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Aburrida en mi nueva oficina. Part l

Trabajar en una biblioteca suena casi tan aburrido como suena. Mi hambre por los libros está tan satisfecho que la pasión tiende a apagarse con el paso de los días. No me malinterpreten, la verdad amo mi trabajo, sin embargo, después de varios días y con las clases presenciales prohibidas una se aburre fácilmente en este tipo trabajo.
Después de la tremenda fiesta sexual en la que me metí con mis jefes (revisar el relato anterior) y gracias a la cual ahora estoy sentada en mi propia oficina no he tenido más acción, ni sexual ni de ningún tipo. Los días pasan lentamente a través de los ventanales de la oficina. La nueva chica, creo que se llamaba Karen, que ahora ocupa mi antiguo puesto de recepcionista/secretaria no es tan conversadora, ni tan atractiva como para representarme un objetivo, es una ratón de biblioteca, bastante delgada para mis gustos.
Revisé la lista, solo un visitante hoy, las visitas se hacen con reservación, los estudiantes pueden visitar la biblioteca y prestar sus libros llamando y anotándose con anticipación, aunque nunca se llenan los cupos, no los culpo, sin clases yo tampoco pisaría de nuevo la facultad.
Cansada de no hacer nada me puse de pie y decidí deambular sin rumbo fijo. El edificio de la biblioteca es inmenso, de dos pisos y con una cúpula central que conecta ambos pisos por medio de unas enormes escaleras.
Pasé por recepción pero cambié de idea al ver a Karen, estaba empezando a detestar a aquella chica. Puse rumbo a cualquier parte y me interné por los pasillos.
Mi uniforme incorpora unos zapatos de tacón y ante el silencio reinante mis pasos retumbaban entre las estanterías. Me hacía recordar a un hospital por las noches. Alejé el recuerdo de mi mente. Incluso si lo pensaba bien ya estaba cansada de llevar los zapatos, así que me los saqué. Nadie iba a descubrirlo y de todas formas yo era la máxima autoridad en ese instante. Caminé en medias entre los libros y los estantes.
Vestida de oficinista, con la camisa dentro de la falda y con medias de nylon color marrón por debajo. Me sentía un desperdicio, tenía hambre de sexo, de un hombre. Devorar a una mujer y masturbarme a mí misma podía ser bueno, incluso mejor, pero era diferente a acostarme con un el sexo opuesto. Y tenía hambre de eso. 
<<Tendría sexo con el primero que cruce la calle>> me tuve que reír de mi propio pensamiento, no podría hacerlo sin que levantara tantos rumores entre mis compañeros. Quizá con alguien desconido. Quizá.
Ya en el segundo piso me detuve entre dos altos muebles, los libros allí eran antiguos, hace tiempo que nadie se los llevaba. "Historia de los sistemas psicológicos", "Manual de la personalidad de Chambers" se distinguían algunos títulos, eran largos, aburridos y quizá hasta obsoletos <<con razón nadie viene por esta ala>>.
Saqué uno de esos volúmenes y lo ojeé pero me detuve al escuchar un ruido, era familar, parecido a un libro caerse. Llevaba mucho tiempo allí para reconocer ese sonido.
Me interné aún más entre los pasillos y me dirigí al lugar de donde creí que provenía el ruido. Llevaba mis zapatos en mis manos, caminaba de puntitas. No sé porqué, quizá pretendiera encontrar al maltratador de libros con las manos en la masa.
No sabía que eso era justamente lo que iba a encontrar.
¿Cómo era? ¿Steven? Steven creo que era el nombre que vi en la lista, el único alumno registrado para el día de hoy. No lo conocía, pertenecía a la carrera de letras. Lo encontré sentado en uno de los muchos de los bancos que existen en la biblioteca, tenía un montón de libros a un lado y él estaba allí, con los pantalones bajados y practicándose una frenética masturbación. Tenía su móvil en la mano.
Me quedé embobada unos instantes. De todas las cosas que imaginé encontrar definitivamente esta no era una de ellas. Steven era un chico blanco y rubio. Bastante alto, no precisamente bello. Estaba con varios kilos de más y el acné no le había desaparecido del rostro después de la adolescencia, incluso rondando los veinticinco años, mínimo alguien en su semestre.
Irremediablemente observé su mano subiendo y bajando por su miembro erecto. De tez blanca y la cabeza bastante colorada. En relación a su cuerpo no era muy grande, pero en comparación a mi estatura no estaba nada mal.
<¿Pero cosa piensas Elizabeth?>>
La verdad no lo pensé mucho. Karen no se movería de su lugar, nadie más en la biblioteca sólo él y yo.
Me quité la ropa rápidamente. La doblé para que se arrugara y caminé hacia él, solo me dejé las medias finas puestas.
Mis senos se bamboleaban rítmicamente, en una mano llevaba mis ropas y en la otra mis zapatos. 
Steven no se dió cuenta de mi presencia hasta que estuve muy cerca de él.
- Muy bien, ¿así qué con esas intenciones visitamos la biblioteca?
Dió un saltó del susto y se quedó paralizado, increíblemente su rostro se volvió aún más blanco. Sus ojos se pusieron como platos por el susto y se abrieron aún más cuando me vió desnuda ante él. Con la mirada de terror no pudo evitar de igual forma recorrer todo mi cuerpo con sus ojos.
Había funcionado, me sentí complacida. Dejé las ropas y los zapatos encima de una de las mesas y luego me senté en la banca en donde él había estado.
- Y entonces, ¿Tienes algo que decir?
Stenven no dejaba de mirarme, no se había movido y aún tenía su verga en la mano. En sus ojos había el fuego del deseo, pero mostraban también mucha confusión, era obvio que no sabía como reaccionar. Tragó un par de veces, intentó mirarme a los ojos pero se volvía a distraer por mis pechos y por mis piernas. Las crucé.
- En casa... En casa no me dejan en paz, aquí estoy solo - respondió después de tragar saliva varias veces.
<<No es tan cobarde después de todo>>
- Bueno, no tan solo como te darás cuenta - evite reír de la imagen que me mostraba, era incapaz de dejar de mirar todo mi cuerpo y tenía su pene erecto en la mano con sus pantalones a medio poner. Si lo pensaba bien hasta era algo patético.
- Oh, oh lo siento señora - se disculpó y trató de ponerse de vuelta sus calzones.
- No me llames señora, estúpido, que tengo tú misma edad.
- Lo siento seño... Perdón.
- No te lo guardes aún - le dije con tono burlón después de que en vano intentará colocarse bien los pantalones - ven, te puedo ayudar con eso.
Volvió a quedarse congelado.
- Ven, acércate - dije bajando la pierna que tenía cruzada y sentándome recta.
Luego de unos segundos Steven al fin decidió acercarse. Quedó parado frente a mí. Con mi mano derecha sujeté su pene y con la izquierda masajeé sus testículos.
- No has tenido a nadie recientemente ¿No?
Steven cerraba sus ojos por momentos y los volvía a abrir.
- No... Yo no...
- ¿Eres virgen?
- ¡No! - elevó la voz y se recompuso al instante - No, mi papá pagó por prostitutas... Oh, por mujeres, cuando cumplí la mayoría...
<Claro, de seguro un padre bastante rudo decepcionado de su hijo simplón, sentí un poco de pena por Steven>
- A ver que porno veías - mis palabras lo tomaron por sorpresa, en su cara se reflejaba vergüenza - muéstramelo.
Abrió una de sus manos y desbloqueó la pantalla. Había un vídeo de una mujer tetona, cintura perfecta y grandes muslos, en cuatro patas siendo penetrada por detrás.
- ¿Sexo anal? Con que eso te gusta...
- Yo.. emmm...
- Bueno - lo interrumpí - no tendré ese cuerpazo pero puedo hacer el intento.
Lo miré directamente a los ojos. Sentía su pene palpiltar entre mis manos, su mirada era de expectación y deseo, ya no había rastros de confusión.
- Para mí eres una diosa.
- Eres un amor.
Y metí su verga en la boca. Entró hasta la mitad. Volví a sacarlo y la segunda vez lo metí completamente. Antes de entrar por completo ya había topado con mi gargantilla de modo que tuve que tragar para que mis labios toquen su ingle. 
Le hice el servicio completo. 
Lo chupé con ganas, estiré mis mejillas con su punta. Lo besé, lo recorrí con mi lengua. Chupe uno de sus huevos, luego el otro. Luego metí ambos en mi boca. Le hice tantas mamadas profundas que hasta me sentí orgullosa. Coloqué las manos de Steven en mi cabello y él me los jaló. Controló la velocidad y la profundidad mientras yo le deleitaba con mi boca.
Trate de no tardar demasiado. No quería acabar con Steven sin que me dé lo que yo necesitaba.
- ¿Qué tal te sientes campeón? - le pregunté con su verga sobre mi mejilla derecha.
- Fantástico - me respondió volviendo a meter su polla en mi boca. Lo dejé disfrutar por unos minutos más. Me atajó del pelo y me penetró la garganta logrando arrancarme algunas arcadas.
Cuando decidí que fue suficiente me levanté. Él me miró con un niño cuando le arrancas un dulce. Le planté un beso ahí mismo y me pegué a él. Comprendió de inmediato y sus manos recorrieron mi cuerpo. Me apretó las nalgas y yo le ofrecí mis voluptuosas tetas. Por la diferencia de estatuta tuvo que agacharse para poder saborearlas.
Después me coloqué como perrita sobre la banca, sujetándome del respaldero y ofreciéndole el espectáculo de mis nalgas. Steven ganó sus puntos al hundir su rostro entre ellas y aunque no hizo un buen trabajo sentí su lengua recorrer mi entrepierna y fue suficiente para encender la gasolina que venía derramando estos días.
- Cógeme - le rogué y el pedido no tardó en ser respondido. Su pene golpeó en mi interior cuando el inexperto Steven lo metió de un golpe. Disfruté el tenue dolor y como no esperó ni un segundo las siguientes embestidas terminaron por adecuarme al tamaño de su pene. Me sujeté con mis dos manos contra la banca, Steven caía con todo su peso y en la profundidad su pene chocaba contra alguna pared de mi vagina y me hacía ver estrellas y colores.
Su miembro entraba y salía. Me sujetaba de la cintura, luego me agarraba de mis pechos, después me tomaba del pelo. Era como si no se decidiera que hacerme y me hacía de todo. Yo disfrutaba de lo lindo, de cuatro, siendo penetrada sin parar, con mis piernas bien juntas para apretar aún más lo apretada que se sentía esa verga dentro mío. Steven se lucía.
- ¿Cómo vas por ahí? - le dije cuando sentí que bajaba el ritmo y lo miré sobre mi hombro, su frente se perlaba del sudor, sus ojos fijos en mis nalgas y en su penetración.
- Bien, bien, eres preciosa, gracias.
- No agradezcas tontito - en ese instante metía lentamente su pene y lo volvía a sacar, dándose un respiro. Sentía cada centímetro moverse en mí.
Con una de mis manos abrí una de mis nalgas, sus ojos brillaron ante el panorama. La mano libre lo llevé a mí boca y escupí sobre mis dedos, luego llevé esa mano detrás y eché la saliva en mi pequeño agujero trasero.
- Sabéis lo que me viene ahora¿no? - Steven no respondió. Siguió penetrando lentamente mientras yo metía mi dedo índice en mí ano, para luego meter también el dedo del medio. Seguí dilatando mi ano mientras Steven me follaba y disfrutaba de semejante vista.
- Ok campeón, cambiemos de posición.
Me levanté de la banca y mis rodillas temblaron, Steven me si que me dió una buena pasada en contra de todas mis espectativas. Volvió a manosear mis tetas mientras me dirigía a la mesa.
Me acosté boca arriba y dejé que mis nalgas sobraran por el borde. Abrí mis piernas y puse mi pies sobre sus hombros cuando él de acercó. Su pene estaba durísimo y sus manos estaban sobre mis pechos, se notaba que le gustaban. Eso me hacía sentir bien.
Su verga rozó mis labios vaginales y me penetró.
-No, no por ahí - dije sacando su pene son mis manos y bajándolo un poco. El glande tocó mi ano. Steven estaba embobado, era como si no se lo pudiera creer. - Por ahí sí campeón.
Empujó un poco y yo abrí el culito. La cabeza se deslizó dentro y mi esfínter no hizo más que agrandarse, el pene de Steven pasó a mi recto y en menos de un segundo tenía su pene en mi culo.
Una puntada de dolor me recorrió y por poco enderecé mis piernas. Steven lo evitó sujetándome con sus manos los tobillos. Miró hacía la penetración y también yo lo hice. Podía ver más de media verga dentro mío, entonces empezó a moverse y ambos nos dejamos llevar. Me dolía un poco cada vez que metía tanto hasta que sus bolas chocasen contra mi piel, él me abría las piernas y no detenía el movimiento de meter y sacar.
Fue penetrando lentamente subiendo cada vez más de velocidad. Sentía su miembro adentro, muy adentro, abriéndose camino por un lugar no tan apropiado, pero eso no importaba en absoluto, cada vez más rápido cerré los ojos para ver el cielo.
El dolor pasó y solo fue placer, delicioso placer. Al menos hasta que Steven paró. Abrí los ojos e iba a preguntar qué pasó cuando él también se subió a la mesa. Mis piernas quedaron a sus costados y el se apoyó con sus codos a cada lado de mi cabeza.
Sabía lo que se venía, mi glorioso campeón ya estaba en las últimas y no iba a acabar sin luchar.
Coloqué mis manos sobre sus pechos y lo rodeé con mis piernas. Cuando se acomodó comenzó a moverse.
Abusó completamente de mi cuerpo.
Se movía tan rápido que el sentimiento de dolor y placer era tal que apenas pude mantener mis piernas abiertas. Y de hecho no pude. Cuando Steven acabó dentro mío metió tan profundo que sentí su pene doblar algo dentro mío y lo empujé con mis manos y piernas, abriendo mi boca en un grito mudo mientras su semen me llenaba las entrañas.
Tardé varias horas en el baño para poder echar todo lo que Steven descargó en mi culo. No quería que una mancha sopresa se viera de camino a casa.
Él se había vestido y yo rompí su corazón antes de que se retirara diciéndole que no se lo dijera a nadie, que nadie se podía enterar y que si se portaba bien y hacía lo que decía quizás se repitiera.
De camino a la oficina pensaba en que tan rápido se iba a repetir.
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