100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
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Capítulo 9:
El corazón me latía muy apresuradamente y miles de cosas pasaban por mi cabeza mientras permanecía parada frente a la puerta esperando que él entrara. Estaba convencida que iba a sorprenderlo, pero no estaba del todo segura en la manera que iba a proceder y que era lo que debía hacer. Escuché la puerta del ascensor cerrarse del otro lado de la puerta y entonces los nervios me invadieron por completo. Mi novio puso su llave en la cerradura de la puerta y la abrió lentamente, como si supiera que del otro lado lo esperaba una sorpresa. Sin embargo, cuando levantó la vista y me vio a mi parada en medio del comedor, se quedó helado y sin saber que decir. Sin lugar a dudas, había logrado sorprenderlo. Pero… ¿Iba a lograr dominarlo?
Me llamo Pamela, tengo 28 años y vivo con mi novio hace ya un largo tiempo. Con Ángel salimos desde que terminamos la secundaria y nos conocimos en la facultad y desde entonces supimos que éramos el numo para el otro. Tuvimos nuestros altibajos y nuestras discusiones, pero siempre pudimos superarlas para seguir adelante con nuestra relación. El hecho de que yo me mudara al departamento en el que él estaba viviendo fue la confirmación de que nos amábamos mutuamente y que queríamos estar siempre juntos a pesar de todo.
Pero un día, teniendo una conversación común y corriente mientras cenábamos, me encontré con una noticia en las redes sociales que decía “el 85% de las mujeres suelen ser más dominantes que los hombres a la hora del sexo”. Ni bien le conté de esta noticia que me llamó la atención a mi novio, nos empezamos a reír sobre el contenido de la misma, ya que me parecía bastante descabellada. Ángel casi que no dijo nada sobre eso hasta que llegué a una parte de la nota que anunciaba: “Es muy común que las mujeres se estimulen más tomando un papel dominante durante el sexo y que por ende, lleguen al orgasmo más rápido”.
- Por suerte a vos eso no te pasa.- Dijo él y siguió comiendo como si nada.
- ¿Perdón?- Le pregunté yo sin entender a qué se refería.
- No, digo…- Comenzó él y tragó la comida algo atragantado.- Me refiero a que vos sos bien sumisa y llegás al orgasmo igual.- Aclaró sin darse cuenta que acababa de oscurecer todo.
- ¡¿Perdón?!- Volví a preguntar ya que no me había quedado claro que era lo que decía.
- No, amor…- Dijo él apoyando los cubiertos y sentándose recto para intentar desenredar sus dichos.- Me refiero a que nosotros, en el sexo… Yo soy más dominante que vos y sin embargo vos llegás al orgasmo igual.- Dijo mirándome fijo pero yo permanecí callada.- ¡Ojo! Me encanta que seas así y yo la paso bomba… A lo que voy es que a vos no te sale ser dominante.
- Dejalo ahí…- Le dije volviendo a la noticia y a pesar de que Ángel intentó aclarar nuevamente sus dichos, yo le dije que no hacía falta.
Sin embargo sus palabras se quedaron dando vueltas en mi cabeza durante toda la noche. Tenía razón, yo era muy sumisa a la hora del sexo. Siempre dejaba que él eligiera el ritmo que tomábamos, dónde lo hacíamos o hasta las poses en las que cogíamos. Era muy raro que yo eligiera algo a la hora del sexo, pero porque no me salía tomar esa actitud. Me encantaba coger con él y disfrutaba muchísimo de hacerlo, pero la noticia me había dejado la duda de si era cierto que podía gozar más y llegar al orgasmo más rápido si era yo la dominante. ¡Tenía que averiguarlo!
El problema era que no sabía cómo hacerlo y a los dos días, cuando tuvimos sexo, Ángel volvió a demostrar su actitud dominante y agresiva que a mi tanto me gustaba. Me agarro desprevenida mientras yo estaba guardando mi ropa en el placard y me arrojó sobre la cama para cogerme de una manera bien sarpada que me llevó a gritar de placer. Me puso en cuatro y me cogió bien duro hasta que logró sacarme un hermoso orgasmo que me dejó rendida en la cama respirando de manera agitada. Luego de eso, no dijo nada, pero yo estaba segura que por su cabeza pasaba la idea de que al final tenía razón y que yo no era capaz de dominarlo a él durante el sexo. Estaba decidida, ¡iba a obligar a mi novio a ser sumiso durante el sexo!
Sabía muy bien cómo hacerlo, simplemente tenía que decirle en que posición ponerse y que era lo que quería hacer. El problema era que no me salía. Llegaba el momento de tener sexo y yo le terminaba preguntando en que pose quería que me ponga o donde prefería acabar. Él sabía cómo moverse y con tan solo algunas señas y pocas palabras, terminaba dirigiendo cada encuentro que teníamos. Si tan solo no pudiera moverse o hablar… “¡Eso!” me dije a mi misma mientras estaba recostada en la cama pensando que era lo que debía hacer. La idea llegó a mi cabeza y se fue creando sola a medida que iba ideando una especie de plan para sorprender a mi novio y demostrarle que podía ser muy dominante.
Ese viernes, como todos los viernes, yo salí más temprano de trabar que él y volví a casa para preparar las cosas. Había comprado una soga hacía unos meses para comprar la ropa, pero que ese día tenía pensado usar para otra cosa. Agarré uno de mis pañuelos del placar y lo puse encima de la mesa del comedor. Acomodé los muebles para dejar una silla sola en medio de la habitación. Me vestí con unos zapatos de taco aguja negros, una tanga del mismo color que me quedaba dibujada y un top oscuro que resaltaba mucho mis lolas. Faltaban unos pocos minutos para que Ángel llegara de trabajar y el corazón me latía a toda velocidad. Estaba convencida de que se iba a sorprender al verme así, pero tenía muchas dudas sobre si iba a poder sobrellevar la situación. “Vos podes Pame” me dije a mi misma mientras escuchaba como se abría la puerta del ascensor y mi novio colocaba la llave en la cerradura del departamento.
- ¡Apa! ¿Qué linda sorpresa?- Dijo él sonriendo y entrando al departamento.
Enseguida dejó su mochila en el mueble que está al lado de la puerta y empezó a caminar hacia mí con actitud de ganador. Yo permanecí parada, con las piernas levemente abiertas y sin poder reaccionar. Ángel empezó a desabrocharse la camisa mientras me miraba de arriba abajo totalmente sorprendido. Por su cabeza debía de estar pasando la idea de que eso era un regalo y que yo estaba esperando sus órdenes para avanzar. Sin embargo mi cuerpo reaccionó antes que mi mente segundos antes de que Ángel me besara confiado de que podía hacerlo.
- ¡No!- Le dije rápidamente y lo miré seria. Él no entendía.- ¡Sentate!- Le ordené señalando en la silla.
Ángel observó la silla sin entender muy bien lo que sucedía, pero sin dejar de sonreír se sentó y me miró desde abajo. Fue en ese momento cuando me di cuenta que antes de atarlo, debía hacer que se desnudara, de lo contrario no íbamos a poder tener sexo. “¡Desnudate!” le ordené entonces y él me volvió a mirar fijo a los ojos y agrandó su sonrisa. Se sacó lentamente las zapatillas y las medias, para después seguir desabrochándose la camisa y arrojarla al piso. Para cuando se quiso sacar los pantalones y el bóxer, mi novio amagó a levantarse, pues claramente necesitaba hacerlo para desvestirse. Sin embargo yo ya le había ordenado que se sentara y si él se paraba sin que yo se lo permitiera, ponía en juego mi autoridad.
- ¡Sin levantarte!- Le ordené y lo empujé en el pecho para que cayera sentado nuevamente en la silla.- ¡Y dejá de sonreír!- Le dije después y decidida caminé hasta la mesa para agarrar la soga que había dejado allí.
Volví caminando hasta pararme en frente de mi novio y él enseguida levantó sus manos para apoyarlas en mi cintura. “¡No!” le grité rápidamente sin saber que decirle y él enseguida bajó las manos nuevamente. Entonces vio la soga que había agarrado y me preguntó “¿Qué vas a hacer con eso, mi amor?”. “¡Callate! ¡Tenés prohibido hablar!” le respondí sin saber muy bien que contestarle y a pesar de que la orden había sido clara, Ángel me dijo que estaba bien, que no iba a hablar más. En ese momento supe que tenía que dejarle bien en claro quien tenía el poder en ese momento, por lo que le metí una cachetada no muy fuerte, pero que dejaba en claro que tenía que obedecerme o abría consecuencias.
- ¡Te dije que te calles!- Le volví a gritar agarrándolo de la cara y mirándolo fijo a los ojos.
Ángel me devolvió la mirada, pero en su rostro ya no se observaba más una sonrisa de ganador, sino que estaba serio. Comencé a pasar la soga por delante de su cuerpo y detrás de la silla, dando varias vueltas y atándolo con fuerza para que no pudiera moverse. Una vez que el nudo estuvo firme, me senté encima de su cuerpo mirándolo de frente y coloqué mi rostro en frente del suyo. “¡Vas a ver que puedo ser mucho más dominante que vos!” le dije sin pensar las palabras y después le comí la boca de un beso.
Después de esto me levanté y fui a buscar el pañuelo que estaba también en la mesa. Volví a pararme frente a mi novio y se lo coloqué en la boca para después atárselo a la altura de la nuca. Una vez hecho esto, me paré en frente suyo y observé como me miraba sin entender muy bien que era lo que sucedía. Lo tenía a mi merced y podía hacer con él lo que yo quería y sentí como la sensación de poder comenzaba a excitarme de una manera muy fuerte. Me agaché en frente suyo y le abrí las piernas con violencia para después agarrarle la pija con mi mano. Lentamente empecé a pajearlo y noté como poco a poco esta se iba endureciendo entre mis dedos.
- ¿Qué pasa mi amor, te calienta que te ate y te haga mío?- Le pregunté y a pesar de que Ángel intentó responderme, el pañuelo hizo su efecto y no pude entender lo que me decía.
Una vez que su pija fue creciendo, me incliné hacia adelante y se la empecé a chupar. Siempre comenzábamos así, siempre era yo la que le practicaba sexo oral a él. Pero en esa oportunidad yo tenía total control de mis movimientos y él no podía hacer nada por más que lo quisiera. Notaba como su verga seguía endureciéndose en mi boca y eso me calentaba más y más. Estaba disfrutando muchísimo de tenerlo atado y silenciado adelante mío y me daba cuenta de que él también la estaba pasando muy bien. Cuando su verga estuvo completamente dura y mojada por mi saliva, me levanté y me paré una vez más en frente suyo.
En ese momento se me pasó por la cabeza la idea de bailar para sacarme la ropa. Sin que él pudiera decir nada, comencé a moverme sensualmente frente a sus ojos viendo como su mirada se volvía loca subiendo y bajando por todo mi cuerpo. Mis manos marcaban un ritmo lento que se descontrolaba de vez en cuando. Me saqué el top sin dejar de menear mi cintura y dejé al descubierto mis tetitas y los pezones que estaban bien paraditos. Entonces me di vuelta y apoyando mis dedos sobre la tanga, me la fui sacando poco a poco, agachándome en frente de mi novio para que este tuviera una hermosa vista de mi cola.
Cuando me levanté pude comprobar cómo su pija palpitaba de la excitación. Toda esa situación me había puesto súper caliente y no pude aguantarme las ganas de sentarme encima de su cuerpo. Colocándome de frente a él y con una pierna a cada lado, me fui sentando encima de su verga, sintiendo como esta entraba en mi conchita y me hacía largar un suspiro de placer. Mis brazos pasaron por encima de los hombros de Ángel y mis dedos se enredaron en los pelos de su nuca mientras que mi cintura se movía despacio hacia atrás y hacia adelante. Tenía el control absoluto de lo que sucedía y eso me excitaba muchísimo. Notaba un calor garrafal por todo mi cuerpo al mismo tiempo que iba acelerando mis movimientos y sentía como su mi concha se abría más y más con su verga.
De golpe le saqué el pañuelo que tenía en la boca y antes de que pudiera decir algo, le di un beso bien baboso que tapó los gemidos que empezaban a salir de entre mis labios. Empecé a saltar sobre su cuerpo, clavándome su pija en profundidad y haciendo que mis pezones rozaran contra su pecho. Sentía una ola de calor que me invadía todo el cuerpo y notaba mis piernas temblar con cada salto que daba. Mis dientes se hincaron en los labios de Ángel y por más que él protestó, no se los solté hasta que pasaron varios segundos. Tiré mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos mientras disfrutaba de ese enorme placer que recorría todo mi cuerpo mientras me movía descontroladamente encima suyo.
- ¡Ay sí! ¡Ay sí!- Grité mientras tiré su cabeza hacia adelante y esta se hundió en mis tetas.
Enseguida Ángel sacó su lengua y comenzó a chuparme los pezones, logrando que estos se endurecieran aún más. Pero en ese momento una idea fugaz pasó por mi cabeza y al darme cuenta que yo no le había dado permiso para que hiciera eso, tiré de los pelos de su nuca hacia atrás. Cuando su cabeza volvió a quedar en frente de la mía, le pegué una nueva cachetada, mucho más fuerte que la anterior, dejándole marcados mis dedos en la cara. Eso me excitó aún más. Me calentó tanto, que mis piernas empezaron a pegar saltos sobre el cuerpo de mi novio, cayendo violentamente sobre su pija que se seguía clavando adentro mío.
- ¡Voy a acabar! ¡Voy a acabar!- Le grité agarrándolo fuerte de los pelos y tirando nuevamente mi cabeza hacia atrás.
El orgasmo llegó segundos más tarde y fue enorme. Acabé de una manera impresionante, mojándome toda la entrepierna y chorreando la pija de mi novia hasta dejarla empapada. Me frené de golpe y respiré aceleradamente para después besar a Ángel que me seguía observando sorprendido. “¡Mmm mi amor!” dije gimiendo mientras mis labios iban de los suyos hasta su cuello y subían nuevamente hasta su boca. Estirando los brazos comencé a desajustar el nudo de la soga y lo terminé liberando para después proponerle de irnos a la pieza y seguir cogiendo hasta que él acabara. Me levanté y arrojé la soga al piso, pero sorprendentemente él la levantó y la llevó hasta la pieza.
- Para que me ates a la cama.- Me dijo sonriendo y entonces supe que había logrado demostrarle que los dos podíamos pasarla muy bien si me dejaba ser dominante.
Lugar n° 9: Silla
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