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La madre de mi mejor amigo (3)

Hoy estoy en casa de mi amigo Carlos. Sabía que no iba a estar pero aun así he ido y he preguntado por él.
— ¡Pues está en el futbol! —me ha dicho Ana Belén al abrirme la puerta.
— ¡Oh, pues vaya, ahora que quería jugar al nuevo juego que compramos ayer! —digo yo lamentándome.
— Bueno, si quieres puedes entrar y jugar mientras él llega —me dice apiadándose de mí.
Paso al salón y me sonríe, tal vez algo cortada como yo.
— ¿Quieres un refresco o algo?
— Bueno si, si no es molestia —digo yo.
— Vale, te traigo algo.
Muy servicialmente me sirve un refresco de limón, ácido como yo y unos pistachos.
— Bueno Beltrán, pues iba a aspirar un poco los cuartos y también el salón, pero empezaré primero por las habitaciones, ¿te parece?
— ¡Oh si, por mí no se preocupe, yo me aparto y dejo que termine el salón!
— ¡Ah pues vale, entonces comienzo por aquí!
Trae el aparato y empieza a aspirar. Me da cosa estar sólo mirando así que me ofrezco a ayudarle en lo que pueda, al menos le cojo los cojines y se los levanto para que aspire el sofá debajo. Ella lo agradece y me sonríe.
También aprovecho para mirar su escote y su culo cuando se inclina, aunque su falda no deja ver mucho la verdad, pero su escote sí es generoso, pues lleva una camiseta de tirantes rosa y puedo ver su sujetador blanco bajo ella.
— Pues estoy creo que ya está. Anda, ya puedes ponerte a jugar —me dice al terminar algo sudorosa por el esfuerzo—.
— ¡Vale! —le digo esperando tener algún rato más para conversar con ella.
Pero finalmente se marcha con el aspirador a los cuartos y me quedo jugando, aunque mi mente está en otra parte, intentando maquinar cómo acercarme a ella.
Oigo el sonido del aspirador en las habitaciones por un rato, luego para y decido levantarme a investigar, moviéndome silenciosamente por el pasillo llego hasta una puerta abierta, es el baño. Entonces me asomo y…
La veo levantarse del váter mientras coge papel y para limpiarse, luego se da cuenta de que estoy allí, grita y rápidamente se sube las bragas.
— ¡Oh Beltrán, eres tú! —me dice muy nerviosa.
— Sí, bueno, yo iba a hacer un pis —le miento.
— ¡Vaya, no me he acordado de cerrar la puerta! —ríe nerviosa—. Pues nada pasa, yo voy a lavarme las manos —agrega.
La situación es algo incómoda, lo sé, ¡pero me excita mucho! Me acerco a ella, el baño es tan estrecho que el lavabo está en frente de la ducha y casi no hay espacio, por lo que cuando paso por detrás la locura se hace cargo de mis actos.
Me pongo detrás de ella y pego mi pelvis a su culo, ella está levemente inclinada para lavarse las manos cuando recibe mi abrazo, cruzando mis antebrazos encima de sus tetas.
— ¡Pero Beltrán, qué haces, suelta! —me grita al momento.
Pero yo no la suelto, ahora no, es mi presa, así que bajo la mano y levanto su falda, palpo sus bragas y las noto mojadas con su pipí, como no le ha dado tiempo a limpiarse se las ha mojado con él.
— ¡Oh Ana, tienes las bragas manchadas de pipí! —le susurro al oído.
Entonces ella se gira con gran fuerza y me suelta una bofetada.
— ¡Cerdo! —grita acalorada.
Pero yo estoy desatado, no atiendo a razones y la sujeto por los brazos pegando mi pelvis y mi erección a su pubis. Bajo la cara y la beso entre las tetas.
— ¡Te quiero! —le digo mientras oigo como suena bastante estúpido la verdad.
— ¡No, quita! —grita ella y me empuja.
Me desequilibro y casi caigo hacia atrás, pero me agarro a sus brazos y me sujeto con su cuerpo.
Hinco las rodillas en el suelo y levantando la falda meto mi cabeza bajo ella y lamo sus bragas mojadas, no me importa su sabor, en ese momento no sé realmente a qué saben. Ella protesta más.
— ¡Que te quites he dicho! —dice mientras salta y sale del baño.
Bastante alterada se mesa el cabello y me grita de nuevo.
— ¡Sal de mi casa y no vuelvas! —me dice señalando por el pasillo la salida.
Me quedo en silencio, ¡empiezo a ser consciente que la he cagado bien.
— Lo siento, yo… —digo tratando de argumentar algo.
— ¡Que te vayas ahora! ¡Sin vergüenza! ¡Sal de mi casa! —grita presa del pánico.
Opto por salir, no sin antes recibir algún palo por la espalda. Realmente está fuera de sí, de modo que corro a la puerta y de un salto salgo de su casa.
¡No sé qué he hecho! Y no sé qué hacer, me voy por las escaleras, saltando los escalones de cuatro en cuatro, pero ya no oigo nada, ni el sonido de la puerta al cerrarse, debe haber pensado que era mejor no dar un portazo y alertar a los vecinos.
Me voy al parque a serenarme y ando un buen rato, así llego hasta el centro de la ciudad, no sé cuánto tiempo pasa, pero tal vez no mucho, vuelvo a mi casa y entro. Pero allí descubro que me están esperando…
Nota del autor: Si quieres seguir leyendo esta historia, visita mi blog para saber dónde encontrarla.

3 comentarios - La madre de mi mejor amigo (3)

SagaShionKanon
Justo lo leia en todo relatos no sabia que tenias cuenta aca tambien deci vos que no los comparti jejeje
diegoprey
Buena historia y donde están los links para seguirla?. Abrazo y van 10pts.