100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
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Capítulo 13:
Si alguien me hubiese preguntado que iba a hacer esa noche, lo último que le hubiese dicho sería tocarme pensando en mi farmacéutico. Habían pasado muchas cosas en esa última semana que habían hecho que todo cambiara y de golpe me sintiera sumamente atraída por él. Su mirada seductora, su voz firme y gruesa, su sonrisa atrapante y sus alago constantes me habían hecho pensar que de verdad había un interés de él hacia mí. Mis amigas tenían razón y eso me había puesto a pensar al punto de descubrir su Instagram y ahí darme cuenta, no solo de que él también me gustaba, sino de que quería tocarme pensando en él.
Me llamo Verónica, tengo 30 años y la soltería no me pega nada bien. Me peleé con mi novio de más de ocho años de relación y es por ello que mis amigas me sacan todo el tiempo a bares con el fin de que conozca a alguien nuevo. El problema es que yo no quiero conocer a nadie, quiero estar sola por un rato y disfrutar de la soledad que hace tanto tiempo no tengo. Mis amigas insisten en que tengo que distraerme con otros hombres, pero yo no logro sentirme atraída por ninguno a pesar de que llevo más de cuatro meses sin tener sexo. Parece que no había nadie que pudiera hacerme cambiar de opinión hasta que lo conocí a él.
Alejandro trabaja en la farmacia que abrió en la esquina de mi casa hace seis meses. Al principio fui un par de veces con mi ex, por lo que él simplemente se enfocó en atendernos y en darnos los medicamentes que le habíamos pedido. Pero después de tres meses de volver a estar soltera, pareció darse cuenta de que algo había cambiado y se tomó la libertad de sacarme charla cada vez que iba a comprar algún medicamente. Siempre con respeto y manteniendo la profesionalidad, pero de alguna manera hacía que termináramos teniendo cortas conversaciones que por alguna razón alegraban mi día.
Un día fui a la farmacia con una amiga, pues ella me pasó a buscar y yo aproveché que estábamos ahí para encargar un medicamente que necesitaba desde hacía unos días. Después de que Alejandro nos atendiera y nos dijera un comentario gracioso, las dos salimos y mi amiga se encargó de resaltar que estaba buenísimo y que me tenía ganas. “Nada que ver” le respondí yo que veía a mi farmacéutico como un simple empleado del lugar. Pero al otro día tuve que volver pues se habían equivocado en el ticket y comprobé que él era amable y simpático solo conmigo y no con el resto de las personas que iban a comprar, a quienes simplemente atendía respetuosamente.
Fue entonces cuando me animé a preguntarle su nombre completo y después de que me lo dijera lo terminé buscando en Instagram. Mi sorpresa fue enorme al ver que en muchas de las fotos que se sacaba, estaba sin remera. ¡Estaba buenísimo! Además de su cara divina que tapaba con una barba perfectamente recortada, tenía un lomo increíble en el cual resaltaban sus abdominales divinas, sus pectorales deliciosas y sus bíceps que te derretían. Esa noche me acosté con el celular en la mano y me sentí caliente después de seis meses de no hacerlo, por lo que me terminé tocando mientras miraba las fotos de Alejandro en cuero.
La semana siguiente volví a la farmacia para comprar algo para mi madre y me animé a preguntarle si estaba soltero, a lo que él me respondió que sí. Antes de que pudiera decirle algo, él me preguntó si estaba dispuesta a ir a tomar algo con él algún día y yo sonriendo le dije que tenía disponible ese sábado a la noche. “¡Uhh me mataste! Este sábado me toca hacer guardia toda la noche” me dijo él algo desahuciado, por lo que enseguida le dije que podíamos arreglar para vernos en otro momento. Me dijo que nos comunicábamos y entonces le pregunté cuál era su Instagram (a pesar de que ya lo sabía) y lo terminé agregando para que pudiéramos hablar por ahí.
Ese sábado a la noche decidí quedarme en mi casa y salí al balcón del departamento para mirar la puerta de la farmacia. “Te estoy espiando” le escribí y le mandé una foto desde la vista que tenía de ahí. Al principio pensé que era una estupidez, pero él enseguida me respondió con una carcajada y me dijo que se estaba aburriendo muchísimo, pues no había nadie allí. “¿Querés que te vaya a hacer compañía?” le pregunté en forma de chiste pero él me respondió que no le vendría nada mal. Entonces dudé unos segundos en lo que debía decirle, pero me animé a insistir en ello y a aclararle en que no tenía problema en hacerlo. “Podemos hacer nuestra cita en la farmacia si no te molesta” me dijo él y acto seguido fui a arreglarme para estar presentable.
- Pasá.- Me dijo él abriéndome la puerta amablemente y después cerró con llave.
Había puesto sobre la barra del fondo de la farmacia una manta que cubría esta y sobre ella una botella de vino y dos copas. “¿Te dejan hacer esto?” le pregunté viendo que había una cámara de seguridad que enfocaba a la zona en la que estaba la barra. “No funciona” me dijo él riéndose y destapó la botella. Enseguida empezamos a hablar y él comenzó a contarme un poco de lo que hacía de su vida y de cómo odiaba las noches que tenía que hacer guardia. Por suerte para nosotros, solo una persona nos interrumpió a lo largo de una hora en la cual estuvimos hablando y tomando la botella de vino.
En ese momento la conversación se puso más interesante y yo me animé a decirle que había espiado un poco su Instagram y que había visto que está muy bien físicamente. “Gracias. Vos también sos muy hermosa” me dijo y sin poder controlarme, me abalancé sobre él y lo besé. Alejandro me devolvió el beso y se paró firmemente para que no nos cayéramos al piso de lo brusca que había sido yo. Entonces me percaté de lo que acababa de hacer y me alejé pidiéndole disculpas por mi impulsividad. “No tenés que pedirme disculpas de nada. Si no lo hacías vos, lo hubiese hecho yo” me dijo y su mirada se dirigió a mis labios.
Un fuego abrasador se apoderó de mí y noté como otro impulso invadía mi cuerpo, esta vez mucho mayor del que ya tenía. Me volví a tirar encima suyo, pero en esta oportunidad Alejandro estaba preparado y me agarró con fuerza para sujetarme y comerme la boca. Comenzamos a besarnos apasionadamente, apoyados contra la barra sobre la cual solían atender a la gente. No podía creer lo que estaba sucediendo y seguía sorprendida de como yo me había animado a hacer eso. El beso se fue poniendo más caliente, una de mis manos pasó por su pecho y quiso sentir su piel por debajo de su bata.
- ¿Querés que vayamos a mi departamento?- Le pregunté y él enseguida me dijo que no podía dejar la farmacia pues si venía alguien debía haber alguien para atenderlo.
Pero en vez de desanimarme, sentí como el fuego que crecía en mí se hacía más y más fuerte. Sin saber que había allí adentro, lo tomé de la mano y abrí la puerta que conducía al depósito y entré caminando firmemente. Una gran cantidad de estantes llenos de remedios cubría toda la habitación, la cual nos daba la privacidad que necesitábamos en ese momento. Volví a pararme frente a él y lo besé tras asegurarme que nadie podía vernos desde afuera y dejé que mis manos siguieran el trabajo. Alejandro parecía algo preocupado y con dudas sobre lo que debíamos hacer, pero esas dudas se fueron de su mente cuando sintió el calor de mis manos subir por adentro de su bata.
Comencé a tocarlo con delicadeza, sintiendo los músculos de su cuerpo, los cuales había visto unas horas antes en su Instagram. Mientras tanto, los besos se hacían cada vez más calientes y neutras bocas se desesperaban por tocar los labios del otro. Envuelto en una ola de calor, el farmacéutico me empezó a levantar la remera que tenía puesta y sus manos llegaron hasta mis tetas, la cuales acarició con la yema de sus dedos. Los dos nos estábamos dejando llevar por el momento y nuestros cuerpos respondían más rápido que mi mente. Sentía sus abdominales con mis dedos y me calentaba de una manera tal que no me había calentado hacía muchísimo tiempo.
Me agaché delante suyo y fui directo a buscar el cierre de su pantalón. Alejandro se desprendió de la bata y la apoyó en un estante que estaba semi vacío al lado de donde estábamos. Lo miré desde abajo mientras le bajaba el pantalón y pude ver en su hermoso rostro una expresión de deseo que me volvió loca. Pasé mi mano por encima de su ropa interior y sentí como la dureza empezaba a notarse debajo de esta. “Sos hermoso” le dije sin aguantarme y él me devolvió el alago mientras que yo le bajaba el bóxer y dejaba al descubierto su enorme pija.
Se la agarré con la mano y tras masturbarlo por unos segundos, empecé a chupársela a toda velocidad. Hacía más de seis meses que no tenía una en mi boca y en ese momento me di cuenta lo mucho que la extrañaba. Se sentía deliciosa, bien dura y firme, creciendo más y más a cada segundo. Yo la chupaba rápidamente, moviendo mi cabeza hacia atrás y hacia adelante, llenándome la boca con ella y pasándole la lengua por todos lados. También bajé hasta sus huevos y pude comprobar que a Alejandro le encantaba la sensación de mi lengua por encima de ellos, pues me regaló unos preciosos gemidos que me calentaron mucho más.
Entonces me levanté y llegó el turno de él. Primero me sacó la remera de manera brusca y me desprendió el corpiño para pasar su lengua por mis pezones y dejarlos bien duros y mojados. Acto seguido me dio un beso y se arrodilló en frente mío para sacarme el pantalón de la misma manera que yo le había sacado el suyo. Se sorprendió al ver mi tanguita reveladora y me confesó que le encantaba mi cola, por lo que decidí dar una vueltita para regalarle una vista bien de cerca. Finalmente abrí mis piernas y él metió su boca entre ellas y corriendo la tanguita hacia un costado me la empezó a chupar.
Fue tanto el placer que sentí en ese momento, que de mi boca salió un gritito que hizo que Alejandro me preguntara si me había lastimado. “No… Seguí” le respondí yo jadeando y apoyé mi mano en su nuca para que volviera a besar mi cuerpo. Hacía muchísimo tiempo que no sentía el placer de un hombre lamiéndome la concha y el farmacéutico lo hacía perfecto. Movía su lengua delicadamente de un lado al otro y subía hasta mi clítoris para dibujar pequeños círculos por encima de este. Estiré una de mis manos para apoyarla sobre el estante que estaba en frente mío y dejé que de mi boca salieran gemidos de placer que se hacían cada vez más fuertes.
Alejandro se terminó levantando después de varios minutos de saborear mi cuerpo y volvimos a encontrarnos en un beso bien fogoso. Agarró una caja de preservativos que había allí y la abrió violentamente para colocarse uno a toda velocidad. Yo me di media vuelta y me incliné hacia adelante, levantando mi cola para que él pudiera hacer lo suyo. Se acomodó detrás de mí y poco a poco fue metiendo su gruesa y dura pija en mi conchita. Fue tal el placer que sentí al tenerla toda adentro, que mi gemido debió de escucharse en toda la farmacia.
Comenzó a moverse lentamente buscando la posición perfecta y cuando la encontró, me sujetó de la cintura y me empezó a coger con ganas. No podía creer lo mucho que estaba disfrutando ese momento. Una mezcla de placer por sentir nuevamente la sensación de una pija entrando en mi cuerpo se mezclaba con el morbo de estar escondida entre los estantes de la farmacia en el horario que él supuestamente estaba trabajando. Alejandro me agarraba con fuerza y se movía cada vez más rápido, haciendo que su pija entrara y saliera de mi conchita a toda velocidad.
- ¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Ay sí!- Decía yo entre gemidos al mismo tiempo que me sujetaba de los estantes.- ¡No pares! ¡Seguí!- Le pedía como loca sintiendo un calor abrazador recorriendo todo mi cuerpo.
Él no frenaba y se movía como loco. Me cogía a toda velocidad y estampaba su cuerpo contra el mío haciéndome sentir la totalidad de su pija en mi conchita mojada. Giré la cabeza y vi su cara seria y su boca fruncida, la cual dejaba escapar algunos jadeos con cada golpe que daba. “¡Ay sí! ¡Cogeme!” le dije yo mirándolo a los ojos y él estiró una mano para agarrarme de la cara y meterme un dedo en la boca mientras se movía como loco. Yo le chupé el dedo para dejárselo bien mojado y después abrí bien grande la boca para seguir gimiendo como loca.
En medio de un nuevo impulso, me paré firme para ordenarle que se sentara en una silla que estaba a un metro de nosotros. Él lo hizo y yo automáticamente me senté encima suyo para colocar nuevamente su pija adentro de mi conchita. Primero nos dimos un beso bien caliente, pero cuando yo comencé a saltar encima suyo, su boca se enfocó en lamer mis pezones que subían y bajaban frente a su rostro. Nuevamente mis gemidos inundaron la habitación y el calor infernal se apoderó de mí. “¡Ay sí! ¡Me encanta!” gritaba como loca mientras que él colocaba sus manos en mi cola y la sujetaba con fuerza. Sentía su lengua recorrer mis pechos, mientras que su hermosa pija entraba y salía de mí con cada salto que daba. Estaba muy excitaba, muy caliente y no me podía aguantar las ganas.
- ¡Voy a acabar!- Le dije en un grito y entonces Alejandro reaccionó.
Automáticamente me dijo que me levantara y que me colocara en cuatro en el piso y yo lo hice sin dar vueltas. Él se arrodilló detrás de mí y me penetró con todas sus fuerzas que sentí el principio de mi orgasmo llegar. Me empezó a coger a toda velocidad, golpeando su cintura contra mi cola y poniéndome a gritar de placer nuevamente. Un orgasmo increíble invadió mi cuerpo y noté como mi concha se mojaba por completo, empapando toda mi entrepierna y la verga de mi amante. Él siguió cogiéndome con fuerza hasta que noté unos suspiros de placer y frenó de golpe, haciéndome saber que también había acabado.
Nos quedamos unos segundos inmóviles, tratando de recuperar la respiración y disfrutando del orgasmo que acabábamos de tener. De golpe, el timbre sonó y nos advirtió que había alguien queriendo comprar algo del otro lado de la puerta. Alejandro se empezó a vestir aceleradamente y luego de ponerse la ropa, salió apurado a atender a la persona que estaba esperando. Yo me cambié más despacio, disfrutando aún del orgasmo que me acababan de regalar y deleitándome con el sabor de su pija en mi boca. Cuando salí, el cliente ya se había ido y volvimos a hablar con Alejandro, acordando que ni bien terminara su horario de trabajo íbamos a ir a mi departamento para una segunda vuelta.
Lugar n° 13: Farmacia
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