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Mi mejor amigo y su hermosa esposa - parte 2

No dejes de pasar por mi mejor post

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No te vas a arrepentir!



MI MEJOR AMIGO Y SU HERMOSA ESPOSA



PARTE 2 DE 2



Después de esa loca noche de sexo, tomamos unos segundos para relajarnos, era demasiado tarde ya, recordé a mi mujer, tenía que volver a casa, no existieron muchas palabras de despedida en esos momentos, lo hecho, hecho estaba y creo que los tres necesitábamos interpretar todo lo que había sucedido, y como que, sin decirlo, dejamos todo en una pausa para discutirlo en otra oportunidad.

Volví a casa, era realmente tarde, traté de ser cuidadoso y silencioso, los pequeños dormían profundamente, pasé por el baño, luego a mi cuarto, Aidé estaba de costado y me acurruqué a sus espaldas, mi mujer tenía una fragancia dulzona, y estaba completamente desnuda bajo las sábanas, apoyé mi pelvis en sus nalgas y la abracé descansando mi mano en sus pechos, ella solía esperarme de esa manera para sorprenderme, y me encantaba cuando lo hacía.

Entre dormida me preguntó qué hora era, si era tarde, solo la contuve y le dije que se durmiera. Y saben que sentí después de tanto placer? culpa, esa era la palabra que no me permitía cerrar los ojos, me sentí una mierda con ella, por haberle fallado, remordimiento de conciencia, pero ya no podía volver el tiempo atrás...



Había pasado apenas una semana, cuando los visitadores médicos, Sergio y Sonia se apersonaron entre visitas de consultorio. Les hice lugar entre paciente y paciente para sentarnos a hablar como personas adultas, sería una obviedad aclarar el verdadero motivo por el cual estábamos frente a frente en mi lugar de trabajo.

Convenimos en que la experiencia había sido fabulosa para los tres, había existido mucha química, mucho placer, nos excusamos en las copas de vino que habíamos bebido demás y solo expusimos nuestras vivencias y pensamientos.

Él era mi mejor amigo, mi hermano de la vida, ella su esposa, una mujer envidiablemente bonita como pocas, eran mis visitadores médicos, y ella también mi paciente preferida, todo se había mezclado con todo y cruzamos esa delgada línea entre la amistad y la sexualidad. Solo había sucedido y convenimos los tres en que mejor dejar así las cosas, porque de seguir, la convivencia podría volverse peligrosa y alguien podría salir lastimado.

Me las arreglé con mi conciencia para seguir adelante, por mi mujer, por mis hijos, a cualquiera se le puede cruzar una loca oportunidad en la vida y solo tomarla, somos meros mortales, seres imperfectos llenos de defectos.



Un mes después tendría una nueva visita a mi consultorio, al abrir la puerta para llamar a una de mis pacientes, ella estaba sentada al frente, Sofía, con su look de visitadora médica, en un entallado trajecito azul apagado, con medias de nailon negras y brillosos zapatos tacos altos, muy elegante, por cierto, la saludé a la distancia y le pedí un minuto.

Mientras atendía a la mujer de turno, inconscientemente mis pensamientos se iban a ella, la esposa de mi amigo, a su estampa, a su belleza, a esa palabra llamada deseo, y aunque no quisiera todo volvía en mi cabeza a esa noche del trío.

Terminé esa consulta, despedí a la señora y me preparé para recibir a la siguiente, ella ya me esperaba de pie en la puerta, la saludé con un beso en la mejilla y me excuse, le dije que no podría atenderla en ese momento, había mucha gente y estaba atrasado, en verdad busqué sacármela de encima para no tener que afrontar una situación que no sabía cómo podría terminar.

Sonia me respondió con una sonrisa, 'no hay problema, no tengo prisa, te espero'


Mi mejor amigo y su hermosa esposa - parte 2


Ya era tarde, demasiado tarde, Sonia esperó estoica hasta que no quedaran mujeres por atender, la hice pasar.

Ella se sentó y como buena visitadora médica empezó a hablar de sus nuevos productos, yo traté de desentenderme, no quería mirarla a los ojos porque sentía que era como mirar al mismo demonio tentándome a pecar, mientras hablaba dejé mi guardapolvo en el perchero y empecé a acomodar mis cosas, como dándole a entender que estaba en planes de irme rápido.

Ella tomó mis indirectas y cambió de tema, dejó su rol de visitadora médica y pasó al de paciente, comenzó a contarme que necesitaba que la revisara, que estaba con demasiado flujo y con picazones típicos de mujeres, que no andaba bien y no sé cuánto más, empezaba a transitar un camino espinoso, traté de disuadirla, pero Sonia estaba plantada en mi consultorio y no pensaba moverse de ese lugar.



Tuve que ceder, mientras buscaba unos guantes descartables le indiqué que pasara al baño a sacarse su ropa interior, pero ella muy suelta de cuerpo me indicó que después de lo que habíamos vivido con su marido, mi amigo, ya no tenía sentido tanta promiscuidad entre nosotros.

Sonia me daba la espalda tal vez con un dejo de intención de su parte, se bajó de sus finos tacos altos, desabrochó la ajustada pollera y con un esforzado contorneo la dejó caer al piso, lo primero que noté, fue que casualmente tenía la misma tanga negra que la noche del trío con su esposo, y todo eso ya había logrado una erección casi imposible de ocultar.

Ella siguió dándome la espalda mientras de una forma muy provocativa se sacaba las medias de nailon, al final, el turno de su pequeña tanga, de una manera tan puta que solo invitaba a penetrarla, tragué saliva, ella giró mirándome fijamente a los ojos, con su brillante y lampiña concha apuntándome a los ojos, con cero pudores, jugando con la tanga entre los dedos, solo le indiqué que se recostara para revisarla, sabiendo que no debía hacerlo.



Fui entre sus piernas, con solo observar comprobé que ella no tenía nada extraño más que el típico néctar de excitación femenina, solo me estaba arrastrando a un lugar peligroso, le metí un dedo profundo, le metí dos, y ella me miraba disfrutando lo que estaba sucediendo, tomó mi antebrazo y me hizo empujar bien adentro mis falanges, me dijo que la cogiera, que quería mi verga dentro.

Solo bajé mis pantalones, mi calzoncillo y se la metí toda y empecé a cogerla con fuerza, con rabia, con rudeza, era como castigarla por puta, y eso solo la excitó más, empezó a gritar, y tuve que taparle la boca con la palma de mi mano, alguien podría escuchar desde fuera y eso solo hubiera sido un problema.

No tarde mucho, en unos cortos minutos se sexo estaba chorreando mis jugos, Sonia estaba agitada y me dijo que la había dejado muy caliente, que quería que se la chupara toda



Me senté entre sus piernas, mi semen había chorreado hacia su esfínter, por sus labios, cerré los ojos y pasé mi lengua para limpiarla, mi propia leche, estaba inundada y eso la calentó demasiado, me pidió que la limpiara toda y solo la chupé más y más, metiendo ahora mi lengua en su hueco para saborear la mezcla de mis jugos con los suyos, me prendí en su clítoris, pasé mis manos por debajo de su sostén para acariciar sus dulces pechos y estimular sus erizados pezones entre mis dedos, solo seguí llenándome con el placer de observar la perfección de sus curvas, y no paré hasta sentirla retorcerse de placer por la chupada de concha que le estaba dando.



Fui sobre su rostro y la besé profundamente, traté de meter mi lengua en su garganta y ella apretó tanto mis labios con los suyos que pude sentir sabor a sangre de alguno de los dos.

Terminamos, mientras acomodaba mi sexo dentro del pantalón y dejaba los guantes de lado, ella volvía a poner todas las prendas en su sitio, pasó por el baño a arreglarse, y todo estaba terminado, ella tenía un aire de suficiencia, como que había ganado, como que había obtenido lo que había ido a buscar.



Era tarde, cerré el consultorio, bajé las escaleras, en la recepción ya no quedaba nadie, las secretarias estaban hasta las ocho de la noche, miré mi reloj, eran casi las nueve, solo quedaba la gente de guardia.

Fui a mi coche, y de ahí a casa, con la mente en blanco, sin pensar en nada, nada de nada.

Al llegar mi pequeña hija vino corriendo a mi encuentro, la abracé con dulzura, el varoncito tomaba una ducha, Aidé preparaba la cena, fui a sorprenderla abrazándola por la espalda, pero ella me recibió fría y distante, buscó zafarse, fue evidente que estaba demasiado molesta. La miré con cara de no entender, entonces empezaron los reproches, que donde estaba, que la hora que era, por qué no había contestado sus mensajes y lo peor de todo, tuvo que pasar a buscar Aníbal, nuestro hijo por el campo de deportes donde practicaba futbol porque hacía una hora que su papá estaba desaparecido.



Era cierto, yo me había comprometido a pasar a buscarlo, era mi responsabilidad, y también era el culpable de que mi mujer estuviera en llamas, todo por mi calentura con la conchuda de la mujer de mi amigo.

Suspiré resignado, pedí un perdón que no fue concedido, dije de mis pacientes, de mi trabajo, pero no era el momento de curar heridas, Aidé no era de perdonar fácil y menos cuando nuestros hijos estaban de por medio.

Fue mi turno de ducharme, necesitaba lavar mi cuerpo, pero quería lavar mi conciencia.

Me sentí una mierda de persona, había sido infiel por segunda vez en mi vida y honestamente, no me sentía bien, como explicarlo, supongo que me sentía como un adicto a las drogas, que en su momento de cordura sabe que no puede consumir esa porquería, pero al estar frente a ella mataría por tenerla, y una y otra vez se cae en un círculo vicioso



No tardaría mucho en repetirse su visita al centro médico, pero esta vez con Sergio, su esposo, mi amigo.

Al verlos en la sala de espera quise que la tierra me tragara e imaginé miles de situaciones, tal vez el nada sabía y venían a proponer un nuevo trío, tal vez ella había hablado y tendría una escena de marido celoso y despechado o por el contrario, tal vez él hubiera sido partícipe del todo el juego y el engañado hubiera sido yo, o tal vez solo visita médica, miles de escenarios se mezclaban en mi cabeza y no podía concentrarme en lo que hacía, por lo que hice un paréntesis y los invité a pasar.

Para mi suerte, era poco más que una mera visita de cortesía, fueron solo unos minutos, hablamos de todo un poco, y pude notar que Sergio era ajeno a lo que había sucedido y que Sonia era una puta perversa que jugaba con las provocaciones delante de mi amigo, su marido. No sabía cómo diablos me estaba metiendo en todo esto, solo sentía que estaba metido en un pantano de placer y que poco a poco me iba enterrando en el lento e irremediablemente.



Dos días después Sonia volvería a visitarme, esta vez sola y adiviné que a ella le gustaba jugar con toda esta situación de enredos, que la adrenalina de todos estos peligros de conocidos, amigos, pacientes, trabajos solo la llevaban a querer más, por lo que esta vez le indiqué expresamente que se detuviera, no era momentos de juegos de ninguna de sus locuras.

Ella solo se rio y me dijo que no me mostraba convencido de lo que decía, entonces se metió debajo del escritorio y su cabeza asomó de mi lado, y me reclinó hacia a atrás, hizo a un lado mi guardapolvo, abrió mi pantalón y buscó mi verga que estaba rígida, solo descubrió el glande por completo, me la besó, después sacó la lengua y me la pasó por debajo, en esa zona tan sensible que me hizo retorcer de placer, y volvió a hacerlo como si fuera una gata mimosa, mirándome a los ojos de una forma muy puta, y lo hizo otra vez, y otra más, y solo siguió en ese juego dejándome saber que no se detendría.

Y eso fue demasiado, poco a poco la estimulación hacía que sintiera más y más placer, y ambos sabíamos cuál sería el inevitable final si no nos deteníamos.

Llegué a clímax, una gota transparente salió de la punta de mi verga, fue involuntario, no podía retenerlo, ella pasó la lengua para sentir mi sabor y solo siguió en su juego, si quitarme la mirada clavada en mis ojos, y tras esa gota emergió un líquido blanco, y un poco más, que fue chorreando lentamente hacia abajo, pero solo siguió pasando la lengua como si nada estuviera sucediendo, solo sé que exploté en siete chorros continuos que ensuciaron todo a su paso.


hermosa


Cuando terminamos todo en derredor estaba lleno de semen, mi ropa, mi sexo, su rostro, su mano, ella lo lamía como puta mientras me preguntaba si mi esposa alguna vez me había hecho algo tan rico, la respuesta era obvia, por lo que mantuve mis labios sellados, Sonia vino a sentarse sobre mí y me dio un terrible beso mortal, lleno de semen, para cerrar el encuentro, antes de irse me advirtió que pensara bien si realmente deseaba que todo terminara entre nosotros.



Con el correr de los días las visitas de Sonia a mi consultorio se hicieron tan rutinarias como peligrosas, no era normal que una visitadora médica tuviera tantos cruces con un doctor, menos una paciente a no ser que tuviera algún problema, y descubrí en ella una perra viciosa, como ese día me la había chupado, o antes me la había cogido, empezamos a hacer de todo un poco, ella tenía un variado repertorio de sexo para ofrecer y el juego era siempre dejar algo pendiente, un día solo me pedía sexo oral, otro día ella me lo regalaba, a veces una cogida rápida, lo mejor cuando llegaba y decía 'quiero que me rompas el culo'. Pero no todo eran rosas, mi relación con Aidé estaba cada vez más distante, es que yo disfrutaba el sexo que me daba Sonia, mi mujer sospechaba que andaba en algo raro, pero no podía saber bien que, me estaba perdiendo el crecimiento de mis hijos por no prestarle la debida atención, y lo peor, la tarde en que Sergio, mi mejor amigo se sentara conmigo frete a frente a confesarme que creía que su mujer le metía los cuernos.



Me decidí a poner un punto final a la situación, y me puse firme con Sonia, no podíamos seguir adelante, le dije abiertamente que entendiera que Sergio era mi mejor amigo, mi gran amigo, que yo estaba de su parte, ella me dijo que era un cínico, si mi plan de mejor amigo incluía acostarse con su mujer, solo bajé la vista y cerré mi boca.



Pasó el tiempo y llegamos a este presente, y en verdad no pude cambiar el curso de la historia...



Mi esposa me dejo, nos divorciamos, en verdad ella nunca pudo descubrir la verdad de la historia, siempre imaginó que tenía una amante, pero no más de eso, igual, no nos separamos por Sonia, nos separamos de común acuerdo porque había muerto el amor entre nosotros, no teníamos diálogo y solo discutíamos sin cesar, era agotadora la convivencia



Sergio, mi amigo del alma, si se enteró de lo que hacíamos a sus espaldas, y si bien en un primer momento la relación estuvo muy tensa, después de charlar y charlar asumió que un poco era su culpa por haber sido parte en algún momento del juego que ahora le molestaba, nuestra relación quedó ahí, ni somos los mejores, tampoco los peores



Sonia, mi amante, jamás pude cortar el hilo que me ataba a ella, se tornó en una obsesiva maldición, su sexo era lo mejor en mi vida, la adrenalina, el placer, la lujuria, la excitación, mil veces me juré dejarla, mil veces fallé, las cosas de la vida, ella por su lado no tuvo ningún problema para cortar conmigo y con su marido, estaba cansado de todo, partió a Australia para comenzar una nueva vida, ella fue la mujer que me dejó en soledad, perdí a mi mejor amigo, perdí a mi matrimonio



FIN





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