100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
ANTERIOR
Capítulo 15:
Miramos rápidamente hacia ambos lados y nos dimos cuenta que el escondite que habíamos encontrado parecía perfecto para el crimen que estábamos a punto de cometer. Nuestras miradas se cruzaron por un segundo y él me regaló una sonrisa que denotaba convicción y que me dio la seguridad que necesitaba. Me agaché delante suyo y desabroché el cierre de su pantalón para buscar entre sus ropas lo que sin dudas era una erección enorme. Él me miró desde arriba y en su rostro seguí viendo esa seguridad absoluta, la cual comenzaba a mezclarse con el morbo de lo que estaba a punto de pasar.
Me llamo Bárbara, tengo 18 años y estoy en el último año de la secundaria. Cuando fuimos a Bariloche, terminé estando con Darío, un chico del curso con el que veníamos histeriqueando hacía ya bastante tiempo. La noche que él cumplió la mayoría de edad, me terminó encarando y pidiéndome un beso como regalo de cumpleaños, algo a lo que yo accedí sin saber que después de eso la cosa iba a seguir. A la noche siguiente me tocó a mí cumplir 18 años y aproveché la situación para pedirle yo un beso, aunque Darío fue mucho más rápido y me ofreció algo más que eso.
Desde entonces empezamos a tener sexo bastante seguido, aprovechando cada momento de soledad que teníamos y dejándonos llevar por la calentura. Era el último año de la secundaria y sabíamos que era el momento indicado para hacer locuras, visto que a los pocos meses comenzaríamos la facultad y tendríamos nuevas obligaciones que asumir. La noche en la que mi mejor amiga del colegio cumplió la mayoría de edad fue la primera vez en la que me animé a chuparle la pija y desde entonces él me pedía que se lo haga todo el tiempo. A las dos semanas decidí que merecía una reciprocidad por lo que había hecho y él se ocupó de complacerme con su lengua, que a pesar de no ser tan bueno, se dedicó a hacerlo por el tiempo suficiente para darme el placer necesario que me llevó al orgasmo.
Habían pasado tan solo dos meses desde que habíamos estado juntos por primera vez en Bariloche y solo una parte del curso sabía de lo nuestro. No fue hasta el día de la primavera que decidimos formalizar nuestra relación. Ese año, como lo veníamos haciendo todos los otros años, decidimos ir a la plaza que está a unas cuadras de la escuela para hacer un picnic que durara toda la mañana y se extendiera hasta el mediodía. El día estaba hermoso y la temperatura era perfecta. Nos encontramos en la esquina del colegio y fuimos caminando hasta la plaza, en donde nos sentamos entre los árboles y comenzamos con un desayuno que habíamos armado con diferentes cosas que aportamos cada uno.
Fue ahí cuando Darío se animó a sentarse al lado mío y a besarme en frente de todos los demás. La reacción de algunos fue de sorpresa, pues no todos sabían de lo nuestro. Sin embargo, la gran mayoría apenas se inmutó pues ya se habían enterado de que él y yo estábamos saliendo. Pasó una hora y algunos de los chicos comenzaron a jugar con una pelota, mientras que el resto nos quedamos sentados conversando y charlando sobre diferentes cosas. Ahora que nuestra relación había salido a la luz, empezaba a correrse el rumor de que existía otra pareja en el curso y los nombres no tardaron en aparecer. En medio de toda esa charla y cuchicheo, Darío me sujetó de la mano y me preguntó si quería ir a caminar un rato con él.
En mi cabeza pasaba la idea de que me iba a preguntar si quería ser su novia y de hecho no estaba tan errada. Luego de caminar un poco en silencio y de sentarnos en un banco algo alejado de donde estaba el resto del grupo, Darío empezó a decirme que le encantaba estar conmigo y que yo le gustaba mucho. Decidí permanecer callada y dejar que él siguiera hablando, ya que era la primera vez que él se abría de esa manera y no quería interrumpirlo. Me confesó que quería seguir conmigo una vez que termináramos las clases y que podíamos aprovechar el verano y las vacaciones de sus padres para pasar algunos días solos. Nunca me hizo la pregunta que yo estaba esperando, sin embargo me conformé con esas palabras y me abalancé sobre él para besarlo.
El beso fue corto y directo, pero fue suficiente para hacer que Darío se calentara. “Barbí, me la vas a poner dura” me dijo y río. Automáticamente, dejándome llevar por el momento, apoyé mi mano encima de su pantalón y le pregunté si con un simple beso se le había parado la pija. No hizo falta que respondiera, ya que pude sentir como si verga se endurecía mientras que mi mano se posaba sobre ella por encima del pantalón. “¡Ay Darío!” le dije riéndome y saqué la mano del lugar, pero ya era demasiado tarde, él ahora solo pensaba en sexo.
- Vamos a mi casa.- Me dijo él teniendo en cuenta que vivía a unas pocas cuadras de allí y que sus padres estaban trabajando.
Obviamente la idea me tentó, pero no quería abandonar a mis amigos, mucho menos teniendo en cuenta que ese iba a ser nuestro último día de la primavera como estudiantes. Le dije que no, que podíamos ir más tarde, pero entonces él me abrazó y me volvió a besar, colocando sus manos en lugares estratégicos para que yo me calentara. El juego había empezado y por más que yo oponía algo de resistencia, esta no era lo suficientemente fuerte para que él se diera por vencido. Apoyó su mano en mi muslo y lo apretó suavemente diciéndome al oído que quería chuparme la concha hasta hacerme acabar. De más está decir que me vi tentada por la oferta.
Sin embargo insistí en que no quería irme de la plaza, pues no quería dejar a mis amigos y amigas en ese día. Fue entonces cuando él se levantó y tomándome de la mano me alejó un poco más del resto del curso. Salimos del camino principal de la plaza y nos metimos en uno de tierra que estaba mucho más cubierto por árboles y arbusto. Había allí algunos bancos, en los que en otras oportunidades nos habíamos sentado a besarnos, pero él decidió seguir de largo y así llegamos hasta una parte mucho más cubierta por arbustos que casi no permitía ver lo que sucedía alrededor. “Sentate” me dijo él y señaló un tronco cortado que había en la esquina del pequeño lugar que estaba entre los arbustos.
- ¡Acá nadie nos va a ver!- Me dijo él y yo lo miré dudando.
Entonces Darío me besó y me dijo que él iba a estar prestando atención y que en caso de que alguien se acercara, me iba a avisar. En su rostro se dibujó una sonrisa que me demostraba seguridad y combinada con el morbo de hacer algo indebido, me vi muy tentada por la idea. Las dudas seguían estando y cada segundo que pasaba no sabía qué hacer, pero entonces recordé que a principio de año me había propuesto hacer todas las locuras posibles, me terminé sentando en el tronco con la idea de complacer a mi compañero.
Pero para mi sorpresa, Darío se acostó en el piso boca arriba y me pidió que me levantara la pollera. Ante mi cara de confusión, él rápidamente me dijo que quería chuparme la concha tal cual me lo había dicho hacía unos segundos. Entonces la idea terminó de cerrarme y me levanté la pollera del colegio y me saqué la bombacha para darle vía libre. Él, casi acostado en el pido, quedaba semi escondido entre los arbustos que no me permitían ver nada de lo que sucedía alrededor nuestro. La falta de un panorama de lo que sucedía cerca de nosotros me generó una incertidumbre muy grande, pero esta desapareció cuando Darío metió su cabeza entre mis piernas.
- ¡Ay sí!- Gemí despacio al sentir su lengua pasar de abajo hacia arriba sobre mi concha.
Anteriormente, Darío había sido bastante violento e impulsivo a la hora de darme placer con su boca, pero en esa ocasión fue totalmente distinto. Comenzó pasando su lengua de manera bien intensa y lenta por encima de conchita, haciendo que me estremeciera de arriba a abajo. Luego se dedicó a darme varios besos mojados en mis muslos así como también encima de mi entrepierna, provocando que me calentara por completo y que me viera tentada de agarrarlo de los pelos. Pero mis manos se mantenían firmes apoyadas sobre el tronco caído en el cual estaba sentada y mis ojos no se salían de la nuca de Darío. Él levantó la vista y nuestras miradas se cruzaron una vez más, para luego desaparecer de golpe entre mis piernas.
- ¡Ay por favor!- Volví a gemir al sentir como su lengua pasaba una vez más por encima de mi concha, en esta oportunidad de manera mucho más rápida y directa.
Darío comenzó a lamerme de una forma mucho más profunda, abarcando toda mi concha y utilizando sus manos para acariciar mis muslos y mantenerlos abiertos. Fue subiendo y bajando su lengua por varios segundos, asegurándose de que mi concha se empapara por completo con su saliva. Cada tanto se enfocaba en mi clítoris, lamiéndolo suavemente y demostrándome que por fin había conseguido encontrar su ubicación correcta. Cerré los ojos por una fracción de segundos y me dediqué a disfrutar al máximo de cómo me complacía.
De golpe el ladrido de un perro me hizo abrir los ojos y mirar hacia el costado. No había nadie, estábamos solos. Pero así como me distraje por unos segundos, volví a concentrarme en el momento en el que uno de los dedos de Darío entró en mi cuerpo. “¡Ay sí!” volví a gemir, esta vez con un volumen mucho más alto que cualquiera que estuviese cerca nuestro podría haber escuchado. Él se acomodó nuevamente y dejó lugar para que su dedo entrara y comenzar a jugar, mientras que seguía rozando mi clítoris con su lengua. Se sentía increíblemente bien y por alguna extraña razón estaba segura de que podía hacerme llegar al orgasmo en cualquier momento. Y de hecho, así fue.
Darío comenzó a jugar con sus dedos, introduciendo dos en mi cuerpo y haciéndome sentir el placer de ello. Al mismo tiempo, con su otra mano abrió mis labios y llegó a mi clítoris, para lamerme aceleradamente de lado a lado. Sin poder aguantarme, comencé a gemir entrecortado y apoyé mi mano en su nuca para hacerle saber que me encantaba lo que estaba haciendo. Su cabeza se empezó a mover de un lado hacia el otro y su cabeza empezó a vibrar aceleradamente mientras que mi cintura bailaba encima del tronco del árbol. Cerré los ojos nuevamente y me dejé llevar por completo, sintiendo como el calor invadía todo mi cuerpo al mismo tiempo que sus dedos entraban y salían de mi concha.
- ¡Mmm sí!- Gemí con fuerza al notar como un orgasmo se apoderaba de mí.
Darío frenó sus movimientos y se dedicó a saborear de mi acabada que seguía cayendo en su boca y en sus dedos. Luego elevó su mano hasta ponerla frente a mis labios y yo saboreé los dos dedos con los que me había hecho sentir un placer absoluto. Enseguida se levantó y yo hice lo mismo, mientras me acomodaba la bombacha y la pollera. Pero la cosa no había quedado ahí, pues ahora me tocaba a mí darle placer a mi chico. Miré hacia un lado y después hacia el otro y tras una sonrisa convincente de su parte, me agaché delante suyo para asegurarme de recibir su acabada en mi boca de la misma manera que él había hecho con la mía.
Lugar n° 15: Plaza
SIGUIENTE
OTRAS HISTORIAS:
CUARENTENA TOTAL. CAPÍTULO 1
LA PRESENTACIÓN (FANTASÍA)
VACACIONES EN LA PLAYA. CAPÍTULO 1
2 comentarios - 100 lugares donde tener sexo. Capítulo 15