Soy un canalla, si lo soy, y uno de los grandes. Ya pasaron más de tres semanas desde que me reuní con Julián y que sin querer lo vi hacerle el amor a su novia, los vi disfrutar el uno del otro mutuamente y aún esas imágenes no me las puedo quitar de la cabeza. Sé que su novia es despampanante pero jamás pensé que llegaría a quitarme el sueño. Lucia es el nombre que pienso por lo menos una vez en el día, y más que nada por la noche o cuando me siento inquieto.
Dentro de nada, será nuestra próxima reunión, pero esta vez en mi casa… Va en realidad no es mi casa, es la de mis padres que se mudaron a otro lugar más tranquilo y dejaron la casa a mí cuidado, yo me responsabilizo de las cuentas, de los servicios y los malditos impuestos.
Cada vez estoy más nervioso por la llegada de ese día, sé que no es muy importante pero algo me hace emocionar, es una mera reunión de amigos, y no quería recibirlos solos así que decidí buscar a alguien, una mujer que me acompañe, Camila.
Camila es la chica más tierna que conocí, una mirada dulce, una voz de adolescente que por momentos te hacer preguntarte ¿Cuántos años tiene esta chica? Pues ella es adulta, apenas hace unos pocos días cumplió sus veintiún años, la conozco desde que tenía solo cuatro años y a veces me es un tanto complicado verla como una mujer, sin embargo al observar su cuerpo maduro, con una silueta que destacan sus caderas bien formadas y el tamaño de su busto que aun siendo pequeños permite fantasear en como uno podría jugar con esos atributos, mi perspectiva cambia rotundamente, ya no es una niña.
Yo sabía que le gustaba cuando ella era una adolescente, en esa edad temprana donde somos simples esclavos de nuestros impulsos, más de una vez sentí como ella me abrazaba de más, jugaba conmigo haciendo comentarios de doble sentido e incluso a veces metía sus manos en los bolsillos de mis pantalones con mucha picardía buscando llegar a ciertas partes que yo a su edad no me hubiera animado. En ese entonces era un juego y nunca jamás pasamos ese nivel. Entre ella y yo hay una brecha de seis años. Somos vecinos, nunca perdimos contacto pero a pesar de eso, cada uno siguió su camino.
Decidí empezar nuevamente a hablar con ella, y me topé con la grata sorpresa de que podía mantener conversaciones un tanto más adultas, podíamos compartir opiniones con temas de la actualidad, y debatir sobre ciertos putos en los cuales no coincidamos, y todo esto en armonía. Ella vivé en las casas de sus padres a sí que muchas veces nos encontrábamos ahí, quedándonos solos, hablando por ratos muy largo. Por suerte tengo una excelente relación con sus padres, tanto con la mamá y el papá, y con sus cinco hermanos varones, de los cuales ella, en edad, es la del medio.
Cada vez nuestras conversaciones eran un tanto más íntimas y la tensión sexual entre nosotros aumentaba, En un momento hablábamos de opiniones políticas y en otro estábamos agarrándonos de las manos y empezando a besarnos. Quizás nos excitaba que ambos teníamos las mismas opiniones acerca de la libertad y de cómo todo el movimiento progre iba arruinando el país. Pero a pesar de la afinidad que sentíamos mi cabeza muchas veces no estaba en el lugar indicado. Cuando la cosa se ponía candente entre nosotros, inmediatamente de manera involuntaria me ponía pensar en Lucia, y su mirada seductora, en la forma de su cuerpo y en como a ella le gusta hacer el amor con Julián.
Ya llevábamos dos semanas entre salidas y jugueteos con Camila, y quería llevarla a mi casa, pero ella siempre prefería que fuéramos a la de sus padres, en la que con mucha suerte quizás no había nadie en ese momento, ella estaba un tanto asustada pero excitada al mismo tiempo, yo por mi parte muy excitado y un poco emocionado de que nos descubrieran.
Entonces decidí tomar la iniciativa y mientras ella se encontraba de espaldas me aproxime, la tome de los hombros y comencé a besarla en el cuello, de lado a lado y por la espalda, mientras mis manos acariciaban sus hombros e iban descendiendo acercándose poco a poco a su vientre. Podía sentir como ella se relajaba aunque por momentos se ponía un poco rígida. Ella solo llevaba puesto una falda de Jean y una blusa muy ligera con unos tirantes muy finos. Metí mi mano derecha debajo de su blusa y acaricié su abdomen, me encantaba sentir esa pequeña pancita en mi mano y observar como ella se incomodaba al tocarla, sabía que aquello era el motivo principal de su rutina de ejercicios matinales y que de nada serviría que yo le explicase de que me encantaba la forma de su abdomen, ella simplemente no me creería. Y continúe, mi cruzada para saber todo aquello que su ropa escondía, apenas había comenzado. Seguí subiendo con mi mano acariciando todo el contorno de su silueta, no quería detenerme ni por un instante, la suavidad de su piel era incomprensible para la yema de mis dedos, y finalmente pude llegar hasta sus pechos. Al tomar sus atributos ella se inclinó sobre mí y apoyó su cabeza en mi hombro, era obvio pensar en que acababa de tocar una de las partes más sensibles de su anatomía. Su cuerpo me daba luz verde para seguir avanzando y no detenerme. Comencé a jugar con esos pechos hermosos, a suavemente estrujarlos desde la base de su copa hasta las aureolas de los pezones, dando gentiles movimientos circulares, quería sentir como esos pezones se endurecían y ver como poco a poco se marcaban sobre la superficie de su blusa. Con cada movimiento que daba su respiración se aceleraba más y más.
Comencé a devorar su cuello expuesto y con mi mano izquierda descender por su cintura hasta llegar a uno de sus muslos, lo tome desde el interior y lo acaricie desde abajo hacia arriba, y con cada movimiento buscaba adentrarme un poco más al interior de su falda. Mi excitación era muy evidente, pero comprendía que aún era muy temprano para hacérselo saber. A pesar de que trataba de mantener mi rol de hombre tranquilo, la ansiedad me carcomía por dentro. Empecé nuevamente a ascender con mi mano izquierda y a buscar aquello que me arrebataba la tranquilidad, pero aquella falda que en un principio era un símbolo femineidad y sensualidad combinada, ahora se convertía en un guardián que se plegaba y frenaba el acenso de mi mano inquieta, y a pesar de estirar al máximo mis dedos solo apenas llegaba a rozar aquella zona tan excitante.
Mis nervios aumentaban poco a poco y mantener la postura era cada vez más difícil, pero no me dejaría derrotar por aquella prenda impía.
Retiré mi mano rápidamente de sus muslos y la redirigí a su cintura, si no podía acceder por debajo, lo haría por arriba. Con cierta facilidad pude desprender aquel botón y ella se dio cuenta que mi victoria estaba escita, y eso la puso un poco más tensa. Introduje finalmente mi mano dentro de su falda y la posé en un principio sobre su monte de venus. Noté inmediatamente como su corazón se aceleraba y a la vez que intentaba alejar su pubis de mi mano. Aquello era en vano, yo había ganado. Y me dispuse reclamar mi premio, me posé sobre su ropa interior, desde su monte de venus y descendí poco a poco sin perder el contacto hasta llegar a la base de su anatomía. En ese momento pensé que podría sentir aquella maravillosa hendidura que formaban los labios de su femineidad, pero las mujeres guardan otros secretos que muchas veces con cierta vergüenza injustificada buscan jamás revelar. La nueva incertidumbre acrecentó mi ansiedad así que sin dudar, mi mano casi como un acto reflejo se introdujo por debajo de su ropa interior que a todas luces aparentaba ser una tanga muy oportuna para la ocasión. Podía sentir su piel y unos cuantos pequeños vellos púbicos que decoraban mi nuevo lugar favorito. Por fin pude hacer contacto con aquellos labios con los cuales iniciaría dentro de nada una fascinante conversación, ahora mis dedos podían sentir la calidez y la viscosidad de sus excitantes fluidos, y a aquella superficie acolchada que servía como recipiente y osaba arrebatarme el néctar que dentro de poco podría degustar.
Mi mente estaba concentrada en solo producir placer aunque no podía decir lo mismo de mis recuerdos. Físicamente me encontraba con Camila, sabía que sobre ella estaba invirtiendo mi experiencia y mis temores, pero mis memorias remplazaban su rostro por el de Lucia, y por más que me esforzara en solo pensar solo en Camila, mi mente no dejaba de divagar en recuerdos que tenían como protagonista a Lucia, a Lucia y su sexo, a Lucia y sus gemidos, a Lucia y su transpiración, a Lucia haciendo el amor con una persona que no era yo.
Seguí jugando con sus labios, tanto los exteriores como los interiores, y con su clítoris, el cual se asomaba sin temor y reaccionaba a cada caricia de mis dedos. Ya no quería frenar, ahora debía conocer la totalidad de su anatomía, así que busque introducirme en ella, quería que mis dedos tuvieran el privilegio de conocer nuestro nuevo lugar favorito. Y cuando me dispuse a introducir mi dedo corazón y anular en ella, me frenó en seco con un –No, aún no, no así.
Ella se volvió y me miro a los ojos, y por lo que duró esa mirada mi mente intentó convencerme que a quien estaba a punto de hacerle el amor era a Camila, Camila y su dulce voz adolescente, Camila quien en silencio quizás me quería de una forma más intensa, Camila quien estaba a punto de dármelo todo de una forma muy inocente. Continuó con un beso en la boca sujetándome el rostro con ambas manos y siguió con un fuerte abrazo que quizás fue incluso más intenso que aquel beso.
Cuando me soltó, comenzó una carrera entre ambos, ella inmediatamente empezó a desvestirse, desabrochando uno por uno los pocos botones que tenía su blusa mientras me miraba a mí con una expresión de -date prisa, tú también quítate la ropa-. Yo por el contrario comencé por el pantalón, buscando deshacerme rápidamente de unos jean que aprisionaban de forma violenta mi hombría, al punto de ser algo doloroso. El tiempo apremiaba, No sabíamos con cuanto tiempo contábamos hasta que alguien aparte de nosotros ingresara en esa casa.
Una vez que desajusté mi pantalón comencé a quitarme las zapatillas sin desatar los cordones, aplastándolos desde el talón y forcejeando torpemente con mis pies. Cuando levanté la mirada para ver cómo iba ella, quede extasiado al verla desnuda en su parte superior, presumiendo de unos hermosos pechos con los que hace no mucho tuve el privilegio de jugar. Sus manos se encontraban sujetando la falda que deje sin abotonar y que ella como último acto había desajustado desde su cierre. Entonces la dejo caer y quedo ella expuesta ante mí con una única prenda, una diminuta tanga color café claro. Ella me había ganado, yo aún me encontraba casi completamente vestido, con el pantalón abierto, y sin zapatillas.
Ella me sonrió y se aproximó lo más que pudo, tomo mi remera desde la cintura y me la quito. Estaba a su merced, aunque dentro de poco eso iba a cambiar. Agarro mis manos y me guio hasta la cama de la habitación dedicándome la mirada más dulce que una chica podía expresar y con un último beso que buscamos estirar lo más que se pudo dio comienzo nuestra aventura.
La tome de los hombros y suavemente la recosté sobre la cama, me puse sobre ella y comencé a besarla por todos los rincones de su cuerpo, el dulce olor a cremas que ella utilizaba para humectar su piel me enloquecía, un aroma que ya era parte de ella y que gozaba de que otros lo sintieran. Debía aprovechar al máximo el momento, agarré sus hermosos senos, y los metí a mi boca como un niño hambriento, la forma perfecta de esos pechos por momentos me hacían olvidar que aún quedaba más de su cuerpo por recorrer. Pero no podía evitarlo, estaba extasiado por su suavidad, y jugué con ellos un rato más, con mis manos y con mi lengua, presionando de forma suave y segura, sintiendo como esos pezones se volvían cada vez más rígidos no solo por la excitación sino también por el aire que luchaba por enfriarlos.
Y continúe descendiendo, no debía dejar lugar sin mi marca, cada centímetro de ese cuerpo debía ser besado, su ombligo, su abdomen, debía cubrirlo todo. Cuando llegue a su ropa interior percibí cierta incomodidad, No había de qué preocuparse todo de ella me excitaba, comencé a retirar esa tanga que me daba una bienvenida y observe al levantar sus piernas y al retirar poco a poco esa prenda como sus fluidos formaban pequeños hilos cristalinos y viscosos sobre su protector diario. Ese aroma de mujer penetraba mi nariz y llegaba a mi cerebro haciendo que mis instintos más salvajes y primitivos me dejaran expuesto.
De un momento a otro, la plenitud de su vulva se encontraba dentro de mi boca, era un beso amargo pero apasionado, No quería separarme de esa fuente nunca más, cada jugo erótico me pertenecía, todo terminaba en mi organismo, bebía hasta el hartazgo y cada vez que ese mágico néctar mermaba, estimulaba una y otra vez cada sector erógeno para obtener un poco más. No eran necesarias mis manos, me bastaba con mi boca, mi lengua, y muchas veces la fuerza de mi cuello para poder sacudir mi rostro sobre su sexo. Me encantaba girar sobre ese pequeño clítoris, firme como un pequeño soldadito, succionar y estirar aquellos labios carnosos e introducirme de a poco en el interior de su vagina con mi lengua, quería quedarme con todo su sabor. Pero cada vez que intentaba introducirme un poco más en su lujuria, ella presionaba mi rostro con sus muslos interrumpiendo mi carrera. No eran necesarias la palabras, podía comprende los motivos.
Entonces me levanté y bajé mis pantalones junto con mis bóxer dejando al descubierto mi pene erecto, sutilmente lo apoye sobre su vulva buscando humedecer mi miembro con un poco de su excitación. Pero ella inmediatamente se irguió y sentada aun en la cama tomo mi miembro y comenzó a deslizar el prepucio hasta la base dejando expuesto el glande, y lo hizo un par de veces más, como si cada movimiento que daba le diera valor para finalmente animarse a llevarlo a su boca. Podía sentir el calor de su boca, y como su lengua me presionaba contra el paladar, con cada movimiento de cabeza que daba me enloquecía, decidí acariciarle el rostro mientras ella jugaba conmigo, y nuevamente la magia de su tierna mirada me hechizo, tuve que sacar fuerzas de no sé dónde para en ese instante no correrme en su boca.
Y retiró mi pene de su boca y con aun su mano agarrándolo me dijo –por favor se gentil.
No era necesario que me lo aclarara, quizás sin darse cuenta ella me había dado las señales suficientes iba a experimentar por primera vez este tipo de placer, y me estaba dando el privilegio de ser su guía.
Entonces nuevamente la recosté e intente lentamente introducir mi pene en su vagina, elevando sus piernas a la altura de mis hombros para que el acceso a su interior fuera lo más limpio posible, tomando la base de mi pene fui deslizándome lentamente en su interior estando atento a cada señal de dolor y frenar al instante. El espacio era muy cálido, estrecho y húmedo, y cada beso, cada lamida, cada caricia realizada con anterioridad había dejado el campo preparado, dentro de poco estaría completamente en su interior y quizás sin causar daño alguno.
Podía ver en su rostro un poco de preocupación, a su vez que intentaba relajarse, solo un poco más, y estaría completamente dentro de ella.
Con el último esfuerzo de ambos logre introducirme en su interior, no sin antes sentir su mano en me mi abdomen como señal de precaución. Me frené, quería hacerla descansar y que se relajase un poco más, La peor parte ya había pasado, solo quedaba conducirla al placer.
Nuevamente retome mi acto y con movimientos suaves, comencé a penetrarla lentamente. La estimulaba con caricias, con mis besos, y me guiaba con la expresión de rostro, veía como ella me aceptaba más y más, y como de apoco ella se soltaba y se iba introduciendo más en el placer.
Estaba claro que el disfrute era reciproco, pero eso para mí no era suficiente, Sé que la primera vez es difícil llegar al orgasmo, el dolor y la incomodidad juegan siempre en tu contra. Entonces decidí hacer de su orgasmo mi meta. Me recosté a su espalda y la abrace con mayor intensidad, y continúe penetrándola por detrás. Quería tener el control absoluto de su cuerpo, podía besar su cuello, lamer el sudor de su espalda, respirar el olor de su pelo, y explorar un poco más la sensibilidad de sus pechos y de su sexo.
Sentía como se estremecía sobre mí, como cada vez se volvía más adicta a mí, como el interior de su vagina se contraía y succionaba mi hombría con mayor fuerza. Estaba sucediendo, ella poco a poco se acercaba al orgasmo, y aquellos gemidos apagados que a conciencia buscaba ocultar ya eran algo incontenibles, la temperatura de su piel era incontrolable, su respiración más acelerada que nunca, y el interior de su sexo causaba espasmos más y más fuertes sobre mi miembro. Aquel evento maravilloso estaba sucediendo, no podía contenerme al ver como ella se tensaba y como sus piernas por momentos se ponían rígidas y con los dedos de su mano cavaba sus uñas sobre mi piel, Era una escena gloriosa. Ya no podía contenerme, estaba a punto de reventar y correrme salvajemente en su interior, pero no quería que ese espectáculo finalizara, quería extenderlo lo más que se pudiera. Mi mente daba vueltas y mi razonamiento se perdía, trataba de contener el aliento de la misma forma que ella lo hacía, hasta que de repente, ella expulso todo el aire que contenía en una exhalación casi infinita, al tiempo que yo explotaba mientras que retiraba lo más rápido que podía mi pene de su interior. No lo logre a tiempo, sentí como mi primera descarga impactaba dentro de las paredes de su vagina, mas no así las siguientes, que caían sobre su trasero, sus muslos, y otro poco sobre el espacio vacío de sabana entre nuestras piernas.
Estábamos exhaustos, habíamos tenido un orgasmo casi en simultaneo, y no nos importaba que estuviéramos acostado sobre nuestros jugos sexuales, o si alguien ingresara de repente a la habitación, Solo queríamos estar ambos juntos, por lo menos tomados de las manos mientras nuestros cuerpos se enfriaban poco a poco.
Ella, a pesar de toda la actividad que habíamos tenido, aun se encontraba vivaz, hablaba de cómo se imaginaba su primera vez, y como esta experiencia había llenado sus expectativas, hablaba de un nosotros más comprometido mientras sujetaba mi brazo con ternura.
Yo por mi parte, hacia un sobreesfuerzo para intentar prestar atención a lo que decía, a cada palabra que salía de su boca, no quería rebelar esa mala costumbre que tenemos los varones de dormirnos después del sexo, acto involuntario y muy poco comprendido por las mujeres.
Sabía que no duraría consiente mucho tiempo más, me aproxime a su espalda nuevamente y con un fuerte abrazo le dije tiernamente al oído te quiero. Y caí rendido.
Al día siguiente fui el primero en abrir los ojos, me quedé asombrado de lo hermosa que se veía dormida a mi lado, y comencé a sentir culpa. Haber intentado utilizar a una chica que claramente sentía algo muy especial por mí, como un medio de paso en el cual poder descargar mis necesidades sexuales, Alguien que confió lo suficiente en mi como para que la guiase en su primer experiencia sexual, y yo haberla convencido pero teniendo en mente el cuerpo de otra mujer
Mi comportamiento fue canallesco y lo sigue siendo, porque a pesar de no haber tenido solo sexo con Camila, sino que llanamente haberle hecho el amor, aún mantenía en mente la idea de poder hacerlo con Lucia.
Solo espero con ansias la fecha de nuestra próxima reunión y saber hasta dónde sería capaz de llegar, no soy un monstruo solo quizás me obsesioné con la persona equivocada, y en un momento equivocado
Dentro de nada, será nuestra próxima reunión, pero esta vez en mi casa… Va en realidad no es mi casa, es la de mis padres que se mudaron a otro lugar más tranquilo y dejaron la casa a mí cuidado, yo me responsabilizo de las cuentas, de los servicios y los malditos impuestos.
Cada vez estoy más nervioso por la llegada de ese día, sé que no es muy importante pero algo me hace emocionar, es una mera reunión de amigos, y no quería recibirlos solos así que decidí buscar a alguien, una mujer que me acompañe, Camila.
Camila es la chica más tierna que conocí, una mirada dulce, una voz de adolescente que por momentos te hacer preguntarte ¿Cuántos años tiene esta chica? Pues ella es adulta, apenas hace unos pocos días cumplió sus veintiún años, la conozco desde que tenía solo cuatro años y a veces me es un tanto complicado verla como una mujer, sin embargo al observar su cuerpo maduro, con una silueta que destacan sus caderas bien formadas y el tamaño de su busto que aun siendo pequeños permite fantasear en como uno podría jugar con esos atributos, mi perspectiva cambia rotundamente, ya no es una niña.
Yo sabía que le gustaba cuando ella era una adolescente, en esa edad temprana donde somos simples esclavos de nuestros impulsos, más de una vez sentí como ella me abrazaba de más, jugaba conmigo haciendo comentarios de doble sentido e incluso a veces metía sus manos en los bolsillos de mis pantalones con mucha picardía buscando llegar a ciertas partes que yo a su edad no me hubiera animado. En ese entonces era un juego y nunca jamás pasamos ese nivel. Entre ella y yo hay una brecha de seis años. Somos vecinos, nunca perdimos contacto pero a pesar de eso, cada uno siguió su camino.
Decidí empezar nuevamente a hablar con ella, y me topé con la grata sorpresa de que podía mantener conversaciones un tanto más adultas, podíamos compartir opiniones con temas de la actualidad, y debatir sobre ciertos putos en los cuales no coincidamos, y todo esto en armonía. Ella vivé en las casas de sus padres a sí que muchas veces nos encontrábamos ahí, quedándonos solos, hablando por ratos muy largo. Por suerte tengo una excelente relación con sus padres, tanto con la mamá y el papá, y con sus cinco hermanos varones, de los cuales ella, en edad, es la del medio.
Cada vez nuestras conversaciones eran un tanto más íntimas y la tensión sexual entre nosotros aumentaba, En un momento hablábamos de opiniones políticas y en otro estábamos agarrándonos de las manos y empezando a besarnos. Quizás nos excitaba que ambos teníamos las mismas opiniones acerca de la libertad y de cómo todo el movimiento progre iba arruinando el país. Pero a pesar de la afinidad que sentíamos mi cabeza muchas veces no estaba en el lugar indicado. Cuando la cosa se ponía candente entre nosotros, inmediatamente de manera involuntaria me ponía pensar en Lucia, y su mirada seductora, en la forma de su cuerpo y en como a ella le gusta hacer el amor con Julián.
Ya llevábamos dos semanas entre salidas y jugueteos con Camila, y quería llevarla a mi casa, pero ella siempre prefería que fuéramos a la de sus padres, en la que con mucha suerte quizás no había nadie en ese momento, ella estaba un tanto asustada pero excitada al mismo tiempo, yo por mi parte muy excitado y un poco emocionado de que nos descubrieran.
Entonces decidí tomar la iniciativa y mientras ella se encontraba de espaldas me aproxime, la tome de los hombros y comencé a besarla en el cuello, de lado a lado y por la espalda, mientras mis manos acariciaban sus hombros e iban descendiendo acercándose poco a poco a su vientre. Podía sentir como ella se relajaba aunque por momentos se ponía un poco rígida. Ella solo llevaba puesto una falda de Jean y una blusa muy ligera con unos tirantes muy finos. Metí mi mano derecha debajo de su blusa y acaricié su abdomen, me encantaba sentir esa pequeña pancita en mi mano y observar como ella se incomodaba al tocarla, sabía que aquello era el motivo principal de su rutina de ejercicios matinales y que de nada serviría que yo le explicase de que me encantaba la forma de su abdomen, ella simplemente no me creería. Y continúe, mi cruzada para saber todo aquello que su ropa escondía, apenas había comenzado. Seguí subiendo con mi mano acariciando todo el contorno de su silueta, no quería detenerme ni por un instante, la suavidad de su piel era incomprensible para la yema de mis dedos, y finalmente pude llegar hasta sus pechos. Al tomar sus atributos ella se inclinó sobre mí y apoyó su cabeza en mi hombro, era obvio pensar en que acababa de tocar una de las partes más sensibles de su anatomía. Su cuerpo me daba luz verde para seguir avanzando y no detenerme. Comencé a jugar con esos pechos hermosos, a suavemente estrujarlos desde la base de su copa hasta las aureolas de los pezones, dando gentiles movimientos circulares, quería sentir como esos pezones se endurecían y ver como poco a poco se marcaban sobre la superficie de su blusa. Con cada movimiento que daba su respiración se aceleraba más y más.
Comencé a devorar su cuello expuesto y con mi mano izquierda descender por su cintura hasta llegar a uno de sus muslos, lo tome desde el interior y lo acaricie desde abajo hacia arriba, y con cada movimiento buscaba adentrarme un poco más al interior de su falda. Mi excitación era muy evidente, pero comprendía que aún era muy temprano para hacérselo saber. A pesar de que trataba de mantener mi rol de hombre tranquilo, la ansiedad me carcomía por dentro. Empecé nuevamente a ascender con mi mano izquierda y a buscar aquello que me arrebataba la tranquilidad, pero aquella falda que en un principio era un símbolo femineidad y sensualidad combinada, ahora se convertía en un guardián que se plegaba y frenaba el acenso de mi mano inquieta, y a pesar de estirar al máximo mis dedos solo apenas llegaba a rozar aquella zona tan excitante.
Mis nervios aumentaban poco a poco y mantener la postura era cada vez más difícil, pero no me dejaría derrotar por aquella prenda impía.
Retiré mi mano rápidamente de sus muslos y la redirigí a su cintura, si no podía acceder por debajo, lo haría por arriba. Con cierta facilidad pude desprender aquel botón y ella se dio cuenta que mi victoria estaba escita, y eso la puso un poco más tensa. Introduje finalmente mi mano dentro de su falda y la posé en un principio sobre su monte de venus. Noté inmediatamente como su corazón se aceleraba y a la vez que intentaba alejar su pubis de mi mano. Aquello era en vano, yo había ganado. Y me dispuse reclamar mi premio, me posé sobre su ropa interior, desde su monte de venus y descendí poco a poco sin perder el contacto hasta llegar a la base de su anatomía. En ese momento pensé que podría sentir aquella maravillosa hendidura que formaban los labios de su femineidad, pero las mujeres guardan otros secretos que muchas veces con cierta vergüenza injustificada buscan jamás revelar. La nueva incertidumbre acrecentó mi ansiedad así que sin dudar, mi mano casi como un acto reflejo se introdujo por debajo de su ropa interior que a todas luces aparentaba ser una tanga muy oportuna para la ocasión. Podía sentir su piel y unos cuantos pequeños vellos púbicos que decoraban mi nuevo lugar favorito. Por fin pude hacer contacto con aquellos labios con los cuales iniciaría dentro de nada una fascinante conversación, ahora mis dedos podían sentir la calidez y la viscosidad de sus excitantes fluidos, y a aquella superficie acolchada que servía como recipiente y osaba arrebatarme el néctar que dentro de poco podría degustar.
Mi mente estaba concentrada en solo producir placer aunque no podía decir lo mismo de mis recuerdos. Físicamente me encontraba con Camila, sabía que sobre ella estaba invirtiendo mi experiencia y mis temores, pero mis memorias remplazaban su rostro por el de Lucia, y por más que me esforzara en solo pensar solo en Camila, mi mente no dejaba de divagar en recuerdos que tenían como protagonista a Lucia, a Lucia y su sexo, a Lucia y sus gemidos, a Lucia y su transpiración, a Lucia haciendo el amor con una persona que no era yo.
Seguí jugando con sus labios, tanto los exteriores como los interiores, y con su clítoris, el cual se asomaba sin temor y reaccionaba a cada caricia de mis dedos. Ya no quería frenar, ahora debía conocer la totalidad de su anatomía, así que busque introducirme en ella, quería que mis dedos tuvieran el privilegio de conocer nuestro nuevo lugar favorito. Y cuando me dispuse a introducir mi dedo corazón y anular en ella, me frenó en seco con un –No, aún no, no así.
Ella se volvió y me miro a los ojos, y por lo que duró esa mirada mi mente intentó convencerme que a quien estaba a punto de hacerle el amor era a Camila, Camila y su dulce voz adolescente, Camila quien en silencio quizás me quería de una forma más intensa, Camila quien estaba a punto de dármelo todo de una forma muy inocente. Continuó con un beso en la boca sujetándome el rostro con ambas manos y siguió con un fuerte abrazo que quizás fue incluso más intenso que aquel beso.
Cuando me soltó, comenzó una carrera entre ambos, ella inmediatamente empezó a desvestirse, desabrochando uno por uno los pocos botones que tenía su blusa mientras me miraba a mí con una expresión de -date prisa, tú también quítate la ropa-. Yo por el contrario comencé por el pantalón, buscando deshacerme rápidamente de unos jean que aprisionaban de forma violenta mi hombría, al punto de ser algo doloroso. El tiempo apremiaba, No sabíamos con cuanto tiempo contábamos hasta que alguien aparte de nosotros ingresara en esa casa.
Una vez que desajusté mi pantalón comencé a quitarme las zapatillas sin desatar los cordones, aplastándolos desde el talón y forcejeando torpemente con mis pies. Cuando levanté la mirada para ver cómo iba ella, quede extasiado al verla desnuda en su parte superior, presumiendo de unos hermosos pechos con los que hace no mucho tuve el privilegio de jugar. Sus manos se encontraban sujetando la falda que deje sin abotonar y que ella como último acto había desajustado desde su cierre. Entonces la dejo caer y quedo ella expuesta ante mí con una única prenda, una diminuta tanga color café claro. Ella me había ganado, yo aún me encontraba casi completamente vestido, con el pantalón abierto, y sin zapatillas.
Ella me sonrió y se aproximó lo más que pudo, tomo mi remera desde la cintura y me la quito. Estaba a su merced, aunque dentro de poco eso iba a cambiar. Agarro mis manos y me guio hasta la cama de la habitación dedicándome la mirada más dulce que una chica podía expresar y con un último beso que buscamos estirar lo más que se pudo dio comienzo nuestra aventura.
La tome de los hombros y suavemente la recosté sobre la cama, me puse sobre ella y comencé a besarla por todos los rincones de su cuerpo, el dulce olor a cremas que ella utilizaba para humectar su piel me enloquecía, un aroma que ya era parte de ella y que gozaba de que otros lo sintieran. Debía aprovechar al máximo el momento, agarré sus hermosos senos, y los metí a mi boca como un niño hambriento, la forma perfecta de esos pechos por momentos me hacían olvidar que aún quedaba más de su cuerpo por recorrer. Pero no podía evitarlo, estaba extasiado por su suavidad, y jugué con ellos un rato más, con mis manos y con mi lengua, presionando de forma suave y segura, sintiendo como esos pezones se volvían cada vez más rígidos no solo por la excitación sino también por el aire que luchaba por enfriarlos.
Y continúe descendiendo, no debía dejar lugar sin mi marca, cada centímetro de ese cuerpo debía ser besado, su ombligo, su abdomen, debía cubrirlo todo. Cuando llegue a su ropa interior percibí cierta incomodidad, No había de qué preocuparse todo de ella me excitaba, comencé a retirar esa tanga que me daba una bienvenida y observe al levantar sus piernas y al retirar poco a poco esa prenda como sus fluidos formaban pequeños hilos cristalinos y viscosos sobre su protector diario. Ese aroma de mujer penetraba mi nariz y llegaba a mi cerebro haciendo que mis instintos más salvajes y primitivos me dejaran expuesto.
De un momento a otro, la plenitud de su vulva se encontraba dentro de mi boca, era un beso amargo pero apasionado, No quería separarme de esa fuente nunca más, cada jugo erótico me pertenecía, todo terminaba en mi organismo, bebía hasta el hartazgo y cada vez que ese mágico néctar mermaba, estimulaba una y otra vez cada sector erógeno para obtener un poco más. No eran necesarias mis manos, me bastaba con mi boca, mi lengua, y muchas veces la fuerza de mi cuello para poder sacudir mi rostro sobre su sexo. Me encantaba girar sobre ese pequeño clítoris, firme como un pequeño soldadito, succionar y estirar aquellos labios carnosos e introducirme de a poco en el interior de su vagina con mi lengua, quería quedarme con todo su sabor. Pero cada vez que intentaba introducirme un poco más en su lujuria, ella presionaba mi rostro con sus muslos interrumpiendo mi carrera. No eran necesarias la palabras, podía comprende los motivos.
Entonces me levanté y bajé mis pantalones junto con mis bóxer dejando al descubierto mi pene erecto, sutilmente lo apoye sobre su vulva buscando humedecer mi miembro con un poco de su excitación. Pero ella inmediatamente se irguió y sentada aun en la cama tomo mi miembro y comenzó a deslizar el prepucio hasta la base dejando expuesto el glande, y lo hizo un par de veces más, como si cada movimiento que daba le diera valor para finalmente animarse a llevarlo a su boca. Podía sentir el calor de su boca, y como su lengua me presionaba contra el paladar, con cada movimiento de cabeza que daba me enloquecía, decidí acariciarle el rostro mientras ella jugaba conmigo, y nuevamente la magia de su tierna mirada me hechizo, tuve que sacar fuerzas de no sé dónde para en ese instante no correrme en su boca.
Y retiró mi pene de su boca y con aun su mano agarrándolo me dijo –por favor se gentil.
No era necesario que me lo aclarara, quizás sin darse cuenta ella me había dado las señales suficientes iba a experimentar por primera vez este tipo de placer, y me estaba dando el privilegio de ser su guía.
Entonces nuevamente la recosté e intente lentamente introducir mi pene en su vagina, elevando sus piernas a la altura de mis hombros para que el acceso a su interior fuera lo más limpio posible, tomando la base de mi pene fui deslizándome lentamente en su interior estando atento a cada señal de dolor y frenar al instante. El espacio era muy cálido, estrecho y húmedo, y cada beso, cada lamida, cada caricia realizada con anterioridad había dejado el campo preparado, dentro de poco estaría completamente en su interior y quizás sin causar daño alguno.
Podía ver en su rostro un poco de preocupación, a su vez que intentaba relajarse, solo un poco más, y estaría completamente dentro de ella.
Con el último esfuerzo de ambos logre introducirme en su interior, no sin antes sentir su mano en me mi abdomen como señal de precaución. Me frené, quería hacerla descansar y que se relajase un poco más, La peor parte ya había pasado, solo quedaba conducirla al placer.
Nuevamente retome mi acto y con movimientos suaves, comencé a penetrarla lentamente. La estimulaba con caricias, con mis besos, y me guiaba con la expresión de rostro, veía como ella me aceptaba más y más, y como de apoco ella se soltaba y se iba introduciendo más en el placer.
Estaba claro que el disfrute era reciproco, pero eso para mí no era suficiente, Sé que la primera vez es difícil llegar al orgasmo, el dolor y la incomodidad juegan siempre en tu contra. Entonces decidí hacer de su orgasmo mi meta. Me recosté a su espalda y la abrace con mayor intensidad, y continúe penetrándola por detrás. Quería tener el control absoluto de su cuerpo, podía besar su cuello, lamer el sudor de su espalda, respirar el olor de su pelo, y explorar un poco más la sensibilidad de sus pechos y de su sexo.
Sentía como se estremecía sobre mí, como cada vez se volvía más adicta a mí, como el interior de su vagina se contraía y succionaba mi hombría con mayor fuerza. Estaba sucediendo, ella poco a poco se acercaba al orgasmo, y aquellos gemidos apagados que a conciencia buscaba ocultar ya eran algo incontenibles, la temperatura de su piel era incontrolable, su respiración más acelerada que nunca, y el interior de su sexo causaba espasmos más y más fuertes sobre mi miembro. Aquel evento maravilloso estaba sucediendo, no podía contenerme al ver como ella se tensaba y como sus piernas por momentos se ponían rígidas y con los dedos de su mano cavaba sus uñas sobre mi piel, Era una escena gloriosa. Ya no podía contenerme, estaba a punto de reventar y correrme salvajemente en su interior, pero no quería que ese espectáculo finalizara, quería extenderlo lo más que se pudiera. Mi mente daba vueltas y mi razonamiento se perdía, trataba de contener el aliento de la misma forma que ella lo hacía, hasta que de repente, ella expulso todo el aire que contenía en una exhalación casi infinita, al tiempo que yo explotaba mientras que retiraba lo más rápido que podía mi pene de su interior. No lo logre a tiempo, sentí como mi primera descarga impactaba dentro de las paredes de su vagina, mas no así las siguientes, que caían sobre su trasero, sus muslos, y otro poco sobre el espacio vacío de sabana entre nuestras piernas.
Estábamos exhaustos, habíamos tenido un orgasmo casi en simultaneo, y no nos importaba que estuviéramos acostado sobre nuestros jugos sexuales, o si alguien ingresara de repente a la habitación, Solo queríamos estar ambos juntos, por lo menos tomados de las manos mientras nuestros cuerpos se enfriaban poco a poco.
Ella, a pesar de toda la actividad que habíamos tenido, aun se encontraba vivaz, hablaba de cómo se imaginaba su primera vez, y como esta experiencia había llenado sus expectativas, hablaba de un nosotros más comprometido mientras sujetaba mi brazo con ternura.
Yo por mi parte, hacia un sobreesfuerzo para intentar prestar atención a lo que decía, a cada palabra que salía de su boca, no quería rebelar esa mala costumbre que tenemos los varones de dormirnos después del sexo, acto involuntario y muy poco comprendido por las mujeres.
Sabía que no duraría consiente mucho tiempo más, me aproxime a su espalda nuevamente y con un fuerte abrazo le dije tiernamente al oído te quiero. Y caí rendido.
Al día siguiente fui el primero en abrir los ojos, me quedé asombrado de lo hermosa que se veía dormida a mi lado, y comencé a sentir culpa. Haber intentado utilizar a una chica que claramente sentía algo muy especial por mí, como un medio de paso en el cual poder descargar mis necesidades sexuales, Alguien que confió lo suficiente en mi como para que la guiase en su primer experiencia sexual, y yo haberla convencido pero teniendo en mente el cuerpo de otra mujer
Mi comportamiento fue canallesco y lo sigue siendo, porque a pesar de no haber tenido solo sexo con Camila, sino que llanamente haberle hecho el amor, aún mantenía en mente la idea de poder hacerlo con Lucia.
Solo espero con ansias la fecha de nuestra próxima reunión y saber hasta dónde sería capaz de llegar, no soy un monstruo solo quizás me obsesioné con la persona equivocada, y en un momento equivocado
1 comentarios - A escondidas - parte 2
He aquí un pequeño secreto, mis relatos tienen un 80% de verdad y un 5% de fantasía, el 15% restante es solo saber narrarlo.