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Departamento de soltero. Capítulo 7

Departamento de soltero. Capítulo 7

Esta es la historia de Lautaro, un chico que se muda solo a un departamento en el que va a vivir muchísimas experiencias nuevas, disfrutando del sexo con amigas, desconocidas y sus vecinas, sin saber que algunas mujeres ocultan secretos muy oscuros. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 7: Intenso
   - ¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Me encanta profe!- Me decía Daniela mientras me la cogía violentamente contra la mesada del departamento.
   Luego de nuestro primer encuentro, habíamos tenido un segundo un poco más calmo pero bien caliente en mi habitación y un tercero en el departamento de ella, aprovechando que su hermano salía con sus amigos. La colorada me había demostrado que era toda una loba en la cama y que estaba dispuesta a superar muchos de los límites que a mí me encantaba romper. Los chirlos habían hecho su aparición durante nuestro segundo encuentro y el sexo oral de parte suya en el tercero, deleitándome con unas lamidas excelentes que me dejaron la pija al palo. En esa cuarta oportunidad, nos habíamos calentado a la mañana durante la clase con mensajes y miradas y acordamos que teníamos que sacarnos las ganas. Por lo que ni bien salí de trabajar, le dije que se viniera a mi departamento y la agarré contra la mesada de la cocina.
   Su colita preciosa y bien paradita sobresalía de su cuerpo teniendo en cuenta que ella estaba recostada de boca sobre la mesada. Sus piernas abiertas me daban espacio a penetrarla desde abajo y sus manos en apoyadas en su espalda me tentaban a agarrarla y hacerla mi prisionera. Sus tetas subían y bajaban por la mesada de mi cocina y sus gritos resonaban por todo el departamento. Mi verga bien dura y firme entraba y salía de su conchita completamente mojada, la cual había recibido varios lengüetazos de mi parte antes de ello. Pero lo que más me gustaba era lo sumisa que se volvía cada vez que le preguntaba si le gustaba la forma en la que su profesor se la estaba cogiendo, como si le encantara la idea de ser una buena alumna.
   Luego de eso, le ordené que se colocara en cuatro sobre el piso de la cocina y arrodillándome detrás de ella, la volví a penetrar con total violencia para seguir cogiéndomela con ganas. “¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Cogeme profe!” gritaba como loca y sus gritos me volvían cada vez más loco. Estiré una de mis manos por su espalda hasta llegar a su colorada cabellera y tiré de esta hacia atrás de una forma bien brusca. “¡Sos tremenda putita! ¡Y me encanta!” le dije al oído y sin soltarle del pelo, empecé a mover mi cintura hacia adelante y hacia atrás a toda velocidad, haciendo que mi pija entrara y saliera de su cuerpo a toda velocidad.
   Ella estaba completamente entregada a mí y yo aproveché la situación. Cuando estaba a punto de acabar, saqué la pija de su conchita y sacándome el preservativo a toda velocidad, me empecé a masturbar por encima de su cola. La leche no tardó en salir a chorros de mi cuerpo, cayendo sobre el culito hermoso de Daniela y manchándolo por completo. Mi alumna se siguió retorciendo de placer hasta que cayó rendida sobre el piso, aún gimiendo como loca y respirando aceleradamente. Sin dudarlo, me incliné sobre su cuerpo, volví a tomarla del pelo y levantando su cabeza me acerqué a ella para hablarle al oído:
   - Vamos a darnos una duchita, que todavía tengo ganas de seguir cogiéndote.

   Agosto llegó y presentó el primer dilema del grupo de la facultad. El 20 de ese mes era el cumpleaños de Macarena, la más grande del grupo. Dada la situación, todos esperaban que ella no hiciera ningún festejo o que no me invitara al mismo. Sin embargo Maca escribió en el grupo unos días antes para avisar que iba a hacer una simple reunión en su casa, con algo de comida y bebida que iba a preparar. Una vez que los demás de los chicos del grupo aceptaron, yo confirmé mi presencia, por más que tuve que hablar con Facundo para que me aconsejara si debía ir o no. “Ya fue, vos sos parte del grupo y si tenés ganas de ir, andá” me respondió él luego de que le planteara mi duda. La situación fue algo incómoda al principio, pues Macarena apenas me saludó con un beso en la mejilla y luego me ignoró por el resto de la noche.
   Totalmente distinta fue la actitud de Ana Laura, a quien vi en el cumpleaños de Lucas tan solo tres días más tarde. Ella parecía sentirse aliviada de no estar conmigo y estaba radiante. Cantó todas las canciones que sonaron en el boliche, tomó alcohol hasta explotar y bailó como loca con cada uno de los chicos del grupo. Natalia y Elisa trataban de controlarla, pero a nosotros nos divertía muchísimo verla en esa actitud, la cual había sido bien característica de ella durante años. Al finalizar la noche, Ana Laura estaba tan feliz y borracha que no se dio cuenta que yo me subí a un taxi que estaba ya ocupado por Daniela, con quien habíamos acordado para vernos luego de la joda.
   Llegamos al departamento y fuimos directo a la habitación, para tirarnos en la cama y empezar a besarnos descontroladamente y a lo bestia. Ella tenía una actitud bien sumisa que me encantaba y dejaba que mi boca recorriera todo su cuerpo. Sus pezones se ponían bien duritos cada vez que le chupaba las tetitas y su cintura se electrificaba cuando bajaba a comerle la conchita. Su respiración agitada me volvía loca y como enredaba sus dedos en mi pelo me motivaba a seguir más y más. Pero lo que más me gustaba de ella era lo obediente que era, en especial cuando le pedía que me chupara la pija.
   En esa oportunidad yo me recosté sobre la cama y ella se inclinó entre mis piernas. Sujetó mi pija con una de sus manos y la empezó a chupar lentamente mientras yo la observaba desde arriba. “¡Uff así pendeja! ¡Dale que me encanta!” le dije yo luego de que ella lamiera por completo mi verga desde arriba hacia abajo. La pendeja le ponía muchas ganas y se esforzaba al máximo por pasarla bien y hacérmela pasar bien a mí y eso era algo que me encantaba. Era obvio que la actitud dominante que le demostraba y la figura del profesor agresivo y salvaje provocaban que ella se mojara por completo. La forma en la que movía su lengua por encima de mi pija, como la lamía como si fuese un helado y como sutilizaba sus labios para babearme la cabeza, era algo que me encantaba de ella.
   - ¡Vení putita hermosa! ¡Ponete en cuatro que te voy a coger toda!- Le dije luego de que su mamada me dejara completamente al palo.

   Con quien la relación también avanzaba muy bien era con Victoria, mi vecina. Luego de unos días de no vernos y no cruzar palabra, nos encontramos nuevamente en el palier y me propuso de tomar algo y ponernos al día. Solíamos juntarnos a hablar, conversar y charlar sobre nuestras vidas con la idea de distraernos un poco. Ella venía de un pueblo y tenía pocas amistades en la ciudad y la carrera de medicina le consumía muchísimo tiempo, por lo que cuando no estaba estudiando o cursando, dormía o comía (según sus propias palabras). El último día de agosto, la invité a mi departamento a tomar algo luego de un largo día de trabajo. Ella aceptó contenta y unos minutos más tarde estábamos sentados en el comedor de mi departamento hablando de diferentes cosas.
   - Asique… Tu nueva amiguita…- Dijo ella sonriendo.
   - ¿Qué nueva amiguita?- Le pregunté yo sin saber muy bien a que se refería.
   - Esa. La coloradita… ¡Intensa!- Me aclaró y enseguida supe de que estaba hablando.
   Daniela gritaba y gemía mucho durante el sexo, más que cualquier otra chica con la que yo había estado. Obviamente a mí me encantaba eso de ella, pues me ponía al palo y me volaba la cabeza. Pero era evidente que sus gritos habían sido lo suficientemente fuertes para captarla atención de mi vecina, que de golpe empezó a imitar algunos de ellos en frente mío. “¡Ay sí, profe! ¡Me encanta como me cogés profe!” dijo con tono burlón y poniendo los ojos en blanco, algo que provocó una carcajada de mi parte. Me encantaba conversar con ella, pasar el rato, distraerme, pues era una chica sumamente divertida y simpática con la que se podía hablar de muchísimas cosas y que siempre sabía mantener viva una conversación.
   - Asique te gusta escucharme cuando estoy cogiendo con otra mina.- Le dije retrucando su comentario.- ¡No sabía eso de vos!
   - Nunca dije que me gustara. Pero es bastante difícil no escucharla a la piba esta con todo lo que grita.- Me respondió ella.- Es muy intensa cuando coge.
   - En realidad el intenso soy yo.- Le respondí de forma desafiante.
   - ¡Ay Lautaro! ¡No quería saber tanto!- Dijo y se empezó a reír, revelando su sonrisa preciosa.
   El problema fue que esa conversación me hizo saber algo que me generó un morbo aún mayor. Victoria podía escuchar los gritos y gemidos de Daniela y el hecho de que me observaran o supieran que estaba teniendo sexo me calentaba mucho, tal como había conformado cuando Javier me había visto coger con Carolina. Ella me había dicho que no prestaba atención y que simplemente podía escuchar los gritos de Daniela cuando estaba en su casa. Pero por mi cabeza pasaba la idea de que mi vecina estaba atenta y prestaba atención cada vez que me veía llegar con alguna chica a mi departamento. El solo imaginármela recostada en su cama del otro lado de la pared, mientras yo cogía en mi cama, me ponía completamente al palo.
   Eso me llevó a querer experimentar un poco durante el siguiente encuentro que tuve con mi alumna favorita. Daniela llegó a mi departamento cerca de las diez de la noche y tras unas palabras, fuimos directo a la habitación. Le había confesado que estaba muy caliente y con muchas ganas de coger, por lo que no perdimos el tiempo y nos tiramos en la cama entre besos bien fogosos. Poco a poco nos fuimos sacando la ropa hasta quedar desnudos piel a piel, siguiendo con los besos y las caricias que encendían nuestros cuerpos. Rápidamente ella abrió sus piernas para regalarme su cuerpo y yo me coloqué entre ellas, besándole los muslos en un principio y acercándome poco a poco a la fuente de placer.
   Sabía que Victoria debía estar en su habitación, preparándose para ir a dormir, por lo que iba a asegurarme de que Daniela gimiera y gritara lo suficiente para que ella se enterara. Pasé mi lengua rápidamente por encima de su conchita y ella largó una risita tonta que me encantó. Repetí el movimiento y luego empecé a hacerlo mucho más seguido y rápido, recorriendo sus labios con mi lengua una y otra vez. Ella no tardó en comenzar a gemir, largando pequeños suspiros que podía escuchar con cada lamida que le daba. Pero no era suficiente para mí, pues quería hacerla gritar, quería que mi vecina escuchara el placer que era capaz de hacerle sentir a una mujer.
   Poco a poco fue acelerando el ritmo de mi lengua y comencé a jugar con ella encima del clítoris de la colorada. Su respuesta llegó al instante, dando pequeños espasmos con su cuerpo y aferrándose firmemente a las sábanas. “¡Ay sí! ¡Me encanta!” empezó a decir ella en un tono sube, mucho más bajo al que yo quería llevarla. Rápidamente hice que mis dedos entraran en acción. Primero uno, el cual penetró el cuerpo empapado de Daniela mientras que mi lengua seguía enfocándose en su clítoris. Luego un segundo dedo apareció, siguiendo al anterior y haciéndole sentir toda la dureza. Comencé a moverlos hacia adentro y hacia afuera y entonces los gemidos de mi alumna se intensificaron mucho más.
   - ¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡No pares!- Empezó a gritar ella y supe que estaba muy cerca de conseguir lo que quería.
   Mi lengua iba a toda velocidad, subiendo y bajando por su conchita, concentrándose en su clítoris y moviéndole de un lado al otro. Mis dedos, bien mojados de su flujo y mi saliva, entraban y salían en su cuerpo a toda velocidad. Era como si me la estuviese cogiendo con mi mano. Poco a poco ella empezó a retorcerse de placer, haciendo vibrar todo su cuerpo y moviendo su cintura en muchísimas direcciones. Sus gemidos no cesaban y sus palabras salían de su boca como atropelladas, pero no dejaba de pedirme más, de alentarme para que siguiera haciendo lo que estaba volviéndola loca. Ella cerró sutilmente sus piernas y me hizo prisionero de su cuerpo, dejando de lado esa actitud sumisa que solía tener y demostrándome que podía ser dominante sin pensarlo.
   - ¡Mmm sí! ¡No pares! ¡Ay sí! ¡Vas a hacerme acabar!- Me advirtió y una sonrisa se dibujó en mi boca que seguía ocupada sobre el cuerpo de mi amante.
   - ¡Eso quiero, trolita preciosa!- Le dije levantando mis labios de su concha y pajeándola a toda velocidad.- ¡Quiero hacerte acabar mucho! ¡Quiero que grites como la putita hermosa que sos!
   El resultado fue excelente. Cuando volví a agacharme sobre el cuerpo de Daniela y a apoyar mi lengua encima de su clítoris, sus gritos se volvieron mucho más fuertes y sus gemidos comenzaron a resonar por toda la habitación. Ya no podía controlar el movimiento de mis dedos, el cual se había acelerado al máximo. Mi lengua se movía en todos los sentidos, dibujando diferentes formas encima del cuerpo de la colorada. Pero lo mejor eran sus gritos y sus gemidos, que hacían que mi cabeza explotara. “¡Dale! ¡No pares! ¡Ay sí! ¡Cogeme! ¡Voy a acabar!” decía como loca mientras que con una mano se agarraba firmemente a las sábanas y con la otra se manoseaba las tetitas. Estaba seguro de que esos alaridos podían escucharse claramente desde la habitación de Victoria, e imaginármela acostada en su cama, con una sonrisa en la boca y pensando en mí, me encantaba.
   Daniela acabó en mis labios y yo pude saborear el jugo de su cuerpo, mientras que mis dedos seguían entrando y saliendo de ella, ahora mucho más lento. La besé y la obligué a probar su propio cuerpo y luego le ordené que me limpiara los dos dedos con los que la había hecho acabar, algo que hizo con muchas ganas. Después de eso, me chupó la pija por un rato, pero como eso la imposibilitaba de gemir y de gritar como yo quería, pasamos a coger bien duro y rápido, la forma en la que a los dos nos gustaba. Primero ella fue abajo y yo me recosté encima suyo, penetrándola bien a fondo y controlando la situación por completo. Luego ella se colocó encima de mí y yo llevé mis manos a sus tetas mientras que Daniela se movía y gemía como loca.
   Durante varios minutos fuimos cambiando de posición y disfrutando de un sexo bien salvaje. Cada vez que ella se quedaba callada o ahogaba algún grito, yo le pedía que no lo hiciera y que gimiera más y más fuerte. “Me encanta cuando gritas como una puta” le dije al oído luego de que se pusiera en cuatro y yo la penetrara por detrás. Esa pose me volvía loco y a ella también. En esa oportunidad, fue ella la que me tiró su pelo hacia atrás pidiéndome que tirara de él pero sin usar las palabras. Obviamente accedí a su propuesta y luego de tirar con firmeza de su roja cabellera, Daniela comenzó a gritar nuevamente como loca, sintiendo toda mi pija adentro de su cuerpo. “¡Voy a acabar de nuevo! ¡Ay sí! ¡Voy a acabar de nuevo!” me advirtió dos veces y yo le di tan duro que volví a notar como su concha se inundaba por completo y como mi pija se manchaba de sus jugos.
   Entonces, caí rendido sobre el colchón y le pedí que con su lengua me hiciera llegar al orgasmo a mí. Me saqué el preservativo y por primera vez dejé que mi alumna utilizara sus dotes orales para complacerme hasta llegar al clímax máximo. Ella lo hizo de una manera increíble y a pesar de que cuando le dije que estaba por acabar se la sacó de la boca, me la chupó hasta que logró sacarme la última gota de semen. La leché cayó sobre su mano, la cual sostenía mi verga, y sobre mi cuerpo, el cual quedó cubierto de semen que ella había conseguido extraer de mí. Luego de eso, nos miramos, fuimos a darnos una ducha rápida y luego nos cambiamos para despedirla.
   Bajé a abrirle y Daniela se fue luego de darme un beso en la mejilla y de decirme que le había encantado esa visita exprés que me había hecho. Me subí al ascensor con la respiración aún agitada y cuando llegué al noveno piso me sorprendí al ver que la puerta del departamento de Victoria estaba abierta y que mi vecina estaba poyada contra el marco, con los brazos cruzados y mirándome fijo. “¡Cómo le gusta gritar a la pendeja esa!” me dijo y empezó a reírse, provocando que yo también sonriera. Después de pedirle unas disculpas falsas, abrí la puerta de mi departamento y antes de entrar a mi casa, me di vuelta, la miré y le dije:
   - ¡Te lo dije! Soy yo el que es muy intenso.


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2 comentarios - Departamento de soltero. Capítulo 7

daros82 +1
Que morbo hermoso alumna profe jeje. Igual, yo voy por la vecina. Eso de escuchar como garchan en otra habitación me re calienta!!
HistoriasDe +1
Muchas confesiones en tu comentario jajaja
Gracias por pasar!
mxt4n +1
Lo que provocan estos relatos!
HistoriasDe
Mmm que provocan?