El anecdotario sexual de mi mujer fue siempre fuente de inspiración no sólo para nuestros encuentros sexuales sino también para mis pajas. Algunas de esas anécdotas me las contaba con todo detalle, y yo me las imaginaba en cualquier momento y terminaba siempre masturbandome. Claro que nunca terminaba de saber si lo que me habia contado había sido exactamente así o sólo lo inventaba para calentarme. Pero disfrutaba (y aun disfruto mucho) imaginando esas escenas. Varias veces en distintas playas, en telos a los que después hemos ido, levantes en bares, chongos de verano, mi mujer me fue poniendo al tanto de todo lo que había hecho antes de conocerme.
Tanto contarme, tanto recordar a algunos de sus favoritos, finalmente me reconocía que con más de uno no tendría problemas en ponerme los cuernos. Incluso me contó que alguna vez se había cruzado con alguno estando ya de novia conmigo, pero que no había pasado de un saludo callejero. Y por supuesto, me reconoció también que de haber sabido que a mi no me molestaría, hubiera quedado en contacto, hubiera hecho cita con alguno de ellos.
Yo, para entonces, había investigado bastante el tema en internet, donde encontré por supuesto muchisimo material sobre cuernos consentidos. Material muy diverso, como todos sabrán si están en el tema. Hay mil clases de parejas cornudas, hay mil fetiches distintos, mil deseos y mil realidades. No compartí todo eso con mi mujer hasta no haber definido lo que yo quería, sobre todo para que no se encuentre ella con semejante diversidad, y piense que quería compartir el amante con ella, o que quería vestirme con su ropa. Gustos son gustos, y quienes los practican seguramente lo disfrutan, pero no era mi caso, y prefería que mi mujer lo supiera de entrada. Ya que ibamos camino de la realización, y teniendo en cuenta que no era algo que ella conociera en profundidad, lo mejor era que todo quedara claro en principio entre nosotros.
Le pedí que hiciera todas las preguntas que quisiera sobre lo que me gustaba y lo que no. Por supuesto, las primeras que hizo se referían a una posible homosexualidad o bisexualidad de mi parte. Le aclaré que no, que jamás le ocultaría eso, y que si así fuera por supuesto que se lo diría. Pero no es mi caso. Por suerte, tampoco es el caso de ella. No entra en su fantasía el verme sodomizado por su amante. Ni por ella misma con un strap-on.
Lo siguiente que me preguntó fue todo lo referido a dominación, sumisión y humillación. Nuevamente, le aclaré que no era mi caso. No quería ni humillaciones, ni que ella tuviera un macho dominante, ni que fuera sumisa, ni nada por el estilo. Por suerte otra vez, ella misma respiró aliviada. Tampoco está entre sus fantasías la de someterse ni someterme al estilo ama.
Con las cosas que no nos gustaban habladas, empezamos a comentarnos las cosas que si nos gustarian. Y cada vez nos excitabamos más.
Continuará.
Tanto contarme, tanto recordar a algunos de sus favoritos, finalmente me reconocía que con más de uno no tendría problemas en ponerme los cuernos. Incluso me contó que alguna vez se había cruzado con alguno estando ya de novia conmigo, pero que no había pasado de un saludo callejero. Y por supuesto, me reconoció también que de haber sabido que a mi no me molestaría, hubiera quedado en contacto, hubiera hecho cita con alguno de ellos.
Yo, para entonces, había investigado bastante el tema en internet, donde encontré por supuesto muchisimo material sobre cuernos consentidos. Material muy diverso, como todos sabrán si están en el tema. Hay mil clases de parejas cornudas, hay mil fetiches distintos, mil deseos y mil realidades. No compartí todo eso con mi mujer hasta no haber definido lo que yo quería, sobre todo para que no se encuentre ella con semejante diversidad, y piense que quería compartir el amante con ella, o que quería vestirme con su ropa. Gustos son gustos, y quienes los practican seguramente lo disfrutan, pero no era mi caso, y prefería que mi mujer lo supiera de entrada. Ya que ibamos camino de la realización, y teniendo en cuenta que no era algo que ella conociera en profundidad, lo mejor era que todo quedara claro en principio entre nosotros.
Le pedí que hiciera todas las preguntas que quisiera sobre lo que me gustaba y lo que no. Por supuesto, las primeras que hizo se referían a una posible homosexualidad o bisexualidad de mi parte. Le aclaré que no, que jamás le ocultaría eso, y que si así fuera por supuesto que se lo diría. Pero no es mi caso. Por suerte, tampoco es el caso de ella. No entra en su fantasía el verme sodomizado por su amante. Ni por ella misma con un strap-on.
Lo siguiente que me preguntó fue todo lo referido a dominación, sumisión y humillación. Nuevamente, le aclaré que no era mi caso. No quería ni humillaciones, ni que ella tuviera un macho dominante, ni que fuera sumisa, ni nada por el estilo. Por suerte otra vez, ella misma respiró aliviada. Tampoco está entre sus fantasías la de someterse ni someterme al estilo ama.
Con las cosas que no nos gustaban habladas, empezamos a comentarnos las cosas que si nos gustarian. Y cada vez nos excitabamos más.
Continuará.
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