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Mi cuerpo por el empleo - biblioteca 1

Necesitaba ese puesto, no dudé en aceptar la proposición cuando el Dr. Recalde me lo dijo por teléfono. Había perdido el puesto de recepcionista en la biblioteca nacional debido a una reducción de personal causada por la pandemia. Ahora, irónicamente en otra reducción de personal, el puesto coordinadora de áreas quedaba libre. Me llamó para saber si me interesaba.
- Genial Eli - había dicho el Doctor - me alegra saber que aceptas, fue una pena haber tenido que prescindir de ti.
Ni que lo diga, haber perdido el empleo me dejó varada en un país extranjero, todo lo que tuve que hacer para solventar mis gastos. Pero en vez de decirle eso solo dije acepto.
- Solo que la junta debe de aceptarte también, yo fui quién te propuso. No te preocupes, ya casi estás dentro, solo tienes que... Bueno tú ya sabes, demostrarle a la junta que eres capaz de... Hacer las cosas... Dotes actitudinales y verbales. Tú entiendes Elizabeth.
Pues claro que entendía, o al menos eso creí.
El día citado fuí a reunirme con el Doctor y con la junta de ancianos que rigen la biblioteca. Mi vestimenta era sobria, un uniforme de ofinista común, si los iba a sorprender en la entrevista sería con mi profesionalismo.
Entré a la biblioteca y fui directo a la sala de juntas, el doctor me hizo pasar y dentro estaban cuatro señores más. A algunos les conocía de vista, a la junta le correspondían muchas actividades de la universidad, solo el Doctor Recalde era responsable de la biblioteca y solo a él le conocía personalmente.
- Comencemos - fue la palabra del doctor y cuando lo pronunció mis creencias cayeron al piso, junto con la ropa de cada uno de los presentes.
La imagen de cinco hombres mayores desnudándose frente a mí me dejó sin habla. Sorprendida totalmente me quedé helada. <<¿Cómo pude ser tan tonta?>>
"Habilidades verbales", "tú ya sabes Eli" y todas esas palabras en doble sentido, en mi inocencia pequé y ahora estaba clavada ahí.
El doctor notó mi nerviosismo y se acercó, ya sin nada de ropa, puso su mano en mi hombro y me quitó del sueño.
- ¿Todo bien Eli? ¿Necesitas prepararte? Noto que no estás vestida para la ocasión, aquí hay un baño, puedes pasar a prepararte si quieres.
Acepté en piloto automático y rápidamente fui al baño de la sala de reuniones. Cerré la puerta y me senté en el inodoro.
<<Qué voy a hacer ahora mismo, mierda Eli si eres tonta. ¿En dónde te has metido? A ver, no creo que me sometan si yo no quiero ¿Y si llamo a la policía? Pero fue un malentendido, no podría decir nada lógico. Tengo que salir y decirles que no>>
Mis pensamientos volaban en mi cabeza, no pasó mucho tiempo, decidida me levanté y fue hacia la puerta, pero quedé congelada al tocar el picaporte <<Pero no puedo darme el lujo de rechazar ésta oportunidad. Vamos, si hasta me folló el Don del departamento. Esto es algo así, pero con más ganancias>> mi mano seguía sujetando el frío picaporte mientras seguía pensando <<¿Entonces salgo y les digo si? Cojanme. Debo intentar que no dure demasiado, esos señores igual van a recibir más de lo que merecen>> me recorrió un escalofrío en la espalda al imaginarme entre ellos <<demonios, ni siquiera traes algo decente debajo Eli>>
Y era la verdad, abajo traía un boxer femenino color verde, nada sexy, bastante viejo, de esos que tienen igual cantidad de fealdad como de comodidad y arriba llevaba puesto un sostén gris sin nada resaltante. Llevaba chatitas, ni siquiera zapatos de tacón alto, sin falda. ¿Qué podía hacer? La respuesta fue sencilla.
Cuando salí del baño, los cinco hombres se quedaron mirándome. Salí totalmente desnuda, descalza caminé lentamente hacia ellos. Mi suave y blanca piel relucía la desnudes y ellos se relamían admirándome. Sin zapatos y descalza solo recalcaba mi baja estatura, al más bajo de ellos apenas le llegaba a los hombros. Mi pelo rojo, con rulitos caían sobre mi espalda. Me dirigí entre ellos y no tardaron en tocar todo lo que podían tocar. Cerré los ojos. Sentí sus manos en todas partes, en mis generosos senos, en mis pezones, en mi cuello, en mi cintura. A mis nalgas le tocaron igualmente, las separaron, las apretaron, las acariciaron. Sentí dedos rozando mi sexo, mis labios, dentro de ellos. Varias veces algunos dedos intentaban penetrar. Algunos entraron en donde debían, algunos entraron por detrás. Yo les dejé hacer y disfrutar. No podía negar que mis nervios se diluyeron con el calor de mi cuerpo.
¿Verbal? ¿Oral? Ese fue el código y eso fue lo que hice. Me arrodillé y de inmediato uno de ellos me metió su pene en la boca. Los demás me rodearon y mis dos manos se ocuparon de otros dos penes. Chupe lo mejor que pude y luego el señor cedió el lugar, otro metió su pene en mi boca y luego, otro. Y así se turnaban y yo no dejaba de chupar y masturbar. Ni siquiera podía verles a la cara de modo que después de varios minutos ni recordaba a quién había tenido en la boca y a quién no. De seguro ellos si llevaban la cuenta.
La cosa subió de intensidad, empezaron a agarrarme del cabello en cuanto era su turno. Yo ya no tenía que chupar nada porque eran ellos quienes se movían. En ese momento me pareció que era la verga del doctor la que salía de mi boca mientras yo intentaba respirar. Sus penes eran de tamaño regular, incluso dos de ellos eran algo grandes. Uno era bien grueso y otro, cabezón. Igual con esos detalles confundía a uno con otro y no podía saber quién era quién.
La cosa aumento aún más de intensidad.
Ahora, aparte de cogerme la boca con más fuerza me obligaban a meterlo todo. En cuanto era el turno de alguien me metía el pene en la garganta, hasta que mi nariz tocase su ingle y sus testículos se apretaran contra mi barbilla. Y así con la garganta profunda se movían. El resultado era terribles arcadas y un reguero de saliva que me mojaba toda la parte delantera. Mis pechos estaban llenos de saliva que caía hasta el piso. No tuvieron piedad. Hasta el momento no me habían follado por la boca tantos hombres ni con tanto brío.
El de la verga cabezona me sujetaba de la nuca mientras metía y sacaba su miembro de mi garganta. Las arcadas me doblaban pero él no dejaba que me apartase.
Todos y cada uno de ellos habían pasado por mi boca, muchas veces, yo los saboreé y ellos usaron mi garganta como si fuera una vagina. Me pareció que habían pasado como veinte minutos desde que me arrodillé y la mandíbula ya no me respondía. Respiraba con dificultad, las lágrimas caían por mis mejillas y la saliva, por mi cuerpo. Al fin decidieron que fue suficiente y me puse de pie. Estaba destruida, aún sin verme sabía que por el uso que me dieron mi apariencia debía de ser, por lo menos, deprobable.
Me llevaron hasta la mesa y me doblaron por el borde, mis pies quedaban de puntitas apenas tocando el piso, mi vientre, pechos y rostro quedó pegando a la superficie de la mesa. Sin perder el tiempo alguien se colocó detrás mío. Abrieron mis nalgas y sin aviso la primera verga entró dentro de mi cuerpo, rápido, y por mi ano.
Me estremecí y proferí un grito no muy femenino, a medio camino del dolor y del placer. El sonido glutural solo sirvió de ánimo pues el que me penetró empezó a meterlo y sacarlo como si hubiera nacido solo para eso. No dejé de gritar y todos ellos me sujetaban mientras me cogía. Tan rápido como entró, salió. Otro fue el bendecido y me volvió a penetrar por detrás.
<<Entonces todos por el agujero pequeño>>
Y efectivamente, uno tras otro entraron por mi culo. No duraban tanto, me follaban como medio minuto a todo dar, salían y le daban el privilegiado lugar a otro.
El dolor remitió y solo dejó placer, desde que estaba arrodillada mi vulva ya se había abierto como una delicada flor, húmeda y caliente. Incluso siendo follada por el culo el placer de sentir la verga en el recto me daba una sensación indescriptible. Igual no dejé de gritar, creo que eso les gustaba aún más porque en esos segundos que se movían ahí detrás dejaban el alma. Intenté recordar cuántas veces habían cambiado pero no lo recordé. Lo dejé pasar. El que más sentía, o al menos creía sentir más, era la verga más gruesa, no tanto por el tamaño sino porque su propietario me sujetaba de la cintura cuando me penetraba. También reconocí al doctor porque era el que más me daba nalgadas en su turno.
Cuando decidieron que fue suficiente de mi culo, me dieron vuelta. Boca arriba sobre la mesa ahora pude ver como un señor barrigón se colocaba entre mis piernas, se metía unas de mis tetas en la boca y me penetraba por el orificio que señalan en los libros de biología.
<<¡Por fin recibe atención!>>
Disfruté de la penetración, estaba tan mojada que ni sentía la fricción. Cerré mis piernas alrededor de su cuerpo y mi mente abandonó mi cuerpo. Cuando abrí los ojos era otro quién me follaba, ni me di cuenta del momento del cambio. El señor se movía sin parar. Luego, otro ocupó su lugar.
<<Oh no, esto se está alargando>>
Ese pensamiento rondó mi mente cuando el cuarto pene ocupaba toda mi vagina, este señor me abría las piernas sujentando mis tobillos. Al parecer todo estaba planeado, primero sexo oral, luego la penetración anal y ahora vaginal. Cada uno de ellos me cogía por pocos segundos, luego otro y así, el que primero me folló quedaba al último, suficiente tiempo como para recuperarse. Todos descansados para follar otra vez.
El señor Recalde puso mis dos tobillos en su hombro izquierdo mientras me penetraba la vagina. Claro, ellos descansaban entre turnos, pero yo no. A mí me tocaba recibir dosis y dosis de penetraciones.
<<Esto va durar horas si sigue así>>
Ya había pasado como media hora desde que todo comenzó. Mi culo y mi vagina ya estaban irritadas. Mis nalgas y mis pechos estaban rojos de tanto tocar, pegar y chupar.
Tenía a uno de ellos de vuelta entre mis piernas, me abrazaba y dejaba caer su peso sobre mí. Aproveché, me concentré, apreté las piernas me dejé invadir por el orgasmo.
<<Ya está, ahora a terminar con ellos>>
Antes de que otro ocupara el lugar, me levanté. Ellos protestaron, era obvio que tenían en planes más cosas, pero ya me habían follado de más, el puesto tampoco era para tanto.
Agarré a uno de ellos, el de la verga gruesa y lo senté en una de las sillas, separé las piernas y me monté encima de su erecta verga, al sentarme lo sentí muy adentro. Agarré mis nalgas con mis dos manos, las separé y dije:
- Bueno, ¿quién entra por aquí detrás?
Solo dudaron un segundo, luego el primero en reaccionar fue el doctor, se ubico y metió su pene por mi ano.
Tuve que hacer un esfuerzo tremendo mientras sentía como dos penes estaban en dentro mío. El de mí vagina presionaba al que estaba en el recto. Apretaban tanto, sentía que solo un fino tejido de centímetros de espesor separabn mis dos conductos llenos. Y se pondría peor.
- ¿Qué esperan? Muévanse más rápido.
Como un interruptor, mi orden los encendió. Ambos me follaron al unísono. Vagina y ano. Salían y entraban a distintas velocidades. En retrospectiva fue mala elección de posición, el que entraba por detrás tenía más rango de movimiento y por ende, el doctor me cogía tan fuerte que mis nalgas sonaban al chocar contra él en cada embestida.
- ¡Más rápido! - pude gritar mientras me aguantaba las ganas de desmayarme de placer.
Estaba a punto de pedir clemencia cuando, y por sorpresa, fue el que tenía abajo el primero en decirme que se iba a venir.
- ¿Y qué esperas? - le dije entre las arremetidas del doctor a mi culo. La perspectiva de tener el semen en la vagina ya no venía tan mal si eso significa acabar con todo esto.
- En tu boca linda. Te lo vas a tragar - fue la respuesta. No me negué.
Tuvimos que parar. El de abajo salió de su lugar, otro se sentó, lo monté y me volvieron a penetrar entre dos. El que iba a acabar se ubicó detrás de la silla y desde ahí me tendió su pene. Lo chupe y él se masturbó. El semen no tardó en salir. Mucho semen. En tres espasmos me llenó la boca, caliente y salado con el característico olor a hombre. Eran tanto semen que un poco salió de mi boca, me sujetó del pelo y mientras me seguían penetrando tragué todo lo que pude. Volví a chupar el pene, lo limpié y volví a tragar.
<<Uno menos>>
Luego todo fue muy rápido. Apenas terminé de tragar, el del culo se salió y por poco no llega a mi boca. Apenas lo metió explotó en semen. La sorpresa era que no era el doctor, otro lo había suplantado cuando nos habíamos detenido. El tibio líquido inundó mi boca y cuando acabó de eyacular el poco agraciado me sujetó del pelo y empujó su pene, no pude hacer nada y pene y semen terminaron en mi garganta. Si aguanté vomitar fue porque en ese momento el que me follaba la vagina dió en el punto justo y otro orgasmo me sacudió.
Volvieron a cambiar de lugares. El de abajo pasó atrás y otro se sentó en la silla. Los turnos se sucedieron de la misma forma para los demás, vagina, culo y acabar en mi boca. Los tres orificios para cerrar con broche de oro.
El tercero tardó más en eyacular en mi boca. Tuvo que masturbarse frente a mí mientras yo resistía otra doble penetración. Cuando acabó se vino la mitad en mi rostro y la otra mitad en mi boca, lo chupe hasta que se le bajo la erección. De nuevo rotaron de posiciones. De nuevo al que le tocó follarme por detrás me metió la verga en la boca. Este señor me cogió por la boca por tres segundos y acabó ahí mismo. Pasar por mi vagina y por mi culo lo dejó molido. Tragué todo su semen y de recompensa lo premié con dos excelentes gargantas profundas.
Solo ya quedaban dos. Los dos que me follaban.
Ambos se esforzaban al máximo. Y yo estaba tan gastada que con solo relajarme me vino el tercer orgasmo.
Al final, el que disfrutaba de mi ano no duró ni un segundo más, justo a tiempo y como los demás saco rápidamente su verga y eyaculó en mi boca abierta. Tragué con ganas y le limpié el miembro.
Ahora solo quedaba uno. Sin darme cuenta los que habían acabado ya se habían vestido y se habían retirado. Mala pata, me sentía muchísima más usada así. Pero no le dí importancia.
El que había eyaculado recién ya se estaba por retirar cuando miré a quién tenía sentado debajo mío.
- Doctor Recalde usted hizo trampa quedándose al último.
- Así me toca la mejor parte Eli.
Me sujetó por la cintura y solo que tuve que moverme, lentamente, arriba y abajo un par de veces para ver como ponía los ojos en blanco mientras yo sentía el calor de su semen en mi vagina. ¿Hace cuánto que no me eyaculaban dentro? Cerré los ojos y disfrute de la sensación.
- ¡Felicidades Eli! El puesto es tuyo preciosa.
- Más le vale Doctor.
- Vamos Eli. ¿A qué no estuvo tan mal? Y hablando de eso ¿No merezco una recompensa? Yo fuí el que te propuso.
- Y si no decía mi nombre ahora iba a estar en casa, tranquila, no terriblemente follada.
- ¿Y eso querías?
<<¿Eso quería?>>
No le respondí, ni a él ni a mí misma.
- Acabaste dentro mío, ¿No es suficiente premio?
- ¿Acaso me darás un hijo?
Note un poco de pánico en sus ojos, me divertí al ver su expresión, pero decidí no gastarle la broma.
- Por supuesto que no.
El doctor sacó su verga de mi vagina, me iba a bajar pero me detuvo, y sin aviso me volvió a penetrar, pero por el culo.
- ¡Auch! - mi esfínter estaba muy dilatado pero aún así me tomó por sorpresa - Aún tiene fuerzas doctor ¿Que demonios comió?
- Unas cuantas pastillas azules. Y sobre la recompensa...
Empezó a meter y a sacar lentamente su pene. Meter y sacar.
- ¿Qué quiere?
- Lo mismo que los demás. Tu boca. Pero, voy a endulzártelo antes.
Metió completamente la verga, me hizo ver estrellitas. Lo sacó y me lo metió en la vagina, que aún estaba llena de semen. Lo entendí.
Me moví en círculos. Lo desmonté y me arrodillé. Frente a mí quedó su pene, semi erecto, totalmente cubierto de semen y todos los líquidos que yo tenía dentro.
- ¿Qué se dice?
Agarré el pene por la base y observé el pegajoso panorama que me iba a comer.
- Gracias.
Y me metí el pene en la boca.
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1 comentarios - Mi cuerpo por el empleo - biblioteca 1

teokoz +2
Que mente mas sucia me encanta!!