Esta es la historia de Lautaro, un chico que se muda solo a un departamento en el que va a vivir muchísimas experiencias nuevas, disfrutando del sexo con amigas, desconocidas y sus vecinas, sin saber que algunas mujeres ocultan secretos muy oscuros. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 4: Ojos en la oscuridad
Con Macarena nos seguimos viendo durante las siguientes semanas, en especial los fines de semana, ya que venía a mi casa por las noches y se quedaba a dormir luego de una buena dosis de sexo bien caliente. Lorena también apareció en algunas oportunidades, pero mayormente días de semana y en horarios alternados. Solíamos quedarnos un rato hablando sobre diferentes cosas y luego nos trasladábamos a la habitación para tener un momento de calentura los dos a solas. A finales de Abril me confesó que ella y Bruno estaban estableciendo una relación más seria. A pesar de que a mi amiga no le gustaban los títulos en las relaciones humanas, aceptó ponerse de novia con él con la condición que no se volviera dependientes el uno del otro. A pesar de eso, la exclusividad sexual sí fue parte del acuerdo y eso significó que nuestro último encuentro tuviera lugar cuando el calor dejaba de ser protagonista en la ciudad.
- Acepté ponerme de novia con él.- Me dijo luego de contarme con detalles la conversación que habían tenido.
- ¿Y eso que significa?- Le pregunté yo asegurándome de que entendiera que le hablaba de sexo.
- Y sí… Vos y yo ya no vamos a poder seguir cogiendo.- Me dijo algo desilusionada a pesar de que parecía feliz de lo que estaba haciendo.
A pesar de ello, me confesó que estaba de acuerdo en que tuviéramos nuestra despedida y se levantó de la silla en la que estaba sentada para pararse en frente mío y besarme apasionadamente. Yo me quedé inmóvil, sentado en mi silla y recibiendo el beso que mi amiga me estaba dando. Luego de eso, ella pasó su mano por mi cuerpo y la bajó hasta mi entrepierna, la cual abrí para darle lugar. Comenzó a tocarme por encima de la ropa, mientras que sus labios bajaban por mi cuello y mis hombros. Aproveché mientras ella se arrodillaba para sacarme la remera y Lorena lamió mis pezones y besó mi pecho al mismo tiempo que me desabrochaba el cierre del pantalón.
Metió su mano entre mis ropas y empezó a masturbarme, provocando que mi pija se parara rápidamente. “¡Mmm como vos a extrañar esta pija!” me dijo sonriendo y se inclinó hacia adelante para empezar a chupármelo. Me encantaba como lo hacía, como mojaba toda mi verga con sus labios y su lengua para después comérsela entera. Mis manos se posaron en su nuca y agarrándola del pelo, le empecé a indicar la velocidad a la que debía chupármela. Ella se fue comiendo mi verga hasta ponérmela bien dura, salivándola de vez en cuando y pajeándome a diferentes velocidades. Si esa iba a ser nuestra última vez juntos antes de que se pusiera de novia, quería disfrutar al máximo de nuestro encuentro.
- ¡Vení putita divina! ¡Te voy a coger con muchas ganas!- Le dije levantándome y dándole la mano para llevarla al dormitorio.
Por esos meses también me tocó volver a la facultad. Ya estaba recibido, pero hacía tiempo que era ayudante de una materia de primer año, gracias a la buena relación que había tenido en su momento con el profesor. Me gustaba mucho ese momento de la semana, pues me servía para desconectarme de cualquier otra cosa y me trasladaba un poco a mis épocas de estudiante, que con tan solo 26 años ya habían terminado. Como era de esperar, en primer año solía haber muchísimos estudiantes que comenzaban la carrera sin tener idea de con lo que se iban a encontrar, lo que los terminaba llevando a que abandonaran rápidamente. Pero en ese curso había una persona en particular que llamó mi atención desde un principio.
La primera clase, luego de que el profesor se presentara y empezara hablando de lo que se iba a dar a lo largo de ese año, la puerta se abrió de golpe y una chica alta, flaca y colorada entró corriendo. “¡Perdón profe! ¡Me perdí y no sabía a donde tenía que ir!” empezó disculpándose ella con una vez dulce y entrecortada por la falta de aire. Sin embargo, el profesor la frenó de golpe y le ordenó que se sentara inmediatamente, pues a él no le importaba cuales eran sus excusas. La chica, algo desilusionada tras esa respuesta, se sentó en el primer banco que encontró disponible y se puso a escuchar al profesor, el cual continuó hablando. Al finalizar la clase, me acerqué a ella y le pedí que se anotara en la planilla que habíamos hecho pasar al principio de la clase con las asistencias.
- No sé ni para que me anoto. Ya le caí como el culo.- Me dijo indignada y escribió su nombre en la hoja “Daniela Ramírez”.- Aparte como para que no se acuerde de mí. ¡Soy la única colorada del curso!- Agregó agarrándose el pelo.
- Tranquila Dani. Es algo mala onda, pero es justo con las notas.- Le respondí tratando de calmarme y ella me regaló una sonrisa.
Luego de ese comienzo torpe, Daniela demostró ser una alumna bastante buena, participando en las clases y demostrando interés en lo que el profesor o yo decíamos. Pero lo más importante de todo es que se ocupaba de llegar unos 10 minutos antes de cada clase, lo que me daba tiempo a conversar un poco con ella. Así, nos fuimos conociendo a lo largo de Marzo y Abril, llegando a saber dos cosas muy importantes de ella: estaba soltera y no le interesaban mucho las relaciones serias. Sin dudas, Dani era hermosa y se veía muy madura para tener apenas 18 años. Es por ello que decidí darle mi número “por si tenía alguna duda sobre las clases”. A pesar de eso, ella no me escribió. No al menos en los meses siguientes.
La historia de mi departamento de soltero sigue a principios de Mayo. Macarena y yo llevábamos dos semanas sin vernos debido a que ella estaba algo complicada con sus horarios y los últimos fines de semana la habían encontrado con cumpleaños o reuniones. A pesar de eso, con mis compañeros de la secundaria, Javier, Lucas y Franco, seguíamos juntándonos bastante seguido y mi casa era el principal lugar de reuniones. Ese fin de semana, aprovechamos que hacía calor para hacer una previa bastante larga y terminamos yendo a un boliche que quedaba a unas cuadras del departamento. No tardamos en encontrar un grupito de cuatro chicas de nuestra edad con las que nos pusimos a hablar y a bailar. Una de ellas, parecía no estar muy feliz de que estuviéramos con ellas, pero sus amigas nos invitaron a unirnos y aceptaron la oferta de tomar unos tragos.
Lucas y Javier, rápidamente se engancharon con dos de ellas. Yo aproveché que Franco seguía con la cabeza en Julia, la secretaria del estudio de su padre y que no quería hacer nada con nadie y me puse a hablar con la otra chica. Se llamaba Carolina, tenía 22 años y tenía unos ojos celestes hermosos, a pesar de que no era muy linda. Rápidamente le destaqué esa cualidad y ella pareció estar encantada con que yo me diera cuenta del color de sus ojos. A pesar de que intenté, Carolina no quería dejar a su otra amiga colgada, la cual tenía una cara de odio muy grande, por lo que solamente nos dedicamos a bailar y a conversar mientras nuestros amigos hacían de las suyas. Franco terminó yéndose un rato más tarde para verse con Julia y la noche avanzaba poco a poco, lo que me llevó a pesar que iba a ser el único de los cuatro que no iba a tener suerte esa noche.
Salimos los tres del boliche acompañados de las cuatro chicas y empezamos a caminar en dirección a mi departamento. Ellas dudaron, pero al ver que no pasaba ningún taxi y después de que les propusiéramos llamar a uno desde mi casa, aceptaron venir con nosotros. Sin embargo, ni bien llegamos al palier, la amiga que no estaba feliz con nuestra presencia empezó a decir que ella no iba a subir y tuvimos que esperar a que un taxi pasara y se fuera con ella. Sus dos amigas decidieron acompañarla y lo mismo hizo Lucas, que vivía cerca de dos de las chicas. Al final quedamos Carolina, Javier y yo y no pude evitar un cruce de miradas cómplice con mi amigo.
Ella, que tenía que tomarse un taxi en otra dirección pues vivía para otro lado, me pidió de subir al departamento pues tenía que ir al baño. Cuando lo hicimos, mi amigo me confesó que él podía quedarse en el living mientras yo iba con la chica a la habitación, a pesar de que insinuó que sería genial poder sumarse. Carolina salió del baño y me dijo que había intentado llamar un taxi pero que no había tenido suerte. Yo le ofrecí algo de tomar y los dos terminamos en la cocina a solas. Ahí aproveché para acercarme a ella y besarla contra la mesada, mientras que ella sostenía todavía el vaso en su mano. “Si querés podés quedarte a dormir” le dije jugándomela por completo.
Carolina dudó. Era obvio que la idea le gustaba, pero no estaba segura ya que Javier seguía dando vueltas en el departamento y no se sentía segura al respecto. Yo seguí besándola y acariciándola contra la mesada, mientras que ella pensaba en la propuesta que le había hecho. Terminó aceptando, con la condición de que mi amigo durmiera en el sillón, algo que no estaba previsto pues en ningún momento Javier me había dicho que se iba a quedar en mi casa. Rápidamente le dije que sí y tomándola de la mano la llevé a la habitación, aclarándole a mi amigo que se recostara sobre el sillón. Él me guiñó un ojo y yo arrimé la puerta para quedarme solo con la chica que había conocido en el boliche.
Rápidamente volvimos a los besos y empezamos a sacarnos la ropa de una manera bastante acelerada. Me sorprendió la actitud impulsiva con la que Carolina me arrojó sobre la cama luego de que yo me quitara la camisa, pero me encantó la forma en la que se tiró encima mío para comerme la boca de un beso. Su lengua se movía descontroladamente adentro de mi boca y sus manos recorrían todo mi cuerpo, haciéndome saber que estaba muy caliente. Yo aproveché para llevar mis manos a su cola y tocársela por encima del short ajustado que tenía puesto. “¡Que culito hermoso que tenés Caro!” le dije al oído mientras nos seguíamos besando y toqueteando.
Nos terminamos desvistiendo a las apuradas y nuestros dedos comenzaron a entrar en escena. Nos acostamos el uno al lado del otro y nos fuimos tocando apasionadamente sin dejar de besarnos. Ella tomó mi pija con una de sus manos y me empezó a pajear a toda velocidad al mismo tiempo que yo le comía el cuello y metía mis dedos entre sus piernas y sentía la humedad de su conchita. Entonces elevé la cabeza y pude ver como la puerta de mi habitación estaba sutilmente abierta y como Javier nos espiaba desde la oscuridad proveniente del pasillo. No pude evitar sonreír al ver a mi amigo y a pesar de que eso llamó la atención de Carolina, ella se olvidó de eso cuando uno de mis dedos entró en su cuerpo.
- ¡Ay sí!- Gimió tirando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.
Empecé a jugar con mis dedos sobre su cuerpo y bajé mi cabeza hasta su pecho para lamer sus diminutas tetas. Las chupaba suavemente y jugaba con mi lengua sobre sus pezones al mismo tiempo que mi mano seguía atrapada en los muslos de mi amante. Notaba como su cuerpo se humedecía más y más y como se retorcía frenéticamente a cada segundo que pasaba. “¿Te gusta? Estás muy mojada” le dije sin dejar de tocarla y volviendo a alzar la vista para ver que mi amigo seguía observando todo desde el otro lado de la puerta. Mi pija se endurecía entre sus dedos que iban y venían a tiempos alternos y notaba como mis huevos se llenaban de leche caliente que me moría de ganas de darle.
No tardé en ponerme encima de su cuerpo y en frotar mi pija sobre su conchita empapada. Luego de besarla, me levanté para buscar un preservativo en el placar y cuando pasé por al lado de la puerta, observé a mi amigo que seguía del otro lado con una sonrisa en la cara. Volví a la cama con el preservativo puesto y me recosté de nuevo entre las piernas de Carolina, quien me envolvió con ellas. Le di nuevamente un beso bien baboso y luego apoyé la punta de mi pija sobre su cuerpo, para empezar a penetrarla lenta y suavemente. Ella tiró la cabeza hacia atrás una vez más, cerró los ojos y abrió bien grande la boca para ahogar un grito de placer.
- ¡Mmm sí!- Dijo Carolina por lo bajo luego de que yo me moviera un par de veces hacia adelante y hacia atrás lentamente.
Poco a poco empecé a cogerla despacito, haciéndole sentir toda mi dureza adentro de su cuerpo. Con cada movimiento que daba, ella suspiraba profundamente. Seguía con los ojos cerrados, pero me besaba y me abrazaba con fuerza, haciendo que nuestros cuerpos se rozaran en todo momento. La imagen que Javier debía de estar viendo debía ser muy excitante y pensar en que mi amigo me estaba espiando, me calentaba demasiado. Entonces supe que tenía que dar un buen espectáculo para que el pudiera ver y comencé a acelerar mis movimientos para cogerme a Carolina de forma más sarpada.
Elevé mi cuerpo y me apoyé sobre mis manos y dejé que mi cintura se moviera sola. Mi cuerpo iba hacia adelante y hacia atrás cada vez más rápido, provocando que mi pija entrara y saliera de su conchita a toda velocidad. Ella seguía con los ojos cerrados y la boca entreabierta, dejando escapar sutiles gemidos que yo podía oír claramente. “¡Sí! ¡Tomala toda!” le dije en un susurro al oído para que pudiera escucharme ella y no mi amigo. Con sus manos, me tocaba todo el cuerpo, recorriendo mi pecho, mis brazos y mi cuello. Al mismo tiempo, sus piernas se sujetaban a las mías, asegurándose así de que mi cuerpo no se alejara demasiado del suyo.
Tras unos segundos de cogérmela de esa manera, le pedí que se pusiera en cuatro y ella obedeció instantáneamente. Lo hizo apuntando contra el respaldar de la cama, por lo que su cabeza apuntaba hacia el otro lado donde estaba la puerta. Mientras me acomodaba, aproveché para girar la cabeza y asegurarme que mi amigo siguiera viendo el espectáculo. Me coloqué al lado de Carolina, dándole la oportunidad a Javier de que viera el culito hermoso que tenía en esa posición y aproveché para darle un chirlo bien fuerte que ella respondió con un gritito agudo y finito. “¡Mirá lo que es este ojete! ¡Estás buenísima nena!” dije para que pudiera escucharme tanto ella como mi amigo. Me coloqué detrás de ella y la penetré bien a fondo, consiguiendo un gemido hermoso de parte de ella y pude ver como su espalda se metía mientras levantaba la cabeza.
La tomé de la cintura y me la empecé a coger cada vez más fuerte y con más ganas, dándole más duro a medida que pasaban los segundos. Me empecé a descontrolar, olvidándome por unos segundos que mi amigo nos estaba viendo y diciéndole a Carolina que era una trola hermosa. Ella se agarraba con fuerza de las sábanas y seguía largando esos grititos suaves que parecía reprimir con cada golpe que mi cuerpo daba sobre el suyo. Entonces giré la cabeza para sonreírle a mi amigo y me di cuenta que este se estaba tocando por encima de la ropa. “¡Hijo de puta!” pensé sonriendo y volví a mirar la espalda de mi amante, que se arqueaba nuevamente. Levanté la mano y le pegué un chirlo que resonó por toda la habitación y conseguí sacarle un grito bien agudo, pero que seguía sonando bajo.
- ¡Gemí, dale!- Le dije alentándola.- ¡Quiero escucharte gemir!
- Pero tu amigo nos va a escuchar.- Se excusó ella con la voz entrecortada.
- Quedate tranquila. Tiene sueño profundo, te lo digo porque lo conozco bien.- Le respondí yo.- ¡Gemí!- Insistí.
Mis palabras parecieron ser suficientes para Carolina, que luego de eso empezó a gemir cada vez más, lanzando gritos de placer que comenzaron a resonar en toda la habitación. Esos gritos me volvían cada vez más loco y me llevaron a cogérmela de manera mucho más brusca, clavándole mi pija bien a fondo. Su conchita empapada se abría para recibir mi cuerpo y mis manos se aferraban firmemente a su cintura. Le pegaba unos cuantos chirlos, los cuales ella respondía con más y más gritos de placer. De golpe todo se volvió mucho más caliente y cuando giré la cabeza para ver que estaba haciendo mi amigo, me di cuenta que se seguía tocando, pero ahora por debajo de la ropa.
Para el gran final Carolina volvió acostarse boca arriba, pero en esa oportunidad levantó sus piernas y las llevó hasta mis hombros, para apoyarlas en ellos. La penetré nuevamente bien a fondo y entre gritos y gemidos de placer, me la empecé a coger a toda velocidad. Sin disimulo, miré hacia donde estaba mi amigo y le sonreí mientras movía mi cintura hacia adelante y hacia atrás como un loco. Carolina no se dio cuenta de ello, pues volvía a tener los ojos cerrados. De su boca abierta salían gemidos de placer que me volvían cada vez más loco y que se escuchaban por toda la habitación. Mi cuerpo estaba descontrolado, no podía contener mis movimientos violentos. “¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te cojo, pedazo de trola?” le volví a preguntar y ella me respondió que sí entre gritos y gemidos.
Acabé dando un golpe seco sobre su cuerpo y abriendo bien grande la boca para dejar escapar un suspiro desde lo más profundo de mi ser. Ella, exaltada, empezó a jadear y a retorcerse de placer, haciéndome saber que también había llegado al orgasmo. Sus manos fueron a sus tetas y se las apretó con fuerza mientras me miraba fijo a los ojos. Entonces yo giré nuevamente la cabeza hacia un costado y observé hacia la puerta, pero Javier ya no estaba allí. Carolina observó que la puerta estaba sutilmente abierta y me dirigió una mirada algo preocupada, pero yo le dije que no pasaba nada, que Javier de seguro dormía.
Nos recostamos en la cama y nos calmamos luego de unos segundos de estar agitados. Ella me sonrió y me dijo que la había pasado muy bien, a lo que yo le dije que opinaba lo mismo. Se puso una remera mía vieja que le di después de que me la pidiera y poco a poco se fue quedando dormida. Entonces volví a mirar a la puerta y a pesar de que mi amigo no estaba allí, pude ver su viva imagen de él tocándose por debajo de la ropa mientras yo cogía con la chica que había conocido en el boliche. Lo que yo no sabía, es que mi amigo se había calentado de tal manera que había terminado tocándose en el baño y acabando con los gemidos de Carolina de fondo.
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