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Natalia, embarazada en la playa

Hola a todos, acá les dejo un relato súper erótico que leí en otra página para su disfrute.

El primer domingo después de haber acabado los exámenes finales del curso, Natalia, joven estudiante universitaria de 19 años, aprovechó para acudir sola a la playa y relajarse tomando el sol. 
Era una chica sevillana que estudiaba 1º de Medicina. Procedía de una conocida familia de médicos de moral muy conservadora y de profundas creencias religiosas.
Todo ese ambiente familiar había influido en la educación de Natalia, cuya manera de ver la vida distaba mucho de la de otras chicas de su edad.

Pese a que tenía la suerte de gozar de un físico envidiable, no le gustaba vestirse de forma sexy ni provocativa. Todo lo contrario: siempre se vestía de manera discreta y recatada. Medía 1,70, tenía una figura esbelta, el pelo moreno, ojos verdes heredados de su madre y unos pechos medianos, firmes y perfectos en cuanto a su redondez.

Desde pequeña había veraneado con su familia en la costa gaditana, por lo que se conocía al dedillo muchas de las playas de la zona.

Ese domingo de junio por la mañana cogió su coche temprano y se dirigió hacia una de las playas de la localidad de Rota. A media mañana había llegado ya a su destino. Quería estar tranquila, sin tener que soportar a mucha gente a su alrededor.

Pese a que aún no era temporada alta, la buena temperatura y el espléndido día soleado atraerían seguro a bastantes bañistas a la playa. Así que, tras aparcar el coche en el aparcamiento cercano a playa, recorrió a pie unos 800 metros para alejarse de la zona más concurrida de la playa. Sabía que caminando esa distancia llegaría a una zona virgen, muy tranquila, en la que entre árboles y dunas podría tomar el sol a solas, sin ser molestada por nadie.

Cuando llegó a ese lugar, sacó su toalla de su bolso de playa y la extendió sobre la fina arena dorada. Se quitó las chanclas y se despojó del vestido playero que llevaba. Un bikini negro de marca y caro era ya lo único que cubría el hermoso cuerpo de la joven. Se aplicó crema solar y se dispuso a tumbarse sobre la toalla.

Sin embargo, en ese instante, un pensamiento invadió su mente: estaba allí sola, sin nadie cerca. ¿Por qué no quitarse la parte de arriba del bikini y tomar el sol por primera vez en topless? Jamás se le hubiese ocurrido hacer eso en una zona llena de bañistas, pero allí no había nadie, no la verían.

Después de unos instantes de duda, se llevó las manos a la espalda, se desabrochó el cierre del sujetador y dejó desnudas sus tetas. Tras guardar la prenda en el bolso, embadurnó sus senos con protector solar, se puso unas gafas de sol oscuras y se tumbó sobre la toalla.

Natalia debió quedarse dormida unos 25 o 30 minutos, hasta que unos leves ruidos la despertaron. Abrió ,los ojos y miró hacia la derecha, de donde procedían dichos ruidos. Un hombre de unos 50 años estaba a unos 15 metros de ella, extendiendo la toalla y preparándose para ponerse allí a tomar el sol. Adormilada aún, en un primer momento ni siquiera se acordó de que estaba en topless; fue tras unos segundos cuando cayó en la cuenta.

Entonces se incorporó ligeramente hasta quedar sentada sobre la toalla. Iba a sacar el sujetador del bolso para ponérselo y tapar sus pechos. Pero se detuvo y se lo pensó mejor: tan solo estaba aquel maduro allí, nadie más. No se iba a morir por estar con las tetas al aire separada a unos 15 metros de aquel individuo. Sabía que muchas de sus amigas tomaban el sol así en cualquier tipo de playas. De manera que cambió de idea y permaneció como estaba, con las tetas desnudas al sol.

Volvió a tumbarse sobre la toalla pero sin perder de vista al maduro.

Era un hombre de pelo corto canoso, de estatura mediana y con algo de barriguita. Comenzó a desvestirse: primero se quitó la camisa blanca que llevaba, después el pantalón vaquero y se quedó con un bañador tipo bóxer de color azul oscuro. A Natalia se le abrieron los ojos ante la sorpresa de ver cómo el hombre se despojaba finalmente también de dicho bañador y se quedaba completamente desnudo. La playa no era nudista, pero el hecho de estar en una zona virgen, prácticamente solitaria, movió sin duda al maduro a desprenderse de toda su ropa para tomar el sol.

Cuando Natalia se recuperó del “shock” inicial, no pudo evitar lanzar una mirada a la entrepierna del hombre: se dio cuenta enseguida de que el maduro estaba bastante bien dotado. Su verga en reposo era ya de dimensiones considerables, al igual que sus testículos peludos. Con los ojos ocultos bajo las gafas de sol, siguió observando con disimulo a aquel hombre, que había comenzado a ponerse crema solar por todo el cuerpo.

Un escalofrío de excitación recorrió la anatomía de Natalia al ver cómo el hombre incluso se aplicaba crema en el pene, pasando la mano varias veces sobre su miembro.

La joven estaba cada vez más caliente y optó por quitarse las gafas de sol para tener mejor visión de lo que tenía cerca de ella.

Después de cubrir su piel con la crema, el hombre se dirigió a la orilla y comenzó a hacer una pequeña tabla de ejercicios de estiramientos de brazos, hombros….ejercicios de relajación corporal. Estaba de espaldas a Natalia, que disfrutaba ahora de la visión del trasero del maduro.

La chica se sentía muy extraña, pues jamás había sentido esa sensación de ardor como la que tenía ahora. De repente se levantó de su toalla y comenzó a caminar lentamente hacia la orilla, acercándose hacia donde estaba el maduro. Cuando se encontraba a escasos metros del hombre, éste se giró, la vio casi a su lado y le dijo:

– Perdona, ¿te molesta que esté aquí desnudo? Sé que no es una playa nudista, pero excepto tú aquí no hay nadie más. Suelo venir a esta zona de vez en cuando a tomar el sol así. Pero si te molesta, me pongo el bañador.

– No, no se preocupe, no pasa nada. Es sólo que me ha sorprendido ver a alguien desnudo por aquí. Es la primera vez que veo a alguien completamente desnudo en una playa- contestó Natalia.

– Bueno, tú estás semidesnuda, tampoco hay mucha diferencia- replicó el hombre.

– Jajaja….tiene razón. ¿Sabe una cosa? Es la primera vez que tomo el sol en topless. Creía que iba a estar aquí sola todo el día. Siempre he sido muy pudorosa- dijo Natalia.

– Pues no entiendo la razón. Eres una chica joven, guapa y, si me lo permites, tienes unos pechos preciosos- comentó el hombre mientras le miraba con descaro las tetas a la joven.

Natalia se ruborizó ante las palabras del maduro y al sentir la mirada de éste clavada en sus pechos. No entendía lo que le estaba ocurriendo: todo ese pudor, todo ese recato que había tenido desde siempre y ahora estaba delante de aquel hombre, a escasos centímetros de él, con las tetas al aire y casi pegada al pene del desconocido. Y eso no era lo peor: lo peor era que no deseaba alejarse del hombre. Quería quedarse y que el individuo le siguiese mirando las tetas y ella, a su vez, aprovechar para deleitarse viéndole la polla. Natalia se percató rápidamente de que sus pezones marrones se habían endurecido, lo mismo que la verga del hombre había ido ganando dureza y estaba semiempalmada.

– ¿Le importa que ponga mi toalla junto a la suya?- preguntó Natalia.

Ella misma se sorprendió de lo que acababa de decir.

– ¡Por supuesto que no! Y no me llames de “usted”. Me llamo Carlos.- respondió el maduro.

– Yo, Natalia. Encantada.

En ese momento la joven le extendió educadamente la mano al hombre en señal de saludo, pero Carlos lo que hizo fue darle un beso en cada mejilla. Al hacerlo, Natalia sintió cómo la polla del hombre tocaba la braguita de su bikini y su bajo vientre, al tiempo que sus tetas rozaron el torso velludo del individuo.

Más excitada todavía que antes, la joven se dirigió hacia su toalla, la recogió junto a su bolso y se encaminó al lugar donde Carlos tenía su toalla y su mochila.

Los dos se sentaron entonces en sus respectivas toallas y comenzaron una amena conversación, inocente al principio, pero que poco a poco fue derivando hacia el tema del nudismo.

– Yo lo practico desde hace muchos años. Normalmente en playas y campings nudistas; otras veces, como hoy, en zonas solitarias y aisladas de las playas- reveló Carlos.

– Si en mi familia supieran que estoy en topless junto a un hombre desnudo, me matarían. Yo misma, hasta hace un rato, no me hubiese ni imaginado estar en esta situación.

– ¿Por qué? No hay nada malo en ello- dijo el maduro.

– Cuando te has educado en el seno de una familia conservadora y muy religiosa, la cosa no se ve igual- comentó Natalia.

– Tienes razón, pero cada uno es dueño de su vida, de su cuerpo, y no tiene que dejarse influenciar por nadie. ¿Puedo pedirte una cosa?- preguntó el maduro.

– Por supuesto- dijo Natalia.

– ¿Por qué no te quitas la braguita del bikini y tomas el sol desnuda? Lograrás vencer de una vez todos tus miedos y complejos mentales que tienes.

Natalia se quedó pensativa. Sinceramente no le había sorprendido la propuesta del maduro, pues ella sabía de sobra que llevaba un rato devorándola con la mirada. Y también era consciente de que no le molestaba en absoluto que aquel hombre la mirase. Todo lo contrario: sentirse deseada era un halago para ella y además le excitaba ser mirada por ese hombre totalmente desnudo. Tras unos segundos de reflexión, la joven se levantó de la toalla y se desató primero el lazo izquierdo de la braga del bikini y después el derecho. La braga se abrió entonces por completo y el sexo completamente depilado de la chica quedó a la vista del maduro. Éste había seguido con atención cada uno de los movimientos de la joven y ahora contemplaba sin pestañear el coño de la chica.

El hombre se levantó, lo que permitió a Natalia ver que el pene del maduro estaba en total erección. Apreció con nitidez cómo varias venas se le marcaban sobre el duro miembro.

Fue el maduro el que reanudó la conversación:

– Supongo que poco a poco irás perdiendo la vergüenza de encontrarte desnuda. Eres una chica preciosa.

Natalia no dijo nada. Carlos se acercó un poco más a la joven y comenzó a acariciarle el cabello. Natalia no se opuso y dejó hacer al hombre. De nuevo la polla erecta de Carlos rozaba el cuerpo de Natalia debido a la proximidad de los dos cuerpos. La chica sentía un gran ardor recorrer todo su interior y notaba que su coño empezaba a palpitar de deseo. Y no pudo contenerse: con su mano derecha empezó a tocar la polla de Carlos.

– Ummm…estaba deseando este momento. Creía que nunca te ibas a decidir- comentó el hombre.

Tras decir esto, bajó sus manos desde el cabello hasta los pechos de Natalia y comenzó a manosearlos. La joven se sentía cada vez más excitada y notaba cómo su vagina se estaba humedeciendo.

Carlos se percató pronto de la excitación de Natalia y le indicó:

– Estás mojada. Así me gusta. Que te excites y disfrutes del sexo.

– Ahora ya no podré parar. El coño me palpita. Necesito que me folles. Quiero sentir dentro de mí todo ese miembro grueso y duro que tienes- pidió Natalia.

– ¿Dónde está la chica recatada del principio?- preguntó irónicamente Carlos.

– No lo sé. Ahora sólo quiero que me folles y me quites la calentura que tengo- le contestó Natalia, mientras el maduro jugueteaba con los pezones saltones de la chica.

El hombre fue descendiendo con sus manos, recorrió todo el cuerpo de la joven, llegó al vientre y al ombligo, alrededor del cual trazó varios círculos con un dedo, y alcanzó por fin el sexo. Con la palma de la mano empezó a recorrer los labios vaginales de Natalia. Lentamente le introdujo el dedo anular y comenzó a moverlo por dentro del coño hacia delante y hacia atrás como si hiciera la señal de llamar a alguien.

La chica no pudo evitar lanzar varios gemidos de placer.

– ¿Quieres que te meta otro, putita?- preguntó el maduro que optaba ya por usar un lenguaje más soez y vulgar.

– Sí. ¡Méteme otro y fóllame primero con los dedos!- fue le respuesta de Natalia.

– ¿Y ese vocabulario? Una joven como tú tan educada no debería emplearlo- dijo con sarcasmo el maduro.

Le acababa de meter el segundo dedo y de inmediato aceleró los movimientos de penetración. No tardó Natalia en jadear de placer. Entonces el maduro decidió sacarle los dedos y le pidió que se tumbara en su toalla. Ella lo hizo y Carlos le separó las piernas para tener un fácil acceso al coño de la joven. Con suavidad le fue introduciendo su polla dentro y empezó a bombear con lentos movimientos. Natalia se tocaba las tetas con las manos para aumentar más aún el placer, mientras notaba cómo la tiesa verga del hombre entraba y salía una y otra vez de su sexo.

Llena de gusto sentía el roce del pene con los labios vaginales y con el clítoris. Conforme el ritmo aumentaba de velocidad e intensidad, la joven no podía reprimir sus deseos.

– ¡Vamos, fóllame, no pares ahora! Quiero que me folles hasta el final, hasta que te corras. Dame toda tu leche, deseo probar lo caliente que seguro que está- gritó Natalia.

La verga del maduro seguía deslizándose a velocidad vertiginosa dentro de la raja de Natalia. La sacó durante unos instantes y con el glande rojo y húmedo le golpeaba los labios pero ahora por fuera. Se puso a restregarle el pene por todo el sexo hasta que decidió volver a meterlo dentro del coño de Natalia para culminar la penetración.

– ¡Mira cómo te follo! ¡Siente mi verga taladrándote por dentro, llegando hasta lo más hondo de ti!- exclamó Carlos.

Con las caderas el maduro cogía impulsos para empujar con todas sus ganas la polla hasta el fondo de aquel joven sexo que estaba penetrando.

La chica empezó a notar varias contracciones en el abdomen y palpitaciones intensas en la vagina hasta que en medio de una explosión de placer llegó al orgasmo.

– ¡Ahhh…sííííí…..me corroooo….me voy a correeeerrrrrrr…!- gritó Natalia justo en el momento en que de su sexo empezó a chorrear abundante flujo que mojó, más de lo que ya estaba, la polla del maduro.

Carlos, sin embargo, siguió penetrando a Natalia sin descanso.

– Ya te has corrido, putita, ahora me toca a mí- dijo el hombre.

El tipo dio varias secas y duras embestidas más en medio de un sonido de chapoteo producido por el rápido deslizamiento de su miembro en la empapada vagina de la chica y ya no pudo aguantar más.

– ¡Arrrgghhhh…me voy a correr, prepárate que va mi leche..ahhhh….!- exclamó justo antes de que varios potentes chorros de semen salieran de su polla.

– ¡Síí….ahhhhhh….qué gusto….ufffff…!- gritó Natalia al sentir la leche del maduro inundando su coño.

El hombre dejó su verga dentro hasta que salió la última gota de esperma. Después la sacó, momento en que la chica aprovechó para darle un par de ricas mamadas al húmedo pene hasta dejarlo completamente limpio.

Ambos se dieron un baño en las templadas aguas marinas y luego pasaron allí juntos buena parte del día.

A primera hora de la tarde Natalia optó por vestirse y regresar al lugar donde había dejado su coche aparcado. No quería llegar tarde a casa. Pero antes de hacerlo, se había despedido de aquel maduro practicándole una felación y tragándose absolutamente todo el semen que manó de la polla de Carlos.

Todavía con el sabor del semen en su boca, se marchó de la playa y emprendió el camino de regreso a casa.
 
Semanas más tarde de aquel encuentro playero, Natalia empezó a notar que algo no iba bien en su organismo. Se sentía rara y la menstruación se le había retrasado. Temiéndose lo peor, se hizo una prueba de embarazo. Desconsolada rompió a llorar cuando vio que el resultado fue positivo. No lo podía creer: aquella follada en la playa que le dio ese maduro la había dejado embarazada.

El día que supo el resultado de la prueba se encerró en su cuarto y no salió en toda la jornada, fingiendo estar enferma. Con las lágrimas cayendo por sus mejillas no paraba de pensar qué haría ahora ante la situación que tenía encima y, especialmente, cómo se lo diría a sus religiosos y carcas padres

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