pizzería de su padre, quien disfrutaba sus últimos años de vida con sus nietos.
Y porque no recordar también a aquellos que habían partido dejando este mundo, algunos previsibles, otros por sorpresa.
Así, Edgardo se pasaba los días comparando el antes con el ahora, el si tenía verdadera dimensión de cómo había pasado el tiempo.
Esa mañana estaba sentado en el bar, a unas cuadras de su casa, leía tranquilamente el periódico mientras disfrutaba un café cortado, la gente y los coches pasaban sin ton ni son, de repente sus ojos se posaron en una cupé importada, negra, brillante, imponente que estacionaba a metros de donde estaba, que auto! pensó.
Luego sus ojos se fijaron en la conductora, una rubia platinada bajó del vehículo, con grandes gafas, vistiendo ropas finas, carísimas y una cartera en puro cuero de cocodrilo, era imposible no mirar con semejante coche y semejante mujer…
Ella pasó a su lado, fue hasta la barra, hizo un pedido y se sentó cerca de donde estaba.
Pasaron unos minutos, se percató que la joven lo miraba con insistencia para finalmente dirigirse a su mesa y preguntarle:
Perdón, vos sos… Edgardo? El hijo de Cristina…
Si… y vos….?
Respondió un tanto sorprendido, no recordaba esa mujer, ella sacó entonces sus gafas y sonriendo le contestó:
Soy yo!!! Antonella! Me vas a decir que no te acuerdas de mí!!!!
Como olvidarla! a su mente llegaron rápidamente las imágenes de esa joven, solo que estaba cambiada, ya no era morocha, ya no tenía esa nariz prominente y por sobre todo ya no era una chica humilde.
Estuvieron hablando un buen rato, se enteró que era la feliz esposa de ese ricachón del que años atrás le habían hecho la despedida de solteros, y que seguía tan puta como de costumbre, al tiempo ella se excusó diciendo que debía retirar a su hijo del colegio, le dejó su celular y le dijo:
Nos vemos, llamame cuando quieras, tenemos que recordar viejos tiempos…
Le dio un beso en la mejilla y partió.
La mente de Edgardo rebobinó en el tiempo, situándose años atrás, Antonella era popular entre los muchachos por su pobre decencia, la recordaba no por su rostro, porque a decir verdad la pobre era más que fea, con una prominente nariz que le valía más de una cargada, pero ella tenía tres atributos explosivos, enormes tetas, un culo de antología y lo principal, una actitud de puta que arrasaba.
Esa tarde de primavera los muchachos estábamos en el quisco de la esquina, con sus motos, como acostumbrábamos, compartiendo unas cervezas, hablando de pavadas hasta que ella apareció, su camino era el nuestro, con unas calzas rosa que dibujaban su silueta, tan ajustada que podía ver los elásticos de su ropa interior, metiéndose en lo profundo de su concha, partiéndola en dos, dibujando los labios de su raja, arriba un top holgado con inscripciones, lo suficiente para notar que no tenía sostén, sus pechos parecían saltar de un lado a otro.
Los jóvenes la rodearon cuando ella intentó pasar, y ella respondió con risas y evasivas, Edgardo recordaba como el pelado Peralta la fue ‘chamuyando’ para hacerle ‘la despedida de solteras’ y al tiempo viajaban montados en las motos hacia el departamento que tenían para esas ocasiones.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de nuestro amigo, como olvidarse que casi choca porque sus ojos se perdían en el culo enorme, en esas anchas caderas, en esas calzas rosas, en esa tanga minúscula, porque ella era así, subida en la moto de su amigo se arqueaba para que su trasero luciera lo más voluminoso posible, pensar que no tenía ni veinte años…
No hubo previas, fueron directo al grano, mientras se desnudaban ante la mirada lasciva de la putita, Edgardo no pudo abstraerse de los pechos de la joven, eran esferas perfectas, enormes, la mejores tetas que viera en su vida, con unas gigantes aureolas de unos siete centímetros de diámetro y unos diminutos pezones que apenas sobresalían del relieve.
Los otros trajeron champagne, le hicieron abrir la boca y lo dejaron caer sobre ella a una corta distancia, de manera de llenarla hasta rebalsar, como una fuente en un parque.
El ya estaba duro y deseoso, solo que se sentía intimidado por una perra semejante.
Como siempre, alguno es el más rápido en el grupo, así que el aún contemplaba el cuadro cuando ella ya saboreaba tres vergas, parecía desesperada, como le gustaba chupar vergas, iba de una en una, atragantándose, los chicos la empujaban bien adentro hasta hacerla ahogar, pero ella solo reía, la saliva escapaba por sus labios y pasaba a la siguiente, y a otra, y a otra, que puta que era…
Empezaron a cogerla, en todas las posiciones imaginables, boca arriba, boca abajo, en cuatro patas, y el aun permanecía al margen, sin participar, cohibido, inhibido, como si observara una película, se masturbaba suavemente a un costado, los gritos de Antonella lo enloquecían, y ella alternaba lamiendo vergas y tomando champagne, se veía transpirada, sus tetas estaban coloradas de tanto que se la habían manoseado y parecía dispuesta a todo…
El mozo lo traería al presente, interrumpiendo sus recuerdos, para consultarle si se le ofrecía otra cosa, Edgardo notó una dureza bajo la mesa y en un nervioso tartamudeo pidió un segundo café cortado.
Nuestro amigo volvió a perderse en el tiempo, para ir al grano, al momento en que tuvo participación, Antonella estaba sobre uno de los chicos que la cogía desde abajo al tiempo que sus manos y boca eran ocupadas por varias vergas, recordaba que fue entonces por atrás esperando que le den lugar, como su vista se centro en esas caderas anchas, subiendo y bajando en ese culo enorme y regordete, en su esfínter, abierto como una moneda, y como había tomado la decisión, como le entró por atrás, como se sorprendió cuando ella pareció no notarlo, como su culo se comió toda su pija sin la menor resistencia, tan puta podía ser?
La tomó por la cintura y se movió con firmeza, dándole para que tenga, metiendo y sacando su verga del ano mientras otro hacía lo propio por la concha, sentía sobre su pija la presión de la otra que se movía en el otro canal.
Esa mujer era un asco, le repugnaba, sus agujeros estaban todos dilatados, los probó a todos, y todos los probaron, pero no podía decir nada, se sentiría menos hombre, ó podría ser la burla de sus amigos, el mozo volvería a interrumpirlo para dejarle el pedido.
Edgardo le agregó azúcar y mientras lo revolvía con la cuchara, volvió sobre esa tarde, cuando Jorge, el más perverso del grupo se la daba por el culo mientras el pelado Peralta se la daba por la concha. El observó en primer plano como Jorge cambió de agujero, apoyando su verga contra la otra forzó hasta colarla también en la concha cogiéndola entre dos al mismo tiempo, como gritaba esa perra! es más, tomó la botella de champagne a medio vaciar que estaba a un costado para meterle el pico en el culo vaciando el contenido en su interior, Antonella estaba tan excitada con dos vergas en su raja y la botella en el culo que solo gritaba y se dedicaba a gozar, perdiendo la coordinación en las vergas que lamía.
Recordó como tuvo que pararlo a su amigo, quien se perdía en la locura empujando la botella más y más profundo, se la quería meter toda y le iba dilatando más y más el esfínter, pero no se daba cuenta que ella ya gritaba de dolor…
Ahora era un trueno que lo traía a la realidad, venía una tormenta, raro en esta época del año, pronto las gotas pegaban contra los ventanales del local y recordó el final…
Ella lo había pedido, quería que esa fuera la frutilla del postre, se sentó cómodamente, y esperó que uno a uno le acabara en la boca, recordó como lo había excitado, como vio a su amigo en continuos chorros dejarle todo el semen en la lengua, en los dientes, como ella abría al máximo, para contener el líquido viscoso, como luego fueron dos más, uno a cada lado, disparándole al mismo tiempo, con fuego cruzado, el había sido el quinto en la lista, lo hizo con sumo cuidado porque estaba tan llena que parecía rebalsarse en cualquier momento, los había exprimido a todos, algunos habían repetido, su cara estaba llena de vicio, de placer, en su boca tenía lo mejor de todos los hombres que le habían dado sexo, un crisol de semen, y como una niña degustando un dulce solo cerró sus labios para tragar el jugo de los machos…
Ella se mostraba satisfecha, se cambiaron, Edgardo no dejaba de mirarla, como cubría sus pechos con el top, como acomodaba su tanga diminuta en su intimidad, como su calza rosa volvía a dibujar su silueta, tenía olor a hombre, en su cuerpo, en su boca, puta, que puta…
Tiempo después ella se casaría y Edgardo emprendería su viaje a Europa, por algunos contactos sabía que era terriblemente infiel, solo que el tipo tenía demasiado dinero y poco a poco ella cambiaba su imagen transformándose en una ‘señora’, pero por más que la mona la vistan de seda… mona queda…
El mozo volvía a interrumpirlo
Señor, le traigo la cuenta?
Si… por favor…
Usted paga el pedido de la señora verdad?
Se mostró sorprendido, reflexionó unos segundos y sonriendo asintió:
Si… está bien, yo pago…
Edgardo caminó regreso a su casa, bajo la lluvia, con una sola idea en su mente, volver a encontrarla…
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