No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
Después de treinta y cinco años volvimos a reunirnos con los compañeros de la escuela primaria, éramos solo niños y niñas la última vez que nos habíamos visto, ahora éramos hombres y mujeres promediando llegando a los cincuenta años.
Marina siempre había sido la inquieta del grupo, y ella fue quien se encargó de contactarnos a todos, uno por uno, así convenimos después de tanto tiempo, volvimos a reencontrarnos, fue una pena que muchos no fueran poniendo tontas excusas, pero al menos pocos fuimos mejor que nada.
Algunos estaban igual, otros habían cambiado, demasiado...
La flaca Herrera, siempre la cargábamos por ser la flaca del grupo, ahora era llamativamente bonita, resaltaba sobre el resto, reconoció tener cirugía estética en la nariz, y aunque lo negó, me juego que sus pechos tampoco eran naturales. Por el contrario, Mirta estaba irreconocible, ella era la niña bonita, ahora estaba terriblemente gorda, fuera de línea, hasta llamativamente desalineada y desprolija.
Francisco era el introvertido y mucho no había cambiado, era difícil arrancarle alguna palabra y Marcos el despistado seguía igual ya no recordaba ninguna de las anécdotas que revivimos esa noche especial, pobre muchacho, tenía triple bypass cardíaco por su adicción al cigarrillo.
Mejor no le había ido a Johana, no sabía que había sufrido un accidente automovilístico que casi le cuesta su pierna derecha, la llevaba casi a la rastra y se valía de una muleta para poder caminar.
María Rosa tenía un perfume tan profundo que su presencia no pasaba desapercibida, en segundos su fragancia había invadido el ambiente, y aún menos desapercibida pasaba Ángela, ridícula e inoportuna para vestirse, su ropa ajustada y su corta falda la hacía ver como una chica de burdel.
El petiso Funes casi no había cambiado, estaba casi igual, él siempre había sido un chico bastante acomplejado, introvertido, cuando nos formábamos siempre era el primero, su miopía lo obligaba a usar lentes de aumento, por lo que siempre las maestras lo sentaban al frente para que pudiera ver la pizarra.
Me enteré esa noche que Mario no quiso venir, por pura vergüenza nomas, él ahora se llamaba ‘Miriam’ y tenía pareja, contaron que era un tipo bastante adinerado.
Juan tomó unas de las cabeceras de la mesa, estaba tal cual lo recordaba, con su cabello oscuro y crespo, sus ojos de gato, alto, delgado, con esa sonrisa peligrosamente compradora, un tipo con un humor nato quien siempre metía el bocado justo en el momento justo, sus impensadas salidas siempre provocaban las risas del grupo.
Él siempre fue alguien especial para mí, fuimos compañeros de banco algunos años y fuimos por mucho excelentes amigos, éramos muy pequeños en ese entonces, él fue mi gran primer amor, fue el primer hombre por el que mi corazón latió de manera diferente, un sentimiento que guardé en penoso secreto, puesto que para él solo era una buena amiga, a esa edad los niños nos ven como niñas, no pueden vernos como mujeres.
Nos despedimos al terminar los estudios primarios, cada uno tomó su camino, se fue con su baúl de recuerdos y en ese baúl, sin saberlo, se llevó mi amor por él.
El tiempo pasó, las cosas cambiaron, pero al verlo comprobé que mis sentimientos no habían cambiado, discretamente me senté a su lado, y hablamos casi toda la noche.
Para mi pesar, Juan estaba perdidamente enamorado de su esposa y de sus tres hijas, se le inflaba el pecho al hablar de ellas, lucía con orgullo un ancho anillo de matrimonio en su dedo anular, su vida chocaba con la mía, con mis fracasos matrimoniales, con mi vida de mujer divorciada que llevaba casi diez años de no tener con quien compartir la cama, más que ocasiones puntuales para satisfacer el físico, pero dejando vacía el alma.
A medida que pasaban las horas me iba decidiendo a llegar al fondo con él, como sea, iba a corromperlo, a romper su familia, no importaba como, solo sabía que no dejaría pasar la oportunidad.
Cuando llegó el momento de la despedida, pagamos la cuenta de lo consumido y antes que empezara a saludar lo tomé del brazo y le dije:
- Para dónde vas?
El me indicó el camino de regreso a su hogar, por lo que proseguí:
- Perfecto! te molestaría alcanzarme? te queda de paso…
Mi hogar estaba hacia el otro lado, pero no importaba, solo necesitaba colarme en su coche, y así lo hice, cuando nos despedimos del resto, ya a solas, puso el auto en marcha y preguntó:
- Bien… a dónde vamos, tu dime…
- Por acá, derecho…
Señalé hacia adelante, solo buscaba ganar tiempo…
Juan puso a marchar el coche, él se concentraba en la conducción y solo hablaba de su esposa e hijas, pero yo no lo escuchaba, no me interesaba, me concentraba en su belleza, en sus marcados rasgos masculinos, fui directo al grano, sin vueltas, luego de un par de cuadras dije interrumpiendo su casi monólogo:
- Juan, quiero que me cojas…
Las palabras sonaron muy fuertes y crudas en su cabeza, seguro no esperaba escuchar esto, me miró en silencio como esperando que repitiera el pedido, por lo que solo le dije que siempre había sido mi amor imposible, que estaba segura que mis fracasos matrimoniales se habían debido a su culpa, porque él era sin dudas el hombre de mi vida.
El dudó bastante, pero al fin, en un abrir y cerrar de ojos estábamos en un hotel alojamiento donde los rojos cortinados hacían juego con la colcha del mismo tono, era todo muy raro, nos conocíamos tanto y a la vez éramos dos extraños, los dos parados al borde de la cama, mirándonos sin saber qué hacer.
Tomé la iniciativa, Juan aun parecía dudar pensando en su familia, me estiré en puntas de pies para llegar a sus labios, para besarlo profundamente, me abrasé a su cuello y él respondió tomándome fuertemente por la cintura, apoyé mis tetas en su pecho, acaricié su cabello, sus manos alternaron entonces entre mi espalda y mi cola, a medida que los minutos pasaban la temperatura del cuarto aumentaba y la excitación de ambos se hacía evidente, lo sentí endurecerse, y eso provocó que me humedeciera, cada poro de mi piel lo deseaba, cada roce de sus dedos causaban electricidad en mi cuerpo, cada caricia, cada beso, mordió sutilmente mis labios, me entregué, sus besos bajaron a mi cuello, estaba rendida…
Suavemente hizo que me sentara al borde de la cama, como un caballero se arrodilló a mis pies para sacarme lentamente las botas, y luego con mi ayuda el pantalón ajustado que traía, mirándome a los ojos comenzó a lamer y besar mis pies, lentamente, con tiempo, subió por mis pantorrillas, llegó a mis rodillas, sus manos acariciaban mis muslos e inconscientemente me iba abriendo a él, sus besos fueron subiendo milímetro a milímetro, más subía, más me abría, más me entregaba.
Juan levantó entonces mis piernas al tiempo que yo me dejaba caer hacia atrás, con una mano corrió mi bombacha hacia uno de los lados, cerré los ojos, su lengua comenzó a recorrerme, a probar mis jugos, lo sentí comerme toda, por mis labios, por mi hueco, por mi clítoris. Sus manos se colaron con habilidad bajo la camisa y subieron rápidamente hasta mi sostén para subirlo por sobre mis pechos dejándolos descubiertos.
Su boca estaba prendida en mi vagina y sus manos perdidas en mis tetas, jugando con mis pezones, apretándolos, rozándolos, estaba entregada y sentía como el calor subía lentamente por mi cuerpo como se afiebraban mis cachetes, mis gemidos fueron en aumento, con una mano corrí bien la bombacha hacia el costado para asegurar que mi concha quedara totalmente desnuda, al alcance de sus besos y con la otra acaricié con ritmo mi pubis, al compás de su lengua perdida en mi clítoris, el me sintió venir y aceleró el ritmo, me contraje de tal forma que soltó mis pechos para aferrar con fuerza mis muslos, llegué en su boca, exploté mordiendo mis labios…
Juan se incorporó y mientras aflojaba la hebilla de su pantalón para bajarlo junto a su slip yo terminaba de desnudarme, apenas por unos segundos puede ver su hermosa verga erecta, dispuesta a penetrarme, volvió a levantar mis piernas llevándolas bien atrás, trabándolas con sus brazos rígidos que se apoyaban en la cama sosteniendo su cuerpo, aspiré profundo al sentir su pija acariciando una y otra vez mi clítoris, hasta que al fin me penetró, su carne húmeda de deslizó por completo en mi concha, para moverse en mi interior, comencé a exigirle
- Cogeme… cógeme toda… siempre soñé este momento…
Paramos un poco, el aún tenía las zapatillas y los pantalones por los tobillos, terminó de desnudarse y volvió a la carga, cogimos en cuanta posición fue posible, a veces al de movía, a veces yo me movía, el arriba, yo arriba, de costado, en cuatro patas…
Juan estaba recostado y yo sobre él, con mis rodillas a sus lados, con mis manos en su pecho, balanceándome, con sus manos en mis nalgas, con mis ojos en los suyos, con los suyos en mis tetas que se bamboleaban como dos campanas, entonces se sentó y quedamos frente a frente, sentada sobre el con mis piernas rodeándolo, nos besamos, me moví rítmicamente, el entonces se centró en mis pechos, mientras me cogía y me levantaba con sus manos para dejarme caer sobre su pija, me chupaba los senos, uno, el otro, ambos al mismo tiempo, con mis brazos lo apretaba hasta casi asfixiarlo.
El empezó a contraerse, lo sentí venir, su pija se puso más tensa aun y su leche caliente invadió mi cueva, en lo profundo, fueron segundos gloriosos…
Juan se dejó caer abatido, me acurruqué a su lado, nos besamos, nos acariciamos, el pasaba su mano por mi cabello y yo la mía por su miembro que ahora estaba flácido, rendido después de la batalla, lo hice pacientemente pero sin perder constancia, luego de unos minutos noté que volvía a agrandarse lentamente.
Ahora era mi turno, el aún estaba recuperando el aire, bajé besándolo dulcemente hasta llegar al lugar indicado, lo contemplé mientras lo seguía masturbando hasta llegar a una completa erección, esperé a que estuviera listo para besárselo y chupárselo todo, estaba riquísimo, con un sabor mezcla de su semen con mis jugos, bajé la manos a sus testículos y dejé para mi boca todo el trabajo, su glande estaba apetecible, lo empujé bien profundo hasta tener arcadas, no me importaba, estaba dispuesta a todo…
De hecho mientras se lo chupaba se me ocurrió pedirle directamente, en estas palabras:
- Haceme el culo! nunca me lo hicieron…
Y era verdad, a pesar de mi edad mi ano era virgen y quería regalárselo a él, Juan no esperó a que repitiera el pedido, me puso en cuatro y me inclinó hacia el recostando mi pecho contra el colchón, cerré mis ojos y me entregué, sus manos abrieron mis nalgas su lengua comenzó a humedecer mi esfínter, con paciencia, me relajé y lo dejé hacer, despacio, despacio, poco a poco me fue penetrando con la puntita, al fin llegó el momento…
Se acomodó a mis espaldas, su glande ensalivado se apoyó en mi culito y forzó hacia adentro, tras un par de intentos fallidos al fin se abrió paso, al principio fue un tanto doloroso pero luego de unos cinco embates ya me había acostumbrado a él.
Fue glorioso, el me apretó por mi cintura para tenerme junto a él, para que no escapara, y me la dio bien profundo, ambos gritábamos embriagados en placer, disfrute que me hiciera la cola como pocas veces había gozado…
De pronto me tiró sobre el colchón con fuerzas, caí hacia adelante y lo vi avanzar hacia mí con su pija ya chorreando, apuntó derecho a mis tetas, el semen comenzó a golpearme y junté mis pechos para recibirlo, mis pezones pronto comenzaron a pegotearse y jugué con mis dedos en ese chiquero de placer.
Ahora si se dio por rendido, esta vez era definitiva, me quedé unos minutos masajeando mis pechos con su jugo.
Miramos el reloj, habían pasado tres horas, Juan se puso como loco, que le diría a su esposa? encendió el celular, tenía demasiadas llamadas perdidas, era mi culpa, pero era su problema…
De ahí en adelante todo fue a la velocidad de la luz, nos higienizamos, nos cambiamos y salimos casi volando, me llevó hasta mi casa conduciendo como un poseído, apenas me dio un beso en la mejilla como despedida y casi me lanza del coche, lo vi alejarse a toda velocidad…
Ahora no sé qué carta jugar, ya tuve lo que quería, pero ahora quiero más, pero tampoco quiero arruinarle la vida, él tiene familia, tiene una esposa y tiene hijas, él no me ama, no creo que alguna vez lo haga…
No sé, ustedes que opinan?
Si eres mayor de edad y tienes comentarios, sugerencias al respecto puedes escribirme con título ‘MI AMOR IMPOSIBLE’ a dulces.placeres@live.com
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No te vas a arrepentir!
Después de treinta y cinco años volvimos a reunirnos con los compañeros de la escuela primaria, éramos solo niños y niñas la última vez que nos habíamos visto, ahora éramos hombres y mujeres promediando llegando a los cincuenta años.
Marina siempre había sido la inquieta del grupo, y ella fue quien se encargó de contactarnos a todos, uno por uno, así convenimos después de tanto tiempo, volvimos a reencontrarnos, fue una pena que muchos no fueran poniendo tontas excusas, pero al menos pocos fuimos mejor que nada.
Algunos estaban igual, otros habían cambiado, demasiado...
La flaca Herrera, siempre la cargábamos por ser la flaca del grupo, ahora era llamativamente bonita, resaltaba sobre el resto, reconoció tener cirugía estética en la nariz, y aunque lo negó, me juego que sus pechos tampoco eran naturales. Por el contrario, Mirta estaba irreconocible, ella era la niña bonita, ahora estaba terriblemente gorda, fuera de línea, hasta llamativamente desalineada y desprolija.
Francisco era el introvertido y mucho no había cambiado, era difícil arrancarle alguna palabra y Marcos el despistado seguía igual ya no recordaba ninguna de las anécdotas que revivimos esa noche especial, pobre muchacho, tenía triple bypass cardíaco por su adicción al cigarrillo.
Mejor no le había ido a Johana, no sabía que había sufrido un accidente automovilístico que casi le cuesta su pierna derecha, la llevaba casi a la rastra y se valía de una muleta para poder caminar.
María Rosa tenía un perfume tan profundo que su presencia no pasaba desapercibida, en segundos su fragancia había invadido el ambiente, y aún menos desapercibida pasaba Ángela, ridícula e inoportuna para vestirse, su ropa ajustada y su corta falda la hacía ver como una chica de burdel.
El petiso Funes casi no había cambiado, estaba casi igual, él siempre había sido un chico bastante acomplejado, introvertido, cuando nos formábamos siempre era el primero, su miopía lo obligaba a usar lentes de aumento, por lo que siempre las maestras lo sentaban al frente para que pudiera ver la pizarra.
Me enteré esa noche que Mario no quiso venir, por pura vergüenza nomas, él ahora se llamaba ‘Miriam’ y tenía pareja, contaron que era un tipo bastante adinerado.
Juan tomó unas de las cabeceras de la mesa, estaba tal cual lo recordaba, con su cabello oscuro y crespo, sus ojos de gato, alto, delgado, con esa sonrisa peligrosamente compradora, un tipo con un humor nato quien siempre metía el bocado justo en el momento justo, sus impensadas salidas siempre provocaban las risas del grupo.
Él siempre fue alguien especial para mí, fuimos compañeros de banco algunos años y fuimos por mucho excelentes amigos, éramos muy pequeños en ese entonces, él fue mi gran primer amor, fue el primer hombre por el que mi corazón latió de manera diferente, un sentimiento que guardé en penoso secreto, puesto que para él solo era una buena amiga, a esa edad los niños nos ven como niñas, no pueden vernos como mujeres.
Nos despedimos al terminar los estudios primarios, cada uno tomó su camino, se fue con su baúl de recuerdos y en ese baúl, sin saberlo, se llevó mi amor por él.
El tiempo pasó, las cosas cambiaron, pero al verlo comprobé que mis sentimientos no habían cambiado, discretamente me senté a su lado, y hablamos casi toda la noche.
Para mi pesar, Juan estaba perdidamente enamorado de su esposa y de sus tres hijas, se le inflaba el pecho al hablar de ellas, lucía con orgullo un ancho anillo de matrimonio en su dedo anular, su vida chocaba con la mía, con mis fracasos matrimoniales, con mi vida de mujer divorciada que llevaba casi diez años de no tener con quien compartir la cama, más que ocasiones puntuales para satisfacer el físico, pero dejando vacía el alma.
A medida que pasaban las horas me iba decidiendo a llegar al fondo con él, como sea, iba a corromperlo, a romper su familia, no importaba como, solo sabía que no dejaría pasar la oportunidad.
Cuando llegó el momento de la despedida, pagamos la cuenta de lo consumido y antes que empezara a saludar lo tomé del brazo y le dije:
- Para dónde vas?
El me indicó el camino de regreso a su hogar, por lo que proseguí:
- Perfecto! te molestaría alcanzarme? te queda de paso…
Mi hogar estaba hacia el otro lado, pero no importaba, solo necesitaba colarme en su coche, y así lo hice, cuando nos despedimos del resto, ya a solas, puso el auto en marcha y preguntó:
- Bien… a dónde vamos, tu dime…
- Por acá, derecho…
Señalé hacia adelante, solo buscaba ganar tiempo…
Juan puso a marchar el coche, él se concentraba en la conducción y solo hablaba de su esposa e hijas, pero yo no lo escuchaba, no me interesaba, me concentraba en su belleza, en sus marcados rasgos masculinos, fui directo al grano, sin vueltas, luego de un par de cuadras dije interrumpiendo su casi monólogo:
- Juan, quiero que me cojas…
Las palabras sonaron muy fuertes y crudas en su cabeza, seguro no esperaba escuchar esto, me miró en silencio como esperando que repitiera el pedido, por lo que solo le dije que siempre había sido mi amor imposible, que estaba segura que mis fracasos matrimoniales se habían debido a su culpa, porque él era sin dudas el hombre de mi vida.
El dudó bastante, pero al fin, en un abrir y cerrar de ojos estábamos en un hotel alojamiento donde los rojos cortinados hacían juego con la colcha del mismo tono, era todo muy raro, nos conocíamos tanto y a la vez éramos dos extraños, los dos parados al borde de la cama, mirándonos sin saber qué hacer.
Tomé la iniciativa, Juan aun parecía dudar pensando en su familia, me estiré en puntas de pies para llegar a sus labios, para besarlo profundamente, me abrasé a su cuello y él respondió tomándome fuertemente por la cintura, apoyé mis tetas en su pecho, acaricié su cabello, sus manos alternaron entonces entre mi espalda y mi cola, a medida que los minutos pasaban la temperatura del cuarto aumentaba y la excitación de ambos se hacía evidente, lo sentí endurecerse, y eso provocó que me humedeciera, cada poro de mi piel lo deseaba, cada roce de sus dedos causaban electricidad en mi cuerpo, cada caricia, cada beso, mordió sutilmente mis labios, me entregué, sus besos bajaron a mi cuello, estaba rendida…
Suavemente hizo que me sentara al borde de la cama, como un caballero se arrodilló a mis pies para sacarme lentamente las botas, y luego con mi ayuda el pantalón ajustado que traía, mirándome a los ojos comenzó a lamer y besar mis pies, lentamente, con tiempo, subió por mis pantorrillas, llegó a mis rodillas, sus manos acariciaban mis muslos e inconscientemente me iba abriendo a él, sus besos fueron subiendo milímetro a milímetro, más subía, más me abría, más me entregaba.
Juan levantó entonces mis piernas al tiempo que yo me dejaba caer hacia atrás, con una mano corrió mi bombacha hacia uno de los lados, cerré los ojos, su lengua comenzó a recorrerme, a probar mis jugos, lo sentí comerme toda, por mis labios, por mi hueco, por mi clítoris. Sus manos se colaron con habilidad bajo la camisa y subieron rápidamente hasta mi sostén para subirlo por sobre mis pechos dejándolos descubiertos.
Su boca estaba prendida en mi vagina y sus manos perdidas en mis tetas, jugando con mis pezones, apretándolos, rozándolos, estaba entregada y sentía como el calor subía lentamente por mi cuerpo como se afiebraban mis cachetes, mis gemidos fueron en aumento, con una mano corrí bien la bombacha hacia el costado para asegurar que mi concha quedara totalmente desnuda, al alcance de sus besos y con la otra acaricié con ritmo mi pubis, al compás de su lengua perdida en mi clítoris, el me sintió venir y aceleró el ritmo, me contraje de tal forma que soltó mis pechos para aferrar con fuerza mis muslos, llegué en su boca, exploté mordiendo mis labios…
Juan se incorporó y mientras aflojaba la hebilla de su pantalón para bajarlo junto a su slip yo terminaba de desnudarme, apenas por unos segundos puede ver su hermosa verga erecta, dispuesta a penetrarme, volvió a levantar mis piernas llevándolas bien atrás, trabándolas con sus brazos rígidos que se apoyaban en la cama sosteniendo su cuerpo, aspiré profundo al sentir su pija acariciando una y otra vez mi clítoris, hasta que al fin me penetró, su carne húmeda de deslizó por completo en mi concha, para moverse en mi interior, comencé a exigirle
- Cogeme… cógeme toda… siempre soñé este momento…
Paramos un poco, el aún tenía las zapatillas y los pantalones por los tobillos, terminó de desnudarse y volvió a la carga, cogimos en cuanta posición fue posible, a veces al de movía, a veces yo me movía, el arriba, yo arriba, de costado, en cuatro patas…
Juan estaba recostado y yo sobre él, con mis rodillas a sus lados, con mis manos en su pecho, balanceándome, con sus manos en mis nalgas, con mis ojos en los suyos, con los suyos en mis tetas que se bamboleaban como dos campanas, entonces se sentó y quedamos frente a frente, sentada sobre el con mis piernas rodeándolo, nos besamos, me moví rítmicamente, el entonces se centró en mis pechos, mientras me cogía y me levantaba con sus manos para dejarme caer sobre su pija, me chupaba los senos, uno, el otro, ambos al mismo tiempo, con mis brazos lo apretaba hasta casi asfixiarlo.
El empezó a contraerse, lo sentí venir, su pija se puso más tensa aun y su leche caliente invadió mi cueva, en lo profundo, fueron segundos gloriosos…
Juan se dejó caer abatido, me acurruqué a su lado, nos besamos, nos acariciamos, el pasaba su mano por mi cabello y yo la mía por su miembro que ahora estaba flácido, rendido después de la batalla, lo hice pacientemente pero sin perder constancia, luego de unos minutos noté que volvía a agrandarse lentamente.
Ahora era mi turno, el aún estaba recuperando el aire, bajé besándolo dulcemente hasta llegar al lugar indicado, lo contemplé mientras lo seguía masturbando hasta llegar a una completa erección, esperé a que estuviera listo para besárselo y chupárselo todo, estaba riquísimo, con un sabor mezcla de su semen con mis jugos, bajé la manos a sus testículos y dejé para mi boca todo el trabajo, su glande estaba apetecible, lo empujé bien profundo hasta tener arcadas, no me importaba, estaba dispuesta a todo…
De hecho mientras se lo chupaba se me ocurrió pedirle directamente, en estas palabras:
- Haceme el culo! nunca me lo hicieron…
Y era verdad, a pesar de mi edad mi ano era virgen y quería regalárselo a él, Juan no esperó a que repitiera el pedido, me puso en cuatro y me inclinó hacia el recostando mi pecho contra el colchón, cerré mis ojos y me entregué, sus manos abrieron mis nalgas su lengua comenzó a humedecer mi esfínter, con paciencia, me relajé y lo dejé hacer, despacio, despacio, poco a poco me fue penetrando con la puntita, al fin llegó el momento…
Se acomodó a mis espaldas, su glande ensalivado se apoyó en mi culito y forzó hacia adentro, tras un par de intentos fallidos al fin se abrió paso, al principio fue un tanto doloroso pero luego de unos cinco embates ya me había acostumbrado a él.
Fue glorioso, el me apretó por mi cintura para tenerme junto a él, para que no escapara, y me la dio bien profundo, ambos gritábamos embriagados en placer, disfrute que me hiciera la cola como pocas veces había gozado…
De pronto me tiró sobre el colchón con fuerzas, caí hacia adelante y lo vi avanzar hacia mí con su pija ya chorreando, apuntó derecho a mis tetas, el semen comenzó a golpearme y junté mis pechos para recibirlo, mis pezones pronto comenzaron a pegotearse y jugué con mis dedos en ese chiquero de placer.
Ahora si se dio por rendido, esta vez era definitiva, me quedé unos minutos masajeando mis pechos con su jugo.
Miramos el reloj, habían pasado tres horas, Juan se puso como loco, que le diría a su esposa? encendió el celular, tenía demasiadas llamadas perdidas, era mi culpa, pero era su problema…
De ahí en adelante todo fue a la velocidad de la luz, nos higienizamos, nos cambiamos y salimos casi volando, me llevó hasta mi casa conduciendo como un poseído, apenas me dio un beso en la mejilla como despedida y casi me lanza del coche, lo vi alejarse a toda velocidad…
Ahora no sé qué carta jugar, ya tuve lo que quería, pero ahora quiero más, pero tampoco quiero arruinarle la vida, él tiene familia, tiene una esposa y tiene hijas, él no me ama, no creo que alguna vez lo haga…
No sé, ustedes que opinan?
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