Desperté con dolor de cabeza, me costó darme cuenta donde me encontraba, era mi habitación, en el pequeño apartamento que rento desde hace mas de un año, donde me mudé en busca de mejores oportunidades. Tenía un buen trabajo, pero gastaba mucho en divertirme, por lo que me había estancado allí, más allá de que me daba el gusto de tenerlo bien amueblado y con cierto nivel, como me habían comentado varias de mis ocasionales compañeras.
Me senté en la cama como pude y me sentí enfermo, había bebido como un cosaco la noche anterior y la juerga me pasaba factura. Busqué a tientas las aspirinas en la mesa de noche y las tragué sin agua.
Me levanté y me arrastré hacia el baño, el agua de la ducha me revivió lo suficiente como para concentrarme y recordar que era sábado en la mañana, lo bueno era que no trabajo los fines de semana.
Me preparé un café instantáneo bien cargado y me puse a rememorar los hechos de la noche anterior.
Recordaba muy bien haber ido a un pub en los suburbios, algo nuevo que leí en una propaganda que me dieron en la esquina de mi oficina. También recuerdo la rubia tetona que me miraba y con la que bebimos las primeras copas, antes que me dijera que había llegado un amigo y lamentaba tener que dejarme así. Con gran esfuerzo vino a mi memoria que continué bebiendo como si tuviera mucha sed, pues fue algo que me dijo una chica que llegó a la barra, con la que sé que mantuve una conversación larga. Recuerdo que era atractiva, su sonrisa, su clara mirada y su paciencia, dado que yo esta bastante borracho, y sin embargo ella reía con mis ocurrencias.
Ya lo recordaba, al ponerme en un taxi, ella había deslizado un papel en el bolsillo de mi chaqueta. Me puse de pié de un salto y en cuatro pasos llegué hasta mi chaqueta, efectivamente allí estaba el papel, tenía un nombre y un número de teléfono móvil.
Traté de recordar más de nuestra conversación, leí su nombre, Luisa. Era alta, delgada sin ser flaca, pelo negro, que dejaba ver un cuello largo y apetitoso. Nariz recta, un poco larga, labios carnosos, dientes grandes y blancos que brillaban con cada sonrisa, ojos marrones expresivos. Era muy sexy, sus pies era lindos, con deditos perfectos y apetitosos, uñas pintadas en rosado, unas pantorrillas firmes que dejaban ver sus pantalones pescadores. También recuerdo que tenía un culito redondito, con caderas de adolescente. Y unos pechos firmes pero chicos, dado que parecía no usar sostén, se notaban claramente sus pezoncitos delicados.
Tenía memoria fotográfica, pero no me sentía seguro de la conversación, ahí habían muchos huecos. No importaban mucho me dije, dado que si me había dado su teléfono significaba que no había cometido ninguna barbaridad.
Una cerveza helada me ayudó a ordenar mis ideas, la llamaría y vería que pasaba con esta Luisa, dado que me parecía un buen levante y no olvidaba que se había tomado la molestia de ponerme en un taxi.
Digité el número y esperé, sonó un buen rato y no obtuve respuesta, no se me ocurrió nada inteligente, así que no le dejé mensaje.
Encendí la TV y me puse a ver fox sport, había un resumen de lo mejor de la semana.
El teléfono me sobresaltó, estiré la mano y atendí.
- Hola! Dije sin dejar de mirar una encestada de la NBA.
- Hola, alguien me llamó de ese teléfono. - Dijo una voz de mujer un poco grave.
- Oh! Sí. - Era ella - Eres Luisa? - Pregunté con cierta alegría.
- Si, quién eres tú? - Dijo ella.
- Roberto, creo que ayer nos conocimos y me terminaste poniendo en un taxi. - Dije para orientarla.
- Claro, estabas bastante mal, pero siempre fuiste caballero, amable y galante. - Dijo con cierta solemnidad.
- Pues, creo que conozco a ese hombre. - Contesté y la oí reír.
- Sin duda eres él. Cuéntame, en que andas? - Dijo ella con naturalidad.
- Antes que nada disculparme, y luego interesarme por lo que harás esta noches y si quieres salir conmigo a algún lugar donde no haya mucha cerveza. - Contesté.
- No tienes que disculparte, a veces pasa. Respecto a salir… Difícil encontrar un sitio donde haya poca cerveza… Pero lo podemos intentar. - Dijo risueña.
- Yo me ocupo de eso, aunque no tengo idea de lo que podemos hacer, y soy muy sincero. Solo dime donde te paso a buscar. - Apuré la marcha.
- Nos encontramos en el pub de ayer y después vemos, a las 10 estaré allí. - Contestó.
- OK, tenemos una cita. - Afirmé por las dudas.
-Dalo por seguro. - Dijo ella antes de cortar. Nos despedimos y me quedé pensando en la conversación. Había sido más que fácil, me sonreí sorprendido.
Busqué algo de comer, el dolor de cabeza ya era parte del pasado, no se fueron las aspirinas o Luisa. Luego me acosté a dormir un rato más.
Como a las 6 de la tarde me levanté recuperado, empecé a ordenar el apartamento, cambié las sábanas por si hoy volvía acompañado. Dejé todo en perfecto orden, puse desodorante de ambiente por todos lados. Entré al baño, me afeité a fondo, recorté los pelos de mi nariz, y me dí una ducha larga y reparadora.
Me puse mi boxer blanco nuevo, marcaba bien mis genitales y destacaba mi estado físico. Me cepillé los dientes, me peiné cuidadosamente, a pesar no de no tener largo el pelo, sonreí y el espejo me devolvió una imagen perfecta de futuro éxito. Me vestí con una camisa gris sin cuello, un pantalón negro y una chaqueta negra. Me perfumé y miré el reloj, aun me quedaba como media hora antes de salir. Bajé a la calle, en la esquina compré goma de mascar y cigarrillos, encendí uno y disfruté la brisa primaveral. Un par de chicas jóvenes me sonrieron al pasar frente a mí y yo disfruté el momento, todo me indicaba que iba a ser una gran noche.
Detuve un taxi y le indiqué donde iba. Llegué como 15 minutos antes, miré en todas direcciones y crucé en dirección al local. Entré y me senté en la barra, de forma de poder ver la gente que ingresaba, había bastante gente, bebían y charlaban animadamente, la música era animada pero nadie bailaba.
Bebía agua mineral, no iba a cometer dos veces el mismo error, el barman me miraba y se sonreía. Había una chica negra que le chupaba el lóbulo de la oreja a un chico pelirrojo, que reía entusiasmado, la escena me excitó un tanto. La chica me miró mientras su lengua seguía jugueteando con la oreja del chico. Sonreí, le guiñé un ojo, y ella me sacó la lengua, y no pude dejar de sonreírme.
- Oye, será posible que persigas a todas las chicas, sin importar que estén acompañadas. - Me sorprendió Luisa mientras me tomaba por un brazo.
- Te aseguro que soy inocente, era ella la que me miraba. - Dije cuando giraba y quedábamos frente a frente.
Luisa me besó en la mejilla delicadamente y fue como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo. Su perfume era muy rico y ella lucía sencillamente espectacular. Lucía una musculosa amarilla, sin sostén, que recortaba sus senos firmes y redonditos, que dejaba su ombligo al aire, una pollera blanca arriba de la rodilla, unas sandalias blancas que dejaban sus hermosos pies y sus sensuales deditos en exhibición.
La observé unos instantes y le dije que estaba hermosa, ella sonrío y me agradeció. Al mirarla pensé que tendría unos 25 años máximo, tenía una piel perfecta, lozana, sus facciones es lindas, su cuerpo armónico y sus movimientos sensuales, parecía moverse sin esfuerzo, con tanta naturalidad.
- Deja de mirarme así, me vas a devorar acaso? - Dijo sin dejar de sonreír, mientras se sentaba en la barra, al hacerlo su falda dejó ver dos hermosas piernas torneadas y unos muslos firmes y sugerentes.
- Es que me hipnotizas. Eres bella, sexy, y para colmo te mueves de una forma tan sensual que me mareo. - Dije mientras simulaba un mareo.
- Déjate de tonterías e invítame con un margarita. - Dijo mientras cruzaba las piernas. Yo fingí seguir el movimiento con la cabeza y estallamos en risas.
Ordené un par de tragos y conversamos animadamente, reímos con nuestras ocurrencias. En determinado momento Luisa me preguntó por que la había llamado, yo fingí pensarlo un rato, y le dije que era un secreto y me acerqué a ella. Casi con mis labios rozando el pabellón de su oreja izquierda, le dije en un susurro.
- Eres bella y muy excitante, se me ocurrió que existe química entre la bella dama y este caballero. - Dije de la forma más sensual que pude.
Ella no se separó de mi, pero percibí que sintió las cosquillitas que yo busqué hacerle con mi susurro. Fue su turno y sentí el roce sutil de sus labios y su aliento en mi oído cuando respondió.
- Pensé que no te ibas a decidir más.
Mi mano tomó delicadamente su brazo mientras giré mi cabeza con lentitud y mis labios llegaron a los de ella, y mientras nuestros ojos se miraban momentáneamente, la besé despacio, suave, y sentí como se aceleraba mi corazón.
Nuestros labios se fundieron y nuestras leguas se exploraron con delicados y sensuales movimientos. Fue un beso tremendamente caliente, tan suave y tan excitante que se me endureció mi miembro de inmediato. Su rodilla tocó mi miembro y se quedó allí sin inmutarse. Le besé el cuello apenas y ella suspiró suavemente.
- Me encantas, y me re excitas, pero debes saber algo antes de continuar. - Dijo Luisa sin dejar de disfrutar mis besos.
- Dime lo que quieras, pero nada va a cambiar mi idea de lo que aquí pasa. - Dije y mi mano derecha acaricio su cintura desnuda y bajo hasta su nalga izquierda, que era firme como la imaginé.
- Soy transexual. - Dijo mientras sentía como se erizaba con mis suaves caricias.
- En serio? No se nota. - Dije excitado.
- Se notará, créeme. - Dijo mientras sus nudillos rozaban mi miembro.
- Nunca conocí a ninguno, y la verdad es que me gustas demasiado. - Dije mientras mi excitación superaba mi capacidad de pensar.
Sabía que existían, nunca había estado con uno, y no tenía nada en su contra, siempre pensé que eran chicas, pero sabía que no en forma completa. Tampoco me habían interesado, así que no sabía muy bien como seguiría la historia, pero no deseaba detenerme, quería tener sexo con aquella hermosa chica, fuera lo que fuera, ya vería si valía la pena o si era un error. Lo que si estaba claro era que si no probaba siempre me quedaría la duda.
- Decídete antes de ir más lejos. - Sugirió con voz excitada.
- Tienes un pene entonces. - Dije mientras la besaba en la oreja y acariciaba su muslo desnudo.
- Si tuviera dos trabajaría en un circo. Quieres tocarlo? - Dijo Luisa susurrándome al oído.
- No me dejas opción. - Contesté cuando noté que ella separaba los muslos lo suficiente para que yo deslizara mi mano, y así lo hice. Acariciando su muso, me aventuré y en lo que pareció un camino interminable, llegué hasta su entre pierna y las yemas de mis dedos tocaron un pene apuntando hacia bajo, que sin estar duro completamente, sin dudas tenia vida, y un tamaño interesante. Lo recorrí con la punta de mis dedos, era largo y estaba inquieto, lo sentí crecer un poco. Maniobré con su tanga y lo liberé. Luisa se estremeció y yo lo tome con suavidad, cerré mis dedos alrededor. No dejaba de besarla.
- Hay amor! Me encanta lo que me haces. - Dijo suspirando un susurro en mi oído.
- Pues dejémonos de perder tiempo. - Sugerí
- Vámonos, llévame a algún lado, no aguanto más. - Pidió en una voz casi inaudible.
Mientras pagaba la cuenta, Luisa fue al bañot. La vi. salir sonriente, la abracé y salimos del local entusiasmados. Paré un taxi y marchamos a mi lugar. En el camino nos besamos con ganas, y nos acariciamos conteniendo nuestros instintos.
Al llegar, abrí la puerta y nos enredamos en un abrazo y mil besos. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos con la curiosidad de los desconocidos y la ansiedad de los necesitados.
Pasamos a la recámara y nos dejamos caer en la cama. Yo giré sobre ella y la besé con deseo. Su cuerpo era firma y cálido, su piel suave y excitante, su boca húmeda y adictiva. Recorrí sus nalgas y muslos, ella gemía y sonreía disfrutando mis caricias.
En determinado momento me detuve y le dije que se separara. Ella se sorprendió y se separó con cierta turbación.
- Luisa, párate y desnúdate para mi. Toda desnuda, te quiero ver tal como eres. Por favor. Luisa sonrió tranquilizándose, se paró decidida y me miró sonriente. Sus manos tomaron su musculosa y la hicieron deslizarse sobre su cabeza. Observé con atención su torso desnudo. Sus senos eran redondeados, firmes y tenía unas aureolas oscuras y unos pezoncitos pequeños y duritos. Su vientre era plano y su ombligo un botoncito perfecto. Me miró y yo levanté el pulgar aprobando lo que me era mostrado.
Sus manos buscaron el cierre de la falda y la bajo por sus muslos hacia abajo, le costó un poco, pero luego de pasar por las caderas cayó al suelo. Tenía una caderas adolescentes, pero sus piernas eran un monumento a la perfección, muslos firmes y pantorrillas delicadas y torneadas, era sumamente sexy.
Sonrió y esperó por mi. Pulgar arriba y con un ademán le indiqué que removiera su tanga. Ya había notado que tenía algo que abultaba y eso quería verlo con atención. Ella colocó sus pulgares por debajo de la tela de la tanga, uno a cada costado y moviéndolos alternativamente la fue bajando lentamente. No era una gran stripper pero estaba tan excitado que me encantó su estilo.
Lo que ansiaba ver no se hizo esperar, cuando su tanga se bajó completamente su miembro semi erecto apareció magnífico. Lo tenía largo, aunque delgado, su cabeza era redonda y se destacaba frente a la delgadez del mismo. Sonreí y le hice señas para que se acercara a mí. Su verga quedó a la altura de mi boca. La miré divertida y ella me miró expectante.
Su figura era perfecta a mis ojos, hermosa, lozana, suave, delicada, esbelta, sexy. Me encantó lo que veía, me excitó tanto como jamás lo imaginé. Nunca había estado con una chica así, ni en mis sueños más lascivos. Sin ser homosexual ni bisexual, y sin desearlo tampoco, estaba frente a una chica tan especial que no la vi. más que como esa chica llamada Luisa que me excitaba y estaba deseosa de corresponderme. No tuve que pensarlo, no dudé, no tuve que darme ánimos ni nada así, apenas terminé de ver aquel cuerpo tuve la certeza de que era lo que deseaba y que iba a ser una experiencia única y de la que no me arrepentiría.
Mi verga se puso dura y Luisa me separó. Se apoderó de la iniciativa y me desvistió rápidamente, me dejo desnudo y se sacó las sandalias.
Yo no podía con mis ganas, y en un descuido le manotee uno de sus pies y lo entré a besar, ella suspiró de placer. Su otro pie buscó mis genitales y empezó a acariciarme con él.
Le lamí el pie, le succioné sus deditos y mordisqueé sus yemas. Me encantaba todo aquel cuerpo suave, firme, tibio, que trasmitía deseo y pasión, ganas de comerla completa, y así lo hacía. Subí por sus piernas, llegue a sus muslos, usando mi lengua para lamerlos, mientras ella se estremecía de placer. Le chupe la polla con suavidad, y profundidad, le manoseé todo, sus testículos, sus nalgas. Ella separó las piernas y yo le mandé lengua atrás de las bolas, y levantándole las piernas le lamí el culito rosadito. Me encantó su reacción, sus gemidos, suspiros.
Me alcanzó una crema y le unté el ano, ella me unto la verga, estábamos tan excitados que se notaba en nuestra imprecisión de movimientos. Luisa se puso en 4 patas y con su mano guió mi penetración. No me dejó empujar, sino que me obligó a ir muy despacio. Apenas pasó mi glande, sentí como su culito se cerraba sobre mi polla. Me dejó avanzar despacio hasta que la tuve toda adentro. Su interior era calido y se cerraba sobre mi miembro como un guante a su medida.
- Cógeme amor. - pidió apoyándose en sus manos y antebrazos, a la espera de mi mete-saca.
Respondí follándola con suavidad, recorría su interior sin apuro, con firmeza, experimentando el sencillo placer de una rica follada de culo. Quién no sabe a lo que me refiero?
Me esforcé por hacerlo bien, progresivamente, despacio, dando y obteniendo placer, estudiando sus reacciones, si gemía, si se agitaba, si empujaba hacia a mí, trataba de lograr la perfección del placer. Luisa jadeaba y se afirmaba en la cama, mientras yo la follaba con decisión, disfrutando el culito caliente de aquella dama hirviente.
Me encantó el ritmo que alcanzamos, la sostenía por la cadera y sus nalgas chocaban contra mi en cada embestida. Luisa se deslizó hacia adelante hasta quedar acostada sobre su vientre, y yo la seguí sin perder el contacto de la penetración. Mi pecho contra su espalda, mi verga profunda en su culo, mis muslos sobre los de ella. La abracé por debajo de sus brazos y le agarré sus tetitas duritas, no eran de silicona y eso me excitó más.
Le empecé a besar la nuca y detrás de sus orejas, sus hombros y omóplatos, mientras la seguía follando sin apuro. Ella movía su culo hacia arriba para lograr más profundidad y firme contacto de mi verga con su interior.
Era divino, una experiencia única, excitante, nos perdíamos en la locura del sexo y la pasión. Disfrutábamos a pleno la follada. Sentí necesidad de follarla más fuerte, me iba a correr, ella abrió las piernas para que la penetrara mejor. La follé con locura, jadeábamos y gemíamos como bestias. Me corrí con una tremenda fuerza, 4 o 5 contracciones para llenarle el hoyito con mi semen. Seguí dándole bomba y las contracciones siguieron, Luisa gemía como un animal, y yo jadeaba como loco.
Ya sin fuerzas, y agotada la tensión me dejé descansar sobre ella. Ambos respirábamos con dificultad, debido al esfuerzo. Le besé la nuca y ella giró la cara, y le pude besar la comisura de los labios.
- Me encantó. - Dije jadeando.
- Me enloqueces. - Respondió ronca de pasión.
Nos pusimos de costado, y la abracé con ternura, ella se acurrucó contra mí. Nos dormimos así, soñando sin temores, liberados en nuestra espontánea desnudez, por la mutua respuesta al placer, por la tranquila satisfacción.
Al despertar disfrutamos al tomar conciencia de la calidez de nuestros cuerpos, de la ternura del abrazo, del sincero deseo, de la mutua correspondencia. Luisa me miró.
- Me hiciste correr mientras me follabas. - Me dijo risueña y mimosa. Bajé mi mano hasta su miembro, sentí la viscosidad del semen que aun no se había secado del todo. Noté que esta medio erecto y me sorprendí. Estaba claro que había que hacer algo al respecto, el mío se ponía erecto también correspondiendo al de Luisa.
Nos besamos apasionadamente y nos dejamos ir sin remordimientos, recién empezábamos, la noche era joven y el domingo tenia muchas horas, luego ya veríamos. Ya lo veremos en la próxima historia.
Me senté en la cama como pude y me sentí enfermo, había bebido como un cosaco la noche anterior y la juerga me pasaba factura. Busqué a tientas las aspirinas en la mesa de noche y las tragué sin agua.
Me levanté y me arrastré hacia el baño, el agua de la ducha me revivió lo suficiente como para concentrarme y recordar que era sábado en la mañana, lo bueno era que no trabajo los fines de semana.
Me preparé un café instantáneo bien cargado y me puse a rememorar los hechos de la noche anterior.
Recordaba muy bien haber ido a un pub en los suburbios, algo nuevo que leí en una propaganda que me dieron en la esquina de mi oficina. También recuerdo la rubia tetona que me miraba y con la que bebimos las primeras copas, antes que me dijera que había llegado un amigo y lamentaba tener que dejarme así. Con gran esfuerzo vino a mi memoria que continué bebiendo como si tuviera mucha sed, pues fue algo que me dijo una chica que llegó a la barra, con la que sé que mantuve una conversación larga. Recuerdo que era atractiva, su sonrisa, su clara mirada y su paciencia, dado que yo esta bastante borracho, y sin embargo ella reía con mis ocurrencias.
Ya lo recordaba, al ponerme en un taxi, ella había deslizado un papel en el bolsillo de mi chaqueta. Me puse de pié de un salto y en cuatro pasos llegué hasta mi chaqueta, efectivamente allí estaba el papel, tenía un nombre y un número de teléfono móvil.
Traté de recordar más de nuestra conversación, leí su nombre, Luisa. Era alta, delgada sin ser flaca, pelo negro, que dejaba ver un cuello largo y apetitoso. Nariz recta, un poco larga, labios carnosos, dientes grandes y blancos que brillaban con cada sonrisa, ojos marrones expresivos. Era muy sexy, sus pies era lindos, con deditos perfectos y apetitosos, uñas pintadas en rosado, unas pantorrillas firmes que dejaban ver sus pantalones pescadores. También recuerdo que tenía un culito redondito, con caderas de adolescente. Y unos pechos firmes pero chicos, dado que parecía no usar sostén, se notaban claramente sus pezoncitos delicados.
Tenía memoria fotográfica, pero no me sentía seguro de la conversación, ahí habían muchos huecos. No importaban mucho me dije, dado que si me había dado su teléfono significaba que no había cometido ninguna barbaridad.
Una cerveza helada me ayudó a ordenar mis ideas, la llamaría y vería que pasaba con esta Luisa, dado que me parecía un buen levante y no olvidaba que se había tomado la molestia de ponerme en un taxi.
Digité el número y esperé, sonó un buen rato y no obtuve respuesta, no se me ocurrió nada inteligente, así que no le dejé mensaje.
Encendí la TV y me puse a ver fox sport, había un resumen de lo mejor de la semana.
El teléfono me sobresaltó, estiré la mano y atendí.
- Hola! Dije sin dejar de mirar una encestada de la NBA.
- Hola, alguien me llamó de ese teléfono. - Dijo una voz de mujer un poco grave.
- Oh! Sí. - Era ella - Eres Luisa? - Pregunté con cierta alegría.
- Si, quién eres tú? - Dijo ella.
- Roberto, creo que ayer nos conocimos y me terminaste poniendo en un taxi. - Dije para orientarla.
- Claro, estabas bastante mal, pero siempre fuiste caballero, amable y galante. - Dijo con cierta solemnidad.
- Pues, creo que conozco a ese hombre. - Contesté y la oí reír.
- Sin duda eres él. Cuéntame, en que andas? - Dijo ella con naturalidad.
- Antes que nada disculparme, y luego interesarme por lo que harás esta noches y si quieres salir conmigo a algún lugar donde no haya mucha cerveza. - Contesté.
- No tienes que disculparte, a veces pasa. Respecto a salir… Difícil encontrar un sitio donde haya poca cerveza… Pero lo podemos intentar. - Dijo risueña.
- Yo me ocupo de eso, aunque no tengo idea de lo que podemos hacer, y soy muy sincero. Solo dime donde te paso a buscar. - Apuré la marcha.
- Nos encontramos en el pub de ayer y después vemos, a las 10 estaré allí. - Contestó.
- OK, tenemos una cita. - Afirmé por las dudas.
-Dalo por seguro. - Dijo ella antes de cortar. Nos despedimos y me quedé pensando en la conversación. Había sido más que fácil, me sonreí sorprendido.
Busqué algo de comer, el dolor de cabeza ya era parte del pasado, no se fueron las aspirinas o Luisa. Luego me acosté a dormir un rato más.
Como a las 6 de la tarde me levanté recuperado, empecé a ordenar el apartamento, cambié las sábanas por si hoy volvía acompañado. Dejé todo en perfecto orden, puse desodorante de ambiente por todos lados. Entré al baño, me afeité a fondo, recorté los pelos de mi nariz, y me dí una ducha larga y reparadora.
Me puse mi boxer blanco nuevo, marcaba bien mis genitales y destacaba mi estado físico. Me cepillé los dientes, me peiné cuidadosamente, a pesar no de no tener largo el pelo, sonreí y el espejo me devolvió una imagen perfecta de futuro éxito. Me vestí con una camisa gris sin cuello, un pantalón negro y una chaqueta negra. Me perfumé y miré el reloj, aun me quedaba como media hora antes de salir. Bajé a la calle, en la esquina compré goma de mascar y cigarrillos, encendí uno y disfruté la brisa primaveral. Un par de chicas jóvenes me sonrieron al pasar frente a mí y yo disfruté el momento, todo me indicaba que iba a ser una gran noche.
Detuve un taxi y le indiqué donde iba. Llegué como 15 minutos antes, miré en todas direcciones y crucé en dirección al local. Entré y me senté en la barra, de forma de poder ver la gente que ingresaba, había bastante gente, bebían y charlaban animadamente, la música era animada pero nadie bailaba.
Bebía agua mineral, no iba a cometer dos veces el mismo error, el barman me miraba y se sonreía. Había una chica negra que le chupaba el lóbulo de la oreja a un chico pelirrojo, que reía entusiasmado, la escena me excitó un tanto. La chica me miró mientras su lengua seguía jugueteando con la oreja del chico. Sonreí, le guiñé un ojo, y ella me sacó la lengua, y no pude dejar de sonreírme.
- Oye, será posible que persigas a todas las chicas, sin importar que estén acompañadas. - Me sorprendió Luisa mientras me tomaba por un brazo.
- Te aseguro que soy inocente, era ella la que me miraba. - Dije cuando giraba y quedábamos frente a frente.
Luisa me besó en la mejilla delicadamente y fue como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo. Su perfume era muy rico y ella lucía sencillamente espectacular. Lucía una musculosa amarilla, sin sostén, que recortaba sus senos firmes y redonditos, que dejaba su ombligo al aire, una pollera blanca arriba de la rodilla, unas sandalias blancas que dejaban sus hermosos pies y sus sensuales deditos en exhibición.
La observé unos instantes y le dije que estaba hermosa, ella sonrío y me agradeció. Al mirarla pensé que tendría unos 25 años máximo, tenía una piel perfecta, lozana, sus facciones es lindas, su cuerpo armónico y sus movimientos sensuales, parecía moverse sin esfuerzo, con tanta naturalidad.
- Deja de mirarme así, me vas a devorar acaso? - Dijo sin dejar de sonreír, mientras se sentaba en la barra, al hacerlo su falda dejó ver dos hermosas piernas torneadas y unos muslos firmes y sugerentes.
- Es que me hipnotizas. Eres bella, sexy, y para colmo te mueves de una forma tan sensual que me mareo. - Dije mientras simulaba un mareo.
- Déjate de tonterías e invítame con un margarita. - Dijo mientras cruzaba las piernas. Yo fingí seguir el movimiento con la cabeza y estallamos en risas.
Ordené un par de tragos y conversamos animadamente, reímos con nuestras ocurrencias. En determinado momento Luisa me preguntó por que la había llamado, yo fingí pensarlo un rato, y le dije que era un secreto y me acerqué a ella. Casi con mis labios rozando el pabellón de su oreja izquierda, le dije en un susurro.
- Eres bella y muy excitante, se me ocurrió que existe química entre la bella dama y este caballero. - Dije de la forma más sensual que pude.
Ella no se separó de mi, pero percibí que sintió las cosquillitas que yo busqué hacerle con mi susurro. Fue su turno y sentí el roce sutil de sus labios y su aliento en mi oído cuando respondió.
- Pensé que no te ibas a decidir más.
Mi mano tomó delicadamente su brazo mientras giré mi cabeza con lentitud y mis labios llegaron a los de ella, y mientras nuestros ojos se miraban momentáneamente, la besé despacio, suave, y sentí como se aceleraba mi corazón.
Nuestros labios se fundieron y nuestras leguas se exploraron con delicados y sensuales movimientos. Fue un beso tremendamente caliente, tan suave y tan excitante que se me endureció mi miembro de inmediato. Su rodilla tocó mi miembro y se quedó allí sin inmutarse. Le besé el cuello apenas y ella suspiró suavemente.
- Me encantas, y me re excitas, pero debes saber algo antes de continuar. - Dijo Luisa sin dejar de disfrutar mis besos.
- Dime lo que quieras, pero nada va a cambiar mi idea de lo que aquí pasa. - Dije y mi mano derecha acaricio su cintura desnuda y bajo hasta su nalga izquierda, que era firme como la imaginé.
- Soy transexual. - Dijo mientras sentía como se erizaba con mis suaves caricias.
- En serio? No se nota. - Dije excitado.
- Se notará, créeme. - Dijo mientras sus nudillos rozaban mi miembro.
- Nunca conocí a ninguno, y la verdad es que me gustas demasiado. - Dije mientras mi excitación superaba mi capacidad de pensar.
Sabía que existían, nunca había estado con uno, y no tenía nada en su contra, siempre pensé que eran chicas, pero sabía que no en forma completa. Tampoco me habían interesado, así que no sabía muy bien como seguiría la historia, pero no deseaba detenerme, quería tener sexo con aquella hermosa chica, fuera lo que fuera, ya vería si valía la pena o si era un error. Lo que si estaba claro era que si no probaba siempre me quedaría la duda.
- Decídete antes de ir más lejos. - Sugirió con voz excitada.
- Tienes un pene entonces. - Dije mientras la besaba en la oreja y acariciaba su muslo desnudo.
- Si tuviera dos trabajaría en un circo. Quieres tocarlo? - Dijo Luisa susurrándome al oído.
- No me dejas opción. - Contesté cuando noté que ella separaba los muslos lo suficiente para que yo deslizara mi mano, y así lo hice. Acariciando su muso, me aventuré y en lo que pareció un camino interminable, llegué hasta su entre pierna y las yemas de mis dedos tocaron un pene apuntando hacia bajo, que sin estar duro completamente, sin dudas tenia vida, y un tamaño interesante. Lo recorrí con la punta de mis dedos, era largo y estaba inquieto, lo sentí crecer un poco. Maniobré con su tanga y lo liberé. Luisa se estremeció y yo lo tome con suavidad, cerré mis dedos alrededor. No dejaba de besarla.
- Hay amor! Me encanta lo que me haces. - Dijo suspirando un susurro en mi oído.
- Pues dejémonos de perder tiempo. - Sugerí
- Vámonos, llévame a algún lado, no aguanto más. - Pidió en una voz casi inaudible.
Mientras pagaba la cuenta, Luisa fue al bañot. La vi. salir sonriente, la abracé y salimos del local entusiasmados. Paré un taxi y marchamos a mi lugar. En el camino nos besamos con ganas, y nos acariciamos conteniendo nuestros instintos.
Al llegar, abrí la puerta y nos enredamos en un abrazo y mil besos. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos con la curiosidad de los desconocidos y la ansiedad de los necesitados.
Pasamos a la recámara y nos dejamos caer en la cama. Yo giré sobre ella y la besé con deseo. Su cuerpo era firma y cálido, su piel suave y excitante, su boca húmeda y adictiva. Recorrí sus nalgas y muslos, ella gemía y sonreía disfrutando mis caricias.
En determinado momento me detuve y le dije que se separara. Ella se sorprendió y se separó con cierta turbación.
- Luisa, párate y desnúdate para mi. Toda desnuda, te quiero ver tal como eres. Por favor. Luisa sonrió tranquilizándose, se paró decidida y me miró sonriente. Sus manos tomaron su musculosa y la hicieron deslizarse sobre su cabeza. Observé con atención su torso desnudo. Sus senos eran redondeados, firmes y tenía unas aureolas oscuras y unos pezoncitos pequeños y duritos. Su vientre era plano y su ombligo un botoncito perfecto. Me miró y yo levanté el pulgar aprobando lo que me era mostrado.
Sus manos buscaron el cierre de la falda y la bajo por sus muslos hacia abajo, le costó un poco, pero luego de pasar por las caderas cayó al suelo. Tenía una caderas adolescentes, pero sus piernas eran un monumento a la perfección, muslos firmes y pantorrillas delicadas y torneadas, era sumamente sexy.
Sonrió y esperó por mi. Pulgar arriba y con un ademán le indiqué que removiera su tanga. Ya había notado que tenía algo que abultaba y eso quería verlo con atención. Ella colocó sus pulgares por debajo de la tela de la tanga, uno a cada costado y moviéndolos alternativamente la fue bajando lentamente. No era una gran stripper pero estaba tan excitado que me encantó su estilo.
Lo que ansiaba ver no se hizo esperar, cuando su tanga se bajó completamente su miembro semi erecto apareció magnífico. Lo tenía largo, aunque delgado, su cabeza era redonda y se destacaba frente a la delgadez del mismo. Sonreí y le hice señas para que se acercara a mí. Su verga quedó a la altura de mi boca. La miré divertida y ella me miró expectante.
Su figura era perfecta a mis ojos, hermosa, lozana, suave, delicada, esbelta, sexy. Me encantó lo que veía, me excitó tanto como jamás lo imaginé. Nunca había estado con una chica así, ni en mis sueños más lascivos. Sin ser homosexual ni bisexual, y sin desearlo tampoco, estaba frente a una chica tan especial que no la vi. más que como esa chica llamada Luisa que me excitaba y estaba deseosa de corresponderme. No tuve que pensarlo, no dudé, no tuve que darme ánimos ni nada así, apenas terminé de ver aquel cuerpo tuve la certeza de que era lo que deseaba y que iba a ser una experiencia única y de la que no me arrepentiría.
Mi verga se puso dura y Luisa me separó. Se apoderó de la iniciativa y me desvistió rápidamente, me dejo desnudo y se sacó las sandalias.
Yo no podía con mis ganas, y en un descuido le manotee uno de sus pies y lo entré a besar, ella suspiró de placer. Su otro pie buscó mis genitales y empezó a acariciarme con él.
Le lamí el pie, le succioné sus deditos y mordisqueé sus yemas. Me encantaba todo aquel cuerpo suave, firme, tibio, que trasmitía deseo y pasión, ganas de comerla completa, y así lo hacía. Subí por sus piernas, llegue a sus muslos, usando mi lengua para lamerlos, mientras ella se estremecía de placer. Le chupe la polla con suavidad, y profundidad, le manoseé todo, sus testículos, sus nalgas. Ella separó las piernas y yo le mandé lengua atrás de las bolas, y levantándole las piernas le lamí el culito rosadito. Me encantó su reacción, sus gemidos, suspiros.
Me alcanzó una crema y le unté el ano, ella me unto la verga, estábamos tan excitados que se notaba en nuestra imprecisión de movimientos. Luisa se puso en 4 patas y con su mano guió mi penetración. No me dejó empujar, sino que me obligó a ir muy despacio. Apenas pasó mi glande, sentí como su culito se cerraba sobre mi polla. Me dejó avanzar despacio hasta que la tuve toda adentro. Su interior era calido y se cerraba sobre mi miembro como un guante a su medida.
- Cógeme amor. - pidió apoyándose en sus manos y antebrazos, a la espera de mi mete-saca.
Respondí follándola con suavidad, recorría su interior sin apuro, con firmeza, experimentando el sencillo placer de una rica follada de culo. Quién no sabe a lo que me refiero?
Me esforcé por hacerlo bien, progresivamente, despacio, dando y obteniendo placer, estudiando sus reacciones, si gemía, si se agitaba, si empujaba hacia a mí, trataba de lograr la perfección del placer. Luisa jadeaba y se afirmaba en la cama, mientras yo la follaba con decisión, disfrutando el culito caliente de aquella dama hirviente.
Me encantó el ritmo que alcanzamos, la sostenía por la cadera y sus nalgas chocaban contra mi en cada embestida. Luisa se deslizó hacia adelante hasta quedar acostada sobre su vientre, y yo la seguí sin perder el contacto de la penetración. Mi pecho contra su espalda, mi verga profunda en su culo, mis muslos sobre los de ella. La abracé por debajo de sus brazos y le agarré sus tetitas duritas, no eran de silicona y eso me excitó más.
Le empecé a besar la nuca y detrás de sus orejas, sus hombros y omóplatos, mientras la seguía follando sin apuro. Ella movía su culo hacia arriba para lograr más profundidad y firme contacto de mi verga con su interior.
Era divino, una experiencia única, excitante, nos perdíamos en la locura del sexo y la pasión. Disfrutábamos a pleno la follada. Sentí necesidad de follarla más fuerte, me iba a correr, ella abrió las piernas para que la penetrara mejor. La follé con locura, jadeábamos y gemíamos como bestias. Me corrí con una tremenda fuerza, 4 o 5 contracciones para llenarle el hoyito con mi semen. Seguí dándole bomba y las contracciones siguieron, Luisa gemía como un animal, y yo jadeaba como loco.
Ya sin fuerzas, y agotada la tensión me dejé descansar sobre ella. Ambos respirábamos con dificultad, debido al esfuerzo. Le besé la nuca y ella giró la cara, y le pude besar la comisura de los labios.
- Me encantó. - Dije jadeando.
- Me enloqueces. - Respondió ronca de pasión.
Nos pusimos de costado, y la abracé con ternura, ella se acurrucó contra mí. Nos dormimos así, soñando sin temores, liberados en nuestra espontánea desnudez, por la mutua respuesta al placer, por la tranquila satisfacción.
Al despertar disfrutamos al tomar conciencia de la calidez de nuestros cuerpos, de la ternura del abrazo, del sincero deseo, de la mutua correspondencia. Luisa me miró.
- Me hiciste correr mientras me follabas. - Me dijo risueña y mimosa. Bajé mi mano hasta su miembro, sentí la viscosidad del semen que aun no se había secado del todo. Noté que esta medio erecto y me sorprendí. Estaba claro que había que hacer algo al respecto, el mío se ponía erecto también correspondiendo al de Luisa.
Nos besamos apasionadamente y nos dejamos ir sin remordimientos, recién empezábamos, la noche era joven y el domingo tenia muchas horas, luego ya veríamos. Ya lo veremos en la próxima historia.
4 comentarios - Luisa chica T