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Su mejor amiga. No sé porqué, pero si el cómo. II

Después de saludarnos incómodamente y ambos observar que sólo atendía una cajera, no nos quedó otra opción que ponernos a hablar.

- ¿Qué haces por acá? – Le pregunté, mientras observaba que llevaba dos empanadas y una gaseosa zero.
- Trabajo a unas quince cuadras, viste. Y como hoy es mi permitido…- me mostró el almuerzo y sonrió, tímidamente. Su figura seguía perfecta. Así lo mostraba, el jeans ajustado y la remera pegada al cuerpo.
- ¡Mira! Yo laburo acá cerquita. Pero, para. Estamos en Capital, tenés por lo menos cuatro chinos o súper que hacen comida, mucho más cerca. – me giré para ver que la cajera estaba empeñada en demorar todo. – ah, y yo hoy empecé la dieta. – Le mostré, irónicamente, un sándwiche de milanesa y unas papas en tubo. 
- ¡ja,ja! Bueno, lo que pasa es que tenia que hacer unos trámites por acá y nada, aproveché que mi jefe no está. – levantó uno de sus hombros, riéndose. – che, como tarda – me contó un instante después, moviéndose inquietante.
- Es tremenda… - respondí 
- Encima, tengo el auto en el estacionamiento y no llego más…-
- ¿ya te vas?- le pregunte sorprendido, ya imaginaba que esta mina tenía toda la suerte del mundo, mientras yo metía horas extras a lo loco.
- No… como ahí, para estar más tranqui… - Respondía, sin mirarme. – bueno, por lo menos ya llegamos. – comienza a buscar algo en su cartera.
- Dejate de joder, como vas a comer en el estacionamien… - me dispuse a poner las cosas en la cinta para que me cobren
- ¡ay que pelotuda!- Pegó un grito y golpeó su frente -¡¡La Plata! Me olvidé la plata…– Se puso nerviosa y empezaba a dejar las cosas, con vergüenza.
- Dale, boluda. Veni, yo te pago. – chiste, tome sus cosas e hice que lo pase.
- No, boludo, olvídate. No como, tampoco va a hacer la primera vez, dale…- Insistía.
La cajera me miró dos veces, le hice gestos de que lo pasé y así lo hizo. Macarena me agradeció y me contó en la salida que estaba laburando para un viejo bastante pajero que tenía guita, amigo de su papá y que le pagaba bien, pero le rompía mucho las pelotas. Comenzamos a caminar hacia el mismo lado y después de esos comentarios, también deslizó que había empezado a estudiar ciencias de la comunicación y que eran un quilombo sus horarios, por eso me la crucé a las corridas. Habló, por lo menos tres cuadras. Por primera vez, la escuché con ganas. Después de mucho tiempo, notaba en ella un cambio que se asemejaba a quien era yo. Viste que a veces somos pelotudos y juzgamos injustamente. No sé, ahí estábamos en la puerta de mi laburo.
- Acá es…se…- le indico la puerta de un edificio lleno de oficinas.
- ¡ah, bueno! Pero que nivel metiste, Juancito. Después, la cheta soy yo, eh. – me guiñó un ojo y me golpeó el hombro. Ese comentario me demostró que Pauli le suele contar muchas cosas. 
- ¡ja! No es mío, soy un simple empleado. – me acerqué a la puerta para entrar. 
- Bueno, negri. – comenzó a despedirse -mil gracias por el almuerzo- me levantó las dos empanadas-
En esa caminata de dos pasos, no sé porqué decidí que no estaba bueno que la piba coma sola en un estacionamiento.
- ¡Maca! Venite a comer conmigo, acá hay un jardincito.- Le hice un gesto, mientras el secretario de entrada, no paraba de apretar el botón de apertura. -Dale que este me va a dejar sordo. – Sonreí, en tanto ella aceleró el paso.
Pasamos con algunos gestos al secretario y el comentario de que era una amiga, que ya se iba. Realmente, al pibe le chupaba un huevo, pero yo siempre dando una explicación de más. Pasamos un pasillo y salimos a un jardín que tenían las oficinas. Le expliqué a Maca porqué ahí no había nadie y que todos preferían otros lugares del edificio. Nos dispusimos a comer y seguir hablando de cosas de laburo. La charla estaba interesante, ambos estábamos cambiando.  Al final del horario, ya los comentario se fueron acotando y tampoco teníamos mucho para hablar.
- Bueno, me voy a ir yendo que se me hace tarde. – Miró el reloj y se levantó.
- Dale, te acompaño. – 
- No, salgo por acá, total es derecho. Soy rubia teñida, no natural. – Se tocó el pelo, burlándose. – Che, decile a Pauli que en cuanto me libere nos juntamos, ando bastante colgada. – Me sonrió y mi cara se desfiguró un poco. Ella lo notó. - ¿Qué pasó?- Me preguntó, acercándose.
- No, nada. Creí que se habían visto hace dos semanas.
Maca se quedó mirándome, sin saber que decir. 
- No, un poco más… - Respondió, nerviosa. – ¿Están bien ustedes? - Me consultó.
Por lo visto Pauli, hace mucho que no la ve o habla porque tampoco le comentó que nos íbamos a casar .
- Si, olvídate. – Sonreí, mientras juntaba las cosas bastante nervioso.
- Bueno, espero no haber metido la pata…- 
Yo sonreí, ella abrió la puerta y me senté abatido. Un calor comenzó a correrme dentro y unas ganas tremendas de llorar. Mi futura mujer, me estuvo mintiendo todo este tiempo y ¡ para peor!, me lo entero por su mejor amiga. Bah, ya no parecían tan amigas. 
Mi día continúo como el orto. Sólo quería llegar a casa y hablar con Paula. Miré el reloj cerca de treinta y tres veces en una hora. No aguanté más e inventé que mi viejo había tenido un problema y debía salir corriendo. No soy de mentir y menos con mis viejos, pero al salir recé dos o tres veces para que no le pase nada.

  Llegué a casa y Paula no estaba. Le mandé un mensaje diciéndole que había salido antes y que estaba en el departamento. ¡Si! Un tremendo boludo, porque después de que lo leyó y me mandó un corazón y una sonrisa, pensé que ese era el momento justo para descubrir que me mentía, posiblemente, verla entrar con un flaco, besándose de la misma forma que lo había hecho conmigo días atrás, ¿Cómo reaccionaría?, ¿Le pegaría? No creo, soy muy cagón. Seguramente, me lanzaría a llorar y ellos se reirían de mí , y por algún motivo juntaría mis cosas en un bolso lleno de vergüenza y me iría, asumiendo la derrota. 
Mi mente voló por varios minutos. La puerta se abrió. Me acerqué furioso.
- ¡Hola mi am…!- 
- ¡¿Con quién te estás viendo cuando me decís que la vas a ver a Macarena?!- La interrumpí, furioso, descolocado. Imaginando que detrás de ella esta el tipo con el que me caga.
- ¡¿Qué?! ¿De qué hablas?- me esquivó para cerrar la puerta.
- ¡Hoy, por esas putas casualidad, me la cruzo en un súper y despues de hablar me dijo que te avise que está colgada, que por eso no se están viendo! ¡Decime la verdad! –
- ¡Para! Tranquilízate y hablemos. – Se sentó en la mesa. - ¡Si! Te mentí, pero no te estoy cagando. –
- ¡Ja! ¡Dale! Cara de boludo tengo…-
- ¡En serio, Juan! – miró para abajo, media nerviosa. – La verdad es que en la facultad, hay una catedrática súper piola, que tengo buena relación. Es una señora muy copada. La cuestión es que hace un tiempo, me ofreció participar de encuentros para liberar a la mujer y charlar. Me encantó la idea. Cuando fui el primer encuentro, era básicamente, seis minas hablando de sexo. Pensé en irme más de una vez, pero en cada conflicto me vi reflejada y atrás de ese conflicto, te veía a vos. –
Me quedé mudo. Me estaba chamuyando, ¡Vamos! Vos estás pensando lo mismo que yo. Esta mina ideó, desde el día uno, un plan perfecto para cagarme sistemáticamente. Pero estaba triste, y Pauli, no es así.
- La cuestión, es que por eso yo estoy como más fogosa. Viste que estoy más predispuesta, bueno es así. Es más, mira…- sacó su celular y me mostró el grupo de WhatsApp. – Acá estamos todas. Lee todo y si querés revisarlo. – 
Ya está master, retirate》pensé abrumado y con mucha vergüenza.
- Perdón…- Supliqué, casi lloriqueando.
- Esta bien, amor. Te súper entiendo. Fui una boluda por no ser honesta con vos. – Se acercó, me agarró la cara y me besó. – La culpa fue mía, pero voy a remediarlo. – Sonrió
- ¿Qué vas a cocinar? – pregunté de una forma muy inocente y pelotuda.
Pauli, empezó a bajar su mano por mi camisa, mientras sonreía y bajó hasta mi jeans, desabrochandolo.
- No tengo ganas de cocinar, pero tengo hambre. No sé si vos tenés algo ahí para darme de comer… - sonrió, sacando mi pija, que ya estaba erecta.
No podía más. A penas apoyó mi lengua me volvió loco.
- ¿Sabes qué estuve practicando viendo videos?-
- ¿Vos videos? – Me sorprendí.
- Si… Descubrí que me re calienta ver chupar pija. – Se la metía toda en la boca y me pajeaba, suavemente. - ¿Y sabés qué más hice?- continuaba metiéndosela toda.
- Ahg.. – Suspiraba de placeres. – No tengo ni idea que hiciste.-
- Estaba tan caliente, que me metí un dedo en la colita… y después otro más…- sonreía con mi pija en su boca.
No podía creer lo que me estaba diciendo. La pija me explotaba de placer.
- Y me parece que para pedirte perdón, y más ahora que vas a ser mi esposo, te mereces un regalito. –
- ¿Si?-
- Si…-
 Se la metió una vez más en la boca, me la llenó de saliva y se paró. Se metió dos dedos en la boca y después de chuparselos y mirarme con una cara de puta tremenda, se los metió en el culo. Se mordía los labios. Si estaba actuando, lo hacía muy bien. Un minuto después, se dio vuelta frente a mí y empezó a bajarse el pantalón.
- ¿Te molestaría que empiece a usar tanguitas bien metidas en el culo?- 
- No…- Mi respiración estaba a mil, su voz me estaba re calentando.

Le bajé, el pantalón y tenía una tanga hermosa, mucho más chica de lo que solía usar. Se corrió la tanga, se agachó y agarró mi pija. Lentamente, se la fue poniendo en el culo, mientras se sentaba. Entraba un poquito, y trataba de irse, pero evitando que salga del todo. No les miento, sus gemidos, mezcla de dolor y seguro algo de placer, me estaban por hacer acabar.
- ¿Ya entra toda? – Me preguntó, con esa vocecita de nena.
- Si…- No daba más.
Pauli se sentó para que entre el final. 
- ¡Ay! ¡Me duele ¡ahg! – Suspiró, sin verla sé que cerró los ojos. - ¡ay! ¿Te gusta que me mueva así?- Se movía muy despacio, subiendo y bajando lo mismo.
- No doy más…-
- ¡acabame! ¡Dale! – comenzó a decirme, mientras se tocaba y se la metía entera en el culo. – Quiero sentir tu leche adentro, ¡ahg! ¡me estoy tocando, dale! ¡Ahg! – se retorcía, mientras aceleraba el ritmo. 
- ¡Ahí viene! ¡Salta, dale! – La tomé de las caderas y la empujaba hacia mí.
- ¡Ay! ¡Para! ¡Me está doliendo! –
- ¡No puedo! ¡Ya acabo! –
- ¡Acaba! ¡Ay! ¡Dale! ¡Ahg! ¡Estoy muy puta! ¡Dale! –
Al escuchar eso, por inercia se la metí entera y comencé a acabar como loco. Parecía un búfalo , resoplando de calentura. Ella salió rápidamente , agitada. Tocándose el culo y con alguna mueca de dolor. Yo no daba más. Como compensación, prepare la cena.

A los dos días, pasado el mediodía, en la puerta de la oficina estaba ella.
- ¡Devolución de almuerzo! – me gritó Macarena, levantando una bolsa enorme.
Sonreí y me la quedé mirando. Esas piernas, iban a explotar ese jeans…

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