CABA agosto 2.020
Andrea tiene 39 años, este mes cumple los cuarenta. Estamos juntos desde que tiene 22. Sobre su cuerpo se concretaron todos mis deseos y fantasías. Ella sabe la devoción y la calentura que me generan sus piernas, su cola, su vientre, sus pechos, sus labios, su pelo. Los años que llevamos juntos he visto los cambios físicos que el tiempo generó sobre su cuerpo, pero sinceramente, debo admitir que mi mujer me calienta tanto, o más, ahora que antes.
Serán, tal vez, todas las experiencias que vivimos juntos en estos años. Además, ella fue volviéndose una mujer más desenfadada en la cama, entregándose a juegos y fantasías cada vez más calientes. Eso mantuvo viva la llama en la pareja. El fuerte lazo de fidelidad entre nosotros. Hasta ahora…
Zoe tenía 19 años todavía la noche que tuvimos nuestro primer encuentro, cumplió los 20 añitos diez días después (obviamente lo festejamos los tres juntos). Se había instalado en el departamento de al lado a finales de febrero. Venía desde un pueblo de Buenos Aires, al límite con La Pampa, con la intención de empezar una carrera, pero la agarró la cuarentena en medio de trámites que no pudo completar y quedó atrapada en el departamento, sola, en medio de una ciudad desconocida, con ésta cuarentena que empezó por 15 días y que al día hoy seguimos transitando. Zoe tenía un novio – desde los 15- que la dejó dos días antes que ella se fuera del pueblo. Supongo que fue una cuestión de hombría. Un poco hizo bien porque semejante mujer, en esta ciudad, no le iba a durar mucho.
De todas maneras, un poco por despecho y un poco escuchando sus propias inquietudes, al estar sola tanto tiempo, la cabeza le hizo sincerarse respecto a sus propias curiosidades y entre otras cosas se dio cuenta que el cuerpo femenino ajeno también le despertaba sensaciones internas y que consideraba su vida sexual hasta el momento muy pobre. Se había decidido a probar, en ésta ciudad, estar con una mujer en la cama y también se había propuesto estar con un hombre mayor, maduro, que la pudiera satisfacer con experiencia.
Ahí caímos con mi mujer. Aparentemente ella ya nos tenía identificados. Nos había visto al pasear por el barrio. Ahí empezó la puesta de bombachas a secar, colgadas casi sobre nuestro balcón, como parte de un plan de seducción, de llamar nuestra atención. Me confesó después que no pensó que su plan le iba a dar resultados tan rápido. A la primera noche ya me había descubierto espiándola.
Y cuando al día siguiente, entrando en la casa de hacer las compras, escuchó ruidos en su patio, supo que su fantasía no iba a tardar mucho en concretarse.
Me vió saltar el paredón, huyendo con la bombachita que le había robado. Pero la prenda se me cayó en ese momento, en su propio patio. Ella la buscó y supo que ahí tenía media fantasía en el bolsillo.
Sin embargo, fue por más y se decidió a unificar sus dos fantasías. Ya que mi mujer era la que más morbo le generaba de los dos. Decidió empezar a hacer un trabajo de seducción con ella.
Esa misma tarde esperó a que yo me fuera para presentarse en la casa. Y estuvo charlando con ella, generando una amistad, que, en tiempos de cuarentena, y con la personalidad afectuosa de mi mujer, se dió de inmediato.
Zoe jugó el papel de chica sola del interior, que no tenía a quien recurrir por consejos y Andrea – madre y docente- enseguida recogió el guante.
Esa misma tarde ya en confianza, habiéndole contado toda su vida, apuró el acercamiento pidiéndole consejo sobre su vida sexual. Le habló directamente, sobre su fantasía de estar con otra mujer, lo hacía rozándole el brazo, mirándola con los ojos fijos, entrando en extrema confianza. Le confesaba su miedo e inexperiencia al respecto y le preguntó a mi esposa cómo era estar con otra mujer, si la situación era tan caliente como pensaba.
A mi mujer la pregunta tan directa la sorprendió. Tragó saliva y le respondió que ella nunca había tenido esa experiencia. – ¿Por qué? ¿No te genera curiosidad? – Le cuestionó la vecinita y mi mujer, desarmada por la pregunta, me contó después, que le confesó: -Si. Sí, claro. Fantasías tengo. Pero nunca pensé que las pudiera concretar. Creo que son fantasías nada más.
Y mi vecina remató ofreciéndose: - Por ahí podríamos empezar juntas- y con una sonrisa ambigua le puso a mi mujer, la idea y la imagen en su cabeza.
Después todo fue cuestión de dejar crecer esa inquietud en Andrea y esperar a poder materializar su deseo. Para mí mujer el sentirse atraída, deseada por alguien de tanta belleza y juventud hizo mella en su ser.
Y por lo visto, entró enseguida en el juego, porque ella también se mensajeaba y se conectaban por videocámara con la vecina. Esa era la época en que mi mujer jugaba en la cama a que era Zoe y yo me la cogía. Me contó que así lavaba la culpa de estar caliente con la pendeja y de pensar que, en cualquier momento, iba a ceder a la tentación de probar la experiencia que le proponía.
Y lo inevitable pasó. Estuvieron juntas, las dos, por primera vez, con otra mujer. Y lo disfrutaron mucho. Pero después del primer encuentro, como la pendeja la notaba culposa a mi mujer por estar en la cama con alguien que no fuera su hombre, me mandó al frente y le mostró nuestras comunicaciones.
Mi mujer me confesó que, en vez de molestarse, la situación la calentó aún más. La liberaba saber que, aunque sea por separado, aún compartíamos el deseo por las mismas cosas, en este caso mi vecina. Y en confabulación decidieron divertirse un poco conmigo, claro que mi desesperación me llevó a descubrirlas enseguida.
Cómo nos reímos al confesarnos, los tres desnudos en la habitación, todos los entretelones de ésta aventura. Que hermosa es Zoe. Que hermosa es mi mujer. Que excitante es verlas comiéndose, lamiéndose, dándose placer mutuamente.
Tenerlas a las dos chupándome la pija al mismo tiempo, viendo la carita de Zoe aprendiendo de mi mujer. Cogerme a la pendeja mientras Andrea le chupaba el culito, o viceversa, fueron momentos donde tenía que contenerme para no acabar enseguida. Sinceramente fueron horas donde los tres aprendimos y descubrimos mucho sobre el placer en este curso acelerado. Por contradictorio que suene tengo que decir: esta cuarentena fue lo mejor que me pasó en la vida.
Pero, todo concluye al fin, al tiempo Zoe se decidió a volver a su pueblo, a darle una mano a su familia que quedó económicamente complicada y dejó sus planes de estudio para más adelante.
A finales de julio se despidió de nosotros, con la promesa de volver y nosotros de albergarla –en más de un sentido- cuando ella quisiera.
La extrañamos. No volvimos, por ahora, a hacer un trío. Aunque creo que se va a repetir en el futuro.
La semana pasada escuché movimientos en el departamento de al lado, el fin de semana subí a la terraza, con el corazón palpitante, esperando ver alguna preciosura colgando ropa, pero no. Un flaco estaba en el patio haciendo ejercicios. En fin. Desilusionado, tuve que admitir que lo bueno se acabó.
Sin embargo, ayer, hablando con mi mujer, algo me generó una sensación extraña.
-¿Viste? Hay gente nueva al lado. - Me dijo.
- Sí, creo que algo escuché. - Le respondí.
- Es un chico joven. Bastante bien puesto. – Me dice suspicaz. – Ayer me lo crucé en la verdulería y es muy simpático- espero unos segundos, midiendome. Después mirándome fijo, bajando un poco la voz, me preguntó: - ¿Sabes que me gustaría probar de regalo de cumpleaños?...
El principio de ésta historia:
Parte 1
https://poringa.net/posts/relatos/3700478/Las-bombachas-de-mi-vecina.html
Parte 2
https://poringa.net/posts/relatos/3709881/El-olor-de-la-bombacha-de-mi-vecinita.html
parte 3
https://poringa.net/posts/relatos/3717894/El-sabor-de-la-bombacha-de-mi-vecina.html
parte 4
https://poringa.net/posts/relatos/3737694/La-bombacha-caliente-de-mi-vecinita.html
Parte 5
https://poringa.net/posts/relatos/3752721/La-misteriosa-bombacha-de-mi-vecina.html
Parte 6
https://m.poringa.net/posts/relatos/3754818/Las-bombachas-de-mi-vecina-Finalmente-se-dio.html
Otros relatos en:
https://poringa.net/martinfcd/posts
Andrea tiene 39 años, este mes cumple los cuarenta. Estamos juntos desde que tiene 22. Sobre su cuerpo se concretaron todos mis deseos y fantasías. Ella sabe la devoción y la calentura que me generan sus piernas, su cola, su vientre, sus pechos, sus labios, su pelo. Los años que llevamos juntos he visto los cambios físicos que el tiempo generó sobre su cuerpo, pero sinceramente, debo admitir que mi mujer me calienta tanto, o más, ahora que antes.
Serán, tal vez, todas las experiencias que vivimos juntos en estos años. Además, ella fue volviéndose una mujer más desenfadada en la cama, entregándose a juegos y fantasías cada vez más calientes. Eso mantuvo viva la llama en la pareja. El fuerte lazo de fidelidad entre nosotros. Hasta ahora…
Zoe tenía 19 años todavía la noche que tuvimos nuestro primer encuentro, cumplió los 20 añitos diez días después (obviamente lo festejamos los tres juntos). Se había instalado en el departamento de al lado a finales de febrero. Venía desde un pueblo de Buenos Aires, al límite con La Pampa, con la intención de empezar una carrera, pero la agarró la cuarentena en medio de trámites que no pudo completar y quedó atrapada en el departamento, sola, en medio de una ciudad desconocida, con ésta cuarentena que empezó por 15 días y que al día hoy seguimos transitando. Zoe tenía un novio – desde los 15- que la dejó dos días antes que ella se fuera del pueblo. Supongo que fue una cuestión de hombría. Un poco hizo bien porque semejante mujer, en esta ciudad, no le iba a durar mucho.
De todas maneras, un poco por despecho y un poco escuchando sus propias inquietudes, al estar sola tanto tiempo, la cabeza le hizo sincerarse respecto a sus propias curiosidades y entre otras cosas se dio cuenta que el cuerpo femenino ajeno también le despertaba sensaciones internas y que consideraba su vida sexual hasta el momento muy pobre. Se había decidido a probar, en ésta ciudad, estar con una mujer en la cama y también se había propuesto estar con un hombre mayor, maduro, que la pudiera satisfacer con experiencia.
Ahí caímos con mi mujer. Aparentemente ella ya nos tenía identificados. Nos había visto al pasear por el barrio. Ahí empezó la puesta de bombachas a secar, colgadas casi sobre nuestro balcón, como parte de un plan de seducción, de llamar nuestra atención. Me confesó después que no pensó que su plan le iba a dar resultados tan rápido. A la primera noche ya me había descubierto espiándola.
Y cuando al día siguiente, entrando en la casa de hacer las compras, escuchó ruidos en su patio, supo que su fantasía no iba a tardar mucho en concretarse.
Me vió saltar el paredón, huyendo con la bombachita que le había robado. Pero la prenda se me cayó en ese momento, en su propio patio. Ella la buscó y supo que ahí tenía media fantasía en el bolsillo.
Sin embargo, fue por más y se decidió a unificar sus dos fantasías. Ya que mi mujer era la que más morbo le generaba de los dos. Decidió empezar a hacer un trabajo de seducción con ella.
Esa misma tarde esperó a que yo me fuera para presentarse en la casa. Y estuvo charlando con ella, generando una amistad, que, en tiempos de cuarentena, y con la personalidad afectuosa de mi mujer, se dió de inmediato.
Zoe jugó el papel de chica sola del interior, que no tenía a quien recurrir por consejos y Andrea – madre y docente- enseguida recogió el guante.
Esa misma tarde ya en confianza, habiéndole contado toda su vida, apuró el acercamiento pidiéndole consejo sobre su vida sexual. Le habló directamente, sobre su fantasía de estar con otra mujer, lo hacía rozándole el brazo, mirándola con los ojos fijos, entrando en extrema confianza. Le confesaba su miedo e inexperiencia al respecto y le preguntó a mi esposa cómo era estar con otra mujer, si la situación era tan caliente como pensaba.
A mi mujer la pregunta tan directa la sorprendió. Tragó saliva y le respondió que ella nunca había tenido esa experiencia. – ¿Por qué? ¿No te genera curiosidad? – Le cuestionó la vecinita y mi mujer, desarmada por la pregunta, me contó después, que le confesó: -Si. Sí, claro. Fantasías tengo. Pero nunca pensé que las pudiera concretar. Creo que son fantasías nada más.
Y mi vecina remató ofreciéndose: - Por ahí podríamos empezar juntas- y con una sonrisa ambigua le puso a mi mujer, la idea y la imagen en su cabeza.
Después todo fue cuestión de dejar crecer esa inquietud en Andrea y esperar a poder materializar su deseo. Para mí mujer el sentirse atraída, deseada por alguien de tanta belleza y juventud hizo mella en su ser.
Y por lo visto, entró enseguida en el juego, porque ella también se mensajeaba y se conectaban por videocámara con la vecina. Esa era la época en que mi mujer jugaba en la cama a que era Zoe y yo me la cogía. Me contó que así lavaba la culpa de estar caliente con la pendeja y de pensar que, en cualquier momento, iba a ceder a la tentación de probar la experiencia que le proponía.
Y lo inevitable pasó. Estuvieron juntas, las dos, por primera vez, con otra mujer. Y lo disfrutaron mucho. Pero después del primer encuentro, como la pendeja la notaba culposa a mi mujer por estar en la cama con alguien que no fuera su hombre, me mandó al frente y le mostró nuestras comunicaciones.
Mi mujer me confesó que, en vez de molestarse, la situación la calentó aún más. La liberaba saber que, aunque sea por separado, aún compartíamos el deseo por las mismas cosas, en este caso mi vecina. Y en confabulación decidieron divertirse un poco conmigo, claro que mi desesperación me llevó a descubrirlas enseguida.
Cómo nos reímos al confesarnos, los tres desnudos en la habitación, todos los entretelones de ésta aventura. Que hermosa es Zoe. Que hermosa es mi mujer. Que excitante es verlas comiéndose, lamiéndose, dándose placer mutuamente.
Tenerlas a las dos chupándome la pija al mismo tiempo, viendo la carita de Zoe aprendiendo de mi mujer. Cogerme a la pendeja mientras Andrea le chupaba el culito, o viceversa, fueron momentos donde tenía que contenerme para no acabar enseguida. Sinceramente fueron horas donde los tres aprendimos y descubrimos mucho sobre el placer en este curso acelerado. Por contradictorio que suene tengo que decir: esta cuarentena fue lo mejor que me pasó en la vida.
Pero, todo concluye al fin, al tiempo Zoe se decidió a volver a su pueblo, a darle una mano a su familia que quedó económicamente complicada y dejó sus planes de estudio para más adelante.
A finales de julio se despidió de nosotros, con la promesa de volver y nosotros de albergarla –en más de un sentido- cuando ella quisiera.
La extrañamos. No volvimos, por ahora, a hacer un trío. Aunque creo que se va a repetir en el futuro.
La semana pasada escuché movimientos en el departamento de al lado, el fin de semana subí a la terraza, con el corazón palpitante, esperando ver alguna preciosura colgando ropa, pero no. Un flaco estaba en el patio haciendo ejercicios. En fin. Desilusionado, tuve que admitir que lo bueno se acabó.
Sin embargo, ayer, hablando con mi mujer, algo me generó una sensación extraña.
-¿Viste? Hay gente nueva al lado. - Me dijo.
- Sí, creo que algo escuché. - Le respondí.
- Es un chico joven. Bastante bien puesto. – Me dice suspicaz. – Ayer me lo crucé en la verdulería y es muy simpático- espero unos segundos, midiendome. Después mirándome fijo, bajando un poco la voz, me preguntó: - ¿Sabes que me gustaría probar de regalo de cumpleaños?...
El principio de ésta historia:
Parte 1
https://poringa.net/posts/relatos/3700478/Las-bombachas-de-mi-vecina.html
Parte 2
https://poringa.net/posts/relatos/3709881/El-olor-de-la-bombacha-de-mi-vecinita.html
parte 3
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parte 4
https://poringa.net/posts/relatos/3737694/La-bombacha-caliente-de-mi-vecinita.html
Parte 5
https://poringa.net/posts/relatos/3752721/La-misteriosa-bombacha-de-mi-vecina.html
Parte 6
https://m.poringa.net/posts/relatos/3754818/Las-bombachas-de-mi-vecina-Finalmente-se-dio.html
Otros relatos en:
https://poringa.net/martinfcd/posts
3 comentarios - Las bombachitas de mí vecina. Se terminó?
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