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Primer relato: Oscar, mi portero

Soy Jez, les dejo mi blog para que entren, de vez en cuando voy a subir historias acá, pero mi blog va a estar más actualizado. https://elblogdejezabel.blogspot.com/


Oscar, mi portero


No puedo creer lo que pasó, a veces pienso que no tengo ni un foco y que me paso de trola. Como se lee en el título, tengo una historia con el portero del edificio en que vivía y me gustaría compartirla.


 
Antes, un poco de preámbulo, para entrar de lleno en la historia. Me llamo Jezabel, tengo 25 años. Tengo piel blanca, ojos color café y pelo castaño oscuro. Físicamente me considero una persona dentro de lo estándar, ni muy muy, ni tan tan, mido 1.60m y peso 47 kilos aprox. tengo tetas de tamaño promedio, entre un 85 y un 90, y mi cola es más bien chica, pero bien formada. Lo que yo considero mi particularidad física es un pequeño lunar en mi mejilla izquierda.
 
Ahora sí, empecemos. Mi historia comienza cuando tenía 19 años, era una chica común, tal vez con unos pensamientos un poco soñadores, muy volátiles, supongo que como toda pendeja a esa edad. Tenía novio y había arrancado la facultad, tenía 2 grupos de amigas con las que salíamos los fines de semana, justamente ese fue el detonante para que sucediera todo.
 
Oscar, era uno de los porteros del edificio donde vivía.Además de abrir la puerta y registrar cada persona que entraba y salía del edificio en su turno, se encarga de hacer el mantenimiento de los departamentos.Él vivía en el edificio y aprovechaba esos trabajos para hacer algo más de plata.
 
Era un hombre grande de cuerpo, de una estatura que superaba el metro ochenta y pesaba unos 95, 100 kilos, estaba un poco fuera de estado,pero no todo era panza, era un hombre fornido y se notaba que tenía brazos fuertes, probablemente de una vida de trabajo.
 
No lo mencioné, pero Oscar, tenía aproximadamente 55 años,tenía pelo corto y oscuro con entradas y piel curtida por el sol, probablemente por lo que mencioné antes. Usualmente lo veía usando jeans azules y camisa marrón. Nunca supe si vestía de esa forma como si fuera un uniforme para trabajar o era simplemente su estilo.
 
Desde chica, siempre noté como Oscar me miraba. Como un viejo baboso cualquiera, que mira a cualquier mujer, lo común. Y más de una vez también lo pesqué dándose vuelta para mirarme el culo. Sin embargo, él siempre fue respetuoso conmigo, nunca se sobrepasó, ni me insinuó, ni me dijo nada malo. Siempre que llegaba tarde me decía que me cuide, que era un peligro andar sola a esa hora en la calle. Siempre con buena onda, aunque siempre sabía queme miraba.
 
El tema comenzó una tarde, en plenas vacaciones de verano.Mis papás estaban de viaje, y yo tenía terminantemente prohibido hacer fiestas descontroladas en casa. Si podía invitar amigas, pero nada loco. Ya habíamos arreglado con las chicas para salir a la noche. Ellas iban a venir a hacer previa y de ahí nos íbamos al boliche. Estaba todo organizado y tenía toda la tarde de gusto.Faltaban muy pocas cosas por ordenar, pero dentro de todo, nada grave. Salvo,porque tenía que avisarle a Oscar que venga a reparar una de las llaves de paso de la ducha, que perdía mucha agua.
 
Cerca de las 5 y media de la tarde, fui en busca del portero. El arreglo de la llave estaba pactado desde antes y sabía que tenía que hacer, así que ni bien sonó el timbre de su casa, desde adentro me gritó que agarraba las cosas y salía.
 
Lo esperé afuera y salió con su caja de herramientas. Nos dirigimos a mi departamento y hablamos las típicas cosas de: “hola, ¿Cómo estás?” “¿el novio?” y cosas que suele preguntar la gente mayor.
 
Entramos a mi departamento y fuimos al baño. Dejó la caja de herramientas abierta en el piso, sacó cosas que iba a usar, se arrodilló frente a la bañera y corrió la cortina. ¡Qué vergüenza pasé en ese momento! Me había olvidado una bombacha colgada en la canilla. Por poco y me tiré de cabeza para sacarla. Además, no era cualquier bombacha. Era un hilo dental que en el frente era de encaje traslúcido. Pateé y me choqué todo, pero Oscar me dijo: “quedate tranquila, y no me voy a asustar de nada. Sos joven, tenés buen cuerpo, no es nada de otro mundo. Lo que sí, sacala de acá porque cuando saque la llave de agua, se puede manchar con óxido o algo” y prosiguió a agarrar la prenda para dármela.
 
Me moría de vergüenza, totalmente. Esa puta costumbre de usar la canilla como colgador de ropa interior. No entré más al baño y no le dirigí la palabra. Terminó 20 minutos después y me avisó para que le abriera la puerta. Antes de irse, me repitió que no tenía que avergonzarme y que no pasaba nada. También me dijo que ya estaba funcionando todo OK y que iba a poder bañarme normalmente, que menos mal que le había avisado con tiempo porque tenía que trabajar esa noche como portero y su turno terminaba a la madrugada. De todos modos, si fallaba, me dijo que le avisara. Le agradecí y se fue.
 
Mi día siguió normal, aunque por dentro mío pasaba toda esa situación de la tarde. Aún mientras estaba en casa con mis amigas no podía concentrarme del todo. Además de la caradurez del tipo de prácticamente piropearme. No sé si para zafar de la situación o para atreverse a decir algo por el contexto.
 
Finalmente, terminaba mi noche. Eran las 5:00 AM y me iba a volver a mi casa. Salí del boliche y me subí a un taxi. La noche había sido pésima. El antro estaba a medio llenar porque como dije, estábamos de vacaciones y la mayoría se ve que había aprovechado para escapar. Encima, mi novio se había enojado y no quiso ir conmigo a casa. De todos modos, dentro mío no paraba de darme vueltas lo del portero, por un lado, me parecía un poco creepy, pero por otro, sinceramente me gustaba que me hubiera dicho algo lindo.
 
Mi viaje en el auto era un infierno. Estaba media mareada porque había tomado un poco, pero estaba en mis cabales. Sin embargo, lo que más me mareaba era esa maldita idea. Y también rogaba no cruzármelo en la entrada. Entonces, el taxi frenó afuera de casa, pagué y me bajé.
 
Hice unos pasos y levanté la cabeza, solo para ver lo que no quería: Oscar estaba hablando con el otro portero, que era su reemplazo.Definitivamente, no quería entrar. Como acto reflejo, lo primero que pensé fue en agarrar mi celular y hacerme la que hablaba por teléfono, mientras pensaba en lo que hablaban.
 
Por mi cabeza solo pensaba que Oscar le contaba al otro viejo lo que había pasado, y puteaba a mi amigo imaginario telefónico. Los pocos que pasaban cerca me miraban. Hasta que todo empeoró. Después de “hablar”cerca de 20 minutos por teléfono, pensé: “ya fue, entro haciendo que hablo por teléfono y me hago la desentendida”. Y eso hice, o al menos, eso intenté.
 
La entrada de mi edificio tenía 2 escalones. Subí el primero mientras “charlaba” y cuando me dispuse a pisar el segundo, me tropecé. Me caí de cara al suelo, y para frenar el golpe, puse la mano que no tenía el celular.Como si fuera poco, también me doblé el pie.
 
Automáticamente, los porteros vinieron en mi auxilio. Oscar agarró mi teléfono y Germán, el otro, me ayudaba a levantarme y me preguntó si estaba bien. Le dije que sí, pero al momento de incorporarme, no podía. Había sido flor de golpe, y encima, tenía un dolor insoportable en la pierna.
 
Oscar se acercó con el teléfono y Germán le dijo que me acompañe hasta mi casa. Tomé el teléfono y dije que estaba bien, que no hacía falta. Sin embargo, el reemplazo exigió: “dale Jezabel, si no podes ni pararte.Si no me vas a hacer sentir mal, además tus viejos llegan a saber que no te ayudamos y el problema es para nosotros”.
 
No tenía otra opción. Así que en esos pocos segundos acepté que no era tan malo lo que había pasado y dejé que me ayuden. Nos paramos en la puerta del ascensor los 3, y cuando llegó le agradecí a Germán por el gesto amable. Subimos hasta mi piso y al momento de bajar, Oscar dijo: “te daba vergüenza entrar por mí, por lo de hoy. Me di cuenta que no estabas hablando con nadie por teléfono cuando lo levanté del piso, además, cuando te fuiste con las chicas, ni chau dijiste, no fue para tanto”.
 
Me quedé helada. Él lo decía en un tono totalmente natural,pero a mí la cara no me daba para más. Y acepté lo que me dijo y le dije que tenía razón, que era una boluda. Oscar solo esbozó una risa breve.
 
De camino al departamento, me di cuenta de que era más grave de lo que pensaba la situación, porque no me iba a poder ni descambiar normalmente. Y ya estaba ahí. Que iba a hacer, no veía otra opción. Tenía que pedirle que me ayude.
 
Nos paramos afuera del departamento, abrí la puerta y Oscar se estaba despidiendo, cuando lo interrumpí:
 
-Oscar, me da mucha vergüenza decir esto, pero no tengo otra salida.
 
-No me vas a pedir que te lleve a la cama, te acueste y te cante para dormir- dijo en un tonó burlón, mientras hacía una mueca como para reír.
 
Obviamente volví a ponerme roja y el sonido del silencio retumbó en ese pequeño pasillo.
 
- ¿Me estás diciendo en serio, Jezabel? Yo no tengo problemas, pero es un poco rara la situación.
 
-Oscar, ya sé que es un garrón, yo me estoy muriendo de vergüenza, pero, ¿Qué más querés que haga? – dije en un tono que rozaba lo molesta.
 
-Está bien, te ayudo- esbozó con una cara de póker que no decía que sí, ni que no.
 
Me llevó rengueando hasta la habitación, después de pasear por el comedor que estaba hecho un desastre, porque pensaba limpiar todo cuando me levantara al otro día. Y todo esto, cuidando de no hacer que mi mano golpeada empeore o me vuelva a doler. Llegamos a la habitación, que por suerte estaba en condiciones y me dijo: “Ya está. Me voy. Dejá sin llave, mañana cuando te sientas mejor, cerras. Total, no va a pasar nada”.
 
-Estás loco- exclamé exaltada.
 
- ¿Porqué? ¿Qué tiene dejar un día sin llave? Además, las puertas son seguras. No pasa nada.
 
-No es eso, es que no te podés ir, necesito que me ayudes a descambiarme – mencioné mirando para un costado con la cara roja como un tomate- no puedo hacerlo sola, de verdad, por favor.
 
Oscar me miró con cara rara. Como que no podía creer la situación que estaba viviendo. Y sí, yo tampoco. Era Raro. Me tiré en la cama y me descalzó, para que no pisara la cama.
 
A la remera y al corpiño pude sacármelos yo sola, y ponerme otra de tiritas vieja que usaba de pijama, el tema era el pantalón. No podía ni desabrocharme el jean que llevaba puesto con una sola mano. Intentaba, forzaba,pero no podía. Para esto, el portero estaba al costado de la cama, mirando para otro costado, mientras yo luchaba por el cambio de prendas.
 
-Necesito que me ayudes. No puedo sacarlo. –le dije con un tono de orden, pero que daba cuenta de la vergüenza que estaba pasando.
 
Oscar se dio vuelta, y me dijo: “desde acá te puedo ver lo roja que tenés la cara, como hoy”. La habitación estaba en penumbras, que,aunque no eran una luz totalmente nítida, se podía ver todo claramente. Y el hombre empezó con su trabajo. Sentir su mano tan cerca de mis partes, logró que empiece a pensar cosas raras.
 
Entre todo esto, me desprendió el pantalón con cuidado de no parecer que me manoseaba, pero en su cara, yo veía que eso lo estaba estimulando,entonces, le dije que me lo saque completamente. Tal vez hubiera podido sola,pero en el fondo, a mí también me provocaba cosas la situación. Lo hacía con tanto cuidado, que no podía evitar lo que me pasaba por dentro.
 
Una vez que lo bajó de la cintura, y se dispuso a sacar la botamanga del pie que me dolía, volví a sentir el dolor en el pie. “Mira como tenés el tobillo, te vas a tener que poner hielo”, me dijo. Yo, que después dela tortura ya estaba pensando cosas raras, le dije:
 
-Cuando terminás de sacarme el pantalón, ¿me haces unos masajes ahí, en el tobillo?
 
Él asintió con la cabeza y se apuró a terminar de sacarme el pantalón. Y me empezó a frotar la zona afectada. Por otro lado, a mí me calentaba la escena: un hombre mayor, me tenía a su merced, en la cama, sin pantalón. Sin embargo, otra vez, necesitaba arruinar el momento. Tenía que iral baño y lavarme los dientes.
 
-Oscar, ¿me llevas hasta el baño? Necesito lavarme los dientes.
 
-Sí, si querida. Te acompaño. -dijo con una expresión de “yo estaba en la mía y cortaste todo” terrible.
 
Fuimos hasta el baño, abrí la canilla, y mientras me lavaba los dientes, pensaba en un millón de cosas a la vez. Primero, que el portero,me había visto semidesnuda, con apenas la colaless rosa que llevaba puesta y la escasa remera que usaba para dormir. Y segundo, que la situación me excitaba,aunque fuera rara, no dejaba de ser llamativa para mí, me excitaba. Mucho.
 
Terminé, abrí la puerta, y llamé a Oscar para que me ayude a volver a la pieza. De camino al cuarto, y aunque eran pocos metros, mil cosas me daban vueltas por la mente.
 
-Oscar, ¿me seguís masajeando? –le dije sin perder el tiempo.
 
-Sí, claro. Yo no tengo problemas. –Largó sin dudar un segundo.
 
Otra vez estaba pasando por lo mismo. Me calentaba verle la cara, y como disimulaba que miraba mi ropa interior. Yo ya estaba en cualquiera. Me hice la boluda y separé un poco las piernas, para que pudiera ver mejor cuando se animaba. Ya no podía más.
 
- ¿De verdad te parezco linda y con buen cuerpo? –solté con la actitud más caradura de mi vida.
 
-Si, por supuesto. –dijo mientras seguía entretenido con mi pie.
 
Mi sorpresa, fue cuando lo vi, mejor: se notaba que a él le estaba gustando la movida de ver una pendeja tirada en la cama y no podía ocultar una erección. Tenía que aprovechar. Era ahí o nunca. Además, era muy medido con las cosas que decía o los movimientos que hacía. Tenía mucha precaución y eso también me aceleraba. Tenía que subir el tono de todo ya,inmediatamente.
 
-Y ahora que me ves mejor, ¿te parezco más linda? –ya se me notaba lo puta en la voz.
 
No dijo nada. Él simplemente se quedó callado y sin moverse.Pero yo no iba a dejas las cosas así.
 
-De verdad te pregunto Oscar, no tiene nada de malo. Decime con total confianza, si total ya me viste casi desnuda, ya perdí la vergüenza con vos, ahora no me vas dejar sin respuesta. –le aseguré con tono de encaprichada.
 
-Mira, la verdad… -decía con cautela- Si, me pareces una chica hermosa y tenés mejor cuerpo del que pensaba. Sos muy bonita.
 
Acá es donde la cosa se pone bien interesante.
 
Como pude, porque aún me dolía el pie, me giré 180 grados,dejando el mi culo a la vista, para que lo aprecie bien, en primera plana y le dije: “Y ahora, que me podés ver bien, ¿qué pensás?”
 
-Ah. Bueno. –murmuró en un tonó que parecía serio- Ahora me pareces más linda.
 
Automáticamente me volví a poner boca arriba, y empecé con un interrogatorio.
 
- ¿Te pensabas que no me daba cuenta que me mirabas el orto desde que soy pendeja? ¿te calentaba verme con la pollera de la escuela?¿imaginaste verme así algún día? ¿te hiciste pajas pensando en mí? ¿me querés ver las tetas también? ¿me querés ver sin nada? ¿eso querés? ¿te pensás que no me di cuenta que tenés la pija re parada? ¿Qué me mirás sin decir nada? ¿qué…
 
No pude seguir, porque como si fuera una bestia, Oscar se vino encima mío y empezó a besarme. Hasta sentía que me ahogaba con su lengua.Estaba desesperado. Era como que mis acciones habían sacado todo lo que el tipo tenía guardado. Me manoseaba las tetas con fiereza, como si nunca hubiera tocado unas en toda su vida. Estaba extasiado.
 
-Me volvés loco pendeja, siempre me volviste loco. No soy de zarparme, pero esta es la única oportunidad que voy a tener en la vida. -decía con la voz entrecortada por la evidente alzadura que tenía.
 
En ese momento, se levantó y de un movimiento, me quitó la remera. Como si hubiera sacado un saquito de té de adentro de una taza, con esa misma facilidad. Posterior a esto, empezó a sacarse toda la ropa. La verdad, no era atractivo, para nada. Se notaba su pecho peludo, pero la situación me sobrepasaba. A esta altura, ya me había olvidado que tenía novio, y no me importaba nada.
 
-Mira lo que haces. –Alardeó señalando su entrepierna.
 
Era increíble. La verdad, a día de hoy nunca había visto una cosa semejante. A pesar de los años, se le notaba una verga vigorosa. Aparte,me gustaba ver la cara de desquiciado que ponía. Me volvía loca de pensar en cómo había cambiado su actitud de un instante al otro. De ser un perrito mojado, a ser una bestia incontenible llena de testosterona.
 
Pero volviendo a su miembro, era grande. Supongo que debería medir unos 19 centímetros de largo, y se veía apenas más delgada que mi muñeca.Calculo que eran unos 5 centímetros de espesor. Con una cabeza prominente, que sobresalía aún más del tronco y este último tenía una pronunciada curvatura hacia arriba.
 
Oscar, como si estuviera desesperado, volvió a subirse encima de mí, y yo estaba entregada. Me besaba desaforadamente y me metía la lengua hasta la campanilla.
 
Con el mismo ímpetu fue dándome besos cortitos que apenas sonaban, para ir bajando, primero por mi cuello, después se detuvo un instante en mis tetas, que lamió brevemente, sin obviar unas pequeñas mordidas de pezones, pero siguió bajando. Llegó hasta esa bendita colaless.
 
-A esto ya no lo necesitamos. –dijo con un tono exasperado.
 
Luego de este breve comentario procedió a sacarme, mejor dicho, arrancarme la última prenda que me quedaba puesta. A esta altura. El dolor de la mano y del pie ya no existían. Y ahí estaba Oscar, besando mi bajo vientre, cada vez más cerca de mi vulva.
 
-Así me gusta, que estés depilada. Como siempre lo imaginé,como siempre te imaginé. –comentó con una voz que pretendía ser sensual.
 
Yo estaba que volaba, aunque no había pasado nada propiamente sexual, Oscar me había descontrolado. Al fin y al cabo, llegó con su boca adonde él quería. No hace falta a esta altura explicar, que yo para este punto estaba totalmente empapada.
 
Me besaba la concha de la misma manera que lo hacía con mi boca. Era como una maquina a la que habían encendido y no paraba si no le apretaban un botón. Parecía que nunca iba a frenar, y yo, que gemía como una gata durante el acto sexual, lo incentivaba a que siguiera con su juego de lengua.
 
En un momento, se acomodó y llevó su mano hasta mi sexo. Sin embargo, lo que empezó a hacer un poco me desconcertó: empezó a acariciarme el ano, sin parar de lamerme de la misma forma exhaustiva la vagina. Sin embargo,todo cambió cuando esas caricias se convirtieron en forzar mi esfínter para meter un dedo.
 
-Para Oscar, eso no. –Le dije un poco molesta por desconcentrarme del momento.
 
-Dejame, que te va a gustar, dame la oportunidad, además,está bien apretado. No me vas a decir que de acá sos virgen… -mencionó con la misma voz de pretensión sexy, pero con un tono desconcertado.
 
-Claro que lo soy. Nadie hizo nunca nada ahí. –Respondí con rareza.
 
Sin embargo, esta situación, la verdad me estaba gustando y ese tesoro prohibido que nunca había dado, estaba siendo controlado en su totalidad por este hombre. Para aclarar, durante este corto intercambio discursivo, él hacía caso omiso de mi negación y seguía intentando meter dedos,cosa que logró y que, además, me estaba empezando a gustar.
 
Al principio era molesto, incómodo. Sentía que había algo en un lugar donde no tenía que estar. Sin embargo, este tipo, con sus lamidas incesantes me hacía perder la consciencia y por supuesto, el control de mis esfínteres.
 
Cuando estaba en la mejor parte, con un dedo entero (que por cierto era bastante grueso) metido en el culo y el saboreando mis fluidos, apunto de llegar a un orgasmo, se detuvo en seco.
 
-Ya sé que te pasa Jezabel. Pero sino, vas a protestar. –Dijo haciéndose el sabio.
 
-Oscar, haceme lo que quieras –dije casi a gritos- pero dale, hacelo.
 
Después de escuchar esto, de su boca solo salió un “OK”, y automáticamente me giró sobre la cama como si fuera un juguete, y sin decir nada, se me subió arriba.
 
-Oscar, ¿Qué haces? ¡Ni se te ocurra! –aseveré con tono molesto.
 
-Te va a gustar, callate y disfrutá, que va a ser mejor. –me anunciaba
 
El hombre pasó su mano por el costado de mi cuerpo, y llegaba a tocarme el clítoris, y mi concha seguía mojada y lubricada, no sedaba cuenta que tenía miedo de lo que pasaba. Acto seguido, se acomodó él y puso la punta de su pija contra mi ano, que tenía un poco de dilatación por lo que había hecho antes.
 
Oscar, empezó a empujar, mientras me tocaba con la mano. No entraba,era obvio. Yo era muy estrecha y uno de sus dedos por grueso que fuera, no era ni siquiera la mitad de su verga. Sin embargo, el insistía, haciendo un vaivén con su cuerpo, hasta que, en una embestida más fuerte, logró hacer entrar la cabeza.
 
- ¡AAAY! –grité de dolor.
 
-Quieta ahora, que si no es peor. Quédate quieta y no estés tensa, no aprietes. –Me decía con un tono ya sobrador.
 
Yo no aguantaba más. Sentía que me estaba partiendo por la mitad, pero, por otro lado, también me gustaba lo que estaba haciendo con la mano, mientras recibía esa barra de carne dura por detrás.
 
-Aguantate un poquito más que ya está. –Susurró en mi oído.
 
Cuando sentí su voz suave, mi cuerpo instintivamente se relajó y esa verga entraba y salía ya sin problemas. Su progresión de movimientos fue gradual, hasta que, en un momento, empecé a sentir como se agitaba. Esta vez era yo la que sabía que iba a pasar.
 
- ¡MMMMM!, ¡MMMMMM! –Escuché mientras sentía que su verga se hinchaba y se contraía adentro mío varias veces.
 
Oscar se quedó quieto un instante y me dijo que no me moviera. Pocos segundos después, salió de donde estaba y me dijo que iba al baño, que no me moviera. Yo sentía que necesitaba más, pero no me quería ni mover.
 
El portero llegó momentos después, y me comenzó a acariciarlas nalgas suavemente, separó mis cachetes y exclamó: “qué lindo verlo así, sin nada de ropa, bien abierto por mí y lleno de leche”.
 
Yo sentía un ardor constante y también que no podía hacer fuerza, literalmente por mi cabeza pensaba que tenía el culo abierto, sin mencionar que sentía como poco a poco su semen se iba chorreando por aquel maltrecho agujero.
 
Acto seguido, el hombre volteó rápidamente hacia mi rostro.
 
-No te pienses que esto va a terminar así, todavía vos no acabaste. –Dijo insistente.
 
Yo sentía que no podía más, a pesar de no haber llegado al orgasmo, estaba muy cansada. Sin embargo, Oscar volvió a acercarse a mí para besarme de nuevo y eso me activó nuevamente, lo que hizo que por reflejo simplemente me gire nuevamente boca arriba.
 
Oscar volvió a ser la misma bestia que hacía minutos estaba bombeando mi cola. Esta vez, llevó mi mano hasta su pene y me dijo que lo toque, que necesitaba motivarse.
 
Me sentía jugada. Total, ya había pasado de todo. Ahora no podía ir para atrás. Quería más, y como si fuera una perra adiestrada, mi mano fue directo a su pija para empezar a pajearlo. No podía creer como un tipo de esa edad y arruinado (como yo lo veía) pudiera tener la vitalidad intacta. Sin embargo,volvía a pasar por mi cabeza lo anterior y estaba lista para seguir lo que había empezado.
 
La verga de Oscar no tardó en ponerse tiesa nuevamente, mi mano que quedaba pequeña al lado de semejante miembro, podría tranquilamente hacerlo con ambas manos, que iba a sobrar para hacer los movimientos correspondientes.
 
-Chupamela –Ordenó el tipo mientras miraba mi desnudez.
 
Se levantó, solo para acercarse, o, mejor dicho, acercar su pene a mi cara. Y yo, como buena chica, comencé a actuar.
 
Tomé el miembro desde la base y empecé a darle pequeños besos por el glande y cada tanto una lamida. A él le gustaba lo que hacía, pero en su cara reflejaba que quería más, sin embargo, yo estaba ideando un plan para hacerlo, porque esas dimensiones no iban a caber dentro de mi boca.
 
Oscar, metido también en el papel que estaba haciendo, me agarró desde la nuca y empujó. La cabeza de esa pija me pegó contra los dientes y no tuve otra que abrir la boca. Ahí comencé un mete-saca en el cual, lo único que entraba y salía de mi boca era la gran cabeza de ese pito. De todos modos, también acompañaba los movimientos de mi cara con la mano.
 
De golpe, el portero se alejó y suspiró:
 
-Ya está bien. Ahora, tenemos que terminar lo que empezamos.
 
Volvió a besarme profundamente, (se ve que era su manera característica de hacerlo) y se acomodó entre mis piernas. Para esto, mi concha estaba en llamas, había estado en un estado de calentura constante desde que empezó todo esto y sentía que me pedía a gritos que necesitaba ser penetrada.
 
Oscar empezó a frotar su pija con toda la extensión de mi concha, desde el final del monte de venus hasta el perineo, una y otra vez,mientras yo me volvía loca. Creo que mis gemidos se escucharon por todo el edificio y en las viviendas linderas.
 
Finalmente puso la punta de su verga en la entrada de mi vulva, que estaba muy bien lubricada para ese momento. Si no lo hubiera estado,hubiera sentido más dolor que placer con ese aparato. Oscar empezó a moverse para hacerse un lugar dentro mío, ya que, al ser tan pequeña de cuerpo, no solo mi culo era estrecho. Y al fin se dio y cedió.
 
Sentía cada movimiento del hombre de una manera que nunca había sentido. Estaba totalmente llena, en el sentido literal. Además, él, al poseer un largo considerable, sumado a que tenía un grosor que entraba justo en mí,hacía que la entrada y salida se sintieran desde un punto al otro. Y no pude contenerme más, estaba teniendo un orgasmo, el más grande de mi vida.
 
- ¡Ay Oscar, dale! ¡dale! ¡Cogeme así! ¡No pares, no pares,no pares de cogerme! –Grité sin pensar, como una loca.
 
- ¿Te gusta? –le alcancé a escuchar.
 
- ¡Me encanta! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ay, ah! ¡Seguí, Seguí! –Seguía gritando y gimiendo como una maldita perra incontrolable.
 
Oscar empezó a moverse más rápido y más motivado por mis (a esta altura) desenfrenados alaridos de placer. Hasta que lo sentí. Otra vez,esas contracciones, esas expansiones y esa tibieza que me indicaba lo que había sucedido.
 
Ni bien pasó, me volvió a besar. Me dijo que se tenía que ir, que ya era hora de dormir, porque al otro día tenía que volver al trabajo.Le dije que no había problema, que se cambie y que se vaya a descansar, que deje la puerta sin llave, que cuando me levantara iba a cerrar y demás.
 
Así que una vez dicho esto, se cambió rápido y se esfumó,sin antes volverme a besar y decirme que era lo que siempre había soñado, que fue la mejor noche de su vida.
 
Y ahí me quedé en la cama, reflexionando sobre lo que pasó,pensando en que había engañado a mi novio y no solo eso, sino que había sido con un viejo. Que a mis parejas siempre les había negado el sexo anal, y este total desconocido me había iniciado y no solo eso, sino que había transformado mi ano en un agujero que no podía controlar del todo. Sin contar que,justamente ahí todavía sentía mojado por su semen y no solo el que salía de mi culo, sino también el que se escurría desde mi concha.
 
Y de esta manera me dormí, con un mar de cosas en la cabeza,flashes de la noche, pero sin culpas de nada. Tranquila y satisfecha. El problema iba a ser al otro día cuando tuviera que limpiar el desorden de la noche anterior,sin embargo, iba a recordar porque me dolía la mano, la pierna y el culo, y se me iba a olvidar lo tedioso de la situación. Lo que sí, esperaba no cruzarme por unos días a Oscar en el edificio, porque se me iba a caer la cara de vergüenza.
 
Para finalizar, cabe mencionar que esta será una historia que quedará para mí y nunca nadie la escuchará salir de mi boca. Ni mi más preciada amiga, ni mi psicólogo, ni nadie. Simplemente quedará acá, en mi memoria. Y como dije, de mi boca no saldrá, pero espero que sea leída por alguien.

9 comentarios - Primer relato: Oscar, mi portero

Fedemanguera +1
Muy buen relato hermosa me pusiste en llamas espero otro relatos tuyos ya que lo haces muy bien
elferchoa +1
buen relato nena! espero que cuentes mas historias tuyas! +10
soymrbean +1
De diez para once!! No pares
ohhohhohh +1
Muy buen relato , ojala q se me cumpla la fantacia q tengo con una colegiala y le rompa el culito tamb