Una pendeja y un tipo.
Ella con la carne de los veinti, flaquita y con dos tetitas de durazno. Él llegando a los 40, un afortunado de novio con la nena.
Me invitaron para hacerme masajes. Me dijeron que me acueste boca abajo en el colchón que tenían tirado en el piso. Me saqué el vestido. Me aceitaron la espalda, el culo con bombacha, las piernas contorneadas.
Cuatro manos sobre mi piel blanca, devorando cada centímetro, haciendo presión, buscando la sensación de calentura.
Una mano dibujó el contorno de mi concha. Me di vuelta. Las tetas como timbre buscando sus bocas.
El clítoris en punta, recibiendo lo que me daban, fuerte, sostenido.
De pronto se asomó la verga en punta. Aproveche para metermela entera en la boca. Garganta profunda. El sonido de la saliva en el tronco.
Mientras tanto la pendeja no tardó en ubicarse entre mis piernas y con la lengüita ir buscando mi orgasmo mientras el me amasaba las tetas generosas.
Gemidos, roce, saliva. Pija, conchas, tetas.
El empezó a gemir cada vez más rápido. Yo le ofrecí mi pecho para que acabe después de sentir la boquita.
Pero él no se aguantó y derramó toda su leche en mi boca. La trague orgullosa. Las gotas ardiendo. Ella, ni lerda ni perezosa, empezó con su mano a darmela entera.
A las invitaciones nunca nunca hay que decirles que no.
Ella con la carne de los veinti, flaquita y con dos tetitas de durazno. Él llegando a los 40, un afortunado de novio con la nena.
Me invitaron para hacerme masajes. Me dijeron que me acueste boca abajo en el colchón que tenían tirado en el piso. Me saqué el vestido. Me aceitaron la espalda, el culo con bombacha, las piernas contorneadas.
Cuatro manos sobre mi piel blanca, devorando cada centímetro, haciendo presión, buscando la sensación de calentura.
Una mano dibujó el contorno de mi concha. Me di vuelta. Las tetas como timbre buscando sus bocas.
El clítoris en punta, recibiendo lo que me daban, fuerte, sostenido.
De pronto se asomó la verga en punta. Aproveche para metermela entera en la boca. Garganta profunda. El sonido de la saliva en el tronco.
Mientras tanto la pendeja no tardó en ubicarse entre mis piernas y con la lengüita ir buscando mi orgasmo mientras el me amasaba las tetas generosas.
Gemidos, roce, saliva. Pija, conchas, tetas.
El empezó a gemir cada vez más rápido. Yo le ofrecí mi pecho para que acabe después de sentir la boquita.
Pero él no se aguantó y derramó toda su leche en mi boca. La trague orgullosa. Las gotas ardiendo. Ella, ni lerda ni perezosa, empezó con su mano a darmela entera.
A las invitaciones nunca nunca hay que decirles que no.
1 comentarios - Trío caliente