No leíste la primera o la segunda parte de "Chica de ciudad"? En total son 25 capítulos super calientes y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPITULO 1
SEGUNDO AÑO. CAPITULO 1
Esta es la historia de Celeste, una pueblerina que a los 20 años sigue viviendo su experiencia como chica de la gran ciudad y se va entrelazando con distintas personas con el sexo como único fin tras un año lleno de fracasos amorosos. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 5: Noche sexy
En abril las cosas empezaron a cambiar ya que se venía un año que me iba a sorprender en algunas cosas. La primera sorpresa me la llevé a los pocos días de mi noche con Luciano. Después de estar juntos pensé que él se iba a poner algo obse con volver a estar juntos y en darnos una oportunidad como pareja. Sin embargo descubrí que no solo eso, sino que parecía que su interés por mí se había desvanecido por completo. Me sentí un poco decepcionada, ya que una parte de mi esperaba que él se obsesionara conmigo y tenerlo como perrito faldero, pero mayormente me sentí aliviada de que las cosas sucedieran de esa manera.
La segunda sorpresa me la llevé unos días después cuando me enteré que Laura y Lautaro estaban nuevamente de novios, a pesar de todo lo que había pasado entre ellos el año anterior. Pero como si eso fuese poco, después descubrimos que Facundo y Florencia estaban saliendo, algo que puso bastante celoso a Lucas que solía salir con ella el año anterior. “Supuestamente él seguía siendo amigo mío” me dijo un día mientras se vestía después de que tuviéramos sexo en su casa. Fue en ese momento cuando supe que Lucas no había superado del todo a Florencia y que había una parte de él que todavía la deseaba, por lo que decidí terminar nuestro pacto de sexo consentido y después tuvimos una charla acerca de lo que debíamos hacer o no.
Nicolás fue el otro que me sorprendió ese mes, diciéndome que quería que volvamos a ser amigos como antes, que él necesitaba de mi amistad y que quería que pudiéramos llevarnos bien. En ese momento decidí hacerme la estúpida, diciéndole que nunca había cambiado nuestra amistad y que yo lo quería igual que siempre, pero en el fondo sabía que estaba celosa de su noviazgo con Daniela. Verlos juntos me ponía mal por dentro, aunque lo disimulaba con una enorme sonrisa por fuera. Ni Maipi, ni Guille,ni Marti se daban cuenta de lo que me pasaba, para ellas yo había superado por completo a Nicolás. El único que tenía sus dudas sobre el asunto era Mateo que siempre que Nico aparecía con su novia, me miraba a mí a ver de qué manera reaccionaba.
Otra de las sorpresas que me llevé en esos pocos días fue en cuanto a mi nuevo rol como ayudante de cátedra. Había decidido tomar el puesto que me había ofrecido una profesora de primero y me había tocado con Santino, uno de los mejores amigos de Luciano. Pero la sorpresa no tiene nada que ver con eso, sino con uno de los alumnos a los cuales debía enseñarle. Tomás, un chico alto, flaco, morocho de ojos verdes y de piel blanca, solía quedarse mirándome en las clases y muy de vez en cuando se paraba para preguntarme cosas o solo hablar conmigo. Yo, que había decidido cumplir el rol de profesora buena onda, le seguía la corriente y charlaba con él, pero sabía que en el fondo me gustaba. La cosa podría haber quedado ahí, de no ser porque uno día descubrí que había comenzado a seguirme en Instagram y a las pocas horas me agregó en Facebook y le dio me gusta a varias de mis fotos, sobre todo las del verano que estaba en bikini. ¿Se había propuesto Tomás conquistar a su profesora dos años más grande que él?
Ese año también decidí ponerme en forma con mi cuerpo. En el verano me agarró una de esas locuras de salud que se manifestó en una dieta bastante estricta que alargué (pero modifiqué un poco) durante todo el año. Sin embargo el mayor cambio se dio cuando decidí empezar el gimnasio. En esto tuvo mucho que ver una persona que hasta el momento decidí no nombrar porque no venía siendo de gran importancia, mi vecina. Conocí a Paulina en un hecho bastante desafortunado, ya que un día de invierno del 2016 me quedé sin tampones y de golpe tuve que ir corriendo a pedirle sin siquiera saber su nombre. Desde ese entonces comenzamos a saludarnos y a hablarnos en el palier o el ascensor, siempre con buena onda pero no fue hasta marzo de ese año que le comenté que quería empezar a ir a un gimnasio y fue ella quien me sugirió de ir juntas. Paulina era una chica bastante rara, muy extrovertida pero solía ser muy reservada, sin embargo decidí aceptar su invitación y empezamos juntas, por lo que mi cuerpo se iba a fortalecer muchísimo en esos meses, algo que iba a rendir sus frutos dentro de muy poco.
Paulina además comenzó a intervenir mucho en mi imagen. Era una chica fanática de la moda, le encantaba comprar ropa, probar distintos tipos de maquillajes y jugar con su aspecto físico. En ese último año en el que nos habíamos cruzado varias veces por el edificio, la vi llevar pelo corto, largo, recogido, planchado, con una colita de caballo, hacerse una permanente y hasta variar algunos colores. Podría decir mucho más si hablara de su ropa, la que cambiaba al parecer todos los días, probando nuevos estilos, colores, modelos y distintas telas. Sin dudas era una chica que buscaba innovar todo el tiempo y desde que comenzamos a relacionarnos trasladó a mí su ambición por estar siempre actualizada.
Una noche que salíamos con las chicas del grupo, así como los chicos, le propuse que hiciera de mí su ratón de laboratorio. Paulina me prestó unas botas hermosas de color negro que combinaron con el rímel de mis pestañas, una remera verde inglés que tenías algunos toques brillosos y un hombro más ajustado que el otro y para cerrar un short azul oscuro que parecía no combinar con el resto de la ropa pero que de una extraña manera quedaba excelente. En el maquillaje era una experimentada total y esa noche no fue la excepción. “Estás divina” me dijo cuando me terminó de pintar y al mirarme al espejo me di cuenta que tenía toda la razón. Estaba vestida para matar.
Llegué a la casa de Maipi donde hacíamos la previa y mi corazón se aceleró al ver que Lorenzo estaba ahí. Se había hecho muy amigo de Nicolás y Mateo, pero nunca pensé que se iba a sumar a nuestras reuniones y salidas teniendo en cuenta que era un año más grande que el resto. Pero la razón por la que me sorprendí al verlo ahí, fue porque hacía unas semanas que nos veníamos mensajeando bastante seguido y los mensajes solían ser algo provocativos, en otras palabras nos estábamos chamuyando mutuamente. Apenas me vio entrar me saludó y me dijo que estaba muy linda, comentario que logró sacarme una sonrisa de la cara.
La noche se fue dando de manera muy natural, con tragos y música, así como algunos juegos que iban poniendo intensidad a la noche. Mateo propuso jugar a la botellita, algo que fue descartado totalmente por las chicas a pesar de que ninguna pudo dar una razón coherente por la cual decir que no. Luego fuimos caminando hasta el boliche y ahí fue cuando Lorenzo volvió a acercarse a mí y nos pusimos a hablar de distintas cosas. Una vez adentro nos pusimos a bailar mientras que seguíamos tomando algunos tragos y en ese entonces él se animó a sacarme a bailar y cuando lo hacía se pegaba mucho a mi cuerpo. Noté sus claras intenciones de besarme en más de una ocasión pero por alguna extraña razón decidí esquivarlo, tal vez me molestaba hacerlo en frente de Nicolás, tal vez en frente de mis amigas.
En un momento de la noche fuimos al baño y escuché como Guillermina le decía a Maipi lo lindo que estaba Lorenzo esa noche y lo mucho que le gustaba. Fue en ese momento cuando una especie de bronca surgió desde mi pecho y decidí que no solo iba a comerme a Lorenzo, sino que lo iba a hacer con él. Obviamente el alcohol tuvo mucho que ver en eso, pero no sé si tanto como para decirle directamente a la cara que quería que me hiciera el amor de una manera muy salvaje. La cara de Lorenzo fue primero de sorpresa, pero luego dibujó una sonrisa en su rostro y aprovechando que las chicas seguían en el baño y que los chicos hablaban con un grupito de pendejas, le comí la boca de un beso.
Salimos del boliche y nos subimos a un taxi con Maipi y Marti que se iban a la casa de la primera. Las dejamos en su depto y fuimos enseguida al mío sin poder evitar comernos la boca en el taxi. La cosa se puso caliente enseguida y no me contuve a apoyar mi mano en su muslo e ir subiéndola hasta su entrepierna para agarrarlo con muy poco disimulo. Lorenzo volvió a mirarme sorprendido, pero su sonrisa de ganador seguía intacto. Ni bien entramos a mi casa, lo empujé contra el sillón y me tiré encima de él dispuesta a darle una de las noches más calientes de su vida.
Toda la sensualidad que se había dado en el boliche y con la que nos habíamos calentado mientras bailábamos desapareció en tan solo un instante y la chica sexy que se había vestido de manera provocativa era ahora una loba con intenciones de gozar y pasarla bien. Empezamos a besarnos de manera muy caliente y Lorenzo se copó enseguida llevando sus manos a mi espalda y recorriendo todo mi cuerpo. La ropa comenzó a desaparecer del juego y los besos se iban extendiendo por todos los rincones de piel. Lorenzo era el chico soñado, con unos músculos bien marcados, una espalda y un pecho perfectos, una sonrisa muy provocadora y una actitud sexual muy marcada. Llevó una de sus manos a mi cola y la apretó con fuerza mientras que me con la otra me desabrochaba el corpiño y pasaba sus labios por mis tetas.
Esa noche tenía ganas de ser complacida, de que él me diera mucho placer a mí y me animé a decírselo al oído. “Quiero que me hagas acabar mucho” le dije con voz sensual mientras que él seguía besando mi cuello. Lorenzo siguió besándome como si nada hubiese pasado, pero de golpe apretó sus manos contra mi cola y comenzó a levantarse hasta quedar parado. Mi cuerpo quedó completamente en el aire y me aferré fuertemente a él con mis brazos y mis piernas mientras que giraba su cuerpo hasta quedar de frente al sillón. Entonces se fue agachando hasta dejarme recostada sobre el sillón y él quedó arrodillado frente a mí. Siguió bajando con sus besos por mi cuerpo hasta llegar a mi entrepierna, me sacó la tanguita negra y finita que tenía puesta y se dedicó a complacer mi pedido.
Lorenzo era una máquina con su boca. Movía su lengua tan rápido que parecía que se le iba a salir en cualquier momento. En vez de comenzar lento como solían hacerlo la mayoría de los chicos, el fue directo a mi clítoris y abriendo mis labios con sus dedos empezó a chuparme la concha de una manera muy acelerada, algo que me tomó de improvisto. Mi cuerpo rápidamente comenzó a sentir un calor que subía por todas partes y no pude evitar unos gemidos de placer al comprobar que lo que estaba haciendo era asombroso. Mis manos paseaban por sus hombros y su nuca, revolviendo su pelo enmarañado y mis piernas se cruzaban por sobre su espalda, haciéndolo una especie de prisionero de mi cuerpo. Era justo lo que quería para esa noche, alguien que me hiciera gozar de la manera en la que él lo estaba haciendo con su lengua.
Pero el placer fue demasiado. Su lengua se movía muy rápido por encima de mi clítoris y daba en el lugar exacto. Sentí como una ola de calor inmenso me invadió de golpe y como mi corazón empezaba a latir de manera acelerada. Me había tomado totalmente de sorpresa, no podía creer que estaba llegando a un orgasmo en ese momento, justo cuando recién empezaba. Me mordí los labios con intenciones de disimularlo, pero empecé a gritar del placer y comencé a acabar de una manera en la que le fue muy fácil a Lorenzo darse cuenta de lo que acababa de hacer. Él se levantó y yo lo tomé por ambos lados de la cara y besé sus labios mojados con mi acabada y después lo miré fijo a los ojos.
- ¡No podés hacerme acabar de esa manera!- Le dije y volví a besarlo.
El resto de la noche fue igual o más placentera que ese momento. Empezamos a coger y Lorenzo enseguida dejó salir su bestia sexual que quería disfrutar a pleno del sexo. Se tiró encima de mi cuerpo y me fue cogiendo en distintas poses, pero siempre siendo él quien llevaba el ritmo y quien hacía todo el trabajo. Después me dio vuelta y me puso en cuatro para cogerme de una manera aun más violenta de lo que la venía haciendo y mis alaridos al sentir su pija bien dura penetrar mi cuerpo debían de ser insoportables para Paulina. Pero poco me importaban mis vecinos en ese momento, yo solo quería seguir gozando como lo venía haciendo.
Mi cuerpo seguía disfrutando del de él de una forma única. Lorenzo llevaba un ritmo cambiante, aumentando la velocidad cuando era debido y relajándose en momentos claves para hacerme sentir mucho placer. Un segundo orgasmo se dio cuando me seguía cogiendo en cuatro y llevó su mano derecha hasta mi conchita y volvió a dar justo en el punto clave para hacerme acabar de una manera aun mejor que la anterior. Pero él no estaba listo y me siguió cogiendo bien fuerte.
Nos paramos y me hizo apoyar las manos contra la pared mientras levantaba mi cola, nuevamente el placer fue muy profundo y al sentir su verga bien adentro de mi conchita me era imposible no gritar de lo mucho que me gustaba lo que me estaba haciendo. Después volvió a tirarme en el sillón y él se colocó encima de mí y me cogía de manera muy zarpada mientras que besaba mi cuello y me encendía para lo que parecía ser un tercer orgasmo, algo que nunca me había pasado.
Pero esa tercera orla de placer que se iba a dar, iba a ser de una manera bastante inesperada. Cuando sentía que mi orgasmo estaba a punto de sorprenderme mientras que él me cogía bien duro, Lorenzo se levantó rápidamente y sacó su pija de adentro de mi cuerpo y comenzó a acabar encima de mí. Su semen fue cayendo entre mis piernas, mi cintura y algo de mi pancita a medida que veía en su rostro el placer de haberme hecho gozar de ese modo. Entonces cuando sentí como su leche calentita iba cayendo por mi concha, el tercer orgasmo apareció y aunque fue mucho más leve que los anteriores, me aceleró la respiración y me generó un cosquilleo que recorrió todo mi cuerpo.
Nos quedamos quietos durante unos segundos, disfrutando de lo que acabábamos de hacer, mientras que nuestros corazones latían de manera acelerada y nuestro pecho se inflaba y desinflaba rápidamente. Nos miramos y fue casi en simultáneo que empezamos a reír sin poder creer lo bien que la habíamos pasado. Lorenzo era todo un amante, alguien dispuesto a dar placer y cuya mayor satisfacción era hacer acabar a la otra persona, algo que sin dudas yo estaba necesitando. Lamentablemente esa era la primera y única vez que íbamos a estar juntos.
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