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me case y le fui infiel...

Que tal amigos… espero no me hayan olvidado… si bien es cierto, ya paso muchísimo tiempo desde mi último relato, pero les explicaré él porque me aleje un poco de todo esto del cachondeo. Resulta, que me case… Sí, me casé al fin, por un corto tiempo por supuesto, ya que no funciono, y no porque Carlos no le echará ganas, ya que él siempre lucho porque lo nuestro funcionara… Yo no niego que lo intente alguna que otra vez, pero ni modo, puta, siempre puta… Así que ya se imaginan porque se acabo el pequeño romance.

Insisto, fue muy bello y creo que si me llegue a enamorar, sentí por un momento que él era el indicado… Hasta cambie por un tiempo mi forma de vestir… nada de tangas, ni minifaldas. Pueden creer, hasta me daba a respetar y conseguí un trabajo, en la que me hacia la SEÑORA… Hasta que de nuevo paso... Y esta es la historia.

Para los que no me recuerdan, les digo nuevamente que soy de tez blanca, de 1.65 metros de altura, de complexión regular, una cadera de 96 centímetros, una cintura de 65 centímetros y un busto de 98 centímetros. Soy de cabello color claro ó como se dice en mi bella tierra Guatemala –canche-, en cuanto al carácter, creo que soy jovial, desde pequeña siempre me ha gustado la parranda, el baile y la buena vida, es decir, cosas caras y muy buenas. Esto es para todo, tanto en lo económico, como para lo amoroso y no digamos para lo sexual.

Bueno, pues conocía a Carlos en la universidad, nos empezamos a ver frecuentemente, nos enamoramos y nos casamos. Él nunca supo mis aventuras anteriores, pues se lo oculte, ya que él es muy recatado, chapado a la antigua, e insisto, por él cambie mucho por un tiempo. Gracias a su ayuda terminé de estudiar y conseguí un empleo en un hospital local como administradora. Me tocaba tratar, tanto con hombres como con mujeres, doctores, enfermeras y personal administrativo. Algunos muy guapos otros no tanto, pero con cierta gracia que más adelante se enterarán.
Todo transcurría con normalidad en mi casa, yo vivía entregada a mi esposo, del trabajo a mi casa y de mi casa al trabajo, trataba de que mi esposo estuviera contento, teníamos sexo tal vez un día sí y un día no. Hasta que Carlos dejó por un tiempo de interesarse en mí, por dedicarse a lo de su maestría, solo se la pasaba en la computadora, escribiendo, haciendo gráficas y no sé qué tanto más.

Eso hizo que me empezara a desesperar, ya que yo antes no pasaba mucho tiempo sin sexo. Al principio trataba de motivarlo, me parada desnuda frente a él, y nada, situación que hacía que yo me enojara y me fuera a bañarme, y allí masturbarme… Me pasaba los dedos por, al principio lento y suave, conforme sentía placer, lo hacía más rápido y fuerte a fin de que todo mi clítoris me diera ese placer que necesitaba yo gemía y gritaba de placer para que Carlos me escuchara, pero ni así lo despegaba de su máquina.

Uno de esos tantos días, llegó al hospital un doctor guapo, algo maduro, pero muy guapo para mí, el doctor Rodas, se presento a mi oficina, me vio y como que viera visto una visión, me sonrió y me entregó sus documentos que le hacían parte de nuestro hospital, platicamos de su carrera y todo eso. 

Ya cuando se iba a su clínica a trabajar, me dice: - Tú de casualidad alguna vez estuviste en el hotel Soleil Pacifico, en una reunión de unos doctores. En el fondo me quedé helada, pero disimule muy bien, pues recordé que cuando estaba en mis años de bachillerato, salí con varios doctores y en una ocasión fui a ese hotel y tuve sexo con varios de ellos. Pero esa historia la relato otro día. No puede ser, el pasado me sigue dije dentro de mí. – No que yo recuerde le conteste – mientras él se retiraba.

Cuando salí a almorzar, me encontré nuevamente al doctor Rodas, el cual preguntaba por mí a los compañeros del hospital… Preguntaba cómo era yo, si era casada y si alguien sabía si yo le ponía los cuernos a mi marido. A lo cual todos contestaban que no, que era una señora joven, pero decente, y que aunque más de alguno dijo que me llevaban ganas, pero que no le daba oportunidad a nadie.

Ese día llamé a mi madre, con la que por alguna extraña razón después de llevarnos tan bien, ahora me comunicó rara vez con ella. Después de saludarla, le dije que iría a su casa, ya que había dejado uno libros que tenía ganas de ver nuevamente, nostalgia de bachillerato, argumente.

Mientras llegaba la hora de salida, me daba vueltas en la cabeza, pensando en lo que había hecho… No me arrepentía, y aun no lo hago, pues puedo decir que he gozado cada momento, cada baile, cada salida, cada una de las veces que he tenido sexo, han sido maravillosos. En resumen, no me podía concentrar en el trabajo, por lo que le dije a mi secretaría, que me iría luego, pues debía arreglar un asunto urgente… sin decir más. Tomé mi vehículo y me dirigí a la casa de mi madre. Cuando llegué a la casa, como siempre, estaba ocupada con un muchacho, que conocí en la universidad, el tratando de su mano no dejara de introducir frenéticamente sus dedos entre su vagina, mientras que ella no dejaba de engullir su erecto y gordo pene. No cambias le recrimine. A los que el muchacho respondió –no te hagas, a ti también te gustaba en la universidad – a lo que mi madre agrega – lo vez somos iguales, así que sabes que entra por tus cosas y deja que nos divirtamos – Algo enojada me dirigí a mi antiguo cuarto, cuando entre, no podía creer, ya no recordaba mucho del mismo.

Me senté a la orilla de la cama y me puse a buscar un álbum que tenía en una de las gavetas del los roperos, de allí saque lo que buscaba, y comencé a buscar una fotografía o algo que me diera un indicio de haber conocido al doctor Rodas, pues cada vez que salía a divertirme, tenía por costumbre tomarme unas fotografías y colocarlas en mi álbum. En efecto, encontré fotografías que demostraban que había ido al hotel Soleil Pacífico con unos amigos que eran doctores, pero entre estos no aparecía el doctor Rodas, aunque también recordé que en el hotel, habían amigos de estos doctores con los que fuimos, ya que yo no fui la única chica que fue… Podría ser que entre estos amigos estuviera el doctor, pero en las fotografías que yo tenía no aparecía.

El estar en mi cuarto, el ver las fotografías, en las que aparecía sentada en las piernas de un chico, sin sostén y besándolo, el ver en la misma gaveta unos consoladores, ropa interior diminuta, que alguna vez fue parte de grandes aventuras, el oír al fondo los gemidos de mi madre siendo follada por un joven, y la falta de sexo, me tentaban a pensar en que había hecho de mi vida, donde había quedado la emoción, la pasión, la lujuria que siempre me caracterizó. Donde se había quedado la Puta que llevó dentro.

Con estas preguntas en mi mente, salí de mi antigua habitación y disfruté el ver como el joven tenía a mi madre, en el sillón, con las piernas bien abiertas, casi tocando sus hombros con las rodillas y penetrándola analmente… ver cada envestida que le propinaba, me estremecían la piel pues con Carlos esta pose ni otras atrevidas las he hecho, ya que es muy conservador y recatado.

Decidí salir de la habitación, para no cometer una locura, pues un cosquilleo en mi vagina y en mi ano podía sentir… Sabía que todo esta situación, me iban a llevar a una infidelidad y no quería que sucediera, pues yo estaba enamorada de Carlos.
Ya no regresé al hospital, si no que me dirigí a la casa, decidí darme un baño, para calmarme, pensar que haría con mi vida. Mientras me bañaba, recordaba algunas de las fotografías que tengo en el álbum, en las que estoy siendo el centro de atención de varios chicos, en algunos casos desnuda, otras en diminutas tangas y otras en las que aparecía con semen en la cara o en el cabello. En ese momento pensé que podía hacer lo mismo con mi esposo, así que busque en mis gavetas la ropa más sexy que tenía… Que por cierto no eran tangas, pero si un bikini pierna alta de encaje blanco, con un sostén también de encaje que era parte del conjunto. Hubiese querido tener un babydool pero por querer aparentar ser santulona o no sé que, aquí no tenía, así que me coloque la bata de baño. Así espere a mi esposo, y cuando él llegó lo recibí con un tierno beso, nos sentamos en el sillón, mientras platicábamos como nos había ido. En lo que yo me levante a buscar unos discos con música algo cachonda para ambientar el momento, Carlos agarró su computadora y se puso a escribir.

Recordé que ni el hombre más recatado resiste una buena mamada, por lo que me quité la bata, caminé hacia él, me arrodille y le intentaba bajar el cierre, cuando me replica, - que te pasa, actúas como una puta, tu eres la señora de la casa, actúa como tal -. Estas palabras fueron la gota que derramó el vaso y dieron el tiro de gracia al amor que sentía. Molesta, me fui a la cama y ya no me fije a qué hora se acostó Carlos.

Al día siguiente, muy temprano llamé a mi madre, le pedí que invitará a su amigo a la casa, que yo llegaría a medio día a visitarla, a lo que pícaramente me responde – te lo vas a follar – a lo que respondo – veremos qué pasa -, luego de esta llamada me dirigí al hospital, en donde todos me parecían tan diferentes, como si ellos me vieran con ojos de lujuria, desde el guardia de seguridad hasta los doctores y enfermeros… a todos los veía extraños. Al llegar a mi oficina, llamé a mi secretaría, la cual tiene fama de ligera, según comentarios, la cual sale con uno de los ginecólogos del hospital, el cual es casado, pero a ella no le importa. Ya frente a mi escritorio, le digo que llame a reunión al doctor Rodas y al doctor Herrera (así se llama el ginecólogo con el que ella sale), a lo que muy presta los llama, al cabo de unos diez minutos están en mi oficina los dos, hago que Marilú entre también a la reunión (así se llama mi secretaría).

-Los reuní no por trabajo, si no porque necesito que me acompañen a un almuerzo hoy por la tarde, quiero agradecerles su apoyo por la labor realizada, y a usted doctor Rodas, pues darle la bienvenida, yo se que ustedes tiene una idea sobre mí, pero esta le aseguro que va a cambiar para bien o para mal, así que los espero a la 1 de la tarde, para irnos al almuerzo –
Todos se quedaron algo sorprendidos, pero aceptaron la propuesta, cuando se fueron los doctores, nuevamente llamé a Marilú y le pregunte – Marilú, ¿cuánto tiempo lleva acostándose con el doctor Herrera?- sorprendida y algo asustada, trato de negar la relación, a lo que agregué – No se preocupe, no los voy a despedir, pues yo también en algún momento de mi vida fui como usted, y créame que fue la mejor época de mi vida – , con estas palabras, Marilú entró en confianza y comenzó a contarme su historia, desde cuando follaba con el doctor y qué tipo de sexo le gustaba al doctor, en fin hablamos de mujer a mujer. Le comenté mi plan con lujo de detalles, a lo que se quedó sin palabras, pues siempre me creyó una señora hecha y derecha, me sonrió, y me pidió permiso una hora, para ir a su casa, a ponerse lo que creía al doctor le iba a gustar, a lo que no me opuse.
Después de lo que había hablado con Marilú, creo que ya no había marcha atrás, ya estaba decidido, mi marido sería más cornudo que un alce de las montañas.

Llego la hora del almuerzo, y le pedí a el doctor Herrera, que nos llevará en su camioneta, para poder dejar nuestros vehículos en el hospital, llame a mi madre, para ver si estaba todo listo, me dijo que sí, por lo que emprendimos viaje.

Al llegar a la casa, estaba mi madre en la puerta, con un traje formal, algo raro en ella, pero ya me imaginaba la sorpresa que nos daría, pues la conozco… y no me equivoque, entramos, presente a todos a mi madre y esta a su vez presentó a su amigo Julio, al entrar todos, mi madre cerró las puertas con llave, lo que a mis acompañantes, pareció algo extraño. El almuerzo, fue de lujo, no recordaba que mi madre fuera buena cocinera. Durante el almuerzo, platicamos de todo, nos reímos y bebimos, solo un poco, para calmar los nervios.

Llegó la hora del postré, dijo mi madre, y ante la mirada atónita de todos, se quitó la blusa, dejando ver que no traía sostén y acto seguido se quitó la falta, para que todos apreciáramos su diminuta tanga. Mientras algunos no les pasaba la impresión de ver a una señora en tanga frente a ellos, pero al igual que todos los mortales, no resistieron la tentación, y se abalanzaron sobre ella, Marilú, para no dejar que le quitaran a su querido doctor, se quedó solo en un lindo conjunto de tanga y sostén rojos, debo reconocer que tiene bonito cuerpo. Yo me dirigí a mi cuartó y me desvestí inmediatamente, y así desnuda, me presenté ante los invitados, los cuales ya estaban follando a las chicas. Cuando me ven los doctores desnuda, casi se mueren, pues eso tampoco se lo esperaban, me acerco a ellos, y veo que mi madre le mamaba el pene a Julio, Marilú hacía lo mismo al doctor Herrera, mientras que el doctor Rodas penetraba a mi madre. Me dirijo al doctor Rodas y le digo, -Dos contra una, por el momento no es muy justo, por favor… permítame- acto seguido me arrodillo y le comienzo a jugar con su pene, me lo froto en las mejillas y lo paso sobre mis labios, lo veo a los ojos, mientras él con la cabeza me indica que sí, acto seguido, su pene poco a poco va desapareciendo por completo dentro de mi boca, y puedo sentir, nuevamente esa sensación que ya estaba daba por perdida.

Podía sentir como ese pene grueso y venoso recorría todo el interior de mi boca, maliciosamente veo al doctor y por un momento saco el pene de mi boca, con mi lengua recorro desde la punta del pene hasta la base, luego mordisqueo su escroto, -debo decir que sus bolas son muy grandes-, mientras que con una mano le juego la bola que no mordisqueo, y por supuesto su pene.

Puedo ver como el doctor hace caras de placer, hasta que lo escucho gemir. Algo que siempre me gusta en un hombre… Así que más emocionada, muerdo tierna y suavemente su pene, y acto seguido lo introduzco hasta el fondo… Ese pene desaparece por completo, una y otra vez…, mamo el pene como ternero recién nacido, lo mamo, como si ello dependiera mi vida.

Cuando el doctor ya no puede más, siento como toda esa lecha calienta invade mi boca, la tomo con mis manos y la depósito en las nalgas de mi madre, cosa que excita a Julio y llama al doctor Herrera, para que la penetre por el ano. Desde luego él accede, mientras que yo aprovecho a sentar a Marilú en el sillón y comienzo a estrujarle sus senos redondos y suaves, pensé que se iba a asustar, pero por el contrario, ella responde plantándome un beso, mientras sus manos buscan mi vagina ya húmeda, para poder jugar con mi clítoris un rato. Esto enciende al doctor Rodas, quien luego de haber sido ordeñado y de tener su pene flácido, pasa casi de manera automática a tener un pene erecto, casi a punto de reventar. Al verlo, le susurro al oído a Marilú, por lo que nos ponemos en cuatro patas, para que el doctor Rodas pudiera ver dos culos redondos y grandes, así como dos almejas jugosas que claman por un pene que las atraviese una y otra vez.

Ni lento ni perezoso se acerca a nosotros, e introduce sus dedos en ambas vaginas, provocando que de nosotras salgan sendos suspiros, los cuales aplacamos con un beso entre ambas. –No te he olvidado- me dijo, - desde el hotel Soleil tengo pendiente contigo algo – dicho esto comienza a introducir sus dedos (grandes por cierto) en mi ano, mientras Marilú juega con su lengua mi vagina aun sin penetrar. 

El doctor, termina de dilatar expertamente mi ano y toma su fierro caliente y lo introduce lentamente, la verdad, siento que me parte en dos, pero casi que suplicándole le pido que no deje de meterla, que me parta el culo, ya que hace mucho que no sentía una verga tan grande en mi culo. A lo lejos pude ver a mi madre que estaba siendo duramente penetrada por los dos sementales, la oía gritar podía ver como su vagina y su culo eran atravesados, y me maravillaba pensar que yo también podía ser penetrada no solo en dos agujeros, si no que en los tres.

Pensando en esa fantasía estaba, cuando de golpe, siento como mis nalgas truenan, me las deja marcadas, iba a reclamar, cuando siento como una mano se enreda en mi cabello y luego es tirado fuertemente hacia atrás, de tal manera que parecía que el doctor Rodas me cabalgaba, yo ya no podía mover mi cabeza a ningún lado, así que no vi cuando Julio dejó a mi mamá, hasta que ya lo tenía en frente y me introduce todo su pene en la boca, así que yo estaba siendo follada por la boca y por el ano. 

Qué imagen más maravillosa la que ha de haber tenido el doctor Herrera, su amante tumbada en el piso chupándome la vagina, Julio cubriendo mi boca con su pene y su colega el doctor Rodas, tirando de mi cabello y penetrando mi ano, tuvo que haber sido tan excitante que dejo sola a mi madre y llegó a penetrar la vagina al descubierto de Marilú, la que a pesar de las embestidas que recibía, no dejaba de trabajar magistralmente mi vagina.

No estaba en mis sentidos, pues todo me excitaba, cuando sentí que de mi ano corría un flujo caliente, realmente era un placer, el sentir aun así su miembro que intentaba seguir con la secuencia de envestidas. Julio parecía terminar, así que saco su pene y se lo coloca en el rostro de Marilú, y le termina en la cara, mientras que el doctor Herrera termina en la vagina de su amante. Una vez, todos relajados, nuestros sementales desnudos se sientan en el sofá, mientras todas nos sentamos sobre sus piernas, para que como pulpos, pudieran, estrujar nuestros senos, besar nuestros labios, o hurgar el interior de nuestras vaginas, en fin éramos como plastilina, ellos podía hacer con nosotras lo que se les ocurriera. Y no tardó mucho, pues por lo visto se les pararon los ánimos, así que todas introdujimos los penes ya erectos y listos, en nuestras vaginas. Qué extraño, y excitante, las tres bajábamos y subíamos al mismo tiempo, estábamos sincronizadas hasta para coger.

Solo escuchaba gemir a cada uno de los chicos, y nosotras, solo nos veíamos pícaramente, mientras nos besábamos o nos estrujábamos los senos. Realmente disfrutábamos sentir cada embestida que nos propinábamos con esos penes, sentíamos cada vena, disfrutábamos cada centímetro que ingresaba a nuestras cavidades. Después de unos minutos, nos colocaron en cuatro patas y sentimos como una cabeza se asoma a nuestro ano. Con mi madre, nos alegramos, pero Marilú se asusto, pues, nunca la habían follado por el ano; pero no le dio tiempo de protestar, ya que cuando sentimos, ella estaba gritando realmente la estaban partiendo. Pero ya no había marcha atrás, allí estábamos tres putas siendo sodomizadas a sabor y antojo de tres machos. Para mi madre y a mí fue un placer, para Marilú, fue algo no tan agradable, pero creo que se acostumbrara. La práctica hace a la maestra… ja, ja…

Cuando nos despedimos de mi madre y su amigo Julio, nos dirigimos al hospital, en el camino, nadie dejo nada, como si fuéramos cuatro extraños. Cuando bajamos del vehículo, y que cada quién iba a ir por sus cosas, pues ya era tarde, solo Marilú comentó – Esto nunca paso, y aquí se murió - La verdad, que no es cierto, de allí en adelante, ya no fue lo mismo… yo cambié de ginecólogo (ahora es el doctor Herrera), el cual llega a examinarme a veces a la oficina, y también llega por Marilú, quién ya la considero como mi pupila, pues la quiero convertir en una gran ramera… Con el doctor Rodas, pues que le cuento… hemos hecho todo tipo de cosas… la más extraña, fue coger en cuarto de calderas del hospital… 

Pero esa historia, se queda para otro día… Lo que si les digo, es que ya no estoy casada… y ahora puedo disfrutar cualquier forma, de las que ya existen, y de las que quieran intentar conmigo… porque no… Saludos a todos…
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