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La mujer del empleado III

Nuevamente pasaron unas tres semanas desde el último encuentro. Los chats ya habían mermado. Por un lado mejor, alimentaba el deseo pero era duro. Calentaba más el saber que no estábamos disponibles cuando quisiéramos. Era aprovechar las pocas oportunidades que se daban. Yo fantaseaba con ideas, proponía y ella accedía. 
Ese día me mandó un mensaje comentandome que el fin de semana les correspondía franco, y que posiblemente se iban a ir al pueblo del marido a una carneada, pero que ella no quería ir. Por lo que los hijos se iban con él y ella en teoría se iba a la ciudad a lo de su prima. No había mejor oportunidad, le pedí que tratara de quedarse en la quinta, sola. Accedió. Le dije que si se quedaba, yo iba y con una sorpresa.
Fantasié con un trío, agasajarla con dos hombres al mismo tiempo. No se lo iba a esperar nunca, aunque yo no sabía si iba a estar de acuerdo. Mi instinto me decía que esa loba le decía si a todo.
Mi morbo me llevo a preguntarle a un amigo íntimo, ex jugador de fútbol, soltero, metro noventa y de una pija envidiable (20x6). Y que de paso tenia unas flores hermosas. No le costó decir que si. Pero le dije que las condiciones las ponia yo y el tenía q acatarlas. Por su puesto, una de ellas era que el culito era mio solo. 
 Ese día le avisé a ella que iba a pasar un fin de semana excelente, que se relajara. Me dijo que estaba ansiosa, que no había moros en la costa.
Llegó el fin de semana y caímos al atardecer. Llevaba algunas botellas del vodka que le gustaba a ella, whisky, suficiente porro, gel íntimo y unas medias de red que me fascinaron. Cuando me vio, me tiró una sonrisa pícara a la distancia y después me mordió el labio de abajo. Le dije al oído que tenía una sorpresa, que se dejara llevar. Y apareció mí amigo. Creo que fue lo que menos se esperaba ella. No entendió qué pasaba, hasta que le dije la palabra TRIO al oído. La note asustada, por lo que pedí que confiara en mi y que no iba a pasar nada que ella no quisiera. Aunque eso último sabía que lo estaba diciendo al pedo.
Picamos algo, nos pusimos cómodos. Buena música, unos shots. Algún franeleo de pasada. Ella tenía puestas unas calzas multicolores que me hacían morderla toda. Prendimos el porro, le dije que fumara despacio y no bruscamente. Risita va, risita viene. De a poco se iba soltando. Bailecito entre los tres. Le susurré que iba a tener la mejor cogida de su vida. Me pidió que la cuidara. Ya estabamos suavecitos por el porro, justos. Antes de largar, puse dos condiciones: que ella iba a estar vendada los ojos y que yo mandaba.
 Empezamos a besarla entre los dos, tocarla. Cuatro manos tocando lo que más podían. Jadeos. Note que se estaba soltando con mi amigo. La desvestimos mientras le poníamos el vendaje. Le pedí que avisara cualquier molestia y que confiara. Lo que más me calentaba era saber el pijon que se iba a comer de mi amigo, posiblemente el doble de lo que se comía en su casa. Y todavía no lo sabía. Bajé a chupar mi culito mientras ella le manoteba el bulto ya marcado. Su manito le quedaba chica. Imaginé lo que debe haber pensado. Y eso me hacia hervir. Se lo metió en la boca. Cada tanto me ponía a ver cómo comía esa enorme pija nueva. Estaba sorprendida. La verdad, yo solo quería hacerle mejor el orto que la última vez. No me importaba nada más. Noté que lo tenía menos cerrado, por lo no perdí tiempo en la preparación, lo puertié rápidamente. No oí grito, pues tenía la boca llena de pija. Aparte de que estaba más callada que de costumbre, seguía intimidada. Que buen pete estaba haciendo, a dos manos y súper salibado. Se escuchaba el salibeo. El lengueteo en la punta era rapidísimo. Mi amigo, con los brazos en jarra, la puteaba por el placer que le daba. Peteaba cómo estrella porno, era lo suyo. No conforme con el coito, la desprendi de la verga de mi amigo y la puse contra la pared, manos entrelazadas para arriba y empecé a serrucharla con bombazos bien cortitos, solo el glande. Que ricos gritos. Le termine adentro una buena cantidad. Le encantó. La ponía al palo sentir mi descarga. Ponía piel de gallina en sus brazos. Uff. Gritaba conmigo.
Ya un poco saciado, le pedí a mi amigo que se la cogiera él. Ella seguía calladita. Se la cargo al hombro cuál cavernícola, cama y misionero a full. El grito de esa putita. Dolor y placer. Le costó unos minutos adaptarse a ese tamaño, sumado a que el otro estaba hecho un toro. No fue sutil. Quería romperla. No los quería interrumpir, ella se estaba comiendo la pija de su vida. Primer orgasmo, lo tuvo rapidísimo. Se invirtieron y el serrucheo ya sacaba fuego. Gritaba como si estuviera pariendo, pero le pedía más fuerte. Que buena pija, la concha de su madre. Eché un poco de lubricante al coito. Los estimuló, subieron las revoluciones. Espere unos minutos y me sumé, me quedaba el ojete servido. En un segundo tenía el glande y un poco más adentro. Ambos brazos de ella plegados sobre su espalda. Le hicimos tocar el cielo. Me ponía durísimo saber que ella estaba haciendo algo que jamás pensó. Entregadisima a todo. Y lo estaba gozando. La segunda pija le hizo dejar la timidez y sacó esa loba que yo había conocido. Pedía que no frenaramos. Nos puteaba. Ahora eran gritos pausados pero más fuertes y al son de mis bombeos. Más si le tiraba del pelo. Atinaba a taparse la boca para silenciarse pero esos alaridos querian salir. Aproveché y clave más el puñal. Con el toro estábamos dejando todo. Hermoso. Orgasmo de mi amigo. Se levantó de la cama. Yo seguí mi bombeo, ella boca abajo. Mordia almohada. Estaba como quería. Culito bien abierto. Meti lo que más pude. Quise tener más centímetros para meterlos. Dejé mi amabilidad de lado. Quería más leche dentro suyo, como si eso fuera su nafta. Le di hasta ver a mi amigo empalmado de nuevo. Volví a salir. Él se iba en la mañana y yo la tenía para mí lo que quedaba del finde, asique se la dejé por el resto de la noche. Parate para tomar algo, unas secas y a seguir. Sesentaynueves y en cuatro por 45 minutos. Que linda tunda estaba recibiendo esa hija de puta. 1.60 vs 1.90. Pija gruesa vs papo cerrado. Cuadriplicada en fuerza. Dominada 100%. 
Terminaron juntos, y yo al segundo por el pajón que me clave mirándolos. Lo hice en su boca. Ese porro nos potenció. Me dolía la pija. Ella pidió un freno. Me pidió que le sacara la venda. Sus ojos mostraban cansancio. Me abrazó y se apoyo sobre mi pecho, como si fuera alguna especie de salvador. El porro y el placer la habían matado. Se quedó sin pilas. Entendible. Fueron 3 horitas. Mucho para un cuerpo sin estado. La dejamos durmiendo sola. No llegó ni a vestirse. Estaba derrotada y yo la quería entera para el día siguiente. Cada tanto me asomaba por la puerta, seguía durmiendo boca abajo, una pierna abierta que exponía papo y ojete, parecían de hule. Ambos rosaditos. Depiladita. Nuevita. Qué ganas de seguir comiendola. Me contuve, la batalla de hoy había terminado.

2 comentarios - La mujer del empleado III

jorvac164
Justo lo que recetaron,jaja!!!!!Me imaginé un festival mientras lo leía.Muy bueno,van 10 y cuídense.Saludos !!!
gust7387
Muy buen relato y como aflojó sin problemas van mis 10