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En la empresa de mi esposo

mis 24 años, era modosa y recatada, así como apática e indiferente en cuanto a fiestas se refiere ya que no me gusta bailar, pero en cierta ocasión, mi esposo me pidió vestirme de manera sensual con un vestido corto, ajustado, escotado y sin sostén, para asistir a un festejo por aniversario de su empresa, donde no conocía a nadie y nos pusieron en la mesa de los funcionarios, yo quedé sentada junto a su jefe, un señor de 46 años, quien después de un buen rato de ver a que mi marido me dejaba sola, por ir a bailar y departir alcohol en otras mesas y habiendo ocupado otra persona su lugar, muy sutilmente y por debajo de la mesa y el mantel, me empezó a acariciar la pierna, y en susurros a lisonjearme, incómoda y molesta, soporté su actitud, ya que no podía incriminarle nada ante los demás, al notar que yo no protestaba, atrevidamente acaricio mi muslo, con la caricia, mi cuerpo se estremeció, por lo que busqué a mi esposo y al no localizarlo, indiqué que iba al tocador, aunque sabía que no era mucho el tiempo que podía demorarme, al regresar a la mesa crucé mis piernas, pero el señor no se inmutó y continuó insistiendo en meter su mano, con lo que recorrió el vestido hacia arriba, quise cubrir mi conejo con las manos, pero era muy notorio y solamente sostuve el mantel junto a mi ombligo, de inmediato su mano rozó mi concha sobre la pequeña tanga y empezó a exaltar mi temperatura, mientras distraídamente veía para todos lados y observaba a mi animoso esposo bailar, los dedos del señor jalaron la tela de mi diminuto calzón y comenzaron a hurgar en mi rajada, que no tardó mucho en humedecerse, el hombre ya me había excitado y vencido mi autocontrol, irreflexivamente abrí las piernas y aprovechó para meter un dedo en mi agujero, tragando saliva y mordiendo mis los labios disimuladamente, evité demostrar mi placer y deseo, ante la indiferencia de la gente en la mesa, hasta que sin aguantarme y sin saber porqué, dije: 
-¿Hay forma de poder hablar por teléfono de larga distancia? 
-¡Claro!, lo puedes hacer en mi oficina, te acompaño, respondió el hombre elocuentemente. 
Con dificultad me acomodé el vestido y nos levantamos, al pasar entre las mesas me encontré con la mirada intrigante de mi esposo, se tranquilizó con la señal de que no me demoraba, mientras caminábamos, el señor dijo. 
-¿A quién quieres llamar? 
-¡Fue pretexto para que termine lo que inició! 
Sonriendo me guió hasta un despacho que cerró con seguro, de inmediato me recargó en el escritorio y sin decir nada, uno de sus brazos rodeó mi talle y mientras me besaba, su mano se metía entre mis piernas y oprimía mi panocha, yo ansiosa no opuse resistencia disfrutando su lengua en mi boca, luego, tomó los delgados tirantes de mis hombros y los bajó descubriendo mis senos, sus manos acariciaron mis nalgas y subió el vestido hasta mi estómago, de un tirón desgarró la tanga denotando lo inflamado de mi conejo y sus recortados vellos, con todo el vestido plegado en la cintura, revisó mi cuerpo y exclamó: 
-¡Que sabrosa estás, mamacita! 
Me sentó en el escritorio, separó mis piernas y metió su cara entre ellas, proporcionándome unas deliciosas mamadas en toda mi rajada, ocasionalmente sus labios apretaban y jalaban mi erguido clítoris, me recosté apoyando el cuerpo sobre mis codos, con la cabeza colgando y moviéndola de un lado a otro lentamente, tuve un pequeño orgasmo sin percatarme que se quitaba los pantalones, cuando se enderezó con la boca ensalivada y embarrada de mis jugos, se inclinó a chupar mis pezones mientras acomodaba la punta de su verga en mi dilatado hoyo, metió la cabeza y empezó a moverse en la entrada, provocándome ansiedad y deseo. En el primer empujón, mi coño aceptó un buen pedazo de su endurecida carne con un leve -uuummmmmm-, con el siguiente ataque, hundió su pito hasta el fondo, sintiendo que sus bolas pegaban en mi trasero y nuestras melenas se entremezclaban, con los movimientos de saca y mete que se fueron incrementando hasta ser enérgicos y poderosos, me hizo musitar -así, así-, -que rico-, -que buena verga tiene-, -así-, -así me gusta-, -así-, hasta que solté un largo –ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh-, por el delicioso y placentero orgasmo provocado. 
Cuando se zafó, con mi trémulo semblante y el cuerpo palpitante, escuché: 
-¿Lo quieres por el culo? 
Por un instante titubeé, pero el deseo era mayor a mi pudor, simplemente me puse de pié y me agaché para propinarle vehementemente una buena mamada a su rica tranca, luego me enderecé, giré y apoyando mis codos en el escritorio, le ofrecí todo mi trasero, diciendo: 
-¡Pero despacito! 
Acarició mis glúteos y dio un par de pequeñas nalgadas en cada uno, los separó y ensalivó mi agujero, acto innecesario, ya que con lo empapada que tenía la verga, lentamente se fue deslizando en mi interior, abrí más las piernas para colaborar con la deliciosa cogida, lo que sirvió para que una de sus manos acariciara mis senos mientras la otra introducía un dedo por mi coño, entre mis -huuuuuy-, -ahhhh-, -ummmm-, con ambos miembros dentro de mi cuerpo, incitó a que me corriera nuevamente mientras él se estremecía, llenando mi conducto trasero con una gran cantidad de fogosa y nutrida leche. 
Aún teniendo ganas, y en el arreglo de nuestra respectiva ropa, dijo: 
-No podemos a salir juntos, para asearte, puedes usar el baño para ejecutivos que esta al fondo. 
Sentada en el WC, me percaté que alguien entraba, espantada y curiosa, entre abrí la puerta del cubículo y observé a un tipo orinar, escuché que se lavaba las manos ante el espejo de enfrente y dijo. 
-¿Te gustó lo que viste?, ¿Si quieres te lo doy? 
Pasaron unos segundos y súbitamente abrió la puerta con su parado pito fuera de la bragueta diciendo: 
-¿Quieres? 
Sorprendida, caí sentada en el WC perpleja y muda, solo pude ver su cara y bajar la vista a su verga repetidamente, se acercó dejando mis pies entre sus abiertas piernas y con su pito a escasa distancia de mi boca, jaló mi nuca y exigió: 
-¡Chúpalo! 
Mis labios paladearon afanosamente la engarrotada verga, hasta que me tragué una rica y fabulosa cantidad de semen, se quitó, se lo guardó y así como entro, salió. 
Al enjuagarme la boca, en el espejo observé la puerta del cubículo mal cerrada y por debajo de ella, mi olvidado zapato junto al baño, con lo que intuí cómo había notado mi presencia, el hombre al que le había chupado el fierro. 
Cuando llegué a la mesa, estaba mi marido somnoliento y alcoholizado sin que nadie le hiciera caso, minutos después se acercó un joven de unos 30 años, quien me dijo: 
-Ya se le pasaron las copas, creo que es hora de que se retiren. 
-¡Si, muchas gracias!, es que…, respondí apenada! 
-¿Tienen forma de irse?, cuestionó. 
-¡Está el coche, pero él no va a poder manejar y yo no sé! 
-Yo no traigo carro y ya me iba, ¿Quieres que maneje? 
Entre el joven, quien dijo llamarse Miguel y yo, prácticamente arrojamos a mi esposo al asiento trasero del auto, en el trayecto constantemente volteaba, para ver que seguía adormilado, llegando a casa Miguel me ayudó a subirlo al cuarto completamente inconsciente, ya en la sala le dije: 
-¡Gracias!, No sé cómo pagarte las atenciones que has tenido. 
Miguel comentó en voz baja: 
-Disculpa, pero en el coche noté que no traes calzones y me enseñaste tu rica “cosita”, si me quieres pagar el favor, déjame cogerte. 
-Pero…, dije anonadada. 
-¡Anda!, estás muy buena y creo que tienes ganas, el ingeniero Ruiz me dijo que solo se lo mamaste y no quieres que tu maridito se entere, ¿o sí? 
Perpleja y anonadada, no lo podía creer, ya me habían follado, tragué semen y me querían volver a coger, en el mismo día, pero ¿Qué iba a pensar mi esposo si se enteraba?, por lo que solo pude balbucear: 
-Pero…, es que…, yo no… 
-¿Sí?, preguntó 
Resignada, con morbo y caliente pedí: 
-¡En el otro cuarto y sin hacer ruido! 
Metió la mano bajo el vestido, sobó mi conejo y aceleró mis ganas, lentamente y en silencio, subí las escaleras quitándome el vestido y sintiendo como iba hurgando en mis agujeros detrás mío, al llegar a la primera recámara, abrí lentamente la puerta y me incliné para espiar a mi perdido cónyuge roncando, en ese momento, ahogue un gemido, al sentir que inesperadamente, Miguel enterraba fieramente su verga en mi culo, ahí, parada y recargada en el muro, con la puerta entre abierta y viendo resoplar plácidamente a mi esposo, me estaban enjutando una verga por atrás y hasta el fondo, mis chiches se zarandeaban y mi cuerpo se agitaba con las enérgicas embestidas de Miguel, tan fuertes eran los ataques, que poco a poco mis senos se apachurraron en la pared, con el culo levantado y su mano oprimiendo mi conejo, me mordí los labios para contener el gemido de placer por mi rico orgasmo, minutos después, agitado y sin sacarlo, llegamos al siguiente cuarto entre mis -ahh-, -ahh-, ambos caímos sobre la cama, yo boca abajo y él sobre mi espalda, ni aún así me soltó y siguió follándome por atrás, estábamos sudorosos, jadeantes y bien calientes, cuando se zafó, al quererme acomodar, me dejó en cuatro patas a la orilla de la cama, me agarró de las nalgas y me incrustó el maravilloso pito en el coño, los encantadores tallones y dominando mis satisfactorios gemidos, solo pude exhalar un ahogado -ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm-, por mi orgasmo, continuó raspando mi interior, hasta que con pequeñas convulsiones, me fue llenando la vaina de suculenta crema. Sudorosa, batida, agotada y satisfecha, quedé de bruces sobre la cama, displicente, escuché que la puerta de entrada a casa se cerraba y me quedé dormida, sin saber el tiempo transcurrido, indiferente, me desperté al sentir que mi marido, con su aliento alcohólico, me estaba ensartando por atrás, talló un buen rato, luego me puso boca arriba y lo empotró hasta el fondo de mi coño, creyendo que la facilidad con la que entró en mi ranura, se debía a mi calentura, me dejó su dosis de néctar, sin saber que la mezclaba con la de Miguel, que aun permanecía adentro. 
Como en un solo día, me habían abarrotado de leche todos mis agujeros, tres hombres distintos con sus ricas vergas y un cuarto, vació la suya en mi boca, descubrí que me encantaba y fascinaba que me cogieran, pero me consideré solo caliente y ganosa. 
Un mes después y mejorando mi esposo su puesto laboral, la empresa hizo la inauguración de una sucursal en Cuernavaca, misma a la que asistimos, por consabido, mi esposo se volvió a emborrachar y quedar perdido, lógicamente, su jefe me volvió a coger por donde quiso y como quiso, no conforme con ello, busqué a Miguel, pero mi informaron que no estaba invitado, sin embargo, me topé con el ingeniero Ruiz, que amablemente me convidó a ir a su habitación, que compartía con otro funcionario, entre los dos y perdiendo la cuenta de mis orgasmos, después mamar ambas vergas y de follarme individualmente por los dos hoyos llenándolos de suculento néctar, me hicieron sándwich, cosa que me complació sobre manera, a la mañana siguiente mi ignorante maridito, se cogió por atrás y por delante a su oronda y pérfida mujer, que para ese momento ya se consideraba una excelente y devota puta. 
A la fecha, tengo 26 años, mi esposo trabaja en otra empresa, a la que nunca he ido, pero a falta de sus compañeros, varios vecinos se turnan para que no me falte lo que tanto me gusta, tan ganosa y caliente me he vuelto, que hasta un vetusto vecino de 72 años ha probado las mieles de mi cuerpo, aunque solo le permito entrar por mi coño, no vaya a ser que ese que es mi reserva, se me quede tieso adentro. 

2 comentarios - En la empresa de mi esposo

Si-Nombre
Excelente veo que lo disfruto al maximo esta hermosa señora lo mejor para ella