Necesitaba un cambio total a mi vida, los últimos 5 meses llenos de infidelidad, pleitos y de un cambio total en mi forma de ser que ni yo misma lo creía.
Traté de alejarme de los prohibido, así que me puse a buscar trabajo y lo conseguí en una empresa de paquetería, como secretaria de un ejecutivo.
La verdad era una buena manera de cambiar y olvidarme de lo que venía pasando.
Al principio me costó la adaptación, pero poco a poco todo fue tomando su rumbo, me iba yo muy bien arreglada, con minifaldas o ropa entallada, muchos compañeros se me acercaban, pero nada serio o grave, a veces con salir a comer con ellos me los quitaba de encima y con mi marido todo mejoraba constantemente, no sé si por el hecho de irme superando día a día o por el cargo de conciencia, pero todo iba viento en popa.
Así pasaron 3 meses, era víspera de navidad y fui anunciada que mi jefe, Don Arturo se retiraba y su lugar seria ocupado por Gerardo, un hombre con experiencia que venía de la competencia.
El lunes que Gerardo llegaría, yo estaba muy tensa, no sabía que pasaría, limpie mi lugar, estaba lista con mi minifalda negra, saco y tacones para recibirlo, finamente el llego.
Un hombre de piel blanca, maduro, de ojos obscuros, alto y con mirada de degenerado, que al verme me miro de arriba abajo en repetidas ocasiones, se presentó conmigo de forma cortante y luego de platicar con el señor de recursos humanos me llamo.
G: Bien, necesito que seas eficiente llevas poco aquí, ¡pero necesitare tu experiencia para dirigir esta área!
Su manera de hablar me cautivo, seguro de sí mismo, sin bromear, directo al grano, un hombre que le estaba haciendo honor a su fama, duro, seco y trabajador.
Paso un mes más y todo iba muy bien, me acople perfecto a su forma de trabajo y poco a poco comenzamos a tener una relación más de amistad, tomábamos café por las mañanas mientras hacíamos la planeación, a veces me pedía comer con él en un restaurant cerca de la oficina, notaba que de pronto sus miradas se perdían en mi cadera o piernas, pero eso no me incomodaba, había desarrollado una estima alta ¡por el!
Se acercaba la junta de fin de año y teníamos que entregar un balance de los últimos 3 meses, así que trabajábamos como locos, ese viernes jamás lo olvidare.
Ya eran las 10:30 de la noche, estaba cansadísima, de hecho, estaba descalza, los tacones me mataban, continuaba archivando y capturando los datos faltantes, fue entonces que oí su voz
G: ¡Puedes venir por favor!
K: ¡Que pasa!
G: ¡Necesitamos cenar, pide comida por favor!
K: ¡Enseguida!
G: Ah y una cosa más, ¡que hermosos pies tienes!
K: ¡Perdón! ¡Es que me canse y se me olvido que no los traía!
G. ¡Por mí no hay problema!
Una sonrisa diferente salió de su boca, esa jamás se la había visto, una de conquistador, incluso un poco morbosa, solo sonreí y pedí la comida.
Después de cenar y un café me decidía a regresar para terminar ya que eran las 11:30 de la noche y estaba cansadísima, pero el me detuvo haciéndome la plática.
Me conto un poco de su vida, que ya tenía dos divorcios, que tenía un hijo con cada una, que actualmente salía con una ejecutiva pero que no le veía futuro, que le gustaban las fiestas y sin fin de cosas que me pareció interesante.
Yo también le conté sobre mí, sobre mi matrimonio y sobre mi familia y algo de mi pasado, que el tomo como si le estuviera dando un tipo de señal.
G: Sabes, te me haces una mujer interesante, ¡si no estuvieras casada te invitaría a salir!
K: Que halagada me siento, ¡pero no sé qué tan bien se vería que mi jefe me corteje!
G: Una mujer como tú, ¡es imposible no cortejarla!
Su declaración me acelero el corazón a mil, les juro que inmediatamente me moje en mi tanga, el me miraba diferente directo a las piernas y mi escote, yo estaba roja no sabía que hacer.
Gerardo se puso de pie y se dirigió a cerrar la puerta y comenzó a acariciarme mi espalda dándome un rico masaje que me saco un par de gemidos, gemidos que me confundieron totalmente y me humedecieron más!
G: Eres muy trabajadora, ¡déjame relajarte un poco!
K: ¡Señor…!
Sus caricias eran magistrales, me sobaba tan rico como nadie lo había hecho, sus manos lentamente bajaban por mis hombros y subían desde mi espalda baja a mi cuello, erectandome los pezones como nunca antes.
Fue entonces que sentí su boca en mi cuello, sus besos fueron suaves, yo cerraba los ojos, no hacia más que gemir, el comenzó a acariciarme las piernas y mi cadera, sin dejar también de masajearme la espalda.
G: Me encanta tu cuerpo, ¡desde que te vi te deseo!
Su declaración me hizo ceder totalmente, él me puso de pie y empezamos a besarnos, yo me aferraba a su cuello apretándolo mientras nuestras lenguas se entrelazaban intercambiando saliva.
Sus manos acariciaban suave y duro mi trasero, parecía un niño con juguete nuevo, tocando todo mi cuerpo, metió su mano debajo de mi falda y con sus dedos palpo mi vagina por encima de mi húmeda tanga.
G: Que húmeda, ¿estas caliente?
K: ¡Así me puso!
Me quito el saco y sin detenerse también mi blusa, su lengua recorría mis pechos, mi cuello y mi abdomen, yo recargada en el escritorio movía mi pierna acariciándole su bulto que se sentía duro y grande.
Me despojo del brasear mientras él se quitaba la camisa mostrando un torso duro y torneado, con brazos fuertes, me quito la falda y él se bajó el pantalón, ¡estaba decidido a hacerme suya!
G: Ahora serás una buena asistente, ¡necesito tu boca acá abajo!
Sin decir más, me arrodille y comencé a bajarle su bóxer, ¡una verga peluda, grande y circuncidada esperaba húmeda que la llevara a la boca!
K: Señor, esto no está bien, ¡ambos tenemos pareja!
G: Vamos, nadie se enterará, ¡no lo diré y tu menos!
Comencé a chupar su cabeza, su dureza me encantaba, el respiraba acelerado mientras acariciaba mi cabello, lentamente la introduje a mi boca, era grande, de unos 19 o 20 cm, y un poco gruesa, comencé a tragarla como desesperada, ¡estaba tan caliente que no me detuve en nada y decidí devorar su suculenta verga!
G: Si, que rico, ¡uhm!!
Estaba regresando a las andadas, nuevamente como puta mamando la verga de mi jefe, pero no podía dejar de probarlo el de verdad me gustaba mucho y esto talvez yo lo quería en lo más profundo de mi ser.
Continúe comiendo su verga, mordiéndola, besándole los testículos, lamiéndola como paleta, dejándome follar la boca con fuerza, quería ser la mejor asístete y complacer en todo a mi jefecito.
Gerardo me puso de pie y besándome me llevo a su silla reclinable, ahí él se sentó y cargándome de frente empezó a metérmela deliciosamente.
Apoyándome en su escritorio, comencé a cabalgarlo muy rico, en movimientos circulares, mientras el me lamia las tetas y me miraba desafiante.
K: ¡Que rico, ah!!
G: ¡Tu vagina es deliciosa nena!
Sentía como entraba toda, su verga estaba durísima y me daba riquísimo placer, ¡ahora apoyada en su cuello me daba suaves sentones mientras mi jefe me acariciaba las nalgas y los muslos!
G: ¡Esta buenísima, que rico, uhm!
K: ¡Rica verga, uhm, ah!
G: Eso, así nena, uhm, ¡como te mueves!
K: ¡Me encantas!! Cógeme, uhm!
Me acostó en su escritorio y levanto mis piernas, lamia mis pies, al parecer le había gustado verme descalza, mientras tanto me al empujaba con delicadeza subiendo poco a poco su ritmo.
Que rico era estar así, no pensé que sería la puta de mi jefe, ¡pero ahí estaba en su escritorio suplicándole me la metiera con fuerza mientras el lamia mis pantorrillas, piernas y pies!
K: Que rico, cógeme, así, ¡que rico!
G: ¡Carajo, que rico!
No sé si había alguien mas alla afuera escuchando, solo gemía y recibía su rica verga.
Me puse en cuatro arriba de su escritorio, él se acomodó y empezó a dármela con fuerza, me la metía hasta el fondo, escuchaba mis nalgas chocar con su pelvis, más rápido y fuerte se empujaba, me tenía loquísima disfrutando esa pose.
G; Que ricas nalgas, ¡uhm ah!
K: ¡Ah, si, que rico, ah!
G: Muévete nena, uhm, ¡que rico!
K: Es el mejor, cójame, ¡deme su verga!
Me bajo del escritorio y me empino totalmente, mis pechos se mojaban con los fluidos que escurrieron mientras estábamos encima del escritorio, ¡me tomo de la cintura y me penetro con fuerza!
Lanzaba gemidos, babeaba, estaba toda poseída, me movía también para hacerlo gozar, el me nalgueaba, me jalaba el cabello, me arañaba los muslos, me cogía riquísimo.
G: Toma nena, uhm, ah, que rico, ¡que rico!
K: No pares, más duro, así, soy tuya, ¡uhm!
G: ¡A partir de hoy eres mía nena!
K: Si papi, cógeme rico, uhm, que rica verga, ¡ah!!
Movíamos el escritorio de tanta pasión que soltábamos, me sentía venir, no iba aguantar más, sus embestidas eran magistrales, sabia como hacerlo, también sentí sus precipitaciones y como se endurecía pronto terminaría y le dejaría terminar dentro.
G: Me vengo, ah, ¡me vengo!!!!
K: ¡Si, dame tu leche, ah!
G: Ahí viene nena, ¡ahí viene!
K: ¡Yo también me vengo, agh!!
Su leche caliente empezó a inundar mi vaina, yo también me viene mojándolo todo, salpicábamos todo el piso, el orgasmo era maravilloso, me jalaba el cabello cada que expulsaba su semen dentro, yo gritaba, que rico me había cogido.
Una vez que terminamos, el me beso apasionadamente, diciéndome que nunca había cogido con alguien como yo, que era la mejor.
Tomé mi ropa y me fui al baño para limpiarme su leche y quitarme su aroma a macho dominante, una vez más fresca reflexionaba lo sucedido, esto estaba ml y sabía que le había dado puerta a quererlo hacer muchas veces y así fue.
Durante su estancia como mi jefe, cada que podía me metía a su oficina a darle oral, a veces estaba atendiendo clientes y yo debajo de su escritorio mamándosela riquísimo, o luego a la hora de la comida me empinaba en su sofá y me la metía con desenfreno, llenándome una y otra vez de semen, hasta que fue enviado a Torreón, para dirigir la división de esa ciudad, unos meses después decidí renunciar, ya que no quería involucrarme con nadie más ahí.
Pero yo ya era infiel y aun saliéndome de ahí nuevas verga llegaron a mi vida y no podía detenerme, me había vuelto adicta al sexo y a la infidelidad.
Kali<3
Traté de alejarme de los prohibido, así que me puse a buscar trabajo y lo conseguí en una empresa de paquetería, como secretaria de un ejecutivo.
La verdad era una buena manera de cambiar y olvidarme de lo que venía pasando.
Al principio me costó la adaptación, pero poco a poco todo fue tomando su rumbo, me iba yo muy bien arreglada, con minifaldas o ropa entallada, muchos compañeros se me acercaban, pero nada serio o grave, a veces con salir a comer con ellos me los quitaba de encima y con mi marido todo mejoraba constantemente, no sé si por el hecho de irme superando día a día o por el cargo de conciencia, pero todo iba viento en popa.
Así pasaron 3 meses, era víspera de navidad y fui anunciada que mi jefe, Don Arturo se retiraba y su lugar seria ocupado por Gerardo, un hombre con experiencia que venía de la competencia.
El lunes que Gerardo llegaría, yo estaba muy tensa, no sabía que pasaría, limpie mi lugar, estaba lista con mi minifalda negra, saco y tacones para recibirlo, finamente el llego.
Un hombre de piel blanca, maduro, de ojos obscuros, alto y con mirada de degenerado, que al verme me miro de arriba abajo en repetidas ocasiones, se presentó conmigo de forma cortante y luego de platicar con el señor de recursos humanos me llamo.
G: Bien, necesito que seas eficiente llevas poco aquí, ¡pero necesitare tu experiencia para dirigir esta área!
Su manera de hablar me cautivo, seguro de sí mismo, sin bromear, directo al grano, un hombre que le estaba haciendo honor a su fama, duro, seco y trabajador.
Paso un mes más y todo iba muy bien, me acople perfecto a su forma de trabajo y poco a poco comenzamos a tener una relación más de amistad, tomábamos café por las mañanas mientras hacíamos la planeación, a veces me pedía comer con él en un restaurant cerca de la oficina, notaba que de pronto sus miradas se perdían en mi cadera o piernas, pero eso no me incomodaba, había desarrollado una estima alta ¡por el!
Se acercaba la junta de fin de año y teníamos que entregar un balance de los últimos 3 meses, así que trabajábamos como locos, ese viernes jamás lo olvidare.
Ya eran las 10:30 de la noche, estaba cansadísima, de hecho, estaba descalza, los tacones me mataban, continuaba archivando y capturando los datos faltantes, fue entonces que oí su voz
G: ¡Puedes venir por favor!
K: ¡Que pasa!
G: ¡Necesitamos cenar, pide comida por favor!
K: ¡Enseguida!
G: Ah y una cosa más, ¡que hermosos pies tienes!
K: ¡Perdón! ¡Es que me canse y se me olvido que no los traía!
G. ¡Por mí no hay problema!
Una sonrisa diferente salió de su boca, esa jamás se la había visto, una de conquistador, incluso un poco morbosa, solo sonreí y pedí la comida.
Después de cenar y un café me decidía a regresar para terminar ya que eran las 11:30 de la noche y estaba cansadísima, pero el me detuvo haciéndome la plática.
Me conto un poco de su vida, que ya tenía dos divorcios, que tenía un hijo con cada una, que actualmente salía con una ejecutiva pero que no le veía futuro, que le gustaban las fiestas y sin fin de cosas que me pareció interesante.
Yo también le conté sobre mí, sobre mi matrimonio y sobre mi familia y algo de mi pasado, que el tomo como si le estuviera dando un tipo de señal.
G: Sabes, te me haces una mujer interesante, ¡si no estuvieras casada te invitaría a salir!
K: Que halagada me siento, ¡pero no sé qué tan bien se vería que mi jefe me corteje!
G: Una mujer como tú, ¡es imposible no cortejarla!
Su declaración me acelero el corazón a mil, les juro que inmediatamente me moje en mi tanga, el me miraba diferente directo a las piernas y mi escote, yo estaba roja no sabía que hacer.
Gerardo se puso de pie y se dirigió a cerrar la puerta y comenzó a acariciarme mi espalda dándome un rico masaje que me saco un par de gemidos, gemidos que me confundieron totalmente y me humedecieron más!
G: Eres muy trabajadora, ¡déjame relajarte un poco!
K: ¡Señor…!
Sus caricias eran magistrales, me sobaba tan rico como nadie lo había hecho, sus manos lentamente bajaban por mis hombros y subían desde mi espalda baja a mi cuello, erectandome los pezones como nunca antes.
Fue entonces que sentí su boca en mi cuello, sus besos fueron suaves, yo cerraba los ojos, no hacia más que gemir, el comenzó a acariciarme las piernas y mi cadera, sin dejar también de masajearme la espalda.
G: Me encanta tu cuerpo, ¡desde que te vi te deseo!
Su declaración me hizo ceder totalmente, él me puso de pie y empezamos a besarnos, yo me aferraba a su cuello apretándolo mientras nuestras lenguas se entrelazaban intercambiando saliva.
Sus manos acariciaban suave y duro mi trasero, parecía un niño con juguete nuevo, tocando todo mi cuerpo, metió su mano debajo de mi falda y con sus dedos palpo mi vagina por encima de mi húmeda tanga.
G: Que húmeda, ¿estas caliente?
K: ¡Así me puso!
Me quito el saco y sin detenerse también mi blusa, su lengua recorría mis pechos, mi cuello y mi abdomen, yo recargada en el escritorio movía mi pierna acariciándole su bulto que se sentía duro y grande.
Me despojo del brasear mientras él se quitaba la camisa mostrando un torso duro y torneado, con brazos fuertes, me quito la falda y él se bajó el pantalón, ¡estaba decidido a hacerme suya!
G: Ahora serás una buena asistente, ¡necesito tu boca acá abajo!
Sin decir más, me arrodille y comencé a bajarle su bóxer, ¡una verga peluda, grande y circuncidada esperaba húmeda que la llevara a la boca!
K: Señor, esto no está bien, ¡ambos tenemos pareja!
G: Vamos, nadie se enterará, ¡no lo diré y tu menos!
Comencé a chupar su cabeza, su dureza me encantaba, el respiraba acelerado mientras acariciaba mi cabello, lentamente la introduje a mi boca, era grande, de unos 19 o 20 cm, y un poco gruesa, comencé a tragarla como desesperada, ¡estaba tan caliente que no me detuve en nada y decidí devorar su suculenta verga!
G: Si, que rico, ¡uhm!!
Estaba regresando a las andadas, nuevamente como puta mamando la verga de mi jefe, pero no podía dejar de probarlo el de verdad me gustaba mucho y esto talvez yo lo quería en lo más profundo de mi ser.
Continúe comiendo su verga, mordiéndola, besándole los testículos, lamiéndola como paleta, dejándome follar la boca con fuerza, quería ser la mejor asístete y complacer en todo a mi jefecito.
Gerardo me puso de pie y besándome me llevo a su silla reclinable, ahí él se sentó y cargándome de frente empezó a metérmela deliciosamente.
Apoyándome en su escritorio, comencé a cabalgarlo muy rico, en movimientos circulares, mientras el me lamia las tetas y me miraba desafiante.
K: ¡Que rico, ah!!
G: ¡Tu vagina es deliciosa nena!
Sentía como entraba toda, su verga estaba durísima y me daba riquísimo placer, ¡ahora apoyada en su cuello me daba suaves sentones mientras mi jefe me acariciaba las nalgas y los muslos!
G: ¡Esta buenísima, que rico, uhm!
K: ¡Rica verga, uhm, ah!
G: Eso, así nena, uhm, ¡como te mueves!
K: ¡Me encantas!! Cógeme, uhm!
Me acostó en su escritorio y levanto mis piernas, lamia mis pies, al parecer le había gustado verme descalza, mientras tanto me al empujaba con delicadeza subiendo poco a poco su ritmo.
Que rico era estar así, no pensé que sería la puta de mi jefe, ¡pero ahí estaba en su escritorio suplicándole me la metiera con fuerza mientras el lamia mis pantorrillas, piernas y pies!
K: Que rico, cógeme, así, ¡que rico!
G: ¡Carajo, que rico!
No sé si había alguien mas alla afuera escuchando, solo gemía y recibía su rica verga.
Me puse en cuatro arriba de su escritorio, él se acomodó y empezó a dármela con fuerza, me la metía hasta el fondo, escuchaba mis nalgas chocar con su pelvis, más rápido y fuerte se empujaba, me tenía loquísima disfrutando esa pose.
G; Que ricas nalgas, ¡uhm ah!
K: ¡Ah, si, que rico, ah!
G: Muévete nena, uhm, ¡que rico!
K: Es el mejor, cójame, ¡deme su verga!
Me bajo del escritorio y me empino totalmente, mis pechos se mojaban con los fluidos que escurrieron mientras estábamos encima del escritorio, ¡me tomo de la cintura y me penetro con fuerza!
Lanzaba gemidos, babeaba, estaba toda poseída, me movía también para hacerlo gozar, el me nalgueaba, me jalaba el cabello, me arañaba los muslos, me cogía riquísimo.
G: Toma nena, uhm, ah, que rico, ¡que rico!
K: No pares, más duro, así, soy tuya, ¡uhm!
G: ¡A partir de hoy eres mía nena!
K: Si papi, cógeme rico, uhm, que rica verga, ¡ah!!
Movíamos el escritorio de tanta pasión que soltábamos, me sentía venir, no iba aguantar más, sus embestidas eran magistrales, sabia como hacerlo, también sentí sus precipitaciones y como se endurecía pronto terminaría y le dejaría terminar dentro.
G: Me vengo, ah, ¡me vengo!!!!
K: ¡Si, dame tu leche, ah!
G: Ahí viene nena, ¡ahí viene!
K: ¡Yo también me vengo, agh!!
Su leche caliente empezó a inundar mi vaina, yo también me viene mojándolo todo, salpicábamos todo el piso, el orgasmo era maravilloso, me jalaba el cabello cada que expulsaba su semen dentro, yo gritaba, que rico me había cogido.
Una vez que terminamos, el me beso apasionadamente, diciéndome que nunca había cogido con alguien como yo, que era la mejor.
Tomé mi ropa y me fui al baño para limpiarme su leche y quitarme su aroma a macho dominante, una vez más fresca reflexionaba lo sucedido, esto estaba ml y sabía que le había dado puerta a quererlo hacer muchas veces y así fue.
Durante su estancia como mi jefe, cada que podía me metía a su oficina a darle oral, a veces estaba atendiendo clientes y yo debajo de su escritorio mamándosela riquísimo, o luego a la hora de la comida me empinaba en su sofá y me la metía con desenfreno, llenándome una y otra vez de semen, hasta que fue enviado a Torreón, para dirigir la división de esa ciudad, unos meses después decidí renunciar, ya que no quería involucrarme con nadie más ahí.
Pero yo ya era infiel y aun saliéndome de ahí nuevas verga llegaron a mi vida y no podía detenerme, me había vuelto adicta al sexo y a la infidelidad.
Kali<3
6 comentarios - Casada siendo infiel en la oficina con mi jefe