Era de noche, segunda semana de enero. Llevaba tres semanas de soltero, mi novia me había dejado porque ya no había nada en la relación. Había estado jugando por acá por chat, pero nada más que un par de pajas y a dormir.
Vivo en un 6to piso, y algunas noches me molestan los que se juntan en la plaza bajo mi edificio, sobre la rambla de Montevideo, a escuchar música fuerte o gritar a altas horas de la noche. Esa vez saqué a pasear a mi perro antes de dormir. Me puse un short que tenía a mano y una remera ligera. Ni bien pasé el portón del edificio vi que había bastante gente en la plaza, y muchos miraron, probablemente esperando que fuera algún viejo -como los que viven en mi edificio- que iba a insultarlos. Pero yo simplemente seguí de largo.
Me pareció recibir algunos chiflidos, pero los ignoré. ¿Por qué serían para mí, si venían de hombres? Estuve cinco minutos paseando a Dido, y luego volví. De camino al apartamento, volví a sentir los chiflidos. Miré a los muchachos de la plaza, los quedé mirando fijo, y ellos hicieron lo mismo. Uno de ellos, creo, se agarró la entrepierna.
Al subir al edificio repasé la situación, era surreal. Al día siguiente no trabajaba, seguía de licencia, entonces no tenía mucho apuro en acostarme. Para esto eran la una de la mañana, más o menos. Mi duda era entre entrar a xvideos, y que sea una noche más, o volver a pasear por la plaza y ver hasta dónde llegaba mi curiosidad. La última opción me daba terror, ya que soy completamente un novato, pero finalmente la terminé tomando. Me lavé la cara, me acomodé y bajé nuevamente. Ni bien estaba trancando el portón al salir, se repitió el silbido desde el mismo lugar. Eran tres muchachos.
Me acerqué a ellos y me senté en el banco, empezamos a hablar, eran muy amables. A los cinco minutos uno se fue, diciendo que era muy tarde. Poco después yo me paré, pero uno de ellos puso su mano en mi culo. Me gustó, mi corazón empezó a ir a mil. Me volví a sentar, y su mano empezó a recorrerme, hasta agarrarme la verga. Estaba bien gorda, pero todavía no dura. Su compañero se acercó a mí y apoyó su mano en mi rodilla. A esta altura estaba aterrado, completamente aterrado, pero excitadísimo. Me sentía vivo.
A los minutos me ofrecen ir al auto de ellos, "a dar una vuelta". Me subí en el lugar de acompañante, uno de ellos al asiento de conductor y el otro atrás. No llegamos a arrancar el auto, que el conductor había sacado la verga hacia afuera. No lo pensé, no lo medí ni analicé, simplemente me agaché y empecé a chupársela. Nunca había sentido una pija con mis labios, sin embargo por cómo gemía él, creo que lo estaba haciendo bien. El otro se masturbaba en el asiento de atrás y cada tanto me tocaba el culo.
En un momento dejo de chupársela, inclino mi asiento y ayudo al otro con la paja, mientra el conductor empieza a pajearme a mí. Ahí estábamos, tres hombres llenos de deseo sexual y con cero prejuicio, masturbándonos entre nosotros en un 206 en plena rambla montevideana.
El primero en acabar fue el del asiento trasero, después yo y por último el conductor, a quien hice acabar mientras me miraba fijo a los ojos y yo le tocaba los huevos peludos e hirviendo. Nos reímos, me despedí, y volví a mi apartamento.
Deseando que ningún vecino haya visto nada, ¿o que hayan visto todo?
Vivo en un 6to piso, y algunas noches me molestan los que se juntan en la plaza bajo mi edificio, sobre la rambla de Montevideo, a escuchar música fuerte o gritar a altas horas de la noche. Esa vez saqué a pasear a mi perro antes de dormir. Me puse un short que tenía a mano y una remera ligera. Ni bien pasé el portón del edificio vi que había bastante gente en la plaza, y muchos miraron, probablemente esperando que fuera algún viejo -como los que viven en mi edificio- que iba a insultarlos. Pero yo simplemente seguí de largo.
Me pareció recibir algunos chiflidos, pero los ignoré. ¿Por qué serían para mí, si venían de hombres? Estuve cinco minutos paseando a Dido, y luego volví. De camino al apartamento, volví a sentir los chiflidos. Miré a los muchachos de la plaza, los quedé mirando fijo, y ellos hicieron lo mismo. Uno de ellos, creo, se agarró la entrepierna.
Al subir al edificio repasé la situación, era surreal. Al día siguiente no trabajaba, seguía de licencia, entonces no tenía mucho apuro en acostarme. Para esto eran la una de la mañana, más o menos. Mi duda era entre entrar a xvideos, y que sea una noche más, o volver a pasear por la plaza y ver hasta dónde llegaba mi curiosidad. La última opción me daba terror, ya que soy completamente un novato, pero finalmente la terminé tomando. Me lavé la cara, me acomodé y bajé nuevamente. Ni bien estaba trancando el portón al salir, se repitió el silbido desde el mismo lugar. Eran tres muchachos.
Me acerqué a ellos y me senté en el banco, empezamos a hablar, eran muy amables. A los cinco minutos uno se fue, diciendo que era muy tarde. Poco después yo me paré, pero uno de ellos puso su mano en mi culo. Me gustó, mi corazón empezó a ir a mil. Me volví a sentar, y su mano empezó a recorrerme, hasta agarrarme la verga. Estaba bien gorda, pero todavía no dura. Su compañero se acercó a mí y apoyó su mano en mi rodilla. A esta altura estaba aterrado, completamente aterrado, pero excitadísimo. Me sentía vivo.
A los minutos me ofrecen ir al auto de ellos, "a dar una vuelta". Me subí en el lugar de acompañante, uno de ellos al asiento de conductor y el otro atrás. No llegamos a arrancar el auto, que el conductor había sacado la verga hacia afuera. No lo pensé, no lo medí ni analicé, simplemente me agaché y empecé a chupársela. Nunca había sentido una pija con mis labios, sin embargo por cómo gemía él, creo que lo estaba haciendo bien. El otro se masturbaba en el asiento de atrás y cada tanto me tocaba el culo.
En un momento dejo de chupársela, inclino mi asiento y ayudo al otro con la paja, mientra el conductor empieza a pajearme a mí. Ahí estábamos, tres hombres llenos de deseo sexual y con cero prejuicio, masturbándonos entre nosotros en un 206 en plena rambla montevideana.
El primero en acabar fue el del asiento trasero, después yo y por último el conductor, a quien hice acabar mientras me miraba fijo a los ojos y yo le tocaba los huevos peludos e hirviendo. Nos reímos, me despedí, y volví a mi apartamento.
Deseando que ningún vecino haya visto nada, ¿o que hayan visto todo?
4 comentarios - Bajé a la plaza y se me abrió un mundo