Para mis 4 queridos lectores:
Acá van los capítulos 15 y 16 de "La casa en la playa". Para aquellos que arrancan por acá, les pido disculpas porque el relato es laargo. El relato, continuación de "Las vías", está ambientado en la década del 70 en una muy conocida playa de la provincia de Buenos Aires. Los personajes y la historia son 100% ficticios. Espero que les guste.
15.- Lucas se anima
Lucas había venido siguiendo el relato en total silencio, sólo sus ojos mostraban las cambiantes sensaciones que pasaban por él: perplejidad, asombro, excitación, incredulidad, calentura, envidia, de todo un poco. Tenía una sola pregunta por hacer, no se animaba, pero dándole un poco de vueltas, se la hizo: -che Anto, perdoname, igual va a quedar entre nosotros, como todo lo que me contaste, pero, ¿a vos te cogían también?
Antonio, tranquilo, sin la menor vergüenza, le respondió - A veces, sí., - ¿y te gusta?, -sí, me gusta. Lucas no se animó a seguir preguntando.
Los dos se quedaron callados, los dos se había excitado y los dos tenían el slip mojado de preseminal, pero ninguno habló ni se animó a más. Apagaron la luz y trataron de conciliar el sueño.
Antonio en 10 minutos estaba roncando. A Lucas le costó más, el cosquilleo en el culo no le bajaba, y esperaba que Antonio dormido lo volviera a apoyar, cosa que no sucedió. Al fin se durmió, pero con un sueño intranquilo y liviano. Cuando despertó, el cielo recién comenzaba a perder el negro profundo de las noches de San Clemente. Antonio seguía durmiendo boca arriba en su mitad de la cama. El cosquilleo en el culito y las ganas de "probar" no lo abandonaban. Al fin y al cabo, después de lo que le había contado Antonio, ¿qué riesgo podría correr?, ¿que lo rechazara violentamente por puto?, imposible! Sólo podía pasar que le dijera "no Lucas, perdoname, vos sos un amigo, con vos no puedo" Y aún esto era poco probable. Pero, si no le gustaba, ¿Antonio pararía? ¿O le daría a lo bestia y lo mandaba al hospital con sangre saliendo del culo? No, eso fue la primera vez, ahora era todo un experto. ¿Pero de dónde iba a juntar coraje para pedirle que se la metiera? No, lo mejor era actuar como Gato, comenzar a chupársela y ver qué pasaba. Pero, ¡si él ni siquiera le había chupado la concha a Silvia! Bueno, Silvia un par de veces se la había chupado, era cuestión de hacer lo mismo.. De nuevo el culito le ganó al neuronal miedo, se quitó el slip para que la cosa fuera sin retorno, quemó las naves y se acomodó en la mejor posición para chuparle la pija a Antonio. Despacito repitió la maniobra de la noche anterior, pero esta vez su boca estaba a centímetros de la pija de su amigo. Sin tocarla con los dedos, comenzó a lamerla, en la cabecita dormida, en la parte de abajo. El sabor no le desagradaba, ya con el tiempo le resultaría delicioso, y fue delicadamente, a fuerza de labios y lengua, maniobrando para metérsela en la boca. Sin apretar, para no despertarlo, comenzó a chuparla, subía y bajaba tratándola con más delicadeza que a un pichoncito de gorrión, la dejaba un rato quieta dentro de la boca y con la lengua buscaba, a través del prepucio, el huequito del glande, para lamerlo despacito. Ya había descubierto que allí el sabor era más intenso. De a poco el pichón fue creciendo, y resultó no ser gorrión sino cóndor de la manera que aumentó de tamaño en su boca. De pronto la cadera de Antonio comenzó a subir y bajar despacito, Lucas paró, la cadera también. En la penumbra cerrada no se veían detalles, pero Antonio parecía aún dormido. Lucas reanudó la chupada a esa pijota cabezona y enseguida se reinició el movimiento de caderas. Esto se repitió 3 ó 4 veces, hasta que Lucas ya no le prestó atención y siguió chupando cada vez con más placer y deseo. Al rato, escuchó la voz de Antonio, muy suave y amable, que le decía -Lucas, ¿la querés?, subite y chupala bien. Lucas no dijo nada, sólo se preparó a obedecer. Se acomodó sobre Antonio, o mejor dicho, Antonio lo acomodó, para que mientras chupaba, el culito de Lucas quedara cerca de su boca y así poder chuparlo. Fue cortito y el miedo no le permitió gozar, pero fue suficiente para ensalivarle el ortito. Anto lo hizo dar vuelta y lo acomodó para cabalgar. Le llevó el glande a la puerta y le dijo: -ahora andá bajando lo que puedas, despacito, lo que aguantes, te va a doler, pero mejor que sigas hasta el final, si te acobardás y dejás, las ganas de pija no se te van a ir, y mañana o pasado vas a querer de vuelta y vas a volver a sufrir. Lucas se asustó y le dieron ganas de salir corriendo, pero pensó en las palabras de Antonio, y a pesar que el cagazo le había cerrado lo poco que la mamada le había dilatado, dio su primer empujoncito, que sólo aumentó la presión del glande en su esfínter. No se abría. Antonio le recomendó que se abriera las nalgas con mucha fuerza y volviera a intenta. Lucas se las abrió como para arrancárselas del cuerpo y volvió a bajar. ¡Ayyy, qué dolor tremendo!, pero la cabeza gorda se clavó en su virginal culito. Lucas se detuvo gimiendo. Antonio lo alentaba con palabras suaves, que parara y que no se moviera, que esperara que iba a aflojar el dolor. Así fue, Lucas se animó a una nueva bajada, y casi con un plop el glande de Antonio penetró dentro de su recto, provocándole nuevos gemidos de dolor. Lo peor ya había pasado, luego de otro rato quieto, despacito despacito, como decía su amigo, terminó sentado sobre el pubis no muy angelical de Antonio. Anto lo tomó entonces de las caderas y empezó a acariciarlo. La pija de Lucas estaba más dura que nunca y las manos de Anto no la olvidaron. Las caricias por fuera y la electricidad de la pija por dentro fueron dilatando a Lucas que ya comenzó con sus primeros "mmmmm" y, apoyando sus manos sobre el abdomen de Antonio, comenzó su primera cabalgata, primero cortito por miedo a que le doliera, pero luego aumentando el ritmo hasta ser un potro desbocado. Su leche salió mucho antes que la de Antonio, sin tocar, con una fuerza tal que los primeros trallazos fueron a dar a la pared, por arriba de la cabecera de la cama. Fue el turno de Antonio de terminar de homosexualizar a su amigo. Se levantó, lo llevó al borde de la cama, y patitas al hombro le dio una cogida como para embarazarlo, dura, clavándolo a pijazos, moviéndosela a derecha e izquierda con fuerza, como para que el esfínter de Lucas nunca más volviera al estado virginal de la víspera. Lucas lo miraba eufórico y se masturbaba con fuerza. Cuando estuvo cerca de acabar lo puso en perrito con los brazos contra el colchón y en esa pose se vació dentro de Luquita, apretándolo bien contra él, mientras Luquita concluía su paja con otra lechada tremenda sobre las sábanas. Anto se la sacó y le dio un leve empujoncito en las nalgas para hacerle entender que se tendiera boca abajo, algo que Lucas necesitaba porque estaba extenuado, a pesar que le daba un poco de asquito acostarse sobre su semen.
Antonio fue a recostarse contra la cabecera de la cama. Lucas lo miraba entre agradecido y avergonzado. - ¿Te gustó, lindo? -Si, mucho, pero me duele mucho el culo, me destrozaste. -Porque es tu primera vez, ya mañana vas a estar bien. ¡Al fin te animaste! - ¿Cómo?, ¿vos te habías dado cuenta que yo...?, -Hace rato descubrí tus miradas, además cuando yo te conté mis aventuras con Gato y Mancha, vos te pusiste inquieto, nervioso, se notaba que en tu cabeza pasaba algo que no era rechazo a mi homosexualidad. Me quedaba una duda, si querías que te la diera o si me querías romper el culo, pero con la mamada que me diste, no me dejaste dudas sobre cómo empezar. -Por las dudas no te agaches, -le dijo sonriendo Lucas, -mirá que quiero probar todo.
A partir de esa noche, Antonio y Lucas pasaron de amigos a amigos con derecho a roce y casi todas las noches, la pija gorda y cabezona de Antonio llenó el culito de Lucas, y algunas noches, la apreciable verga de Lucas hizo aullar de placer al chico de Madariaga que, cuando hacía de pasivo era tremendamente morboso y vociferante, por suerte el terreno era grande y seguro que los vecinos no escuchaban, menos mal que no vivían en el depa, porque los hubieran rajado por no dejar dormir a los vecinos.
Antonio pasó todo el invierno y una temporada más en San Clemente. Luego regresó a Madariaga. Con los ahorros de esas dos temporadas, más un poco de ayuda del tío Juan, se compró una chata F100 y unos cuantos chanchos que le dio al tío para que se los críe. Al poco tiempo estaba viviendo con el tío, y por supuesto con Gato y Mancha. De hecho, los salamines y el queso que les había servido en la picada se los había mandado Antonio, hechos en su chacra.
16.- El paragua casado.
Con la ida de su amigo, la vida sexual de Lucas quedó en cero. Con minas ni se le ocurría, y con machos de San Clemente no se animaba. Pero la vida te da sorpresas, y la sorpresa le llegó en la misma pizzería.
Una noche, terminada la jornada, estaba en el vestuario, recién salido de la ducha, buscando un slip limpio y el desodorante dentro del casillero. En el banco de al lado estaba sentado, también en bolas, "el paragua", como todos llamaban a Florentín, el pizzero-cocinero. Con las piernas abiertas Florentín jugaba con su pija, la impulsaba hacia arriba y cuando caía la volvía a impulsar, como si quisiera hacerla jugar al sube y baja. El paragua tenía unos 40 años, morocho de cara redonda, bien guaraní, su pija no era nada del otro mundo, pero tampoco era despreciable. De pronto Lucas lo escuchó decir - ¡mierda, qué culo que tenés Lucas!, mil veces mejor que el de mi mujer!, ¡estás para cogerte! - Lucas ni se inmutó, lo miró de reojo, lo tomó como broma, -el paragua era muy jodón-, y siguió buscando en su locker mientras le retrucaba; - ¿te gusta?, lo uso para cagar-. -Y yo te voy a rempujar los soretes para dentro, Luquita-, le dijo el paragua mientras lo apoyaba descaradamente, agarrándolo con las dos manos del pecho e imitando un mete y saca, que en cada mete apoyaba la pija no tan dormida del paragua en la raya de Lucas que seguía impertérrito haciendo que buscaba el desodorante, pero en lo íntimo deseando la pija de Florentín (o cualquier otra pija, lo que fuera en su culito que llevaba seis meses sin verga). -Dale paragua, ¿no te alcanza con tu mujer?, no rompas las bolas - La Bety se fue a visitar a la vieja al Chaco, hace tres semanas que no la pongo, si te agarro, te saco leche hasta por los ojos. Lucas sintió que la verga del paragua se estaba parando, en joda o en serio, había peligro de ensartada. ¿Qué hacía?, ¿se daba a conocer? ¿Y si era pura joda y el paragua se enojaba? Decidió darle una segunda vuelta a la joda. - ¿Y sabés qué paragua?, ¡yo te voy a dejar más caliente! - luego de decir eso, estiró sus brazos hacia atrás, tomó a Florentín de las nalgas, lo apretó contra él y comenzó a menear el culo en círculos, cuidando que siempre hubiera contacto entre sus nalgas y la pija del compa. La erección del paragua fue total, no había duda. Se soltó, miró desafiante al paragua que con la verga al palo lo contemplaba con ojos desorbitados, viéndolo directo a los ojos, se pasó la mano por la boca para juntar saliva y con amplios ademanes se mojó la entrada ya ardiente de su culito. Se puso de espaldas al paragua, se agachó apoyando sus manos en sus rodillas y le dijo -dale, metela si sos macho-. El paraguas no lo dudó, si era una joda de Lucas le iba a salir cara. Se la acomodó, lo agarró de las caderas y le dio tremenda empujada. Media verga adentro y Lucas mordiendo los dientes. - ¿Así que me ibas a dejar caliente?, ¡tomá lo que falta!, le dijo el paragua y con un segundo empujón se la terminó de clavar. -Pará Flore, dejala quietita un poco, ay, ¡puta cómo arde! -Te salió mal la jodita, Luca, viste como te ensarté?, - No te diste cuenta todavía Flore?, ¡¡me gusta la verga, boludo!, soy puto, dale rompeme el culo paragua webón! Flore no se hizo esperar, le empezó a dar un mete y saca que terminó por dejarle rojas las nalgas al Lucas y que en 5 minutos hizo brotar la leche de 3 semanas sin jermu, para deleite de Lucas y paz genital de Florentín. Cuando se la sacó, el paragua le ordenó: chupala puto! Lucas incorporándose indignado le espetó; - ¡andá a cagar!, en lugar de darme las gracias por sacarte la leche, querés que le rinda honores a tu pija, ¿pero qué te creés? Se fue al baño a limpiarse con papel higiénico. Cuando volvió ya el paragua estaba con los pantalones puestos. Lucas buscó el slip en el locker y se vistió también. Cuando ya estaba por salir, se paró frente a Florentín y se quedó mirándolo fijo. El paragua se incorporó también y mirando al piso, le pidió disculpas. Lucas se las aceptó y luego con vos dura le dijo: - esto queda entre nosotros y no sale de acá. Florentín asintió de inmediato y le preguntó, che mañana....? No, dijo Lucas, la semana que viene, no sé, puede ser. ¿Cuándo viene tu mujer? La Bety iba a estar un mes más en el Chaco, así que el paragua iba a requerir servicio, cosa que a Lucas no le disgustaba. Así fue como Florentín fue el segundo macho de Lucas, y una media docena de veces le partió el culito, ya no en el vestuario, sino en la misma cama donde dormía con Bety. Lucas intentó cogérselo, pero con sólo tocarle las nalgas, ya el paragua se enojaba, así que abandonó el intento. Además, cuando la Bety estaba, el Florentín no lo buscaba.
Más allá de esos dos, Lucas no había tenido otros amantes, salvo algún turista ocasional, ya que, en verano, si bien había putos para tirar para arriba y, estando de vacaciones, todos con ganas de tirar la chancleta y encamarse con cuantos pudieran, él tenía que trabajar durísimo en la pizzería y quedaba tan cansado que lo que menos tenía eran ganas de salir a levantar putos. Ni siquiera los que venían a la pizzería: él se daba cuenta a quienes le gustaban los machos y los otros, como se había dado cuenta Ezequiel, se daban cuenta que él era del gremio, pero, salvo el incidente con el paragua, él no mezclaba sus asuntos personales con el laburo.
El salame y el queso se habían terminado, el vino también y, por culpa del relato de Lucas y por el interés y la excitación que había provocado en los porteños, casi se quemaron los chorizos.
-Che, que se laven las manos los que se estuvieron toqueteando, que ya armo los choripanes, ¡manga de pajeros! Matías comenzó a cortar los panes y a acomodar la lechuga y el tomate en la parte de arriba de los felipes, luego fue abriendo los choris al medio, los colocó sobre la parte de abajo del pan y fue cerrando los sánguches. Apareció otra botella de vino, brindaron por la amistad y comieron comentando las andanzas de Antonio y riendo de la aventura con Florentín.
Luego comenzó la charla sobre los atractivos turísticos de San Clemente, Lucas les habló de los cangrejales, de las caminatas hasta la boca del Salado, de los campeonatos en el muelle para octubre, remarcando que la mejor época para estar en San Clemente era de abril a mayo y de septiembre a noviembre, porque el clima era agradable y sobre todo porque no había turistas ruidosos y rompe bolas que estropeaban todo.
Mati, como los demás, lo escuchaba con atención, imaginando en volver, aunque sea una vez más antes de las fiestas y después en Pascua, en las vacaciones de invierno, y en cada fin de semana largo que pudieran, no por la playa ni lo demás, sino, bueno, por la orgía de la casa del abuelo y por esa salida maravillosa con Lucas. En un momento Matías interrumpió al local medio quejándose: -che, pero la mayor belleza natural de San Clemente ni la nombraste!
-Cuál, el mar y la playa? ¿De qué me olvidé? -, preguntó Lucas curioso.
-De tu culito, Luquita, de tu culito! Nunca vi un par de nalgas tan lindas. Ezequiel y Jonathan asintieron, era totalmente cierto, tenía un culo impresionante, de forma perfecta, de color perfecto, durito y parado, piel suave y delicada, completamente lampiño a pesar de sus piernas peludas. Lucas con las mejillas rojas, agachó la cabeza sonriendo.
Yo creo, -continuó Matías-, que nadie de nosotros debe volver a Buenos Aires sin haber disfrutado de la mayor belleza natural de San Clemente, así que propongo que esta tarde los tres le rompamos el culito a Lucas y que lo invitemos esta noche a dormir con nosotros, para seguir rompiéndoselo. ¿Aprobado?
-Aprobado!!, - gritaron en el acto Ezequiel y Jonathan. Lucas los miraba, reía, bromeaba, se notaba que él también aprobaba.
Se prepararon un dolca, y después para hacer un poco la digestión, recorrieron el lugar, subieron de nuevo a los médanos para mirar el mar solitario a lo lejos por un lado y el campo inacabable por el otro. Nada de vida humana a la vista, un rinconcito único y maravilloso para vivir en total libertad su sexualidad. El loquito de Ezequiel estaba exultante por el paisaje, su emoción era tan grande que mientras miraba el mar se sacó toda la ropa y gritando de euforia se lanzó corriendo en bolas médano abajo, pasó a los trancos la laguna lanzando agua y espuma hacia lo alto, llegó a la playa y sin dejar de gritar se desparramó en la arena hasta quedar hecho una milanesa. Los otros tres se miraron, rieron, pero más moderados que Eze, juntaron su ropa, bajaron caminando y rodearon a Eze, que desde el piso seguía aullando de alegría. Se volvieron a mirar, y luego de una seña de Lucas, alzaron a Ezequiel, uno por la cabeza, otro por los pies y el tercero por la verga, lo llevaron a la lagunita y luego de hamacarlo para tomar impulso, lo revolearon al agua, después los tres se zambulleron también. Ezequiel se puso detrás de Matías, le bajó el short, y a partir de ese momento comenzaron a jugar a sacarse los shorts, corriendo uno para evitarlo, mientras los demás lo perseguían, pero era todos contra todos, y así alguna vez un perseguidor terminó con el culo al aire porque el que corría detrás de él cambiaba de presa. El que quedaba con el culo al aire, comenzaba a recibir fuertes palmadas en los cachetes, hasta que lograba subirse el short bajado, o recuperar el short quitado. Terminaron como no podía ser de otra manera, los cuatro en bolas, jugando, manoseándose, empujándose y revoleándose al agua hasta quedar extenuados.
Al fin regresaron a la playa y se sentaron juntos sobre los toallones. Recuperaban el aliento y descansaban, alejados de todo morbo. Lucas, sin embargo, recordaba la propuesta de la sobremesa, y con sólo pensarlo su culito empezó a cosquillear. No se animó a decir nada, pero con un suspiro de bienestar, se tumbó boca abajo en actitud de "descansar". Sus nalguitas tostadas y perfectas eran una tentación. Los demás se hicieron señas con los ojos y con gestos decidieron que comenzara Ezequiel. En silencio fueron a buscar una mochila y otra toalla.
Te llegó la hora Luquita, -le dijo Matías, mientras lo levantaba de la cadera para que Jony le ubicara la mochila envuelta en la toalla debajo del pubis para levantarle la cola. - Qué orto, ¡por Dios!, te vamos a dar de entrada lo mejor.
Lucas giró la cabeza y vio como Ezequiel se estaba masturbando, mientras Jonathan le miraba la pija con ojos también deseosos y la botellita de lubricante en la mano. Le dio un poco de miedo, ni Antonio, ni Florentín le arrimaban en tamaño a Ezequiel, pero ya con el culito en posición y Jonathan lubricándolo con los dedos, era imposible volverse atrás. Ojalá que con la cremita culo roto fuera suficiente y que no tuvieran que llevarlo a coser un desgarro al hospi porque, pueblo chico, a la semana lo sabría todo San Clemente. Respiró hondo, se acordó de la broma ("si ves que la violación es inevitable, relájate y goza"), trató de relajarse y se quedó esperando la estocada respirando pausadamente.
Eze se arrodilló detrás de él y le abrió las nalgas. El asterisco era perfecto, el color de la piel en la cara interna de sus nalgas no cambiaba en lo más mínimo, inclusive hasta llegar a la frontera del rosado natural del esfínter, de pliegues perfectos, sin un solo pelito, inmejorable, con apenas un mínimo huequito recuerdo de la culeada de Mati de la mañana.
Agarró su inmensa herramienta, le apoyó la desmesurada cabeza en el esfínter y se quedó allí, sólo soltó las nalgas para que le rodearan el glande y lo mantuvieran en posición. Lucas sentía el calor de la pija de Eze en su puertita y tomaba nota que era mucho, pero mucho más gruesa que su anito, pero ya no le importaba. Ese calorcito ya lo hacía soñar con lo que vendría después del dolor inicial.
El primer empujón fue infructuoso, no entraba. El segundo le arrancó un grito, pero no entró. Eze volvió a lubricar su punta, lo tomó fuerte de la cadera y volvió a embestir con su ariete. Lucas volvió a gritar y a quejarse sin cesar, pero ya el glande de Ezequiel estaba bien calzado dentro del canal de Lucas. Mati y Jony miraban en silencio, habían pasado por lo mismo y sabían lo que estaba sufriendo Lucas, pero no querían intervenir, era mejor que pasara rápido. Un nuevo empujón, otro grito y al fin el "plop" especial que hacía el culo de Lucas cuando cedía su esfínter interno. Ezequiel siguió metiendo, pero no estaba conforme con su trabajo. Se la sacó, se lubricó nuevamente la verga y mandó lubricante al agujero enrojecido de Lucas. Esta vez sin miramientos empezó a ponerla, Lucas gritaba, pero ya la verga se deslizaba fácilmente por todo su canal, entrando en el recto cada vez más profundamente. En segundos los más de 20 quedaron dentro de Lucas y Ezequiel se quedó quieto. Lucas, entre ayes, respiraba agitado, pero se la bancaba. Eze se recostó sobre su espalda y comenzó a besarlo suavemente en el cuello. De a poco Lucas se fue serenando, el dolor fue pasando y al fin se animó a preguntar: -ya me la metiste toda?, -si Lucas, toda, -la tengo toda adentro?, -hasta las bolas, Lucas, te la bancaste bien macho. -haceme feliz entonces Eze.
Ezequiel empezó despacito el mete y saca, y a medida que notaba que Lucas se mojaba y dilataba, aumentaba el ritmo. A los pocos minutos era impresionante ver como ese tronco entraba y salía entero de adentro de ese culito. No se entendía como semejante palo podía perderse por completo entre las nalgas de Lucas que, ya pasado el dolor, gozaba como puta, entre grititos, quejidos, ayes y mmmms. Lucas no tardó en acabar, pero como siempre, Eze necesitaba ayuda, por lo que Jonathan fue en su auxilio, se la clavó en seco y comenzó a bombearlo duro. Mati, también quería colaborar, así que se arrodilló delante de Lucas para que el lugareño se la chupara. Así siguieron los cuatro por un buen rato, Lucas con la pija de Mati en la boca y la de Eze perforándole las entrañas, y Jony rompiéndole el culito a Eze para ayudarlo a acabar. El tres pies al final se vació entre estertores y los gritos de placer de Lucas por ese engrosamiento final que le abrió más el culo en el momento de acabar.
Mati y Jony estaban más que calientes, pero debieron esperar que Luquita descansara un poco y que además se cerrara un poquito al menos, porque en el estado que lo había dejado Eze, sus pijas no le iban a hacer ni cosquilla. Los primos entraron al fin en Lucas, primero Jony y luego Mati, haciendo acabar dos veces más a Lucas, era tremendamente lechero el paisano, y volcando su abundante semen en ese culito inigualable.
Los tres porteños se fueron a lavar a la lagunita. Lucas ni se podía levantar, 3 machos al hilo en su culo era algo que lo había dejado extenuado, así que acomodó lo mejor que pudo los toallones y se quedó boca abajo. El bienestar que sentía en todo el cuerpo, sobre todo del ombligo para abajo, era tan grande que en 5 minutos estaba dormido. Cuando los amigos volvieron de la laguna, lo dejaron tranquilo, ni pensaron en vestirse, ese ámbito era para vivir en bolas.
Reavivaron lo poco que quedaba de fuego y pusieron la pava. Ye se estaban haciendo las 5 de la tarde y el clima se iba poniendo frío. Taparon a Lucas con una toalla seca, pero al poco rato lo despertaron para el mate. Lucas ya estaba recuperado, aunque se notaba en su forma de andar, que lo de atrás había cambiado. Cuando llegó al lado del fuego, se desperezó, apoyando sus manos en las nalgas y estirando su cuerpo hacia atrás.
-Mierda, que me lo dejaron abierto!, siento que hasta me entra viento por el agujero. Los tres rieron y Matías le convidó un mate. Lucas se sentó despacito porque le dolía un poco. Eze lo revisó mirándolo y metiéndole el dedo y lo tranquilizó: su esfínter estaba rojo y abierto, pero completamente sano, de todas maneras, un poco de crema Culo Roto no estaba de más. La frescura de la crema en su culito era súper agradable y en minutos los rastros de ardor y los dolorcitos habían desaparecido.
(Continuará)
Acá van los capítulos 15 y 16 de "La casa en la playa". Para aquellos que arrancan por acá, les pido disculpas porque el relato es laargo. El relato, continuación de "Las vías", está ambientado en la década del 70 en una muy conocida playa de la provincia de Buenos Aires. Los personajes y la historia son 100% ficticios. Espero que les guste.
15.- Lucas se anima
Lucas había venido siguiendo el relato en total silencio, sólo sus ojos mostraban las cambiantes sensaciones que pasaban por él: perplejidad, asombro, excitación, incredulidad, calentura, envidia, de todo un poco. Tenía una sola pregunta por hacer, no se animaba, pero dándole un poco de vueltas, se la hizo: -che Anto, perdoname, igual va a quedar entre nosotros, como todo lo que me contaste, pero, ¿a vos te cogían también?
Antonio, tranquilo, sin la menor vergüenza, le respondió - A veces, sí., - ¿y te gusta?, -sí, me gusta. Lucas no se animó a seguir preguntando.
Los dos se quedaron callados, los dos se había excitado y los dos tenían el slip mojado de preseminal, pero ninguno habló ni se animó a más. Apagaron la luz y trataron de conciliar el sueño.
Antonio en 10 minutos estaba roncando. A Lucas le costó más, el cosquilleo en el culo no le bajaba, y esperaba que Antonio dormido lo volviera a apoyar, cosa que no sucedió. Al fin se durmió, pero con un sueño intranquilo y liviano. Cuando despertó, el cielo recién comenzaba a perder el negro profundo de las noches de San Clemente. Antonio seguía durmiendo boca arriba en su mitad de la cama. El cosquilleo en el culito y las ganas de "probar" no lo abandonaban. Al fin y al cabo, después de lo que le había contado Antonio, ¿qué riesgo podría correr?, ¿que lo rechazara violentamente por puto?, imposible! Sólo podía pasar que le dijera "no Lucas, perdoname, vos sos un amigo, con vos no puedo" Y aún esto era poco probable. Pero, si no le gustaba, ¿Antonio pararía? ¿O le daría a lo bestia y lo mandaba al hospital con sangre saliendo del culo? No, eso fue la primera vez, ahora era todo un experto. ¿Pero de dónde iba a juntar coraje para pedirle que se la metiera? No, lo mejor era actuar como Gato, comenzar a chupársela y ver qué pasaba. Pero, ¡si él ni siquiera le había chupado la concha a Silvia! Bueno, Silvia un par de veces se la había chupado, era cuestión de hacer lo mismo.. De nuevo el culito le ganó al neuronal miedo, se quitó el slip para que la cosa fuera sin retorno, quemó las naves y se acomodó en la mejor posición para chuparle la pija a Antonio. Despacito repitió la maniobra de la noche anterior, pero esta vez su boca estaba a centímetros de la pija de su amigo. Sin tocarla con los dedos, comenzó a lamerla, en la cabecita dormida, en la parte de abajo. El sabor no le desagradaba, ya con el tiempo le resultaría delicioso, y fue delicadamente, a fuerza de labios y lengua, maniobrando para metérsela en la boca. Sin apretar, para no despertarlo, comenzó a chuparla, subía y bajaba tratándola con más delicadeza que a un pichoncito de gorrión, la dejaba un rato quieta dentro de la boca y con la lengua buscaba, a través del prepucio, el huequito del glande, para lamerlo despacito. Ya había descubierto que allí el sabor era más intenso. De a poco el pichón fue creciendo, y resultó no ser gorrión sino cóndor de la manera que aumentó de tamaño en su boca. De pronto la cadera de Antonio comenzó a subir y bajar despacito, Lucas paró, la cadera también. En la penumbra cerrada no se veían detalles, pero Antonio parecía aún dormido. Lucas reanudó la chupada a esa pijota cabezona y enseguida se reinició el movimiento de caderas. Esto se repitió 3 ó 4 veces, hasta que Lucas ya no le prestó atención y siguió chupando cada vez con más placer y deseo. Al rato, escuchó la voz de Antonio, muy suave y amable, que le decía -Lucas, ¿la querés?, subite y chupala bien. Lucas no dijo nada, sólo se preparó a obedecer. Se acomodó sobre Antonio, o mejor dicho, Antonio lo acomodó, para que mientras chupaba, el culito de Lucas quedara cerca de su boca y así poder chuparlo. Fue cortito y el miedo no le permitió gozar, pero fue suficiente para ensalivarle el ortito. Anto lo hizo dar vuelta y lo acomodó para cabalgar. Le llevó el glande a la puerta y le dijo: -ahora andá bajando lo que puedas, despacito, lo que aguantes, te va a doler, pero mejor que sigas hasta el final, si te acobardás y dejás, las ganas de pija no se te van a ir, y mañana o pasado vas a querer de vuelta y vas a volver a sufrir. Lucas se asustó y le dieron ganas de salir corriendo, pero pensó en las palabras de Antonio, y a pesar que el cagazo le había cerrado lo poco que la mamada le había dilatado, dio su primer empujoncito, que sólo aumentó la presión del glande en su esfínter. No se abría. Antonio le recomendó que se abriera las nalgas con mucha fuerza y volviera a intenta. Lucas se las abrió como para arrancárselas del cuerpo y volvió a bajar. ¡Ayyy, qué dolor tremendo!, pero la cabeza gorda se clavó en su virginal culito. Lucas se detuvo gimiendo. Antonio lo alentaba con palabras suaves, que parara y que no se moviera, que esperara que iba a aflojar el dolor. Así fue, Lucas se animó a una nueva bajada, y casi con un plop el glande de Antonio penetró dentro de su recto, provocándole nuevos gemidos de dolor. Lo peor ya había pasado, luego de otro rato quieto, despacito despacito, como decía su amigo, terminó sentado sobre el pubis no muy angelical de Antonio. Anto lo tomó entonces de las caderas y empezó a acariciarlo. La pija de Lucas estaba más dura que nunca y las manos de Anto no la olvidaron. Las caricias por fuera y la electricidad de la pija por dentro fueron dilatando a Lucas que ya comenzó con sus primeros "mmmmm" y, apoyando sus manos sobre el abdomen de Antonio, comenzó su primera cabalgata, primero cortito por miedo a que le doliera, pero luego aumentando el ritmo hasta ser un potro desbocado. Su leche salió mucho antes que la de Antonio, sin tocar, con una fuerza tal que los primeros trallazos fueron a dar a la pared, por arriba de la cabecera de la cama. Fue el turno de Antonio de terminar de homosexualizar a su amigo. Se levantó, lo llevó al borde de la cama, y patitas al hombro le dio una cogida como para embarazarlo, dura, clavándolo a pijazos, moviéndosela a derecha e izquierda con fuerza, como para que el esfínter de Lucas nunca más volviera al estado virginal de la víspera. Lucas lo miraba eufórico y se masturbaba con fuerza. Cuando estuvo cerca de acabar lo puso en perrito con los brazos contra el colchón y en esa pose se vació dentro de Luquita, apretándolo bien contra él, mientras Luquita concluía su paja con otra lechada tremenda sobre las sábanas. Anto se la sacó y le dio un leve empujoncito en las nalgas para hacerle entender que se tendiera boca abajo, algo que Lucas necesitaba porque estaba extenuado, a pesar que le daba un poco de asquito acostarse sobre su semen.
Antonio fue a recostarse contra la cabecera de la cama. Lucas lo miraba entre agradecido y avergonzado. - ¿Te gustó, lindo? -Si, mucho, pero me duele mucho el culo, me destrozaste. -Porque es tu primera vez, ya mañana vas a estar bien. ¡Al fin te animaste! - ¿Cómo?, ¿vos te habías dado cuenta que yo...?, -Hace rato descubrí tus miradas, además cuando yo te conté mis aventuras con Gato y Mancha, vos te pusiste inquieto, nervioso, se notaba que en tu cabeza pasaba algo que no era rechazo a mi homosexualidad. Me quedaba una duda, si querías que te la diera o si me querías romper el culo, pero con la mamada que me diste, no me dejaste dudas sobre cómo empezar. -Por las dudas no te agaches, -le dijo sonriendo Lucas, -mirá que quiero probar todo.
A partir de esa noche, Antonio y Lucas pasaron de amigos a amigos con derecho a roce y casi todas las noches, la pija gorda y cabezona de Antonio llenó el culito de Lucas, y algunas noches, la apreciable verga de Lucas hizo aullar de placer al chico de Madariaga que, cuando hacía de pasivo era tremendamente morboso y vociferante, por suerte el terreno era grande y seguro que los vecinos no escuchaban, menos mal que no vivían en el depa, porque los hubieran rajado por no dejar dormir a los vecinos.
Antonio pasó todo el invierno y una temporada más en San Clemente. Luego regresó a Madariaga. Con los ahorros de esas dos temporadas, más un poco de ayuda del tío Juan, se compró una chata F100 y unos cuantos chanchos que le dio al tío para que se los críe. Al poco tiempo estaba viviendo con el tío, y por supuesto con Gato y Mancha. De hecho, los salamines y el queso que les había servido en la picada se los había mandado Antonio, hechos en su chacra.
16.- El paragua casado.
Con la ida de su amigo, la vida sexual de Lucas quedó en cero. Con minas ni se le ocurría, y con machos de San Clemente no se animaba. Pero la vida te da sorpresas, y la sorpresa le llegó en la misma pizzería.
Una noche, terminada la jornada, estaba en el vestuario, recién salido de la ducha, buscando un slip limpio y el desodorante dentro del casillero. En el banco de al lado estaba sentado, también en bolas, "el paragua", como todos llamaban a Florentín, el pizzero-cocinero. Con las piernas abiertas Florentín jugaba con su pija, la impulsaba hacia arriba y cuando caía la volvía a impulsar, como si quisiera hacerla jugar al sube y baja. El paragua tenía unos 40 años, morocho de cara redonda, bien guaraní, su pija no era nada del otro mundo, pero tampoco era despreciable. De pronto Lucas lo escuchó decir - ¡mierda, qué culo que tenés Lucas!, mil veces mejor que el de mi mujer!, ¡estás para cogerte! - Lucas ni se inmutó, lo miró de reojo, lo tomó como broma, -el paragua era muy jodón-, y siguió buscando en su locker mientras le retrucaba; - ¿te gusta?, lo uso para cagar-. -Y yo te voy a rempujar los soretes para dentro, Luquita-, le dijo el paragua mientras lo apoyaba descaradamente, agarrándolo con las dos manos del pecho e imitando un mete y saca, que en cada mete apoyaba la pija no tan dormida del paragua en la raya de Lucas que seguía impertérrito haciendo que buscaba el desodorante, pero en lo íntimo deseando la pija de Florentín (o cualquier otra pija, lo que fuera en su culito que llevaba seis meses sin verga). -Dale paragua, ¿no te alcanza con tu mujer?, no rompas las bolas - La Bety se fue a visitar a la vieja al Chaco, hace tres semanas que no la pongo, si te agarro, te saco leche hasta por los ojos. Lucas sintió que la verga del paragua se estaba parando, en joda o en serio, había peligro de ensartada. ¿Qué hacía?, ¿se daba a conocer? ¿Y si era pura joda y el paragua se enojaba? Decidió darle una segunda vuelta a la joda. - ¿Y sabés qué paragua?, ¡yo te voy a dejar más caliente! - luego de decir eso, estiró sus brazos hacia atrás, tomó a Florentín de las nalgas, lo apretó contra él y comenzó a menear el culo en círculos, cuidando que siempre hubiera contacto entre sus nalgas y la pija del compa. La erección del paragua fue total, no había duda. Se soltó, miró desafiante al paragua que con la verga al palo lo contemplaba con ojos desorbitados, viéndolo directo a los ojos, se pasó la mano por la boca para juntar saliva y con amplios ademanes se mojó la entrada ya ardiente de su culito. Se puso de espaldas al paragua, se agachó apoyando sus manos en sus rodillas y le dijo -dale, metela si sos macho-. El paraguas no lo dudó, si era una joda de Lucas le iba a salir cara. Se la acomodó, lo agarró de las caderas y le dio tremenda empujada. Media verga adentro y Lucas mordiendo los dientes. - ¿Así que me ibas a dejar caliente?, ¡tomá lo que falta!, le dijo el paragua y con un segundo empujón se la terminó de clavar. -Pará Flore, dejala quietita un poco, ay, ¡puta cómo arde! -Te salió mal la jodita, Luca, viste como te ensarté?, - No te diste cuenta todavía Flore?, ¡¡me gusta la verga, boludo!, soy puto, dale rompeme el culo paragua webón! Flore no se hizo esperar, le empezó a dar un mete y saca que terminó por dejarle rojas las nalgas al Lucas y que en 5 minutos hizo brotar la leche de 3 semanas sin jermu, para deleite de Lucas y paz genital de Florentín. Cuando se la sacó, el paragua le ordenó: chupala puto! Lucas incorporándose indignado le espetó; - ¡andá a cagar!, en lugar de darme las gracias por sacarte la leche, querés que le rinda honores a tu pija, ¿pero qué te creés? Se fue al baño a limpiarse con papel higiénico. Cuando volvió ya el paragua estaba con los pantalones puestos. Lucas buscó el slip en el locker y se vistió también. Cuando ya estaba por salir, se paró frente a Florentín y se quedó mirándolo fijo. El paragua se incorporó también y mirando al piso, le pidió disculpas. Lucas se las aceptó y luego con vos dura le dijo: - esto queda entre nosotros y no sale de acá. Florentín asintió de inmediato y le preguntó, che mañana....? No, dijo Lucas, la semana que viene, no sé, puede ser. ¿Cuándo viene tu mujer? La Bety iba a estar un mes más en el Chaco, así que el paragua iba a requerir servicio, cosa que a Lucas no le disgustaba. Así fue como Florentín fue el segundo macho de Lucas, y una media docena de veces le partió el culito, ya no en el vestuario, sino en la misma cama donde dormía con Bety. Lucas intentó cogérselo, pero con sólo tocarle las nalgas, ya el paragua se enojaba, así que abandonó el intento. Además, cuando la Bety estaba, el Florentín no lo buscaba.
Más allá de esos dos, Lucas no había tenido otros amantes, salvo algún turista ocasional, ya que, en verano, si bien había putos para tirar para arriba y, estando de vacaciones, todos con ganas de tirar la chancleta y encamarse con cuantos pudieran, él tenía que trabajar durísimo en la pizzería y quedaba tan cansado que lo que menos tenía eran ganas de salir a levantar putos. Ni siquiera los que venían a la pizzería: él se daba cuenta a quienes le gustaban los machos y los otros, como se había dado cuenta Ezequiel, se daban cuenta que él era del gremio, pero, salvo el incidente con el paragua, él no mezclaba sus asuntos personales con el laburo.
El salame y el queso se habían terminado, el vino también y, por culpa del relato de Lucas y por el interés y la excitación que había provocado en los porteños, casi se quemaron los chorizos.
-Che, que se laven las manos los que se estuvieron toqueteando, que ya armo los choripanes, ¡manga de pajeros! Matías comenzó a cortar los panes y a acomodar la lechuga y el tomate en la parte de arriba de los felipes, luego fue abriendo los choris al medio, los colocó sobre la parte de abajo del pan y fue cerrando los sánguches. Apareció otra botella de vino, brindaron por la amistad y comieron comentando las andanzas de Antonio y riendo de la aventura con Florentín.
Luego comenzó la charla sobre los atractivos turísticos de San Clemente, Lucas les habló de los cangrejales, de las caminatas hasta la boca del Salado, de los campeonatos en el muelle para octubre, remarcando que la mejor época para estar en San Clemente era de abril a mayo y de septiembre a noviembre, porque el clima era agradable y sobre todo porque no había turistas ruidosos y rompe bolas que estropeaban todo.
Mati, como los demás, lo escuchaba con atención, imaginando en volver, aunque sea una vez más antes de las fiestas y después en Pascua, en las vacaciones de invierno, y en cada fin de semana largo que pudieran, no por la playa ni lo demás, sino, bueno, por la orgía de la casa del abuelo y por esa salida maravillosa con Lucas. En un momento Matías interrumpió al local medio quejándose: -che, pero la mayor belleza natural de San Clemente ni la nombraste!
-Cuál, el mar y la playa? ¿De qué me olvidé? -, preguntó Lucas curioso.
-De tu culito, Luquita, de tu culito! Nunca vi un par de nalgas tan lindas. Ezequiel y Jonathan asintieron, era totalmente cierto, tenía un culo impresionante, de forma perfecta, de color perfecto, durito y parado, piel suave y delicada, completamente lampiño a pesar de sus piernas peludas. Lucas con las mejillas rojas, agachó la cabeza sonriendo.
Yo creo, -continuó Matías-, que nadie de nosotros debe volver a Buenos Aires sin haber disfrutado de la mayor belleza natural de San Clemente, así que propongo que esta tarde los tres le rompamos el culito a Lucas y que lo invitemos esta noche a dormir con nosotros, para seguir rompiéndoselo. ¿Aprobado?
-Aprobado!!, - gritaron en el acto Ezequiel y Jonathan. Lucas los miraba, reía, bromeaba, se notaba que él también aprobaba.
Se prepararon un dolca, y después para hacer un poco la digestión, recorrieron el lugar, subieron de nuevo a los médanos para mirar el mar solitario a lo lejos por un lado y el campo inacabable por el otro. Nada de vida humana a la vista, un rinconcito único y maravilloso para vivir en total libertad su sexualidad. El loquito de Ezequiel estaba exultante por el paisaje, su emoción era tan grande que mientras miraba el mar se sacó toda la ropa y gritando de euforia se lanzó corriendo en bolas médano abajo, pasó a los trancos la laguna lanzando agua y espuma hacia lo alto, llegó a la playa y sin dejar de gritar se desparramó en la arena hasta quedar hecho una milanesa. Los otros tres se miraron, rieron, pero más moderados que Eze, juntaron su ropa, bajaron caminando y rodearon a Eze, que desde el piso seguía aullando de alegría. Se volvieron a mirar, y luego de una seña de Lucas, alzaron a Ezequiel, uno por la cabeza, otro por los pies y el tercero por la verga, lo llevaron a la lagunita y luego de hamacarlo para tomar impulso, lo revolearon al agua, después los tres se zambulleron también. Ezequiel se puso detrás de Matías, le bajó el short, y a partir de ese momento comenzaron a jugar a sacarse los shorts, corriendo uno para evitarlo, mientras los demás lo perseguían, pero era todos contra todos, y así alguna vez un perseguidor terminó con el culo al aire porque el que corría detrás de él cambiaba de presa. El que quedaba con el culo al aire, comenzaba a recibir fuertes palmadas en los cachetes, hasta que lograba subirse el short bajado, o recuperar el short quitado. Terminaron como no podía ser de otra manera, los cuatro en bolas, jugando, manoseándose, empujándose y revoleándose al agua hasta quedar extenuados.
Al fin regresaron a la playa y se sentaron juntos sobre los toallones. Recuperaban el aliento y descansaban, alejados de todo morbo. Lucas, sin embargo, recordaba la propuesta de la sobremesa, y con sólo pensarlo su culito empezó a cosquillear. No se animó a decir nada, pero con un suspiro de bienestar, se tumbó boca abajo en actitud de "descansar". Sus nalguitas tostadas y perfectas eran una tentación. Los demás se hicieron señas con los ojos y con gestos decidieron que comenzara Ezequiel. En silencio fueron a buscar una mochila y otra toalla.
Te llegó la hora Luquita, -le dijo Matías, mientras lo levantaba de la cadera para que Jony le ubicara la mochila envuelta en la toalla debajo del pubis para levantarle la cola. - Qué orto, ¡por Dios!, te vamos a dar de entrada lo mejor.
Lucas giró la cabeza y vio como Ezequiel se estaba masturbando, mientras Jonathan le miraba la pija con ojos también deseosos y la botellita de lubricante en la mano. Le dio un poco de miedo, ni Antonio, ni Florentín le arrimaban en tamaño a Ezequiel, pero ya con el culito en posición y Jonathan lubricándolo con los dedos, era imposible volverse atrás. Ojalá que con la cremita culo roto fuera suficiente y que no tuvieran que llevarlo a coser un desgarro al hospi porque, pueblo chico, a la semana lo sabría todo San Clemente. Respiró hondo, se acordó de la broma ("si ves que la violación es inevitable, relájate y goza"), trató de relajarse y se quedó esperando la estocada respirando pausadamente.
Eze se arrodilló detrás de él y le abrió las nalgas. El asterisco era perfecto, el color de la piel en la cara interna de sus nalgas no cambiaba en lo más mínimo, inclusive hasta llegar a la frontera del rosado natural del esfínter, de pliegues perfectos, sin un solo pelito, inmejorable, con apenas un mínimo huequito recuerdo de la culeada de Mati de la mañana.
Agarró su inmensa herramienta, le apoyó la desmesurada cabeza en el esfínter y se quedó allí, sólo soltó las nalgas para que le rodearan el glande y lo mantuvieran en posición. Lucas sentía el calor de la pija de Eze en su puertita y tomaba nota que era mucho, pero mucho más gruesa que su anito, pero ya no le importaba. Ese calorcito ya lo hacía soñar con lo que vendría después del dolor inicial.
El primer empujón fue infructuoso, no entraba. El segundo le arrancó un grito, pero no entró. Eze volvió a lubricar su punta, lo tomó fuerte de la cadera y volvió a embestir con su ariete. Lucas volvió a gritar y a quejarse sin cesar, pero ya el glande de Ezequiel estaba bien calzado dentro del canal de Lucas. Mati y Jony miraban en silencio, habían pasado por lo mismo y sabían lo que estaba sufriendo Lucas, pero no querían intervenir, era mejor que pasara rápido. Un nuevo empujón, otro grito y al fin el "plop" especial que hacía el culo de Lucas cuando cedía su esfínter interno. Ezequiel siguió metiendo, pero no estaba conforme con su trabajo. Se la sacó, se lubricó nuevamente la verga y mandó lubricante al agujero enrojecido de Lucas. Esta vez sin miramientos empezó a ponerla, Lucas gritaba, pero ya la verga se deslizaba fácilmente por todo su canal, entrando en el recto cada vez más profundamente. En segundos los más de 20 quedaron dentro de Lucas y Ezequiel se quedó quieto. Lucas, entre ayes, respiraba agitado, pero se la bancaba. Eze se recostó sobre su espalda y comenzó a besarlo suavemente en el cuello. De a poco Lucas se fue serenando, el dolor fue pasando y al fin se animó a preguntar: -ya me la metiste toda?, -si Lucas, toda, -la tengo toda adentro?, -hasta las bolas, Lucas, te la bancaste bien macho. -haceme feliz entonces Eze.
Ezequiel empezó despacito el mete y saca, y a medida que notaba que Lucas se mojaba y dilataba, aumentaba el ritmo. A los pocos minutos era impresionante ver como ese tronco entraba y salía entero de adentro de ese culito. No se entendía como semejante palo podía perderse por completo entre las nalgas de Lucas que, ya pasado el dolor, gozaba como puta, entre grititos, quejidos, ayes y mmmms. Lucas no tardó en acabar, pero como siempre, Eze necesitaba ayuda, por lo que Jonathan fue en su auxilio, se la clavó en seco y comenzó a bombearlo duro. Mati, también quería colaborar, así que se arrodilló delante de Lucas para que el lugareño se la chupara. Así siguieron los cuatro por un buen rato, Lucas con la pija de Mati en la boca y la de Eze perforándole las entrañas, y Jony rompiéndole el culito a Eze para ayudarlo a acabar. El tres pies al final se vació entre estertores y los gritos de placer de Lucas por ese engrosamiento final que le abrió más el culo en el momento de acabar.
Mati y Jony estaban más que calientes, pero debieron esperar que Luquita descansara un poco y que además se cerrara un poquito al menos, porque en el estado que lo había dejado Eze, sus pijas no le iban a hacer ni cosquilla. Los primos entraron al fin en Lucas, primero Jony y luego Mati, haciendo acabar dos veces más a Lucas, era tremendamente lechero el paisano, y volcando su abundante semen en ese culito inigualable.
Los tres porteños se fueron a lavar a la lagunita. Lucas ni se podía levantar, 3 machos al hilo en su culo era algo que lo había dejado extenuado, así que acomodó lo mejor que pudo los toallones y se quedó boca abajo. El bienestar que sentía en todo el cuerpo, sobre todo del ombligo para abajo, era tan grande que en 5 minutos estaba dormido. Cuando los amigos volvieron de la laguna, lo dejaron tranquilo, ni pensaron en vestirse, ese ámbito era para vivir en bolas.
Reavivaron lo poco que quedaba de fuego y pusieron la pava. Ye se estaban haciendo las 5 de la tarde y el clima se iba poniendo frío. Taparon a Lucas con una toalla seca, pero al poco rato lo despertaron para el mate. Lucas ya estaba recuperado, aunque se notaba en su forma de andar, que lo de atrás había cambiado. Cuando llegó al lado del fuego, se desperezó, apoyando sus manos en las nalgas y estirando su cuerpo hacia atrás.
-Mierda, que me lo dejaron abierto!, siento que hasta me entra viento por el agujero. Los tres rieron y Matías le convidó un mate. Lucas se sentó despacito porque le dolía un poco. Eze lo revisó mirándolo y metiéndole el dedo y lo tranquilizó: su esfínter estaba rojo y abierto, pero completamente sano, de todas maneras, un poco de crema Culo Roto no estaba de más. La frescura de la crema en su culito era súper agradable y en minutos los rastros de ardor y los dolorcitos habían desaparecido.
(Continuará)
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