Me quedé apoyado en la baranda del balcón. Podría imaginarme que estaba fumando, porque era la típica foto, con los brazos cruzados y pensando. No escuchaba ruido, más allá del normal en la calle. Déjenme detenerme en este momento. Sé que buscamos una inmediatez en el relato, pero les aseguro que estas pausas, son propias para entender qué carajo estaba pasando. Paula está en algo. De eso no tenía dudas, o si. O mejor dicho , no quería descubrirlo, ¿Cómo podía ser capaz de juzgarla cuando me estaban pasando cosas con su mejor amiga? En realidad, ¡Sí, ya sé! Algo se estaba rompiendo pero, ¿Sucedió antes de que le proponga casamiento? Posiblemente. En ese instante, donde frente a mí, dibujaba el cuerpo de Macarena en los edificios vecinos, descubría que con mi pareja veníamos perdiéndonos a nosotros mismos. Las charlas, ya no eran lo suficiente y estábamos yendo por distintos caminos, aunque hoy nos unía el sexo. Ese sexo furioso, rabioso, que sacaba tensiones y permitía alejarme de todo, como nunca. No me preguntes porqué, pero se me paró la pija pensando en cómo le había hecho el culo, la noche anterior.
Decidí entrar, creo que estuve cerca de una hora afuera. Preparé el desayuno y se lo llevé a la cama. Nos saludamos y la mañana transcurrió como cualquier pareja, aunque en mi mente necesitaba, de alguna manera, saber hasta dónde estaba llegando todo.
Salimos a comprar. Antes fui al baño y le escribí a Macarena. Le dije que intentaría ir a su casa por la tarde. Por suerte, me la hizo más fácil y me contestó que el lunes nos veríamos en el almuerzo, como siempre. Creo que era la oportunidad, de dedicarle un fin de semana a la pareja. Saber por dónde estábamos yendo.
Comenzamos el recorrido y a veces, la temperatura en esta grandiosa ciudad, hace que la humedad supere hasta el 100% y por más que andes en bolas, transpiras como un condenado. Salimos a comprar por el barrio. Pauli es la que hace esta rutina habitualmente, así que sabe exactamente dónde proveernos de alimentos. Siempre simpática, la observaba desde la vereda, con un vestido suelto, veraniego, ¿Qué estará usando? Sonreía, dibujando posibles líneas de tanga en su culo. Al salir de uno, de los tantos comercios, nos detuvimos en la bendita casa de limpieza que está a la vuelta del departamento. Otra vez, en la puerta pero con veintiocho bolsas de colores diferentes. Un hombre bien parecido, pero mayor, se acercó y me preguntó si estaba en la fila. Le dije que no, que pase. Ingresó, con alguna dificultad en su pierna y casi como normal, saluda a Paula. Si señores, mi pija explotó. No lo entendía en ese momento. Me la tapaba con las bolsas, intentaba disimular, pero necesitaba saber si era él, y qué era real de todo. Adentro un quilombo de cumbias latinoamericanas, que no me permitía discernir que decían. Me movía de un lado al otro, como si fuese un delantero desafiando el offside. Por fin salió.
- ¿Quién era?- Le pregunté ansioso.
- ¿Eh?- Pauli estaba concentrada en otra cosa.
- El viejo, ¿Es él?-
- Ah…- sonrió y me miró pícara. - ¿Te da celos?-
Me callé y no supe bien cómo explicarlo, ¿Tenía celos? Si, pero me calentaba y en definitiva, ¿Era real? Y si lo era, ni siquiera se comparaba con lo que hice.
- Si… bah, que se yo… ¿Es él o no?-
- Puede ser…- Sonrió, se adelantó moviendo el culo para que el vestido roce el comienzo de su glúteos y me deje todavía más caliente de lo que estaba.
Llegamos a casa y cocinamos. No hay porqué mentir, en definitiva también éramos una pareja e intentábamos convivir, en esta nueva etapa. Vimos series y la noche del sábado se acercaba, propuse agarrar el auto y salir a comer. Quería conectarme con mi mujer, quería saber que onda. Pauli aceptó, pero me propuso que yo salga a dar una vuelta primero para que ella se cambie y la pase a buscar con el auto, para generar algo diferente. Me pareció divertido, así que sin dudarlo, me cambié en tiempo y forma y salí a dar una vuelta. Donde estamos hay varios bares, por eso mismo, me senté en uno y me tomé una cerveza.
PAULI: ¿Venís?
Me envió un mensaje y salí volando. Agarré el auto y la esperé en la puerta. Ella estaba del otro lado del cristal. Me quedé boquiabierto. Tenía un vestido ajustado al cuerpo, cortito y qué, si bien no tiene muchas tetas, el escote era justo para dejarme como loco. Caminaba con una seguridad, jamás la había visto así, ¿O será que ya no la veía como antes?
- ¿Vamos?- Abrió la puerta del auto y me sonrió.
Le di un beso y posé mi mano en su muslo. Emprendimos el viaje escuchando algo de música y finalmente, luego de decidirnos llegamos a un restaurante bastante lindo con luces bajas y música romanticona que permitía hablar. Nos sentamos, pedimos unos tragos recomendados por el mozo y pedimos la comida.
- ¿Cómo estás? – le pregunté mientras pinchaba un papín y un hongo con crema.
- Bien, súper rico todo…- Pauli se concentraba en un importante pedazo de carne.
- Digo, vos, ¿Cómo estás?-
- Ah… bien, amor, ¿Vos?-
- Bien…-
¿Qué nos pasaba? Recordé una película donde una pareja mayor había perdido el amor y se veía reflejada, en cómo se sentaban al comer. No estaban uno frente al otro, sino que uno al lado del otro, ¿Estaríamos siendo eso y no nos dimos cuenta?
- ¿Qué te pasó hoy?- me preguntó ella, sin mirarme y sonriendo.
- ¿A qué te referís?-
- Digo… con el señor que me habló.-
- Nada, pero nunca contestaste.
Ella hizo una pausa, tomó su trago mirándome y sonreía. Sus ojos estaban achinados, no solía tomar mucho y ya iba por la segunda caipiroska.
- Si…- acotó, y volvió a su plato.
- ¿Si que?-
- Si, es el señor…-
- Pero, ¿Qué onda? ¿Es todo verdad?-
- Algo si, algo no…-
Parecía un juego y yo ya no sé si quería jugar. No entendía las reglas, o necesitaba que sean claras.
- Gorda, no entiendo, ¿Qué es verdad?-
- Que lo vi en el balcón, que lo saludé y que generalmente sale en un determinado horario a tomar aire.-
- ¿Y todo lo demás?-
- ¿Te parece el lugar?- Se avergonzó mirando hacia los costados.
- Si, es el lugar.-
- No, lo otro no es del todo cierto.-
- ¿Cómo del todo cierto?-
- ¡Ay, amor! Acá no…- Me paró en seco.
La noche continuó. No pasó nada más en el restaurante y la verdad, que no hubo una charla importante. Nos reímos, tomamos un poco más y tipo doce, nos mandó un mensaje el conserje que se había quedado sin luz el edificio y parecía que también alrededor. La noche no podía ser peor. Pauli me insistió para volver y honestamente, yo ya estaba molesto.
Al regresar, estacionamos a la vuelta, donde habitualmente dejaba el auto mi pareja. Estábamos por bajar y al mirar frente a mí, un viejo.
- Pará…Pará…- Le dije, tomándola de la mano para que no baje.
- ¿Qué pasa?- Me miró, cansada.
Le señalé hacia arriba, hacia donde estaba el viejo.
- Ah, sí. Ahí vive.- respondió, intentando bajarse.
- Pará…Pará…-
- ¡Ay, amor! Dale, vamos que está oscuro.-
- Entra…- le ordené.
Metí me mano entre sus muslos.
- Dale, amor. Ya llegamos.-
- No, hablaste tanto que ahora…-
Comencé a tocarla.
- Ahg…Ah…- suspiraba, con los ojos ya cerrados. – me da cosa amor…-
- Abrí los ojos y mira.-
Me obedeció. Creo que me estaba convirtiendo en un perverso, pero la calentura me invadía y necesitaba descargar todo. Comencé a tocarla por arriba de la tanga, era chica, apenas cubría sus labios finos. Le tomé una de sus piernas y la abrí.
- ¡Ahg, ah, ahg! Amor, amor… nos pueden ver...-
- Eso querías putita, que te vea el viejo ese.- Le marqué, mientras continuaba tocándola.
Le empecé a apretar las tetas, ella gemía como loca y no dejaba de mirar hacia arriba. Corrí su tanga y estaba empapada. Le metí suavemente dos dedos. Abrió su boca, arqueó su espalda y gimió en silencio, cortándole el aire.
- Agh, ¡ay! esto es mucho… es mucho, agh, ah…- No podíamos más de la excitación.
Me encantaba su concha, pero más me gustaba estar en esa situación. La miraba a ella y también hacia arriba para ver si el viejo seguía allí. Levanté su vestido hasta el ombligo, metí una mano por atrás y descubrí en su totalidad, que la tanga era apenas tres hilos finos, que se colaban en su culito. Volé, volé y no pude evitarlo. Estaba tan mojada, que su lubricación natural era total. Metí un dedo y comencé a cogerselo.
- Despacio, despacio…- suspiraba, mirando hacia arriba.
- ¡Despacio nada, puta! – Me alteré tanto que ya no era yo. Perdón, era una parte oculta en mí. – Te esta viendo…-
- ¿Si?- Trató de mirar un poco más, pero la detuve.
Saqué todas mis manos de su cuerpo, se quedó mirando desconcertada. Sin decir una palabra, tire su aciento hacía atrás. Le ordené que se de vuelta, su culo estaba a mi disposición. Le abrí los cachetes y entre la oscuridad del apagón, me fijé si había alguien ¿Deseaba que aparezcan y nos vean? No sé, quería tentar a la suerte.
Empecé con un dedo y al ver que cedía, metí el segundo. Se lo cogía pero necesitaba algo mayor.
- Putita, no doy más…-
- ¡Agh, agh, agh! Yo tampoco, por favor, vamos, vamos.-
- Salí del auto.- Abrí la puerta, con un dolor enorme en la entre pierna, no podía contener lo inevitable.
Le agarré la mano a Pauli y la llevé directo a la puerta del edificio donde vivía el viejo.
- No, ¿Qué haces?- Preguntó Pauli, asustada.
Miré hacia el interior y no había nadie.
- Arrodillate y chupamela.- Le susurré, mientras la tomaba de la cabeza y le insistía para que se agache.
Estaba ido y creo que ella también, porque obedeció al instante. Me bajó el pantalón y empezó a chuparmela. El silencio era sorprendente. Algunos vecinos en los edificios, seguramente podrían estar viéndonos, y eso me estaba matando de calentura.
- Babeala…-
- No, no, acá no…-
- ¡babeala, te dije!-
Se la metió toda adentro de la boca y le generó una arcada, sintiendo como me la llenaba de saliva.
- Párata y ponete contra el vidrio.-
- ¿Así?-
Sabia lo que se le venía. Me alejé un poco hasta la salida del edificio y no vi a nadie. Volví y levanté su vestido, corrí el hilo y se la apoyé en la concha. Se la metí de una.
- ¡Ay, qué lindo! ¡Más, más fuerte! ¡Ahg! ¡Si,si!- apoyaba su brazo sobre la puerta de vidrio y se mordía con fuerza, en cada embestida. Quería cogerla tanto, pero su culo me podía y lo tenia frente a mí y la imaginé, bien puta, bien siendo ella, la nueva ella. Se la saqué y se la puse directamente en el culo.
- Agh, despacio, despacio...-
- Te voy a hacer la cola en el edificio del viejo que te calienta, putita…-
- Agh, si, ¡Ay! Como me calienta, ¡Ay! ¡Ay que puta soy!- Me decía al odio, mientras la tomaba de la cintura y aceleraba el ritmo.
- Te voy a llenar el culo acá puta y el viejo está arriba.
Pauli se mordía los labios, con una mano le bajé el vestido y la empujaba para que apoye las tetas en el vidrio. Le di duro, pero ya no aguantaba. La agarré firme, mi respiración se aceleró dándole profundo hasta que empecé a acabar y sentír que sus piernas se aflojaban cuando se la metí hasta que me dio la pija. Salí y acomodé mi ropa. Pauli se quedó en esa posición. Me la quedé mirando y no se movía.
- Amor, vamos…- Le dije, observando hacia todos lados. – ¿Amor?-
- Pará… ahg, para…- susurraba.
Al acercarme, estaba metiéndose los dedos bien adentro, mirando hacia el interior. Me coloqué delante de ella y me agaché, para empezar a chuparle el clitoris y cogerle la Conchita.
- Ah, ojalá me vea, ¡Ay, sí! Ojalá me vea…-
- ¿Tanto te calienta el viejo?-
- ¡Ay, sí! No sé porqué, pero quiero que me vea…-
Me fundí en su concha, por última vez. Sentí su mano que me apretaba la cabeza hacia su pelvis. Un instante después, sus piernas volvieron a temblar y me tiraba del pelo. Al sacar la mano, mi leche corría desde su culo por los muslos.
No demoramos nada en salir corriendo. Llegamos al departamento y nos dormimos. Al otro día, un simple domingo de pareja y familiar. Sin embargo, en el asado empece a ver a mi mujer como un objeto sexual y posiblemente , ella me estaba tomando de la misma forma. O tal vez, así lo desea a yo.
No había tiempos de lamentos. Al otro día había otro problema que resolver, Macarena.
Decidí entrar, creo que estuve cerca de una hora afuera. Preparé el desayuno y se lo llevé a la cama. Nos saludamos y la mañana transcurrió como cualquier pareja, aunque en mi mente necesitaba, de alguna manera, saber hasta dónde estaba llegando todo.
Salimos a comprar. Antes fui al baño y le escribí a Macarena. Le dije que intentaría ir a su casa por la tarde. Por suerte, me la hizo más fácil y me contestó que el lunes nos veríamos en el almuerzo, como siempre. Creo que era la oportunidad, de dedicarle un fin de semana a la pareja. Saber por dónde estábamos yendo.
Comenzamos el recorrido y a veces, la temperatura en esta grandiosa ciudad, hace que la humedad supere hasta el 100% y por más que andes en bolas, transpiras como un condenado. Salimos a comprar por el barrio. Pauli es la que hace esta rutina habitualmente, así que sabe exactamente dónde proveernos de alimentos. Siempre simpática, la observaba desde la vereda, con un vestido suelto, veraniego, ¿Qué estará usando? Sonreía, dibujando posibles líneas de tanga en su culo. Al salir de uno, de los tantos comercios, nos detuvimos en la bendita casa de limpieza que está a la vuelta del departamento. Otra vez, en la puerta pero con veintiocho bolsas de colores diferentes. Un hombre bien parecido, pero mayor, se acercó y me preguntó si estaba en la fila. Le dije que no, que pase. Ingresó, con alguna dificultad en su pierna y casi como normal, saluda a Paula. Si señores, mi pija explotó. No lo entendía en ese momento. Me la tapaba con las bolsas, intentaba disimular, pero necesitaba saber si era él, y qué era real de todo. Adentro un quilombo de cumbias latinoamericanas, que no me permitía discernir que decían. Me movía de un lado al otro, como si fuese un delantero desafiando el offside. Por fin salió.
- ¿Quién era?- Le pregunté ansioso.
- ¿Eh?- Pauli estaba concentrada en otra cosa.
- El viejo, ¿Es él?-
- Ah…- sonrió y me miró pícara. - ¿Te da celos?-
Me callé y no supe bien cómo explicarlo, ¿Tenía celos? Si, pero me calentaba y en definitiva, ¿Era real? Y si lo era, ni siquiera se comparaba con lo que hice.
- Si… bah, que se yo… ¿Es él o no?-
- Puede ser…- Sonrió, se adelantó moviendo el culo para que el vestido roce el comienzo de su glúteos y me deje todavía más caliente de lo que estaba.
Llegamos a casa y cocinamos. No hay porqué mentir, en definitiva también éramos una pareja e intentábamos convivir, en esta nueva etapa. Vimos series y la noche del sábado se acercaba, propuse agarrar el auto y salir a comer. Quería conectarme con mi mujer, quería saber que onda. Pauli aceptó, pero me propuso que yo salga a dar una vuelta primero para que ella se cambie y la pase a buscar con el auto, para generar algo diferente. Me pareció divertido, así que sin dudarlo, me cambié en tiempo y forma y salí a dar una vuelta. Donde estamos hay varios bares, por eso mismo, me senté en uno y me tomé una cerveza.
PAULI: ¿Venís?
Me envió un mensaje y salí volando. Agarré el auto y la esperé en la puerta. Ella estaba del otro lado del cristal. Me quedé boquiabierto. Tenía un vestido ajustado al cuerpo, cortito y qué, si bien no tiene muchas tetas, el escote era justo para dejarme como loco. Caminaba con una seguridad, jamás la había visto así, ¿O será que ya no la veía como antes?
- ¿Vamos?- Abrió la puerta del auto y me sonrió.
Le di un beso y posé mi mano en su muslo. Emprendimos el viaje escuchando algo de música y finalmente, luego de decidirnos llegamos a un restaurante bastante lindo con luces bajas y música romanticona que permitía hablar. Nos sentamos, pedimos unos tragos recomendados por el mozo y pedimos la comida.
- ¿Cómo estás? – le pregunté mientras pinchaba un papín y un hongo con crema.
- Bien, súper rico todo…- Pauli se concentraba en un importante pedazo de carne.
- Digo, vos, ¿Cómo estás?-
- Ah… bien, amor, ¿Vos?-
- Bien…-
¿Qué nos pasaba? Recordé una película donde una pareja mayor había perdido el amor y se veía reflejada, en cómo se sentaban al comer. No estaban uno frente al otro, sino que uno al lado del otro, ¿Estaríamos siendo eso y no nos dimos cuenta?
- ¿Qué te pasó hoy?- me preguntó ella, sin mirarme y sonriendo.
- ¿A qué te referís?-
- Digo… con el señor que me habló.-
- Nada, pero nunca contestaste.
Ella hizo una pausa, tomó su trago mirándome y sonreía. Sus ojos estaban achinados, no solía tomar mucho y ya iba por la segunda caipiroska.
- Si…- acotó, y volvió a su plato.
- ¿Si que?-
- Si, es el señor…-
- Pero, ¿Qué onda? ¿Es todo verdad?-
- Algo si, algo no…-
Parecía un juego y yo ya no sé si quería jugar. No entendía las reglas, o necesitaba que sean claras.
- Gorda, no entiendo, ¿Qué es verdad?-
- Que lo vi en el balcón, que lo saludé y que generalmente sale en un determinado horario a tomar aire.-
- ¿Y todo lo demás?-
- ¿Te parece el lugar?- Se avergonzó mirando hacia los costados.
- Si, es el lugar.-
- No, lo otro no es del todo cierto.-
- ¿Cómo del todo cierto?-
- ¡Ay, amor! Acá no…- Me paró en seco.
La noche continuó. No pasó nada más en el restaurante y la verdad, que no hubo una charla importante. Nos reímos, tomamos un poco más y tipo doce, nos mandó un mensaje el conserje que se había quedado sin luz el edificio y parecía que también alrededor. La noche no podía ser peor. Pauli me insistió para volver y honestamente, yo ya estaba molesto.
Al regresar, estacionamos a la vuelta, donde habitualmente dejaba el auto mi pareja. Estábamos por bajar y al mirar frente a mí, un viejo.
- Pará…Pará…- Le dije, tomándola de la mano para que no baje.
- ¿Qué pasa?- Me miró, cansada.
Le señalé hacia arriba, hacia donde estaba el viejo.
- Ah, sí. Ahí vive.- respondió, intentando bajarse.
- Pará…Pará…-
- ¡Ay, amor! Dale, vamos que está oscuro.-
- Entra…- le ordené.
Metí me mano entre sus muslos.
- Dale, amor. Ya llegamos.-
- No, hablaste tanto que ahora…-
Comencé a tocarla.
- Ahg…Ah…- suspiraba, con los ojos ya cerrados. – me da cosa amor…-
- Abrí los ojos y mira.-
Me obedeció. Creo que me estaba convirtiendo en un perverso, pero la calentura me invadía y necesitaba descargar todo. Comencé a tocarla por arriba de la tanga, era chica, apenas cubría sus labios finos. Le tomé una de sus piernas y la abrí.
- ¡Ahg, ah, ahg! Amor, amor… nos pueden ver...-
- Eso querías putita, que te vea el viejo ese.- Le marqué, mientras continuaba tocándola.
Le empecé a apretar las tetas, ella gemía como loca y no dejaba de mirar hacia arriba. Corrí su tanga y estaba empapada. Le metí suavemente dos dedos. Abrió su boca, arqueó su espalda y gimió en silencio, cortándole el aire.
- Agh, ¡ay! esto es mucho… es mucho, agh, ah…- No podíamos más de la excitación.
Me encantaba su concha, pero más me gustaba estar en esa situación. La miraba a ella y también hacia arriba para ver si el viejo seguía allí. Levanté su vestido hasta el ombligo, metí una mano por atrás y descubrí en su totalidad, que la tanga era apenas tres hilos finos, que se colaban en su culito. Volé, volé y no pude evitarlo. Estaba tan mojada, que su lubricación natural era total. Metí un dedo y comencé a cogerselo.
- Despacio, despacio…- suspiraba, mirando hacia arriba.
- ¡Despacio nada, puta! – Me alteré tanto que ya no era yo. Perdón, era una parte oculta en mí. – Te esta viendo…-
- ¿Si?- Trató de mirar un poco más, pero la detuve.
Saqué todas mis manos de su cuerpo, se quedó mirando desconcertada. Sin decir una palabra, tire su aciento hacía atrás. Le ordené que se de vuelta, su culo estaba a mi disposición. Le abrí los cachetes y entre la oscuridad del apagón, me fijé si había alguien ¿Deseaba que aparezcan y nos vean? No sé, quería tentar a la suerte.
Empecé con un dedo y al ver que cedía, metí el segundo. Se lo cogía pero necesitaba algo mayor.
- Putita, no doy más…-
- ¡Agh, agh, agh! Yo tampoco, por favor, vamos, vamos.-
- Salí del auto.- Abrí la puerta, con un dolor enorme en la entre pierna, no podía contener lo inevitable.
Le agarré la mano a Pauli y la llevé directo a la puerta del edificio donde vivía el viejo.
- No, ¿Qué haces?- Preguntó Pauli, asustada.
Miré hacia el interior y no había nadie.
- Arrodillate y chupamela.- Le susurré, mientras la tomaba de la cabeza y le insistía para que se agache.
Estaba ido y creo que ella también, porque obedeció al instante. Me bajó el pantalón y empezó a chuparmela. El silencio era sorprendente. Algunos vecinos en los edificios, seguramente podrían estar viéndonos, y eso me estaba matando de calentura.
- Babeala…-
- No, no, acá no…-
- ¡babeala, te dije!-
Se la metió toda adentro de la boca y le generó una arcada, sintiendo como me la llenaba de saliva.
- Párata y ponete contra el vidrio.-
- ¿Así?-
Sabia lo que se le venía. Me alejé un poco hasta la salida del edificio y no vi a nadie. Volví y levanté su vestido, corrí el hilo y se la apoyé en la concha. Se la metí de una.
- ¡Ay, qué lindo! ¡Más, más fuerte! ¡Ahg! ¡Si,si!- apoyaba su brazo sobre la puerta de vidrio y se mordía con fuerza, en cada embestida. Quería cogerla tanto, pero su culo me podía y lo tenia frente a mí y la imaginé, bien puta, bien siendo ella, la nueva ella. Se la saqué y se la puse directamente en el culo.
- Agh, despacio, despacio...-
- Te voy a hacer la cola en el edificio del viejo que te calienta, putita…-
- Agh, si, ¡Ay! Como me calienta, ¡Ay! ¡Ay que puta soy!- Me decía al odio, mientras la tomaba de la cintura y aceleraba el ritmo.
- Te voy a llenar el culo acá puta y el viejo está arriba.
Pauli se mordía los labios, con una mano le bajé el vestido y la empujaba para que apoye las tetas en el vidrio. Le di duro, pero ya no aguantaba. La agarré firme, mi respiración se aceleró dándole profundo hasta que empecé a acabar y sentír que sus piernas se aflojaban cuando se la metí hasta que me dio la pija. Salí y acomodé mi ropa. Pauli se quedó en esa posición. Me la quedé mirando y no se movía.
- Amor, vamos…- Le dije, observando hacia todos lados. – ¿Amor?-
- Pará… ahg, para…- susurraba.
Al acercarme, estaba metiéndose los dedos bien adentro, mirando hacia el interior. Me coloqué delante de ella y me agaché, para empezar a chuparle el clitoris y cogerle la Conchita.
- Ah, ojalá me vea, ¡Ay, sí! Ojalá me vea…-
- ¿Tanto te calienta el viejo?-
- ¡Ay, sí! No sé porqué, pero quiero que me vea…-
Me fundí en su concha, por última vez. Sentí su mano que me apretaba la cabeza hacia su pelvis. Un instante después, sus piernas volvieron a temblar y me tiraba del pelo. Al sacar la mano, mi leche corría desde su culo por los muslos.
No demoramos nada en salir corriendo. Llegamos al departamento y nos dormimos. Al otro día, un simple domingo de pareja y familiar. Sin embargo, en el asado empece a ver a mi mujer como un objeto sexual y posiblemente , ella me estaba tomando de la misma forma. O tal vez, así lo desea a yo.
No había tiempos de lamentos. Al otro día había otro problema que resolver, Macarena.
4 comentarios - Su mejor amiga. No sé porqué, pero si el cómo. VII
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