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Penelope 3 de 3

Ella tomó con suavidad una de mis manos y la apoyó en su pecho izquierdo, al que palpé con delicadeza, para susurrar



Quiero que me hagas el amor, acá, ahora…


Con la sangre hirviendo y la pija dura como roca, me mantuve firme para advertirle



Te aviso que esto no pasará de esta noche, mañana será diferente, mañana nos despediremos, será nuestro secreto, solo te haré al amor…
Estoy dispuesta a correr el riesgo –sentenció rendida al tiempo que cerraba los ojos y se estiraba en punta de pies para buscar mis labios con sus labios


Apreté con un poco más de fuerza su pecho izquierdo, lo suficiente para notar su puntiagudo pezón marcarse sobre la blanca tela y adivinar que no llevaba sostén, levantó sus brazos invitándome a sacar ese pequeño top y desnudar su torso, sus pechos eran mejor de lo que había imaginado, dos grandes esferas perfectas, en el lugar correcto, erguidas, amenazantes, unas enormes aureolas rosadas rodeaban sus pezones, ella sacó mi remera para apretar su pecho contra el mío, nos besamos con locura, con desesperación, sus dedos acariciaron mi espalda y yo llevé mis manos a su precioso culo que aún estaba cubierto por esas calzas tipo pantalón, haciéndole sentir en su bajo vientre la dureza de mi sexo.



Me agaché solo un poco para rodearla con mis brazos bajo sus nalgas para levantarla entre ellos y dejarla sentada sobre mí, Penélope me rodeó con sus piernas por mi cintura y con sus manos por mi cuello, sus pechos quedaron frente a mi rostro, su piel estaba blanca, en los lugares donde no había podido broncear el sol, tragué saliva por la excitación, pasé dulcemente mi lengua por uno y por otro, sin apuro, sin pausa, ella respiraba con cadencia visiblemente excitada dejando notar que le gustaba lo que hacía, fui entonces acercándome a sus pezones que al ser provocados por mi lengua comenzaron a asomarse tímidamente.

Los minutos pasaban, el sol caía y yo seguía perdido lamiendo sus senos, como un bebé que se amamanta de su madre, buscaba en una, luego en la otra, hasta que mis brazos comenzaron a sentir el cansancio por el peso.



La bajé y la giré poniendo su espalda contra mi frente, para comenzar a refregar mi pija por su culo, para pasar mis brazos bajo los suyos y tomar sus pechos entre mis manos, para acariciarlos cual capullos de algodón, para obligarla casi desesperadamente a girar su cabeza para buscar mis labios con sus labios, para casi susurrarme al oído



Facundo, Facundo, tengo toda la conchita mojada…


Bajé lentamente una de mis manos pasando por su vientre, para colarla debajo de la calza y llegar al elástico de su tanga, solo logré excitarla más aun, con su respiración entrecortada, lentamente dejé pasar los segundos buscando quebrar su voluntad, fui un poco más profundo, bajo la tela, casi llegando a su clítoris, estaba suavecita al tacto, depilada por completo lo que provocó en mi un nuevo salto de locura, ella volvió a susurrar



Te gusta? la preparé para vos…
Me encanta bebe…


Enterré mis dedos en su hueco solo para comprobar que estaba empapado y arrancarle un gemido contenido, bajé entonces lentamente su pantalón desnudándola poco a poco, una blanca colaless diminuta apenas se asomaba entre sus perfectos glúteos y ahí tropezamos con un inconveniente, sus botas…

Ella se sentó sobre la gramilla para casi arrancarlas de sus pies en la premura del momento, luego la ayudé a dejarla como Dios la trajo al mundo y admirar su belleza sin igual, decidí demostrarle lo que pesaban mis cincuenta años de experiencia…



La hice recostar y bajé lentamente entre sus piernas abiertas, besando su vientre y sus muslos, ella comprendió que mi boca iría directo a su sexo y se entregó al placer, poco a poco me fui acercando a su conchita que al igual que sus pechos lucía extremadamente blanca por la falta de sol, recorrí de arriba abajo sus labios rasurados, les di pequeños besos, a un lado a otro, metí mi lengua en su túnel de amor, llené mi boca con su exquisito sabor a mujer, a mujer caliente, ella gemía acariciándose los pezones, bajé un poco abriéndola más para recorrer con amor su esfínter, alterné a un lado y a otro repitiendo combinaciones, hasta llevarla al borde del abismo, solo en ese momento fui sobre su clítoris para acariciarlo con la punta de mi lengua y luego besarlo rítmicamente, fueron segundos, Penélope rogó porque me detuviera pero su concha estaba exquisita, abusé de mi fuerza masculina y no paré hasta hacerla llegar en mi boca, contrayéndose en espasmos, gimiendo y gritando como perra hasta arrancarle el último grito



Fui sobre ella, otra vez buscó de besarme con locura y volver a suplicarme



Cogeme! Cogeme toda…


Al tiempo buscaba con desesperación desnudar mi pija dura que aún estaba bajo el pantalón y para ser honesto estaba tan apurado como ella, pero una vez conseguido avancé y se la enterré por completo, abriendo bien sus piernas para lograr la mejor penetración, su argolla estaba mojada, inundada y le di con ganas, ella había pasado una mano por debajo llegando a mis bolas y a la base de mi verga para masturbarme y acariciarme mientras la cogía

Me desnudé por completo, perdí la noción del tiempo, cambiamos de posición varias veces, de costado, ella arriba, en cuatro patas, lo que imaginen, Penélope se cansó de regalarme orgasmos y yo traté de resistir todo lo posible para darle todo el placer que estuviera dispuesta a recibir, pero de repente me sorprendió al separarse de golpe, como tomando conciencia en medio de la agitación dijo



No me acabes adentro… tu sabes…
No te preocupes… soy estéril – dije tranquilo con una sonrisa amigable, pero a ella le sonó más a una tonta excusa y en ese momento no estaba dispuesto a discutir
Por favor Facundo, adentro no… - dijo con cara de espanto
De acuerdo… no te fallaré, y donde lo quieres? – pregunté de forma de tranquilizarla
Mmmm, en la boca… lo quiero en la boca…


Reí en forma cómplice, su pedido aumentó mi excitación, no pudo más que llenar mi calor masculino, la cogí un buen rato más hasta llegar al límite, me incorporé y fui sobre su rostro, Penélope se sentó sobre la hierba, abrió su boca y metió mi cabeza en ella, aprisionándola con pasión, me masturbé con fuerza, tratando de paralizar esos segundos en el tiempo, me temblaron las piernas, empecé a acabar, más y más, su entrecejo se frunció al recibir mi leche caliente, cerró los ojos para mamar y aspirar, Penélope pareció disfrutar de mi semen, mantuvo mi pija en su boca hasta que empezó a perder erección, solo la soltó riendo complacida, su boca estaba limpia, no quedaban rastros míos en su interior, entonces reclamó



Ya está? eso es todo? – con cara de decepción
No te alcanzó? Me pareció acabar un montón! – repliqué al instante


Pero ella no contestó, solo frunció el rostro, como dejando en claro que esperaba más de mí, la verdad es que sus palabras no fueron prudentes, sentí herida mi virilidad masculina e inmediatamente la imaginé chupando pijas de jóvenes de su edad, seguramente había tragado litros de leche, muy lejos de lo que yo podía ofrecerle, y creo que lo que más me molestaba no era que lo hiciera, creo que el problema era que pudiera comparar, y que yo saliera perdiendo.



Tragué mi orgullo, puesto que ella seguía a mis pies acariciando dulcemente mi sexo, mi verga poco a poco volvía a erguirse, cosa que causaba placer en ella y sorpresa en mí, me recosté sobre el césped, la tomé por la nuca e indirectamente le indiqué el camino a seguir.

Penélope se acercó y llevó mi verga a su boca, comenzó a chuparla como desesperada rozándome con los dientes, provocándome más dolor que placer, me di cuenta que aún tenía mucho que practicar y aprender, hubiera tenido la oportunidad de devolverle la humillación, pero como buen caballero mordí mis labios, solo sutilmente la fui guiando, la hice bajar el ritmo, llevé su mano donde debía estar, corté el brusco movimiento de meter y sacar para que la disfrutara como un sabroso helado, poco a poco fue mejorando, la niña aprendía demasiado rápido…


Penelope 3 de 3


De todas maneras, supe que no llegaríamos a ningún lado y que prontamente se cansaría, la tomé por los brazos y la arrastré lo suficiente para que mi pija quedara entres sus tetas, ella empezó a jugar, a acariciarlas con mi vara erguida, a toquetear sus hermosos pezoncitos, lado a lado, acerque mi cabeza a la suya, la besé dulcemente y con una pregunta tiré una moneda al aire



Me dejas que te haga la cola?


Ella me miró con dudas, lo pensó y respondió



Nunca lo pude hacer, los chicos son brutos y al intentarlo me hicieron doler, pero a ti… a ti si te lo doy, sé que no me harás daño…


Se puso entonces receptiva en cuatro patas para que yo hiciera todo el trabajo, me puse tras ella, su trasero lucía majestuoso en esa posición, su piel bronceada, el diminuto triángulo de su traje de baño pornográficamente marcado, como describir tanta perfección…

Abrí sus nalgas con mis manos, pasé suavemente la lengua por su esfínter, comencé a lamerlo, estaba muy apretado, lo que delataba su nerviosismo y sus miedos, le di tiempo al tiempo, se lo besé y se lo comí en todas las formas posibles, tratando cada tanto de penetrarlo con la punta de la lengua.

Penélope se fue soltando con el correr de los minutos y mi lengua fue abriendo camino, empapé la zona con saliva, masajee su anillo con mi pulgar, en círculos, hasta lograr metérselo, fui dilatando y jugando, ella se entregaba mansamente, seguí mi trabajo de hormiga hasta meter dos dedos, ella empezaba a suspirar hasta que la sentí pedir



Dale malo, no me hagas desear más, quiero saber que se siente…


Acaricié entonces sutilmente su puerta trasera con mi sable duro, una y otra vez, me había asegurado que estuviera suficientemente lubricado y dilatado para que Penélope tuviera un imborrable debut anal, probé poco a poco, y poco a poco fue cediendo.

Me moví en su interior con cadencia, su esfínter apretaba golosamente mi pija, cada tanto se la sacaba solo para excitarme al ver su agujerito dilatado, la respiración entrecortada y los ronroneos de gata que ella largaba me hacían saber de su placer, noté como llevó una de sus manos para masajear su clítoris al tiempo que metía furiosamente un par de dedos en su caliente argolla, la tomé por la cintura apretándola entre mis manos para culearla bien profundo, ella se arqueaba golosamente y reculaba con fuerza hacia donde yo estaba, comenzó a gritar, no pude soportar tanta locura.

Saqué de repente mi verga hirviendo y la leche caliente empezó a caer en chorros sobre su espalda, llegando hasta su cabeza, lo que provocó su risa viciosa, me quedé observándola como queriendo retratar en mi mente ese momento, un culo enorme, una cintura diminuta, una hembra caliente, decorada con los jugos de mi sexo, sabía que era el principio del fin…



Me senté a su lado para abrazarla y contenerla, ella se cobijó en mi pecho, tomé largos minutos acariciando sus largos cabellos, de alguna manera sabía que aun estábamos conectados, aun seguíamos haciendo el amor y ella buscaba refugio y calor en mi cuerpo.

Fueron minutos magníficos, ambos completamente desnudos mirando la quietud del lago, en una noche tranquila y serena, con la sola música de los grillos del lugar, Penélope rompió el silencio para decir



Esto es hermoso… parecemos Adán y Eva en el paraíso…
Es cierto, pero te imaginas el futuro de este Adán y mi esposa se entera…


Ella rio y comprendió que era demasiado tarde, nos incorporamos, nuestras ropas estaban esparcidas en los alrededores, el momento se me tornó muy triste, entonces saqué una cadenita de adorno que usaba en mi cuello y la puse en su mano obligándola a cerrarla en su puño y le dije



Esto es para que no me olvides, guárdalo bien y a partir del lunes estaré presente en tus pensamientos…


Sus ojos se llenaron de brillo, ese brillo de tristeza, de esas lágrimas que se esforzó por contener, pensó unos segundos, entonces se sacó nuevamente la pequeña tanga que hacía instantes se había colocado nuevamente y repitiendo lo que yo había hecho la puso en mi mano diciendo



Yo también quiero que me recuerdes, este es mi obsequio…


Sentí el corazón saltarse de su lugar, era demasiado tarde, le dije que tomara su bicicleta y se marchara de una vez por todas, le daría quince minutos de ventaja para no llegar al mismo tiempo, para que todo fuera normal al otro lado del paraíso, la seguí con la vista hasta perderla en la oscuridad de la noche…



Nada raro ocurrió a mi regreso y por suerte comprobé que ni Rosa ni Lara tenían alguna sospecha.

El domingo fue tortuoso para mí, debí evitar a Penélope a toda costa, ella era joven y no podía disimular lo ocurrido el día anterior, sus gestos, sus miradas, sus provocaciones hacia mí se hacían peligrosamente evidentes, por lo que me porté cortante con ella, tal vez se sintió desilusionada asumiendo que para mí había sido solo cogerla y listo, pero en realidad me sentí morir por dentro, tuve que ser muy hombre para ignorarla…

Y sabía que ese día debía ser el último día, nada de teléfonos, ni celulares, ni correos, ella sería solo un fantasma en mis recuerdos…





Suspiro profundamente, me estiro, el sol entra por la ventana, estoy solo en casa, terminando de contar mi historia, miro al costado de la notebook, la pequeña tanga blanca de Penélope es mi fuente de inspiración, aun me parece sentir su perfumado aroma a mujer, si tan solo supiera como la extraño…



FIN



Si eres mayor de edad me gustaría saber tu opinión sobre este relato con título ‘PENELOPE’ a dulces.placeres@live.com

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