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Todos lo hemos hecho aunque sea una vez

Ayer, cumpleaños de Mishel, lallevé a tomar unos tragos. Ella es asesora bancaria, excompañera de instituto ycómplice de diversas aventuras: le chupe las tetas en el sillón de la discotecamientras nuestros amigos bailaban, me meneó la pija en un KFC, cogimos en losbaños del instituto mientras su novio nos avanzaba la tarea.


Ahora, sentados en esta mesa delbar, le sobo la concha, en la mesa del frente dos mujeres nos observan dereojo. Mishel se inclina hacia atrás con las piernas cruzadas, su jean aprietasu concha, su vulva hinchada traza dos montes en el pantalón. Las mujerescruzan palabras, no dejan de mirar.


Con dificultad sacó el botón desu jean y el cierre cede hasta la mitad, ingreso la mano, palpo, su calzón estámojado, abre la pierna ligeramente, introduzco dos dedos por el costado de sucalzón, un olor a pescado inunda nuestra mesa, siento su bello vaginal, mojado,suave y viscoso. Sus labios vaginales están apretados, con apenas un dedo alcanzosu vagina, ese coñito insistentemente apretado que compartimos su novio y yo. Memuerde el cuello y susurra, mételo; dibujo círculos alrededor de su coño; lasmujeres de enfrente miran con atención como si presenciaran el final de sutelenovela favorita; el ingreso está apretado, empujo y por la lubricidad de sucoño, mi dedo se introduce de golpe hasta la base, Mishel tiembla de sobresalto,se repone y como si su coño fuera la ventosa de un pulpo, aprieta con el coñomi dedo, lo absorbe hacia adentro; perra, remuevo sus carnes, adentro estámojado y caliente. Con esfuerzo libero mi dedo, lo huelo, olor marino, cesta demariscos; diluyo sus jugos vaginales en nuestros vasos de whisky; le digo, saludpor tu cumpleaños. Mishel se cubre el pubis con su abrigo y las mujeres deenfrente desahogan el aliento de su pecho y vuelven a sorber su café.




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