No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
Pisando los cincuenta años, con demasiadas estrías, demasiadas arrugas, demasiadas marcas de vida, me casé a los treinta, aún estoy en pareja, tengo cuatro hijos y soy una mujer de barrio, como todas, como cualquiera, de esas que hacen las compras, baldean los pisos y planchan la ropa, de esas que siempre tienen la comida lista y sabe cada prenda que necesita cada integrante de la familia, que sabe los horarios de todos, cuantas enfermedades tuvieron, que cosa le gusta a cada uno, soy esa que sabe que impuesto hay que pagar, esa que se levanta primero, esa que se duerme última, esa mujer con marcas en el vientre, esa que tiene los pechos caídos de tanto amamantar, de manos rasgadas de tanto refregar, esa soy yo, María del Carmen.
Pero no fue siempre así, hay una historia secreta, la historia de mi vida de los veinte e los treinta, una historia que encerré en un cofre con cuatro candados y devoré las llaves, una historia tan oscura que tuve que reinventar mi historia, una historia de chica normal, más cercana a lo que hoy soy como mujer.
No siempre fui obesa como soy ahora, de joven tenía una figura espectacular, tetas enormes, culo enorme, cintura pequeña, piernas robustas, yo era la típica chica que resaltaba sobre el resto, voluptuosa, de curvas perfectas, esa que todos los chicos soñaban cogerse algún día, además era muy bonita de rostro, de cabello negro azabache, desflecado a los hombros, de carita redonda, amplia frente y ojazos claros, transparentes y puros, además usaba unos pequeños lentes de aumento con gruesos marcos negros que me daban un toque intelectual.
Pero no todo era color de rosa, tenía serios problemas para relacionarme con el sexo opuesto, tímida, introvertida y hasta frígida, los veinte años me sorprendieron aun virgen y ni mis terapeutas de turno pudieron ayudarme.
Con veintiuno cumplidos estaba cursando cuarto año de medicina, carrera que en no mucho tiempo más dejaría de lado, ese año fue cuando conocí al doctor Ravena, uno de mis tantos profesores, un tipo cincuentón, entrecano, de voz grave y andar cansino, acostumbraba a estar con saco y corbata, un look que no concordaba con su desprolija cabellera y sus grandes bigotes.
El tipo era uno más para mí, pero a medida que sus clases pasaban, me di cuenta que el me prestaba demasiada atención, más que al resto de los alumnos, muchas veces su mirada se clavaba en mi cuerpo y eso hacía que me sonrojara, pero era discreto, solo yo lo notaba.
Imaginen que con los problemas que tenía, encima mi profesor, un tipo mayor, que me miraba con insistencia, bueno, realmente me resultaba molesto y desagradable.
Una tarde estaba comiendo una hamburguesa en el bar de la facultad, leyendo unos apuntes, de repente su vos gruesa me sorprendió por la espalda
-Puedo? un profesor puede compartir un almuerzo con su alumna, o tienes inconvenientes?
Asentí con la mirada y apenas un gesto de mi rostro, el se sentó frente a frente y charlamos por primera vez de nuestras vidas, de nuestras historias, como hombre y mujer, fuera de la carrera.
Así pasamos los siguientes seis meses a escondidas, para mí, él ya era solo Luis, y yo no era la alumna Giménez, era solo Mari.
Y nos fuimos conociendo, pero no en una relación de pareja, ó amantes, éramos dos seres compatibles, vi en él un verdadero maestro que me llevaría a romper mis bloqueos, y el vio en mi todos mis problemas, mis pesares, la oportunidad de ser mi guía, incluso le costaba creer que con semejante físico aún fuera virgen.
Saben que en seis meses jamás nos habíamos besado? Era solo conocernos, prepararnos para la siguiente etapa que estaba por comenzar.
Una noche como cualquiera, pasó por mi casa, era muy tarde, no quiso subir, estaba apurado, solo quería dejarme un obsequio, una caja envuelta en papel de regalo, me pidió expresamente que lo usara el día siguiente para ir a su clase, que no le fallara.
Nos despedimos con un beso en la mejilla, subí rápido por la escalera hasta el primer piso, entre a mi departamento para abrir el obsequio con la intriga típica femenina, me encontraría con unas medias de red, con elásticos, largas, de esas que se ajustan bien arriba en los muslos, una colaless diminuta y una minifalda de lycra, súper corta, súper ajustada. Sentía el corazón que quería saltar de mi cuerpo.
Al día siguiente me vestí con sus regalos, la colaless se perdió entre mis enormes cachetes, las medias abrazaron mis piernas y la minifalda apenas llegaba al nacimiento de los glúteos, me miré al espejo, me dio muchísima vergüenza, así que me saqué la pollera y opté por otra ajustada, pero larga casi a los tobillos.
No se imaginan la cara de Luis al verme, estaba desencajado, duro y distante, me hizo centro de sus preguntas, me humilló con sus conocimientos delante de toda la clase, haciéndome sentir una bruta, estuve a punto de largarme a llorar.
Al terminar la clase, me llamó por mi apellido y esperó que el salón se desocupara lo suficiente para lograr un poco de privacidad, en voz baja pero firme me dijo en un tono amenazante que desconocía de el:
-Escuchame perra, yo no estoy para boludear, y cuando te de una orden la vas a cumplir, estamos? Sos tontita o no entiendes como son las cosas?
Me mantuve en silencio, no salía de mi estupor y asombro, además me intimidaba sutilmente apretándome el brazo, prosiguió:
-Ahora vas a salir como si nada hubiera pasado, yo voy a seguirte unos pasos atrás, vas a ir a la cochera y quiero que empieces a mover ese culo de un lado a otro, tienes que aprovechar lo que Dios te regaló…
Partí en silencio, sin chistar, caminé por el pasillo hasta la escalera que da al subsuelo donde se guardan los vehículos, sabía que él me observaba así que movía mi culo como una puta, bajé las escaleras y esperé a que me alcanzara, me tomó del brazo y me llevó con paso acelerado a un lugar un tanto apartado, entre dos coches, fue entonces cuando sacó su pija y me dijo
-Dale, agáchate y chupámela un rato…
No podía creerlo, pero no me animaba a contradecirlo, me arrodillé a sus pies, tomé su pija y comencé a lamerla como podía, no sabía bien cómo hacerlo, era mi primera vez, sentía la carne de un hombre hacerse grande en mi boca, era la primera vez que veía una verga, que conocía en persona su forma, su glande, sus testículos, me excitaba demasiado toda la situación, el lugar, de esto se trataba!
Luis permanecía inmóvil, con sus brazos apoyados en los techos de los autos que nos rodeaban, uno a cada lado, lo noté un tanto fastidioso y un par de veces me reclamó porque lo rasgaba con los dientes, no tenía piedad, no se aprenden las cosas en un abrir y cerrar de ojos…
-Dejó la cabeza en mi boca y sentenció mientras se masturbaba:
-Quiero que te tragues hasta la última gota! cuidadito con que dejes escapar algo, entendiste?
Asentí con la cabeza sin largar el glande, me sentí mojada y mis pezones estaban duros, de repente un manantial de esperma invadió mi boca, como dije, era la primera vez y la situación me puso como loca, apreté mis labios envolviendo su tronco, traté de tragar pero ese sabor tan amargo me causó repulsión, aún estaba acabando cuan tosí y escupí si querer la leche ensuciando la pollera… como reaccionó? me dio una bofetada haciendo volar mis lentes, que sentí? Una locura interior, una pasión incontrolable…
Esto se hizo una rutina, todos los días bajábamos al estacionamiento y le pegaba una buena mamada, con el correr del tiempo me hice una experta, lo hacía acabar solo usando mi boca, mi lengua, y tragaba con sumo placer toda su leche sin derramar una gota.
Mi vestimenta fue mutando, las minifaldas, calzas ajustadas y profundos escotes formaban parte de mi vestuario diario, las cosas cambiaban rápidamente, los comentarios también, nuestras expediciones a la cochera eran difíciles de ocultar, lo único que no cambiaba era que Luis solo hacía que le chupara la verga, nada más que eso, y así estuve al menos un año…
Al año siguiente, lo nuestro era un secreto a voces imposible de ocultar, la reputación del doctor Ravena empezaba a flaquear y lo cierto era que ya no me interesaba estudiar, al tiempo dejé la facultad y me transformé en su secretaria personal, puesto que él además de ejercer la docencia también era médico en su clínica privada.
El lugar no era muy grande, el ambiente estaba dividido en dos, a un lado su consultorio, al otro la sala de espera y un lugar para mí, su secretaria quien recepcionaba a los pacientes, daba turnos y todas esas cosas, ambos ambiente separados por una pared con un vidriado opaco que solo dejaba notar las siluetas al otro lado.
Una tarde, estaba por salir para la clínica cuando Luis me llamó al celular, me preguntó si aún tenía esa minifalda que me había regalado cuando todo comenzó, la que narré al principio de la historia, esa que nunca había estrenado, me pidió que me la pusiera para él.
Y ahora si no me importó usarla, aunque fuera recién pasado el medio día, aunque tuviera que esforzarme para que no se me viera el culo, aunque pareciera una puta, aunque tuviera que soportar las miradas indiscretas de cuanto hombre cruzara en el camino.
Al llegar el estaba esperándome, me miró, me dio el visto bueno y luego dijo alcanzándome una máquina de afeitar:
-Dame la bombacha que tenés puesta, también el sostén, andá al baño y aféitate toda, así vas a estar hasta atender al último paciente, apurate, no me pongas impaciente…
Saqué el sostén, luego la bombacha que se me enredó en el taco del zapato, fui al baño y mientras me afeitaba toda me sentía hervir la sangre, duros los pezones, la boca seca, la concha mojada…
Volví a su lado con una sonrisa cómplice, como esa niña que saca buena nota en el colegio y espera ser premiada por su padre, acarició sutilmente mi pubis y dijo:
-Quiero que dejes notar a todos los pacientes que no traes ropa interior, a todos, hombres y mujeres por igual, no lo hagas directamente, solo insinúa y finge que no te das cuenta de lo que pasa…
Pero…
Sin peros, hoy será un gran día para ti…
Hubo algunos intentos de reclamos más de mi parte, pero en el fondo quería hacerlo, me excitaba hacerlo, así fue como uno a uno los pacientes fueron cayendo en mi trampa, abriendo sutilmente las piernas mientras miraba la agenda, ó casi dejando escapar un pecho mientras hablaba por teléfono, ó yendo a buscar algo de modo que la pollera se subiera más de lo normal, ó simplemente dejando que el sol pegue de lleno en la camisa blanca, haciendo lucir mis oscuros pezones.
Estaba increíblemente mojada, las caras de las personas eran indescriptibles, no parecían salir de si asombro.
Aun quedaban dos pacientes, el doc se asomó, les pidió cinco minutos y me dijo que pasara, esto me sorprendió, pensé que era algo de trabajo, ó a lo sumo para saber cómo iba mi juego, lo cierto es que me tomó con fuerza, levantó la pollera y me sentó sobre el frío vidrio de su escritorio, sin decir palabra levantó mis piernas y me enterró toda su verga, hasta el fondo, me arrancó un grito y me tapó la boca, comenzó a cogerme, la sangre de mi himen roto brotaba de mi sexo enrojeciendo toda su verga que me llenaba por completo, la situación era hermosamente desesperante, excitante, quería gritar, la sensación de saber que esos dos pacientes estaban viendo a trasluz nuestros cuerpos haciendo el amor era dulcemente aterradora…
Y fueron cinco minutos, solo cinco minutos, Luis me llenó la concha de leche, luego como si nada me dio una toalla, para que me limpiara y limpiara todo, rápido, porque debía seguir atendiendo. Salí un tanto despeinada, me puse colorada porque me miraban como acusándome. Por las dudas, cuando quedamos solos el me cogió por segunda vez…
Así debuté oficialmente, ahora chupaba pijas y cogía, sería la primera vez de muchas, y empezamos a hacer de esto un perverso juego, en los bares, en la plaza, en los medios de transporte, siempre en minifalda, siempre sin bombacha y sin sostén, siempre alguien mirando, cogiéndome en cualquier parte, llegué a tener una total y absoluta dependencia de ese hombre.
Estimo que de ese momento habrán pasado dos años más, siempre con nuestros juegos, era raro porque a pesar de todo no había amor entre nosotros, era un tema de dominio, de poder, y yo soñaba con que alguna vez podríamos ser una pareja normal, con un hombre normal, pero tampoco quería dejar esto de lado, era una droga que me consumía lentamente.
Habíamos tomado una semana de licencia, otra vez sonó el celular, me dijo que fuera a su casa, que tenía algo nuevo para mí.
Llegué como lo hacía habitualmente, cada vez que me lo pedía, entonces fuimos al sótano, hasta ese momento ignoraba que tuviera uno, me encontré con varias cosas de tortura que me provocaron escalofríos y miedos, Luis seguía siendo una caja de sorpresas, y a pesar de todo lo vivido era un auténtico desconocido…
-Dale! Desnúdate, no tengo tiempo que perder….
Le hice caso dejando toda la ropa a un lado, completamente desnuda, el se tomó un par de minutos para ver mi silueta y susurrar dándome una suave nalgada
-Qué buena que estás…
Me hizo acostar sobre una cama, mis manos fueron tiradas hacia atrás y puestas en unos cepos, abrió mis piernas llevándolas atrás, mis rodillas a los costados de mis orejas, colocó en ellas un segundo cepo que me imposibilitó movilizarme, estaba aterrada pero confiaba en el, mi concha expuesta al borde, toda abierta para que me esclavice, pero no serían las cosas como pensaba…
-Dame unos minutos, ya vuelvo…
Lo vi subir por la escalera y esos minutos fueron horas, temí que me dejara en ese sitio húmedo y sombrío, pero bajó como había prometido, solo que detrás de suyo bajaron dos hombres más, que me miraban con ganas, me morí de vergüenza, entonces Luis me dijo mientras contaba un fajo de billetes que tenía en su mano:
-Mari, estos caballeros me pagaron una fortuna a cambio de tu virginidad, quiero que los trates bien, disfrútalo y puedes gritar todo lo que plazca, nadie escuchará nada…
-Pero, pero… Luis… los estás engañando, sabes que no soy virgen…
Luis giró y empezó a subir la escalera, aún contando dinero, me miró y con una sonrisa en los labios me dijo:
-Ya saben que coges muy bien, pero no es tu concha por la que están pagando…
Creo que Luis aún no había cerrado la puerta cuando uno de los tipos ponía un gel tibio en mi culo, el estaba vendiendo la virginidad de mi culo!
Imploré como una niña, rogué casi el borde del sollozo, ‘no, por favor, no quiero por la cola!’ eran las súplicas que salían de mis labios…
Pero era inútil, en vano, estaba totalmente inmovilizada, gritar no era una opción, en un abrir y cerrar de ojos una verga dura se apoyaba en mi esfínter y empezaba a forzarme, seguía suplicando mientras un dulce dolor se apoderaba de mi, el tipo me daba tiempo para que me fuera amoldando a su pija, al fin la sentí ingresar por completo, al fin cedía en mi resistencia…
Con el correr de los minutos me di cuenta que a pesar de seguir pidiendo que no me hagan la cola, estaba disfrutando esta nueva experiencia, comencé a gemir, a gritar y a pedir por mas, que no dejaran de romperme el culo, me excitaba mi inmovilidad, me sentía dulcemente violada y eso me encantaba, se turnaban en mi trasero, uno y el otro, esos extraños me llenaron de carne…
Uno de los tipos sacó su pija y terminó masturbándose sobre mi pubis y mi vientre, el segundo directamente me lo llenó de leche…
Fue mi primera experiencia anal…
Y por qué termino la historia? bueno, los años fueron pasando, casi sin darme cuenta era cogida a diario por extraños y extrañas, gastaron mi sexo y Luis solo cobraba por ello, pero el problema no era que Luis me prostituía, el problema era que a mí me encantaba y el día que no me llamaba era un problema, como que me faltaba algo…
Pero todo cambia, Luis empezó a ser cada día más duro y exigente conmigo, mi cuerpo ya no era el mismo, le molestaba los kilos en exceso que tenía, que estaba gorda, que mis caderas, que las estrías, que las arrugas, además el ya tenía una nueva alumna, una joven y tímida muchachita que hablaba en voz baja y hablaba mirando el piso, muy bonita, de rubios cabellos…
Comprendí que mi momento había pasado, de un día al otro desaparecí de su vida, para empezar mi nueva vida, borrando el pasado, reinventando mí historia…
Tienes comentarios o sugerencias, puedes escribirme con título ‘MI PROFESOR’
dulces.placeres@live.com
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
Pisando los cincuenta años, con demasiadas estrías, demasiadas arrugas, demasiadas marcas de vida, me casé a los treinta, aún estoy en pareja, tengo cuatro hijos y soy una mujer de barrio, como todas, como cualquiera, de esas que hacen las compras, baldean los pisos y planchan la ropa, de esas que siempre tienen la comida lista y sabe cada prenda que necesita cada integrante de la familia, que sabe los horarios de todos, cuantas enfermedades tuvieron, que cosa le gusta a cada uno, soy esa que sabe que impuesto hay que pagar, esa que se levanta primero, esa que se duerme última, esa mujer con marcas en el vientre, esa que tiene los pechos caídos de tanto amamantar, de manos rasgadas de tanto refregar, esa soy yo, María del Carmen.
Pero no fue siempre así, hay una historia secreta, la historia de mi vida de los veinte e los treinta, una historia que encerré en un cofre con cuatro candados y devoré las llaves, una historia tan oscura que tuve que reinventar mi historia, una historia de chica normal, más cercana a lo que hoy soy como mujer.
No siempre fui obesa como soy ahora, de joven tenía una figura espectacular, tetas enormes, culo enorme, cintura pequeña, piernas robustas, yo era la típica chica que resaltaba sobre el resto, voluptuosa, de curvas perfectas, esa que todos los chicos soñaban cogerse algún día, además era muy bonita de rostro, de cabello negro azabache, desflecado a los hombros, de carita redonda, amplia frente y ojazos claros, transparentes y puros, además usaba unos pequeños lentes de aumento con gruesos marcos negros que me daban un toque intelectual.
Pero no todo era color de rosa, tenía serios problemas para relacionarme con el sexo opuesto, tímida, introvertida y hasta frígida, los veinte años me sorprendieron aun virgen y ni mis terapeutas de turno pudieron ayudarme.
Con veintiuno cumplidos estaba cursando cuarto año de medicina, carrera que en no mucho tiempo más dejaría de lado, ese año fue cuando conocí al doctor Ravena, uno de mis tantos profesores, un tipo cincuentón, entrecano, de voz grave y andar cansino, acostumbraba a estar con saco y corbata, un look que no concordaba con su desprolija cabellera y sus grandes bigotes.
El tipo era uno más para mí, pero a medida que sus clases pasaban, me di cuenta que el me prestaba demasiada atención, más que al resto de los alumnos, muchas veces su mirada se clavaba en mi cuerpo y eso hacía que me sonrojara, pero era discreto, solo yo lo notaba.
Imaginen que con los problemas que tenía, encima mi profesor, un tipo mayor, que me miraba con insistencia, bueno, realmente me resultaba molesto y desagradable.
Una tarde estaba comiendo una hamburguesa en el bar de la facultad, leyendo unos apuntes, de repente su vos gruesa me sorprendió por la espalda
-Puedo? un profesor puede compartir un almuerzo con su alumna, o tienes inconvenientes?
Asentí con la mirada y apenas un gesto de mi rostro, el se sentó frente a frente y charlamos por primera vez de nuestras vidas, de nuestras historias, como hombre y mujer, fuera de la carrera.
Así pasamos los siguientes seis meses a escondidas, para mí, él ya era solo Luis, y yo no era la alumna Giménez, era solo Mari.
Y nos fuimos conociendo, pero no en una relación de pareja, ó amantes, éramos dos seres compatibles, vi en él un verdadero maestro que me llevaría a romper mis bloqueos, y el vio en mi todos mis problemas, mis pesares, la oportunidad de ser mi guía, incluso le costaba creer que con semejante físico aún fuera virgen.
Saben que en seis meses jamás nos habíamos besado? Era solo conocernos, prepararnos para la siguiente etapa que estaba por comenzar.
Una noche como cualquiera, pasó por mi casa, era muy tarde, no quiso subir, estaba apurado, solo quería dejarme un obsequio, una caja envuelta en papel de regalo, me pidió expresamente que lo usara el día siguiente para ir a su clase, que no le fallara.
Nos despedimos con un beso en la mejilla, subí rápido por la escalera hasta el primer piso, entre a mi departamento para abrir el obsequio con la intriga típica femenina, me encontraría con unas medias de red, con elásticos, largas, de esas que se ajustan bien arriba en los muslos, una colaless diminuta y una minifalda de lycra, súper corta, súper ajustada. Sentía el corazón que quería saltar de mi cuerpo.
Al día siguiente me vestí con sus regalos, la colaless se perdió entre mis enormes cachetes, las medias abrazaron mis piernas y la minifalda apenas llegaba al nacimiento de los glúteos, me miré al espejo, me dio muchísima vergüenza, así que me saqué la pollera y opté por otra ajustada, pero larga casi a los tobillos.
No se imaginan la cara de Luis al verme, estaba desencajado, duro y distante, me hizo centro de sus preguntas, me humilló con sus conocimientos delante de toda la clase, haciéndome sentir una bruta, estuve a punto de largarme a llorar.
Al terminar la clase, me llamó por mi apellido y esperó que el salón se desocupara lo suficiente para lograr un poco de privacidad, en voz baja pero firme me dijo en un tono amenazante que desconocía de el:
-Escuchame perra, yo no estoy para boludear, y cuando te de una orden la vas a cumplir, estamos? Sos tontita o no entiendes como son las cosas?
Me mantuve en silencio, no salía de mi estupor y asombro, además me intimidaba sutilmente apretándome el brazo, prosiguió:
-Ahora vas a salir como si nada hubiera pasado, yo voy a seguirte unos pasos atrás, vas a ir a la cochera y quiero que empieces a mover ese culo de un lado a otro, tienes que aprovechar lo que Dios te regaló…
Partí en silencio, sin chistar, caminé por el pasillo hasta la escalera que da al subsuelo donde se guardan los vehículos, sabía que él me observaba así que movía mi culo como una puta, bajé las escaleras y esperé a que me alcanzara, me tomó del brazo y me llevó con paso acelerado a un lugar un tanto apartado, entre dos coches, fue entonces cuando sacó su pija y me dijo
-Dale, agáchate y chupámela un rato…
No podía creerlo, pero no me animaba a contradecirlo, me arrodillé a sus pies, tomé su pija y comencé a lamerla como podía, no sabía bien cómo hacerlo, era mi primera vez, sentía la carne de un hombre hacerse grande en mi boca, era la primera vez que veía una verga, que conocía en persona su forma, su glande, sus testículos, me excitaba demasiado toda la situación, el lugar, de esto se trataba!
Luis permanecía inmóvil, con sus brazos apoyados en los techos de los autos que nos rodeaban, uno a cada lado, lo noté un tanto fastidioso y un par de veces me reclamó porque lo rasgaba con los dientes, no tenía piedad, no se aprenden las cosas en un abrir y cerrar de ojos…
-Dejó la cabeza en mi boca y sentenció mientras se masturbaba:
-Quiero que te tragues hasta la última gota! cuidadito con que dejes escapar algo, entendiste?
Asentí con la cabeza sin largar el glande, me sentí mojada y mis pezones estaban duros, de repente un manantial de esperma invadió mi boca, como dije, era la primera vez y la situación me puso como loca, apreté mis labios envolviendo su tronco, traté de tragar pero ese sabor tan amargo me causó repulsión, aún estaba acabando cuan tosí y escupí si querer la leche ensuciando la pollera… como reaccionó? me dio una bofetada haciendo volar mis lentes, que sentí? Una locura interior, una pasión incontrolable…
Esto se hizo una rutina, todos los días bajábamos al estacionamiento y le pegaba una buena mamada, con el correr del tiempo me hice una experta, lo hacía acabar solo usando mi boca, mi lengua, y tragaba con sumo placer toda su leche sin derramar una gota.
Mi vestimenta fue mutando, las minifaldas, calzas ajustadas y profundos escotes formaban parte de mi vestuario diario, las cosas cambiaban rápidamente, los comentarios también, nuestras expediciones a la cochera eran difíciles de ocultar, lo único que no cambiaba era que Luis solo hacía que le chupara la verga, nada más que eso, y así estuve al menos un año…
Al año siguiente, lo nuestro era un secreto a voces imposible de ocultar, la reputación del doctor Ravena empezaba a flaquear y lo cierto era que ya no me interesaba estudiar, al tiempo dejé la facultad y me transformé en su secretaria personal, puesto que él además de ejercer la docencia también era médico en su clínica privada.
El lugar no era muy grande, el ambiente estaba dividido en dos, a un lado su consultorio, al otro la sala de espera y un lugar para mí, su secretaria quien recepcionaba a los pacientes, daba turnos y todas esas cosas, ambos ambiente separados por una pared con un vidriado opaco que solo dejaba notar las siluetas al otro lado.
Una tarde, estaba por salir para la clínica cuando Luis me llamó al celular, me preguntó si aún tenía esa minifalda que me había regalado cuando todo comenzó, la que narré al principio de la historia, esa que nunca había estrenado, me pidió que me la pusiera para él.
Y ahora si no me importó usarla, aunque fuera recién pasado el medio día, aunque tuviera que esforzarme para que no se me viera el culo, aunque pareciera una puta, aunque tuviera que soportar las miradas indiscretas de cuanto hombre cruzara en el camino.
Al llegar el estaba esperándome, me miró, me dio el visto bueno y luego dijo alcanzándome una máquina de afeitar:
-Dame la bombacha que tenés puesta, también el sostén, andá al baño y aféitate toda, así vas a estar hasta atender al último paciente, apurate, no me pongas impaciente…
Saqué el sostén, luego la bombacha que se me enredó en el taco del zapato, fui al baño y mientras me afeitaba toda me sentía hervir la sangre, duros los pezones, la boca seca, la concha mojada…
Volví a su lado con una sonrisa cómplice, como esa niña que saca buena nota en el colegio y espera ser premiada por su padre, acarició sutilmente mi pubis y dijo:
-Quiero que dejes notar a todos los pacientes que no traes ropa interior, a todos, hombres y mujeres por igual, no lo hagas directamente, solo insinúa y finge que no te das cuenta de lo que pasa…
Pero…
Sin peros, hoy será un gran día para ti…
Hubo algunos intentos de reclamos más de mi parte, pero en el fondo quería hacerlo, me excitaba hacerlo, así fue como uno a uno los pacientes fueron cayendo en mi trampa, abriendo sutilmente las piernas mientras miraba la agenda, ó casi dejando escapar un pecho mientras hablaba por teléfono, ó yendo a buscar algo de modo que la pollera se subiera más de lo normal, ó simplemente dejando que el sol pegue de lleno en la camisa blanca, haciendo lucir mis oscuros pezones.
Estaba increíblemente mojada, las caras de las personas eran indescriptibles, no parecían salir de si asombro.
Aun quedaban dos pacientes, el doc se asomó, les pidió cinco minutos y me dijo que pasara, esto me sorprendió, pensé que era algo de trabajo, ó a lo sumo para saber cómo iba mi juego, lo cierto es que me tomó con fuerza, levantó la pollera y me sentó sobre el frío vidrio de su escritorio, sin decir palabra levantó mis piernas y me enterró toda su verga, hasta el fondo, me arrancó un grito y me tapó la boca, comenzó a cogerme, la sangre de mi himen roto brotaba de mi sexo enrojeciendo toda su verga que me llenaba por completo, la situación era hermosamente desesperante, excitante, quería gritar, la sensación de saber que esos dos pacientes estaban viendo a trasluz nuestros cuerpos haciendo el amor era dulcemente aterradora…
Y fueron cinco minutos, solo cinco minutos, Luis me llenó la concha de leche, luego como si nada me dio una toalla, para que me limpiara y limpiara todo, rápido, porque debía seguir atendiendo. Salí un tanto despeinada, me puse colorada porque me miraban como acusándome. Por las dudas, cuando quedamos solos el me cogió por segunda vez…
Así debuté oficialmente, ahora chupaba pijas y cogía, sería la primera vez de muchas, y empezamos a hacer de esto un perverso juego, en los bares, en la plaza, en los medios de transporte, siempre en minifalda, siempre sin bombacha y sin sostén, siempre alguien mirando, cogiéndome en cualquier parte, llegué a tener una total y absoluta dependencia de ese hombre.
Estimo que de ese momento habrán pasado dos años más, siempre con nuestros juegos, era raro porque a pesar de todo no había amor entre nosotros, era un tema de dominio, de poder, y yo soñaba con que alguna vez podríamos ser una pareja normal, con un hombre normal, pero tampoco quería dejar esto de lado, era una droga que me consumía lentamente.
Habíamos tomado una semana de licencia, otra vez sonó el celular, me dijo que fuera a su casa, que tenía algo nuevo para mí.
Llegué como lo hacía habitualmente, cada vez que me lo pedía, entonces fuimos al sótano, hasta ese momento ignoraba que tuviera uno, me encontré con varias cosas de tortura que me provocaron escalofríos y miedos, Luis seguía siendo una caja de sorpresas, y a pesar de todo lo vivido era un auténtico desconocido…
-Dale! Desnúdate, no tengo tiempo que perder….
Le hice caso dejando toda la ropa a un lado, completamente desnuda, el se tomó un par de minutos para ver mi silueta y susurrar dándome una suave nalgada
-Qué buena que estás…
Me hizo acostar sobre una cama, mis manos fueron tiradas hacia atrás y puestas en unos cepos, abrió mis piernas llevándolas atrás, mis rodillas a los costados de mis orejas, colocó en ellas un segundo cepo que me imposibilitó movilizarme, estaba aterrada pero confiaba en el, mi concha expuesta al borde, toda abierta para que me esclavice, pero no serían las cosas como pensaba…
-Dame unos minutos, ya vuelvo…
Lo vi subir por la escalera y esos minutos fueron horas, temí que me dejara en ese sitio húmedo y sombrío, pero bajó como había prometido, solo que detrás de suyo bajaron dos hombres más, que me miraban con ganas, me morí de vergüenza, entonces Luis me dijo mientras contaba un fajo de billetes que tenía en su mano:
-Mari, estos caballeros me pagaron una fortuna a cambio de tu virginidad, quiero que los trates bien, disfrútalo y puedes gritar todo lo que plazca, nadie escuchará nada…
-Pero, pero… Luis… los estás engañando, sabes que no soy virgen…
Luis giró y empezó a subir la escalera, aún contando dinero, me miró y con una sonrisa en los labios me dijo:
-Ya saben que coges muy bien, pero no es tu concha por la que están pagando…
Creo que Luis aún no había cerrado la puerta cuando uno de los tipos ponía un gel tibio en mi culo, el estaba vendiendo la virginidad de mi culo!
Imploré como una niña, rogué casi el borde del sollozo, ‘no, por favor, no quiero por la cola!’ eran las súplicas que salían de mis labios…
Pero era inútil, en vano, estaba totalmente inmovilizada, gritar no era una opción, en un abrir y cerrar de ojos una verga dura se apoyaba en mi esfínter y empezaba a forzarme, seguía suplicando mientras un dulce dolor se apoderaba de mi, el tipo me daba tiempo para que me fuera amoldando a su pija, al fin la sentí ingresar por completo, al fin cedía en mi resistencia…
Con el correr de los minutos me di cuenta que a pesar de seguir pidiendo que no me hagan la cola, estaba disfrutando esta nueva experiencia, comencé a gemir, a gritar y a pedir por mas, que no dejaran de romperme el culo, me excitaba mi inmovilidad, me sentía dulcemente violada y eso me encantaba, se turnaban en mi trasero, uno y el otro, esos extraños me llenaron de carne…
Uno de los tipos sacó su pija y terminó masturbándose sobre mi pubis y mi vientre, el segundo directamente me lo llenó de leche…
Fue mi primera experiencia anal…
Y por qué termino la historia? bueno, los años fueron pasando, casi sin darme cuenta era cogida a diario por extraños y extrañas, gastaron mi sexo y Luis solo cobraba por ello, pero el problema no era que Luis me prostituía, el problema era que a mí me encantaba y el día que no me llamaba era un problema, como que me faltaba algo…
Pero todo cambia, Luis empezó a ser cada día más duro y exigente conmigo, mi cuerpo ya no era el mismo, le molestaba los kilos en exceso que tenía, que estaba gorda, que mis caderas, que las estrías, que las arrugas, además el ya tenía una nueva alumna, una joven y tímida muchachita que hablaba en voz baja y hablaba mirando el piso, muy bonita, de rubios cabellos…
Comprendí que mi momento había pasado, de un día al otro desaparecí de su vida, para empezar mi nueva vida, borrando el pasado, reinventando mí historia…
Tienes comentarios o sugerencias, puedes escribirme con título ‘MI PROFESOR’
dulces.placeres@live.com
1 comentarios - Mi profesor