Entre los primeros inmigrantes venezolanos que llegaron a la Argentina estaba Wilmer. Con su impecable currículum se presentó en la empresa y lo tomaron a prueba aunque estaba mas que capacitado para las tareas que se le asignaron.
Moreno, con ese tono de piel característico de los caribeños, unos 30 años, no muy alto pero de cuerpo bien formado, con una simpatía y una gentileza que no tardó en cautivar a todos los que trabajábamos con el. Siempre sonriente, amable y dispuesto a colaborar con todos se ganó el aprecio general y, obviamente, generó mas de una calentura.
Lo miraba disimuladamente siempre que entraba a mi oficina, se lo notaba atlético, se marcaban levemente sus músculos bajo la camisa seguramente producto de gimnasio o algún deporte que practicaría. Era muy correcto en su vestimenta y no se notaba nada de la cintura para abajo, cosa que disparaba mas mis fantasías. No dejaba de imaginar las cosas que me haría, aunque mantenía la distancia por esas cuestiones del acoso sexual laboral.
Un día que había sido muy complicado decidí quedarme después de horas a terminar un trabajo en la computadora, la cuál había decidido complicarme también la vida. Pensando que no había nadie, en un momento de exasperación solté un insulto y de pronto escucho detrás de mi que Wilmer pregunta -puedo ayudar en algo?
Por supuesto que me sorprendí, pero acepté su ofrecimiento ya que varias veces me había auxiliado con ese programa. Al contrario de lo que siempre hacía, que era pedirme que le dejara la silla libre esta vez se paró detrás de mi y se inclinó sobre mi hombro para tomar el mouse, así que allí lo tenía, muy cerca, sintiendo el calor de su cuerpo. Como por casualidad, rozó mi mano al tomar el mouse y no pude evitar dejar escapar un suspiro que me delató, al momento sentí su otra mano acariciando mi cuello y cuando levanté la cabeza para mirarlo me comió la boca. Ya sin freno, nos fundimos en un intenso manoseo mientras nos íbamos quitando la ropa, en algún momento recordé que podía entrar alguien y me respondió que había trancado la puerta por dentro cuando se fueron todos. Se apoyó en mi escritorio mientras me arrodillaba ante el para bajar su boxer y sacar su miembro. Allí lo tenía, oscurito como el, duro, palpitante, no muy grande, con el tamaño justo para meterlo por completo en mi boca y saborearlo. Se lo chupé con ganas, metiéndolo hasta mi garganta al tiempo que le acariciaba los huevos y el gemía suavemente, me tomó del pelo y empezó a cogerme la boca, me hacía atragantar, me decía que era su perra y que me iba a coger como nadie, me costaba respirar pero me sentía en la gloria.
Después de un rato, me soltó la cabeza y me dijo que me quería coger y así, de espaldas en la alfombra y mientras me comía la boca en un largo beso, me fue penetrando lentamente, con mis manos aferradas a sus nalgas empujándolo mas adentro. Levantó mis piernas hasta sus hombros y en esa posición, teniéndome inmóvil, empezó a cogerme con todo, diciéndome groserías y besándome la boca, haciéndome sentir su pija hasta el fondo y arañándole la espalda de placer. Dominante en todo momento manejaba la situación y lo dejé hacer, entregándome a disfrutar de esa pija y la hermosa cogida que me estaba dando hasta que aceleró mas su ritmo y sentí que su pija se hinchaba en los espasmos de una enorme acabada. Nos quedamos así, besándonos mientras recuperábamos el aliento y se le iba bajando dentro de mi.
No pensé que te gustara, le dije cuando se vestía.No me animaba a decir nada, no quería que me dejaras sin empleo, me dijo.
Estuvimos charlando un poco mas, intercambiando besos y caricias y se despidió de mi hasta el otro día con un último beso de lengua. Me quedé un rato mas para lavarme un poco y vestirme, guardar el trabajo a medio terminar en la computadora y ordenar la oficina para el otro día. Limpié y volqué algo de café para disimular donde se había derramado un poco de semen, en la mañana pediría que limpien la alfombra.
Al salir me saluda el vigilador, -Que dice arquitecto, se va tarde hoy, en que anda?
-Me rompo el culo trabajando Vicente, me rompo el culo trabajando...
Moreno, con ese tono de piel característico de los caribeños, unos 30 años, no muy alto pero de cuerpo bien formado, con una simpatía y una gentileza que no tardó en cautivar a todos los que trabajábamos con el. Siempre sonriente, amable y dispuesto a colaborar con todos se ganó el aprecio general y, obviamente, generó mas de una calentura.
Lo miraba disimuladamente siempre que entraba a mi oficina, se lo notaba atlético, se marcaban levemente sus músculos bajo la camisa seguramente producto de gimnasio o algún deporte que practicaría. Era muy correcto en su vestimenta y no se notaba nada de la cintura para abajo, cosa que disparaba mas mis fantasías. No dejaba de imaginar las cosas que me haría, aunque mantenía la distancia por esas cuestiones del acoso sexual laboral.
Un día que había sido muy complicado decidí quedarme después de horas a terminar un trabajo en la computadora, la cuál había decidido complicarme también la vida. Pensando que no había nadie, en un momento de exasperación solté un insulto y de pronto escucho detrás de mi que Wilmer pregunta -puedo ayudar en algo?
Por supuesto que me sorprendí, pero acepté su ofrecimiento ya que varias veces me había auxiliado con ese programa. Al contrario de lo que siempre hacía, que era pedirme que le dejara la silla libre esta vez se paró detrás de mi y se inclinó sobre mi hombro para tomar el mouse, así que allí lo tenía, muy cerca, sintiendo el calor de su cuerpo. Como por casualidad, rozó mi mano al tomar el mouse y no pude evitar dejar escapar un suspiro que me delató, al momento sentí su otra mano acariciando mi cuello y cuando levanté la cabeza para mirarlo me comió la boca. Ya sin freno, nos fundimos en un intenso manoseo mientras nos íbamos quitando la ropa, en algún momento recordé que podía entrar alguien y me respondió que había trancado la puerta por dentro cuando se fueron todos. Se apoyó en mi escritorio mientras me arrodillaba ante el para bajar su boxer y sacar su miembro. Allí lo tenía, oscurito como el, duro, palpitante, no muy grande, con el tamaño justo para meterlo por completo en mi boca y saborearlo. Se lo chupé con ganas, metiéndolo hasta mi garganta al tiempo que le acariciaba los huevos y el gemía suavemente, me tomó del pelo y empezó a cogerme la boca, me hacía atragantar, me decía que era su perra y que me iba a coger como nadie, me costaba respirar pero me sentía en la gloria.
Después de un rato, me soltó la cabeza y me dijo que me quería coger y así, de espaldas en la alfombra y mientras me comía la boca en un largo beso, me fue penetrando lentamente, con mis manos aferradas a sus nalgas empujándolo mas adentro. Levantó mis piernas hasta sus hombros y en esa posición, teniéndome inmóvil, empezó a cogerme con todo, diciéndome groserías y besándome la boca, haciéndome sentir su pija hasta el fondo y arañándole la espalda de placer. Dominante en todo momento manejaba la situación y lo dejé hacer, entregándome a disfrutar de esa pija y la hermosa cogida que me estaba dando hasta que aceleró mas su ritmo y sentí que su pija se hinchaba en los espasmos de una enorme acabada. Nos quedamos así, besándonos mientras recuperábamos el aliento y se le iba bajando dentro de mi.
No pensé que te gustara, le dije cuando se vestía.No me animaba a decir nada, no quería que me dejaras sin empleo, me dijo.
Estuvimos charlando un poco mas, intercambiando besos y caricias y se despidió de mi hasta el otro día con un último beso de lengua. Me quedé un rato mas para lavarme un poco y vestirme, guardar el trabajo a medio terminar en la computadora y ordenar la oficina para el otro día. Limpié y volqué algo de café para disimular donde se había derramado un poco de semen, en la mañana pediría que limpien la alfombra.
Al salir me saluda el vigilador, -Que dice arquitecto, se va tarde hoy, en que anda?
-Me rompo el culo trabajando Vicente, me rompo el culo trabajando...
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