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Compañera Ainoa ll

Primera parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/3915753/Companera-Ainoa.html


Después de mi primer encuentro con Ainoa en el coche, frente a su portal, los días fueron pasando sin más. Al día siguiente ninguno de los dos comentó nada al respecto y seguimos como si tal cosa. Supongo que cada uno esperaba que fuera el otro quien sacara el tema. Aunque, eso sí, aquél encuentro propició gran cantidad de pajas por mi parte, empezando por una monumental al llegar a mi casa aquél día y asimilar lo ocurrido.



De todas formas, algo sí que había cambiado. Nuestras conversaciones seguían siendo muy informales y llenas de camaradería y complicidad, aunque desaparecieron de las mismas todas las referencias sexuales. Es decir, no volvimos a tratar el tema de chupar pollas ni a hablar de los atributos de nuestras compañeras de trabajo. Y, aunque volví a llevarme el coche unos cuantos días después de aquél, por si acaso, Ainoa no me volvió a pedir que la acercara a su casa. Tampoco volvió a ponerse nunca aquella falda vaquera.



Hasta que un día, de repente, la falda volvió a aparecer. Era un día soleado, como los últimos días anteriores a aquél, por lo que no cabía la excusa de los vaqueros mojados que había utilizado en nuestro encuentro anterior. Cuando Ainoa llegó a la oficina yo ya llevaba allí un rato, así que pude observarla desque que entró hasta que se sentó en su sitio. De nuevo traía las medias de malla y los botines. En la parte superior llevaba una camiseta morada de manga larga con un escote realmente generoso. Bajo la camiseta llevaba un top negro cuyos tirantes le asomaban en los hombros, lo cual me parecía sumamente sexy.



Supongo que sería por el top que llevaba, pero el caso es que sus pechos me llamaron poderosamente la atención. Parecían más grandes que de costumbre. Si normalmente tenían un tamaño normal, en esta ocasión parecían como un par de tallas mayores. Además se veían redondos y firmes. El escote le llegaba casi hasta la altura de los pezones, con lo que gran parte de sus pechos eran visibles. Eran blancos, como el resto de su piel, y parecían tersos y duros. En el pecho izquierdo tenía una peca casi a la altura del pezón, ligeramente por encima de donde debía estar éste.



Cuando se sentó pude ver cómo me dirigía una mirada disimulada, y juraría que vi dibujarse una media sonrisa en su boca. Inmediatamente mi cabeza se llenó de recuerdos de nuestro encuentro en mi coche, aumentados ahora por mi mente fantasiosa y la visión de su escote y de esos pechos tan perfectamente redondos. Noté cómo mi excitación iba aumentando y me revolví en mi asiento. Traté de apartar la mirada pero era imposible. Así que opté por levantarme e ir al baño.



Una vez allí me metí en un excusado y me encerré. Me bajé los pantalones y los calzoncillos, me senté en el váter, agarré mi polla con la mano y comencé a pajearme. En seguida se puso dura como una piedra. Cerré los ojos y comencé a recordar cuando era Ainoa quien me masturbaba. Recordé el beso posterior en el que intercambiamos parte de mi corrida. En esta ocasión, mi mente siguió trabajando y ahora, mientras la besaba, mi mano se dirigía a su pecho, acariciándolo y estrujándolo. En mis pensamientos llevaba puesta la misma camiseta morada, por lo que fue muy fácil liberar uno de sus pechos y bajar mis labios hasta él, lamiéndolo hasta llegar al pezón. Una vez allí comencé a besarlo y a apresarlo entre mis labios, mientras succionaba con fuerza. Con la punta de mi lengua jugaba con él, moviéndolo de un lado a otro y en círculos. Lo agarraba con los dientes y apretaba suavemente, sin dejar de lamerlo, mientras ella jadeaba.



No fue necesario mucho más, puesto que rápidamente noté cómo me venía un orgasmo. Tuve que apretar los dientes para ahogar un grito de placer cuando la leche comenzó a salir a borbotones de mi polla tiesa. Me eché hacia atrás y traté de apuntar con el capullo hacia la taza del váter, de manera que mi corrida no se esparciera por todo el baño. A duras penas lo conseguí, mientras mi polla seguía escupiendo y yo muriéndome de gusto. Tuve que quedarme allí sentado unos segundos, reponiéndome y jadeando, hasta que por fin me vi con fuerzas para salir.



Me miré en el espejo y vi que tenía la cara completamente acalorada. Traté de refrescarme un poco con agua del grifo y volví a la oficina. Me dirigí rápidamente a mi sitio para tratar de no llamar mucho la atención y centré la mirada en la pantalla del ordenador, aunque estaba demasiado exhausto como para trabajar. Pero no quería que nadie reparara en mí por si notaban algo. Aun así, al instante apareció una nota en la pantalla:



- ¿Qué tal ha ido?

Era Ainoa, claro.

- ¿A qué te refieres?
- Pues a qué va a ser, hombre. Al baño. Has tardado mucho para haber ido sólo a mear. Y además, se te ve un poco alterado.
- Joder, cómo me vigilas.
- Pues como tú a mí, guapo. Que cuando he entrado me comías con los ojos.
- Coño, Ainoa, porque has vuelto a venir con la falda.
- ¿Y?
- Pues que me ha traído recuerdos. Seguro que lo has hecho a posta, porque hoy no ha llovido.
- Pues si te digo la verdad, sí, lo hice un poco a propósito. ¿Y la camiseta, te gusta?
- ¿Que si me gusta? Joder, me ha puesto a mil. Vaya tetas tienes, Ainoa. Son perfectas.
- ¿Te gustan? ¿Te corriste sobre ellas cuando fantaseabas en el baño?
- Joder, Ainoa, vaya pregunta. Pues no, no. Me corrí pensando en lo del otro día en mi coche.
- Ah, eso. Sí, a mí también me ha dado mucho juego desde entonces. Estuvo bien.
- La putada es que hoy no vine en coche, así que no podré acercarte a casa.
- Bueno, pero puedes acompañarme igualmente, aunque vayamos en metro.
- Sí, por supuesto, eso seguro. Me avisas cuando te vayas y me voy contigo.
- Vale.



Pasé el resto de la mañana imaginando qué pasaría durante ese viaje de vuelta a casa. ¿Repetiríamos lo de la otra vez? ¿Iríamos más allá? ¿Dónde podríamos hacerlo? La idea de Ainoa pajeándome en público me excitaba mucho. Por no hablar de cómo sería si fuéramos a más.



Así llegó la hora de la comida. Esta vez fuimos a comer con otros cuatro compañeros. Al llegar al restaurante vi que Ainoa se sentaba en un lateral de una mesa de seis: dos por cada lado y otros dos en los extremos. Rápidamente me senté a su lado. Seguramente la vista sería mucho mejor desde el frente, donde ese escote me habría vuelto loco toda la comida. Pero Ainoa había venido ese día pidiendo guerra y yo se la iba a dar.



Pedimos la comida y comenzamos una conversación absurda y carente por completo de interés. De vez en cuando miraba de reojo a Ainoa, que parecía seguir muy interesada la conversación. Desde mi ángulo podía ver aún un poco más dentro de su escote, además de tener una visión perfecta de sus muslos, como cuando estábamos sentados en el coche uno junto al otro.



Cuando el camarero trajo los primeros platos, Ainoa cogió su servilleta y la puso sobre sus muslos, tapándome la visión. A continuación cogió un cubierto y comenzó a comer. Lo mismo hice yo, que agarré el tenedor y empecé a juguetear con un plato de macarrones antes de lanzarme a comerlos.



En un momento dado decidí pasar de la comida y lanzarme de lleno a mi propósito inicial. Así pues, y aunque seguía jugueteando con los macarrones para disimular, bajé la mano izquierda hasta mi rodilla. Ainoa es zurda y yo diestro, y ella estaba sentada a mi izquierda, por lo que tenía vía libre para deslizar mi mano desde mi rodilla izquierda hasta su rodilla derecha. Al hacerlo, Ainoa dio un pequeño respingo y giró levemente la cabeza hacia mí, dirigiéndome una mirada mezcla de sorpresa y reproche.



Pero no hizo ningún intento de retirar mi mano, por lo que la mantuve allí unos segundos. Al poco rato empecé a acariciarle la rodilla. La notaba huesuda bajo mi mano, y muy tersa por el roce de la media. Fui acariciándola en círculos cada vez más amplios. Cuando me cansé de su rodilla comencé a dirigir mi mano hacia arriba por el muslo. Ainoa puso su mano derecha cobre la mía tratando de pararme, aunque yo seguí subiendo. Ella hacía algo de fuerza, pero no demasiada para que no nos pillaran, por lo que pude finalmente alcanzar la parte más gruesa de su muslo y ella pareció desistir en su empeño de evitarlo.



En este punto extendí mi mano y comencé a acariciar por completo su pierna, de arriba abajo. Acariciaba tanto la parte que quedaba al descubierto como la tapada por la falda. Aunque en la parte descubierta acariciaba también la cara interna del muslo. El tacto era maravilloso. Mi polla comenzó a tensarse por la excitación. Decidí centrarme en acariciar la parte que la falda dejaba al descubierto, donde la sensibilidad era mayor, así como el recorrido. Recorría su muslo de abajo arriba, llegando hasta el borde de la falda. Poco a poco fui haciendo cada vez un poco más de presión al llegar al borde, de manera que con cada recorrido ascendente subía ligeramente la falda de Ainoa, dejando al descubierto una porción cada vez mayor de su muslo.



A todo esto, Ainoa continuaba enfrascada en la conversación, como si nada de aquello fuera con ella. Una vez que cedió ante mi empuje inicial por acariciarla debió pensar que lo mejor era dejarse hacer y ver hasta dónde llegaba. Pero yo estaba dispuesto a llegar hasta donde me dejasen. Así que, cuando vi que la falda había subido todo lo que podía, cambié de táctica. En lugar de acariciar su muslo desde la rodilla me dediqué a acariciarlo por la zona del borde de la falda. Lo que hacía era tratar de alcanzar con los dedos lo más arriba que pudiese. Ante mi sorpresa, Ainoa separó un poco las piernas, de manera que mi rango de alcance era mayor. Además, con este movimiento la falda subió incluso un poco más, con lo que mis dedos pronto comenzaron a acariciar sus muslos a la altura de la ingle.



Ahora mi mano agarraba por completo toda la cara interna de su muslo, mientras mis dedos chocaban contra su ingle. Podía notar el roce de sus braguitas contra mi dedo meñique a través de las medias. Me dediqué a restregar el dedo por esa zona suavemente. Poco a poco fui avanzando, aumentando las caricias a un dedo más cada vez, hasta acabar por acariciarle la braguita con la mano entera. Notaba la zona caliente. Con el dedo corazón empecé a ejercer un poco más de presión que con el resto, tratando de localizar y sentir sus labios vaginales. Acariciaba su entrepierna de arriba a abajo apretando con fuerza mis dedos y agarrándola con toda la mano, disfrutando del calor que desprendía.



Pronto decidí avanzar un poco más. Subí la mano hasta el borde de sus medias y deslicé mi mano bajo ellas. Ahora notaba directamente entre mis dedos la suavidad de la braguita. Comencé a jugar con ella en movimientos circulares, acariciándola con delicadeza. Era una braguita estrecha, que apenas parecía cubrir su coño. No obstante, no noté el contacto de vello con mis dedos, por lo que debía de tener el coño depilado. Esto me puso aún más cachondo. Mi polla empezó a luchar con mis calzoncillos por salir del pantalón.



Con el dedo corazón fui subiendo y bajando por encima de la braguita, mientras con los dos dedos de al lado iba recorriendo el lateral de la misma, sumergiendo las yemas bajo las costuras. Ainoa se revolvía en la silla ligeramente pero seguía disimulando.



Entonces apareció el camarero para retirar los primeros platos y traer los segundos. Saqué apresuradamente mi mano de la entrepierna de Ainoa y agarré mi comida. Ella hizo lo propio, como el resto y seguimos comiendo. Inmediatamente volví a lo mío, aunque esta vez fui directo al grano. Deslicé la mano bajo las medias y localicé la costura superior de las braguitas. La levanté e introduje los dedos lentamente bajo ella. Efectivamente, tenía el coño depilado casi por completo. Tan sólo parecía tener un poco de vello en la parte superior. Me dediqué a juguetear con él entre mis dedos por unos instantes. Luego seguí descendiendo hasta encontrar sus labios. Encontré su coño totalmente húmedo y caliente. Sus labios se abrieron de par en par al contacto con mis dedos, por lo que rápidamente pude introducir el dedo corazón y comenzar a frotarlo entre ellos. Noté en la base del dedo su clítoris inflamado. Aumenté el recorrido de mis caricias de manera que rozase el clítoris con casi todo mi dedo.



Ainoa se revolvía cada vez más en la silla y no pudo evitar que se le escapara un jadeo. Lo disimuló como pudo haciendo ver que se había atragantado, pero no hizo ademán de apartarme la mano. Debía estar disfrutando, lo cual me alegraba profundamente y me excitaba aún más. El otro día ella me había hecho a mí una paja increíble y yo ahora quería devolverle el favor.



Introduje el dedo poco a poco en su coño. Primero sólo la punta suavemente. Luego fui aumentando la presión hasta lograr tener el dedo dentro por completo. El tacto era húmedo y caliente. Tenía el coño muy estrecho, supongo que también por la postura de las piernas. No obstante, mi dedo entraba y salía perfectamente, al principio despacio pero cada vez un poco más deprisa. El coño de Ainoa se humedecía por momentos. Podía notar cómo mi dedo se empapaba y empezaba a chapotear. El ruido era cada vez mayor y pensé que acabarían oyéndonos, así que lentamente comencé a sacar el dedo. Pero entonces Ainoa cerró las piernas, como evitando que lo hiciera. Estaba claro que quería que siguiera, y así lo hice.



Volví a meter el dedo, y esta vez lo acompañé con otro más. Estaba follándome su coño con dos dedos, disfrutando de su estrechez. Lo hacía saliendo rápidamente y entrando poco a poco, tratando de llegar cada vez lo más adentro posible. De vez en cuando, con los dos dedos dentro, realizaba movimientos circulares tratando de buscar el roce con su clítoris y darle el mayor placer posible.



Continué así un rato, hasta que Ainoa soltó los cubiertos, agachó la cabeza y la hundió entre sus manos. Luego se tapó la boca con una mano y empezó a soltar unos ruidos que parecían jadeos o gemidos. Yo seguía follándomela con los dedos, ahora ya muy rápidamente. Con la otra mano agarré uno de sus brazos y, sin dejar de follarla, le pregunté:



- ¿Qué te pasa Ainoa, estás bien? ¿Te has vuelto a atragantar?



Ella seguía tapándose la boca y sólo acertó a agitar la cabeza afirmativamente, mientras todos la miraban. Estuvo así unos minutos y luego fue relajándose. Entonces relajé yo también mi follada, retirando los dedos de su coño y dedicándome ya solo a acariciar su muslo nuevamente. Ella retiró la mano de su boca, se giró hacia mí y me dijo:



- Gracias.
- ¿Ya estás mejor?
- Mucho mejor. Gracias, de verdad.
- De nada, mujer. Ha sido un placer.

Y le guiñé un ojo. Ella puso una mano sobre mi entrepierna, agarrando mi polla tiesa por encima del pantalón, y la retiró rápidamente mientras decía:

- Te debo una.

Después de aquello terminamos la comida sin más. Durante el camino de vuelta a la oficina Ainoa y yo nos rezagamos un poco respecto al resto de compañeros, así pudimos charlar.

- Ha estado genial, gracias.
- De nada, Ainoa. Te la debía por la del otro día.
- Bueno, pues habrá que ver cómo y cuándo deshacemos el empate.
- Jaja. Pues cuando tú quieras. Ya sabes: sólo tienes que ponerte esa falda y esas tetas.
- Pues son mis tetas de siempre.
- Pues no lo parecen. Hoy se ven más grandes y más redondas.
- Vale, me pondré también estas tetas, pues.

Al llegar a la oficina me disculpé y me dirigí al baño. Ainoa me miró riéndose y me preguntó:

- ¿Qué, a darlo todo?
- No lo sabes tú bien.
- ¿Quieres que te ayude?
- Por mí encantado, ya lo sabes.



Y me metí en el baño. Fui directamente al mismo excusado que aquella mañana, el más amplio de todos y el que estaba más alejado. De nuevo me bajé los pantalones y los calzoncillos de golpe y me senté en el váter. En cuanto puse la mano sobre mi polla ésta dio un respingo y se puso tiesa por completo. La cogí y me recosté, cerrando los ojos y empezando a recordar la escena de la comida.

En ese momento sonaron unos golpes en la puerta.



- ¡Está ocupado, joder!
- Ya lo sé, guapo. Venía a ayudarte.

¡Dios mío! ¡Era Ainoa! Allí estaba yo, con los calzoncillos por los tobillos, sentado en váter con la polla en la mano, y sin saber qué hacer.

- ¿Es que no me vas a abrir?
- ¡¿Pero cómo quieres que te abra?!
- Coño, pues quitando el pestillo, gilipollas.
- Pero es que no estoy visible.
- No digas gilipolleces. Seguro que estás perfecto. Tal y como yo te quiero ver.

Finalmente me repuse de mi sorpresa y accedí a abrir la puerta. Allí estaba Ainoa, de pie frente a mí. Yo seguía sentado con la polla en la mano. Ella se quedó mirándome y empezó a reírse.

- Jajaja ¡Vaya estampa!
- No te quedes ahí, joder, pasa.



Ella entró y cerró la puerta. Nos quedamos así, mirándonos, durante unos segundos. Entonces me levanté, la agarré por la cintura, la atraje hasta mí y la besé en la boca. Inmediatamente ella me rodeó el cuello con los brazos y abrió sus labios para que nuestras lenguas se encontrasen. Comenzamos a lamernos mutuamente, intercambiando saliva. Era delicioso. Mi polla estaba dura como una roca y notaba cómo se clavaba en su vientre, justo por encima de su entrepierna, pero ella no se apartó.



Subí una mano hasta su pecho, que agarré y estrujé por encima de la camiseta, mientras deslizaba la otra mano hasta su culo y lo apretaba contra mí, asegurándome de que se clavaba toda la dureza de mi polla. Aparté mis labios de los suyos y fui descendiendo hasta su cuello, lamiendo, besando y mordiendo todo el recorrido. Me dediqué a besar y mordisquear su cuello durante un rato, sin dejar de sobar su pecho y apretar su culo.



Pasados unos instantes le bajé la camiseta y el top, sacando su pecho derecho al aire. Aparté la cabeza para contemplarlo. Era grande y blanco. Colgaba un poco y tenía el pezón completamente tieso y con una aureola pequeña y rosada. Agarré el pezón con mis dientes y empecé a succionar sin soltarlo, de manera que rozaba contra ellos con cada chupada. Ainoa gemía y me acariciaba el pelo y la espalda. Yo llevé la mano que tenía en su culo hacia su entrepierna. La deslicé dentro de sus braguitas sobre su coño y comencé a acariciarlo. Seguía húmedo y caliente. Introduje el dedo en su coño y empecé a follarla mientras seguía succionando su pezón.



Cuando noté cómo su coño empezaba a chorrear de nuevo me incorporé, le di un beso y la giré. La puse mirando hacia el váter y la obligué a inclinarse, de manera que quedó apoyada sobre la cisterna con ambas manos. Levanté su falda y le bajé las medias y las bragas hasta los tobillos de un solo golpe. Ante mí quedó su culo, pequeño y prieto. Hice que se agachara un poco más y pude ver cómo asomaba su coño depilado por entre sus piernas.



Dirigí mi boca hasta ese punto y comencé a besarlo. Con la punta de la lengua fui recorriendo los labios como hiciera antes con el dedo corazón, separándolos e introduciéndola entre ellos. Alternaba las lamidas con los besos. Era delicioso sentir su calor y su humedad en mi cara y en mi boca. Ainoa no dejaba de gemir.



Había llegado el momento de pasar a cosas más serias, por lo que me incorporé, sujeté mi polla con una mano y la apunté hacia su coño. Le separé las piernas y deslicé mi capullo restregándolo contra sus labios. Ella gemía cada vez más mientras yo iba embistiendo suavemente y pasando mi capullo enrojecido por toda la superficie de su coño.



- Métemela. Métemela ya, por favor.



Pero yo no tenía ninguna prisa. Quería disfrutar de aquel momento. Y verla sufrir por que la follase aumentaba aún más mi excitación. Así que seguí frotándome un rato, notando cómo mi capullo se humedecía y se llenaba de sus flujos vaginales. Con la punta separé sus labios y repetí el roce, pero ahora un poco más profundamente. El calor envolvía mi capullo, que se deslizaba perfectamente por entre aquellos labios tan lubricados.



- Venga, coño, fóllame de una puta vez.



Finalmente acepté. Ya la había hecho sufrir demasiado, y estaba tan excitado que temía acabar corriéndome sin ni siquiera llegar a penetrarla. Así que detuve mis movimientos, agarré con una mano su cadera y con la otra apunté mi polla hacia el agujero de su coño. Ella abrió aún más las piernas para facilitarme que la penetrara. Cuando mi polla estuvo colocada justo en la entrada de su coño, introduje ligeramente el capullo para no errar en la embestida y agarré sus caderas con las dos manos.
Compañera Ainoa ll


Al principio comencé a follármela lentamente, con embestidas cortas, introduciendo tan sólo una pequeña porción de mi polla. Con cada embestida iba entrando un poco más. Tenía el coño muy estrecho, con lo que entrar era difícil, pero la sensación era increíble. Notaba mi polla completamente aprisionada y rozando por completo con las paredes internas de su vagina. Sus flujos favorecían tremendamente la penetración, pero sin reducir la sensación de presión.



Cuando llegué a introducir prácticamente la mitad de mi polla, Ainoa no pudo aguantar más y se lanzó hacia atrás, clavándosela por completo. Soltó un gemido y se quedó apretada contra mí, aplastándome las pelotas con su culo. Yo seguía agarrándola por las caderas y la apretaba aún más, echando mi pelvis hacia delante para tratar de penetrarla lo más profundo posible.



Ainoa bajó la cabeza, cerró los ojos y se aferró con fuerza a la cisterna. Entonces empezó a moverse hacia atrás y hacia delante, sacando y metiendo mi polla de su coño mojado. Lo hacía despacio pero con fuerza. Echaba el cuerpo hacia delante y, cuando notaba que mi polla estaba a punto de salirse, se paraba y comenzaba a recular para metérsela de nuevo dentro por completo. El placer era inmenso. Su coño estaba tan prieto que la sensación de roce y calor me volvían loco. Echaba tantos fluidos que pronto empezó a oírse un ruido de chapoteo cada vez que mi polla penetraba en su coño. Temía que alguien pudiera oírnos, pero no creí haber oído entrar a nadie en el baño.



Yo mantenía mis manos agarradas a sus caderas y la ayudaba a empalarse con mi verga cuando reculaba, echando a la vez mis caderas hacia delante. Veía su culo pequeño pero prieto rebotando contra mi vientre. Lo azoté un par de veces y Ainoa soltó un gemido de aprobación. Deslicé mis manos hacia sus glúteos, estrujándolos con los dedos y azotándolos mientras ella seguía con su movimiento de vaivén, follándome lentamente. Se notaba que ella también quería que aquello durase un rato.



La visión de aquel culo, y el hecho de tener a Ainoa delante de mí agachada, jadeando y follándome, junto con el placer inmenso que sentía en la polla, hicieron que mi excitación fuese máxima. Faltaba poco para que me corriera. Así que agarré de nuevo las caderas de Ainoa y decidí tomar el mando de la situación, aumentando el ritmo de la follada. Lo hice rápidamente, aumentando el ritmo de mis embestidas y agarrando fuertemente las caderas de Ainoa para tirar de ella hacia mí. La follada empezó a ser salvaje. 


Mis huevos chocaban contra su ingle y su culo contra mi vientre produciendo un sonido fuerte y perfectamente audible por cualquiera que entrase en el baño en ese momento. Pero no me importaba. Estaba a punto de correrme y quería disfrutarlo.



Los pechos de Ainoa se agitaban dentro de su camiseta. Ella había echado su cabeza hacia atrás. Tenía la boca abierta y lanzaba gritos de placer con cada embestida mía. Yo no podía evitar jadear también fuertemente. Mi corrida se acercaba y el placer era máximo. El ritmo de mis embestidas era frenético. Mi polla entraba y salía del coño de Ainoa a una velocidad vertiginosa. Sus gritos se transformaron en uno solo, largo y continuo. Estaba a punto de explotar.



- Ahhh. Joder, Ainoa, qué bueno. Voy a explotar.
- Sííííí. Hazlo dentro de mí, por favor. Hazlo dentro de mí.



No pude aguantar más. Cuando noté que mis huevos empezaban a bombear lancé una última embestida brutal, empalando a Ainoa mientras la apretaba con tanta fuerza contra mí que mis dedos se volvieron blancos. Apreté mi polla contra ella todo lo que pude, tratando de alcanzar el fondo de su vagina. Ella lanzó un grito desgarrador mientras mi leche empezaba a brotar en su interior. Los espasmos de mis caderas encontraron réplica en los suyos, por lo que deduje que ella también estaba teniendo un orgasmo. Nos quedamos en esa posición un rato, mientras mis huevos se iban vaciando poco a poco y nuestros orgasmos producían espasmos por todo nuestro cuerpo. Nuestros gritos de placer se entremezclaron y fueron perdiendo intensidad a medida que lo hacía el orgasmo.



Finalmente mis huevos se secaron y mi polla terminó de escupir leche. Alivié la presión de mis manos y mis caderas y Ainoa también comenzó a relajarse. Me dejé caer sobre su espalda, sin sacar mi polla de su coño. Seguía estando húmedo y caliente, y la sensación de presión sobre mi polla hipersensible tras la corrida era increíble. Abracé a Ainoa y le agarré los pechos introduciendo mis manos bajo la camiseta y el top, acariciándoselos mientras ambos jadeábamos tratando de recuperar la respiración. Ella movía ligeramente sus caderas para sentir mi polla mientras aún estuviera dura. 


Soltó una mano de la cisterna y me agarró los huevos, acariciándolos y estrujándolos como tratando de exprimirles hasta la última gota. Yo empecé a mecer mis caderas para aprovechar al máximo el roce de su coño y favorecer sus caricias en mis huevos.

Finalmente, mi polla perdió toda su dureza y acabó saliéndose del coño de Ainoa. Estaba llena de sus flujos y de mi semen entremezclados. Ainoa se volvió y nos besamos apasionadamente. Había sido un polvo increíble y nos dedicamos a besarnos y juguetear con nuestras lenguas mientras nos abrazábamos, recuperando el aliento y disfrutando del contacto el uno del otro, mientras nos acariciábamos.



- Ha sido increíble, Ainoa, gracias. Tal y como lo había soñado siempre. Te deseo tanto...
- Yo también te deseo a ti. Quiero a mi novio, desde luego, pero tú me pones de una forma que él nunca lo hará.
- A mí me pasa lo mismo. A veces, mientras hago el amor con mi novia, cierro los ojos e imagino que estoy contigo. Me moría de ganas por follarte. Ha sido genial.
- Y eso que aún no lo has probado todo.
- ¿A qué te refieres?
- A mi especialidad, hombre. ¿A qué si no?



En ese momento se separó de mí y agarró mi polla fláccida con una mano, mientras con la otra me agarraba los huevos. Comenzó a masajearlos y estrujarlos, tirando de ellos hacia abajo y clavándome ligeramente las uñas. La sensación de dolor y placer era genial. Con la mano que tenía en mi polla empezó a acariciarla, retirando la piel de mi capullo y jugando con sus dedos sobre él. Lo agarró con dos dedos por la base y empezó a frotarlo, aprovechando la lubricación de sus flujos y mi corrida. A pesar de acabar de correrme, mi polla comenzó a reaccionar con una leve hinchazón.



Yo me quedé de pie mirándola, sin saber qué hacer. Pero ella tenía muy claro lo que quería. Se agachó frente a mí, sin soltar mis huevos, e introdujo mi polla entera en su boca. Con la mano libre se agarró a mi muslo mientras empezaba a succionar. Con la lengua jugueteaba con mi capullo mientras sus labios se aferraban al resto de mi polla. La sensación era demasiado increíble como para que mi polla no reaccionase. Y lo hizo. Comenzó a endurecerse y crecer rápidamente. La visión de Ainoa arrodillada frente a mí, con mi polla en su boca, succionando, me estaba volviendo loco.
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Cuando mi polla hubo alcanzado un tamaño y una dureza aceptables, Ainoa soltó la mano de mi muslo y la agarró por la base. Entonces comenzó a mover la cabeza de atrás hacia delante. Cuando avanzaba abría la boca para meterse mi polla entera dentro. Al retroceder apretaba sus labios mientras succionaba, e iba recorriendo toda la superficie de mi polla con la lengua. Hacía este movimiento lentamente, lamiéndomela por completo, hasta el último milímetro. Con la mano iba recorriendo la parte de polla que quedaba fuera de su boca, pajeándome a la vez que me la chupaba.



Me moría de gusto. Mi polla estaba de nuevo tiesa y dura como una piedra. Sus movimientos fueron ganando en intensidad y velocidad. Seguía recorriendo mi polla con su lengua y ahora me estaba follando con los labios. Las caricias en mis huevos continuaban.
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En un momento dado, Ainoa paró y se sacó mi polla de la boca. Agarró su camiseta con las dos manos y se la sacó por la cabeza, quedando de rodillas frente a mí, completamente desnuda. Volvió a agarrar mis huevos con una mano y la base de mi polla con la otra. Me miró a los ojos sonriendo y me plantó un beso en el capullo, mientras apretaba mi polla con la mano. Sacó la lengua y empezó a juguetear con ella lamiéndome la punta, sin dejar de mirarme a los ojos. Alternaba el juego con la lengua con pequeñas chupadas, aprisionando mi capullo con sus labios y deslizándolos sobre él.



Yo estaba extasiado. No podía creérmelo. Era una mamada increíble, súper excitante y sensual. Me agaché y la besé, agarrando su cabeza con las manos. Luego me reincorporé pero mantuve mis manos en su pelo, acariciándolo y empujando su boca de nuevo contra mi polla. No quería que aquello acabase nunca.



Ella volvió a introducirse mi polla por completo en la boca. Ahora se dedicaba a meterla y sacarla rápidamente mientras la lamía y la pajeaba. Sus pechos se movían al ritmo de la mamada. Me la chupaba a una velocidad increíble, recorriéndola con la mano y moviendo la cabeza de alante hacia atrás. Comencé a jadear. No podía evitarlo. Me encantaba. El placer era muy intenso. Acariciaba su pelo frenéticamente, revolviéndoselo. Comencé a mover mis caderas acompasándolas al ritmo de su mamada, follándome su boca mientras ella me la chupaba. No quería correrme nunca, pero no podía evitar aumentar el ritmo. Quería más. Mucho más. Aquello era increíble. Me estaban haciendo la mejor mamada de toda mi vida. Su lengua lamiendo mi polla, sus labios follándosela, su mano acariciándola y sus dedos estrujando mis huevos. Era demasiado. Iba a explotar.
mamada


Traté de apartar la cabeza de Ainoa, pero ella lo notó y se apretó contra mí con fuerza. Yo luché por separar su cabeza, pero entendí que no era lo que ella deseaba y cesé en el intento. Entonces Ainoa echó ligeramente hacia atrás la cabeza, dejando dentro de su boca un poco menos de media polla mía. Con la lengua seguía lamiéndomela por la parte inferior mientras con la mano recorría toda la extensión que quedaba fuera. Yo coloqué mis dos manos en su nuca. El pacer era inmenso. Cerré los ojos, eché la cabeza hacia atrás y abrí la boca para lanzar un jadeo de placer supremo. Cerré mis dedos agarrando su pelo y me preparé para la sacudida.



La leche empezó a brotar enseguida. Esta vez en menor cantidad, puesto que acababa de correrme hacía unos minutos. Aún así, me sorprendió la cantidad de leche que sentía salir de mis huevos. Cada chorro iba acompañado de un espasmo de placer. Y en cada espasmo mi cuerpo se retorcía, provocando que tirara con fuerza del pelo de Ainoa y clavara mi polla hasta su garganta. Ella movía la lengua frenéticamente dentro de la boca, tratando de recoger y tragarse hasta la última gota de mi corrida. Tenía las dos manos agarradas a mi culo, clavándome las uñas.



Cuando terminé de correrme bajé la vista para mirar a Ainoa. Ella me estaba mirando a los ojos, mientras mantenía mi polla metida por completo en la boca. Aflojé mis dedos, soltando su pelo y relajando la presión sobre su cabeza. Ella soltó mi culo y agarró mi polla, sacándola lentamente de su boca, mientras la recorría con sus labios y su lengua. Una vez fuera, la fue lamiendo entera, despacio, recogiendo las últimas gotas de mi corrida y dejándola completamente limpia. Acumuló en la lengua una pequeña cantidad de corrida y me la mostró. Entonces cerró la boca y tragó aparatosamente, para que yo pudiera ver cómo lo hacía. Luego me volvió a mostrar la lengua vacía y se rió pícaramente. ¡Dios mío, era tan sexy!



Acarició mi polla por unos instantes, mientras perdía su fuerza, y con la otra mano estrujaba uno de sus pechos. Se levantó y me lamió el cuello. Yo estaba exhausto, no podía reaccionar. Estaba tratando de asimilar el placer que me acababa de proporcionar. Me acarició la cara mientras seguía lamiéndome el cuello y me preguntó:



- ¿Y bien? ¿Qué tal?
- Joder, Ainoa. Ha sido sin duda la mejor mamada que me han hecho en la vida. En serio.
- Ya te lo dije: es mi especialidad. Por cierto, sabes muy rico, que lo sepas.
- Me alegro. Así quizás podamos repetir algún día.
- Eso ni lo dudes, cielo.



Nos vestimos y volvimos a nuestros sitios, tratando de que nadie nos viera. Si alguien nos oyó o no, nunca lo supimos. Al menos nadie hizo ningún comentario. Aunque estoy seguro de que si alguien entró durante ese rato al baño tuvo que oírnos por fuerza. Pero no me importaba. Por fin había conseguido lo que tanto ansiaba: estar dentro de Ainoa, mi compañera.

0 comentarios - Compañera Ainoa ll