Me llamo Luli, tengo 18 años recién cumplidos. Me describo un poco, soy rubia de ojos verdes, muchos me dicen que me parezco a una actriz que actúa desde chica, al menos es lo que me dicen en mi Insta. Yo no estoy tan segura, me parezco un poco, tenemos una boca parecida y eso es lo que llama la atención. De lolas vengo muy bien, desde los 15 años tengo un buen escote y como jugué hockey toda la secundaria, tengo una cola redonda y paradita.
Mi mejor amiga se llama Pao, me lleva dos años, nos conocemos del colegio. Cuando hace dos meses cumplí los 18 me acompañó a ponerme un pearcing en el ombligo, mis viejos no me habían dado permiso antes, así que tuve que esperar a cumplir los 18. La cosa es que con mi novio, Mati, habíamos planeado perder la virginidad juntos, así que Pao me estaba ayudando, porque ella sabe mucho más que yo. Cuando me vi con el piercing me sentí sexy, creo que por primera vez. Sé que soy linda, pero no sé, ser sexy es otra cosa. Te estás haciendo mujer-me dijo Pao-, eso es lo que pasa.
Me gustó eso de hacerme mujer. Pao me ayudó también a comprarme ropa interior nueva, me decía que no podía usar esas bombachas de pendeja. Compramos un par de conjuntos, todo con la tarjeta de crédito que mi viejo me había regalado para mi cumple. A muchas chicas de hockey les causaba gracia que yo todavía era virgen, pero para mí muchas hablaban por hablar y tenían menos experiencia de la que decían. Pao sí sabía muchas cosas, me enseñó cómo chupar una pija, usamos un consolador para practicar, nos moríamos de risa las dos, pero ella me dijo que cuando llegara el momento iba a estar lista. Hasta me ayudó a hacerme la depilación completa.
-Listo, ni un vello púbico. Quedaste lisita, águila calva.
-Ja, qué boluda, las cosas que decís Pao.
-Mati tiene suerte, mirá todas las cosas que hacés para él. Ahora vamos a practicar un lap dance, te lo juro, vas a estar super lista.
El plan era el siguiente, mis viejos y los de Mati se iban a la costa el finde largo que venía, nosotros nos íbamos a quedar solos y al otro día íbamos a ir a la casa quinta de Pao, que iba a estar con el novio. Así que esa noche que nos íbamos a quedar solos iba a ser nuestra gran noche.
Cuando llego el día, nos quedamos solos en la casa de Mati, él se puso a cancherear con las bebidas de su viejo. Preparó un montón de tragos, ya estábamos bastante mareados para cuando nos fuimos a la cama de sus viejos, que era la más grande de la casa. Yo me empecé a desvestir, quedándome sólo con un conjuntito rojo que había comprado con Pao. Elegimos dos, uno blanco y uno rojo. Tanga y corpiño muy delicados. Mati se acostó en la cama y se sacó toda la ropa. Yo me acosté al lado de él y empecé a acariciarle la pija, de a poquito le empecé a hacer una paja. Mientras con mi mano derecha lo pajeaba, con la izquierda busqué un preservativo. Había llegado el gran momento. Pero mientras trataba de abrir el envoltorio del preservativo sentí que mi mano derecha se mojaba. No lo podía creer, Mati me había acabado en la mano después de sólo un par de sacudidas. Lo miré para decirle algo pero se había quedado profundamente dormido.
Al otro día nos levantamos tardísimo y fuimos para la casa quinta de Pao. Yo no podía creer cómo habíamos desperdiciado la noche anterior, pero en la quinta iba a ser diferente, de ese día no pasaba.
Ni bien llegamos me puse una biquini negra bien sexy, me encantaba el contraste que hacía el color negro con mi piel blanca. Caminé por el costado de la pileta hasta llegar adonde estaba Pao con su novio. Pao me miró y le dijo a su novio, ¿ves que mujer tan hermosa y sexy que vino hoy? Que combineta que metiste, ese color te queda bien, rubia.
-Gracias Pao, necesito meterme un poco en el agua.
Me zambullí y di un par de vueltas por debajo del agua, cuando saqué del agua la cabeza me asusté un poco. Había un viejo negro, subido en una escalera arreglando algo en el techo. Se bajó de la escalera, agarró una carretilla y pasó por al lado de la pileta, donde estaba yo, pero sin mirarme. Era un viejo panzón, llevaba la camisa abierta y unos pantalones medio raídos. Cuando pasó cerca de mí sentí un olor fuerte, no era un olor feo, era un olor raro.
-¡Bú!- apareció Pao alado mío, se había metido al agua sin que me diera cuenta.
-¡Boluda! Casi me matás del susto.
Las dos nos pusimos a reír. Pao me contó que el negro, me dijo el nombre pero no le presté mucha atención así que ni bien lo dijo ya me lo había olvidado, había venido hace como más de 60 años al país, no sabía bien de donde, Senegal o el Congo, y hacía de albañil o de jardinero en las casas del barrio.
Cuando Mati y el novio de Pao se metieron al agua nos pusimos a jugar al vóley con una pelota, pareja contra pareja. Nos ganaron ellos, Pao era super competitiva y no le gustaba perder a nada.
Como se hacía de noche, salimos de la pileta y nos fuimos a bañar. Después de una ducha caliente para aflojar los músculos me puse una crema perfumada en todo el cuerpo. Estaba decidida a que esa noche fuera especial. Me puse el conjuntito blanco de corpiño y tanga, me miré en el espejo y vi lo bien que se acomodaba a mi cuerpo. Pao era una genia, me había hecho elegir bien. Me puse una mini cortita de las que tienen la tela bien liviana y una blusa con botones que me dejaba un hombro descubierto, permitiendo que se viera el bretel de mi corpiño blanco. Me miré al espejo y me sentí sexy, estaba muy contenta con cómo me veía. Completé el conjunto con unas sandalias blancas con un poquito de taco y me fui a reunir con los demás.
Los encontré en una sala grande, separada de la casa, que antes había sido la sala de juegos pero ahora estaba decorada con sillones, tenía espejos en todas las paredes menos en una que tenía un ventanal muy grande que daba al jardín donde estaba la pileta. Se escuchaba música del equipo que tenían instalado. Todos estaban tomando cervezas. Cuando lo vi a Mati también tomando cerveza no me hizo ninguna gracia. Me acordaba bien de lo que había pasado la noche anterior, así que yo sólo me serví un agua saborizada. Pao me miró raro pero no le dio mucha importancia, enseguida nos estábamos riendo y recordando algún partido de hockey.
Mati cambió la música y propuso que ya que había dos chicas tan lindas por qué no hacíamos una competencia de baile. Pao que es super competitiva enseguida se enganchó, pero dijo que necesitábamos un jurado imparcial para decidir quién ganaba, así si cada uno votaba por su pareja, había un voto extra para decidir la ganadora, y ya sabía a quién pedirle. Salió al jardín y cuando volvió vino con el negro. Yo me puse un poco colorada, no sabía si iba a poder bailar delante de un desconocido. Pao se dio cuenta e insistió para que yo fuera la primera en bailar. Los hombres se sentaron con sus cervezas en los sillones y las chicas nos quedamos en el medio de la sala. Empezó mi música que era un poco movida, yo intentaba bailar sexy pero me había puesto un poco nerviosa y para colmo, el taco de mi sandalia se enredó con una alfombra. Cuando terminé de bailar, los hombres me aplaudieron pero sin mucho entusiasmo.
Era el turno de Pao y esta vez la música era lenta, ella tenía puesto un solerito de verano, mientras bailaba se lo fue desabotonando hasta que con un movimiento super sensual lo dejó caer el piso. Se quedó en corpiño y tanga, tenía puesto un conjuntito rosa muy lindo, Pao sabía que tenía un cuerpo espectacular. Su novio silbaba y daba alaridos, el negro miraba serio y a Mati se le salían los ojos. Entonces Pao se acercó a Mati y se sentó unos segundos en su regazo hasta que la canción terminó. Se paró e hizo una reverencia. Todos aplaudieron con ganas. Lo escuché decir a Mati, que eso sí que había sido sexy. Me dio un poco de bronca y más me dio cuando vi que a Mati se le había parado la pija, tenía puesto un short y se le notaba. Pao agradeció a su público y le dijo a su novio que estaba cansada que se fueran a la cama y a nosotros que no había problema si nos queríamos quedar más tiempo levantados, que desde la casa no se escuchaba el ruido que pudiéramos hacer.
Pao agarró su vestido y se fue de la mano con su novio, me di cuenta que Mati le miraba la cola mientras ella se iba caminando. Él se dio cuenta que yo lo había visto pero se hizo el distraído y me pidió que les trajera más cervezas. Yo le dije que me parecía que ya había tomado suficiente pero él me insistió, como no quería pelear me fui a buscar un par de cervezas. Le pasé una Mati y otra al negro. Mati me dijo por qué no seguía bailando, así practicaba para bailar también como Pao. Me dio mucha bronca pero le dije que bueno, que lo iba a hacer. Pero para mis adentros pensé que me las iba a pagar, iba a bailar pero delante del negro, así él iba a ver que su novia también es sexy y se iba a morir de los celos.
Puse una canción pero antes de ponerme a bailar, me saqué las sandalias. Hacía todos los movimientos que me había enseñado Pao y otros más, pero en ningún momento lo miraba a Mati. Cuando la canción aumentó el ritmo empecé a desabotonarme la blusa, me la saqué y me miré en un espejo. Me sentí muy sexy viéndome en corpiño y cómo brillaba el pearcing en mi ombligo. Cuando la canción estaba terminando les di la espalda y desabroché el botón de mi minifalda, dejando deslizarla por mis piernas. Cuando cayó la mini al piso, di un pasito fuera de ella y me di vuelta. Lo miré a Mati y estaba profundamente dormido. Había accedido a seguir bailando para darle celos a él y ahora lo veía ahí tirado en un sillón como si estuviera desmayado. Yo estaba agitada, tratando de recuperar la respiración. De repente vi reflejada en uno de los espejos a una chica rubia, en corpiño y tanga, parada descalza frente a un viejo negro. Era yo y el contraste entre el color de nuestras pieles era increíble.
Empezó a sonar una canción lenta y el negro me dijo que siguiera bailando. Yo no sabía qué hacer, lo miré a Mati completamente dormido y me acordé cómo se le había parado la pija cuando Pao le hizo el lap dance. Pensé que podía cortar la noche ahí e irme a dormir o seguir bailando un rato más y cortar cuando yo quisiera, yo era quien decidía. Me empecé a mover despacito, siguiendo el ritmo de la música y me fui acercando lentamente hasta donde el negro estaba sentado. Me paré frente a él con mis piernas abiertas, dejando que las suyas estuvieran entre las mías. Lo miré a los ojos y me senté en su regazo. El calor que despedía su cuerpo era increíble. Y sentí ese olor fuerte que había sentido en la pileta, no sé por qué pero me hacía pensar que así era como olía un hombre. El me agarró de la cintura con fuerza y por primera vez sentí sus manos ásperas. Me levantó un poco y me puso bien encima de su bulto. Abrí los ojos bien grandes cuando sentí el tamaño de lo que estaba debajo de mí. Siguiendo el ritmo de la música seguí moviéndome en su regazo mientras miraba su piel negra brillosa que despertaba algo en mí que no sabía qué era. Me puse a acariciarle el pecho. Era una sensación increíble. Él negro también empezó a acariciarme, iba de mi cola hasta mis hombros, pasando por mis brazos y rozándome apenas los pechos. Sentí que me puse un poco colorada cuando me di cuenta que se me notaban los pezones a través del corpiño. De repente me miró a los ojos y se fue acercando a mi cara, yo no podía creer lo que estaba pasando, ¿este viejo negro me quiere dar un beso? Cuando sentí sus labios, cerré los ojos y abrí mi boca, aceptando su lengua. Fue como si algo eléctrico me recorriera todo el cuerpo, le empecé a devolver el beso y chupar su lengua, mientras que sentía cómo me recorría con sus manos ásperas. De pronto sentí que el negro me había desabrochado el corpiño. Me incliné un poco hacia atrás y dejé que el corpiño cayera. Ahí estaba yo, una rubiecita de 18 años, en lolas sentada en el regazo de un negro. Él me agarró una teta y la apretó un poco, después me empezó a chupar un pezón. Qué locura lo que estaba pasando, yo sentía un calor impresionante entre mis piernas y él pasaba de una teta a la otra. Yo lo miré y le dije que nos podíamos besar pero nada más, porque yo era virgen. El negro me miró y no dijo nada. Nos seguimos besando un rato en la misma posición, yo me deslizaba hacia arriba y hacia abajo sobre su pija cubierta por el pantalón. Creo que las capas de ropa que había entre nosotros, mi tanga y su pantalón, hacían que confiara más en que podía parar lo que estaba pasando cuando yo quisiera.
El negro me agarró de la cintura y me levantó de su regazo, quedé parada frente a él. Me agarró de la mano e hizo que me arrodillara. A esa altura me daba cuenta que yo estaba casi completamente sumisa, no sé lo que me pasaba con ese viejo negro, pero sentía como mi voluntad se me iba yendo de a poco. Tenía que parar las cosas acá, si no lo hacía no sabía a dónde íbamos a parar.
Me hizo una seña con la cabeza y lentamente comencé a desabrochar sus pantalones, le bajé el cierre y él me ayudó a sacárselos. Lo único que quedaba eran sus calzoncillos. El corazón se me salía del pecho cuando agarré los lados de su ropa interior. Se la bajé y ahí apareció, tenía una verga enorme. Extendí la mano y le toqué la pija lentamente con mis dedos, primero con una mano y luego con dos. Miré la diferencia de color de nuestras pieles y sentí mi cara enrojecerse. Empecé a frotarlo cada vez más. Lo miré a los ojos y fui acercando mi boca, le besé la punta suavemente unas cuantas veces, separé los labios y dejé que mi lengua probara lentamente la cabeza. Miré al negro a los ojos mientras dejaba que su verga entrara en mi boca. Entonces empecé a mover lentamente la cabeza y chupar esa enorme verga negra. Ahí estaba yo, una rubiecita arrodillada entre las piernas de un viejo negro, acariciando y chupándole la pija tan fuerte como podía. Después de un rato el negro sacó su pija de mi boca, me agarró de la cintura, me levantó como una muñequita y me sentó en el sillón. Él se sentó junto a mí y me empezó a besar. Yo le devolvía los besos, era increíble el calor de su cuerpo desnudo. Yo lo acariciaba y aspiraba con fuerza para sentirle ese olor a hombre que tenía. Él se movió hasta quedar entre mis piernas, como yo tenía puesta mi tanguita blanca, no puse ningún reparo. Era increíble sentir el peso de su cuerpo sobre el mío, sentir a ese negro entre mis piernas. Él seguía besándome y yo estaba super excitada, me encantaba la forma en que se sentía presionar mi vagina cubierta con mi tanga contra su enorme verga negra. Yo abría mis piernas lo máximo que podía alrededor de él para poder sentir mejor esa pija que me estaba volviendo loca. De pronto se detuvo y se paró, me extendió su mano y yo se la agarré. Era impresionante la diferencia de tamaño entre su mano y la mía, y la diferencia de color era increíble.
Me llevó de la mano hasta la alfombra que estaba hacia el centro de la sala. Miré a uno de los espejos y vi a un viejo negro, panzón, completamente desnudo, llevando de la mano a una rubiecita descalza, vestida sólo con una tanga blanca. Ella iba caminando un pasito más atrás y se dejaba llevar sin poner la más mínima resistencia. Para mis adentros pensé que todavía podía parar esto cuando quisiera. Me hizo recostar en la alfombra y él se acostó al lado mío. Nos empezamos a besar de nuevo. Era impresionante sentir el calor de su cuerpo, sentir la mezcla de su olor con mi perfume. De repente el negro empezó a acariciarme las piernas, yo las abrí casi por instinto y su mano fue a parar cerca de mi vagina, cubierta por la tanga blanca. Se sentía increíble la forma en que me estaba tocando, entonces él se colocó encima de mí.
Levanté la cabeza y lo miré a los ojos, pensé que este negro que podía ser mi abuelo me quería hacer mujer, bajé la mirada y vi su pija entre mis piernas, sentí su calor acercándose, pensé esta verga negra me quiere desvirgar. ¿Qué dirían mis viejos si supieran que su hija, la rubiecita, la jugadora de hockey, estaba por perder la virginidad con un desconocido, encima un negro más viejo que mi abuelo? La única barrera que había entre su pija y mi vagina era mi tanga, la tanguita blanca del conjuntito que me había comprado para estrenar con Mati. Sentía que mi voluntad desaparecía, cada vez ponía menos resistencia a sus manos ásperas, que me acariciaban de una forma casi violenta. Miré al sillón donde estaba Mati, seguía dormido, como si estuviera desmayado. Qué pajero, no sé para qué tomaba tanto, siempre haciéndose el que se las sabe todas.
Sentía esa verga negra punteándome a través de la tanga, era una barra de carne caliente que pedía estar dentro de mí. ¿Cómo se sentiría ser penetrada por semejante pija? ¿Me entraría toda? Era mucho más grande que la de Mati, no había comparación. Y la forma en que me trataba el negro, no era una princesa para él, no sé lo que era, pero sentía cómo me calentaba la forma en que me trataba. ¿Iba a perder mi virginidad con este viejo negro? Sentía que me estaba volviendo loca. Ya casi no tenía voluntad, la tela de mi tanga parecía que era lo único que impedía que este negro me hiciera suya. Me sorprendí un poco cuando escuche mi voz hacer una pregunta. Era como si mi cuerpo ya hubiera decidido por sí mismo.
-¿Preservativo?
-¿Preservativo?- repitió el negro.
-Sí, preservativo. ¿Un forro?
-No, sin forro-, dijo el negro, se agarró la base de la verga y la sacudió dando golpecitos sobre mi tanga.
Esa pija negra me estaba volviendo loca, el peso que tenía y el calor que despedía eran increíbles. No podía dejar de pensar cómo sería sentirla adentro. Pao me había dicho que sentirla sin preservativo era fantástico. Piel contra piel, es como más animal, me dijo. Eso, lo que estaba pasando con este negro era como algo salvaje. Un viejo guerrero africano y una chica de ciudad. Una atracción inevitable. Sentí que mis pulgares se metían por debajo del elástico de mi tanga. Como en cámara lenta, empecé a sacármela y bajarla por mis piernas. La última barrera había cedido. El negro había ganado y mi virginidad era su premio. Se la merecía, esa pija enorme y negra me iba a desvirgar.
Con la clara señal de mi rendición el negro hizo una mueca, creo que era su forma de sonreír. Se veía que le faltaban algunos dientes. Era un negro viejo, panzón y tenía un olor fuerte, pero me calentaba en una forma que no podía negar. La situación también me daba algo de miedo, el negro era más grande que yo y sentía que esa verga negra me iba a partir al medio. Pensar eso me calentó más todavía. ¿Qué dirían las chicas de hockey si vieran a este negro viejo y panzón quedándose con mi virginidad, montándome como una yegua? Una rubiecita con cara de nena y un negro hosco. Cuando terminé de sacarme la tanga me di cuenta de que mis manos temblaban un poco, el negro se acomodó entre mis piernas de nuevo y volví a notar el contraste de nuestras pieles. Su piel negra brillaba con la transpiración y mi piel blanca parecía reflejar la luz. Me excitaba más todavía, se sentía natural querer ser poseída por semejante macho. Ser la mujer de este negro. Este macho negro, jardinero o albañil, que iba a desvirgar a una rubiecita jugadora de hockey. Mi cabeza volaba a mil por hora y sentía que el corazón se me salía del pecho. Mi primera pija iba a ser una pija negra -pensé. ¡Y sin preservativo!
Lo miré a los ojos y me dije, “este es el hombre, el negro que me va a desvirgar”, miré para abajo, entre mis piernas y me dije “y esta es su pija, su enorme verga negra que me va a hacer suya”.
El negro deslizó la cabeza de su verga hacia mi entrada y mis caderas saltaron como nerviosas, mi vagina rosadita empezaba a aceptar la punta de su pija negra. Era la imagen más caliente que había visto en mi vida. El negro empujó la punta de su verga y me hizo dar un gritito, estaba empezando a abrirme. Suavemente empezó a bombear sus caderas. Yo me estaba empezando a sentir estirada y me dolía un poco, pero había algo dentro de mí que no quería que el negro parara. No sé cuánto de su verga tenía dentro mío cuando el negro paró y me miró a los ojos. Parecía que me estaba dando una última oportunidad de arrepentirme. Yo miré como nuestros cuerpos estaban unidos, esa diferencia de color de nuestras pieles que me estaba volviendo loca. Ahí estaba yo, una rubia de 18 años, abierta de piernas, debajo de un viejo negro. Lo miré a los ojos, me mordí los labios y con la cabeza le dije que sí. El negro empujó hacia adelante y con un largo y caliente empujón me desvirgó. Se quedó quieto un momento, dándome tiempo para acomodarme a todas las sensaciones que estaba sintiendo. Enseguida empezó con empujones largos y lentos a bombearme con su verga, inclinó las caderas hacia adentro, profundamente, frotando su pelvis contra la mía. Entonces me agarró de la cintura y pude ver como su pija negra entraba y salía toda brillosa de mi vagina.
De pronto el negro paró y me la sacó. Yo no sabía qué pensar, estaba sin aire pero quería que me siguiera cogiendo, lo miré como para preguntarle si pasaba algo, pero él no me dejó decir nada. Me agarró de la cintura y me dio vuelta. Quedé de rodillas y con las palmas de las manos en el piso. Levanté la mirada y me vi en un espejo, era una rubiecita desnuda, toda transpirada, con un viejo negro gigante acomodándose detrás de ella, con una verga enorme apuntándole a la vagina. Era una imagen increíble. Arqueé un poco mi espalda mientras sentía como me penetraba. El negro puso sus manos en mi cintura y empezó a bombearme. Sentía la fuerza que tenía él cada vez que me penetraba, no lo podía creer. El negro me agarró del pelo y aumentó la velocidad de su bombeo, se escuchaba fuerte el ruido que hacían nuestros cuerpos cada vez que chocaban, yo trataba de moverme de forma de seguirle el ritmo, pero llegó un momento que no pude más y me derrumbé, el siguió arriba mío sin bajar el ritmo. Cuando recuperé un poco el aliento volví a la posición en la que estaba, él me seguía bombeando, yo le quería decir algo de lo que me estaba haciendo sentir pero no me salían las palabras. Sólo me salían gemidos. Seguí así en cuatro, con él dándome con todo, pero de pronto dijo algo que me asustó.
-Rubia, te lleno con mi leche.
Hice fuerza para desengancharme y me salí de la posición. Me di vuelta y vi esa verga negra toda brillosa con mis jugos. Me recosté en la alfombra mientras trataba de aclararme las cosas, la posibilidad de quedar embarazada a los 18 años era algo impensable, una locura, pero todo lo que estaba pasando era una locura. Y mi cabeza iba a mil por horas, yo misma era mi peor enemiga: me imaginé sentada sola en un banco de plaza, una chica rubia de 18 años dándole la teta a un bebé negro y toda la gente alrededor murmurando. La situación me llenaba de morbo.
-Te lleno con mi leche, hembrita.
La palabra “hembrita” despertó algo dentro de mí. A este macho negro no le alcanzaba con haberme desvirgado, me quería llenar con su leche de semental. Y yo no podía dejar de mirar a esa poderosa verga negra, brillosa y lubricada. Parecía algo hecho para una sola cosa. Este macho enorme quería llenar a su hembra, eso era lo que me había vuelto. Esa pija negra me había hecho su hembra. Y la hembra tenía que recibir el esperma de su macho negro. Lo miré a los ojos y abrí mis piernas, mi rendición era completa. Este viejo negro me había desvirgado y ahora me iba a llenar con su leche. El negro se puso entre mis piernas y volvió a penetrarme, al principio despacio, pero pronto me empezó a bombear con fuerza. El negro me iba a desfondar con tantos panzazos, pero quería esa verga dentro de mí. Sentir el peso de tu hombre arriba tuyo y su pija dentro de vos es algo único. El negro era viejo, pero la fuerza que tenía entre sus piernas me volvía loca. De pronto lo sentí tensarse, me pareció que estaba por acabar, entrelacé mis piernas en su espalda, para tenerlo más cerca de mí y que su verga me penetrara lo más profundo posible. Lo empecé a besar como desesperada, yo estaba completamente entregada, mi cuerpo temblaba con el bombeo que el negro me estaba dando. De repente como que empujó con fuerza, penetrándome al máximo, y después se quedó quieto. Sentí su verga latir dentro de mí, me estaba llenando con su leche. El macho negro estaba fertilizando a su hembrita rubia. Yo lo abrazaba y lo apretaba con mis piernas, quería sentir todo su cuerpo. Quería que esa sensación de ser llenada por esa verga negra no terminara nunca.
Una vez que acabó, el negro se paró, se puso su pantalón, agarró su camisa y se fue sin decir nada. Yo me quedé acostada en la alfombra, me faltaba el aliento y estaba toda transpirada. Qué locurón lo que había pasado. Lo miré a Mati y seguía dormido en el sillón. Qué locura, le había querido dar celos y terminé desvirgada por un negro más viejo que mi abuelo. Y qué cogida que me había pegado ese negro. Vi mi tanga tirada donde la había dejado, ahí estaba la última barrera que había caído. Me la puse de nuevo y sentía como me chorreaba semen de la vagina. El negro me había llenado con su esperma potente.
¿Qué diría Pao cuando le cuente? ¿Me diría que estaba loca por haberme entregado a este negro? Pao era rubia como yo, un poco más alta y muy linda. De pronto me la imaginé desnuda, abierta de piernas y con el negro bombeándola. Qué morbo que me dio. Imaginar a ese macho negro garchándonos a las dos y llenándonos con su leche me pareció una idea muy tentadora.
10 comentarios - Por darle celos a mi novio terminé desvirgada por un negro