Tal como había anticipado y presagiado, nuestros padres nos sorprendieron durmiendo juntos, desnudos y con alguno de mis dedos introducidos en el interior de la vagina de mi hermana.
Lo de los dedos lo conté en la anterior entrega, pero, además quiero aclarar que también era por un pedido de Felina, ya que le costaba mucho dormirse si no era así. Más aún, a mi no me hacía ninguna gracia despertar con los dedos arrugados y descoloridos producto de la humedad de sus fluídos genitales.
El primero que lo descubrió fue nuestro padre, debido a que tenía como costumbre al levantarse toda una rutina, iba derecho al cuarto de baño, se duchaba y demás acciones necesarias, se hacía un café, se terminaba de vestir, y antes de irse al trabajo, abría las puertas de los dormitorios y miraba. Yo sabía que con él no habría escándalo, por obvias razones. Sin embargo, con nuestra madre sería otra historia.
De todos modos confiábamos en que como ella se despertaba muy tarde, tanto o más que nosotros, nunca nos descubriría. Pero, cuando bajé a desayunar, la encontré en la cocina con el palo de amasar y no precisamente para realizar algún arte culinario. Me miró, me ordenó que fuera al rincón de la habitación, bajó mis pantalones y me asestó un golpe firme, intenso en las nalgas, y dijo ¡Estate chito! Luego de lo cual sin mediar otra directiva, subió las escaleras rumbo a nuestro dormitorio para encontrarse con su hija, mi hermana Felina que ya había despertado por mi alarido de dolor.
Ella cobró unos cuantos palazos más, porque era reincidente mandándose macanas. Eso, no impidió su normal desempeño habitual pero, lo relajó en su intensidad. Producto de esto, tuve un espacio de tiempo libre para recabar información más personalizada de nuestra familia, específicamente quería conocer más de nuestro otro abuelo, el materno, ya fallecido, del que misteriosamente poco sabía, prácticamente nada.
El encono entre muchos de los integrantes de nuestra familia ampliada, es decir, tíos, cuñados, concuñados, etcétera, benefició mi investigación, mi pesquisa. Para resumir, sino tendría que hacer una historia aparte (aunque, tal vez, en otro momento me aboque a realizarla), el abuelo materno era lo que comúnmente llamamos un "loquillo", pero, en el sentido más amplio que esa definición enmarca.
Resulta que el abuelo era un clásico fiolo, que hacía trabajar a todas sus mujeres.
La primera en la familia, la que comenzó con la actividad fue su propia esposa, la abuela Juana, pero también era un libidinoso incestuoso, él sometía además de su conyuge, a cada una de sus hijas, conforme adquirían la edad de "merecer", para luego de entrenarlas y que adquirieran experiencia con él, hacerlas laburar de putas, en otras palabras mi vieja "hacía la calle con su madre y sus hermanas".
El hijo mayor y primogénito de mi abuelo, mi tío "Campos", era algo así como el "control de calidad", las exigía, las presionaba, las maltrataba, para buscar llegar al límite de su resistencia, también las probaba a todas sus hermanas, aunque tenía su predilección por la primera, la mayor, Lola, y luego las exhibían y alquilaban por horas.
Ahí me "cayeron todas las fichas", ahora tenía más sentido todo. No por nada ésta, mi familia nuclear era así, por eso mi hermana y también yo, somos así. Está en nuestros genes. ¡Qué ironía! ¡Nunca hubiera imaginado a mi madre en esa actividad! ¿Cómo seguir con esto? ¿Debería encararla antes de nuevos y próximos palazos? ¿Le tendría que contar a Felina? ¿Lo sabría ella?
En mi espionaje hasta me encontré con muchas fotos viejas de algunos de aquellos eventos, también imágenes en películas de "super8" de mi abuelo con las dos hijas mayores, mi madre y mi tía Lola, esta última, para darle una vuelta aún más retorcida a la historia, a parte que era la hermana de "Campos", tenían el hijo de ambos, es decir mi primo, era/es una aberración, un fenómeno, realmente no se si hay una denominación para el "hijo de dos hermanos". ¿Tal vez carnal?
Entonces, para poner en contexto mi averiguación, esa era una especie de emprendimiento comercial familiar, con dedicación exclusiva orientada al placer de los parroquianos de aquella comunidad y comunidades aledañas. Tal vez primero despuntó como un vicio del abuelo, (porque no creo que nadie en su sano juicio pudiera pensar e idear un negocio con estas características) sin embargo, poco más tarde, fue una forma de ganarse la vida, de toda la familia. Con las "hembras" de la casa sometidas al patriarcado opresor, “una forma de dominación que implicaba la explotación de las "féminas" por parte de los varones de la casa”, ellas como pacíficas "materias primas", como "recursos naturales" sin costo, y además como "mano de obra" gratuita, eran todas pingües ganancias.
Los contactos de "negocios" los cerraba el abuelo, la integridad personal o seguridad física de las inocentes damiselas la brindaba su primogénito varón, al que luego se le sumaron sus otros hijos varones, al contar con la edad "adecuada", para acompañar a la estrella del establecimiento en sus viajes interprovinciales, la que fue su última hija, la menor del abuelo materno, la tía Lidia. La que era requerida y recomendada por los mejores clientes más acaudalados.
Sin embargo, todo se desmembró con el fallecimiento de "él viejo", en condiciones misteriosas. Pareció un accidente. Su hijo mayor, quiso sucederlo en la "Pyme", pero sus hermanas, las mujeres, se sublevaron, desobedecieron y se marcharon de la provincia y llegaron a Buenos Aires, salvo la abuela Juana, la madre, que junto a Lola se quedaron con su hijo y marido/hermano respectivamente en Santiago del Estero trabajando, manteniendo las operaciones de transacción.
La imagen anterior corresponde a mi tía Lidia, la menor de la familia y última en sumarse al comercio familiar, la hija del "medio" (por edad) y más bella fue mi madre, la pionera fue la mayor de las mujeres, que es la tía Lola y la más productiva, la última, para todos un prodigio, una "máquinita" trabajando, dejaba conformes a todos, era Lidia, la menor.
Ya en casa en nuestro dormitorio, mientras me debatía conmigo mismo, si le contaba a Felina mi descubrimiento, y relatarle los pormenores más curiosos que había descubierto, ella que ignoraba mi trabajo de sondeo, sumaba un nuevo avance hacia mi humanidad, se restregaba con la concha en bombachas sobre mi en calzoncillos.
A esta altura de las cosas, mi castidad para con ella, no sabía a ciencia cierta cuanto más lo soportaría.
Aunque, lo que aún, en ese momento me hacía contener en esa acometida furiosa por parte de mi hermana, era la imagen acústica, psíquica de mi madre con mi abuelo materno manteniendo sexo oral con él. Algo totalmente perturbador para el pensamiento de cualquier hijo para con su madre.
Nadie, creo yo, imagina a su progenitora en una actividad así, y menos aún con un familiar tan directo, su ancestro.
La representación idealizada que tienen los hijos de sus madres, es otra muy contrapuesta a esa. Así que cuando Felina me quitó la ropa interior y quedó expuesta mi hombría, en tal estado de reposo, que no fue de extrañar, por lo menos para mi. Sin embargo, si lo fue para mi hermana, la cual lo tomó como una afrenta personal que yo no tuviera una erección ante su despliegue.
¡Qué mierda tenés! ¡Qué te pasa! ¡Sos trolo! Exclamo y se fue de la habitación.
Luego de un rato, me armé de coraje y fui a confrontar a mamá. Primero, me aseguré de que Felina no estuviera cerca, de hecho evidencié, que había salido de la casa., no quería que lo escuchara de "oídas" furtivas.
Mamá estaba por empezar a planchar como lo hacía habitualmente, entonces la interrumpí en esa su tarea, confensando abiertamente mi descubrimiento. Ella en ningún momento se inmutó, o estaba tan perpleja que se le plastificó la sonrisa. Conforme le daba detalles de mis hallazgos se la notaba como que se sacara al escucharme algún peso de encima.
Me dijo ¡Hijo, Yo nunca te mentí, y ahora no será el momento que lo haga! Ya qué lo sabés, yo te lo confirmo que es así! ¡Preguntame lo que quieras! Afirmó[/b]
No sé que había esperado o deseado escuchar de ella, tal vez, alguna excusa, algún motivo que la exculpara, algún pretexto que la absolviera. Pero igual en mi cabeza daban vueltas las imágenes de ella que había visto.
¿Cómo pudiste? ¿Papá lo sabe, se enteró, por supuesto? ¿No es así? Pregunté
¡Claro, él fue muy importante, me ayudó a irme de allí! Aclaró ella
¡Pero, cómo es que seguís recibiendo en casa a Campos y Lola! ¡Bah, principalmente a Campos, que no es tu cuñado, sino tu hermano, mano derecha del "Chulo" de tu padre, otro rufián! Exclamé
¡Es muy complejo! Dijo, y fue en el primer momento que se puso seria.
¡Éramos muy pobres, no había fuentes de trabajos dignas, pasábamos miseria, hambre!
¡Y en esa sordidez, lo inmoral es moneda corriente!
¡Carecíamos del decoro y la dignidad suficiente!
¡Y en el desamparo de la indigencia, nos aferramos a lo que fuera!
¡La necesidad hijo, tiene cara de hereje! Sentenció
Lo quería reflexionar de algún modo que me permitiera aceptar lo inaudito de su explicación, pero me era inconcebible, e imperdonable, un verdadero latrocinio. ¡Pero cómo no iban a poder hacer otra cosa! Me lamenté afligido. En ese momento ella corrió su bata, (la prenda holgada que usaba al levantarse de la cama o para estar en casa) la abrió y mostrándome los senos, (que tantas veces había visto al deambular de nuestra madre por la casa), dijo ¡Tal vez sí, pero este par de razones a mi padre, tu abuelo y a todo el resto de la familia le pareció más que adecuado!
¡De hecho, ya tu tía Lola hacía tiempo que nos mantenía a todos con lo mismo!
¡Lo que ella ganaba en unas horas, era el salario de un mes de la mayoría de los que tenían trabajo! En ese contexto fue desestabilizador para mi observar sus tetas, subvertía mi orden moral y los valores anteriores, quedé afectado.
Esa fue la primera vez que vi a mi madre como mujer.
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