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100 lugares donde tener sexo. Capítulo 16

100 lugares donde tener sexo. Capítulo 16

100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.

CAPITULO 1

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Capítulo 16:
   Los besos se pusieron mucho más calientes que antes y la temperatura subió de golpe. La botella de vino vacía era la excusa perfecta para dejar que las cosas pasaran sin buscar alguna excusa y tan pronto nos dimos cuenta, no nos pudimos aguantar. Pero en el momento justo en el que quise actuar y tomar el control de la situación, Silvina se arrojó sobre mi cuerpo y terminó acostándose encima de mí. Su impulsividad me dejó perplejo y sus manos me hicieron prisionero del momento. El beso se cortó por unos segundos y los dos aprovechamos para tomar un respiro y caer en la cuenta de lo que estábamos haciendo. Nuestras miradas se cruzaron y ella me regaló una sonrisa que terminó de ponerme al palo.
   Soy Agustín, tengo 28 años y hace ya varios meses que volví a la soltería. Tuve una relación de varios años con una chica que no vale la pena mencionar ya que todo terminó de muy mala manera. Tras cortar, cada uno siguió su rumbo y yo me terminé mudando a un nuevo departamento con la idea de que en él pasaran nuevas historias y surgieran nuevos amores. El problema fue que me costó mucho volver a la vida de soltero, pues no estaba aceitado para tener citas con mujeres y no estaba predispuesto a pasar por esa etapa de chamuyo que tanto había ignorado por mucho tiempo. Algunos amigos me alentaron a que lo hiciera, otros simplemente me dijeron que me estaba perdiendo una hermosa y llena de experiencias nuevas, pero yo seguía sin encontrar la motivación.
   No fue hasta que una noche, en medio de un asado con varios amigos, uno de ellos me obligó a bajarme una app de citas y encuentros y yo lo hice simplemente para que dejaran de molestarme. Ni bien finalizó la descarga, me armé un perfil con el consejo de todos y empezamos a buscar mujeres con las que me interesaba que pasar algo. “¡Decile que sí!”, “¡Mirá lo buena que está esa!”, “¡Terrible minita esa que te salió!” me decían mientras las imágenes de las chicas iban pasando. Era verdad, alguna de ellas me parecían sumamente atractivas y me llamaban la atención. Sin embargo, yo solo les enviaba una invitación para complacer a mis amigos y que me dejaran tranquilo.
   A las pocas horas recibí respuesta de una de ellas, pero como el tema y había pasado de onda y ahora hablábamos de otra cosa, aproveché la distracción para ignorarla y guardar nuevamente mi teléfono. El problema fue que durante los siguientes días, varias de las chicas a las que les había enviado una invitación empezaron a aceptarme y comenzaron a hablarme. Me sorprendió la cantidad de chicas que habían aceptado mi invitación y ahora me hablaban con un saludo cordial y que me preguntaban diferentes cosas. Decidí ser cordial con ellas y contestarle a casi todas, iniciando algunas conversaciones que irían muriendo con el correr de los días, salvo una de ellas.
   Silvina era una mujer de 28 años como yo, que hacía poco había terminado una relación larga de más de 6 años y que sus amigas la habían obligado a bajarse la aplicación por más que ella no quería. En un principio pensé que se trataba de algún amigo mío haciéndome una broma, pero mientras seguíamos hablando, la conversación se puso tan interesante que me di cuenta que era imposible que alguno de mis amigos pudiera inventar a una persona tan atrapante. Le conté a Silvina que mi historia era muy parecida a la suya y eso pareció darle gracia a ella, que decidió darme su teléfono personal para que le escribiera por WhatsApp y así, poder hablar más seguido. Poco a poco empezamos a charlar y terminamos sintiendo una conexión que me llevó a pensar que de una buena vez por todas había encontrado a alguien verdaderamente interesante para conocer.
   “Querés que nos encontremos este fin de semana?” le pregunté después de casi un mes de charlas y unos diez minutos más tarde Silvina me respondió que sí. El nerviosismo se apoderó de mí y dudando de que era lo que debía hacer, le propuse salir a tomar algo a un bar, un plan que en mi mente sonaba bastante descontracturado y casual. Para mi sorpresa, Silvina redobló la puesta y me propuso cocinarme algo rico si yo la invitaba a mi casa y compraba una buena botella de vino. Sin dudarlo, le dije que sí y así terminamos de ajustar los detalles para un plan que había pasado a ser sumamente atrapante para mí.
   Llegó a eso de las 8 de la noche vestida con un pantalón ajustado y una remera suelta que dejaba libre la espalda, así como una bolsa con las cosas que necesitaba para cocinar. La recibí abriendo la puerta y ella enseguida me dio un abrazo y me besó en la mejilla tras saludarme con una sonrisa. Subimos hasta mi departamento y ni bien entramos, fuimos directo a la cocina para que ella pudiera terminar de preparar el plato que había comenzado en su casa. Tenía casi todo listo, por lo que en realidad solo tuvo que calentar algunas cosas y terminar de cocinar otras, por lo que nos pasamos gran parte del tiempo charlando y conversando de nosotros mismos.
   Nuestras relaciones frustradas y del pasado eran un tema que estaba prohibido, algo que habíamos pactado esa misma tarde con la idea de no hacer la charla monótona sobre un tópico del cual ya habíamos hablado en varias oportunidades. Mientras ella cocinaba, yo le preparé un aperitivo el cual tomamos de parados en la cocina. Silvina se manejaba como si estuviera en su propia casa y eso me gustaba mucho. Se la veía con confianza y con una sonrisa radiante que iba de oreja a oreja. Por mi parte, estaba algo nervioso y no podía dejar de observar su hermosa figura que se movía de un lado al otro y me atrapaba constantemente. Ella se dio cuenta que yo la observaba cada vez que se ponía de espaldas y a pesar de eso, siguió actuando como si nada pasara.
   Tras una cena exquisita, decidimos trasladarnos al sillón para continuar con la charla y terminar la botella de vino, la cual tenía menos de la mitad de líquido. Silvina se sentó al lado mío, cruzando una de sus piernas por encima de la otra e inclinando su cuerpo levemente hacia adelante, haciendo que su remera se aflojara y cayera sutilmente hacia adelante. Pude ver su corpiño color marrón claro y sus pechos por encima del cuello de la remera y mi mirada apenas podía controlarse. Mi cuerpo empezó a temblar y mis palabras titubeaban cada vez que le decía algo. Ella sin embargo, parecía sentirse como pez en el agua y eso hacía que mi cabeza funcionara peor.
   Para mi sorpresa, Silvina apoyó su copa en la mesita ratona y se acercó a mí para besarme casi sin previo aviso. Obviamente, acepté su beso y se lo devolví con ganas mientras que apoyaba una de mis manos en su hombro para llevarla sutilmente a su nuca. Ella continuó con el beso y abrió lentamente su boca para sacar su lengua de ella y meterla en la mía. Poco a poco el beso se puso mucho más caliente y comenzamos a transar de forma bastante alevosa, dejándonos llevar por el momento. Pero cuando intenté actuar y dar el siguiente paso, Silvina se lanzó sobre mi cuerpo, haciendo que    yo cayera recostado en el sillón y ella se colocó encima de mí.
   Cortamos el beso por un segundo y noté su respiración agitada mientras me miraba a los ojos. “Hace mucho que no tengo sexo y la verdad es que estoy muy caliente” me confesó de golpe y no pude evitar sentirme aliviado, pues al fin y al cabo yo estaba en la misma situación. “Me pasa lo mismo” le dije yo y ni bien los dos supimos que estábamos en igualdad de condiciones, volvimos a besarnos de manera apasionada. Enseguida, ella comenzó a levantar mi remera y me la sacó para ir tocando mi piel al mismo tiempo que los besos se hacían cada vez más húmedos y mojados. Noté como mi cuerpo se dejaba llevar por la situación. Mis manos fueron bajando por su espalda hasta llegar a su cintura y enseguida llegaron a su cola, la cual agarré con firmeza    mientras que Silvina me seguía besando.
   A medida que los besos se hacían más intensos, las manos se iban descontrolando, principalmente las de ella que bajaron por mi cuerpo hasta llegar a mi entrepierna. Me agarró con firmeza el bulto que se estaba formando adentro de mi pantalón al mismo tiempo que sus besos bajaron hasta mi cuello y me hicieron temblar por completo. Silvina me tenía totalmente dominado y eso me estaba poniendo loco. Hacía años que no estaba con otra mujer que no fuese mi ex novia y por ende no sabía cómo actuar frente a esa situación, por lo que decidí dejar que ella siguiera conduciendo y que eligiera que era lo que debíamos hacer.
   De golpe, sus besos comenzaron a bajar por mi cuerpo de forma tan rápida, que casi no me di cuenta cuando se colocó entre mis piernas y empezó a desabrocharme el pantalón. En un abrir y cerrar de ojos, Silvina me había dejado completamente desnudo y tenía mi pija en su mano. Me pajeaba lentamente, mientras seguía admirando mi cuerpo desnudo y veía mi cara de placer al sentir su mano moviéndose hacia arriba y hacia abajo. Ella estaba todavía vestida y eso me ponía más nervioso, pero por alguna razón me encantaba la escena que se había creado. Inclinó su cuerpo hacia adelante, abrió su boca y me llevó al paraíso.
   Cerré los ojos y sentí como su lengua tocaba la cabeza de mi pija y la humedecía con saliva. Poco a poco, sus labios comenzaron a bajar por el tronco, cubriéndolo por completo hasta tragársela casi entera. Su mano seguía moviéndose hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo que su boca lo hacía. Dejé escapar un leve gemido de placer en el momento exacto en el que sentí su lengua dibujar un círculo en la pinta de mi pija y noté como un escalofrío recorría toda mi piel. Abrí los ojos, bajé la vista y me encontré con la mirada penetrante de Silvina, que tenía la boca llena de mi cuerpo.
   Quise devolverle el favor, por lo que intenté levantarme para tomar las riendas del asunto, pero ella tenía otros planes. Me empujó hacia atrás a la altura del pecho y yo volví a recostarme en el sillón, mientras que ella continuaba con su hermosa mamada. Segundos después, se levantó y comenzó a desvestirse de una forma muy sensual, moviendo su cuerpo lentamente hacia los costados y dejando que la ropa cayera al piso delicadamente. Acto seguido, se sentó encima de mi cuerpo colocando una pierna de cada lado y volvió a tomar mi pija para colocarme un preservativo que había sacado mágicamente de su cartera. Sin que yo pudiera hacer nada, fue sentándose encima de mi cintura, provocando que mi verga bien dura la penetrara hasta el fondo.
   - ¡Mmm sí!- Gimió ella cerrando los ojos y tirando la cabeza hacia atrás.
   Aproveché ese momento y llevé mis manos directo a sus tetas, para agarrarlas con firmeza y sujetarlas con ganas. Sin embargo, Silvina quería llevar control absoluto de la situación y agarró mis manos para sacarlas de su cuerpo y volver a colocarlas a un costado del mío. Me sentía raro, nunca me habían controlado de esa manera y nunca había estado con alguien tan decidida como ella. Pero por alguna razón, todo eso me excitaba y me calentaba muchísimo. Ella seguía con los ojos cerrados y con la cabeza inclinada hacia atrás, mientras que movía su cintura en forma de círculos y utilizaba sus manos para tocarse el cuerpo y acariciarse. De su boca, salían sutiles gemidos de placer que sonaban casi en simultáneo con sus movimientos, como si fuese una melodía que su cuerpo emitía.
   Poco a poco fue acelerando sus movimientos, los cuales se volvieron mucho más calientes. Su cintura avanzaba y retrocedía con potencia por encima de mi cuerpo, haciendo que mi verga bailara adentro suyo. Silvina llevó sus manos a sus pechos y se los empezó a acariciar de una manera particular, utilizando la yema de sus dedos alrededor de los pezones. Aproveché para llevar las mías a sus piernas y recorrer sus muslos y su cintura con mis dedos de forma sutil. Ella permanecía con los ojos cerrados y con la boca entreabierta, de la cual salían gemidos de placer cada vez más fuertes y excitantes.
   Tras varios minutos de cogerme de esa manera, se levantó y me pidió que me sentara contra el respaldar del sillón. Yo obedecí enseguida y Silvina se paró dándome la espalda y comenzó a bajar para sentarse de nuevo encima de mi cuerpo. Mi verga entró en su conchita empapada y ella se recostó sobre mi pecho colocando su cabeza al lado de la mía. Enseguida la envolví con mis brazos, buscando sus pechos con una mano y su pancita con la otra, pero ella fue igual de decidida que antes y llevó una de mis manos a su cintura y la otra a su entrepierna, haciéndome sentir la humedad a flor de piel. Rápidamente apoyé uno de mis dedos encima de su clítoris y juntos comenzamos a moverlo en forma de círculos. El efecto fue casi instantáneo, provocando que Silvina empezara a gemir como loca.
   - ¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Seguí Leonel! ¡Seguí!- Gritó como loca dejándose llevar por el placer.
   No pasé desapercibidos el nombre que me dijo, teniendo en cuenta que el mío era Agustín. Me di cuenta que estaba pensando en otro hombre, seguramente su ex novio, y que me estaba utilizando para sacarse las ganas. Al principio me sentí raro, no supe que hacer. Pero al ver como Silvina seguía gimiendo y como empezaba a saltar encima de mi pija, dejé que continuara con su juego. Volvió a repetir el nombre de Leonel unos segundos más tarde, después de pedirme que no deje de tocarla y que ella llevara una mano a mis piernas y se aferrara a ella con sus garras. El morbo de estar siendo usado de esa manera me encantaba y hacía que mi cabeza volara mucho más allá.
   Silvina acabó con un grito de placer puro unos segundos más tarde y yo supe que por su mente seguía pasando la imagen de su ex novio. Sin embargo yo todavía aguantaba un poquito más y con un susurro en su oído, le propuse que se pusiera en cuatro y que me dejara cogerla. Ella aceptó la propuesta y nos colocamos en esa posición a lo largo del sillón. Cuando estuve atrás de ella, coloqué mi verga adentro de su cuerpo y comencé a darle bien duro mientras me aferraba a su cintura. Mi amante volvió a gemir como loca, pero en esa oportunidad no nombró a su antiguo amante, sino que simplemente se dedicó a disfrutar de como yo me la cogía de forma salvaje.
   Tras varios minutos de darle en esa posición, no me aguanté las ganas y terminé acabando adentro del preservativo tras darle un golpe seco y firme. Me quedé unos segundos disfrutando de mi orgasmo y luego de ello, nos levantamos y aproveché para ir al baño a limpiarme. Me saqué el preservativo, lo tiré y me lavé la cara sin poder creer lo que acababa de vivir. Sin embargo las sorpresas no se hicieron esperar, pues ni bien salí del baño todavía desnudo, me encontré a Silvina ya vestida y parada al lado de la puerta. “¿Me bajás a abrir?” me preguntó con una sonrisa en el rostro y una cara de niña buena. Sin lugar a dudas me había utilizado para saciar sus necesidades sexuales y por alguna extraña razón, me había encantado.


Lugar n° 16: Sillón

SIGUIENTE


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LA APUESTA (HISTORIA CORTA)
UN VERANO CALIENTE. CAPÍTULO 1
EL PROFESOR PARTICULAR (FANTASÍA)

2 comentarios - 100 lugares donde tener sexo. Capítulo 16

juuli88 +1
esto es ir al frente... jaja por suerte nunca me paso decir otro nombre, me mueeeeero je
HistoriasDe +1
Jajaja gracias por comentar!