Esto me pasó ayer. Pasaba del mediodía cuando llega a la oficina Cacho, uno de mis asegurados. Como se los describo...
Cincuentón, tirando a pelado, fumador empedernido de cigarrillos negros, con una barriga cervecera que no se preocupa en disimular.
Tercera generación de taxistas. Venía de Amca, de dónde se fue después de haber tenido problemas con el pago de un accidente.
Me acuerdo la primera vez que vino. Mientras le hacía los papeles del seguro se me dió por preguntarle porque había dejado su anterior Compañía. Solo por curiosidad.
-Porque estás más fuerte que las hermanitas Callejón, las dos juntas...- me respondió, con esos modos suyos tan expresivos.
Me arrancó una sonrisa, así que cada vez que venía me decía algo. Siempre algo zarpado, el típico piropo de albañil.
Ahora me había levantado para sacarle una copia a su carnet de conducir. Por supuesto me daba cuenta de cómo me miraba, como si estuviera ante una ilusión o algo así.
Cuando me vuelvo a sentar, me manda de una:
-¡No podés estar tan buena! No te das ni idea de las ganas que tengo de llevarte a un telo-
Cacho es el típico machirulo, él te "lleva" al telo, no te "invita".
-Bueno, pero tendría que ser a la tarde, después de cerrar, porque ahora tengo un montón de trabajo- le digo, volviéndome a levantar y dando una vuelta por detrás del escritorio, como buscando algo, aunque lo único que pretendo es brindarle un mejor panorama de lo que tiene enfrente.
Obvio que se queda pensando si le estoy tirando onda o se trata de una joda, nomás. Después de todo no es la primera vez que hace referencia a llevarme a un telo a la rastra, como un cavernícola. Yo siempre le seguía el juego, aunque siempre terminaba diciéndole:
"Pero no creo que mi marido me dejé...".
-Mirá que voy a estar ahí en la puerta, firme como rulo de estatua- me dice a modo de advertencia.
-A las seis- insisto -Cierro y me llevás dónde quieras-
Se ríe, creyendo todavía que estoy bromeando.
-Mirá Mary que con esto no se jode...- me advierte serio.
-¿Te parece que estoy jodiendo?- le replico, cerrando su expediente y cruzando los brazos encima del escritorio, de modo que mis pechos quedan bien amontonados debajo del escote.
-¿A las seis entonces?- me pregunta, sin poder apartar la vista de aquel conglomerado lácteo.
-A las seis, en punto...- asiento, con total y absoluta seguridad.
Se levanta y cuando está por salir, lo llamo.
-Cacho, solo una cosa...-
Se voltea con cara de resignación, como esperando desilusionarse con el remate de siempre: "No creo que mi marido me dejé..." o un "Que la inocencia te valga..." quizás.
En cambio lo que le digo, es:
-Es por ésta vez nomás, que no se te haga costumbre, si me prometes eso, todo bien-
-Prometido- acepta.
-A las seis, entonces- le ratifico, haciendo que vuelva a sonreír.
La verdad es que tenía ganas de fifar, y Cacho supo estar en el lugar adecuado en el momento justo.
A las seis en punto, tal como dijo, veo que el taxi se estaciona en la puerta. A través del vidrio le hago la seña de que me espere un momento, haciendo sombrerito con la palma de una mano sobre la otra.
Termino de acomodar todo, apago las luces, llamo a mi marido para avisarle que estoy retrasada, pero que no se preocupe, que me ocupo de llevar la cena, programo la alarma, salgo y me subo al taxi de Cacho.
Aunque ya me tiene sentada al lado, parece que no cae todavía, como si creyera que todo fuera una joda para Tinelli.
Se pone en marcha, avanza unas cuadras y se mete en el primer albergue transitorio que aparece en el horizonte.
Recién cuando entramos en la habitación del telo y cierra la puerta tras de sí, creo que toma real conciencia de en dónde estamos.
Me abraza por detrás, con un auténtico abrazo de oso, haciéndome sentir toda la mole de su humanidad contra la mía, mucho más delicada y sensible.
Obvio que al estar tan pegada a su cuerpo, lo primero que siento es lo que tiene entre las piernas, una robusta virilidad que se va curvando hacia un costado a medida que aumenta de volumen.
Llevo una mano hacia atrás y se la acaricio a todo lo largo, intuyendo en su contorno la potencia que está a punto de desencadenarse.
El también me acaricia, con manos bruscas y atropelladas me aprieta las tetas, apretando y soltando, como queriendo comprobar que no es un sueño, que están ahí para su deleite.
-¡Que buena estás Mary!- me dice oliéndome el pelo, llenándose los pulmones con mi aroma.
Cómo puedo me doy la vuelta y mientras me mantiene sujeta de la cintura, le digo:
-Lo que te dije antes Cacho, hoy soy toda tuya, haceme lo que quieras, pero es solo por hoy, ¿lo tomás o lo dejás?-
-Lo tomo...- asiente.
Me cuelgo entonces de su cuello y lo beso en la boca.
Al principio se trata de un beso tenue, suave, exploratorio, pero a medida que nos vamos acostumbrando al sabor del otro, los labios se abren más, y las lenguas intensifican su roce.
De mi cintura, las manos de Cacho bajan hasta mi cola, y apretándome aún más contra su cuerpo, me hace sentir el bulto ahora contra el vientre. Manteniéndome bien apretada, se empieza a refregar, arriba y abajo, deslizándose por toda la hendidura que se me marca a través del pantalón.
Si antes solo tenía ganas de coger, ahora quiero que me rompa toda, que me atropelle, que me deje en muletas de tanta pija.
Besándolo con fervor y entusiasmo, empiezo a trabajar en su bragueta, para abrírsela. Le suelto el cinturón, desprendo el botón, le bajo el cierre y metiendo la mano dentro de ese vórtice de calentura, se la manoteo, sobándosela por encima del calzoncillo.
La tiene hinchada, caliente, mojada, tanto es así que puedo sentir el calor y la humedad a través de la tela.
Sin apartarme de su abrazo, retrocedo hasta chocar contra el borde de la cama. Me siento y le bajó el pantalón junto con el calzoncillo. La pija aparece de un salto, firme, robusta, con la cabeza hinchada como un globo.
Me acerco y empiezo besándole los huevos que cuelgan pesados y peludos. Le chupo el que está más abajo, el otro, y luego los dos juntos, llenándome la boca de carne y pelos.
Me deslizo hacia arriba con la lengua, siguiendo el trazado de las venas, lamiendo cada porción.
Llego a la cumbre más hermosa, y se la chupo con entusiasmo, extasiándome con el sabor del juguito que le sale de la punta.
Cacho está como ido, la cara en un estado de beatífico disfrute.
Se la sigo chupando, comiéndome un trozo más grande cada vez, hasta que parece salir de su ensoñación, y agarrándome de los pelos con las dos manos, me empieza a coger por la boca.
Me la mete casi entera, hasta la garganta, haciéndome toser y escupir varias veces.
-Perdoname...- me dice al ver cómo trato de contener las arcadas -Es que me entusiasmé-
-Me encanta que seas así de bruto- le digo, todavía con lágrimas en los ojos y la saliva escurriéndose por las comisuras de mis labios.
-¿En serio? ¿Te gusta?- se sorprende.
-¡Me encanta!- le ratifico, abriendo la boca para que me la vuelva a coger.
Luego de dejarme los labios casi tumefactos de tanto roce, me la refriega por toda la cara, dándome unos suaves golpecitos con la pija como si fuera una cachiporra.
De un empujón me hace caer de espalda y ahora me desabrocha él a mí el pantalón. Me lo saca y cuando hace lo mismo con la bombacha el ambiente se llena de un aroma dulzón y fragante. El olor de mi propia excitación.
Cacho se inclina fascinado, me separa las piernas y me come la concha con gula y avidez, mordiendo, chupando, lamiendo, saboreándome por dentro y por fuera, jugando con el clítoris, con los labios, regalándome una chupada de esas que te dejan delirando por varios días, semanas, hasta meses.
Se levanta, se termina de quitar el resto de la ropa y poniéndose un forro, se me echa encima. No me quiero hacer la silueta de avispa, pero quedo prácticamente sepultada bajo el peso de su cuerpo.
Me la pone y me entra a coger con implacable rudeza, dándome cada vez más fuerte, incrementando el ritmo con cada empuje.
Enlazo las piernas en torno a su cadera, acoplándome a sus movimientos, recibiendo, cada embiste, cada puntazo con un jadeo rebosante de satisfacción.
Cacho me mira como no pudiendo creer todavía que se está cogiendo a Mary, la del Seguro, pero ahí me tiene, completamente regalada.
Se echa de espalda y con la pija bien parada, me invita a que me le suba encima. Me deshago de lo poco que me queda puesto de ropa, y en cuclillas sobre su cuerpo, me voy metiendo toda la pija, despacio, disfrutando hasta el mínimo avance. Cuando la tengo toda adentro, empiezo a subir y bajar, deslizándome a todo lo largo de esa terrible chota que cada vez parece ponerse más dura.
Cacho acompaña mi cabalgata sosteniéndome de la cintura y chupándome las tetas, dándose un buen atracón lácteo.
-¡No me voy a cansar de cogerte...!- me asegura entre chupada y chupada -¡Te voy a dar hasta que la pija se me ponga azul!-
-¿Te parece que vas a poder aguantarme el ritmo?- le pregunto con picardía.
-¿Me estás desafiando?- réplica, mirándome en una forma por demás amenazante.
Si no hubiese estado tan caliente, una mirada así sería para que se me aflojen las rodillas.
-Solo digo...- repongo, moviéndome con mayor entusiasmo.
Me agarra entonces de las nalgas, apretando bien fuerte y empieza a moverse ahora él desde abajo, más fuerte cada vez.
PUM PUM PUM... PUM PUM PUM...
El golpeteo de los cuerpos y nuestros jadeos se unen para formar una melodía por demás excitante y afrodisíaca.
El Soundtrack de mi vida...
En un momento, ya con la cadena suelta, se escabulle de debajo de mi cuerpo y poniéndome en cuatro me empieza a dar como queriéndome partir la columna vertebral a puro pijazo.
Yo ni me muevo, tampoco podría si quisiera, ya que me tiene por completo a su merced.
Sin dejar de cogerme, me tantea el agujero del culo con un dedo, descubriendo enseguida que está más dilatado de lo que correspondería.
Tengo el culo roto, sí, pero la cabeza de su chota es demasiado gruesa como para que me entre sin ayuda. Así que agarra un sobre de lubricante, de la misma marca que el preservativo, y me derrama el contenido a lo largo de toda la zanja, esparciendo el líquido en torno al agujero que ha captado ahora toda su atención.
Cuando ya está todo bien aceitado, me saca la pija de la concha y me la manda por el culo. El lubricante cumple su cometido a la perfección, al igual que mi encomiable dilatación, de modo que tras unos pocos empujes, ya tengo más de la mitad de su verga bien clavada en el orto.
Me vuelve a sujetar de la cintura, y arremete con todo, sin consideración alguna por mi endeble anatomía.
Me culea duro y parejo, mientras yo me meto los dedos en la concha, tratando de alcanzar lo inalcanzable.
Llegamos al orgasmo al mismo tiempo, estallando ambos en un tórrido crescendo de gemidos y jadeos.
Quedamos casi inconscientes por un momento, dejando que el placer fluya y se expanda como un río desbocado.
Dejándome ahí, boca abajo, aniquilada, Cacho se levanta y va al baño. Deja la puerta abierta, así que puedo sentir la fuera y potencia del largo chorro que libera.
Cuando vuelve, la pija se le sacude portentosa entre las piernas. Todavía la tiene parada, no en su extrema dureza, como hacía un rato, pero sí con un notorio antojo de querer más.
Se echa a mi lado, y mirándome con una ternura que se contradice con su imagen de macho Alfa dominante e insensible, me dice:
-Nunca pensé que llegaría a tenerte en la cama de un telo...-
-Si me lo pediste varias veces- le recuerdo.
-Jajaja...- se ríe -Pero jamás imaginé que aceptarías-
Le agarro la pija y empiezo a meneársela, suavecito, como al descuido.
-La verdad es que hace rato que tenía ganas de coger con vos, solo que no encontraba el momento- le digo.
Se acerca un poco más, y me besa, deslizando un par de dedos dentro de mi concha de nuevo humedecida.
Nos pajeamos mutuamente mientras disfrutamos de unos chupones largos y profundos.
Cuando la pija está otra vez en su máximo esplendor, se la vuelvo a chupar, tratando ésta vez de comerme la mayor cantidad de carne.
Le pongo un forro y me le subo encima, de espalda. Me la acomodo por entre las piernas, y me la clavo pegando un grito de la más pura satisfacción.
Su verga me llena por completo, dura, gorda, imponente.
Cacho me recibe agarrándome de la cadera con sus fuertes manos.
Me apoyo con manos y pies en la cama y empiezo a deslizarme en torno a esa brutal herramienta que parece hacerse más grande con cada metida.
Al ritmo de mis subidas y bajadas, Cacho me palmea la cola, de uno y otro lado... CHAS CHAS CHAS... dejándome los cachetes al rojo vivo.
La cama se sacude ruidosamente, amenazando con desarmarse en cualquier momento. Pero ninguno quiere parar, el placer es tan intenso, tan voraz, que los dos estamos inmersos en un espiral de pasión y lujuria irrefrenable.
Subo hasta que la pija se sale, y cuando vuelvo a caer, hago que se me encaje en el culo, me muevo a uno y otro lado, acomodándomela, y presiono hacia abajo hasta tenerla de nuevo toda palpitándome en los intestinos.
Ahora sí, de lo más profundo de mi garganta estalla un grito de dolor y placer que debió de escucharse hasta en la recepción del telo.
La pija se hincha, se expande en mi interior, abarcándolo todo, llenando, colmando cada rincón.
Cacho me agarra fuerte de las nalgas, me las abre, y me bombea desde abajo, brutal, indómito, salvaje, rompiéndome bien el culo, masacrándomelo.
Cuándo él se detiene, soy yo la que se mueve, ensartándome hasta el último pedazo de esa pija divina que no hace más que brindarme satisfacciones.
Una de sus manos se desplaza hacia adelante, acariciándome el pubis, los labios...
Me mete los dedos y me coge con ellos, curvando los nudillos con cada arremetida, mientras que con el pulgar me sacude el clítoris.
El orgasmo es inmediato. Me desarmo entre sus brazos, mientras un torrente de placer me arrastra hacia esos lugares que jamás quisiera abandonar.
Caemos de lado, abotonados, yo en pleno goce todavía, él bombeándome el culo sin sacarme los dedos de la concha.
Unas cuántas culeadas y acaba conmigo, expresivo, escandaloso, con una potencia que parece querer traspasar el látex.
-¡Me ganaste, no doy más...!- le digo soltando un más que expresivo suspiro, al borde casi del desmayo.
-Creo que mejor lo dejamos en empate- repone, frenando las arremetidas.
-¡Jajaja...!- me rio -¿Eso significa que me vas a pedir la revancha?-
-Bueno, dijiste que era solo por hoy, así que...-
-Cacho...- lo interrumpo -Después del alto garche que me diste, ¿te parece que no voy a querer repetir?-
Me volteo y casi subiéndome encima suyo, le como la boca.
-Quiero la revancha y la revancha de la revancha y la recontra revancha...- le aseguro.
Cuando salimos del telo le pido que me deje en una rotisería que está a la vuelta de mi casa, ya que había prometido llevar la cena.
A la noche, casi de madrugada, me envía un mensaje:
"Todavía siento tu culito apretándome la garcha...".
No le respondí, aunque la verdad es que yo también seguía sintiéndolo dentro mío...
El culito que se comió Cacho:
Cincuentón, tirando a pelado, fumador empedernido de cigarrillos negros, con una barriga cervecera que no se preocupa en disimular.
Tercera generación de taxistas. Venía de Amca, de dónde se fue después de haber tenido problemas con el pago de un accidente.
Me acuerdo la primera vez que vino. Mientras le hacía los papeles del seguro se me dió por preguntarle porque había dejado su anterior Compañía. Solo por curiosidad.
-Porque estás más fuerte que las hermanitas Callejón, las dos juntas...- me respondió, con esos modos suyos tan expresivos.
Me arrancó una sonrisa, así que cada vez que venía me decía algo. Siempre algo zarpado, el típico piropo de albañil.
Ahora me había levantado para sacarle una copia a su carnet de conducir. Por supuesto me daba cuenta de cómo me miraba, como si estuviera ante una ilusión o algo así.
Cuando me vuelvo a sentar, me manda de una:
-¡No podés estar tan buena! No te das ni idea de las ganas que tengo de llevarte a un telo-
Cacho es el típico machirulo, él te "lleva" al telo, no te "invita".
-Bueno, pero tendría que ser a la tarde, después de cerrar, porque ahora tengo un montón de trabajo- le digo, volviéndome a levantar y dando una vuelta por detrás del escritorio, como buscando algo, aunque lo único que pretendo es brindarle un mejor panorama de lo que tiene enfrente.
Obvio que se queda pensando si le estoy tirando onda o se trata de una joda, nomás. Después de todo no es la primera vez que hace referencia a llevarme a un telo a la rastra, como un cavernícola. Yo siempre le seguía el juego, aunque siempre terminaba diciéndole:
"Pero no creo que mi marido me dejé...".
-Mirá que voy a estar ahí en la puerta, firme como rulo de estatua- me dice a modo de advertencia.
-A las seis- insisto -Cierro y me llevás dónde quieras-
Se ríe, creyendo todavía que estoy bromeando.
-Mirá Mary que con esto no se jode...- me advierte serio.
-¿Te parece que estoy jodiendo?- le replico, cerrando su expediente y cruzando los brazos encima del escritorio, de modo que mis pechos quedan bien amontonados debajo del escote.
-¿A las seis entonces?- me pregunta, sin poder apartar la vista de aquel conglomerado lácteo.
-A las seis, en punto...- asiento, con total y absoluta seguridad.
Se levanta y cuando está por salir, lo llamo.
-Cacho, solo una cosa...-
Se voltea con cara de resignación, como esperando desilusionarse con el remate de siempre: "No creo que mi marido me dejé..." o un "Que la inocencia te valga..." quizás.
En cambio lo que le digo, es:
-Es por ésta vez nomás, que no se te haga costumbre, si me prometes eso, todo bien-
-Prometido- acepta.
-A las seis, entonces- le ratifico, haciendo que vuelva a sonreír.
La verdad es que tenía ganas de fifar, y Cacho supo estar en el lugar adecuado en el momento justo.
A las seis en punto, tal como dijo, veo que el taxi se estaciona en la puerta. A través del vidrio le hago la seña de que me espere un momento, haciendo sombrerito con la palma de una mano sobre la otra.
Termino de acomodar todo, apago las luces, llamo a mi marido para avisarle que estoy retrasada, pero que no se preocupe, que me ocupo de llevar la cena, programo la alarma, salgo y me subo al taxi de Cacho.
Aunque ya me tiene sentada al lado, parece que no cae todavía, como si creyera que todo fuera una joda para Tinelli.
Se pone en marcha, avanza unas cuadras y se mete en el primer albergue transitorio que aparece en el horizonte.
Recién cuando entramos en la habitación del telo y cierra la puerta tras de sí, creo que toma real conciencia de en dónde estamos.
Me abraza por detrás, con un auténtico abrazo de oso, haciéndome sentir toda la mole de su humanidad contra la mía, mucho más delicada y sensible.
Obvio que al estar tan pegada a su cuerpo, lo primero que siento es lo que tiene entre las piernas, una robusta virilidad que se va curvando hacia un costado a medida que aumenta de volumen.
Llevo una mano hacia atrás y se la acaricio a todo lo largo, intuyendo en su contorno la potencia que está a punto de desencadenarse.
El también me acaricia, con manos bruscas y atropelladas me aprieta las tetas, apretando y soltando, como queriendo comprobar que no es un sueño, que están ahí para su deleite.
-¡Que buena estás Mary!- me dice oliéndome el pelo, llenándose los pulmones con mi aroma.
Cómo puedo me doy la vuelta y mientras me mantiene sujeta de la cintura, le digo:
-Lo que te dije antes Cacho, hoy soy toda tuya, haceme lo que quieras, pero es solo por hoy, ¿lo tomás o lo dejás?-
-Lo tomo...- asiente.
Me cuelgo entonces de su cuello y lo beso en la boca.
Al principio se trata de un beso tenue, suave, exploratorio, pero a medida que nos vamos acostumbrando al sabor del otro, los labios se abren más, y las lenguas intensifican su roce.
De mi cintura, las manos de Cacho bajan hasta mi cola, y apretándome aún más contra su cuerpo, me hace sentir el bulto ahora contra el vientre. Manteniéndome bien apretada, se empieza a refregar, arriba y abajo, deslizándose por toda la hendidura que se me marca a través del pantalón.
Si antes solo tenía ganas de coger, ahora quiero que me rompa toda, que me atropelle, que me deje en muletas de tanta pija.
Besándolo con fervor y entusiasmo, empiezo a trabajar en su bragueta, para abrírsela. Le suelto el cinturón, desprendo el botón, le bajo el cierre y metiendo la mano dentro de ese vórtice de calentura, se la manoteo, sobándosela por encima del calzoncillo.
La tiene hinchada, caliente, mojada, tanto es así que puedo sentir el calor y la humedad a través de la tela.
Sin apartarme de su abrazo, retrocedo hasta chocar contra el borde de la cama. Me siento y le bajó el pantalón junto con el calzoncillo. La pija aparece de un salto, firme, robusta, con la cabeza hinchada como un globo.
Me acerco y empiezo besándole los huevos que cuelgan pesados y peludos. Le chupo el que está más abajo, el otro, y luego los dos juntos, llenándome la boca de carne y pelos.
Me deslizo hacia arriba con la lengua, siguiendo el trazado de las venas, lamiendo cada porción.
Llego a la cumbre más hermosa, y se la chupo con entusiasmo, extasiándome con el sabor del juguito que le sale de la punta.
Cacho está como ido, la cara en un estado de beatífico disfrute.
Se la sigo chupando, comiéndome un trozo más grande cada vez, hasta que parece salir de su ensoñación, y agarrándome de los pelos con las dos manos, me empieza a coger por la boca.
Me la mete casi entera, hasta la garganta, haciéndome toser y escupir varias veces.
-Perdoname...- me dice al ver cómo trato de contener las arcadas -Es que me entusiasmé-
-Me encanta que seas así de bruto- le digo, todavía con lágrimas en los ojos y la saliva escurriéndose por las comisuras de mis labios.
-¿En serio? ¿Te gusta?- se sorprende.
-¡Me encanta!- le ratifico, abriendo la boca para que me la vuelva a coger.
Luego de dejarme los labios casi tumefactos de tanto roce, me la refriega por toda la cara, dándome unos suaves golpecitos con la pija como si fuera una cachiporra.
De un empujón me hace caer de espalda y ahora me desabrocha él a mí el pantalón. Me lo saca y cuando hace lo mismo con la bombacha el ambiente se llena de un aroma dulzón y fragante. El olor de mi propia excitación.
Cacho se inclina fascinado, me separa las piernas y me come la concha con gula y avidez, mordiendo, chupando, lamiendo, saboreándome por dentro y por fuera, jugando con el clítoris, con los labios, regalándome una chupada de esas que te dejan delirando por varios días, semanas, hasta meses.
Se levanta, se termina de quitar el resto de la ropa y poniéndose un forro, se me echa encima. No me quiero hacer la silueta de avispa, pero quedo prácticamente sepultada bajo el peso de su cuerpo.
Me la pone y me entra a coger con implacable rudeza, dándome cada vez más fuerte, incrementando el ritmo con cada empuje.
Enlazo las piernas en torno a su cadera, acoplándome a sus movimientos, recibiendo, cada embiste, cada puntazo con un jadeo rebosante de satisfacción.
Cacho me mira como no pudiendo creer todavía que se está cogiendo a Mary, la del Seguro, pero ahí me tiene, completamente regalada.
Se echa de espalda y con la pija bien parada, me invita a que me le suba encima. Me deshago de lo poco que me queda puesto de ropa, y en cuclillas sobre su cuerpo, me voy metiendo toda la pija, despacio, disfrutando hasta el mínimo avance. Cuando la tengo toda adentro, empiezo a subir y bajar, deslizándome a todo lo largo de esa terrible chota que cada vez parece ponerse más dura.
Cacho acompaña mi cabalgata sosteniéndome de la cintura y chupándome las tetas, dándose un buen atracón lácteo.
-¡No me voy a cansar de cogerte...!- me asegura entre chupada y chupada -¡Te voy a dar hasta que la pija se me ponga azul!-
-¿Te parece que vas a poder aguantarme el ritmo?- le pregunto con picardía.
-¿Me estás desafiando?- réplica, mirándome en una forma por demás amenazante.
Si no hubiese estado tan caliente, una mirada así sería para que se me aflojen las rodillas.
-Solo digo...- repongo, moviéndome con mayor entusiasmo.
Me agarra entonces de las nalgas, apretando bien fuerte y empieza a moverse ahora él desde abajo, más fuerte cada vez.
PUM PUM PUM... PUM PUM PUM...
El golpeteo de los cuerpos y nuestros jadeos se unen para formar una melodía por demás excitante y afrodisíaca.
El Soundtrack de mi vida...
En un momento, ya con la cadena suelta, se escabulle de debajo de mi cuerpo y poniéndome en cuatro me empieza a dar como queriéndome partir la columna vertebral a puro pijazo.
Yo ni me muevo, tampoco podría si quisiera, ya que me tiene por completo a su merced.
Sin dejar de cogerme, me tantea el agujero del culo con un dedo, descubriendo enseguida que está más dilatado de lo que correspondería.
Tengo el culo roto, sí, pero la cabeza de su chota es demasiado gruesa como para que me entre sin ayuda. Así que agarra un sobre de lubricante, de la misma marca que el preservativo, y me derrama el contenido a lo largo de toda la zanja, esparciendo el líquido en torno al agujero que ha captado ahora toda su atención.
Cuando ya está todo bien aceitado, me saca la pija de la concha y me la manda por el culo. El lubricante cumple su cometido a la perfección, al igual que mi encomiable dilatación, de modo que tras unos pocos empujes, ya tengo más de la mitad de su verga bien clavada en el orto.
Me vuelve a sujetar de la cintura, y arremete con todo, sin consideración alguna por mi endeble anatomía.
Me culea duro y parejo, mientras yo me meto los dedos en la concha, tratando de alcanzar lo inalcanzable.
Llegamos al orgasmo al mismo tiempo, estallando ambos en un tórrido crescendo de gemidos y jadeos.
Quedamos casi inconscientes por un momento, dejando que el placer fluya y se expanda como un río desbocado.
Dejándome ahí, boca abajo, aniquilada, Cacho se levanta y va al baño. Deja la puerta abierta, así que puedo sentir la fuera y potencia del largo chorro que libera.
Cuando vuelve, la pija se le sacude portentosa entre las piernas. Todavía la tiene parada, no en su extrema dureza, como hacía un rato, pero sí con un notorio antojo de querer más.
Se echa a mi lado, y mirándome con una ternura que se contradice con su imagen de macho Alfa dominante e insensible, me dice:
-Nunca pensé que llegaría a tenerte en la cama de un telo...-
-Si me lo pediste varias veces- le recuerdo.
-Jajaja...- se ríe -Pero jamás imaginé que aceptarías-
Le agarro la pija y empiezo a meneársela, suavecito, como al descuido.
-La verdad es que hace rato que tenía ganas de coger con vos, solo que no encontraba el momento- le digo.
Se acerca un poco más, y me besa, deslizando un par de dedos dentro de mi concha de nuevo humedecida.
Nos pajeamos mutuamente mientras disfrutamos de unos chupones largos y profundos.
Cuando la pija está otra vez en su máximo esplendor, se la vuelvo a chupar, tratando ésta vez de comerme la mayor cantidad de carne.
Le pongo un forro y me le subo encima, de espalda. Me la acomodo por entre las piernas, y me la clavo pegando un grito de la más pura satisfacción.
Su verga me llena por completo, dura, gorda, imponente.
Cacho me recibe agarrándome de la cadera con sus fuertes manos.
Me apoyo con manos y pies en la cama y empiezo a deslizarme en torno a esa brutal herramienta que parece hacerse más grande con cada metida.
Al ritmo de mis subidas y bajadas, Cacho me palmea la cola, de uno y otro lado... CHAS CHAS CHAS... dejándome los cachetes al rojo vivo.
La cama se sacude ruidosamente, amenazando con desarmarse en cualquier momento. Pero ninguno quiere parar, el placer es tan intenso, tan voraz, que los dos estamos inmersos en un espiral de pasión y lujuria irrefrenable.
Subo hasta que la pija se sale, y cuando vuelvo a caer, hago que se me encaje en el culo, me muevo a uno y otro lado, acomodándomela, y presiono hacia abajo hasta tenerla de nuevo toda palpitándome en los intestinos.
Ahora sí, de lo más profundo de mi garganta estalla un grito de dolor y placer que debió de escucharse hasta en la recepción del telo.
La pija se hincha, se expande en mi interior, abarcándolo todo, llenando, colmando cada rincón.
Cacho me agarra fuerte de las nalgas, me las abre, y me bombea desde abajo, brutal, indómito, salvaje, rompiéndome bien el culo, masacrándomelo.
Cuándo él se detiene, soy yo la que se mueve, ensartándome hasta el último pedazo de esa pija divina que no hace más que brindarme satisfacciones.
Una de sus manos se desplaza hacia adelante, acariciándome el pubis, los labios...
Me mete los dedos y me coge con ellos, curvando los nudillos con cada arremetida, mientras que con el pulgar me sacude el clítoris.
El orgasmo es inmediato. Me desarmo entre sus brazos, mientras un torrente de placer me arrastra hacia esos lugares que jamás quisiera abandonar.
Caemos de lado, abotonados, yo en pleno goce todavía, él bombeándome el culo sin sacarme los dedos de la concha.
Unas cuántas culeadas y acaba conmigo, expresivo, escandaloso, con una potencia que parece querer traspasar el látex.
-¡Me ganaste, no doy más...!- le digo soltando un más que expresivo suspiro, al borde casi del desmayo.
-Creo que mejor lo dejamos en empate- repone, frenando las arremetidas.
-¡Jajaja...!- me rio -¿Eso significa que me vas a pedir la revancha?-
-Bueno, dijiste que era solo por hoy, así que...-
-Cacho...- lo interrumpo -Después del alto garche que me diste, ¿te parece que no voy a querer repetir?-
Me volteo y casi subiéndome encima suyo, le como la boca.
-Quiero la revancha y la revancha de la revancha y la recontra revancha...- le aseguro.
Cuando salimos del telo le pido que me deje en una rotisería que está a la vuelta de mi casa, ya que había prometido llevar la cena.
A la noche, casi de madrugada, me envía un mensaje:
"Todavía siento tu culito apretándome la garcha...".
No le respondí, aunque la verdad es que yo también seguía sintiéndolo dentro mío...
El culito que se comió Cacho:
35 comentarios - Cacho...
Buen relato, y mejor culo.
Van diez puntos.
Que ralato !!
+10
Te deje un msj por algunas cosas que me preguntaron. Espero puedas tener tiempo para verlo.