Ingresé al hall de la casa y, para mi sorpresa Carlos estaba con un amigo. No era casualidad la presencia de Héctor, así se llama su amigo. Carlos sabía que nos juntábamos a coger y, si Héctor estaba ahí, es porque había alguna intención. Carlos me abrazó desde atrás, apoyándome y me dijo "Tamara, sé que no lo hemos hablado, pero me animé a invitar a Héctor a cenar. Si no estás de acuerdo, él se queda acá mirando la tele mientras nosotros vamos al cuarto a tener sexo". No supe qué hacer Fui al baño a higienizarme y a cambiarme. Me puse la misma tanga que la última vez y una remera que apenas tapaba la mitad de mi cola. Al salir del baño, sentí la vista de ambos. Carlos se acercó y comenzó a acariciarme mientras besaba mi cuello. En ese momento me despreocupé del otro sujeto. Mi cuerpo comenzó a moverse y mi cola se refregaba contra el pene de Carlos. Mientras tanto Héctor se bajaba el pantalón y el boxer dejando al descubierto un hermoso miembro rosado, sin vellos. De pronto Carlos se detuvo y le supliqué que continuara con sus caricias. Pero solo recibí una pregunta "¿Querés que Héctor se quede o se valla?" Obviamente que a esta altura, con la calentura que tenía respondí "QUE SE QUEDE". Entonces la faena continuó. Carlos me puso en posición perruna para saborear mi culo. Sentí su lengua mientras observaba que Héctor se acercaba por adelante hacia mi, con el pene en la mano con la intención de ponerlo en mi boca. Si bien fue suave, sus palabras fueron guarras "Abrí la boca putita que te vas a tragar una linda pija". Obedecí. Rodee su glande y lo cubrí todo. Una vez más, mi pene se transformó en un clítoris. Necesitaba tocármelo. Héctor se dió cuenta, sacó su pija, se acostó en la cama boca arriba y se deslizó por debajo mío para besar mi miembro erecto y dejarme el suyo lista para que una vez más yo lo saboree. Y mientras esto sucedía y yo estaba en posición de cuatro patas, Carlos dejó de poner su lengua en mi culo, abrió mis nalgas y comenzó a introducir sus 19 centímetros de carne. ¡Qué placer! Tenía a dos hombres para mi. Con uno nos estábamos dando sexo oral y el otro abriéndome el orto. La agitación de Carlos aumentó y supe que estaba llegando a la cima de su excitación. Y cuando eso sucedió sacó su pija de adentro mío, se quitó el profiláctico, tomó su verga con la mano cerrada y la agitó. Sentí algo caliente que rodaba desde mi ano. Me di cuenta que había depositado su semen en mí. Héctor, que ya había dejado de lamerme el clítoris, estaba de pié mirando con un condón puesto. Cuando Carlos eyaculó, Héctor se acercó a mi por atrás me penetró. Los dos hijos de puta me habían cogido. Uno dejó néctar en la puerta de mi culo y el otro lo usó como lubricante. Seguí así, gimiendo, por momentos gritando. No por el dolor, sino por el placer. Mientras eyaculaba me apretó contra él con mucha fuerza. Sentí su último embate con deseos que continuara. Pero sacó su pene y no tuve tiempo de reponerme que ya tenía a Carlos cogiéndome nuevamente. En ese momento me asusté. ¿Cómo me va a quedar el culo? ¿Cómo hago para aguantar tres pijazos así? ¿Cuándo se van a cansar? ¿Y si al otro se le ocurre una segunda sesión? Y pasó lo que tenía que pasar. Con mucho entusiasmo pero usando más tiempo, Carlos me sacudió una y otra vez mientras yo gozaba y al mismo tiempo me cansaba. Tardó un rato para su segundo polvo, lo que me permitió gozar más tiempo su pija. Cuando eyaculó, la sacó y fue al baño a lavarse. Quise salir de mi posición de perrita caliente, pero no me dejaron. Héctor estaba esperando, haciendo una imaginaria fila de cogedores que esperaban su turno para ponerla. Y yo como una hembra sumisa a la que le habían pagado por su servicio fui, una vez más, el recipiente de sus deseos. A pesar de cansancio y un poco de dolor, desempeñé con estoicismo el papel que me habían asignado: puta. Sabiendo que ellos buscaron saciar su morbo y calentura, lo disfruté
2 comentarios - La fantasia de mi marido