Esto es un anexo al relato de Cacho. Un bonus track...
A los pocos días de la mastodóntica garchada que nos dimos, se aparece por la oficina. Lo veo venir ya desde la ventana. Se baja del taxi, apaga el cigarrillo aplastándolo con el zapato en la vereda y se acerca a la puerta.
Yo estoy atendiendo a un socio, así que tiene que esperar su turno en la sala de espera, siempre cumpliendo los estrictos protocolos de distanciamiento.
-Ya te atiendo Carlos...- le digo, llamándolo por su nombre y no por el apodo.
Como el trámite se demora, veo que comienza a impacientarse. Mirándolo de reojo me doy cuenta como se acomoda el bulto para un lado, para el otro, como si no le cupiera dentro del pantalón. Gesto que me pone de la cabeza.
No hay nada que me resulte más viril que un hombre acomodándose el bulto. Me trastorna por completo.
Termino lo que estoy haciendo y le prometo al socio que para fin de semana su problema estará resuelto.
-Estamos en contacto...- lo despido, acompañándolo hasta la puerta.
Recién cuando el tipo sale de la oficina, Cacho se levanta, exhibiendo en la entrepierna una carpa de proporciones alucinantes.
Me sonrío...
-¿Viene por alguna emergencia, señor?- le pregunto en tono juguetón.
-Iba con el taxi, a buscar a un pasajero, cuando me puse a pensar en lo del otro día, y... terminé acá-
-Ya veo...- le digo echándole una mirada más que divertida a tremendo abultamiento.
-No pienses que te estoy acosando, vine solo para que sepas que estuve pensando en vos... Nada más... No busco ninguna otra cosa- se defiende.
-¿Ah no?-
-Para nada- niega enfático.
Ya está dando la media vuelta para irse, cuándo lo detengo.
-Cacho, pará, ¿te vas a ir así?- le pregunto en obvia alusión a la erección que ostenta.
Se la mira y se ríe.
-Voy a tener que esperar un rato, parece-
-Se me ocurre algo mejor...- le digo.
Volteo el cartelito de la puerta a "cerrado", cierro con llave, y caminando en una forma que hace que se le desorbiten los ojos, me dirijo hacia la parte de atrás de la oficina, la que está escondida, haciéndole señas con un dedito para que me siga.
Por supuesto viene tras de mí, apuntándome con ese terrible bulto que parece querer escapársele del pantalón.
Entramos a la trastienda y buscando rápido refugio entre los bártulos que allí se amontonan, nos besamos con la pasión y el desenfreno que aún nos acosa desde hace dos días.
La mano de Cacho enseguida se escabulle entre mis piernas. Estoy en pollera, así que rápidamente encuentra su objetivo.
Desliza los dedos a través del elástico de la bombacha y me toca justo ahí, en dónde más lo siento. Me acaricia y frota con sus dedos de chorizo, haciendo que la humedad se vuelva más densa, más intensa.
-¡Te estás mojando...!-
-¡Siiiii...! ¡Por ésto...!- asiento, apretándole el paquete, dándole un pellizco que lo hace estremecer.
Le desabrocho el pantalón, se la sacó toda hinchada, enardecida, y manteniéndola bien apretada, se la sacudo con entusiasmo.
Enseguida me agarra con ambas manos de las nalgas, las palmas bien abiertas, abarcando con sus dedos toda la cola y alzándome en upa, me la mete sin forro, hundiéndose hasta lo más profundo de un enérgico y certero envión.
Antes me había corrido oportunamente la bombacha, dejando libre el acceso a esa parte de mi cuerpo que lo atrae con tal magnetismo que no puede resistirse.
Me sujeta con firmeza, y me empieza a bombear, dentro - fuera, dentro - fuera, golpeándome la espalda contra la pared, una de durlock que pusimos para separar el ambiente y tener otro cuarto que nos sirviera de archivo.
Colgada de su cuello, enlazo las piernas en torno a su cintura, recibiéndolo con gemidos de deseo y gratitud.
Volvemos a besarnos con toda la boca, con las lenguas, chupándonos, mordiéndonos, fluyendo el uno dentro del otro, resbalando, presos del desenfreno y la lujuria.
PLAP PLAP PLAP... PLAP PLAP PLAP...
Los golpes arrecian, fuertes, potentes, invasivos.
Me siento como en una nube, suspendida en algún lugar entre el cielo y el infierno, con esa pija endemoniada como único centro de gravedad.
-¡Acabame en la boca...!- le pido, casi que le exijo, respirándole excitada al oído, mordiéndole la oreja, sintiendo ya ese ardor que precede al momento primordial de la vida.
Incentivado por mis palabras, por mi deseo, Cacho acelera las embestidas, indómito, aguerrido, irrefrenable.
Me aniquila con cada empuje, golpeándome cada vez más fuerte contra el durlock, amenazando con voltearlo sino en éste, en el siguiente.
Cuándo ya está a punto, en ese instante previo, incapaz de contenerse ni un solo segundo más, me suelta, me libera, echándome a sus pies.
Caigo de cuclillas en el suelo justo cuando empiezan a saltar los primeros chorros de leche.
Se la agarro con una mano, firme, entusiasta, y apuntando hacia mi boca abierta me tragó todo lo que viene después. Manantial de vida... De pureza... De placer...
El paladar se me llena de semen, el semen de ese tachero cuarentón, separado tres veces, aunque vuelto a juntar, según supo decirme, con la primera, la madre de sus hijos.
-Con la segunda tengo una piba, pero no sé, no creo que sea mía- se había sincerado aquella tarde en el telo, entre un polvo y otro -Era más puta esa turra- me confía en alusión a su ex.
-Yo también tengo un hijo de otro- decido sincerarme yo también.
-Es que vos también sos terrible puta...- afirma, apretándome una teta.
Retengo aquel elixir lácteo un momento, dejando que mis papilas gustativas se impregnen con su sabor... Sabor a hombre, a virilidad, a placer culposo...
Desde abajo lo miro a los ojos y me lo trago, hasta la última gota, haciendo ruido con la garganta a medida que el denso fluido la atraviesa, derramándose cálido, efusivo, como una cascada.
En pleno éxtasis, Cacho me refriega la pija todavía pringosa y erecta por toda la cara, haciéndome sentir su pesadez, su exuberancia.
Le paso la lengua a todo lo largo y se la chupo para limpiársela, para dejársela abrillantada y bien pulida.
Luego me agarra de los brazos, me levanta de un tirón y me besa en la boca, pese a que acabo de tragarme su polvo y que en mi paladar aún hay restos de aquella descarga.
Ya más relajados, nos arreglamos las ropas. Él se sube el calzoncillo, el pantalón y se abrocha el cinturón. Yo me doy cuenta que tengo la camisa manchada de esperma, por lo que tengo que cambiármela. Siempre tengo una muda extra en la oficina, así que me pongo otra.
Por suerte cuándo salimos de la trastienda no hay nadie esperando afuera, sino se hubiese dado cuenta fácilmente de lo que estuvimos haciendo. Los dos estamos con ese rubor y esa impronta que todos tenemos después de echarnos un buen polvo.
Lo acompaño a la puerta, giro la llave para abrir, volteo el cartelito a "Abierto", y lo despido con un beso, esta vez en la mejilla.
-No te pierdas...- le digo antes de que se vaya, aunque sabía que eso sería bien difícil.
Cacho ya era otro rehén de mi sexualidad, otro más, otro de tantos...
A los pocos días de la mastodóntica garchada que nos dimos, se aparece por la oficina. Lo veo venir ya desde la ventana. Se baja del taxi, apaga el cigarrillo aplastándolo con el zapato en la vereda y se acerca a la puerta.
Yo estoy atendiendo a un socio, así que tiene que esperar su turno en la sala de espera, siempre cumpliendo los estrictos protocolos de distanciamiento.
-Ya te atiendo Carlos...- le digo, llamándolo por su nombre y no por el apodo.
Como el trámite se demora, veo que comienza a impacientarse. Mirándolo de reojo me doy cuenta como se acomoda el bulto para un lado, para el otro, como si no le cupiera dentro del pantalón. Gesto que me pone de la cabeza.
No hay nada que me resulte más viril que un hombre acomodándose el bulto. Me trastorna por completo.
Termino lo que estoy haciendo y le prometo al socio que para fin de semana su problema estará resuelto.
-Estamos en contacto...- lo despido, acompañándolo hasta la puerta.
Recién cuando el tipo sale de la oficina, Cacho se levanta, exhibiendo en la entrepierna una carpa de proporciones alucinantes.
Me sonrío...
-¿Viene por alguna emergencia, señor?- le pregunto en tono juguetón.
-Iba con el taxi, a buscar a un pasajero, cuando me puse a pensar en lo del otro día, y... terminé acá-
-Ya veo...- le digo echándole una mirada más que divertida a tremendo abultamiento.
-No pienses que te estoy acosando, vine solo para que sepas que estuve pensando en vos... Nada más... No busco ninguna otra cosa- se defiende.
-¿Ah no?-
-Para nada- niega enfático.
Ya está dando la media vuelta para irse, cuándo lo detengo.
-Cacho, pará, ¿te vas a ir así?- le pregunto en obvia alusión a la erección que ostenta.
Se la mira y se ríe.
-Voy a tener que esperar un rato, parece-
-Se me ocurre algo mejor...- le digo.
Volteo el cartelito de la puerta a "cerrado", cierro con llave, y caminando en una forma que hace que se le desorbiten los ojos, me dirijo hacia la parte de atrás de la oficina, la que está escondida, haciéndole señas con un dedito para que me siga.
Por supuesto viene tras de mí, apuntándome con ese terrible bulto que parece querer escapársele del pantalón.
Entramos a la trastienda y buscando rápido refugio entre los bártulos que allí se amontonan, nos besamos con la pasión y el desenfreno que aún nos acosa desde hace dos días.
La mano de Cacho enseguida se escabulle entre mis piernas. Estoy en pollera, así que rápidamente encuentra su objetivo.
Desliza los dedos a través del elástico de la bombacha y me toca justo ahí, en dónde más lo siento. Me acaricia y frota con sus dedos de chorizo, haciendo que la humedad se vuelva más densa, más intensa.
-¡Te estás mojando...!-
-¡Siiiii...! ¡Por ésto...!- asiento, apretándole el paquete, dándole un pellizco que lo hace estremecer.
Le desabrocho el pantalón, se la sacó toda hinchada, enardecida, y manteniéndola bien apretada, se la sacudo con entusiasmo.
Enseguida me agarra con ambas manos de las nalgas, las palmas bien abiertas, abarcando con sus dedos toda la cola y alzándome en upa, me la mete sin forro, hundiéndose hasta lo más profundo de un enérgico y certero envión.
Antes me había corrido oportunamente la bombacha, dejando libre el acceso a esa parte de mi cuerpo que lo atrae con tal magnetismo que no puede resistirse.
Me sujeta con firmeza, y me empieza a bombear, dentro - fuera, dentro - fuera, golpeándome la espalda contra la pared, una de durlock que pusimos para separar el ambiente y tener otro cuarto que nos sirviera de archivo.
Colgada de su cuello, enlazo las piernas en torno a su cintura, recibiéndolo con gemidos de deseo y gratitud.
Volvemos a besarnos con toda la boca, con las lenguas, chupándonos, mordiéndonos, fluyendo el uno dentro del otro, resbalando, presos del desenfreno y la lujuria.
PLAP PLAP PLAP... PLAP PLAP PLAP...
Los golpes arrecian, fuertes, potentes, invasivos.
Me siento como en una nube, suspendida en algún lugar entre el cielo y el infierno, con esa pija endemoniada como único centro de gravedad.
-¡Acabame en la boca...!- le pido, casi que le exijo, respirándole excitada al oído, mordiéndole la oreja, sintiendo ya ese ardor que precede al momento primordial de la vida.
Incentivado por mis palabras, por mi deseo, Cacho acelera las embestidas, indómito, aguerrido, irrefrenable.
Me aniquila con cada empuje, golpeándome cada vez más fuerte contra el durlock, amenazando con voltearlo sino en éste, en el siguiente.
Cuándo ya está a punto, en ese instante previo, incapaz de contenerse ni un solo segundo más, me suelta, me libera, echándome a sus pies.
Caigo de cuclillas en el suelo justo cuando empiezan a saltar los primeros chorros de leche.
Se la agarro con una mano, firme, entusiasta, y apuntando hacia mi boca abierta me tragó todo lo que viene después. Manantial de vida... De pureza... De placer...
El paladar se me llena de semen, el semen de ese tachero cuarentón, separado tres veces, aunque vuelto a juntar, según supo decirme, con la primera, la madre de sus hijos.
-Con la segunda tengo una piba, pero no sé, no creo que sea mía- se había sincerado aquella tarde en el telo, entre un polvo y otro -Era más puta esa turra- me confía en alusión a su ex.
-Yo también tengo un hijo de otro- decido sincerarme yo también.
-Es que vos también sos terrible puta...- afirma, apretándome una teta.
Retengo aquel elixir lácteo un momento, dejando que mis papilas gustativas se impregnen con su sabor... Sabor a hombre, a virilidad, a placer culposo...
Desde abajo lo miro a los ojos y me lo trago, hasta la última gota, haciendo ruido con la garganta a medida que el denso fluido la atraviesa, derramándose cálido, efusivo, como una cascada.
En pleno éxtasis, Cacho me refriega la pija todavía pringosa y erecta por toda la cara, haciéndome sentir su pesadez, su exuberancia.
Le paso la lengua a todo lo largo y se la chupo para limpiársela, para dejársela abrillantada y bien pulida.
Luego me agarra de los brazos, me levanta de un tirón y me besa en la boca, pese a que acabo de tragarme su polvo y que en mi paladar aún hay restos de aquella descarga.
Ya más relajados, nos arreglamos las ropas. Él se sube el calzoncillo, el pantalón y se abrocha el cinturón. Yo me doy cuenta que tengo la camisa manchada de esperma, por lo que tengo que cambiármela. Siempre tengo una muda extra en la oficina, así que me pongo otra.
Por suerte cuándo salimos de la trastienda no hay nadie esperando afuera, sino se hubiese dado cuenta fácilmente de lo que estuvimos haciendo. Los dos estamos con ese rubor y esa impronta que todos tenemos después de echarnos un buen polvo.
Lo acompaño a la puerta, giro la llave para abrir, volteo el cartelito a "Abierto", y lo despido con un beso, esta vez en la mejilla.
-No te pierdas...- le digo antes de que se vaya, aunque sabía que eso sería bien difícil.
Cacho ya era otro rehén de mi sexualidad, otro más, otro de tantos...
23 comentarios - Cacho, el bonus track...
Un polvo rápido pero bueno. A veces no hay tiempo para más.
Van diez puntos.
Porfa lee el msj que te tuve que mandar marita.