No dejes de pasar por mi mejor post
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No te vas a arrepentir!
SALVADOR Y CORINNE
Todo comenzó ese día que Lidia llamó a mi celular, mi vieja amiga y compañera de estudios, con quien si bien no nos veíamos muy seguido nos manteníamos en contacto por las redes sociales, ella sabía que no venía muy bien económicamente, estaba sin trabajo ganándome unos pesos para pasar el día a día.
Años atrás Lidia y yo habíamos estudiado nutrición, ella trabajaba en un gimnasio de la zona, controlaba la parte alimentaria de las chicas y chicos que cuidaban sus físicos, preparaba también las dietas y todas esas cosas afines al tema.
Me llamaba porque ella presentaba la renuncia, había conseguido algo mejor y con más perspectivas a futuro en una clínica céntrica, su puesto quedaba vacante y le habían solicitado recomendar alguien de confianza, mi amiga sabía de mis capacidades y necesidades, así que fui la primera y única en su mente.
Así me comentó de Salvador, el dueño y Corinne, su esposa de ascendencia francesa, Lidia me había aconsejado que me llevara especialmente bien con la mujer, ya que a la sombra de su esposo era la que realmente tomaba todas las decisiones.
Al conocerlos, mi primera reacción fue de envidia, Salvador era un tipo alto y exageradamente musculoso, un físico espectacular, de rostro muy bonito, pequeña nariz y anchos pómulos, barba candado y grandes patillas, su cabello castaño con evidente decoloración caía hasta sus hombros, tenía una sonrisa que parecía muy franca, era el que hablaba, gesticulaba y dirigía la situación.
Corinne, al fondo, en segundo plano, fumaba en silencio, de rostro oval y cabello negro corto apenas pasando sus orejas, de nariz prominente, tenía un físico privilegiado, sin ser grotesco se hacía evidente que practicaba pesas, apenas vestida con un short y un top resaltando sus grandes pechos, su vientre plano como una tabla y los músculos trabajados de sus piernas.
Pactado detalles de horarios, paga, objetivos y demás cosas comencé a trabajar en el gimnasio, con el tiempo los iría conociendo, realmente hacían un culto de su físico, parecían tal para cual, y sin proponérmelo me fui encantando con Salvador, con su forma de ser, con su sonrisa, con su paciencia, con su belleza e inconscientemente a la vez me fui distanciando de Corinne, una mujer apática de agrio carácter. Pero siempre recordaba lo que mi amiga me había aconsejado y que percibí en carne propia, ella era quien daba las órdenes.
Y la convivencia del día a día hizo que poco a poco confundiéramos trabajo con confianza, luego confianza con amistad y por último amistad con sexo…
Ya había conocido la casa del matrimonio, me habían invitado algunas veces a pasar la tarde y hasta a cenar, pero esa tarde sería diferente, mi atracción hacia Salvador se hacía más que evidente, Corinne ya me miraba diferente, ella era mujer y se daba cuenta que coqueteaba a su esposo.
El pretexto fue que querían discutir algunos cambios en el gimnasio y querían que participara en la discusión. Tomé un taxi, el frío de invierno estaba imposible, apenas un par de grados de temperatura, me abrigué bien pero al poco tiempo tiritaba de frío, sentí mis pies, mis manos, mis glúteos y mi nariz helarse.
Salvador me recibió, fue impactante la diferencia de temperatura, la calefacción estaba tan alta que la habitación parecía el mismo infierno, me dijo:
-Mujer… te estás congelando! pasa, pasa…
Me abrazó un poco para cobijarme, para pasar ese primer momento, para que me acostumbrara. Mientras me aclimataba y poco a poco iba dejando mis prendas de lado, me detuve en su perfección, estaba con el torso desnudo, perfectamente depilado, con un amplio pantalón de bambula blanco que dejaba notar un sugerente paquete. Corinne apareció poco después luciendo un ajustado top negro y un pequeño short de licra, sus piernas musculadas lucían magníficas, sus ojos delineados en negro y sus labios pintados del mismo color le daban un toque muy dark.
Trajeron una cerveza, empezamos a beber, pronto noté que el tema del gimnasio había pasado a un segundo plano y no sé por qué motivo estábamos hablando de nosotros mismos, de nuestros gustos.
Él se había sentado a mi izquierda, ella a mi derecha, en algún punto me sentí intimidada, ella insistía para que bebiera más y más cerveza, a pesar de mis negativas, además fumaba alguna rara hierva que olía dulzona, poco a poco fui cediendo ante el alcohol y el humo del ambiente que ingresaba a mis pulmones, de pronto ella me preguntó directamente, sin vueltas:
-Zorra, quieres tirarte a mi marido… crees que no lo noté?
Solo reía por el estado en que me encontraba, nos levantamos, me condujeron entonces al dormitorio, mi estado no me permitía poner demasiada resistencia, pero tampoco deseaba hacerlo, me recostaron boca arriba, sacaron unas esposas, ajustaron mis brazos hacia atrás, a los barrales de la cama, quedé peligrosamente indefensa, sacaron mis zapatillas, mi pantalón, mi culote, desabrocharon la camisa y soltaron el sostén, en segundos estaba completamente desnuda.
Salvador tomó otro juego de esposas y se lo colocó en sus muñecas, levantó los brazos y permitió que ella las ajustara en el barral del cortinado que estaba a poco más de un metro de la cama, quedando frente a mi vista.
Corinne se puso unos delicados guantes negros, fue sobre su esposo, ambos me miraban, yo los miraba, comenzó a acariciar el pantalón donde su bulto se hacía más y más grande, se arrodilló mordiendo sus labios en forma pecaminosa, al fin bajó los pantalones para desnudarlo, tenía una pija enorme! que locura, nunca había visto nada así, absolutamente depilada…
Lo masturbó suavemente con una mano, empezó a chupársela, suavemente, lentamente, apenas si cabía la mitad del largor en su boca, sacaba su lengua entre sus labios negros y como una serpiente zigzagueaba en su rosado glande, la tomaba y con fuerza la azotaba contra su rostro, el permanecía de pie, inmóvil, disfrutando, sus músculos se tensionaban y se marcaban, Corinne se aseguraba de que yo pudiera ver todo con lujo de detalle, de pronto me preguntó:
-Puta, quieres probar un poco?
Pero no podía hacerlo, salvo que ella liberara las esposas de alguno de los dos, cosa que parecía no estar dispuesta a hacer.
Entonces vino a mi lado, recostándose a mi derecha, olvidándose de su esposo, mirándome directamente a los ojos, comenzó a acariciarme el cabello
-Eres muy bonita, sabes?
Me hablaba tan cerca que podía sentir su aliento a hierbas y cerveza, me puse tensa y nerviosa, no podía mover mis manos, acarició mi cuello, bajó un poco más, la seda de sus guantes llegaron a mis pechos, una en cada uno, aspiré aire resignada, Corinne se detuvo varios minutos masajeando mis tetas, apretando mis pezones, rodeándolas, prisioneras entre sus manos, no podía asumir que otra mujer me estuviera dando placer, me negaba a hacerlo, pero la electricidad partía de mis excitados pezones a todo mi cuerpo, llegando a mi clítoris, sentía mojarme, ahora él era espectador de lujo, con su verga dura y expectante.
Ella iría por más, una de sus manos comenzó a bajar, sabía dónde iba y supliqué como una niña:
-No, no, por favor, no…
Pero mis palabras eran apenas un susurro casi imperceptible, mi respiración se hizo más profunda, mis ojos se cerraron, sus dedos acariciaban mi vagina, mis gordos labios, sus dedos aprisionaron mi clítoris, comenzó a masturbarme, como yo misma lo hacía, como solo una mujer sabe hacerlo, sentí el calor subir a mis mejillas, supe que no iba a parar por más que lo pidiese, siguió, y siguió, apreté mis puños, tensé mis músculos, comencé a gemir como una perra en celos, aún me negaba en susurros cuando exploté como un torbellino incontrolable…
Aún sentía espasmos en todo el cuerpo cuando abrí los ojos, ella reía a mi lado, apretando mi mandíbula entre sus dedos preguntó:
-Te gustó?
No me animé a responder, que decir… reconocer que me había encantado era de alguna manera asumir una relación lésbica y eso no estaba en mis planes, ella siguió:
-Te toca descansar un poco, te parece?
Entonces fue sobre Salvador para liberarlo de su cautiverio, ella entonces sacó su pequeño short quedándose desnuda de la cintura hacia abajo, dejándome notar que también estaba completamente depilada, volvió a mi lado, se acomodó en cuatro patas dejando su cola a contra mi lado, sumisa con sus rodillas juntas, sus nalgas mostraban una endiablada musculatura desprovista de cualquier celulitis, su gordo sexo escapaba entre sus apretadas piernas, entonces el tomo una crema y comenzó a untar su esfínter preguntando:
-Ahí lo quieres? ahí?
Entonces el pasó una pierna a cada lado mientras ella abría sus cachetes con sus manos, la verga dura de Salvador fue bajando, hasta apoyar en el anillo marrón de su esposa, a pesar del exagerado grosor noté que entró en el culo de Corinne con suma facilidad, evidentemente ella era una maldita perra que adoraba que le hagan la cola y estaba muy bien adiestrada.
Fui espectadora de lujo, a pocos centímetros de mi cara tuve un show en vivo de sexo anal, la verga enorme de Salvador apenas entraba por la mitad, Corinne gritaba en cada embate y creo que por primera vez la sentía como una mujer normal, con sentimientos…
El sexo anal no era de mi agrado, pero no tenía inconvenientes con quien deseara practicarlo, me sentía mojar con solo observar como esas dos personas gozaban siendo uno…
Cuando el culo de Corinne estuvo lo suficientemente dilatado como para no querer más, interrumpió el acto y me dijo:
-Es hora de cambiar!
Volvió hacia mí para al fin liberar las esposas que me unían a la cama, mi lugar fue tomado entonces por Salvador quien se dejó esposarse mansamente, ella, tomando el mando volvió a decirme:
-A ver perra, lo quieres? quieres a mi marido? lo deseas? bueno, ahí lo tienes, te lo entrego, haz lo que quieras con él, ahora descansaré yo…
Corinne dejó el cuarto y por primera vez estaba sola con ese hombre, era cierto, estaba atado a la cama y a mi entera disposición, para satisfacer mis instintos, era demasiado fácil para ser real, Salvador tomaría la palabra por primera vez:
-Vamos nena, quiero sentirte, ella volverá pronto…
Fui decidida sobre su cuerpo, su verga seguía tiesa y si no había acabado aún era solo porque su esposa era una excelente tiempista y sabía cuándo hacer una pausa, tomé su verga entre mis dedos para asegurarme que estuviera bien dura, me paré con las piernas a su lado y bajé lentamente, mi concha estaba afiebrada de deseo y el placer fue supremo cuando su gorda cabeza acarició mis labios, la humedad que tenía hicieron sumamente fácil la penetración, era tan larga que rápidamente hizo tope el fondo de mi sexo, a pesar de quedar un gran tramo por comer. Empecé a balancearme sobre él, una y otra vez, que placer, acariciando mi clítoris, era imposible comerla toda, me dolía en lo profundo pero el dolor era placer, me mordía para no gritar, pronto me olvide de su esposa, como fuegos de artificio los orgasmos empezaron a explotar en mi interior, quería que me llenara la concha de leche…
Un golpe en mis cachetes me hizo perder el ritmo, giré, a mis espaldas estaba nuevamente ella con ese rostro áspero, se había colocado un arnés con un juguete plástico tan ancho y tan grueso que hacía ver la gran pija de Salvador como de juguete, mis ojos se exaltaron cuando ella comenzó a acariciarme por atrás, salté como un resorte, yendo al costado de la habitación para poner mi cola contra la pared, exclamé amenazante:
-Ni se te ocurra!
Ella miró y rio con una carcajada:
-Tranquila mi niña, no es para ti…
No entendía sus propósitos, pero ella se concentraba en untar con lubricante el temible consolador, quedé atónita cuando la vi acercarse a su esposo y el levantar ambas piernas para recibirlo, Corinne apoyó la pija plástica en el culo de Salvador y empezó a empujar, y empujar, y empujar, y empujar, el rostro de ambos se iba transformando poro a poco, el con una mezcla de entrega, placer y dolor, ella una mezcla de absoluto dominio y poder.
Con timidez me fui acercando, no entendía como el culo de ese hombre podía devorarse semejante aparato, poco a poco fue desapareciendo de mi vista hasta enterrárselo casi todo, la hermosa verga de Salvador se mecía erecta de lado a lado, sus testículos lampiños brillaban en el cuarto, ella disfrutaba rompiéndole todo el culo, parecía poseída, el contenía sus gritos, era todo muy loco, ella me dijo sin dejar de dársela por el culo:
-Dale! chupásela toda, démosle más placer…
Y fui sobre él, sostuve con firmeza su enorme pija, comencé a chupársela lo mejor que podía, era tan gorda que casi no cabía en mi pequeña boca, el me sujetó con fuerza, me inmovilizó, mis ojos alcanzaban a ver todo el largor de su verga, sus bolas y más abajo aun el ancho juguete penetrándolo sin piedad.
Las manos de Corinne dejaron el juguete que ya estaba totalmente adaptado al culo de Salvador y vinieron a acariciar mis cabellos, luego presionaron un poco hacia abajo, y un poco más, llegó a un punto que dejó de ser gracioso porque la verga de su hombre comenzó a molestar en lo profundo de mi garganta, quise aflojar pero sus brazos trabajados en el gimnasio tenían mucha fuerza, empujó más, y más, protesté como gimiendo, pero no había caso…
Las lágrimas comenzaron a saltar de mis ojos, la saliva a chorrear de mi boca, más y cada vez más, ella no paraba, no dejaba de romperle el culo, no dejaba de empujarme, no podía evitarlo, poco a poco me obligó a comerle toda esa verga, centímetro a centímetro me llevó hacia abajo, una mezcla de lágrimas y saliva habían impregnado el cuadro, me estaba asfixiando, sentí mi garganta abrirse, al fin mi pera hizo tope en su abdomen, era increíble, la pija que no había entrado en su culo, que no había entrado en mi concha, había entrado en mi boca.
Ella no se detendría, mi nariz estaba contra sus testículos, centímetros más abajo él era penetrado con rudeza, Corinne seguía empujándome, me costaba respirar, Salvador se preparaba para acabar, lo sentía gemir, lo sentía contraerse, lo sentía venir, quería salir, no podía…
Una catarata de leche caliente invadió mi interior, con fuerza, arrasando todo a su paso, la comunicación entre garganta y nariz se hizo evidente, como si tuviera un resfrío, el semen que me había llenado comenzó a salir hacia afuera por mis fosas nasales, no podía evitarlo, parte fue e mi estómago, parte chorreaba de mi nariz, solo ahí me soltó, fue asquerosamente delirante, me tiré a un costado tosiendo y escupiendo, a recuperar el aliento, tenía esa horrible sensación cuando una traga agua en una piscina…
Fue mi inicio con ellos, había pasado límites que jamás creí pasar, tiempo después hablé con mi vieja amiga Lidia, ella me confesó que había transitado el mismo camino que yo y que se había hartado de los juegos peligrosos de Corinne, pero por mi parte, creo que encontraron la horma de su zapato, me encanta cada tanto compartir mi sexo con ellos, preparada a cada paso para una nueva locura de esa mujer.
Si eres mayor de edad puedes escribirme con título ‘SALVADOR Y CORINNE’ a dulces.placeres@live.com
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No te vas a arrepentir!
SALVADOR Y CORINNE
Todo comenzó ese día que Lidia llamó a mi celular, mi vieja amiga y compañera de estudios, con quien si bien no nos veíamos muy seguido nos manteníamos en contacto por las redes sociales, ella sabía que no venía muy bien económicamente, estaba sin trabajo ganándome unos pesos para pasar el día a día.
Años atrás Lidia y yo habíamos estudiado nutrición, ella trabajaba en un gimnasio de la zona, controlaba la parte alimentaria de las chicas y chicos que cuidaban sus físicos, preparaba también las dietas y todas esas cosas afines al tema.
Me llamaba porque ella presentaba la renuncia, había conseguido algo mejor y con más perspectivas a futuro en una clínica céntrica, su puesto quedaba vacante y le habían solicitado recomendar alguien de confianza, mi amiga sabía de mis capacidades y necesidades, así que fui la primera y única en su mente.
Así me comentó de Salvador, el dueño y Corinne, su esposa de ascendencia francesa, Lidia me había aconsejado que me llevara especialmente bien con la mujer, ya que a la sombra de su esposo era la que realmente tomaba todas las decisiones.
Al conocerlos, mi primera reacción fue de envidia, Salvador era un tipo alto y exageradamente musculoso, un físico espectacular, de rostro muy bonito, pequeña nariz y anchos pómulos, barba candado y grandes patillas, su cabello castaño con evidente decoloración caía hasta sus hombros, tenía una sonrisa que parecía muy franca, era el que hablaba, gesticulaba y dirigía la situación.
Corinne, al fondo, en segundo plano, fumaba en silencio, de rostro oval y cabello negro corto apenas pasando sus orejas, de nariz prominente, tenía un físico privilegiado, sin ser grotesco se hacía evidente que practicaba pesas, apenas vestida con un short y un top resaltando sus grandes pechos, su vientre plano como una tabla y los músculos trabajados de sus piernas.
Pactado detalles de horarios, paga, objetivos y demás cosas comencé a trabajar en el gimnasio, con el tiempo los iría conociendo, realmente hacían un culto de su físico, parecían tal para cual, y sin proponérmelo me fui encantando con Salvador, con su forma de ser, con su sonrisa, con su paciencia, con su belleza e inconscientemente a la vez me fui distanciando de Corinne, una mujer apática de agrio carácter. Pero siempre recordaba lo que mi amiga me había aconsejado y que percibí en carne propia, ella era quien daba las órdenes.
Y la convivencia del día a día hizo que poco a poco confundiéramos trabajo con confianza, luego confianza con amistad y por último amistad con sexo…
Ya había conocido la casa del matrimonio, me habían invitado algunas veces a pasar la tarde y hasta a cenar, pero esa tarde sería diferente, mi atracción hacia Salvador se hacía más que evidente, Corinne ya me miraba diferente, ella era mujer y se daba cuenta que coqueteaba a su esposo.
El pretexto fue que querían discutir algunos cambios en el gimnasio y querían que participara en la discusión. Tomé un taxi, el frío de invierno estaba imposible, apenas un par de grados de temperatura, me abrigué bien pero al poco tiempo tiritaba de frío, sentí mis pies, mis manos, mis glúteos y mi nariz helarse.
Salvador me recibió, fue impactante la diferencia de temperatura, la calefacción estaba tan alta que la habitación parecía el mismo infierno, me dijo:
-Mujer… te estás congelando! pasa, pasa…
Me abrazó un poco para cobijarme, para pasar ese primer momento, para que me acostumbrara. Mientras me aclimataba y poco a poco iba dejando mis prendas de lado, me detuve en su perfección, estaba con el torso desnudo, perfectamente depilado, con un amplio pantalón de bambula blanco que dejaba notar un sugerente paquete. Corinne apareció poco después luciendo un ajustado top negro y un pequeño short de licra, sus piernas musculadas lucían magníficas, sus ojos delineados en negro y sus labios pintados del mismo color le daban un toque muy dark.
Trajeron una cerveza, empezamos a beber, pronto noté que el tema del gimnasio había pasado a un segundo plano y no sé por qué motivo estábamos hablando de nosotros mismos, de nuestros gustos.
Él se había sentado a mi izquierda, ella a mi derecha, en algún punto me sentí intimidada, ella insistía para que bebiera más y más cerveza, a pesar de mis negativas, además fumaba alguna rara hierva que olía dulzona, poco a poco fui cediendo ante el alcohol y el humo del ambiente que ingresaba a mis pulmones, de pronto ella me preguntó directamente, sin vueltas:
-Zorra, quieres tirarte a mi marido… crees que no lo noté?
Solo reía por el estado en que me encontraba, nos levantamos, me condujeron entonces al dormitorio, mi estado no me permitía poner demasiada resistencia, pero tampoco deseaba hacerlo, me recostaron boca arriba, sacaron unas esposas, ajustaron mis brazos hacia atrás, a los barrales de la cama, quedé peligrosamente indefensa, sacaron mis zapatillas, mi pantalón, mi culote, desabrocharon la camisa y soltaron el sostén, en segundos estaba completamente desnuda.
Salvador tomó otro juego de esposas y se lo colocó en sus muñecas, levantó los brazos y permitió que ella las ajustara en el barral del cortinado que estaba a poco más de un metro de la cama, quedando frente a mi vista.
Corinne se puso unos delicados guantes negros, fue sobre su esposo, ambos me miraban, yo los miraba, comenzó a acariciar el pantalón donde su bulto se hacía más y más grande, se arrodilló mordiendo sus labios en forma pecaminosa, al fin bajó los pantalones para desnudarlo, tenía una pija enorme! que locura, nunca había visto nada así, absolutamente depilada…
Lo masturbó suavemente con una mano, empezó a chupársela, suavemente, lentamente, apenas si cabía la mitad del largor en su boca, sacaba su lengua entre sus labios negros y como una serpiente zigzagueaba en su rosado glande, la tomaba y con fuerza la azotaba contra su rostro, el permanecía de pie, inmóvil, disfrutando, sus músculos se tensionaban y se marcaban, Corinne se aseguraba de que yo pudiera ver todo con lujo de detalle, de pronto me preguntó:
-Puta, quieres probar un poco?
Pero no podía hacerlo, salvo que ella liberara las esposas de alguno de los dos, cosa que parecía no estar dispuesta a hacer.
Entonces vino a mi lado, recostándose a mi derecha, olvidándose de su esposo, mirándome directamente a los ojos, comenzó a acariciarme el cabello
-Eres muy bonita, sabes?
Me hablaba tan cerca que podía sentir su aliento a hierbas y cerveza, me puse tensa y nerviosa, no podía mover mis manos, acarició mi cuello, bajó un poco más, la seda de sus guantes llegaron a mis pechos, una en cada uno, aspiré aire resignada, Corinne se detuvo varios minutos masajeando mis tetas, apretando mis pezones, rodeándolas, prisioneras entre sus manos, no podía asumir que otra mujer me estuviera dando placer, me negaba a hacerlo, pero la electricidad partía de mis excitados pezones a todo mi cuerpo, llegando a mi clítoris, sentía mojarme, ahora él era espectador de lujo, con su verga dura y expectante.
Ella iría por más, una de sus manos comenzó a bajar, sabía dónde iba y supliqué como una niña:
-No, no, por favor, no…
Pero mis palabras eran apenas un susurro casi imperceptible, mi respiración se hizo más profunda, mis ojos se cerraron, sus dedos acariciaban mi vagina, mis gordos labios, sus dedos aprisionaron mi clítoris, comenzó a masturbarme, como yo misma lo hacía, como solo una mujer sabe hacerlo, sentí el calor subir a mis mejillas, supe que no iba a parar por más que lo pidiese, siguió, y siguió, apreté mis puños, tensé mis músculos, comencé a gemir como una perra en celos, aún me negaba en susurros cuando exploté como un torbellino incontrolable…
Aún sentía espasmos en todo el cuerpo cuando abrí los ojos, ella reía a mi lado, apretando mi mandíbula entre sus dedos preguntó:
-Te gustó?
No me animé a responder, que decir… reconocer que me había encantado era de alguna manera asumir una relación lésbica y eso no estaba en mis planes, ella siguió:
-Te toca descansar un poco, te parece?
Entonces fue sobre Salvador para liberarlo de su cautiverio, ella entonces sacó su pequeño short quedándose desnuda de la cintura hacia abajo, dejándome notar que también estaba completamente depilada, volvió a mi lado, se acomodó en cuatro patas dejando su cola a contra mi lado, sumisa con sus rodillas juntas, sus nalgas mostraban una endiablada musculatura desprovista de cualquier celulitis, su gordo sexo escapaba entre sus apretadas piernas, entonces el tomo una crema y comenzó a untar su esfínter preguntando:
-Ahí lo quieres? ahí?
Entonces el pasó una pierna a cada lado mientras ella abría sus cachetes con sus manos, la verga dura de Salvador fue bajando, hasta apoyar en el anillo marrón de su esposa, a pesar del exagerado grosor noté que entró en el culo de Corinne con suma facilidad, evidentemente ella era una maldita perra que adoraba que le hagan la cola y estaba muy bien adiestrada.
Fui espectadora de lujo, a pocos centímetros de mi cara tuve un show en vivo de sexo anal, la verga enorme de Salvador apenas entraba por la mitad, Corinne gritaba en cada embate y creo que por primera vez la sentía como una mujer normal, con sentimientos…
El sexo anal no era de mi agrado, pero no tenía inconvenientes con quien deseara practicarlo, me sentía mojar con solo observar como esas dos personas gozaban siendo uno…
Cuando el culo de Corinne estuvo lo suficientemente dilatado como para no querer más, interrumpió el acto y me dijo:
-Es hora de cambiar!
Volvió hacia mí para al fin liberar las esposas que me unían a la cama, mi lugar fue tomado entonces por Salvador quien se dejó esposarse mansamente, ella, tomando el mando volvió a decirme:
-A ver perra, lo quieres? quieres a mi marido? lo deseas? bueno, ahí lo tienes, te lo entrego, haz lo que quieras con él, ahora descansaré yo…
Corinne dejó el cuarto y por primera vez estaba sola con ese hombre, era cierto, estaba atado a la cama y a mi entera disposición, para satisfacer mis instintos, era demasiado fácil para ser real, Salvador tomaría la palabra por primera vez:
-Vamos nena, quiero sentirte, ella volverá pronto…
Fui decidida sobre su cuerpo, su verga seguía tiesa y si no había acabado aún era solo porque su esposa era una excelente tiempista y sabía cuándo hacer una pausa, tomé su verga entre mis dedos para asegurarme que estuviera bien dura, me paré con las piernas a su lado y bajé lentamente, mi concha estaba afiebrada de deseo y el placer fue supremo cuando su gorda cabeza acarició mis labios, la humedad que tenía hicieron sumamente fácil la penetración, era tan larga que rápidamente hizo tope el fondo de mi sexo, a pesar de quedar un gran tramo por comer. Empecé a balancearme sobre él, una y otra vez, que placer, acariciando mi clítoris, era imposible comerla toda, me dolía en lo profundo pero el dolor era placer, me mordía para no gritar, pronto me olvide de su esposa, como fuegos de artificio los orgasmos empezaron a explotar en mi interior, quería que me llenara la concha de leche…
Un golpe en mis cachetes me hizo perder el ritmo, giré, a mis espaldas estaba nuevamente ella con ese rostro áspero, se había colocado un arnés con un juguete plástico tan ancho y tan grueso que hacía ver la gran pija de Salvador como de juguete, mis ojos se exaltaron cuando ella comenzó a acariciarme por atrás, salté como un resorte, yendo al costado de la habitación para poner mi cola contra la pared, exclamé amenazante:
-Ni se te ocurra!
Ella miró y rio con una carcajada:
-Tranquila mi niña, no es para ti…
No entendía sus propósitos, pero ella se concentraba en untar con lubricante el temible consolador, quedé atónita cuando la vi acercarse a su esposo y el levantar ambas piernas para recibirlo, Corinne apoyó la pija plástica en el culo de Salvador y empezó a empujar, y empujar, y empujar, y empujar, el rostro de ambos se iba transformando poro a poco, el con una mezcla de entrega, placer y dolor, ella una mezcla de absoluto dominio y poder.
Con timidez me fui acercando, no entendía como el culo de ese hombre podía devorarse semejante aparato, poco a poco fue desapareciendo de mi vista hasta enterrárselo casi todo, la hermosa verga de Salvador se mecía erecta de lado a lado, sus testículos lampiños brillaban en el cuarto, ella disfrutaba rompiéndole todo el culo, parecía poseída, el contenía sus gritos, era todo muy loco, ella me dijo sin dejar de dársela por el culo:
-Dale! chupásela toda, démosle más placer…
Y fui sobre él, sostuve con firmeza su enorme pija, comencé a chupársela lo mejor que podía, era tan gorda que casi no cabía en mi pequeña boca, el me sujetó con fuerza, me inmovilizó, mis ojos alcanzaban a ver todo el largor de su verga, sus bolas y más abajo aun el ancho juguete penetrándolo sin piedad.
Las manos de Corinne dejaron el juguete que ya estaba totalmente adaptado al culo de Salvador y vinieron a acariciar mis cabellos, luego presionaron un poco hacia abajo, y un poco más, llegó a un punto que dejó de ser gracioso porque la verga de su hombre comenzó a molestar en lo profundo de mi garganta, quise aflojar pero sus brazos trabajados en el gimnasio tenían mucha fuerza, empujó más, y más, protesté como gimiendo, pero no había caso…
Las lágrimas comenzaron a saltar de mis ojos, la saliva a chorrear de mi boca, más y cada vez más, ella no paraba, no dejaba de romperle el culo, no dejaba de empujarme, no podía evitarlo, poco a poco me obligó a comerle toda esa verga, centímetro a centímetro me llevó hacia abajo, una mezcla de lágrimas y saliva habían impregnado el cuadro, me estaba asfixiando, sentí mi garganta abrirse, al fin mi pera hizo tope en su abdomen, era increíble, la pija que no había entrado en su culo, que no había entrado en mi concha, había entrado en mi boca.
Ella no se detendría, mi nariz estaba contra sus testículos, centímetros más abajo él era penetrado con rudeza, Corinne seguía empujándome, me costaba respirar, Salvador se preparaba para acabar, lo sentía gemir, lo sentía contraerse, lo sentía venir, quería salir, no podía…
Una catarata de leche caliente invadió mi interior, con fuerza, arrasando todo a su paso, la comunicación entre garganta y nariz se hizo evidente, como si tuviera un resfrío, el semen que me había llenado comenzó a salir hacia afuera por mis fosas nasales, no podía evitarlo, parte fue e mi estómago, parte chorreaba de mi nariz, solo ahí me soltó, fue asquerosamente delirante, me tiré a un costado tosiendo y escupiendo, a recuperar el aliento, tenía esa horrible sensación cuando una traga agua en una piscina…
Fue mi inicio con ellos, había pasado límites que jamás creí pasar, tiempo después hablé con mi vieja amiga Lidia, ella me confesó que había transitado el mismo camino que yo y que se había hartado de los juegos peligrosos de Corinne, pero por mi parte, creo que encontraron la horma de su zapato, me encanta cada tanto compartir mi sexo con ellos, preparada a cada paso para una nueva locura de esa mujer.
Si eres mayor de edad puedes escribirme con título ‘SALVADOR Y CORINNE’ a dulces.placeres@live.com
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