Después de la experiencia con Cami mi vida cambió. Vivía caliente, el fútbol dejó de ser prioridad, pasó no a un segundo nivel, sino al quinto jeje. El sexo me daba vuelta todo el día por la mente: miraba a mis compañeras y me las comía con la mirada, miraba a mi preceptora, a las pibas que viajaban en el bondi, a las chicas de hockey del club, todas estaban buenas para mi. Pero bue, de a poco, volvamos a la escuela…
Al otro día de lo que paso con Cami salí hacia la escuela con una mezcla de sensaciones, estaba feliz, me sentía todo un “macho” (si, un macho, la sexualidad se vivía así en esos año, no había ESI, no se charlaba casi nada sobre el tema, todo era tabú y cuando se ponía en palabras era para exagerar con el grupete de amigos) pero a la vez esa actitud canchera fácilmente podía desaparecer: todo el viaje en el bondi fui pensando que iba a hacer cuando la tuviera en frente y se cruzaran nuestras miradas; sin querer la petisa me había volado la cabeza.
Llegó el momento, entre al aula, me dirigí al fondo donde me sentaba y deje mi mochila, salude a unos compañeros y rápidamente mire para adelante, a ver si ya estaba ella; y para mi felicidad sí, ahí se encontraba. Su cabello rubio, su colita tirante, su pollera a tablas y las medias hasta la rodilla estaban ante mis ojos; se la veía como siempre, seria, con cara de amargada, charlando con su amiga. El aula era un bullicio, sin embargo para mí todo era silencio y estábamos solo los dos.
Ustedes se preguntaran que paso ese día? Bueno, tengo que decirles que nada. Ni ese día ni durante mucho tiempo con Cami volvimos a tener un acercamiento como el de esa tarde. Lo intente, juro que lo intente, pero no había caso, entre mi poca fluidez para dirigirme a ella y su actitud fría y distante, todas mis ilusiones por pasar a un siguiente nivel, que incluyera un sexo furioso en su cuarto, rápidamente se desvanecieron. Sí, ella me forreo mal; tuvieron que pasar casi dos años para que podamos garchar como Dios manda -historia que quedará para más adelante -. Y cuando se dio, ella me confeso que me había mandado al frezzer dos años porque se sintió mal, sintió que yo la destrate cuando esa tarde, después de haberme hecho una paja y de haberle acabado en la cara, me retire de su casa sin darle un beso, sin decirle nada; su amiga además le había dicho que lo que habíamos hecho era “cosa de puta” y que yo “no era un caballero”. Se sintió usada y me la hizo pagar. Obviamente yo no lo hice a propósito, solo lo hice de pendejo desconcertado, pero bue, era tarde jejeje.
Así esa mañana en la que había amanecido sintiéndome un galán de hollywood, la termine creyendo que todo había sido un sueño. A eso súmenle que no le podía contar a nadie lo sucedido ¿quien me iba a creer si la piba ni me registraba en el aula? jajaja. Volví a ser un pichoncito mojado, pero para peor ahora por dentro estaba prendido fuego y no tenía manera de apagar ese calor.
Sin embargo nuevamente gracias a mis viejos y sus decisiones pude avanzar en el mundo del sexo…
Resulta que como en toda escuela religiosa, las familias ocupan lugares importantes pues se armaban como comisiones de trabajo para participar en las actividades que se iban planificando a lo largo del año. Mi viejo era parte de la comisión de deportes, se encargaban de armar torneos de fútbol, de vóley, tanto para alumnos como para padres y también de armar algún que otro asadito con las familias que participaban de ese espacio. Y fue allí, en una de esas cenas que tuve mi segundo encuentro cercano del tercer tipo jejeje.
Esta vez no fue en la casa de nadie, fue en las instalaciones de la escuela, no recuerdo bien si fue un viernes o sábado, pero estoy seguro que fue por la noche. Allí había un salón con una cocina grande con parrillas donde mi viejo y sus amigos se divertían asando algún pedazo de carne y tomando un buen vino, a la par las esposas (entre ellas mi vieja) se encargaban de las ensaladas y postres. Y nosotros, los hijos, andábamos boludeando por ahí, aburridos sin saber qué hacer. La escuela era nuestra, así que teníamos lugares de sobra para escabullirnos, el tema era ¿para qué hacer qué?.
Esa noche estábamos un servidor, un compañero de curso que se llamaba Alan”, otro chico al que le decían “Coco” (y era mas chico) y dos chicas: Lucía y Morena (este último no es el nombre real, pero por ser la protagonista, vamos a dejar de lado su identidad real). Lucia iba a un año menor que el mío, era bonita, morocha, de rulos, con una sonrisa fresca y un cuerpo en desarrollo pero armónico; Morena era lo opuesto. Tenía mi misma edad, no iba a la misma escuela que yo (si su hermano), era de pelo castaño , no era bonita,tenía nariz grande y casi nunca reía. Aunque no parezca, habíamos charlado pocas veces, la tenia mas bien de vista por dos motivos: 1) jugaba al fútbol como los dioses,era crack, le pegaba con las dos piernas, hacia jueguitos, humillaba a más de uno de los pibes, 2) tenia unas tetas descomunales, gigantes y “fama” de putita.
Todos nos alejamos de donde estaban nuestros padres y nos fuimos a un sector del edificio donde había sillones, debía ser el hall, no recuerdo. Lo que sí tengo en la memoria era que cerca de ahí había una puertita que llevaba a otro salón , más grande, con sillones, que era usado para entrevistas de padres o algo por el estilo.
La cosa es que nos sentamos medio en ronda, sin saber mucho para qué, aunque mirándolo desde el presente, estoy muy seguro que Morena tenía una idea. Fue ella quien propuso que juguemos al “verdad consecuencia” (bastantes tarados éramos para vincularnos ehhh), cosa que todos aprobamos inmediatamente. Si les digo que tenía intenciones de algo, les miento, a Lucia la veía como una “nena”, no se, supongo que era su contextura física la que me tiraba abajo; y Morena no me atraía. Si bien tenía unas tetas hermosas, su cara no me gustaba, que se yo, cosas de pibe y de la idealización del cuerpo del otro.
Pero a veces las cosas se dan de manera azarosa, sin buscarlas; el destino juega sus cartas de una manera ilógica. Y puedo afirmar esto porque esa noche, en un asado familiar, en la mismísima escuela, con una piba que no me movía un pelo, finalmente perdí mi virginidad...
Al otro día de lo que paso con Cami salí hacia la escuela con una mezcla de sensaciones, estaba feliz, me sentía todo un “macho” (si, un macho, la sexualidad se vivía así en esos año, no había ESI, no se charlaba casi nada sobre el tema, todo era tabú y cuando se ponía en palabras era para exagerar con el grupete de amigos) pero a la vez esa actitud canchera fácilmente podía desaparecer: todo el viaje en el bondi fui pensando que iba a hacer cuando la tuviera en frente y se cruzaran nuestras miradas; sin querer la petisa me había volado la cabeza.
Llegó el momento, entre al aula, me dirigí al fondo donde me sentaba y deje mi mochila, salude a unos compañeros y rápidamente mire para adelante, a ver si ya estaba ella; y para mi felicidad sí, ahí se encontraba. Su cabello rubio, su colita tirante, su pollera a tablas y las medias hasta la rodilla estaban ante mis ojos; se la veía como siempre, seria, con cara de amargada, charlando con su amiga. El aula era un bullicio, sin embargo para mí todo era silencio y estábamos solo los dos.
Ustedes se preguntaran que paso ese día? Bueno, tengo que decirles que nada. Ni ese día ni durante mucho tiempo con Cami volvimos a tener un acercamiento como el de esa tarde. Lo intente, juro que lo intente, pero no había caso, entre mi poca fluidez para dirigirme a ella y su actitud fría y distante, todas mis ilusiones por pasar a un siguiente nivel, que incluyera un sexo furioso en su cuarto, rápidamente se desvanecieron. Sí, ella me forreo mal; tuvieron que pasar casi dos años para que podamos garchar como Dios manda -historia que quedará para más adelante -. Y cuando se dio, ella me confeso que me había mandado al frezzer dos años porque se sintió mal, sintió que yo la destrate cuando esa tarde, después de haberme hecho una paja y de haberle acabado en la cara, me retire de su casa sin darle un beso, sin decirle nada; su amiga además le había dicho que lo que habíamos hecho era “cosa de puta” y que yo “no era un caballero”. Se sintió usada y me la hizo pagar. Obviamente yo no lo hice a propósito, solo lo hice de pendejo desconcertado, pero bue, era tarde jejeje.
Así esa mañana en la que había amanecido sintiéndome un galán de hollywood, la termine creyendo que todo había sido un sueño. A eso súmenle que no le podía contar a nadie lo sucedido ¿quien me iba a creer si la piba ni me registraba en el aula? jajaja. Volví a ser un pichoncito mojado, pero para peor ahora por dentro estaba prendido fuego y no tenía manera de apagar ese calor.
Sin embargo nuevamente gracias a mis viejos y sus decisiones pude avanzar en el mundo del sexo…
Resulta que como en toda escuela religiosa, las familias ocupan lugares importantes pues se armaban como comisiones de trabajo para participar en las actividades que se iban planificando a lo largo del año. Mi viejo era parte de la comisión de deportes, se encargaban de armar torneos de fútbol, de vóley, tanto para alumnos como para padres y también de armar algún que otro asadito con las familias que participaban de ese espacio. Y fue allí, en una de esas cenas que tuve mi segundo encuentro cercano del tercer tipo jejeje.
Esta vez no fue en la casa de nadie, fue en las instalaciones de la escuela, no recuerdo bien si fue un viernes o sábado, pero estoy seguro que fue por la noche. Allí había un salón con una cocina grande con parrillas donde mi viejo y sus amigos se divertían asando algún pedazo de carne y tomando un buen vino, a la par las esposas (entre ellas mi vieja) se encargaban de las ensaladas y postres. Y nosotros, los hijos, andábamos boludeando por ahí, aburridos sin saber qué hacer. La escuela era nuestra, así que teníamos lugares de sobra para escabullirnos, el tema era ¿para qué hacer qué?.
Esa noche estábamos un servidor, un compañero de curso que se llamaba Alan”, otro chico al que le decían “Coco” (y era mas chico) y dos chicas: Lucía y Morena (este último no es el nombre real, pero por ser la protagonista, vamos a dejar de lado su identidad real). Lucia iba a un año menor que el mío, era bonita, morocha, de rulos, con una sonrisa fresca y un cuerpo en desarrollo pero armónico; Morena era lo opuesto. Tenía mi misma edad, no iba a la misma escuela que yo (si su hermano), era de pelo castaño , no era bonita,tenía nariz grande y casi nunca reía. Aunque no parezca, habíamos charlado pocas veces, la tenia mas bien de vista por dos motivos: 1) jugaba al fútbol como los dioses,era crack, le pegaba con las dos piernas, hacia jueguitos, humillaba a más de uno de los pibes, 2) tenia unas tetas descomunales, gigantes y “fama” de putita.
Todos nos alejamos de donde estaban nuestros padres y nos fuimos a un sector del edificio donde había sillones, debía ser el hall, no recuerdo. Lo que sí tengo en la memoria era que cerca de ahí había una puertita que llevaba a otro salón , más grande, con sillones, que era usado para entrevistas de padres o algo por el estilo.
La cosa es que nos sentamos medio en ronda, sin saber mucho para qué, aunque mirándolo desde el presente, estoy muy seguro que Morena tenía una idea. Fue ella quien propuso que juguemos al “verdad consecuencia” (bastantes tarados éramos para vincularnos ehhh), cosa que todos aprobamos inmediatamente. Si les digo que tenía intenciones de algo, les miento, a Lucia la veía como una “nena”, no se, supongo que era su contextura física la que me tiraba abajo; y Morena no me atraía. Si bien tenía unas tetas hermosas, su cara no me gustaba, que se yo, cosas de pibe y de la idealización del cuerpo del otro.
Pero a veces las cosas se dan de manera azarosa, sin buscarlas; el destino juega sus cartas de una manera ilógica. Y puedo afirmar esto porque esa noche, en un asado familiar, en la mismísima escuela, con una piba que no me movía un pelo, finalmente perdí mi virginidad...
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