Los yuyos los vieron gozar la siguiente noche, la otra y la otra. La mujer de Lucas no entendía qué le pasaba a su marido que estaba tan contento y que le daba en la cama duro como no le daba desde los tiempos de la luna de miel. ¡Qué bien le había caído el cambio de trabajo!
De a poco la pasión fue madurando y volviéndose adulta. Además, teniendo Edgar un departamento tranquilo ahí cerca, ¿para qué seguir en los yuyos? La luz de algún patrullero alguna vez les había dado un susto y seguro que ya alguna vieja los había visto entrar alguna vez por el agujero del murito.
A fin de mes la mamá volvió con su hermana y a Lucas "le alargaron el turno" en la estación de servicio, "qué hijos de puta estos patrones".
Edgardo había insistido que empezaran un lunes, que no laburaba en la pelu, así tuvo tiempo para limpiar y arreglar el depa para que estuviera perfecto, poner las sábanas blancas, depilarse a full, ponerse crema suavizante en las nalgas, y lo más feo, la enema, pero quería estar perfecto. ¿Se la ponía?, ¿le gustaría?, no, mejor tantear, y si veía interés, en la siguiente lo esperaba con la tanguita rosa y el baby doll.
A las 8 sonó el timbre. De un lado de la puerta, Lucas, con su ropa de trabajo del día, medio transpirado, más por los nervios que por el laburo, del otro, Edgardo, jean Levis flamante, camisa verde impecable, ajustada, que marcaba sus pechitos que algún hormonazo fallido al menos le habían hecho crecer un poquito, collar de cuero trenzado de feria artesanal al cuello y una nube de Kenzo envolviéndolo, sus uñas perfectas, sus labios sensuales. Lucas entró y ni se animó a besarlo, le parecía una muñequita más linda que su mujer en su primera cita,
-Che vos estás perfecto y yo todo mugriento, ¡me da cosa! -
- ¿Qué?, el otro día en los yuyos te mandé a bañar antes de cogerte? - Rieron -Vení, tonto - Edgardo lo tomó de la mano y lo llevó al baño. Le dio un beso suave en los labios, le quitó la campera y comenzó a desabrocharle la camisa, Lucas lo dejaba hacer, asombrado de que el putito adolescente que nunca supo hacer más que bajarse la ropa y abrirse las cachas, ahora tomara la iniciativa. Voló la camisa y mientras lo besaba nuevamente fue desabrochando el cinturón y tratando de bajar ese pantalón de trabajo medio ajustado. Apenas logró bajarlo hasta los muslos cuando se arrodilló en el piso y con cara seria bajó con sus dos manos el boxer de Lucas, lo suficiente para que esa carne, aún fláccida por los nervios, quedara a la altura de sus labios. La tomó en la mano, la miró largamente, en la oscuridad de los yuyos la había deseado, la había gozado, la había sentido estallar dentro de él, pero casi no la había visto. Se la refregó en los labios, la besó, le habló -te extrañé pijita- y con los labios cerrados, como para que fueran como su esfínter, fue presionando para que el glande entrara en su boca, sacando el primer gemido de Lucas, acarició el glande con su lengua dentro de su poca, la sacó y la volvió a besar, le volvió a hablar -qué rica que sos pijita, te voy a comer toda- Se la metió nuevamente en la boca y sus labios fueron bajando hasta llegar al pubis, allí su lengua comenzó a juguetear con la raíz de la uretra de Lucas. La pijita se hizo pijaza y Lucas retomó la iniciativa, lo agarró fuerte de la cabeza y empezó a cogerlo por la boca.
-Ya vas a ver cómo te contesta esa pijita, put...-, se contuvo. Se la sacó, bajó un cambio, las garras de lujuria se convirtieron en manos de acariciar. Le levantó el mentón, las miradas se cruzaron, lo incorporó y las bocas se cruzaron, beso con sabor a pija, beso con gusto a macho, pasión escondida, liberación, Lucas lo apretó contra su pecho, ¡qué distinto!, ¡qué libre se sentía!, ¡qué auténtico se sentía! Sus manos bajaron a las nalgas, las sobaron, las apretaron, ¿se sentía así porque iba a comer un culo?, noooo, a su mujer y a las minas que tuvo antes les había hecho mil veces el culo, ahora se daba cuenta, por más que su pija estaba en el culo de esas mujeres, su mente siempre voló hacia el culo de Edgardo, hacia el culo de un hombre, siempre se estuvo cogiendo a Edgardo.
-Edgar-, costó separarse de esos labios, - Edgar, mi pija quiere hablarle a tu culito. -
El baño era pequeño, la crema enjuague era lo más a mano, y no había tiempo para desnudarse, Edgar se bajó la ropa, no pudo alardear de su boxer ajustado, pantalones a media pierna, agacharse y apoyarse contra la pared, tenía que servir a su macho.
-Ay, bruto, despacio -, perdón, ¿te la saco?, noooo, quedate quieto, ahhh, siiii, ahora sí Lucas, ya la estoy escuchando, decile que le hable todo lo que quiera que ya mi culito está bien atento.
El diálogo no fue muy largo, las palabras estaban apuradas por salir. Luego del gran saludo final, Edgardo se incorporó, su espalda buscó la tibieza del pecho de Lucas y las bocas se re-encontraron.
-No me la saques Lucas, quedémonos así un ratito, ¿si? -Los besos, las caricias suaves, el toqueteo a la pija de Edgar.
-Nunca me la habías tocado -, era cierto, en los cientos de veces en la adolescencia que le había comido el culo, nunca, ni por asomo se le había ocurrido tocarle la pija.
- ¿Marcos y los otros te la tocaban? -
-Jajaaa, nooo, sólo me tocaban el culo y los lugares para agarrarse cuando me bombeaban de parado-
La bañera era lo suficientemente grande para los dos, se jabonaron mutuamente. Lucas pasó largamente sus manos jabonadas por las nalgas de Edgar, ¡qué suaves, qué perfectas, qué curvatura deliciosa!, se metió en la raja, jabonó, pero sus dedos no podían quedarse tranquilos, enseguida buscaron el agujerito aún dilatado y cremoso. Edgar sonrió pícaro.
-Cuidado no me calientes que te voy a romper el culo.....-
- A que no-, dijo sonriendo también Lucas y apoyó descaradamente su culo contra la pija de Edgar que ni atinó siquiera a tocarlo.
-Si, vos provocame, que cuando me caliente, vas a tener que ir al proctólogo de cómo te voy a dejar el culo- Se rieron como los dos adolescentes que eran en ese momento.
La cama los recibió aún algo húmedos, allí todo fue nuevo, las caricias, los abrazos, todo lo que la vida hetero le había enseñado a Lucas ahora se convertían en nuevos mimos para Edgardo. Edgardo vibraba y se dejaba hacer, disfrutaba, gemía, nuevas sensaciones lo inundaban, torpemente acompañaba con sus manos sobre el cuerpo de Lucas, pero claro, él sólo sabía chupar y dejarse, sólo eso había hecho con sus amigos y poco más que eso había hecho con sus ínfimos novios.
Lucas comenzó a meterle dedos en el culo mientras lo besaba apasionadamente, no hacía falta dilatarlo, su amigo ya estaba húmedo y no de agua precisamente, lo llevó a la esquina de la cama y le acomodó una pierna de cada lado. Tanteó con la punta y enseguida se la deslizó hasta el fondo.
-Ahhhh, Lucas, ¡qué bien que se siente!
-¿Te gusta pu....?-
-Sí, decímelo, puto, puto de mierda, lo que quieras-
-No Edgar, putito, putito lindo, putito hermoso, putito mío, putita-
-Siiii, putita, decime putita, rompeme la conchita, embarazame Lucas-
Lucas comenzó a entrar y salir, cada entrada era acompañada con un gemido, cada salida con un ruego de pija. Sacó sus manos de sus pechos y las llevé a su verga dormida. Edgar giró la cabeza y lo miró extrañado. Con el manoseo la pija de Edgar se fue parando, erguida debía tener como 17 cm, gruesísima, oscura. Con la erección contrajo su esfínter y los dos comenzaron a sentir con más intensidad, los gemidos crecieron y ese glande nunca usado, desnudo, comenzó a rezumar preseminal. Lucas lo cambió de pose, lo llevó al borde de la cama y le subió las piernas a sus hombros, comenzó a frotar la verga contra su panza mientras lo culiaba furiosamente, su vientre comenzó a mojarse con su preseminal. Edgardo, entre gemidos abrió los ojos de asombro cuando Lucas, curioso, comenzó a tomar con sus dedos el juguito de su pija y se lo llevó a la boca con cara de gusto. Cruzaron miradas, se hiper excitaron, y entre gritos Lucas se vació completamente dentro del culito añorado de su amigo. Edgar no pudo.
Lucas, feliz, exultante, se animó a más. Se arrodilló entre sus piernas y llevó esos vírgenes 17 cm duros y mojados a su boca.
- ¿Que hacés Lucas? -
Dejó de chupársela un instante, le tiré un beso y la volvió a engullir. De a poco, a pesar de la falta de práctica, logró tragarla toda, y esos bellos 17 cm de oscura carne de hombre acariciaron el fondo de su garganta y lo hundieron en las delicias del sexo oral entre machos.
Sin dejar de chupar, Lucas le metió dos dedos en el culo y el efecto fue inmediato. El quejido de Edgardo hasta lo deben haber escuchado los vecinos. La boca de Lucas no pudo contener la tremenda carga de semen que le proporcionó su putito pasivo. Por la comisura de los labios le bajaban dos hilos de leche, ¿qué hacía?, se la tragaba? Le pareció demasiado, (¡luego lo haría tantas veces!), fue al baño a escupirla y regresó. Se tiró sobre la cama y se besaron compartiendo ese sabor a leche y pija de su boca. Edgardo sonreía angelicalmente. No dijo nada, se abrazaron en silencio y en segundos el putito estaba dormido. Lucas, no.
Miró la hora, aún le quedaba un rato. A su lado un bello hombre, de nalgas suaves y delicadas dormía sonriendo. Pero tenía que volver.
Lucas sentía en su pubis una sensación de paz como nunca había sentido. Pero tenía que volver.
Le hubiese encantado despertar a Edgar con un beso, pedir unas pizzas y luego de las pizzas hacer el amor toda la noche. Pero tenía que volver.
Le hubiese encantado amanecer abrazado al cuerpo desnudo de su amigo. Pero tenía que volver.
A las 11 se levantó y sin hacer ruido se fue al baño. Se duchó esta vez sin jabón para que no lo quedara algún olor que una sensible nariz femenina pudiera descubrir.
A Edgardo lo despertaron los besos de Lucas en sus nalgas. Al abrir los ojos lo vio vestido.
- ¿Cómo?, ¿ya te vás? -
- Tengo que marcar tarjeta, putita, no queda otra -
Y bueno, así es la vida. Se abrazaron, Edgardo desnudo y con semen resbalándose por sus muslos, Lucas con su ropa de trabajo medio grasienta
-Cuándo volvés amor? -
-Te llamo y arreglamos, ¿sí? -
Así desnudo le dio un último beso y le abrió la puerta.
Lucas tenía que volver.
De a poco la pasión fue madurando y volviéndose adulta. Además, teniendo Edgar un departamento tranquilo ahí cerca, ¿para qué seguir en los yuyos? La luz de algún patrullero alguna vez les había dado un susto y seguro que ya alguna vieja los había visto entrar alguna vez por el agujero del murito.
A fin de mes la mamá volvió con su hermana y a Lucas "le alargaron el turno" en la estación de servicio, "qué hijos de puta estos patrones".
Edgardo había insistido que empezaran un lunes, que no laburaba en la pelu, así tuvo tiempo para limpiar y arreglar el depa para que estuviera perfecto, poner las sábanas blancas, depilarse a full, ponerse crema suavizante en las nalgas, y lo más feo, la enema, pero quería estar perfecto. ¿Se la ponía?, ¿le gustaría?, no, mejor tantear, y si veía interés, en la siguiente lo esperaba con la tanguita rosa y el baby doll.
A las 8 sonó el timbre. De un lado de la puerta, Lucas, con su ropa de trabajo del día, medio transpirado, más por los nervios que por el laburo, del otro, Edgardo, jean Levis flamante, camisa verde impecable, ajustada, que marcaba sus pechitos que algún hormonazo fallido al menos le habían hecho crecer un poquito, collar de cuero trenzado de feria artesanal al cuello y una nube de Kenzo envolviéndolo, sus uñas perfectas, sus labios sensuales. Lucas entró y ni se animó a besarlo, le parecía una muñequita más linda que su mujer en su primera cita,
-Che vos estás perfecto y yo todo mugriento, ¡me da cosa! -
- ¿Qué?, el otro día en los yuyos te mandé a bañar antes de cogerte? - Rieron -Vení, tonto - Edgardo lo tomó de la mano y lo llevó al baño. Le dio un beso suave en los labios, le quitó la campera y comenzó a desabrocharle la camisa, Lucas lo dejaba hacer, asombrado de que el putito adolescente que nunca supo hacer más que bajarse la ropa y abrirse las cachas, ahora tomara la iniciativa. Voló la camisa y mientras lo besaba nuevamente fue desabrochando el cinturón y tratando de bajar ese pantalón de trabajo medio ajustado. Apenas logró bajarlo hasta los muslos cuando se arrodilló en el piso y con cara seria bajó con sus dos manos el boxer de Lucas, lo suficiente para que esa carne, aún fláccida por los nervios, quedara a la altura de sus labios. La tomó en la mano, la miró largamente, en la oscuridad de los yuyos la había deseado, la había gozado, la había sentido estallar dentro de él, pero casi no la había visto. Se la refregó en los labios, la besó, le habló -te extrañé pijita- y con los labios cerrados, como para que fueran como su esfínter, fue presionando para que el glande entrara en su boca, sacando el primer gemido de Lucas, acarició el glande con su lengua dentro de su poca, la sacó y la volvió a besar, le volvió a hablar -qué rica que sos pijita, te voy a comer toda- Se la metió nuevamente en la boca y sus labios fueron bajando hasta llegar al pubis, allí su lengua comenzó a juguetear con la raíz de la uretra de Lucas. La pijita se hizo pijaza y Lucas retomó la iniciativa, lo agarró fuerte de la cabeza y empezó a cogerlo por la boca.
-Ya vas a ver cómo te contesta esa pijita, put...-, se contuvo. Se la sacó, bajó un cambio, las garras de lujuria se convirtieron en manos de acariciar. Le levantó el mentón, las miradas se cruzaron, lo incorporó y las bocas se cruzaron, beso con sabor a pija, beso con gusto a macho, pasión escondida, liberación, Lucas lo apretó contra su pecho, ¡qué distinto!, ¡qué libre se sentía!, ¡qué auténtico se sentía! Sus manos bajaron a las nalgas, las sobaron, las apretaron, ¿se sentía así porque iba a comer un culo?, noooo, a su mujer y a las minas que tuvo antes les había hecho mil veces el culo, ahora se daba cuenta, por más que su pija estaba en el culo de esas mujeres, su mente siempre voló hacia el culo de Edgardo, hacia el culo de un hombre, siempre se estuvo cogiendo a Edgardo.
-Edgar-, costó separarse de esos labios, - Edgar, mi pija quiere hablarle a tu culito. -
El baño era pequeño, la crema enjuague era lo más a mano, y no había tiempo para desnudarse, Edgar se bajó la ropa, no pudo alardear de su boxer ajustado, pantalones a media pierna, agacharse y apoyarse contra la pared, tenía que servir a su macho.
-Ay, bruto, despacio -, perdón, ¿te la saco?, noooo, quedate quieto, ahhh, siiii, ahora sí Lucas, ya la estoy escuchando, decile que le hable todo lo que quiera que ya mi culito está bien atento.
El diálogo no fue muy largo, las palabras estaban apuradas por salir. Luego del gran saludo final, Edgardo se incorporó, su espalda buscó la tibieza del pecho de Lucas y las bocas se re-encontraron.
-No me la saques Lucas, quedémonos así un ratito, ¿si? -Los besos, las caricias suaves, el toqueteo a la pija de Edgar.
-Nunca me la habías tocado -, era cierto, en los cientos de veces en la adolescencia que le había comido el culo, nunca, ni por asomo se le había ocurrido tocarle la pija.
- ¿Marcos y los otros te la tocaban? -
-Jajaaa, nooo, sólo me tocaban el culo y los lugares para agarrarse cuando me bombeaban de parado-
La bañera era lo suficientemente grande para los dos, se jabonaron mutuamente. Lucas pasó largamente sus manos jabonadas por las nalgas de Edgar, ¡qué suaves, qué perfectas, qué curvatura deliciosa!, se metió en la raja, jabonó, pero sus dedos no podían quedarse tranquilos, enseguida buscaron el agujerito aún dilatado y cremoso. Edgar sonrió pícaro.
-Cuidado no me calientes que te voy a romper el culo.....-
- A que no-, dijo sonriendo también Lucas y apoyó descaradamente su culo contra la pija de Edgar que ni atinó siquiera a tocarlo.
-Si, vos provocame, que cuando me caliente, vas a tener que ir al proctólogo de cómo te voy a dejar el culo- Se rieron como los dos adolescentes que eran en ese momento.
La cama los recibió aún algo húmedos, allí todo fue nuevo, las caricias, los abrazos, todo lo que la vida hetero le había enseñado a Lucas ahora se convertían en nuevos mimos para Edgardo. Edgardo vibraba y se dejaba hacer, disfrutaba, gemía, nuevas sensaciones lo inundaban, torpemente acompañaba con sus manos sobre el cuerpo de Lucas, pero claro, él sólo sabía chupar y dejarse, sólo eso había hecho con sus amigos y poco más que eso había hecho con sus ínfimos novios.
Lucas comenzó a meterle dedos en el culo mientras lo besaba apasionadamente, no hacía falta dilatarlo, su amigo ya estaba húmedo y no de agua precisamente, lo llevó a la esquina de la cama y le acomodó una pierna de cada lado. Tanteó con la punta y enseguida se la deslizó hasta el fondo.
-Ahhhh, Lucas, ¡qué bien que se siente!
-¿Te gusta pu....?-
-Sí, decímelo, puto, puto de mierda, lo que quieras-
-No Edgar, putito, putito lindo, putito hermoso, putito mío, putita-
-Siiii, putita, decime putita, rompeme la conchita, embarazame Lucas-
Lucas comenzó a entrar y salir, cada entrada era acompañada con un gemido, cada salida con un ruego de pija. Sacó sus manos de sus pechos y las llevé a su verga dormida. Edgar giró la cabeza y lo miró extrañado. Con el manoseo la pija de Edgar se fue parando, erguida debía tener como 17 cm, gruesísima, oscura. Con la erección contrajo su esfínter y los dos comenzaron a sentir con más intensidad, los gemidos crecieron y ese glande nunca usado, desnudo, comenzó a rezumar preseminal. Lucas lo cambió de pose, lo llevó al borde de la cama y le subió las piernas a sus hombros, comenzó a frotar la verga contra su panza mientras lo culiaba furiosamente, su vientre comenzó a mojarse con su preseminal. Edgardo, entre gemidos abrió los ojos de asombro cuando Lucas, curioso, comenzó a tomar con sus dedos el juguito de su pija y se lo llevó a la boca con cara de gusto. Cruzaron miradas, se hiper excitaron, y entre gritos Lucas se vació completamente dentro del culito añorado de su amigo. Edgar no pudo.
Lucas, feliz, exultante, se animó a más. Se arrodilló entre sus piernas y llevó esos vírgenes 17 cm duros y mojados a su boca.
- ¿Que hacés Lucas? -
Dejó de chupársela un instante, le tiré un beso y la volvió a engullir. De a poco, a pesar de la falta de práctica, logró tragarla toda, y esos bellos 17 cm de oscura carne de hombre acariciaron el fondo de su garganta y lo hundieron en las delicias del sexo oral entre machos.
Sin dejar de chupar, Lucas le metió dos dedos en el culo y el efecto fue inmediato. El quejido de Edgardo hasta lo deben haber escuchado los vecinos. La boca de Lucas no pudo contener la tremenda carga de semen que le proporcionó su putito pasivo. Por la comisura de los labios le bajaban dos hilos de leche, ¿qué hacía?, se la tragaba? Le pareció demasiado, (¡luego lo haría tantas veces!), fue al baño a escupirla y regresó. Se tiró sobre la cama y se besaron compartiendo ese sabor a leche y pija de su boca. Edgardo sonreía angelicalmente. No dijo nada, se abrazaron en silencio y en segundos el putito estaba dormido. Lucas, no.
Miró la hora, aún le quedaba un rato. A su lado un bello hombre, de nalgas suaves y delicadas dormía sonriendo. Pero tenía que volver.
Lucas sentía en su pubis una sensación de paz como nunca había sentido. Pero tenía que volver.
Le hubiese encantado despertar a Edgar con un beso, pedir unas pizzas y luego de las pizzas hacer el amor toda la noche. Pero tenía que volver.
Le hubiese encantado amanecer abrazado al cuerpo desnudo de su amigo. Pero tenía que volver.
A las 11 se levantó y sin hacer ruido se fue al baño. Se duchó esta vez sin jabón para que no lo quedara algún olor que una sensible nariz femenina pudiera descubrir.
A Edgardo lo despertaron los besos de Lucas en sus nalgas. Al abrir los ojos lo vio vestido.
- ¿Cómo?, ¿ya te vás? -
- Tengo que marcar tarjeta, putita, no queda otra -
Y bueno, así es la vida. Se abrazaron, Edgardo desnudo y con semen resbalándose por sus muslos, Lucas con su ropa de trabajo medio grasienta
-Cuándo volvés amor? -
-Te llamo y arreglamos, ¿sí? -
Así desnudo le dio un último beso y le abrió la puerta.
Lucas tenía que volver.
2 comentarios - En los yuyos, parte 2, final (relato gay)
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