No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
Nota: todos los nombres de personas, fueron alterados para preservar la verdadera identidad de los protagonistas
Mis abuelos habían dejado su tierra natal en la década de los cuarenta, corridos por una devastadora guerra que destruía todo a su paso.
Italia estaba devastada por propios y extraños, bombardeos, hedor y muerte, no se vivía, apenas se sobrevivía, escaparon como pudieron, apuñados entre gente desesperada en un barco mercante, a duras penas, un barco solo diseñado para navegar en aguas del mediterráneo, pero empujados por una situación desesperante se hicieron a la mar sin rumbo fijo, cruzando el Atlántico.
Argentina los recibió casi por casualidad, se dispusieron a hacer borrón y cuenta nueva, apenas con una mano detrás y otra adelante, y empezaron a hacer lo único que sabían hacer, trabajar…
Y mi nono, como yo le decía empezó poco a poco a hacer lo que hacía en su querida Italia, trabajando duro siguió con su oficio, armó un pequeño tallercito en un cuarto improvisado y dio los primeros pasos.
Después de la guerra, a medida que las cosas se iban acomodando, aprovechó la imperiosa necesidad de reconstrucción del viejo continente y con sus parientes que habían sobrevivido estableció un mercado de intercambio.
Mucho tiempo después, mi tío y mi padre siguieron ya con el negocio que había crecido en proporciones, se había transformado en una pequeña industria con unos cincuenta empleados y ya exportaban a toda Europa, incluso algunos países de Asia.
Pasados los años, mi tío y mi padre dividieron la sociedad y cada uno siguió su camino por separado.
Y así llegamos a este presente, ‘Fucchile e Hijos’ cuenta con más de doscientos empleados, papá sique al frente de todo pero ya en un rol pasivo, digamos que el estampa su firma en nombre de la empresa, pero mis dos hermanas y yo llevamos adelante todo lo relacionado con el negocio.
Por cierto, mi nombre es Francesco, promedio los cuarenta, casado con una hija, soy de tez blanca, cabellos oscuros, con una calvicie incipiente, ojos marrones y de estructura media, noventa kilos. Me gusta beber bien, comer bien y cada tanto fumar algún habano importado, puedo darme lujos que pocos pueden pero soy un obstinado por el trabajo, tranquilamente podría vender todo lo que tengo y con el dinero obtenido diría que tres generaciones podrían vivir sin preocuparse demasiado, pero mi sangre tana solo me hace seguir, y seguir y seguir…
Bueno, toda esta larga introducción solo para contarles que hace un tiempo se dio una posibilidad que hacía tiempo buscaba, ingresar el mercado de Estados Unidos! y si bien todos los negocios con Europa y Asia marchaban sobre ruedas, el gran país del norte era sinónimo de jugar en las grandes ligas.
Se dio la posibilidad de asociarnos con una empresa americana en un intercambio de acciones y fui yo quien tomó la posta.
Este tema necesitaba tomarse con mucha serenidad, en primer paso volar a Houston, el corazón de Texas y establecerme un par de semanas en ese lugar.
Tenía varios inconvenientes por delante, pero unos sobre todos… el idioma… siempre fui pésimo para el inglés y por más que había intentado nunca pude superar un mediocre nivel básico, así que personalmente me puse en campaña para conseguir a alguien que pudiera ayudarme en la tarea, quería tener todo bajo control y no caer como un improvisado, la primera impresión era la que contaba.
No quería algo formal, ni de ningún instituto ni un traductor oficial, buscaba algo más familiar, no quería parecer estructurado, así que busqué y busqué en la web, perfiles de face, de Instagram, fotos, sabía bien que quería, pero no sabía dónde encontrarlo.
Hice varios intentos, varios contactos, pero siempre había un ‘pero’, algo que no me cerraba o algo que no me gustaba, hasta que al final di con ella…
Su nombre es Emily, tiene casi la edad de mi hija, recién pasado los veinte, honestamente me cautivó su hermosura, delgada, espigada, de largos cabellos castaños, de labios perfectos y ojos almendra, se vientre plano y pechos pequeños, con piernas estilizadas y una cola espectacular, generosamente espectacular.
Siempre fui un tipo que se pierde por un culo perfecto y siempre prefería las chicas de pechos pequeños, sin dudas, por fotos, ella estaba hecha a mi medida.
Empezamos a escribirnos, me presenté, le conté mi propuesta y ella pareció interesarse, así que todo fue viento en popa.
Emily había nacido en Venezuela y hacía tiempo que vivía en Estados Unidos, rodeada de gringos como ella acostumbra a decir, sus padres estaban divorciados y me comentó que la convivencia con ellos no era fácil, así que hacía un tiempo vivía en Beaumont con sus abuelos, un pequeño pueblo de casas viejas y aburridas según sus propias palabras, a hora y media de Houston, nuestro destino en común.
No entraré en los detalles técnicos de mi viaje, la parte de la historia de la asociación entre empresas no viene al caso, así que solo seguiré adelante con mi historia con Emily, la chica que me quitaría el sueño…
Había reservado un par de habitaciones en el Hotel Westin, lo mejor de lo mejor en el downtown, un monstruo de una veintena de pisos, imponente. Ese sería nuestro destino en los días laborales, una convivencia pactada de antemano.
Preparé las maletas, despedí a mi esposa y a mi hija, tuve la bendición de mi padre y emprendí el largo viaje a Estados Unidos.
Transbordos mediantes pasado el al atardecer sentí las ruedas del avión posarse en la pista del Aeropuerto Hobby, nuestro lugar de encuentro, donde vería por primera vez a Emily, atrás habían quedado los ojos vidriosos al punto del llanto de mi mujer en el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires, ahora cerraba un libro y habría otro…
Hice las tareas de rigor, la divisé entre el gentío, llevaba unas gafas oscuras, fui a su encuentro, tontamente le extendí la mano y en un tono canchero bien argento le dije ‘Hi! Nice to meet you’, ella se rio con una moderada carcajada, dejó de lado mi mano y me besó cálidamente en la mejilla. Me sentí acalorado como un adolescente, ella estiró su mano y limpió el lapiz labial que había dejado en mi rostro.
Emily lucía unas calzas o leggins, como ella dice, que dibujada demasiado bien sus curvas, apenas disimulada por una remera que tapaba la mitad de su cola, en ese momento me di cuenta que existía el amor a primera vista, sentí latir fuerte mi corazón, sentí sudar mi frente, sentí latir mis sienes…
Nos trasladamos al hotel, yo tenía dos valijones, ella apenas un escueto bolso de manos, hablamos en el camino, si bien lo habíamos hecho varias veces por teléfono y nos habíamos escrito mucho, este era nuestro primer encuentro ‘face to face’.
Respiraba juventud, y me di cuenta rápidamente que a su lado me sentiría como un veinteañero, llegamos, hicimos el check-in y el botones nos acompañó a nuestras habitaciones, una contigua a la otra.
Dejé mis cosas a un lado, abrí el ventanal, entró la tenue luz del día que moría poco a poco, el cuerto era enorme, con una cama más ancha que larga, decidí tomar una ducha antes de la cena y en unos minutos estaba sumergido en la tina.
En todo momento, en cada segundo, en cada instante, mi mente solo tenía la figura de Emily, y por más que tratara de quitarla de mi mente, solo era imposible…
Bajamos a cenar, ella lucía un vestido discreto, un tanto ajustado, que insinuaba demasiado su generoso trasero, y disimulaba los que ella me confesaría como un tonto complejo, sus pequeños pechos.
No recuerdo que cenamos, no recuerdo que bebimos, ella hablaba, como todas las mujeres, no recuerdo que me decía, solo recuerdo que estaba perdido mirando sus ojos, la profundidad de sus ojos.
Subimos tarde, la acompañé a la puerta de su cuarto, abrió, me miró con hambre, me invitó a pasar, no debía hacerlo…
Cogimos por unas dos horas casi sin parar, como una locomotora, salvaje, animal, era su forma, me encantó, sus besos llegaron profundo, su lengua me invadió hasta la garganta, sus gemidos llenaron mis oídos, en la oscuridad del cuarto dibujé su cuerpo con mis manos, su culo era realmente espectacular, sus pechos me supieron dulces, su respiración excitante, sus cabellos una tentación, fue sobre mi verga, empezó a chuparla, parecía arrancármela, no podía creer lo profundo que la metía, no soy un súper dotado pero en la oscuridad usé mis dedos para comprobar que sus labios llegaban casi hasta mis bolas, se me hizo muy loco.
La aparté de mi lado, me gusta llevar la iniciativa y fui entre sus piernas, estaba completamente depilada, Dios, era perfecta, me enterré en su concha, en sus jugos, en sus sabores, en sus olores, pero Emily buscó de apartarme, me hizo saber que el sexo oral sobre su sexo para ella no era prioritario, me pidió que la cogiera, así lo hice, aguanté un montón, cuanta pose quisimos.
La puse en cuatro patas, la tomé por las nalgas y luego por la cintura, empecé a cogerla la sentí excitarse en demasía, la agarré entonces de los cabellos y tiré con fuerza, como domando una potra, le di una fuerte nalgada, y ella gritó de placer, lo que a mí me gustaba a ella la enloquecía, me dijo entre gemidos
-Pegame, pégame más fuerte… decime puta, me gusta…
Repetí la nalgada y empecé a insultarla con palabras sucias, ella empezó a mecerse con violencia atrás y adelante, no pude resistirlo, llené su sexo de leche caliente…
Caí rendido, para mis casi cincuenta era demasiado, pero ella solo tenía veinte, fue sobre mis piernas, tomó mi miembro y empezó a lamerlo nuevamente, costó pero logró erguirlo, otra vez con esas penetraciones profundas, ya no recordaba lo que era, pero siguió y siguió, en un momento le dije
-Me acabo, me acabo…
Pero ella siguió y siguió, tan profundo como podía, mi semen solo desapareció en la profundidad de su garganta, vino a mi lado, me besó, no había rastro de mi leche, la abracé y nos quedamos dormidos.
El despertador sonó temprano, era tiempo de mi primera cita con los tipos del norte, la luz del amanecer se colaba entre los cortinados, recordé que no era mi habitación, toqué a mi derecha, Emily no estaba a mi lado, encendí la luz del cuarto buscándola.
Ella seguro notó que había despertado y se asomó por la puerta del baño, se paró bajo el umbral nos quedamos mirándonos mutuamente, en silencio, ella estaba casi desnuda, apenas con un culote (aprendería que ella los llama cacheteros) y noté que no tenía corpiño (también aprendería que ella los llama brassier), tenía mi camisa desabrochada cubriendo su cuerpo, era muy sexi, muy de película, cepillaba de costado sus húmedos cabellos bajando el peine una y otra vez desde su cabeza hasta sus cintura…
Perdido en su belleza noté que inconscientemente acariciaba con mi dedo pulgar el anillo de matrimonio que tenía en mi anular, esto me dio pena por ella, me sonrojé, bajé la mirada y traté de quitarlo pero ella me interrumpió
-No lo hagas! por qué lo haces?
-Lo siento… pensé que te incomodaría… es un anillo de compromiso…
-Lo se… lo vi apenas bajaste del avión, soy muy detallista en esas cosas…
-Y no dijiste nada?
Emily hizo una pausa, pasó a mi lado rumbo al ventanal dejando caer a su paso la camisa al piso, abrió las cortinas para que la luz le diera de lleno, por primera vez veía tan nítidamente ese culo de ensueño, el culote era generoso en tamaño, pero parecía perderse en ella, sus nalgas semidesnudas se hacían irresistibles, volvió a mi lado y se sentó en la cama.
-La amas?
-Si, la amo demasiado…
-Y es bonita?
-Digamos…
-No sigas…
Ella bajó la mirada y me comentó que mi anillo de matrimonio le causaba una doble sensación, por una lado la excitaba un tipo casado, la excitaba corromperme, hacerme infiel, tener alguien con quien competir, ella era la número dos, y me dijo que cuando regresara, cuando hiciera el amor como mi mujer, en ese momento, justo en ese momento no podría dejar de pensar en ella, ella sabía que era perversa y por otra parte también me dejó en claro que no quería que le hablase de mi esposa, no le interesaba lo buena en la cama que podría hacer, que no le contara, eso solo la haría enojar y ponerla a la defensiva, no le interesaba saber de mi felicidad junto a ella, con todas estas palabras Emily solo se excitó e intentó hacerme el amor nuevamente, pero tuve que detenerla, era tiempo de trabajar.
CONTINUARA
Si te gustó esta historia y eres mayor de edad puedes escribirme con título ‘AMOR Y ODIO’ a dulces.placeres@live.com
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No te vas a arrepentir!
Nota: todos los nombres de personas, fueron alterados para preservar la verdadera identidad de los protagonistas
Mis abuelos habían dejado su tierra natal en la década de los cuarenta, corridos por una devastadora guerra que destruía todo a su paso.
Italia estaba devastada por propios y extraños, bombardeos, hedor y muerte, no se vivía, apenas se sobrevivía, escaparon como pudieron, apuñados entre gente desesperada en un barco mercante, a duras penas, un barco solo diseñado para navegar en aguas del mediterráneo, pero empujados por una situación desesperante se hicieron a la mar sin rumbo fijo, cruzando el Atlántico.
Argentina los recibió casi por casualidad, se dispusieron a hacer borrón y cuenta nueva, apenas con una mano detrás y otra adelante, y empezaron a hacer lo único que sabían hacer, trabajar…
Y mi nono, como yo le decía empezó poco a poco a hacer lo que hacía en su querida Italia, trabajando duro siguió con su oficio, armó un pequeño tallercito en un cuarto improvisado y dio los primeros pasos.
Después de la guerra, a medida que las cosas se iban acomodando, aprovechó la imperiosa necesidad de reconstrucción del viejo continente y con sus parientes que habían sobrevivido estableció un mercado de intercambio.
Mucho tiempo después, mi tío y mi padre siguieron ya con el negocio que había crecido en proporciones, se había transformado en una pequeña industria con unos cincuenta empleados y ya exportaban a toda Europa, incluso algunos países de Asia.
Pasados los años, mi tío y mi padre dividieron la sociedad y cada uno siguió su camino por separado.
Y así llegamos a este presente, ‘Fucchile e Hijos’ cuenta con más de doscientos empleados, papá sique al frente de todo pero ya en un rol pasivo, digamos que el estampa su firma en nombre de la empresa, pero mis dos hermanas y yo llevamos adelante todo lo relacionado con el negocio.
Por cierto, mi nombre es Francesco, promedio los cuarenta, casado con una hija, soy de tez blanca, cabellos oscuros, con una calvicie incipiente, ojos marrones y de estructura media, noventa kilos. Me gusta beber bien, comer bien y cada tanto fumar algún habano importado, puedo darme lujos que pocos pueden pero soy un obstinado por el trabajo, tranquilamente podría vender todo lo que tengo y con el dinero obtenido diría que tres generaciones podrían vivir sin preocuparse demasiado, pero mi sangre tana solo me hace seguir, y seguir y seguir…
Bueno, toda esta larga introducción solo para contarles que hace un tiempo se dio una posibilidad que hacía tiempo buscaba, ingresar el mercado de Estados Unidos! y si bien todos los negocios con Europa y Asia marchaban sobre ruedas, el gran país del norte era sinónimo de jugar en las grandes ligas.
Se dio la posibilidad de asociarnos con una empresa americana en un intercambio de acciones y fui yo quien tomó la posta.
Este tema necesitaba tomarse con mucha serenidad, en primer paso volar a Houston, el corazón de Texas y establecerme un par de semanas en ese lugar.
Tenía varios inconvenientes por delante, pero unos sobre todos… el idioma… siempre fui pésimo para el inglés y por más que había intentado nunca pude superar un mediocre nivel básico, así que personalmente me puse en campaña para conseguir a alguien que pudiera ayudarme en la tarea, quería tener todo bajo control y no caer como un improvisado, la primera impresión era la que contaba.
No quería algo formal, ni de ningún instituto ni un traductor oficial, buscaba algo más familiar, no quería parecer estructurado, así que busqué y busqué en la web, perfiles de face, de Instagram, fotos, sabía bien que quería, pero no sabía dónde encontrarlo.
Hice varios intentos, varios contactos, pero siempre había un ‘pero’, algo que no me cerraba o algo que no me gustaba, hasta que al final di con ella…
Su nombre es Emily, tiene casi la edad de mi hija, recién pasado los veinte, honestamente me cautivó su hermosura, delgada, espigada, de largos cabellos castaños, de labios perfectos y ojos almendra, se vientre plano y pechos pequeños, con piernas estilizadas y una cola espectacular, generosamente espectacular.
Siempre fui un tipo que se pierde por un culo perfecto y siempre prefería las chicas de pechos pequeños, sin dudas, por fotos, ella estaba hecha a mi medida.
Empezamos a escribirnos, me presenté, le conté mi propuesta y ella pareció interesarse, así que todo fue viento en popa.
Emily había nacido en Venezuela y hacía tiempo que vivía en Estados Unidos, rodeada de gringos como ella acostumbra a decir, sus padres estaban divorciados y me comentó que la convivencia con ellos no era fácil, así que hacía un tiempo vivía en Beaumont con sus abuelos, un pequeño pueblo de casas viejas y aburridas según sus propias palabras, a hora y media de Houston, nuestro destino en común.
No entraré en los detalles técnicos de mi viaje, la parte de la historia de la asociación entre empresas no viene al caso, así que solo seguiré adelante con mi historia con Emily, la chica que me quitaría el sueño…
Había reservado un par de habitaciones en el Hotel Westin, lo mejor de lo mejor en el downtown, un monstruo de una veintena de pisos, imponente. Ese sería nuestro destino en los días laborales, una convivencia pactada de antemano.
Preparé las maletas, despedí a mi esposa y a mi hija, tuve la bendición de mi padre y emprendí el largo viaje a Estados Unidos.
Transbordos mediantes pasado el al atardecer sentí las ruedas del avión posarse en la pista del Aeropuerto Hobby, nuestro lugar de encuentro, donde vería por primera vez a Emily, atrás habían quedado los ojos vidriosos al punto del llanto de mi mujer en el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires, ahora cerraba un libro y habría otro…
Hice las tareas de rigor, la divisé entre el gentío, llevaba unas gafas oscuras, fui a su encuentro, tontamente le extendí la mano y en un tono canchero bien argento le dije ‘Hi! Nice to meet you’, ella se rio con una moderada carcajada, dejó de lado mi mano y me besó cálidamente en la mejilla. Me sentí acalorado como un adolescente, ella estiró su mano y limpió el lapiz labial que había dejado en mi rostro.
Emily lucía unas calzas o leggins, como ella dice, que dibujada demasiado bien sus curvas, apenas disimulada por una remera que tapaba la mitad de su cola, en ese momento me di cuenta que existía el amor a primera vista, sentí latir fuerte mi corazón, sentí sudar mi frente, sentí latir mis sienes…
Nos trasladamos al hotel, yo tenía dos valijones, ella apenas un escueto bolso de manos, hablamos en el camino, si bien lo habíamos hecho varias veces por teléfono y nos habíamos escrito mucho, este era nuestro primer encuentro ‘face to face’.
Respiraba juventud, y me di cuenta rápidamente que a su lado me sentiría como un veinteañero, llegamos, hicimos el check-in y el botones nos acompañó a nuestras habitaciones, una contigua a la otra.
Dejé mis cosas a un lado, abrí el ventanal, entró la tenue luz del día que moría poco a poco, el cuerto era enorme, con una cama más ancha que larga, decidí tomar una ducha antes de la cena y en unos minutos estaba sumergido en la tina.
En todo momento, en cada segundo, en cada instante, mi mente solo tenía la figura de Emily, y por más que tratara de quitarla de mi mente, solo era imposible…
Bajamos a cenar, ella lucía un vestido discreto, un tanto ajustado, que insinuaba demasiado su generoso trasero, y disimulaba los que ella me confesaría como un tonto complejo, sus pequeños pechos.
No recuerdo que cenamos, no recuerdo que bebimos, ella hablaba, como todas las mujeres, no recuerdo que me decía, solo recuerdo que estaba perdido mirando sus ojos, la profundidad de sus ojos.
Subimos tarde, la acompañé a la puerta de su cuarto, abrió, me miró con hambre, me invitó a pasar, no debía hacerlo…
Cogimos por unas dos horas casi sin parar, como una locomotora, salvaje, animal, era su forma, me encantó, sus besos llegaron profundo, su lengua me invadió hasta la garganta, sus gemidos llenaron mis oídos, en la oscuridad del cuarto dibujé su cuerpo con mis manos, su culo era realmente espectacular, sus pechos me supieron dulces, su respiración excitante, sus cabellos una tentación, fue sobre mi verga, empezó a chuparla, parecía arrancármela, no podía creer lo profundo que la metía, no soy un súper dotado pero en la oscuridad usé mis dedos para comprobar que sus labios llegaban casi hasta mis bolas, se me hizo muy loco.
La aparté de mi lado, me gusta llevar la iniciativa y fui entre sus piernas, estaba completamente depilada, Dios, era perfecta, me enterré en su concha, en sus jugos, en sus sabores, en sus olores, pero Emily buscó de apartarme, me hizo saber que el sexo oral sobre su sexo para ella no era prioritario, me pidió que la cogiera, así lo hice, aguanté un montón, cuanta pose quisimos.
La puse en cuatro patas, la tomé por las nalgas y luego por la cintura, empecé a cogerla la sentí excitarse en demasía, la agarré entonces de los cabellos y tiré con fuerza, como domando una potra, le di una fuerte nalgada, y ella gritó de placer, lo que a mí me gustaba a ella la enloquecía, me dijo entre gemidos
-Pegame, pégame más fuerte… decime puta, me gusta…
Repetí la nalgada y empecé a insultarla con palabras sucias, ella empezó a mecerse con violencia atrás y adelante, no pude resistirlo, llené su sexo de leche caliente…
Caí rendido, para mis casi cincuenta era demasiado, pero ella solo tenía veinte, fue sobre mis piernas, tomó mi miembro y empezó a lamerlo nuevamente, costó pero logró erguirlo, otra vez con esas penetraciones profundas, ya no recordaba lo que era, pero siguió y siguió, en un momento le dije
-Me acabo, me acabo…
Pero ella siguió y siguió, tan profundo como podía, mi semen solo desapareció en la profundidad de su garganta, vino a mi lado, me besó, no había rastro de mi leche, la abracé y nos quedamos dormidos.
El despertador sonó temprano, era tiempo de mi primera cita con los tipos del norte, la luz del amanecer se colaba entre los cortinados, recordé que no era mi habitación, toqué a mi derecha, Emily no estaba a mi lado, encendí la luz del cuarto buscándola.
Ella seguro notó que había despertado y se asomó por la puerta del baño, se paró bajo el umbral nos quedamos mirándonos mutuamente, en silencio, ella estaba casi desnuda, apenas con un culote (aprendería que ella los llama cacheteros) y noté que no tenía corpiño (también aprendería que ella los llama brassier), tenía mi camisa desabrochada cubriendo su cuerpo, era muy sexi, muy de película, cepillaba de costado sus húmedos cabellos bajando el peine una y otra vez desde su cabeza hasta sus cintura…
Perdido en su belleza noté que inconscientemente acariciaba con mi dedo pulgar el anillo de matrimonio que tenía en mi anular, esto me dio pena por ella, me sonrojé, bajé la mirada y traté de quitarlo pero ella me interrumpió
-No lo hagas! por qué lo haces?
-Lo siento… pensé que te incomodaría… es un anillo de compromiso…
-Lo se… lo vi apenas bajaste del avión, soy muy detallista en esas cosas…
-Y no dijiste nada?
Emily hizo una pausa, pasó a mi lado rumbo al ventanal dejando caer a su paso la camisa al piso, abrió las cortinas para que la luz le diera de lleno, por primera vez veía tan nítidamente ese culo de ensueño, el culote era generoso en tamaño, pero parecía perderse en ella, sus nalgas semidesnudas se hacían irresistibles, volvió a mi lado y se sentó en la cama.
-La amas?
-Si, la amo demasiado…
-Y es bonita?
-Digamos…
-No sigas…
Ella bajó la mirada y me comentó que mi anillo de matrimonio le causaba una doble sensación, por una lado la excitaba un tipo casado, la excitaba corromperme, hacerme infiel, tener alguien con quien competir, ella era la número dos, y me dijo que cuando regresara, cuando hiciera el amor como mi mujer, en ese momento, justo en ese momento no podría dejar de pensar en ella, ella sabía que era perversa y por otra parte también me dejó en claro que no quería que le hablase de mi esposa, no le interesaba lo buena en la cama que podría hacer, que no le contara, eso solo la haría enojar y ponerla a la defensiva, no le interesaba saber de mi felicidad junto a ella, con todas estas palabras Emily solo se excitó e intentó hacerme el amor nuevamente, pero tuve que detenerla, era tiempo de trabajar.
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Si te gustó esta historia y eres mayor de edad puedes escribirme con título ‘AMOR Y ODIO’ a dulces.placeres@live.com
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