Siento un calor intenso, y un deslizamiento suave entre mis labios. Ambas sensaciones me arrancan de mi sueño, y abro los ojos sorprendida. Te veo (un poquito) hundido entre mis piernas. Recuerdo el apodo de esa posición, "ojos de cocodrilo", y me río. Deslizas un poco más tu lengua dentro mío, y te regalas con mi almíbar. Tu barba marxista me hace cosquillas en los muslos, y entre esas dulces caricias me relajo para disfrutarlas.
Siento cómo salís y recorres mis labios internos, luego los externos; "caminas" hasta el prepucio y buscas mi clítoris. Sabes cómo estimularlo correctamente, así que en vez de apretarlo como el botón de un timbre, lo recorres muy suavemente por los bordes. Si algo me faltaba para enloquecer, era justamente eso... No puedo evitar un estremecimiento de placer. Ese impulso interno que semeja una ola que nos lleva, lo sabemos bien, hasta el orgasmo.
Aprovechas y con uno de tus dedos seguis el trabajo que un momento antes ocupaba a tu lengua. No lo metes profundo, sino que estimulas el círculo externo de mi cavidad, con suaves caricias (te conozco muy bien y vos a mí: las mayores gratificaciones vienen de la mano de la sutileza y los cresscendo, no necesariamente del sexo a lo bruto). Tu lengua insiste subiendo el tronco de mi órgano favorito por sobre la piel, y logro ver un poco más de tu cara, que parece la de un náufrago sediento. Te sonrío y sin esperarlo siento un segundo dedo, pero esta vez me penetraste con ambos hasta el fondo. La sorpresa logra su efecto y esa ola cobra fuerza. Mis gemidos se escapan de mi garganta; quedos al principio, pero aumentan su intensidad al ritmo de tus caricias.
Tus dedos toman ritmo y me estimulan el punto G, mientras que tu boca completa acompaña con chupones a toda mi vulva. Me siento a punto de explotar, cuando siento que alguien me toma del brazo
- Cinthia, pará un poquito!
Miro hacia abajo, esperando encontrarte, confundida, y no te encuentro.
Porque nunca estuviste ahí. Me quedé dormida en la reposera tomando sol, quien me produjo ese calor en la entrepierna, y disparó mi sueño. Mi novio me mira esperando una respuesta porque no entiende el origen de mis gemidos.
- ¿Qué estabas soñando?
Después de pensarlo un segundo, entiendo la fantasía, aunque no que hayas sido justo vos, el protagonista.
- Vení, volvamos a la habitación que yo te explico...
Y pensando por última vez en vos, lo arrastro hasta un lugar más íntimo donde satisfacer mis deseos.
Siento cómo salís y recorres mis labios internos, luego los externos; "caminas" hasta el prepucio y buscas mi clítoris. Sabes cómo estimularlo correctamente, así que en vez de apretarlo como el botón de un timbre, lo recorres muy suavemente por los bordes. Si algo me faltaba para enloquecer, era justamente eso... No puedo evitar un estremecimiento de placer. Ese impulso interno que semeja una ola que nos lleva, lo sabemos bien, hasta el orgasmo.
Aprovechas y con uno de tus dedos seguis el trabajo que un momento antes ocupaba a tu lengua. No lo metes profundo, sino que estimulas el círculo externo de mi cavidad, con suaves caricias (te conozco muy bien y vos a mí: las mayores gratificaciones vienen de la mano de la sutileza y los cresscendo, no necesariamente del sexo a lo bruto). Tu lengua insiste subiendo el tronco de mi órgano favorito por sobre la piel, y logro ver un poco más de tu cara, que parece la de un náufrago sediento. Te sonrío y sin esperarlo siento un segundo dedo, pero esta vez me penetraste con ambos hasta el fondo. La sorpresa logra su efecto y esa ola cobra fuerza. Mis gemidos se escapan de mi garganta; quedos al principio, pero aumentan su intensidad al ritmo de tus caricias.
Tus dedos toman ritmo y me estimulan el punto G, mientras que tu boca completa acompaña con chupones a toda mi vulva. Me siento a punto de explotar, cuando siento que alguien me toma del brazo
- Cinthia, pará un poquito!
Miro hacia abajo, esperando encontrarte, confundida, y no te encuentro.
Porque nunca estuviste ahí. Me quedé dormida en la reposera tomando sol, quien me produjo ese calor en la entrepierna, y disparó mi sueño. Mi novio me mira esperando una respuesta porque no entiende el origen de mis gemidos.
- ¿Qué estabas soñando?
Después de pensarlo un segundo, entiendo la fantasía, aunque no que hayas sido justo vos, el protagonista.
- Vení, volvamos a la habitación que yo te explico...
Y pensando por última vez en vos, lo arrastro hasta un lugar más íntimo donde satisfacer mis deseos.
4 comentarios - Sueño de verano
Se t extrañaba jeej