Esta es la historia de Lautaro, un chico que se muda solo a un departamento en el que va a vivir muchísimas experiencias nuevas, disfrutando del sexo con amigas, desconocidas y sus vecinas, sin saber que algunas mujeres ocultan secretos muy oscuros. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
Capítulo 2: Visita inesperada
El resto del verano fue súper caliente al lado de Macarena, con quien al parecer volvíamos a tener una relación sexual bastante activa. Luego de esa primera noche juntos después de mucho tiempo, me escribió al fin de semana siguiente para vernos y volvimos a terminar el sábado acostados en la cama de mi nuevo departamento teniendo sexo bien caliente y violento. Me encantaba coger con ella pues era una chica bien sarpada y atrevida, pero por sobre todo muy sumisa. Sus petes me volvían loco y lo sabía muy bien, a tal punto que al miércoles siguiente cayó a casa a la hora de la cena y antes de que pudiéramos comer me llevó al sillón para sacarme toda la leche con su boquita. “¡Dale puta! ¡Dale que te voy a dar toda la leche!” le dije mientras ella me pajeaba a toda velocidad con mi verga adentro de su boca. Después de eso, cenamos tranquilos para irnos a la habitación una hora y media más tarde y tener una revancha aún más caliente y sarpada.
Quien odiaba esa situación y estaba bien al tanto de lo que sucedía era Ana Laura. Ella se había dado cuenta de que Macarena y yo nos mirábamos con ganas en la noche de la fiesta y fue por esa razón que intentó estar conmigo. Me pidió perdón y yo acepté sus disculpas, sin embargo la relación no mejoró mucho cuando Javier comentó en la siguiente reunión que yo me seguía viendo con Maca. Ana obviamente no dijo nada, pero su cara de odio fue tal que Natalia y Elisa tuvieron que sacarla de la conversación con la excusa de contarle algo súper importante.
No fue hasta fin de mes, que me crucé con la primera vecina del edificio. Victoria era una chica de veintiún años que vivía en el 9no B (en frente mío) y que al parecer se había mudado también hacía poco tiempo. “Perdón, es que yo estoy acá hace cuatro meses y nunca me crucé a nadie en frente. Pensé que vivías hace más tiempo” me dijo después de presentarse como la chica nueva y que yo le aclarara que en realidad yo era el nuevo. Era una chica súper petiza, flaquita, muy simple y agradable. Estuvimos hablando apenas unos minutos una tarde que yo saqué la basura al palier y ella justo llegaba y me parecía sumamente simpática. Era estudiante de medicina y provenía de un pueblo del interior de la provincia, por lo que no conocía mucha gente.
Tan solo dos días después, Me crucé a Darío y a Tamara, una pareja de 30 años que vivía en el 5to piso y quienes estaban en el consejo. “Vos cualquier problema que tengas, me decís a mí o a Darío” me dijo ella y me dio una hoja con sus números de teléfonos y sus correos electrónicos. Lo primero que pensé fue que alguno de los vecinos no se quejara de mí, pues unos días más tarde volvimos a hacer una fiesta con los chicos de la secundaria y de la facultad. En esa oportunidad, Ana no estuvo presente, pues se encontraba de vacaciones en la costa. Maca y yo aprovechamos para calentarnos durante toda la noche y para coger con ganas luego de que los demás se fueran.
Ya entrado el mes de Febrero, me encontraba sentado en el sillón un sábado a la tarde con el celular en la mano mirando las redes sociales y disfrutando de la brisa que entraba por la ventana. Le había mandado un mensaje a Macarena con la idea de vernos esa noche, sin embargo ella ya tenía un programa armado, por lo que me dijo que prefería dejarlo para la semana. “Miren esta mina” nos escribió Franco a Javier, Lucas y yo, pasándonos el Instagram de una chica hermosa. “Se llama Julia, labura en el estudio de mi viejo y está buenísima” nos escribió y me puse a ver las fotos. De golpe me encontré viendo las imágenes en Instagram pero no prestando atención a lo que estaba observando. Era como si mi mente estuviera divagando, tratando de pensar en que era lo que iba a hacer ese día aburrido…
¡¡¡Riiiiin!!!
Pegué un salto del sillón y me paré en seco en medio del comedor. El timbre había sondado muy fuerte y entonces comprendí que era la primera vez que lo escuchaba, pues la noche de las fiestas nadie lo había tocado y cuando nos veíamos con Macarena ella solía avisarme por celular que estaba abajo. Atendí con desconfianza, sin saber quién estaba del otro lado y pensando que se trataba de un simple error. Sin embargo sentí una gran alegría al escuchar una voz familiar que me decía: “Soy yo, Lorena”. Agarré las llaves, dejé el celular arriba de la mesa y bajé a abrirle con una tranquilidad enorme.
Lore es una amiga de hace muchos años que conocí gracias a un amigo en común. En un principio formábamos parte de un grupo que después se fue deshaciendo y con el tiempo nosotros seguimos en contacto. Obviamente tuvimos un ida y vuelta cuando teníamos dieciocho años que nos llevó a pensar en una relación juntos. Sin embargo ninguno de los dos quería algo serio, por lo que rápidamente nos dimos cuenta que lo mejor que podíamos hacer era coger sin compromiso alguno. Con el correr de los años, cada uno siguió su camino y dejamos de vernos tan seguido pero de vez en cuando nos encontrábamos para ponernos al día, tomar una cerveza y tener algo de sexo.
Recibí a Lorena con un abrazo bien grande y subimos al departamento para enseñarle donde vivía ahora. “¡Me encanta, Lauti! Te quedó re lindo” me dijo sonriendo después de que le mostrara como era mi nuevo departamento. Fue entonces cuando volvimos al comedor y encontró mi celular arriba de la mesa y me preguntó quien era la chica a la que estaba stalkeando. Le comenté que se trataba de la chica de un amigo, a pesar de que Franco y ella nunca habían estado juntos. Lorena me miró sonriendo y después de decir un chiste sobre mí y mis intenciones con esa chica, se sentó en el sillón y se relajó mirando alrededor.
Entre risas y chistes seguimos conversando y Lore me contó que ese verano se había ido al norte y que había conocido a un chico con el que estaba saliendo. “Se llama Bruno y es tres años mayor que yo” me dijo mientras me hablaba un poco de él y me contaba de su relación. Al parecer la cosa iba tranquila, pues solo habían estado un par de veces en el viaje y ahora habían quedado en verse cuando él volviera, ya que su viaje era más largo que el de mi amiga. “En realidad volvió pero se fue de nuevo con otro grupo de amigos y viajó a la parte norte de Perú” me aclaró Lorena cuando yo le hice un chiste sobre alguien que se tomaba vacaciones por dos meses.
Poco a poco fue pasando el tiempo y como se hicieron las siete de la tarde saqué unas cervezas y algo para picar. Ella me siguió hablando de su vida, contándome de lo que tenía ganas de hacer y de cómo iba a afrontar ese nuevo año. Por mi parte le hablé de mi nueva situación en el departamento y de cómo había vuelto a estar con Macarena tras un largo tiempo. En un momento ella se levantó y fue al baño dejándome a mí solo en el comedor. Volví a tomar el celular y leí los comentarios de Javier y de Lucas, quienes alababan el cuerpo de Julia y le decían a Franco que tenía que hacer algo para estar con ella.
- ¿Podés dejar eso y venir?- Me dijo Lorena sorprendiéndome.
Levanté la vista y vi que mi amiga estaba parada en la entrada del pasillo, apoyada contra la pared y semi desnuda. Se había quitado el short y la remera con la que había venido a casa y tenía puesto un corpiño blanco que le quedaba muy sexy y una bombachita azul clarito que le remarcaba la cinturita. Eso era lo que más me gustaba de mi amiga, que además de no hacerse problema por tener sexo conmigo, lo hacía cuando ella quería. Sin dudarlo me levanté y volví a dejar el celular en la mesa para seguirla hasta la habitación.
Entramos y ella me agarró del cuello para pegarme a su cuerpo y besarme con ganas. A diferencia de Macarena, Lorena era de tomar la iniciativa y solía ser mucho más sarpada que mi compañera de la facultad. Eso también me encantaba de ella, pues en muchos de nuestros encuentros, solíamos pelearnos por ver quién era el que dominara la situación. Sus labios me besaron y su lengua entró en mi boca haciendo contacto con la mía. Poco a poco nos fuimos yendo hacia la cama y nos acostamos, ella sobre mi cuerpo, para seguís besándonos de manera bien caliente. Mis manos recorrieron su espalda hasta llegar a su colita la cual agarré con firmeza y la sostuve por un buen rato.
Ella fue bajando con sus labios por todo mi cuerpo, besándome el cuello, los hombros los brazos y luego la cintura. Mientras yo me sacaba la remera ella me desabrochó el pantalón y se desprendió del mismo para dejarme en bóxer. “¡Uff hacía mucho que no te tenía así!” dijo pasando su mano per el bulto que se formaba debajo de mi cintura. “¡Y yo a vos así!” le retruqué sonriendo y haciéndole saber a mi amiga que esa tarde tenía ganas de pelearme por el poder. Me encantaba como me calentaba Lorena, era muy atrevida y siempre decía muchísimas cosas que me ponían al palo. Me siguió manoseando un rato hasta que no pudo aguantarse las ganas y me bajó también el bóxer dejándome completamente desnudo.
Me agarró la pija con una mano y mientras se relamía la boca me fue pajeando hasta ponérmela bien dura. Yo la miraba con la cabeza levantada y veía su carita de golosa que se acercaba hasta mi verga suavemente desde abajo. Sentí su lengua pasar desde la base hasta la punta y mojarla toda, provocando que por mi cuerpo recorriera un escalofrío desde mi cintura hasta mi nuca. “¡Uff Lore! ¡Que lengüita juguetona que tenés!” le dije mientras la movía lentamente desde abajo hacia arriba. Cuando llegó a la cabeza se la metió en la boca y lentamente empezó a recorrerla con sus labios. “¡Mmm así!” le dije yo largando un suspiro bien hondo que indicaba lo mucho que me gustaba lo que me hacía.
Me volvía loco la manera en la que su boca recorría toda mi verga y la succionaba. Ella movía su cabeza hacia arriba y hacia abajo chupándola toda, pasándole la lengua por todos lados y saboreándola por completo. Sus ojitos de vez en cuando se alzaban para mirarme y eso me fascinaba, haciendo que mi verga diera pequeños latidos adentro de su boca. “¡Qué lindo como la chupas, Lore! ¡Me encanta lo glosa que sos con mi pija!” le dije lanzando un suspiro de placer bien profundo. Ella me respondió con una sonrisa y se la sacó de la boca para seguir pajeándome a toda velocidad.
- Hacía mucho que quería venir a cogerte.- Me dijo y eso llegó hasta mi cerebro.
Me levanté de golpe y la tiré hacia atrás para que cayera de espaldas contra la cama. Me acomodé entre sus piernas y le corrí la tanguita hacia un costado para pasarle mi lengua con ganas sobre su conchita. Ella lanzó un gemido de placer que se escuchó por toda la habitación y enseguida llevó una de sus manos a mi nuca para enredar sus dedos en mi pelo. Yo volví a pasarle la lengua y me concentré en su clítoris, el cual le lamí a toda velocidad, moviendo mi lengua de un lado al otro. “¡Que rica conchita que tenés!” le dije con la boca completamente mojada y volviendo a sumergirme en su cuerpo. Ella se retorcía de placer y movía su cintura en todas direcciones por lo que tuve que agarrarla con fuerza de las piernas para que no se me escapara. Sin embargo Lorena no se despegaba de mi boca que largaba saliva sobre su conchita totalmente mojada.
Entonces me levanté y me acomodé sobre su cuerpo para besarla con ganas y hacerle probar la humedad de su concha. “¡Cogeme Lauti!” me pidió en un susurro al oído y yo metí mi pija bien a fondo de su cuerpo sacándole otro grito agudo. “¡Como te gusta mi pija, trola!” le dije con una sonrisa macabra y volví a besarla con mi boca llena de saliva y sus propios flujos. Comencé a moverme hacia arriba y hacia abajo, provocando que mi verga entrara y saliera de su concha, cada vez más rápido y con más violencia. Ella estiró los brazos y se aferró a las sabanas mientras que yo le besaba el cuello y le mordía la oreja. Podía escuchar su respiración agitada en mi oído y sus gemidos que iban en aumento a medida que yo aceleraba el ritmo.
Entonces fui levantando mi cuerpo hasta quedar arrodillado entre sus piernas y se las levanté para apoyarlas en mis hombros. “¡Así! ¡Me encanta!” me dijo ella sintiendo como mi pija entraba bien a fondo de su conchita que estaba totalmente empapada. Seguí moviéndome hacia atrás y hacia adelante a toda velocidad y con todas mis fuerzas, haciéndole sentir mi dureza adentro suyo. Ella gritaba y gemía como loca, mientras que sus manos se seguían aferrando a las sabanas. Estiré mis brazos y llegué con mis dedos a sus tetas, las cuales apreté y jugué con sus pezones. “¡Sentila puta! ¡Sentí como me ponés la poronga!” le dije dándole bien duro y cogiéndomela a toda velocidad.
Enseguida ella fue bajando las piernas hacia uno de los lados y quedó de costado. Yo no me moví ni un segundo y me la seguí cogiendo como loco, pues me encantaba darle bien duro y escucharla gozar de esa manera. Lorena estiró uno de sus brazos hacia arriba y apoyó su mano en mi pecho para ir bajándola lentamente por mi cuerpo. Cuando estaba por llegar a mi cintura yo se la tomé y volví a posicionarla en mi pecho para pedirle que me tocara los pezones. “¡Mmm sí! ¡Cogeme bien duro Lauti!” me seguía pidiendo mientras que sentía como sus dedos rozaban mis tetillas y me calentaban muchísimo.
Después de eso siguió girando y se terminó poniendo en cuatro a lo largo de la cama. Yo me arrodillé nuevamente detrás de ella y sin dudarlo le abrí los cachetes del culo y le metí la verga bien a fondo de la conchita. “Me encanta cuando solita te ponés en esta pose” le dije sonriendo y ella me respondió que se ponía muy puta cuando estaba conmigo. Lorena pegó un gritito bien agudo que se escuchó por todo el departamento y volvió a sujetarse con firmeza de las sábanas. Yo apoyé mis manos en su cintura y me la empecé a coger como loco, moviéndome hacia adelante y hacia atrás dándole a toda velocidad. Me encantaba como gemía y como gritaba. “¡Dale! ¡Dame bien duro! ¡Cogeme!” me pedía como loca mientras que mi pija totalmente parada entraba en su conchita. Era una trola tremenda que sabía cómo ponerme al palo.
Sus gritos fueron aumentando y se hicieron cada vez más agudos hasta que noté como su conchita se empezó a empapar por completo. Un alarido bien agudo me dio a entender que Lorena acababa de llegar al orgasmo y eso me voló la cabeza. Me la empecé a coger a toda velocidad, agarrándola con fuerza de la cintura y dándole bien duro. “¡Sí yegua! ¡Me encanta cogerte! ¡Me encanta romperte toda!” le gritaba mientras me movía descontroladamente. Sus gritos no cesaron y estos se metían en mi cabeza, calentándome muchísimo y poniéndome como loco. Me movía bien rápido y mi verga entraba y salía de su conchita empapada casi por completo.
La saqué justo a tiempo para sujetarla con mi mano y empezar a pajearme sobre los cachetes de su cola. Entonces el semen comenzó a salir y fue cayendo como una catarata sobre sus nalgas rositas que tanto me encantaban. Ella se desplomó sobre el colchón, completamente exhausta y satisfecha, mientras que yo seguía acabando encima de su cola y bañándola en semen. Una vez que estuve totalmente complacido, me recosté al lado de ella y me dediqué a recuperar el aliento pues el corazón me latía rapidísimo.
“¡Como me tomaría una birra ahora!” me dijo Lorena girando la cabeza para mirarme. Yo tomé aire y muy despacio me levanté para sentarme en la cama y poder reaccionar. Miré su cola que estaba toda empapada de mi leche y me morí de ganas de volver a cogérmela. Sin embargo me levanté y fui directo a la cocina a buscar otra cerveza en la heladera, la cual estaba completamente helada. Con una sonrisa en el rostro y con la idea de esperar unos minutos para tener una segunda vuelta volví a la pieza. Cuando volví a pasar por el comedor vi mi celular arriba de la mesa y por un segundo me vinieron unas ganas terribles de escribirle a la pendeja que trabajaba con el padre de Facundo para cogérmela.
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