Le sigo la respiración. Lo conozco de memoria. Todavía no. Pero ya el ritmo de su respiración me indica claramente que se durmió. Y ese es el momento en que me siento libre. Plenamente libre.
Solo necesito dos dedos para darme la libertad que me merezco. Después de un día agotador, de las tensiones con él, que ahora duerme, y con la vida, que ahora descansa.
Me acaricio y me rozo, pero no me toco.
Mis manos me corren desde los contornos, y ahora las abro y acaricio con las dos manos mis muslos. Y pienso en él, que duerme al lado mío. Y también pienso en otro él, que seguramente también esta durmiendo en otra cama.
La caricia sobre mis muslos rodean y rozan el contorno de mi centro. Y pienso en los dos. Juntos. Que no me tocan, ni me acarician. Solo me ven, ven como me pajeo.
Me miran y saben que están ahí para tocarme. Que quiero pija. Pero que quiero dos pijas. Y que no me importan sus prejuicios de macho. No quiero comparar, no me importa comparar. Quiero ser penetrada por dos pijas. Quiero arrancarles gemidos a mis dos hombres, que no se conocen, pero que ahora, en medio de la noche, los convoco con mi mente.
Me siento mojada y me lubrico con mis propios jugos. Hago círculos sobre mi clítoris. Contengo la respiración porque no quiero despertarlo. No quiero que sepa que me estoy cogiendo a su amigo, y ahora también a su jefe, y a su hermano, y a mi papá.
La yema de mis dedos me dan una libertad infinita. Me los estoy cogiendo en fila. Hacen cola para chuparme la concha, mi compañerito del secundario, el hermano de mi marido, mi primo. Un chabón que no conozco pero que me crucé por la calle y me miró a los ojos, y sentí que me desnudaba con la mirada, y me sentí muy puta porque me mojé solo por la mirada de un hombre que me crucé por la calle.
Me siento tan plena, tan despierta, que no quiero que se acabe. Dejo mi clítoris en paz, y me rozo los pechos. Siento mis pezones duros. Junto mis jugos con dos dedos y lubrico mis pezones. La caricia que les doy a las tetas me provocan descargas por todo el cuerpo.
Quiero volar, y mis manos me están haciendo volar. Mis caricias me llevan muy lejos, al medio del campo, con tres hombres que me vuelcan su leche en mi piel. Soy tan libre en este momento que decido regalarme un orgasmo. Me quedo muy quieta, muy laxa, solo mis dedos se ocupan de apoderarse de mi pequeña muerte. Contengo la respiración y me dejo llevar.
Se desasta sobre mí una energía incontenible que atraviesa mi cuerpo y regresa a su centro. Mis dedos ya no son mis dedos, y ya no me importa que me escuches. No me importa que te des cuenta de que me estoy acabando toda, pensando en vos, en él, en tu amigo, en tu hermano, en mi primo, en mi papá, en el chabón de la calle, todos acabando para mí, todos dándome placer. Todos me penetran, acaban para mí, y me hacen llegar a un orgasmo intenso.
Todas las terminaciones nerviosas provocándome espasmos. Hasta que la calma vuelve a mi cuerpo. Ahora es mi turno de dormir.
Solo necesito dos dedos para darme la libertad que me merezco. Después de un día agotador, de las tensiones con él, que ahora duerme, y con la vida, que ahora descansa.
Me acaricio y me rozo, pero no me toco.
Mis manos me corren desde los contornos, y ahora las abro y acaricio con las dos manos mis muslos. Y pienso en él, que duerme al lado mío. Y también pienso en otro él, que seguramente también esta durmiendo en otra cama.
La caricia sobre mis muslos rodean y rozan el contorno de mi centro. Y pienso en los dos. Juntos. Que no me tocan, ni me acarician. Solo me ven, ven como me pajeo.
Me miran y saben que están ahí para tocarme. Que quiero pija. Pero que quiero dos pijas. Y que no me importan sus prejuicios de macho. No quiero comparar, no me importa comparar. Quiero ser penetrada por dos pijas. Quiero arrancarles gemidos a mis dos hombres, que no se conocen, pero que ahora, en medio de la noche, los convoco con mi mente.
Me siento mojada y me lubrico con mis propios jugos. Hago círculos sobre mi clítoris. Contengo la respiración porque no quiero despertarlo. No quiero que sepa que me estoy cogiendo a su amigo, y ahora también a su jefe, y a su hermano, y a mi papá.
La yema de mis dedos me dan una libertad infinita. Me los estoy cogiendo en fila. Hacen cola para chuparme la concha, mi compañerito del secundario, el hermano de mi marido, mi primo. Un chabón que no conozco pero que me crucé por la calle y me miró a los ojos, y sentí que me desnudaba con la mirada, y me sentí muy puta porque me mojé solo por la mirada de un hombre que me crucé por la calle.
Me siento tan plena, tan despierta, que no quiero que se acabe. Dejo mi clítoris en paz, y me rozo los pechos. Siento mis pezones duros. Junto mis jugos con dos dedos y lubrico mis pezones. La caricia que les doy a las tetas me provocan descargas por todo el cuerpo.
Quiero volar, y mis manos me están haciendo volar. Mis caricias me llevan muy lejos, al medio del campo, con tres hombres que me vuelcan su leche en mi piel. Soy tan libre en este momento que decido regalarme un orgasmo. Me quedo muy quieta, muy laxa, solo mis dedos se ocupan de apoderarse de mi pequeña muerte. Contengo la respiración y me dejo llevar.
Se desasta sobre mí una energía incontenible que atraviesa mi cuerpo y regresa a su centro. Mis dedos ya no son mis dedos, y ya no me importa que me escuches. No me importa que te des cuenta de que me estoy acabando toda, pensando en vos, en él, en tu amigo, en tu hermano, en mi primo, en mi papá, en el chabón de la calle, todos acabando para mí, todos dándome placer. Todos me penetran, acaban para mí, y me hacen llegar a un orgasmo intenso.
Todas las terminaciones nerviosas provocándome espasmos. Hasta que la calma vuelve a mi cuerpo. Ahora es mi turno de dormir.
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