Amor intenso: pasado, revancha y futuro.
El impacto que me generó verla, de repente, parada ahí en la esquina a punto de cruzar la calle, me resulta difícil de explicar. Más que nada por pudor. Habían pasado casi 20 años desde la última vez que la había visto. Y aunque en mi mente, su visita se repetía eventualmente, nunca me hubiera imaginado que pudiera conservar su belleza tan intacta como en aquellos años. ¿O es que acaso está hoy más fuerte de lo que recordaba...?
El jean ajustado a presión, marcando sus torneadas piernas y esa cola preciosa, que fuerza la tela, resaltando inmediatamente... Los tobillos, que el pantalón no llega a cubrir, brillan, desnudos y es inevitable que la vista se deslice hasta sus pies, de cuidada perfección, que, calzados en unas sandalias ínfimas de tiras color piel, dan la sensación de verla caminar descalza.
En el vaivén de su andar y junto a la danza de sus largos cabellos negros, llama la atención, aún más que el meneo de su cadera y su cintura, el movimiento de sus pechos que, compactos, se agitan al unísono bajo una ajustada musculosa blanca que no llega a cubrir el ombligo, pero que enmarca muy bien el surco que se forma, entre esos pechos generosos.
¡Que imbécil me siento! Mirándola a la distancia, viéndola sonreír a un anciano, ayudándolo a cruzar, haciendo uso y abuso de su gracia, de esa fina gracia de la que siempre fue dueña.. y yo... con la cara desencajada, tratando de explicarme, incredulamente, cómo puede ser que a pesar del tiempo que pasó, aún se me remuevan todas las tripas al pensar en ella...
Reviviendo en mi cabeza situaciones vividas. Rememorando en mis labios la tibieza de ese cuerpo que alguna vez disfruté con gentileza... El sutil aroma de su piel que me embriagaba inexorablemente...
Pensar que fui su primer hombre. El primero que besó esos pechos, el primero al que se entregó... El primero que logró penetrarla...
Lo pienso ahora y no lo puedo creer. Tremenda mujer que una vez fue mía. ¡Que injustas son las cosas a veces! Nunca entendí por qué la perdí. Si la traté como el mejor. La respeté. Fui paciente con ella. Esperé sus tiempos. Siempre estuve pendiente.
Desde la vereda de enfrente el anciano le agradece la ayuda y ella le acaricia tiernamente la mejilla y le regala otra sonrisa. Recuerdo esas sonrisas... Desnudos en la cama, después de haber cedido al deseo... Siempre fué igual. Suave. Tierna. Sonriente... Y tal vez, ahora que la veo, pienso que eso, es lo único que quizá pueda reprocharle. No haber podido explorar un poco más allá de esas formas dulces al amar. No haber llegado a verla romper, aunque sea un poco, esa fineza, esa formalidad... no haberla visto realmente desaforada, sacada de sí por la calentura... no haber podido disfrutar de lo hermosa que debe ser cuando en el límite del éxtasis y la locura, su belleza se resquebraja...
Tal vez la cuidé de más. Éra demasiado joven.
Lo peor de todo es que se fué con un amigo...
Pero todo eso, ahora, es historia vieja. Una vida entera transcurrió desde la última vez que la ví.
"... Escuché que te casaste y tuvieron dos hijos. Yo hice mi vida y no me quejo. También tuve mujer, hijos, casa, auto... Ahora estoy separado. Los chicos son grandes y hacen su vida. Mi ex... de vez en cuando nos vemos... Es mejor así, a veces, ..."
Sentados en un café, admirando los mínimos detalles que delatan el paso del tiempo en su piel, impresionado por las formas de su cuerpo que superan aún al mejor de mis recuerdos, nos ponemos al día. Frente a su inquisitiva y franca mirada no puedo evitar sentirme el mismo inmaduro que la perdió 20 años atrás.
Por momentos me parece que todo está igual, como si nada hubiese cambiado a pesar de los años transcurridos.
Voy recuperandola a cada gesto que reaparece del olvido, a cada giro verbal que se desempolva, a cada movimiento de sus manos, de sus ojos, de su boca, de su pelo...
Después de un rato, con una intimidad recuperada, ella, relajada, gesticulando alegremente, me cuenta que sigue con él. Que la cosa después de tantos años está masomenos. Que piensa, por la escasez de intimidad juntos, que él tal vez la engaña con otra cada tanto. Se ríe sonoramente al decirme que ella tampoco fue una santa todo este tiempo... Me dice que se acuerda bien de mí. Que a veces sueña con ese departamentito casi desmoblado que compartimos, donde nuestra cama era un colchón en el piso. Ahí donde nada de eso nos importaba porque teníamos la piel entera del otro, para recorrerla, como explorando un mundo entero, un universo. Me dice, con una mirada ardiente, que le gusta acordarse de aquellos días. De lo simple que eran las cosas todavía. Se agacha un poco y baja el tono de la voz para confesármelo, mi vista se pierde en el túnel que me introduce a sus pechos y mi lengua despierta del letargo de un sueño de 20 años... Ella lo nota, pero a pesar que hace una mueca, no logra ocultar su sonrisa.
Siento que, de alguna manera, un inesperado aire de revancha me alimenta y me alienta a seguir la cosa en otro lado.
Con una excusa tonta, al irnos caminando, logro hacerla entrar a mi departamento.
Después, todo es cuestión de ver cómo se dan las cosas. Unos tragos, muchas risas, eso siempre rompe el hielo.
Para cuando quiero darme cuenta, ya la estoy apoyando contra una pared y le busco la boca. Ella accede un poco, pero cuando nuestras lenguas se tocan y le apoyo el bulto de mi pija, ya dura, parece arrepentirse.
En ese instante no sé qué me pasó. Estaba loco. No pude contenerme. Recordé lo nuestro como si hubiera terminado ayer. Recordé la rabia que sentí al perderla con mi mejor amigo. Recordé todo lo que la respeté. Y no pude dejar pasar la oportunidad de dar el paso que no fui capaz de dar en su momento.
La besé con más intensidad a pesar de su resistencia. Con el cuerpo la arrinconaba mientras mis manos liberaban sus pechos. Pellizque sus pezones hasta que se pusieron tensos. Ella me mordía un poco, defendiéndose y eso me calentaba más. Le apoyé fuerte la verga dura, así con ropa y todo, frotando su entrepierna.
- ¿Te acordás como me gustaba que me la chuparas...? - le dije, forzándola a agacharse hasta dejar su cara a la altura de mi bulto.- ¿Te acordás el gusto de mi pija...?- mientras me bajaba el cierre y la sacaba me pareció verla decir que sí.
La tenía dura y húmeda como hacía un tiempo largo no me pasaba. Ella sola se la llevó a la boca. La saboreaba engolosinada...
Ahí fui yo el que se sonrió, me había olvidado de los gemidos que hacía cuando me la chupaba. Gemidos inconcientes, como de actriz porno, que seguramente buscaban estimular más de lo que realmente estaba disfrutando. ¡Hay cosas que no cambian! Pensé, y entonces entendí que era hora de hacer algo que nunca había hecho: le cogí la boca. Con mis manos envolví sus pelos hacia su nuca y con fuerza le sostuve la cabeza. Empecé suave, le metía media pija adentro y se la sacaba. Se la sacaba del todo y esperaba. Cuando veía su lengua buscándome, embestía denuevo, pero ya un poco más adentro. Se la sacaba y esperaba a que me buscara, entonces arremetía nuevamente. Después de cuatro o cinco intentos había logrado meterle la pija entera. Sentía su lengua tocándome los huevos y su respiración agitada y caliente en mi ombligo. Los ojos se le ponían rojos y llorosos. Mi pija estaba brillante de saliva.
Una vez más... adentro. Esta vez le apreté la nariz para que no pudiera respirar. La garganta se le hinchaba, sentía como mi cabeza le rascaba la garganta. Le solté la naríz, mí pija salió expulsada en una arcada, ella respiró y largó una baba espesa que le quedó colgando del mentón. Con suavidad la junté, embadurné la poronga y le pedí que se sacara el jean. "Mostrame el culo" le ordené. Ese culo que siempre le había respetado porque 'le dolía por ahí'.
"Sacate todo, ponete en cuatro sobre el sofá, abrite el orto y mostrámelo..." Con las mejillas coloradas y la respiración todavía agitada, me miró desconociéndome, pero obedeció inmediatamente.
De pronto, 20 años después, tenía para mí, ese culo hermoso que tanto había deseado. Ella se abría los cachetes y me lo mostraba. Se notaba que no era virgen.
"Parece que ahora te gusta que te cojan por ahí..." le dije.
"Me encanta", me respondió.
Pero no lo había terminado de decir que ya, sin juego previo, se la había metido, de una, entera, hasta el fondo. Ahí sí gimió de verdad. La embestía con bronca, pensando que finalmente estaba disfrutando ese culo, "si me viera el cornudo de mi amigo ahora..."
A la par de mis embestidas ella se metía los dedos por la concha, la esperé hasta que acabó. Después le llevé la pija a la boca. "Hoy te vas a acordar del gusto de mi leche" le dije. Ella lamía con desesperación. Pero antes de acabar, me pregunté quién era esta mina, no era ni el resabio de la inocente hermosura que tenía de ella en mi memoria. Viéndola lamerme la pija como nunca la había imaginado. Con la cara sucia y el rostro desencajado. Engañando a su pareja como alguna vez me engañó a mí. Pensé que no se merecía, que no era justo que la premiara dándole mi leche en la boca. A punto de explotar, se la saqué y largué todo sobre el cuero del sofá...
Sus ojitos me miraban con expectación. Tras el espasmo, más relajado, entendí que no podía seguir siendo rencoroso después de tanto tiempo. "Ya podes tomarlo", le dije. Y ella se abalanzó sobre el sofá, lamiendo cada gota derramada, hasta dejarlo limpio.
Cuando la acerqué a la casa sabía que no iba a querer verla denuevo, pensé que, a veces, es mejor así. Al despedirnos me dijo algo que ya había entendido un rato antes: "¡Que injustas son las cosas! ¡Por qué no fuiste así 20 años atrás...!"
..
Gracias por leer.
A cada historia le dedico varias de trabajo, ahora vos podes expresar tu opinión:
Puntuar mi labor de 1 a 10 según tu criterio.
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El impacto que me generó verla, de repente, parada ahí en la esquina a punto de cruzar la calle, me resulta difícil de explicar. Más que nada por pudor. Habían pasado casi 20 años desde la última vez que la había visto. Y aunque en mi mente, su visita se repetía eventualmente, nunca me hubiera imaginado que pudiera conservar su belleza tan intacta como en aquellos años. ¿O es que acaso está hoy más fuerte de lo que recordaba...?
El jean ajustado a presión, marcando sus torneadas piernas y esa cola preciosa, que fuerza la tela, resaltando inmediatamente... Los tobillos, que el pantalón no llega a cubrir, brillan, desnudos y es inevitable que la vista se deslice hasta sus pies, de cuidada perfección, que, calzados en unas sandalias ínfimas de tiras color piel, dan la sensación de verla caminar descalza.
En el vaivén de su andar y junto a la danza de sus largos cabellos negros, llama la atención, aún más que el meneo de su cadera y su cintura, el movimiento de sus pechos que, compactos, se agitan al unísono bajo una ajustada musculosa blanca que no llega a cubrir el ombligo, pero que enmarca muy bien el surco que se forma, entre esos pechos generosos.
¡Que imbécil me siento! Mirándola a la distancia, viéndola sonreír a un anciano, ayudándolo a cruzar, haciendo uso y abuso de su gracia, de esa fina gracia de la que siempre fue dueña.. y yo... con la cara desencajada, tratando de explicarme, incredulamente, cómo puede ser que a pesar del tiempo que pasó, aún se me remuevan todas las tripas al pensar en ella...
Reviviendo en mi cabeza situaciones vividas. Rememorando en mis labios la tibieza de ese cuerpo que alguna vez disfruté con gentileza... El sutil aroma de su piel que me embriagaba inexorablemente...
Pensar que fui su primer hombre. El primero que besó esos pechos, el primero al que se entregó... El primero que logró penetrarla...
Lo pienso ahora y no lo puedo creer. Tremenda mujer que una vez fue mía. ¡Que injustas son las cosas a veces! Nunca entendí por qué la perdí. Si la traté como el mejor. La respeté. Fui paciente con ella. Esperé sus tiempos. Siempre estuve pendiente.
Desde la vereda de enfrente el anciano le agradece la ayuda y ella le acaricia tiernamente la mejilla y le regala otra sonrisa. Recuerdo esas sonrisas... Desnudos en la cama, después de haber cedido al deseo... Siempre fué igual. Suave. Tierna. Sonriente... Y tal vez, ahora que la veo, pienso que eso, es lo único que quizá pueda reprocharle. No haber podido explorar un poco más allá de esas formas dulces al amar. No haber llegado a verla romper, aunque sea un poco, esa fineza, esa formalidad... no haberla visto realmente desaforada, sacada de sí por la calentura... no haber podido disfrutar de lo hermosa que debe ser cuando en el límite del éxtasis y la locura, su belleza se resquebraja...
Tal vez la cuidé de más. Éra demasiado joven.
Lo peor de todo es que se fué con un amigo...
Pero todo eso, ahora, es historia vieja. Una vida entera transcurrió desde la última vez que la ví.
"... Escuché que te casaste y tuvieron dos hijos. Yo hice mi vida y no me quejo. También tuve mujer, hijos, casa, auto... Ahora estoy separado. Los chicos son grandes y hacen su vida. Mi ex... de vez en cuando nos vemos... Es mejor así, a veces, ..."
Sentados en un café, admirando los mínimos detalles que delatan el paso del tiempo en su piel, impresionado por las formas de su cuerpo que superan aún al mejor de mis recuerdos, nos ponemos al día. Frente a su inquisitiva y franca mirada no puedo evitar sentirme el mismo inmaduro que la perdió 20 años atrás.
Por momentos me parece que todo está igual, como si nada hubiese cambiado a pesar de los años transcurridos.
Voy recuperandola a cada gesto que reaparece del olvido, a cada giro verbal que se desempolva, a cada movimiento de sus manos, de sus ojos, de su boca, de su pelo...
Después de un rato, con una intimidad recuperada, ella, relajada, gesticulando alegremente, me cuenta que sigue con él. Que la cosa después de tantos años está masomenos. Que piensa, por la escasez de intimidad juntos, que él tal vez la engaña con otra cada tanto. Se ríe sonoramente al decirme que ella tampoco fue una santa todo este tiempo... Me dice que se acuerda bien de mí. Que a veces sueña con ese departamentito casi desmoblado que compartimos, donde nuestra cama era un colchón en el piso. Ahí donde nada de eso nos importaba porque teníamos la piel entera del otro, para recorrerla, como explorando un mundo entero, un universo. Me dice, con una mirada ardiente, que le gusta acordarse de aquellos días. De lo simple que eran las cosas todavía. Se agacha un poco y baja el tono de la voz para confesármelo, mi vista se pierde en el túnel que me introduce a sus pechos y mi lengua despierta del letargo de un sueño de 20 años... Ella lo nota, pero a pesar que hace una mueca, no logra ocultar su sonrisa.
Siento que, de alguna manera, un inesperado aire de revancha me alimenta y me alienta a seguir la cosa en otro lado.
Con una excusa tonta, al irnos caminando, logro hacerla entrar a mi departamento.
Después, todo es cuestión de ver cómo se dan las cosas. Unos tragos, muchas risas, eso siempre rompe el hielo.
Para cuando quiero darme cuenta, ya la estoy apoyando contra una pared y le busco la boca. Ella accede un poco, pero cuando nuestras lenguas se tocan y le apoyo el bulto de mi pija, ya dura, parece arrepentirse.
En ese instante no sé qué me pasó. Estaba loco. No pude contenerme. Recordé lo nuestro como si hubiera terminado ayer. Recordé la rabia que sentí al perderla con mi mejor amigo. Recordé todo lo que la respeté. Y no pude dejar pasar la oportunidad de dar el paso que no fui capaz de dar en su momento.
La besé con más intensidad a pesar de su resistencia. Con el cuerpo la arrinconaba mientras mis manos liberaban sus pechos. Pellizque sus pezones hasta que se pusieron tensos. Ella me mordía un poco, defendiéndose y eso me calentaba más. Le apoyé fuerte la verga dura, así con ropa y todo, frotando su entrepierna.
- ¿Te acordás como me gustaba que me la chuparas...? - le dije, forzándola a agacharse hasta dejar su cara a la altura de mi bulto.- ¿Te acordás el gusto de mi pija...?- mientras me bajaba el cierre y la sacaba me pareció verla decir que sí.
La tenía dura y húmeda como hacía un tiempo largo no me pasaba. Ella sola se la llevó a la boca. La saboreaba engolosinada...
Ahí fui yo el que se sonrió, me había olvidado de los gemidos que hacía cuando me la chupaba. Gemidos inconcientes, como de actriz porno, que seguramente buscaban estimular más de lo que realmente estaba disfrutando. ¡Hay cosas que no cambian! Pensé, y entonces entendí que era hora de hacer algo que nunca había hecho: le cogí la boca. Con mis manos envolví sus pelos hacia su nuca y con fuerza le sostuve la cabeza. Empecé suave, le metía media pija adentro y se la sacaba. Se la sacaba del todo y esperaba. Cuando veía su lengua buscándome, embestía denuevo, pero ya un poco más adentro. Se la sacaba y esperaba a que me buscara, entonces arremetía nuevamente. Después de cuatro o cinco intentos había logrado meterle la pija entera. Sentía su lengua tocándome los huevos y su respiración agitada y caliente en mi ombligo. Los ojos se le ponían rojos y llorosos. Mi pija estaba brillante de saliva.
Una vez más... adentro. Esta vez le apreté la nariz para que no pudiera respirar. La garganta se le hinchaba, sentía como mi cabeza le rascaba la garganta. Le solté la naríz, mí pija salió expulsada en una arcada, ella respiró y largó una baba espesa que le quedó colgando del mentón. Con suavidad la junté, embadurné la poronga y le pedí que se sacara el jean. "Mostrame el culo" le ordené. Ese culo que siempre le había respetado porque 'le dolía por ahí'.
"Sacate todo, ponete en cuatro sobre el sofá, abrite el orto y mostrámelo..." Con las mejillas coloradas y la respiración todavía agitada, me miró desconociéndome, pero obedeció inmediatamente.
De pronto, 20 años después, tenía para mí, ese culo hermoso que tanto había deseado. Ella se abría los cachetes y me lo mostraba. Se notaba que no era virgen.
"Parece que ahora te gusta que te cojan por ahí..." le dije.
"Me encanta", me respondió.
Pero no lo había terminado de decir que ya, sin juego previo, se la había metido, de una, entera, hasta el fondo. Ahí sí gimió de verdad. La embestía con bronca, pensando que finalmente estaba disfrutando ese culo, "si me viera el cornudo de mi amigo ahora..."
A la par de mis embestidas ella se metía los dedos por la concha, la esperé hasta que acabó. Después le llevé la pija a la boca. "Hoy te vas a acordar del gusto de mi leche" le dije. Ella lamía con desesperación. Pero antes de acabar, me pregunté quién era esta mina, no era ni el resabio de la inocente hermosura que tenía de ella en mi memoria. Viéndola lamerme la pija como nunca la había imaginado. Con la cara sucia y el rostro desencajado. Engañando a su pareja como alguna vez me engañó a mí. Pensé que no se merecía, que no era justo que la premiara dándole mi leche en la boca. A punto de explotar, se la saqué y largué todo sobre el cuero del sofá...
Sus ojitos me miraban con expectación. Tras el espasmo, más relajado, entendí que no podía seguir siendo rencoroso después de tanto tiempo. "Ya podes tomarlo", le dije. Y ella se abalanzó sobre el sofá, lamiendo cada gota derramada, hasta dejarlo limpio.
Cuando la acerqué a la casa sabía que no iba a querer verla denuevo, pensé que, a veces, es mejor así. Al despedirnos me dijo algo que ya había entendido un rato antes: "¡Que injustas son las cosas! ¡Por qué no fuiste así 20 años atrás...!"
..
Gracias por leer.
A cada historia le dedico varias de trabajo, ahora vos podes expresar tu opinión:
Puntuar mi labor de 1 a 10 según tu criterio.
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