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Mi amante madura.

Me levanto de la cama y voy al comedor, ahí la encuentro aella, Norma, mi amante y veo en ella muchas cosas que me calientan. Paraempezar, Norma tiene 60 años (30 más que yo); Tiene una taza de café en la manoy un cigarrillo en la otra. Fuma y toma café mientras ve la televisión. Tienepuesto vestidito de seda bordó que hace las veces de pijama y que remarca suscurvas. Debajo, nada de ropa interior por debajo. Sus tetas son bastantegrandes y tienen la caída natura que puede esperarse a su edad para las tetas deese tamaño. Una muy leve pancita sobresale por debajo de sus enormes tetas. Suspiernas y brazos son delgados y tal vez es allí donde más se notas sus arrugas.Las manos y pies siempre impecablemente cuidados y su cara, a pesar de ser muytemprano, perfectamente maquillada. Nunca me dejó verla sin maquillaje. Su bocafina, su nariz pequeña, sus ojos verdes y las arrugas alrededor de estocompletaban la imagen de su perfección, junto con su corto pelo rubio.
-Buen día bebé ¿Cómo dormiste?- me pregunta Norma mientrasdespide una larga nube de humo.
-Buen día Mamu. Dormí bien, me ayudó bastante todo lo quehicimos anoche- terminando de decir esto, me propongo a darle un breve beso debuenos días para empezar a desayunar, pero Norma, al parecer no estaba deacuerdo con lo breve de mi beso.
Me tomó del mentón e introdujo su lengua en mi boca paracomenzar un lento y largo beso que yo correspondí. La agilidad de su lengua, lacadencia de su ritmo junto con su aliento a café y cigarrillo surtieron elobvio efecto…una rápida erección que fue acompañado de la mano de Norma.
Terminando el beso, su mano no dejó mi bulto. –Buen día paravos también- dijo Norma, y volvió a pitar de su cigarrillo. Me soltó. Tomó unsorbo de café. –Yo quedé muy satisfecha también bebe, pero le hiciste unapromesa a Mamu y no la cumpliste-.
-¿Qué promesa?- me apuré a preguntar.
-¿Te acordas, después del último polvo, en el que me tuvisteun largo rato en cuatro y me terminaste llenando de lo poco que te quedaba deleche?- Norma volvió a pitar de su cigarrillo y despidiendo el humo, continuó –Dijisteque después de eso me la ibas a volver a chupar para que te vuelva a acabar enla boca y yo me levanté, fui al baño a lavarme y cuando volví ya estabasdormido-.
-Si Mamu. Perdón, me había olvidado- respondí.
-Perdón nada- me dijo Norma. Corrió la silla hacia atrás,comenzó a abrirse de piernas y a levantarse el vestido. Fumó una vez más ydespidiendo el humo me ordenó -¡Arrodillate pendejo!-.
Asi lo hice. Entre sus piernas delgadas y debajo de untriángulo de abundante pelo negro estaba la gloria. Una concha gastada despuésde innumerables cogidas a lo largo de su vida y sobre ella, un prominenteclítoris erecto.
Comencé a lamer los labios y meter la lengua lo más que pudepara luego dedicarme exclusivamente a succionar y lamer el clítoris de todaslas formas y ritmos posibles.
Una de las manos de Norma sostenía fuertemente mi nuca, nodejándome ninguna chance de interrumpir el cumplimiento de mi promesa. En laotra mano continuaba el cigarrillo, que seguía fumando. Fumaba, suspiraba,gemía y, ocasionalmente, decía algunas frases.
-Que bueno que no te moleste que no me depile la concha. Lasmujeres tenemos pelo y a vos te gusta, sino la quisieras depilada te hubierasenganchado una pendeja, pero a vos no te gustan las pendejas ¿No?. Bien quefrotabas la pija contra mi concha peluda para pararla-. Su voz ronca y excitadano hacía más que calentarme, como me calentaba que me tuviera bien agarrado dela nuca o que no parara de mojarse.
Apagó su cigarrillo y ahora me sujetaba fuerte con sus dosmanos. Gemía y jadeaba más fuerte. –Meteme un dedo, pendejo- me pidió y ahorano solo estimulaba su clítoris sino también su punto g. –Meteme otro dedo bebe-su tono ya era de súplica. El ritmo se estaba acelerando, ella comenzaba amoverse en su silla, marcándome el ritmo. –Dale nene, otro mas- y ya eran tresdedos estimulando su punto g y mi lengua cansada su erecto clítoris.
Sus pelos rozaban fuertemente mi nariz, el olor se volvíaintenso y su concha resbalosa. -¡Sacá los dedos!- me gritó y acto seguido consus dos manos hundió aún más mi cara en su concha. -¡Te la vas a tomar todapendejo!- El gemido que siguió a esto fue un ronco y fuerte grito, acompañadodel primero chorro que entró a mi boca. Dos, cuatro, seis largos, abundantes yácidos chorros entraron de forma potente en mi boca, cada uno acompañado de losgritos de Norma. Acabó, si, y mucho, pero mi boca seguía pegada a su concha.-¡Tomatela!- me gritó –Tomatela toda, pendejo!- y la verdad, es que no tuveotra opción más que tragarme su orgasmo. Solo después de esto me soltó.
Norma se levantó, se sacó el vestido, para ver ahora no solosu concha sino sus enormes tetas con una hermosa caída natural y unos enormespezones rosados. Prendió otro cigarrillo, tomó su celular y mandó un audio. –Graciela,buen día. Voy a llegar tarde a la oficina-. Lo dejó, me miró en el suelo y medijo –Sacate todo y sentate en la silla-.
Le hice caso. Mi pija no daba más. Norma agarró mi pija, sela metió entre las piernas y se sentó arriba mio. Comenzó con los movimientoshacia adelante y atrás. La escuchaba fumar, la escuchaba jadear, y comenzó aaumentar el ritmo. Su voz ronca comenzó a sonar en mi oído. –No puedo creer loduro que estas. Y pensar que perdí tanto tiempo con hombres de mi edad o masviejos, pudiendo tener un pendejo como vos, bebe-.
Dejó el cigarrillo en su boca, agarró una de sus enormestetas y la puso en mi boca. –Tomá la teta, bebe- me dijo como pudo, mientras elhumo se escapaba de su boca. Cruzó las manos por detrás de mi cuello, fumabas ydespedía el humo por su nariz. El ritmo con el que Norma me cogía aumentabacada vez más. Apagó su cigarrillo. Pegó su boca a mi oído.
-¡Tu Mamu ya tiene 60, tengo el doble de años que vos; Soymás grande que tu mamá y vos sos más chico que mis hijas! ¿No te da vergüenza cojertea una vieja como da vergüenza cojerte a una vieja como yo?-
Juro que eso casi me hizo acabar. –Para nada- le respondí –Nohay nadie que me de más placer que vos Mamu. Pensá que cuando yo recién nací,vos ya tenías mi edad. Fui hecho para vos. Solo tenías que esperar, y acá estátu recompensa-.
Esto no hizo más que excitarla y que me coja mas fuerte. Yoaproveché a jugar con sus tetas. El ritmo era insoportablemente rápido yasombrosamente fuerte para una mujer de su edad. Creí que iba a partirme almedio o, por lo menos, que iba a tirarnos de la silla. Un poderoso y roncogemido sonó mi oreja y, sobre mi pija, otra catarata caliente del fuerte flujode Norma.
-¿Acabaste Mamu?- le pregunté.
Al principio no contestó. Todavía sobre mi pija dura, soloatinó a asentir con la cabeza. Después, con una voz entre dolor y placer, mepreguntó: -¿Es que vos no acabas, pendejo?.
-Si me entregas la cola seguro que acabo- le dijedescaradamente.
-¡No!- me respondió. –Todavía me duele de anoche, y no estoyacostumbrada!-
-Si queres que acabe Mamu, entrégame la cola-.
Noma se bajó de mi pija. Después de pensarlo un segundo medijo –Anda al cuarto y trae el gel. Y tráeme otro cigarrillo-.
Me apure a cumplir con sus pedidos y cuando volví estaba deespaldas, con una mano contra la pared y de piernas abiertas. Con la otra manose masturbaba. No podía creer lo que estaba viendo. Una hermosa mujer que medoblaba la edad, que siempre había tenido el poder en nuestra relación, estabaahora totalmente sumisa, esperándome.
Prendió su cigarrillo. Parecía disfrutarlo más que losanteriores. –Despacio- me dijo mientras la preparaba. –La tenes muy larga ygruesa y me va a doler-.
-¿No te gusta mi pija Mamu?-
-¿Crees que si no me gustara tu pija te seguiría cojiendodespués de tanto tiempo, pendejo?-.
Aproveche la distracción para meter la cabeza de mi pija ensu culo. Ella se sobresaltó y ahogó un grito de dolor. Una mano seguía en lapared y con la otra seguí fumando, mientras le metía poco a poco mi larga ydura pija. Una vez que entré completamente, la empecé a cojer lentamente,agarrado de una mano en su cadera y con la otra en una de sus enormes tetas quehabían quedado hermosamente colgado.
Norma fumaba cada vez mas seguido para disimular el dolor. –Necesitoque acabes bebe, nos tenemos que ir a trabajar-.
-Podrias ser mi madre- le dijo. Ella ya conocía ese diálogo,nuestro diálogo.
-Ojala fuera tu madre pendejo. Aunque no me hace falta, yoya te tengo de hijo-.
Eso fue suficiente para hacerme acabar. Para empujar mi pijahasta el fondo y llenar el culo de esa madura de leche. Ella gritó. Yo la saquédespacio y me senté.
Norma parada, con el cigarrillo en la boca, ocupó una de susmanos en su clítoris y la otra en meterse un par de dedos. En menos de unminuto acabó por tercera vez. Fumando lo que quedaba de su cigarrillo, meinvitó a pasar a la ducha con ella, mientras caminaba con mi leche y su flujochorreando entre sus piernas.
Después de una ducha, Norma, me llevó en auto a nuestrotrabajo. -¿Otra vez le dijiste a tu novia que te quedaste trabajando hastatarde con tu jefa?- me preguntó.
-No es del todo mentira Mamu, al fin y al cabo, vos sos mijefa- le respondí. -¿Tu marido cuando vuelve?- le retruqué.
-Acá no me digas Mamu. Soy tu jefa. Y por mí, que el viejo novuelva. Te prefiero a vos, pendejo.

5 comentarios - Mi amante madura.

Sminelli +1
No podes dejar de escribir, segui esta historia y esta linea, es simplemente extraordinaria y no escribe nadie en esta tematica tan bien, los dialogos en el medios del sexo hacen temblar!!
si tenes email te envio sugerencias, 10 pts a este relato que entra por escandalo en mi
top 5.


Gracias
Axelkal86
Muchas gracias. axelkal87@gmail.com