Si sonríe de esta manera es porque anoche la pasó bien... aunque ella no sepa que yo sé. Lo sé todo... Ayer estuvo con mi amigo.
Está amaneciendo. La luz que entra por la ventana le ilumina parte del rostro. Está radiante. Duerme profundamente, con cara de felicidad. Un juego de sombras me permite ver la forma de sus pechos, desnudos, aunque lleve puesta una remera. Los pezones bien marcados.
Me vienen a la mente aquellos primeros momentos juntos. Tantos años atras. Las primeras veces que besé esas aureolas y sentí como se endurecieron en mi boca. Las primeras veces que acaricié esas piernas, que ahora no puedo dejar de mirar, que aún deseo con pasión.
Pasó tanto tiempo ya... Tantas cosas. Buenas y malas. Pero seguimos juntos. Aunque hace ya unos años que las cosas no son las mismas.
Estamos juntos, la remamos juntos. Pero, en lo físico, algo cambió. No de mi parte, yo la sigo deseando tanto o más que el primer día.
Aunque su cuerpo haya cambiado. Aunque sus grandes pechos hayan disminuido su tamaño después de haber amamantado a nuestros hijos. Aunque su piel muestre el paso de los años y unas canas se mezclen entre sus hermosos cabellos.
Todas esas son cosas, que a mí, me generan un sentimiento aún mayor. El saber que su cuerpo fue solo mío durante tanto tiempo...
Aunque ya no.
Quizás ella no sienta igual que yo. No sé cuándo empezaron a cambiar las cosas. Hace tiempo que nuestros encuentros en la cama son tristes. A oscuras, sin preámbulos ni sobremesas, algo directo, simple: un orgasmo y a dormir.
Algo se perdió. Y lo lamento mucho. Porque lo que más extraño es su cara de deseo. Su rostro al estallar en un orgasmo fuerte. Sentirla con ganas de comportarse bien puta. De dejarse hacer y de hacer todo...
Hace rato que no me chupa la pija. Hace rato que no descargo mi leche en su boca, que no me deja entrarle por la cola. Que le molesta que le hable mucho cuando cogemos. Que le avergüenza si quiero comerle la concha.
Aunque me duela, entendí que no había otra solución.
Yo quería verla gozar. Esa era mi meta.
Y lo logré. Hoy me encuentro con mi amigo que me va a contar todo.
Ella se acomoda y da un giro en la cama, percibo sutilmente, en su cuerpo relajado, que anoche disfrutó de varios orgasmos. Se la ve exhausta.
Hasta lleva puesta una tanga... hace cuánto que no la veía con una.
La pija se me pone dura.
Es raro lo que me pasa. Anoche, sin que ella supiera que yo estaba detrás de todo lo que ocurrió, un amigo, un gran amigo, a pedido mío, estuvo con ella.
Es que necesito saber que aún puede gozar, que puede disfrutar de su cuerpo, que puede liberar la puta, tan contenida conmigo, en estos últimos años.
Mi erección es fuerte.
Le miro la cola y me pregunto si se la habrá entregado. ¿Se habrá animado a chuparle la poronga a otro hombre que no sea yo? ¿Habrá conseguido mi amigo activar a la trola que conocí, que gozaba de hacerme gozar, que se entregaba entera, sin pruritos ni vergüenzas?
¡Por dios! Me late la pija de solo imaginarla besando y acariciando otro cuerpo. Despertando su lengua tan postergada, primero entre los labios de mi amigo y despues bajando por su cuello y su pecho, su panza y finalmente su sexo, erecto, deseoso, caliente.
La imagino, ya excitada, devorando esa pija, reencontrando, dentro de ella, esa pasión que tenía de comer una poronga, de llevarse los huevos a la boca y jugar con ellos. Llenando bien de saliva ese tronco venoso, duro y jugando a ver hasta dónde le entra en la boca.
Agitándolo después, fuerte, con las manos hasta sacarle unas gotitas y entonces frenando de golpe, acercando su boca y probando ese líquido espeso, transparente, calentándose con la idea de ser ella la que lo provoca.
Casi puedo ver cómo se moja a cada caricia recibida, a cada beso que recibe de él en su cuerpo, a cada lamida sentida en su cuerpo, en sus pechos, en sus piernas, en su vagina.
Casi puedo ver, también, la cara de placer al sentir que otro hombre prueba sus jugos. Que es otro hombre el que juega en su sexo y la hace gozar... Esa situación la hace explotar. Gritando, convulsionando.
Y después, agradecida con él por hacerla acabar así, de esta manera tan caliente, como hacía rato no sentía, la veo entregarse entera, ofrecerle el cuerpo... permitiéndole entrar en ella... Pero pidiéndole, suplicándole, que lo haga despacio, para poder disfrutar de cada milímetro de su verga al conquistar su interior. Queriendo inmortalizar ese momento en el que por fin su cuerpo es poseído por otro hombre. Hasta sentirla toda adentro, y así, muy caliente y excitada, decirle: ahora ¡cogeme fuerte! ¡Soy tuya! ¡Soy tu puta! Sintiendo la verga de mi amigo penetrándola con violencia, sintiendo los huevos golpeándole en la cola. Pidiendo ¡Más!¡Más! Y feliz. Feliz de estar engañándome. Feliz de estar siendo cogida por mi amigo, por su amigo. Al que seguro lleva años deseando...
Y acabando fuerte otra vez, agarrándose de la cola de él y presionandolo hacía ella para sentirlo lo más adentro posible, gritándole en la cara ese orgasmo. Mordiéndole el cuello.
Y, ya desaforada, bajando a probarle la pija otra vez, ahora que tiene el sabor de ser suya, de haberla hecho disfrutar, y sentir ese gusto. Y ser feliz sintiéndolo.
Y después, sin decir nada, arrodillándose sobre la cama, levantando bien la cola, apoyando los pechos y la cara sobre las sábanas, concentrándose, para poder sentirla así, desde atrás, hasta el fondo, bien al fondo...
Y mi amigo, servil, obediente, encantado, ardiente, acercando su miembro y entrándole por la concha un poco más, moviéndose dentro de ella, pero después sacándosela despacito y apoyándole la cabeza, hinchada y roja, en la cola, esperando la reacción de ella.
Y ella por toda respuesta, le acaricia la pija con el ano. Es toda suya. Y él la aprovecha. Suevemente, lubricandola, la penetra de a poco. Y ella, que hace tiempo no sentía una pija entrándole así, aguanta un poco el dolor, porque hoy es toda suya, hoy se tiene que ir completamente suya.
Y él, amable, la espera. La posee tiernamente, de a poco. Pero se la hace sentir. La recorre entera por dentro, hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro y hacia afuera, cada vez un poco más rápido, cada vez un poco más fuerte.
Hasta que ese dolor, se convierte en una sensación ambigua. Duele, pero gusta. No lo aguanta, pero quiere más. Quiere más. Quiere más. Quiere sentir ese dolor que a la vez la somete, la entrega a él. Pero a la vez la libera, la libera a su propio deseo, libera su excitación y calentura.
Tan así la imagino, que la veo siendo ella la que mueve la cola para jugar con la poronga de él, sabiendo que un instante antes de hacerlo explotar, la va a llevar nuevamente a su boca, para probar ese jugo que ahora le pertenece.
Es suyo, desde ahora y para siempre...
Para poder irse completa, con el gusto de él en cada puerta de su cuerpo.
Imaginarla así me duele un poco, pero me hace muy feliz.
Ahora es mi leche la que cae, por sus muslos, hacia sus piernas y le mancha la tanga.
Ella dormida no se imagina nada.
Esta tarde me encuentro con mi amigo y él me va a contar todo...
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Esto es lo que me contó mi amigo:
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Está amaneciendo. La luz que entra por la ventana le ilumina parte del rostro. Está radiante. Duerme profundamente, con cara de felicidad. Un juego de sombras me permite ver la forma de sus pechos, desnudos, aunque lleve puesta una remera. Los pezones bien marcados.
Me vienen a la mente aquellos primeros momentos juntos. Tantos años atras. Las primeras veces que besé esas aureolas y sentí como se endurecieron en mi boca. Las primeras veces que acaricié esas piernas, que ahora no puedo dejar de mirar, que aún deseo con pasión.
Pasó tanto tiempo ya... Tantas cosas. Buenas y malas. Pero seguimos juntos. Aunque hace ya unos años que las cosas no son las mismas.
Estamos juntos, la remamos juntos. Pero, en lo físico, algo cambió. No de mi parte, yo la sigo deseando tanto o más que el primer día.
Aunque su cuerpo haya cambiado. Aunque sus grandes pechos hayan disminuido su tamaño después de haber amamantado a nuestros hijos. Aunque su piel muestre el paso de los años y unas canas se mezclen entre sus hermosos cabellos.
Todas esas son cosas, que a mí, me generan un sentimiento aún mayor. El saber que su cuerpo fue solo mío durante tanto tiempo...
Aunque ya no.
Quizás ella no sienta igual que yo. No sé cuándo empezaron a cambiar las cosas. Hace tiempo que nuestros encuentros en la cama son tristes. A oscuras, sin preámbulos ni sobremesas, algo directo, simple: un orgasmo y a dormir.
Algo se perdió. Y lo lamento mucho. Porque lo que más extraño es su cara de deseo. Su rostro al estallar en un orgasmo fuerte. Sentirla con ganas de comportarse bien puta. De dejarse hacer y de hacer todo...
Hace rato que no me chupa la pija. Hace rato que no descargo mi leche en su boca, que no me deja entrarle por la cola. Que le molesta que le hable mucho cuando cogemos. Que le avergüenza si quiero comerle la concha.
Aunque me duela, entendí que no había otra solución.
Yo quería verla gozar. Esa era mi meta.
Y lo logré. Hoy me encuentro con mi amigo que me va a contar todo.
Ella se acomoda y da un giro en la cama, percibo sutilmente, en su cuerpo relajado, que anoche disfrutó de varios orgasmos. Se la ve exhausta.
Hasta lleva puesta una tanga... hace cuánto que no la veía con una.
La pija se me pone dura.
Es raro lo que me pasa. Anoche, sin que ella supiera que yo estaba detrás de todo lo que ocurrió, un amigo, un gran amigo, a pedido mío, estuvo con ella.
Es que necesito saber que aún puede gozar, que puede disfrutar de su cuerpo, que puede liberar la puta, tan contenida conmigo, en estos últimos años.
Mi erección es fuerte.
Le miro la cola y me pregunto si se la habrá entregado. ¿Se habrá animado a chuparle la poronga a otro hombre que no sea yo? ¿Habrá conseguido mi amigo activar a la trola que conocí, que gozaba de hacerme gozar, que se entregaba entera, sin pruritos ni vergüenzas?
¡Por dios! Me late la pija de solo imaginarla besando y acariciando otro cuerpo. Despertando su lengua tan postergada, primero entre los labios de mi amigo y despues bajando por su cuello y su pecho, su panza y finalmente su sexo, erecto, deseoso, caliente.
La imagino, ya excitada, devorando esa pija, reencontrando, dentro de ella, esa pasión que tenía de comer una poronga, de llevarse los huevos a la boca y jugar con ellos. Llenando bien de saliva ese tronco venoso, duro y jugando a ver hasta dónde le entra en la boca.
Agitándolo después, fuerte, con las manos hasta sacarle unas gotitas y entonces frenando de golpe, acercando su boca y probando ese líquido espeso, transparente, calentándose con la idea de ser ella la que lo provoca.
Casi puedo ver cómo se moja a cada caricia recibida, a cada beso que recibe de él en su cuerpo, a cada lamida sentida en su cuerpo, en sus pechos, en sus piernas, en su vagina.
Casi puedo ver, también, la cara de placer al sentir que otro hombre prueba sus jugos. Que es otro hombre el que juega en su sexo y la hace gozar... Esa situación la hace explotar. Gritando, convulsionando.
Y después, agradecida con él por hacerla acabar así, de esta manera tan caliente, como hacía rato no sentía, la veo entregarse entera, ofrecerle el cuerpo... permitiéndole entrar en ella... Pero pidiéndole, suplicándole, que lo haga despacio, para poder disfrutar de cada milímetro de su verga al conquistar su interior. Queriendo inmortalizar ese momento en el que por fin su cuerpo es poseído por otro hombre. Hasta sentirla toda adentro, y así, muy caliente y excitada, decirle: ahora ¡cogeme fuerte! ¡Soy tuya! ¡Soy tu puta! Sintiendo la verga de mi amigo penetrándola con violencia, sintiendo los huevos golpeándole en la cola. Pidiendo ¡Más!¡Más! Y feliz. Feliz de estar engañándome. Feliz de estar siendo cogida por mi amigo, por su amigo. Al que seguro lleva años deseando...
Y acabando fuerte otra vez, agarrándose de la cola de él y presionandolo hacía ella para sentirlo lo más adentro posible, gritándole en la cara ese orgasmo. Mordiéndole el cuello.
Y, ya desaforada, bajando a probarle la pija otra vez, ahora que tiene el sabor de ser suya, de haberla hecho disfrutar, y sentir ese gusto. Y ser feliz sintiéndolo.
Y después, sin decir nada, arrodillándose sobre la cama, levantando bien la cola, apoyando los pechos y la cara sobre las sábanas, concentrándose, para poder sentirla así, desde atrás, hasta el fondo, bien al fondo...
Y mi amigo, servil, obediente, encantado, ardiente, acercando su miembro y entrándole por la concha un poco más, moviéndose dentro de ella, pero después sacándosela despacito y apoyándole la cabeza, hinchada y roja, en la cola, esperando la reacción de ella.
Y ella por toda respuesta, le acaricia la pija con el ano. Es toda suya. Y él la aprovecha. Suevemente, lubricandola, la penetra de a poco. Y ella, que hace tiempo no sentía una pija entrándole así, aguanta un poco el dolor, porque hoy es toda suya, hoy se tiene que ir completamente suya.
Y él, amable, la espera. La posee tiernamente, de a poco. Pero se la hace sentir. La recorre entera por dentro, hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro y hacia afuera, cada vez un poco más rápido, cada vez un poco más fuerte.
Hasta que ese dolor, se convierte en una sensación ambigua. Duele, pero gusta. No lo aguanta, pero quiere más. Quiere más. Quiere más. Quiere sentir ese dolor que a la vez la somete, la entrega a él. Pero a la vez la libera, la libera a su propio deseo, libera su excitación y calentura.
Tan así la imagino, que la veo siendo ella la que mueve la cola para jugar con la poronga de él, sabiendo que un instante antes de hacerlo explotar, la va a llevar nuevamente a su boca, para probar ese jugo que ahora le pertenece.
Es suyo, desde ahora y para siempre...
Para poder irse completa, con el gusto de él en cada puerta de su cuerpo.
Imaginarla así me duele un poco, pero me hace muy feliz.
Ahora es mi leche la que cae, por sus muslos, hacia sus piernas y le mancha la tanga.
Ella dormida no se imagina nada.
Esta tarde me encuentro con mi amigo y él me va a contar todo...
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Esto es lo que me contó mi amigo:
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