(la historia es completamente ficticia, cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia)
Capítulo 1
Cuando comenzó todo esto de la pandemia mi hermana melliza había venido a visitarnos, y como la casa de mis padres es chica tuvo que quedarse en mi departamento, al principio no quise saber nada pero hoy lo agradezco infinitamente.
Vamos por el principio: mi familia, está compuesta por mis padres Leonor y Carlos, mi hermana menor Karina, de 17 años, que vive con ellos, mi melliza de 20, al igual que yo, de nombre Micaela, mi hermano mayor, Lucas de 28 años, el cual vive en Europa ya que estudia allí y yo, Ignacio, que soy empleado de oficina. Karina se está desarrollando muy bien, tiene el cabello largo, castaño, casi siempre está sonriendo, pronta a cumplir sus 18 es curiosa con todo lo relacionado al sexo, varias veces me hizo preguntas relacionadas al tema, las cuales intenté responder lo más serio posible, pero no es ella de quien quiero hablar, esa sería Micaela. Ella es sencillamente hermosa, tiene el pelo largo, ondulado y teñido de rojo, ojos claros, la tonalidad que heredamos de nuestro padre, mide 1,60 y de piel apenas tostada. Sus tetas, talle 95, rebotan al más mínimo movimiento y más aún con la escotes que ella usa. Tiene una cintura marcada y un abdomen plano, pero lo mejor de su cuerpo es sin duda su cola, bien parada y firme, sin dudas lo heredó de nuestra madre, y al cual siempre lo luce con shorts y calzas muy ajustadas.
El día en el que todo empezó casualmente era el último día que ella se quedaba en mi departamento, un monoambiente en el centro con lo esencial, una cocina, un comedor, una habitación y baño. Un amigo me facilitó una cama, la cual puse en el comedor, ya que ella se quedó en mi pieza. Ese sábado debía acompañarla temprano a la terminal, pero todo se había cerrado por la pandemia. Ni siquiera pudimos ver a mis padres, los cuales quedaron muy preocupados con todo este asunto. Yo tampoco estaba acostumbrado a estar con alguien por tanto tiempo, mis visitas solían quedarse una noche o dos como mucho y siendo sincero la relación con Micaela no era más que un "hola" al despertarnos y un "hasta mañana" antes de ir a dormir. El tiempo que se estuvo quedando conmigo la veía antes de irme a trabajar y cuando ella volvía de lo de mis viejos, ahora tendría que pasar las 24 horas con ella y eso me ponía nervioso.
*
La primera semana fue difícil, tratamos de hablar un poco más, ya que pasaríamos (lo que suponíamos sería) una semana más juntos, nos decidimos a volvernos un poco más sociable, sobretodo yo, que era totalmente hermético en lo que respecta a mi vida. Todas las tardes llamábamos a mis padres vía Skype y tomábamos mates juntos, hablábamos hasta la hora de la cena casi. Los viejos y Karina estaban bien, solo preocupados y Lucas en Europa llevaba ya su tiempo dentro de la cuarentena y nos había advertido que acá pasaría lo mismo y, como siempre, tuvo razón, aunque no esperábamos que llegara tan pronto.
La convivencia en la segunda semana fue mejor, nos repartíamos las tareas del hogar e íbamos intercambiando roles, por ejemplo si yo cocinaba al mediodía ella lavaba los platos, a la noche cocinaba ella y yo lavaba y así. También charlábamos en el desayuno, ella se levantaba siempre con su pijama compuesto por un short suelto y una musculosa de tirantes blanca sin corpiño (si ponías atención llegabas a ver sus pezones), y una vez llegué a pensar que también dormía sin bombacha, porque al agacharme para recoger la bombilla del mate, ella tenía las piernas ligeramente abiertas, la tela suelta del short me permitió ver uno de sus labios vaginales. Tragué saliva y como pude continuamos el desayuno, cuando ella se levantó para ir a bañarse noté como se marcaba ligeramente el elástico de una tanga color negra bajo el short, por lo visto ésta era muy chiquita... La ví entre su ropa cuando fue mi turno de bañarme. No pude evitar acercarla a mi nariz, el aroma de su concha era suave, me había calentado tanto que no pude evitar masturbarme, esa fue la primera paja que me hice pensando en mi melliza.
*
Las dos semanas del aislamiento se habían cumplido, mientras esperábamos buenas noticias de parte del gobierno y desoíamos las advertencias de Lucas de que esto iba para rato, nos golpeó la dura realidad, de nuevo mi hermano mayor había tenido razón, habían extendido la cuarentena dos semanas más. La gente estaba paranoica, comenzaron a aumentar los precios y los recaudos, los locales comenzaban a cerrarse al igual que las fronteras y yo encerrado con mi hermana... Aún así la vida debía seguir, yo trabajaba desde casa, Micaela tenía sus clases vía online y, para evitar el aburrimiento, ambos empezamos a practicar yoga. Después de sus clases, de mi jornada laboral y después de la charla con mis padres ambos nos poníamos ropa cómoda (ella siempre de calza y top deportivo que apenas contenía sus tetas, yo con lo primero que encontraba) y elongábamos. A veces, ella, para ayudarme a estirar bien las piernas se ponía detrás mío mientras yo intentaba tocar la punta de mis dedos del pie y me empujaba hacia adelante, apoyándome sus tetas en la nuca, eso pasó varias veces y no pude evitar calentarme en cada una. Después de verla en todas esas posiciones, de tenerla en 4, con la cabeza en el piso y la cola bien levantada, de ver cómo los labios de su concha se marcaban en la fina tela de la calza, de notar como sus pezones sobresalían del top casi como queriendo escapar de allí terminaba e iba corriendo al baño. La calentura que me producía mi propia hermana era demasiada y eso me asustaba un poco, nunca había visto el incesto como algo atractivo, de hecho consideraba a las personas que lo practicaban como enfermos o depravados por demás, pero ahora era diferente, desde hacía dos semanas no dejaba de pajearme pensando en Micaela.
Una tarde, mientras trabajaba, y ella estudiaba sonó mi celular, eran mensajes al WhatsApp, pensando que era algo del trabajo lo tomé y abrí el chat: eran 5 fotos, en dos se veía un hermoso orto desde abajo, se llegaban a ver los labios vaginales en esa posición, en dos una conchita húmeda, de labios hinchados y un clítoris rosa y erecto, como si la dueña se hubiera masturbado un rato largo hasta llegar al orgasmo y en la última se veían unas tetas de pezones marrón claro, con un hilo de saliva que caía de una boca de labios carnosos y rojos. A los pocos segundos se borraron, todas y cada una, la persona que había mandado esas fotos había sido mi hermana. Escuché pasos que se acercaron rápidamente, era ella, aún tenía los labios pintados de rojo y estaba colorada, no sabía si por la vergüenza de lo que había hecho o por lo reciente de su orgasmo. Había salido tan rápido que se estaba en tanga y con una remera mía, abajo sus pezones seguían duritos.
- Perdoname! Me equivoqué de persona! No le digas nada a los viejos por favor!! - ella suplicaba casi con lágrimas en los ojos, le dije que no había problemas, pero que tuviera más cuidado la próxima vez. Eso la hizo sonreír y calmarse. - Gracias! Hoy cocino yo! - dijo y volvió a su habitación.
Yo quise concentrarme en el trabajo pero me era imposible, las imágenes revoloteaban en mi cabeza tanto que o me pajeaba o me explotaba la verga. Fui al baño, encendí la ducha y me metí debajo, lentamente empecé a pajearme cuando escucho golpes en la puerta.
- ¿Puedo pasar? No aguanto - era Mica, si entraba podría verme porque la mampara si bien era de vidrio opaco de la mitad para abajo, se podían adivinar las formas.
- Sí, pasa, bancame que salgo. -
- Nah, no hace falta, es un segundo. - dijo ella entrando sin esperar respuesta, me puse de espaldas rápidamente. El agua seguía cayendo, ella se sentó en el inodoro y casi como si adivinara me preguntó. - ¿Te estabas pajeando por lo que te mandé?
Continuará...
Capítulo 1
Cuando comenzó todo esto de la pandemia mi hermana melliza había venido a visitarnos, y como la casa de mis padres es chica tuvo que quedarse en mi departamento, al principio no quise saber nada pero hoy lo agradezco infinitamente.
Vamos por el principio: mi familia, está compuesta por mis padres Leonor y Carlos, mi hermana menor Karina, de 17 años, que vive con ellos, mi melliza de 20, al igual que yo, de nombre Micaela, mi hermano mayor, Lucas de 28 años, el cual vive en Europa ya que estudia allí y yo, Ignacio, que soy empleado de oficina. Karina se está desarrollando muy bien, tiene el cabello largo, castaño, casi siempre está sonriendo, pronta a cumplir sus 18 es curiosa con todo lo relacionado al sexo, varias veces me hizo preguntas relacionadas al tema, las cuales intenté responder lo más serio posible, pero no es ella de quien quiero hablar, esa sería Micaela. Ella es sencillamente hermosa, tiene el pelo largo, ondulado y teñido de rojo, ojos claros, la tonalidad que heredamos de nuestro padre, mide 1,60 y de piel apenas tostada. Sus tetas, talle 95, rebotan al más mínimo movimiento y más aún con la escotes que ella usa. Tiene una cintura marcada y un abdomen plano, pero lo mejor de su cuerpo es sin duda su cola, bien parada y firme, sin dudas lo heredó de nuestra madre, y al cual siempre lo luce con shorts y calzas muy ajustadas.
El día en el que todo empezó casualmente era el último día que ella se quedaba en mi departamento, un monoambiente en el centro con lo esencial, una cocina, un comedor, una habitación y baño. Un amigo me facilitó una cama, la cual puse en el comedor, ya que ella se quedó en mi pieza. Ese sábado debía acompañarla temprano a la terminal, pero todo se había cerrado por la pandemia. Ni siquiera pudimos ver a mis padres, los cuales quedaron muy preocupados con todo este asunto. Yo tampoco estaba acostumbrado a estar con alguien por tanto tiempo, mis visitas solían quedarse una noche o dos como mucho y siendo sincero la relación con Micaela no era más que un "hola" al despertarnos y un "hasta mañana" antes de ir a dormir. El tiempo que se estuvo quedando conmigo la veía antes de irme a trabajar y cuando ella volvía de lo de mis viejos, ahora tendría que pasar las 24 horas con ella y eso me ponía nervioso.
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La primera semana fue difícil, tratamos de hablar un poco más, ya que pasaríamos (lo que suponíamos sería) una semana más juntos, nos decidimos a volvernos un poco más sociable, sobretodo yo, que era totalmente hermético en lo que respecta a mi vida. Todas las tardes llamábamos a mis padres vía Skype y tomábamos mates juntos, hablábamos hasta la hora de la cena casi. Los viejos y Karina estaban bien, solo preocupados y Lucas en Europa llevaba ya su tiempo dentro de la cuarentena y nos había advertido que acá pasaría lo mismo y, como siempre, tuvo razón, aunque no esperábamos que llegara tan pronto.
La convivencia en la segunda semana fue mejor, nos repartíamos las tareas del hogar e íbamos intercambiando roles, por ejemplo si yo cocinaba al mediodía ella lavaba los platos, a la noche cocinaba ella y yo lavaba y así. También charlábamos en el desayuno, ella se levantaba siempre con su pijama compuesto por un short suelto y una musculosa de tirantes blanca sin corpiño (si ponías atención llegabas a ver sus pezones), y una vez llegué a pensar que también dormía sin bombacha, porque al agacharme para recoger la bombilla del mate, ella tenía las piernas ligeramente abiertas, la tela suelta del short me permitió ver uno de sus labios vaginales. Tragué saliva y como pude continuamos el desayuno, cuando ella se levantó para ir a bañarse noté como se marcaba ligeramente el elástico de una tanga color negra bajo el short, por lo visto ésta era muy chiquita... La ví entre su ropa cuando fue mi turno de bañarme. No pude evitar acercarla a mi nariz, el aroma de su concha era suave, me había calentado tanto que no pude evitar masturbarme, esa fue la primera paja que me hice pensando en mi melliza.
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Las dos semanas del aislamiento se habían cumplido, mientras esperábamos buenas noticias de parte del gobierno y desoíamos las advertencias de Lucas de que esto iba para rato, nos golpeó la dura realidad, de nuevo mi hermano mayor había tenido razón, habían extendido la cuarentena dos semanas más. La gente estaba paranoica, comenzaron a aumentar los precios y los recaudos, los locales comenzaban a cerrarse al igual que las fronteras y yo encerrado con mi hermana... Aún así la vida debía seguir, yo trabajaba desde casa, Micaela tenía sus clases vía online y, para evitar el aburrimiento, ambos empezamos a practicar yoga. Después de sus clases, de mi jornada laboral y después de la charla con mis padres ambos nos poníamos ropa cómoda (ella siempre de calza y top deportivo que apenas contenía sus tetas, yo con lo primero que encontraba) y elongábamos. A veces, ella, para ayudarme a estirar bien las piernas se ponía detrás mío mientras yo intentaba tocar la punta de mis dedos del pie y me empujaba hacia adelante, apoyándome sus tetas en la nuca, eso pasó varias veces y no pude evitar calentarme en cada una. Después de verla en todas esas posiciones, de tenerla en 4, con la cabeza en el piso y la cola bien levantada, de ver cómo los labios de su concha se marcaban en la fina tela de la calza, de notar como sus pezones sobresalían del top casi como queriendo escapar de allí terminaba e iba corriendo al baño. La calentura que me producía mi propia hermana era demasiada y eso me asustaba un poco, nunca había visto el incesto como algo atractivo, de hecho consideraba a las personas que lo practicaban como enfermos o depravados por demás, pero ahora era diferente, desde hacía dos semanas no dejaba de pajearme pensando en Micaela.
Una tarde, mientras trabajaba, y ella estudiaba sonó mi celular, eran mensajes al WhatsApp, pensando que era algo del trabajo lo tomé y abrí el chat: eran 5 fotos, en dos se veía un hermoso orto desde abajo, se llegaban a ver los labios vaginales en esa posición, en dos una conchita húmeda, de labios hinchados y un clítoris rosa y erecto, como si la dueña se hubiera masturbado un rato largo hasta llegar al orgasmo y en la última se veían unas tetas de pezones marrón claro, con un hilo de saliva que caía de una boca de labios carnosos y rojos. A los pocos segundos se borraron, todas y cada una, la persona que había mandado esas fotos había sido mi hermana. Escuché pasos que se acercaron rápidamente, era ella, aún tenía los labios pintados de rojo y estaba colorada, no sabía si por la vergüenza de lo que había hecho o por lo reciente de su orgasmo. Había salido tan rápido que se estaba en tanga y con una remera mía, abajo sus pezones seguían duritos.
- Perdoname! Me equivoqué de persona! No le digas nada a los viejos por favor!! - ella suplicaba casi con lágrimas en los ojos, le dije que no había problemas, pero que tuviera más cuidado la próxima vez. Eso la hizo sonreír y calmarse. - Gracias! Hoy cocino yo! - dijo y volvió a su habitación.
Yo quise concentrarme en el trabajo pero me era imposible, las imágenes revoloteaban en mi cabeza tanto que o me pajeaba o me explotaba la verga. Fui al baño, encendí la ducha y me metí debajo, lentamente empecé a pajearme cuando escucho golpes en la puerta.
- ¿Puedo pasar? No aguanto - era Mica, si entraba podría verme porque la mampara si bien era de vidrio opaco de la mitad para abajo, se podían adivinar las formas.
- Sí, pasa, bancame que salgo. -
- Nah, no hace falta, es un segundo. - dijo ella entrando sin esperar respuesta, me puse de espaldas rápidamente. El agua seguía cayendo, ella se sentó en el inodoro y casi como si adivinara me preguntó. - ¿Te estabas pajeando por lo que te mandé?
Continuará...
5 comentarios - La Cuarentena, Mi Melliza y Yo