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Historias de Hotel - Historia 8

No dejes de pasar por mi mejor post

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No te vas a arrepentir!


HISTORIAS DE HOTEL

Quien en su vida no tiene una historia de hotel? creo que todos vivimos anécdotas y a nadie le llamaría mucho la atención lo que sucede en un cuarto, entre cuatro paredes.

Ahora bien, que pasa cuando existen historias que van mas lejos de lo tradicional, cuando se roza lo bizarro, lo extremo, lo prohibido, lo que muchos fantasean en realizar, pero son contados los que llegan a vivirlo?

A lo largo de HISTORIAS DE HOTEL, recorreremos diez vivencias diferentes, vivencias de personas que se animaron a ser contadas, sentados frente a frente con quien escribe, yo solo tomé esas historias para llevarlas a un papel.

Te invito a recorrer estas diez HISTORIAS DE HOTEL



LA NOCHE MENOS PENSADA
ISMAEL, 26 AÑOS


UNA MILF PELIGROSA
ANDREA, 58 AÑOS


LA FIESTA DE GABRIEL
JONY, 32 AÑOS


ANCIANOS DEPRAVADOS
JOSE, 72 AÑOS - ANTONIA 78 AÑOS


PRESTIGIOSO INGENIERO
TIFANNY, 19 AÑOS


MI MARIDO!
SANDRA, 46 AÑOS


SOR ANGELICA
MARIANELA, 29 AÑOS


AMORES QUE MATAN
ALAN, 47 AÑOS


MI HERMANA
MIA, 23 AÑOS


MI PROSTITUTA PERSONAL
MARTINO, 39 AÑOS





AMORES QUE MATAN
ALAN, 47 AÑOS


Esta sería la única entrevista en la cual el entrevistado no pudo acudir la cita, sino que yo tuve que ir a buscarlo, ya entenderán el motivo mas adelante, pero su historia me impactó por sobre el resto.
Alan daba la imagen de un tipo de haber vivido la vida, pisando los cincuenta, bastante corpulento, de cara cuadrada de corte inglés, se peinaba con raya aun lado y sus negro cabellos llegaban casi a sus hombros, siempre mojados como si recién hubiera salido de la ducha, renegridos con alguna canas incipientes, lucía un tanto abandonado, con barba sin emprolijar de algunos días, fumando algún que otro cigarro. Lo más llamativo de Alan era su mirada, sus ojos café jamás parecían enfocarse en algo, rara vez me miraba directamente a los ojos, el solo parecía perderse en algún punto de la nada misma.
Esa mirada desenfocada y ese poco cuidado por si mismo, solo dejaban notar un hombre que cargaba una culpa enorme sobre sus hombros, alguien que sin quererlo había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado, alguien que de poder elegir, seguramente reescribiría su pasado.

Conocí a Roque en mi adolescencia, cuando ingresé al equipo de voleyball de un club de barrio, yo era joven y quería retomar una de mis pasiones. El ya era parte de ese equipo y rápidamente tuvimos afinidad y fue así que floreció una amistad.
El flaco, como le decíamos, era espigado y tenía un cuerpo atlético, muy buen jugador por cierto.
De encontrarnos en las canchas a competir, pasamos a salidas, tardes en bares y pronto éramos incondicionales.
Pasó el tiempo, llegaron amores, pasaron amores, nos hicimos adultos, responsabilidades, su novia de esos días quedó embarazada y decidieron formar una familia, tuvieron que hacerse adultos a la fuerza y yo acompañé de cerca ese desafío.

Le tendí una mano en esos tiempos, yo estaba con un emprendimiento de agro químicos para el campo y en verdad necesitaba ayuda, el negocio estaba creciendo más rápido de lo que imaginaba.
No quería que fuera mi empleado, así que le propuse que fuéramos socios y que no se preocupara por el dinero, poco a poco él iría poniendo su parte para equilibrar la balanza.
Todo fue viento en popa, tenía un negocio compartido con mi mejor amigo, una novia con la que planeaba casarme y el dinero caía como maná del cielo

Roque fue papá, y yo fui padrino de bautizo de su pequeña beba, me casé al poco tiempo y el tiempo solo siguió pasando.
Pasados los treinta el matrimonio de mi amigo naufragó, y empezaron los litigios de esos casos. Nos vimos obligados a disolver la sociedad, los abogados de su ex esposa estaban al acecho por destriparlo y se terminó nuestra relación comercial.
A pesar de eso, seguimos siendo los mejores amigos, seguí por mi cuenta con los agro químicos, pero el decidió reinventarse, se metió en algunas ONG por esos temas de trabajar para la humanidad y no se bien como logró salir adelante con esas cosas.

Todo cambiaría a partir del año 2010, el seguía en sus cosas, y yo con mi vida, mi trabajo, mi esposa, mis hijos. Ese año, llegó el terrible terremoto de Haiti, un hecho que no pasó desapercibido en el mundo, se necesitó ayuda económica y humanitaria de todos los países que pudieran ofrecerla y ahí fue él, como tantos otros.
Un poco perdimos el contacto en esos días, no nos coincidían los horarios y él parecía estar demasiado ocupado, yo también seguí con mis cosas, también tenía asuntos que atender y solo dejamos de escribirnos, supe que había decidido quedarse por su cuenta cuando todos volvieron pero no mucho más

Seis años después el volvió a escribirme, volvía a la Argentina, pero no lo hacía solo, sin muchos detalles pude comprender que había rearmado su vida, se había enamorado de una lugareña, de nombre Belle, quien tenía tres hijos y había perdido a su marido en el terremoto de años atrás.

Cuando conocí a Belle, la esposa que mi amigo traía de Haiti, supe que estaría en problemas, ella tenía la piel negra como la noche misma, su color no era para nada habitual en mi país, con sus largos cabellos más negros aun, de grandes ojos oscuros de mirar desafiante, una nariz delgada que se hacía ancha en la base, labios enormes, saltones y llamativos y unas curvas fuera de lo común, curvas pulposas que la hacían ver espléndida desde cualquier ángulo. Pero por si todo eso no fuera suficiente para lograr que lo mío fuera amor a primera vista, bastó con escuchar su voz con ese acento tan simpático y centroamericano que hizo que me derritiera como un trozo de manteca al sol. Tragué saliva, en ese lugar también estaba Roque, mi amigo, y también Clara, mi esposa.

Tengo que decir que me enamoré perdidamente de esa mujer, no pude evitarlo, no pude controlarlo. Ella era una mujer que llamaba la atención, en su hablar, en su acento, en su caminar, en la forma de menear sus caderas, llevaba la seducción a flor de piel.
Pero no todo era perfecto en el mundo de Belle, conforme nos fuimos conociendo descubrí que toda su belleza, toda su seducción, toda su perfección no se correspondía con la clase de mujer que en el fondo era.

Belle era una trepadora, yo pude notarlo, pero Roque estaba ciego. Me enteré que su esposo, quien había fallecido en el terremoto, era un tipo de plata, quien hacía vivir a Belle y a sus hijos como una reina en un país sumido en la más absoluta pobreza, acostumbrada a grandes lujos, a placeres prohibidos para la mayoría de los mortales.
Ella en un abrir y cerrar de ojos lo había perdido todo, la reina con pies de barro había caído y su futuro no era para nada esperanzador.
Deambuló sin norte por u tiempo, había perdido su esposo, pero intuí que mas le dolía haber perdido a su sostén económico.
El futuro era negro como su piel, como su alma, y su camino se cruzó con Roque Amuchástegui, un argentino noble, de buen corazón que había ido a tender una mano.
Yo lo conocía demasiado bien a Roque, un tipo desinteresado, un pan de Dios, alguien incapaz de matar una mosca y me daba cuanta cuan enamorado estaba de ella.

Pero ella solo había visto en el una puerta de salida, una oportunidad, un escape, para ella y para sus hijos, y la había tomado. Siempre tuve dudas si ella amaba a mi amigo o amaba lo que el podía darle y empecé con ella un tonto e inocente jugo de seducción, a espaldas de Roque, a espaldas de mi esposa.
Y no tardaría en comprobar mis sospechas, ella había entrado a jugar el juego que yo le proponía, a charlar a escondidas por medio de un celular, con alto contenido erótico y sexual, empecé a escribirle todas las cosas que una mujer quiere escuchar y ella a cambio empezó a regalarme todas las fotos que un hombre quiere ver.
Había una diferencia entre Roque y yo, mi amigo era demasiado bueno, demasiado ingenuo y el no podía ver que clase de mujer era en verdad Belle, el estaba convencido que ella había dejado Haití por amor, yo en cambio sabía que era por interés, y era consciente que me daba cabida en su entorno solo porque yo era un pequeño empresario y no un idealista con ganas de salvar al mundo como mi amigo, sin dudas mi billetera era tentadora, y a Belle no lle importaría romper su matrimonio, ni el mío...

Jugamos mucho tiempo a escondidas en un juego de seducción, en idas y vueltas, en amagues eternos, hasta tenía en mi celular varias de sus fotos desnudas, incluso me contaba toda la intimidad que tenía con su marido, y por el único motivo por cual no me animaba a llevarla a la cama era porque tenía un fuerte presentimiento de que no debería hacerlo.

Una jornada de verano, coincidimos en ir a comer un asado a un club de barrio, por cierto una costumbre muy argentina, llegamos a media mañana Belle, Roque, mi esposa, y los niños, los hijos de Belle y nuestros hijos, que pronto se desentendieron de los padres y se fueron por ahí a disfrutar el día de sol.
Mi amigo preparó el fuego y las brazas para asar la carne, y yo fui por unas cervezas, a un lado las mujeres se habían alejado un poco para hablar de sus cosas, mientras compartían unos mates y unas facturas.
La situación me embriagaba, observaba disimuladamente a Belle a quien se le había pegado esa otra costumbre argentina de tomar mates, ella me ignoraba pero mientras yo cruzaba palabras con mi amigo no podía dejar de sentirme atraído por ella, a desearla, a ver sus muslos desnudos, o sus pechos marcados en la ajustada remera, o la amplitud de sus caderas, o su rostro escondido bajo una gorra de visera, o su acento natural tan exquisitamente adictivo.

Almorzamos, seguimos charlando como si nada pasara, como si ella jamás me hubiera regalado una foto indiscreta, como si jamás me hubiera contado como se la chupaba a mi amigo, o como se tragaba sus jugos, o como le hacía el culo, o como le comía la concha, ella parecía poder disociar una cosa de otra, tan natural, hablando con mi mujer como si fueran hermanas, y yo, yo solo quería llevarla a la cama.

Creo que el golpe de gracia llegaría a la tarde, después del almuerzo, cuando habilitaron la piscina, el sol estaba terrible y era hora de refrescarse. Mi amigo y yo fuimos de inmediato al agua, rodeados por los pequeños que ya estaba insoportables, las mujeres por su natural femineidad pasaron primero por el vestuario de damas.
Minutos después volvieron, Belle lucía una amplia toalla anudada a la cintura, llegó con mi esposa a unos de los laterales del natatorio para acomodar sus cosas, bolsos de manos, toallones, chancletas hasta llegar al momento esperado, verla solo en traje de baño...
Juro por la luz que me alumbra que solo fui uno mas de los hombres que ahí estábamos que nos quedamos mudos, como estúpidos observando la perfección de esa mujer, su piel negra contrastaba con la del resto, su terrible trasero, un traje de baño negro negro en una pieza, pero con un formado muy sexi nada común en Argentina, ella trataba infructuosamente que la parte trasera no se perdiera entre sus nalgas, pero ese precioso culo parecía querer devorarse al mundo entero, sin dudas ella llamaba la atención, solo era distinta por donde se la mirase...

Belle parecía no notar nada de lo que provocaba, suelta y distendida se zambulló de cabeza al agua hasta que la perdimos de vista.
Y solo fueron problemas tras problemas, ella buscaba seducirme discretamente, como una sirena me llevaba lentamente a mi muerte y solo me dejé arrastrar...

Días después arremetí como un toro enviste a su torero, a la roja capa, ciego, aunque la muerte me esperase al otro lado, le dije que quería cogerla, así que solo acomodamos las fichas del tablero para que todo se diera sin inconvenientes.


Historias de Hotel - Historia 8


Pasé a buscarla alatardecer, nos encontramos en un punto neutral para evitar imprevistos y nos fuimos para las afuera de la ciudad, conocía un bonito hotel al que llevaba ocasionalmente alguna que otra chica antes de mi matrimonio.
Belle no hablaba mucho, solo miraba mi perfil mientras yo conducía, acariciándome con insistencia los rulos de mi cabellera llegando a mis hombros.
Nos metimos al cuarto, sin preámbulo fuimos a lo nuestro, lucía una vestido floreado llegando a sus rodillas, discreto, nada de otro mundo, bajó el cierre de sus espaldas y solo lo dejó deslizar hacia el piso.
Me quedé observando toda esa perfección hecha mujer, no lucía corpiño, sus pechos eran pequeños pero macizos, una tanga por así decirlo, porque era tan pequeña que no cubría nada, medias de nylon a medio muslo y zapatos de taco alto, todo en color negro, a la negra, el negro le quedaba bien, era una mujer de chocolate, y yo muero por el chocolate.

En pocos segundos estábamos revolcándonos por el colchón, mi blanca piel contrastaba con su negrura, Belle tenía un aroma natural muy fuerte, muy rico, muy salvaje, me perdí en sus pechos, intenté sin éxito comerlos con mi boca, al tiempo que mis manos se llenaban con sus curvas, besé sus pezones que se erizaban al solo pasar la punta de mi lengua por ellos, me colé entre sus piernas y percibí en mis dedos su viscoso calor, su sexo ardía y clamaba por mas, fui bajando poco a poco, con delicadeza saqué su tanga, abrí sus piernas, su conchita era regordeta y roja como una sandía cortada al medio, nunca había visto una concha con ese color tan llamativo, enterré mis labios en ella, empecé a lamerla y Belle reaccionó en una forma muy rica, dejando caer su rostro de lado, cerrando sus ojos, jadeando lentamente.
Veía como su pecho se elevaba una y otra vez por las bocanadas de aire profundas que llenaban sus pulmones, mientras yo seguía pegado a sus labios, a su clítoris, bebiendo sus jugos, la sentí venir, solo la dejé venir.
Belle explotó en gemidos contorsionándose como una serpiente, fue exquisito

Ella aun no salía de su orgasmo, la tomé por la fuerza, la giré y le levanté las caderas de manera de dejarla en cuatro patas, su negro culo lucía enorme y majestuoso ante mis ojos, la tome por la cintura y empecé a cogerla, entonces ella solo pareció llorar pidiéndome que se la sacara porque era muy grande y le hacía doler, confieso que me sorprendí y me asusté en ese momento, yo tengo un pene normal, tirando a pequeño, era imposible que la lastimara a no ser que ella tuviera un problema, pero apenas separé mi sexo del suyo empezaron los reclamos para que no lo hiciera, para que volviera a cogerla, pronto entendería que esa era su forma, como decimos por acá, 'la gata flora, cuando se la pones grita, cuando se la sacas llora' y ese dicho le venía como anillo al dedo, y solo sentí enloquecerme aun mas con su forma de ser, mientras yo la cogía adelante y atrás, ella empezó a menear el culo como si tuviera una centrifugadora, le di una nalgada y ella pidió otra y otra, pronto sus cachetes se colorearon producto de mis nalgadas, y fue todo tan loco y caliente que me vine en su interior, ella gimió como perra y solo me llevó al éxtasis.

Belle no me daría descanso, giró nuevamente con su concha chorreando semen caliente, se puso en cuatro pero ahora mi sexo estaba sobre su rostro, solo empezó a chupármela de una manera muy rica, esa mujer era increíble, la misma centrifugadora que parecía tener en el culo también la tenía en la boca, no me la chupaba, me la devoraba, y en pocos minutos tenía una nueva erección, me la comía por completo, haciendo penetraciones profundas, como desaforada, como si fuera la última vez que chuparía una verga en su vida.

Me empujo hacía atrás y vino sobre mi, a cabalgarme, tomó mi sexo entre sus dedos y esta vez le metió en su culo, sin problemas, para moverse como una máquina asesina, arriba y abajo, sin parar, llenado de gritos el ambiente.
Apoyé mis manos en sus glúteos, duros como piedra, perfectos, solo músculos, nada de grasa, el espejo del techo me dejaba ver la perfección de su cuerpo, el espejo de la pared me dejaba ver mi pene blanco entrando y saliendo de su oscuro esfínter.

Ella volvió entonces a chuármela, y yo volví a ponerla en cuatro patas, a cogerla otra vez, por su vagina llena de semen, observando como su culito había quedado todo dilatado, y se la metí en el culo otro rato, y volví a su concha y me enloquecí con sus gritos, con sus gemidos, Belle no solo era perfecta a la vista, era perfecta en la cama
Volví a desparramarla sobre el colchón, ahora boca arriba, me puse a una suficiente distancia como si mi pija fuera una ametralladora, un largo chorro trazó una línea desde su ombligo, pasando por su teta derecha hasta perderse en la almohada, el segundo llegó a su rostro, el tercero a sus cabellos, solo me sentía acabar como un toro y mi amante se vio sorprendida, empezó a reírse a carcajadas por que yo no paraba de eyacular y se vió sorprendida por lo que sucedía.
Belle quedó cubierta por un tapizado plástico digno de las mejores películas condicionadas, sus pechos, su rostro, su boca, sus cabellos, su cuello, su vientre, y hasta sus ojos.

La morocha pareció disfrutar mi regalo y poco a poco con los dedos de un mano fue llevando semen a su boca, mientras que con la otra se untaba el cuerpo como si fuera una crema humectante. Por cierto esto no hacía mas que enloquecerme, y seguimos cogiendo y cogiendo hasta caer exhaustos...

Después de ese día me dije 'Ok Alan, ya te la cogiste, ya te diste el gusto, suficiente', pero sin darme cuenta, o tal vez ignorando adrede lo que sucedía, no pude evitar volver a cogerla, y luego llegaría la tercera vez y antes que pudiera darme cuenta, Belle se me había hecho tan necesaria como el aire que respiro, ella se había colado en mis huesos, coger con ella era el paraíso, mi droga y me naufragué sin remedio en su mar de curvas, era mi droga, mi maldita droga.

Pero como dije, esa mujer tenía el alma tan negra como su piel, ella solo daba esperando tener algo a cambio, solo me enredaba dándome su sexo para quedarse con mi dinero, empezaron las presiones, para que dejara a mi esposa, ella dejaría si remordimientos a Roque, mi amigo, el mismo que la había sacado de toda la ruina de Haití, y empezamos a caminar por la corniza, a mi ni se me cruzaba por la cabeza la posibilidad de armar una nueva vida con ella, yo tenía claro que para ella solo sería un peldaño mas en su escalera, y cuando se cruzara en su camino algún tipo con bolsillos mas grandes que los míos yo me transformaría en pasado.

Y empezaron los roces, ella empujó más y más llevándome al límite, ya no quería coger con mis promesas incumplidas, y yo con tal de tenerla en la cama prometía cada vez mas mentiras.
Y nos descuidamos, nos confiaos, pensamos que mi esposa y mi amigo jamás sospecharían nada de nuestros amoríos, pero nos equivocamos...

Una madrugada de cielo encapotado al salir del hotel se nos atravesó un coche imponiéndonos el paso, Roque se bajó enfurecido, maldiciendo al viento, nos hizo bajar y empezaron las discusiones a viva voz, el ya sabía todo, hacía rato lo sabía, nos había seguido varias veces, tenía fotos, tenía todo, Belle y yo solo tratábamos de justificarnos, pedíamos clemencia pero cada vez que habríamos la boca Roque nos apuntaba con un arma de fuego y empezaba a gritar como poseído, temí por mi vida, el amenazaba con matarla a ella, con matarme a mi, con pegarse un tiro, y solo daba vueltas tratando de entender, como esa mujer a la que le había dado todo, que la había sacado de la miseria, lo estaba traicionando, como su amigo, su gran amigo, su hermano, hacía lo mismo.

Con el correr de los minutos entendí que mi amigo no pasaría de puras amenazas, él era tan noble que jamás tendría el valor de apretar el gatillo, así que bastó un descuido de su parte para que le arrebatara el arma, fue como quitarle un dulce a un niño.
Roque entonces se puso furioso conmigo, y se abalanzó sobre mi como una fiera, forcejeamos un poco y solo se sintió un disparo que retumbó en el silencio de la noche.
Todo el bullicio había atraído a casuales espectadores, un viejo guardia de seguridad del hotel miraba a prudente distancia sin saber que hacer, un par de transeúntes parecieron espantarse, como para no complicarse, mientras el encargado del hotel había dejado su puesto y caminando en forma nerviosa lo escuché llamar al 911
Mi amigo yacía a mi lado, boca arriba, su remera celeste estaba teñida de rojo, Belle estaba arrodillada a un lado, con la cabeza entre las piernas, gritando en un incontenible ataque de nervios, miré mis manos, aun estaba llenas de sangre, aún tenía enredada el arma entre mis dedos, sentí morirme...

Si, la entrevista con Alan tuve que hacerla en la penitenciaría del estado, purgaba algunos años de condena, y le quedaban algunos mas por cumplir, la condena no fue muy extensa, se alegó defensa propia, pero él tenía el arma en sus manos, y todo lo que realmente sucedió esa noche solamente está grabado en las retinas de Alan.
Le pregunté por el presente de Belle, tenía la esperanza de escuchar su historia, su parte de la historia, pero el hombre con la mirada perdida solo me dijo que no tenía idea, que no la había visto mas y que no le interesaba saber de ella.
Por mi parte averiguaría luego que Belle se había cruzado con un empresario colombiano y que al parecer esa había sido su destino, hasta ahí pude rastrearla, pasajes sin retorno a Colombia.
Para terminar, debo decir que dejé a Alan con la impresión de que el pagaría de por vida la muerte de su amigo, aunque le quedaran pocos años para salir en libertad, el llevaría por siempre sobre sus hombros una mochila que no podría quitarse



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